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Relato de mi apartamento (4)

en Confesiones

-¿Tienes café?- preguntó mientras sacaba un coletero del bolsillo de su pantalón y con el se hacia una coleta.

Yo no pude reprimir una sonrisa de satisfacción.

Fuimos a la cocina y preparamos unos cafés, me pidió unos euros y bajó a comprar a la tienda de abajo un bote de "Cola Cao", luego mezcló unas cucharadas con su café. Yo no podía evitar mirarla embobado. Nos sentamos en la pequeña mesa de mi cocina donde comía habitualmente, uno enfrente del otro. Y se quedó mirándome fijamente.

-¿De qué te conozco?- preguntó impaciente.

Yo pensé unos largos segundos qué responderle, si hacerle sufrir con adivinanzas o decirle la pura verdad.

-¿Aun te siguen llamando la Vampira?- dije decidido a darle pistas.

Ella entornó aun más sus ojos.

-Mmm, ¿Tu ibas a mi colegio?- dedujo.

Siguió mirándome, casi sentí que su mirada me quemaba la cara, luego bajó sus ojos hacia mi cuerpo, pensé en levantarme para que me observara bien, pero su ardiente mirada me había hecho sonrojar, sentía el sudor en mi camiseta y apenas podía aguantar sin temblar.

-Mulato- un brillo de sorpresa surgió en sus ojos –tu eres aquel al que llamaban el Mulato, ibas a mi clase.

Mi cara de asombro debió ser inmensa porque me miraba divertida, "¡Jamás creí que se hubiera fijado en mí!" pensé.

-Sí, ese era yo- no supe que más decir.

-Sigues igual… hasta un poco mejor, me parecen muy atractivos los negros.

-No soy negro, le aclaré, sino mulato. Mi madre era negra.

-Que pena, siempre he deseado hacerlo con un negro.

PLAS, menuda bomba. Me quedé petrificado, y ella siguió mirándome fijamente sin parpadear y con una enorme sonrisa irónica en la boca.

-En el instituto seguro que tuviste muchas oportunidades, tu grupo siempre fue muy numeroso. Erais los más góticos y liberales, bonita mezcla.

-Sí, lástima que en ese momento me dio por ser lesbiana.

"¡Dios! ¿Habla en serio?, debe estar tratando de tomarme el pelo ahora que sabe de que la conozco" pensé boquiabierto.

-Así que sabes mi nombre- dijo tanteándome –es extraño, siempre fuiste un antisocial, no creí que miraras más allá de la suela de tus zapatos- hizo una pausa –Gabriel.

Llegado ese punto no supe si descojonarme de risa o lanzarme sobre ella. Sus pies rozaron los míos debajo de la mesa. Me estaba volviendo loco. Sabía mi nombre, la chica de la que había estado enamorado en mi niñez, en la que había pensado mientras aprendía a masturbarme estaba sentada delante de mí, demostrándome que aquello que había imaginado…podía ocurrir. ¿O solo jugaba conmigo?

-No creí que alguien como tu se fijara en alguien como yo. Había demasiada gente a tu alrededor, prefería la tranquilidad.

-Quizá eso era lo que te hacía más atractivo y misterioso. Siempre me excitó lo desconocido.

-¿Por eso te emborrachas y te dejas caer en brazos de cualquiera?

-Jamás me emborracho- todo su cuerpo se tensó, su mandíbula se apretó y se puso completamente seria –anoche fue diferente.

Temí haber invadido su intimidad y verla marchar enfadada. Pero siguió sentada, dudando entre contarme su secreto o no.

-Digamos que ya no tengo ninguna razón para vivir- hizo una parada en su confesión y siguió –y actualmente creo que nunca tuve una razón para vivir.

Su rostro se veía triste, muy triste, su piel estaba tan pálida que parecía gris. No pude resistir verla así, me levanté y me acerqué a ella. La levanté y la abracé. Ella se dejó hacer. La llevé hasta el sofá sentándola a mi lado. Al mirarla a los ojos vi una pequeña lágrima debatiéndose entre salir de uno de sus hermosos ojos negros, en un impulso de locura acerqué mis labios a este ojo, que ella cerró, y absorbí su lágrima. Ella empezó a acariciarme la espalda por debajo de la camiseta interior sin mangas que llevaba, esta marcaba mis pectorales, notando en el abrazo los pechos de Vamelia.

-¿Quieres hablar? –pregunté confuso por como se habían precipitado las cosas –si quieres…

No me dejó acabar, lanzó su boca sobre la mía y comenzó a devorarme con sus finos labios hasta que yo reaccioné y gracias a la grosura de mis labios fui yo quien la devoré.

Pronto entendí que le volvía loca el roce de mis labios, mordisquear y ser succionada, la lengua la utilizaba para sorprender. Había conseguido excitarme con solo sus labios y las caricias de sus manos en mi cuerpo. Paró un instante de besarme para quitarme la camiseta.

-Siempre desee verte sin camiseta, estás mucho mejor de lo que creía- y comenzó a besar mis pezones mientras me acariciaba, siguió lamiendo mi tórax, y llenándome de besos. Mi piel se había erizado completamente y mi pene volvía a estar más duro que el pan de hacía tres días. Llegó a mi ombligo con un poco de vello negro, no soy muy peludo, y lo besó.

-Uff,- no pude reprimir ese suspiro.

Fue demasiado para mí, solo quería que nuestros cuerpos se unieran. Pareció que ella me hubiese leído la mente, porque al instante se levantó y me condujo hasta el dormitorio. Me tumbó y se dejó caer encima de mí besándome. Yo seguí acariciando su cuerpo muy lentamente y con temor.

-No muerdo, ¿sabes?- dijo con una sonrisa en los labios e incorporándose de forma que quedó sentada encima de mí –tócame- exigió.

Yo también me incorporé quedando sentado con ella rodeando mi cintura con sus piernas y sus pies cruzados en mi espalda.

Empecé acariciando su trasero suavemente hasta que cogí confianza, luego subí lentamente por su cintura sin atreverme a rozar su ombligo, seguí hasta su pecho por encima de la camiseta.

-Por debajo, Mulato- exigió entornando los ojos- ¿poca experiencia, eh?

Eso me hizo enfadar, supongo que eso es lo que buscaba, y le quité la camiseta, luego saqué sus pechos por encima del sujetador y comencé a acariciarlos y apretarlos con las manos mientras besaba y succionaba un pezón rosado, ella empezó a gemir.

-Mmm- tenía la cabeza echada hacia atrás, la boca entre abierta de placer y los ojos cerrados. Estaba preciosa, a la vez se bamboleaba para rozar su sexo contra el mío.

Entonces paré, y bajé las manos otra vez hasta su trasero, ella me miró y al sentir que metía las manos por dentro de su pantalón me paró.

-Espera, poco a poco-

-Fuiste tu quien me pidió más…- no pude seguir porque se había puesto a chupar y besar mi pene por encima del pantalón.

De repente paró y se quedó mirando mi despertador.

-Debo irme, entro a trabajar dentro de media hora.

-Pero, ¿trabajas en verano?- pregunté aun excitadísimo.

-Sí, te prometo que volveré.

-Dijiste que ya nada te importaba, ¿Por qué vas a trabajar?- pregunté enfadado aun por no haber podido acabar.

-Y no me importa, pero aun estoy viva, y debo ir- se había acabado de vestir mientras hablábamos y ahora nos dirigíamos hacia la puerta de salida- y si te pones pesado igual no vuelvo.

-¿"Aun"? ¿No estarás pensando en hacer una tontería…?- dije preocupado.

Me sonrió desde la puerta y se marchó.

Después de que se fuera me tumbé en la cama y me di cuenta de lo estúpido que había sido al no besarla antes de irse. ¿Volvería a verla?

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