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Relato de mi apartamento (5)

en Confesiones

Decidí preparar una cena para ella. Compré raviolis de pasta fresca y una salsa de queso y bacón. Lo preparé todo cuidadosamente, cuando quiero puedo cocinar muy bien, eso dicen mis amigos. También hice una ensalada y para el postre hice una macedonia, aunque, por si no le gustaba, compré nata montada, helado y sirope de chocolate.

Al volver a mi casa pasé por una farmacia y compré condones.

Por la tarde, cuando estaba casi todo hecho y no quedaba nada que hacer para distraerme, empecé a ponerme tan nervioso que temblaba. Dudaba de que ella viniese, y pensarlo me ponía paranoico.

Hacia las 6 de la tarde decidí que era buen momento de arreglarme y vestirme, aunque hacia un calor de muerte. Menos mal que cuando abría mi armario me llamó mi compañero de trabajo, el gay, prefiero no decir su nombre por respeto a él. Estuvimos charlando un rato, me preguntó que tal con la pelirroja y no supe muy bien que contestar.

-La llevé a su casa – contesté tratando de parecer lo más inocente posible.

-Claro, claro…- respondió el irónicamente.

Estuvimos hablando un rato sobre cosas superfluas, hasta que al fin no pude más:

-Oye, mmm, tu, mmm, cuando tienes una cita…-

-¡Lo sabía!- contestó eufórico- sabía que la chica no se resistiría a tus encantos.

-Bueno… déjalo – le contesté más nervioso.

-¿Quieres que vaya a ayudarte antes de que llegue?- contestó solícito.

-No, gracias "mamá"- contesté en broma.

-Jasjasjas, vale "hijo", pero recuerda: haz que se muera de placer.

Gracias a sus bromas conseguí relajarme un poco.

-¿Debería comprarle algo?-

-No, chico, si que estás nervioso, ni que fuera tu primera cita.- se rió él- Si quieres puedes regalarle una flor, solo apto para románticas, e intenta emborracharla con vino o cava, nunca falla.

-Aja, mmm…- contesté indeciso.

- Vamos, Gabriel, cuéntale a papá que te pasa- dijo bromeando para hacerme reír.

-No es nada, es una tontería, pero, ¿qué debería ponerme?-dije tímidamente, sintiéndome como una quinceañera en su primera cita.

-Cariño, ¿dónde vais a cenar? – cualquier otro se hubiera descojonado de mi, él no, por eso me caía tan bien. Supongo que era como una madre, la que nunca conocí.

-En mi casa- contesté dudando, ya que no sabía a ciencia cierta si vendría.

-Muy bien, entonces es una cena informal. –contestó meditando- si yo fuera tu me pondría algo ligero; ¿tienes una blusa blanca de esas finas con arrugas?-.

-Sí-.

-Póntela, son frescas y fáciles de desabrochar- dejó escapar una risita de complicidad- en cuanto a los pantalones ponte unos largos, si puede ser también blancos, así resaltará tu piel morena, si me haces caso no te la quitarás de encima. Si yo no tuviera novio, hace tiempo que el género femenino y yo lucharíamos por ti,-intentó halagarme en broma- y te aseguro que ganaría.

No pude evitar echarme a reír, le gustaba provocar, era todo lo que yo no era, siempre conseguía animarme.

-Gracias por los consejos-.

-Muy bien nene, pero ahora dime que es lo que te preocupa de verdad-.

Consiguió hacerme enrojecer, era increíble como podía presentir las cosas. Acabé contándole mi secreto. Reaccionó mejor de lo que creía, no se burló de mi, ni me insultó. Se quedó un poco perplejo.

-Mira, no todos tenemos tu autoestima- le dije aun medio cohibido.

-Ajá, pero chico, tienes ya cierta edad, más de 20.

-Lo se.

-Entonces, ¿mmm, nunca has tenido, mmm, una cita? ¿ni en plan informal?

-No-contesté en voz baja y aun más incómodo.

-Pero, ¿habrás tenido una novia por lo menos, no?- preguntó dudoso.

-Mmm, más o menos- noté que mi cara había enrojecido de vergüenza.

-¡Chico, pero si estás como un tren!- dijo sin salir de su asombro - ¿no serás gay?

-No, ya sabes que no. Soy muy tímido. He tenido alguna amiga…, en realidad solo tres.

-Vaya- ahora estaba reflexionando y temía que llegase al punto que me causaba mayor pudor- ¿pero amigas con derecho a roce?

-No…exactamente-.

-Chico, me lo estoy temiendo- yo llegado a ese punto también sudaba de bochorno esperando la pregunta- entonces… ¿eres virgen?

-Mmm- ya estaba, ahora era el momento de contestar- mmm no, creo que no.

-¿¡Cómo que crees que no!? ¡Eso se sabe!-.

Permanecí callado, sin saber como explicarme.

-Tranquilo chico, no pasa nada, cuéntame.

-Ocurrió cuando tenía 17 años. Tenía una amiga a la que quería mucho, pero no estaba enamorado de ella. Ella tampoco de mi, lo se porque nos lo contábamos todo,- le omití a mi amigo que por aquel entonces ya sentía algo por mi pelirroja- una noche nos quedamos solos en su casa, empezamos a hablar y me pidió que la desvirgara. Primero me negué porque temía hacerle daño, al ser yo también virgen. Pero luego, me convenció.

-Muy bien chico, entonces no eres virgen. ¿Dónde está el problema?

-El problema es que recuerdo que nos lo pasamos muy bien, pero no recuerdo que hicimos, ni como lo hicimos. Creo que llegué a penetrarla, pero no recuerdo nada, se me ha borrado.

-Chico, lo tuyo es de psiquiátrico,- dijo en tono de parodia- es como ir en bicicleta, lo recordarás-.

-Nunca aprendí a ir en bicicleta- bromee.

-Eres imposible- dijo riéndose de mi comentario- ¿nunca has vuelto a follar?-.

-No- confesé- y lo peor es que no recuerdo mi primera vez. No es que no recuerde como se hace, no recuerdo como lo hicimos.-intenté justificarme- Por lo menos mi amiga me dijo que le gustó, pero era virgen, así que tampoco tenía otras referencias- y acabé desanimándome más.

-Eso es lo de menos, un momento- dijo viniéndole algo a la memoria- anoche entonces no lo hiciste con la pelirroja-.

-No-.

-Chico, mucha suerte, pero como soy un poquito más sabio que tu te confesaré que durante mi adolescencia experimente con chicas sexualmente, y puedo ayudarte, así que escúchame atentamente…-.

Estuvo contándome sus descubrimientos y relatándome ciertas cosas que me hicieron enrojecer. Pero aguanté estoicamente hasta que acabó, yo seguía sin saber si todos mis nuevos conocimientos teóricos me servirían de algo en la práctica, pero me sentía más relajado cuando colgué. Me vestí y traté de ordenar la casa y dejarlo todo mínimamente limpio. Luego me senté a esperarla, y me dormí de agotamiento en el sofá. El timbre de la puerta me despertó. Salté corriendo del sofá y fui a abrir la puerta, antes me arreglé unos mechones de pelo delante del espejo del recibidor.

-¿Llego demasiado tarde?- era ella, llevaba unos pantalones cortos desilachados, de color rojo, y un top negro atado al cuello que dejaba ala vista su ombligo con el piercing y empujaba hacia arriba sus pechos que pugnaban por salir de su escote. Intenté no mirarle al escote.

-Tranquila, aun no he cenado- respondí mirándole a la cara que estaba un poco más pálida de lo normal, sus ojos estaban pintados con un delineador negro provocándole una mirada más agresiva. Y su cabello caía liso hasta debajo de su trasero.

-Es más de la una de la madrugada, ¿aun quieres cenar?- dijo con una mezcla de ironía para provocarme y a la vez conseguir ridiculizarme.

-Estás preciosa, pero me gustas más con el pelo rizado- se me escapó.

-Gracias, pero hoy no he decidido como arreglarme, solo he podido cambiarme la ropa antes de venir-dijo echándome a un lado para pasar, y de paso rozar todo mi cuerpo- te queda muy bien el color blanco, "mulato"-.

-Y a ti el negro, "pelirroja"-.contesté- ¿de dónde vienes?-.

-De una fiesta, y no preguntes más-.

Me llevó hasta la puerta de mi cuarto.

-He preparado la cena- dije cambiando su rumbo hacia el comedor- ¿te gusta la pasta fresca?-.

Al entrar en el comedor sus ojos despidieron un ligero brillo verde, la mesa tenía un mantel rojo y estaba servida, y como iluminación sobre la mesa había un candelabro y en los rincones del cuarto habían dos lámparas pequeñas encendidas con velos rojos encima que despedían luz rosada, dando un ambiente muy sensual.

-Habría comprado rosas, pero no sabía si te gustaban-.

-Solo las negras,-dijo clavando sus negros ojos en mi- Pero prefiero los lirios, me encantan.¿Has hecho todo esto solo para acostarte conmigo?-.

Consiguió que me enrojeciera.

-No-.

-¿Porqué lo has hecho?-.preguntó fría.

-No lo se, me apetecía verte, y quería que te sintieras cómoda si volvías-.

-Estás loco, me resulta más convincente si lo has hecho con propósito de sexo-.

La acompañé a la mesa y la obligué a sentarse a comer, ella me miraba todo el tiempo arqueando las cejas en espera de descubrir que quería yo a cambio. Poco a poco se fue confiando y comenzamos a hablar. No comía apenas, pero hablaba y comenzó a contarme que trabajaba en un bar de camarera, le gustaba la playa, aunque el sol le hería la piel, esto me recordó el mito del hijo del dios del sol, cogió el carro para llevar el sol una mañana y así demostrar que era hijo del sol, el carro se descarrió y el falleció. Ella se quedó pensativa al escuchar la historia.

-No sabía que te afectaría tanto-.

-No lo ha hecho, a mi no me afecta nada. Solo reflexionaba-.

-Claro- dije medio sonriendo, a cada palabra suya descubría que mi pelirroja era más sensible de lo que imaginaba- entonces, si me acerco por detrás de ti- dije levantándome y acercándome a ella por la espalda- y me quedo inmóvil, y te digo que voy a hacerte cosas malas, ¿no tendrás miedo?-.

-No- contestó tranquila, pero con una ligera ironía en su voz, de incredulidad- supondré que quieres sexo-.

-Mal supuesto- contesté y sin saber muy bien como superé mi timidez para actuar con desconocidos, comencé a hacerle cosquillas por todo el cuerpo. Al principio intentó resistirse, pero entre que no paraba de moverse y de intentar hacerme cosquillas a mi acabamos en el suelo, ella riendo sin parar y yo divirtiéndome al sentir su piel y verla feliz. Pronto acabé encima de ella, con sus muñecas cogidas por una sola mano y con la otra haciéndole cosquillas. Me empezó a dar pena porque gritaba que parará por favor y aunque seguía riendo no podía defenderse, así que paré.

-¿Qué piensas hacerme?- dijo clavándome la mirada negra y brillante.

-Nada que no quieras tu- contesté sincero desde encima de su cuerpo.

-Cómeme el coño- dijo de la manera más vulgar que pudo, supongo que esperando provocarme negativamente, pero ella no me conocía, y al pedirme aquello me había dado vía libre.

La besé suavemente en los labios y solté sus brazos. Luego bajé hasta su cintura y la besé. Mientras empecé a desabrochar su pantalón.

-Estás enfermo, ¿vas a hacerlo en serio?- preguntó menos segura de si misma al verme tan confiado. Yo no sabía de donde había sacado tanta voluntad y decisión, pero ya no sentía vergüenza ni pudor, no me sentía inferior, sino que solo deseaba complacerla.

-Por supuesto- le quite rápidamente los pantalones y luego con delicadeza el tanga negro. Estaba totalmente depilada, me pareció percibir un ligero rubor en sus mejillas cuando la miré a la cara. Pero no dijo nada y siguió mirándome fijamente. Toqué la piel pálida y suave de su pubis, que era comparable a la leche, solo de verlo me excitó hasta temer correrme. Puse mis manos a los costados de su cadera y seguí acariciándola. Acaricie con mis manos su vientre y luego bajé a su pubis otra vez. Noté que mientras acariciaba sus labios superiores su piel se ponía de gallina. Aspiré el olor de sus piernas y me acerqué a su pubis, comencé a besarlo, era calido y suave, pero sabía que sus labios ardían aun más, solo postergaba el momento de besarlos y penetrarla con mi lengua para que me desease más. Entonces vi en su ingle una pequeño herida con sangre reseca del tamaño de la punta de un boli, me extrañó pero decidí comentárselo después. La miré mientras recorría con mi lengua su pubis, ella seguía mirándome con su ceja arqueada pero con intranquilidad, intentando no dejarse llevar por la excitación y la locura. Seguí bajando con mi lengua y recorrí sus labios superiores que guardaban perfectamente su tesoro. Su cuerpo se estremeció, decidí ser malo.

-Quizá deberíamos acabar el postre- dije levantándome y dejándola perpleja y excitada.

-Sabía que no lo harías- dijo irónica tratando de ocultar su decepción.

Fui a por la nata, el helado y el sirope de chocolate y al volver llevaba el tanga y se estaba poniendo el pantalón.

-No te vistas-dije acercándome a ella y quitándole el pantalón y el tanga otra vez.

La senté sobre la mesa y ella se tumbó.

-Cierra los ojos- le dije misterioso.

-¿Para qué? ¿Vas a meterme la polla en la boca?-.

-No-.

-Entonces eres estúpido, haz lo que quieras-.

Cerró los ojos y le hice abrir un poco la boca, mientras le ponía sirope de chocolate en la boca le susurré al oído:

-Solo te haré lo que tu quieras- y la besé en la boca.

Ella se quedó lamiendo los restos de chocolate y yo mientras acaricie su pubis. Vi que sus pezones estaban erectos pero me resistí a acariciarlos.

Me arrodillé para poder ver bien su coño y le hice separar las piernas, toqué con las manos la raja de su coño suavemente, luego acerqué el rostro y aspiré su aroma que me embriagó, desee lamerlo enloquecidamente, comencé a besar sus labios que se abrieron al elevar ella las piernas sobre la mesa, como si estuviera pariendo. Tuve cuidado de solo lamer los labios exteriores, morderlos, besarlos, todo para excitarla, pero sin llegar al interior de su coño. Se estaba volviendo loca de angustia, levantaba el pubis intentando que todo mi rostro se restregase con su interior, pero se lo impedía, ella empezó a gruñir desesperada, también intentó empujar con sus manos mi cabeza hacia su coño pero se lo impedí.

-Por favor, por favor,…- gemía desesperada como una gata en celo.

-¿Qué te pasa? ¿No te gusta? ¿Quieres qué paremos?-dije para putearla, sabiendo lo desesperada que la tenía, y me encantaba.

-¡Nooo! Por favor, hazlo: acaba de comérmelo, vaaa…solo un poco, no seas cruel- su mirada brillante y negra me miraba suplicante, con las pupilas muy dilatadas- ¿Qué quieres a cambio?- dijo desesperada.

-Mmm- una idea brilló en mi mente- quiero que te quedes a vivir conmigo-.

Se sorprendió por que seguramente era lo que menos esperaba que le pidiese, pero cuando volví a lamerle el pubis, rozando sus labios superiores, cerro los ojos y volvió a pedirme que se lo hiciese.

-Di que te quedarás conmigo- dije parando.

-No puedo, tengo que irme por las noches…, tengo una especie de contrato- volvió a quedarse pensativa.

-Rómpelo- yo volví a la carga, pero esta vez rozando hasta la entrada del ano.

-No pued… ¡valee! Sí, sí,…-.

-¿Sí a qué?-dije sin fiarme.

-Sí, me quedó a vivir contigo, y ahora guapito, a ver si sabes comer bien el co… ohh, ¡Oh, Dios!- no pudo acabar la frase porque mis labios besaban los de su coño con fuerza, luego entraron con la lengua y besaron cada rincón de los labios inferiores absorbiendo todos sus flujos. Ella gemía pero yo sabía que aun tenía que encontrar su punto más delicado; el clítoris. Fui con mi boca hasta donde se unen los labios inferiores y allí lo encontré: del tamaño de una aceituna. Lo palpé suavemente con la lengua y noté que el cuerpo de mi pelirroja aun se estremecía más. Decidí atormentarla con mis gruesos labios y atrapé su clítoris con ellos moviéndolos para excitarla. Cada vez estaba más húmeda y su cuerpo se movía como poseído, pidiendo más. Con la mano seguí tocando el restó de su sexo, la entrada y sus labios. Cuando creí que iba a correrse paré.

-¿Ibas a correrte?- pregunté inocente.

-¡Sí! ¿Porqué has parado? ¡Joder! Me estás volviendo loca-.

-Eso intento- dije esto y volví a meter mi cara entre sus piernas, en seguida volvió a excitarse y acerqué mi lengua a la entrada de su pequeño agujero. Lo lamí, y mientras con la mano acariciaba su clítoris suavemente. Cuando estaba gimiendo de placer la penetré con mi lengua lentamente.

-¿Qué haces? ¿Qué es eso? Ah- gimió.

Y acabé de penetrarla con mi lengua de un golpe, lamiendo con ella sus paredes vaginales.

-Ah, aah,ah,aaah , ah,ah , ¡ay!- el último grito fue de dolor, justo cuando volvía a clavarle mi lengua hasta el fondo.

-¿Què pasa?- le pregunté preocupado.

-Nada, sigue, me gusta. Debo tener muy estrecha la vagina-.

Me sorprendió y decidí meterle suavemente un dedo, descubrí que con más de dos dedos a la vez sentía dolor y paré. Me preocupó el asunto por si me pedía que le penetrase, ya que el grosor de mi pene era en erección de al menos cuatro dedos.

Volví a penetrarla con la lengua absorbiendo sus deliciosos flujos, hasta que vi que volvía a estremecerse convulsivamente todo su cuerpo y las paredes de su vagina se dilataban y estrechaban. Entonces paré.

-No me digas que ibas a correrte otra vez…-dije irónico mirándole a la cara

-¡Te odio!- me gritó enfadada al no poder satisfacerse, ni controlarme- vuelve a hacérmelo y te mato- me cogió por el cuello y me clavó un morreo que absorbió todos sus flujos de mi boca- me encanta mi sabor.

-Sabes deliciosa, -le confirmé- iba a dejar que te corrieras esta vez, pero creo que ya no me apetece…-dije haciéndome el remolón.

Me clavó su mirada asesina llena de odio, y yo la besé.

-Piensa que cuanto más tardes en correrte más fuerte será el orgasmo- le susurré al oído mientras volvía a acariciarle el coño con la mano y con la otra no podía evitar tocar sus pechos- pero eres una caprichosa que lo quiere todo y no tiene paciencia -metí un dedo en su vagina y su cabeza se arqueó hacia atrás escapando de su rosada boca un gemido. Cogí con la otra mano el bote de nata, sin dejar de meter y sacar el dedo de la otra mano en su coño, mirando su rostro arqueado y extasiado.

-Follam…- no la dejé acabar, la besé apretando mis labios con fuerza y ella introdujo su lengua juguetona en mi boca. Cuando vi que jadeaba y nuestros rostros se separaban paré otra vez, pero no dejé que protestara. Le puse nata montada en la boca y ella la lamió, hasta un trozo que había en mi dedo. Puse nata montada en su coño comencé a lamer.

-No puedo aguantar más, me vas a matar- gimió al borde del orgasmo.

Decidí mostrar piedad y comencé a lamer su clítoris y absorberlo con mi boca mientras mis dedos se introducían en su coño. El movimiento se hizo más rápido, mi cara iba loca por su coño y sus manos aun la apretaban más contra su coño. Yo con mi mano libre cogí sus muslos y los empujé contra mi para comerme el coño aun más. Mis dedos frenéticos entraban y salían del cuerpo de mi pelirroja sin control, y ella solo hacia que gritar.

-¡Más, más, más, más,…! ¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah…!¡Me cor..!- su cuerpo, pude entrever mientras comía su clítoris, se arqueó como una contorsionista, atravesada pro estremecimientos tan agudos que parecía enganchada a una corriente eléctrica. Su cabeza echada hacia atrás con la boca entre abierta dejó escapar un largo gemido, mientras las paredes de su coño se dilataba y estrechaba fuertemente por última vez para relajarse y un liquido escapaba de su agujero y caía sobre mis dedos, que luego no dudé en chupar y me supieron a gloria. Su clítoris estalló en mi boca expulsando un suave líquido en mis labios y después se relajó.

-No lo toques más, esta muy sensible- me pidió aun recuperando el aliento cuando le toqué el clítoris con la lengua para aprovechar cualquier mini orgasmo, debía estar muy sensible porque todo su cuerpo brincó al contacto.

Se quedó tumbada sobre la mesa intentando normalizar su respiración, me levanté para verla bien. Estaba empapada en sudor, temblorosa, sentí ganas de lamer todo su cuerpo.

-Vamos-dije cogiéndola en brazos.

-Lo sabía, ahora querrás que te pagué- dijo desconfiada.

La llevé hasta el baño y la desnudé. Ella trató de bajarme el pantalón.

-No- le dije.

-Es favor por favor, te lo debo y es lo que quieres-.

-No- dije acuclillándome a su lado-te he dicho lo que quiero; que te quedes a vivir conmigo.

Su mirada volvió a ser de perplejidad y se dejó duchar sin problemas, yo no pude evitar besar su cuerpo mientras la duchaba.

-Puedo ducharme por mi misma- protestó con sus ojos brillantes, cogió la manguera del agua y me mojó.

Mi pelirroja empezó a reírse sin parar, yo no sabía que hacer, mi paquete se veía completamente abultado, mis pezones y cuadraditos se marcaban, hasta mis nalgas estaban mojadas. Me metí en la ducha vestido, al verme entrar me miró entrecerrando los ojos como los gatos. Estaba a la defensiva, pero le cogí las dos manos y se las levanté apoyándola contra la pared y dejándola de cara hacia mi. Nuestros rostros se rozaban, notaba su respiración sobre mi cara, sus labios entre abiertos rozando los míos más gruesos, presioné mi cuerpo contra el suyo para que notase todo mi erección, ni en sueños hubiese imaginado hacer eso. Ella restregó su pubis contra mi pene para encenderme más y me miró con ojos malignos y brillantes. Rocé nuestros labios en un suave beso, pero ella devoró mi boca sin contemplaciones, introduciendo su lengua en mi boca y jugando con ella.

-Adoro los labios gruesos, devórame- me pidió.

Yo accedí encantado, absorbí y mordisquee toda su boca, luego pasé a su cuello y descubrí que eso la hacía estremecerse.

Seguí descendiendo por su cuello con mis besos hasta el pecho, firme y pálido como el resto de su piel, con unos pezones pequeñitos, del tamaño de 20 céntimos de euro, pero de un color rosado como el salmón que resaltaba mucho. Los besé y lamí, al succionarlos se volvieron duros como piedras, irguiéndose como valientes soldados.

-Siempre fuiste rarito, pero nunca pensé que te gustaba el sexo así. Estás demasiado bueno, ¿eres un fetichista? ¿solo te excitas si excitas a las mujeres? ¿o es un trauma, necesitas que ellas disfruten antes de hacerlo tu?-.

-No le des más vueltas, esto solo te lo he hecho a ti, mi vampira-.

Acabamos de ducharnos y nos secamos aunque hacía tanto calor que no hacían falta toallas. Nos vestimos, la hice acostarse en mi cama, mientras yo fui a recoger la cena y limpiar los platos. Cuando volví ella estaba completamente dormida, mi pene no. Dudé entre descargarme en el baño o irme a dormir. Opté por irme a dormir. Me quedé en calzoncillos y me tumbé a su lado, Vamelia estaba tumbada boca arriba. La miré y no pude evitar acariciar su escote, temí despertarla. Y aun siendo más atrevido apoyé mi cabeza sobre su pecho, blando y suave, como un hijo sobre su madre.

Al despertar a la mañana siguiente yo seguía apoyada en su pecho pero ella estaba despierta y me acariciaba el cabello. Estuvimos así un rato, me alegré de que no se hubiese ido.

-Buenos días- dije aun sobre su pecho para que supiera que estaba despierto- me alegra que no te hayas ido.

Me incorporé quedando sentado en la cama, ella se sentó también y vi que se sacaba los pechos por encima del top.

-¿Quieres desayunar?-me ofreció.

-Eres una obsesa- le dije sonriendo pero cogiendo sus pechos con mis manos.

-No, una ninfómana, pero si no te apetece…-dijo guardándose los pechos.

-Me apetece, me apetece- y le saqué los pechos por el escote resultando aun más voluminosos por la presión. Los manosee, ella se acomodó apoyando la espalda en la pared, yo seguí lamiendo y besando mientras ella me acariciaba la cabeza.

-Eres un goloso, quieres que te de lechita, pues succiona- me provocó, yo comencé a succionar y nos quedamos así toda la mañana. Me encantaba agarrarme a esos pechos firmes e hinchados, con esos pezoncitos que solo deseaba morder y sacar leche. La babee lo indecible y ella solo me acariciaba.

-Tu ya has desayunado, ahora quiero mi biberón- me dijo muy decidida, yo seguí mirándola desde sus pechos que me arropaban y aun lamí y besé a la desesperada consciente de que me iba a separar de ellos.

-Está bien, vamos a la cocina, pero no tengo un biberón- yo me había levantado de la cama y me iba hacia la cocina pero ella me paró. Me cogió del calzoncillo y sentada como estaba me apretó el paquete contra la boca. El calzoncillo no se rompió de puro milagro.

-Si que tienes un biberón. Me gusta tu aroma- dijo mirándome con sus ojos entrecerrados mientras me babeaba el calzoncillo.

-Pero yo quiero que te quedes, a cambio de lo de anoche solo…-no me dejó acabar.

-No he dicho que esto sea a cambio de lo de anoche. Pero recuerdo que anoche me dijiste que solo me harías lo que yo quisiera. Quiero que me des el biberón- y sus ojos negros se clavaron en mi haciéndome enrojecer. Estando yo de pie metió las manos en mis calzoncillos y me sacó el pene, al verlo abrió los ojos dilatándosele las pupilas, en gesto de sorpresa.

-Oye, si quieres déjalo para otro día, llevo acumulado de hace tiempo por descargar y mmm igual el biberón explota pronto y te mancha mucho.

Sin hacerme caso me sentó en la cama y ella se puso de rodillas en el suelo.

-Me gusta, es gordísima, quiero beberme todo el biberón-dijo cogiéndola entre sus manos.

Acto seguido comenzó a lamerla, temí correrme al instante, pero aguanté. Vamelia lamía pero mientras me miraba a los ojos con gula para provocarme aun más. Rodeó con sus manos mi pene y comenzó a agitarlo. Con una de las manos se acercó a las pelotas y empezó a acariciármelas, yo sentía que estaba a punto de explotar de un momento a otro, y ella parecía saberlo, lo disfrutaba, a pesar de saber que iba a caerle todo encima. Cogió la punta de mi cipote y la lamió muy suavemente enloqueciéndome, y al momento se puso a chuparme la punta con gula pero con delicadeza. Me estiré sobre la cama y dejé caer mi cabeza hacia atrás con la boca entre abierta mientras no paraba de gemir, los ojos se me ponían en blanco. Vamelia, mi pelirroja, lamía, chupaba, mordisqueaba, me hacia de todo en la polla y mi cuerpo estaba volviéndose loco de placer. Cuando se la metió toda en la boca suspiré extasiado y no pude evitar que, al sacársela de la boca y volvérsela a meter, poner mis manos sobre su cabello pelirrojo, que ya estaba ondulado por la ducha nocturna, y controlar el ritmo de la penetración en su boca. Ella se dejó hacer, y aun me excitó más su sumisión. Con sus manos apretaba mis nalgas contra su boca para que entrase más polla, como cuando yo le hice el cunnilingus la noche anterior. Seguí penetrándole la boca con placer, sin importarme si podía respirar, pero ella no oponía resistencia e insistía a meterla hasta el fondo. Y yo la ayudaba penetrándola hasta el fondo, cada vez más deprisa, follándome su deliciosa boca, imaginando sus ojos negros brillando provocadores, entonces me corrí, noté como mi pene se tensaba y relajaba echando parte de mi liquido en su garganta. Al ir relajándome me senté y puede ver como se tragaba toda mi leche, con sus manos cogía mi pene y comenzó a succionar mi capullo con gula, como si fuera un biberón.

-Ah, ah, ah…-gemí sin poder controlarme al verla chupándomela con tanta gula y seguí corriéndome en su boca. Su cara con los ojos entrecerrados era de placer absoluto, no pude evitarlo y con manos apreté su cabeza contra mi polla para penetrarla, y ella se dejó dócil, estaba preciosa con una polla metida hasta el fondo, con los ojos entrecerrados y unas gotas de semen cayéndole por la comisura de la boca. Se la saqué de la boca y aun cayó al menearla algún trozo encima suyo que trató de atrapar. Luego lamió los restos dispersos por nuestros cuerpos y mi pene con ansia, sobre todo mi pene, que lo limpio tan bien que resplandecía. Mientras me limpiaba le acariciaba su suave pelo rojizo.

Cuando acabó se tumbó a mi lado y al poco rato nos dormimos.

Al despertar noté que mi pene estaba en erección, y vi que me lo estaba chupando:

-¿Qué haces? No tienes porque hacerlo-le dije preocupado.

-Me gusta hacerlo. Es lo único que me ha gustado de los hombres. Además, la tuya sabe muy bien, estaría todo el día chupándotela. Te has corrido en sueños mientras te la chupaba-.

-No hay semen en las sábanas-.

-Lo chupé, me gusta, es dulce. Quiero más-.

-¿Eres ninfómana?-.

-Si, pero me gusta tu pene-.

-Entonces para o acabaré metiéndotelo por el coño-.

-Déjame que te la chupe una vez más, tengo hambre-.

-Te prepararé algo para desayunar-.

-Solo quiero tu semen-.

-Uff, me lo pones muy difícil-pero ella ya estaba chupándomela con pasión, y yo medio aturdido decidí que también tenía hambre. Hice que se pusiera encima de mi, con su coño en mi cara y su cara en mi pene, haciendo un 69. Ella chupaba con fuerza mi pene, yo comencé a besarle el coño pero pronto pasé a limpiárselo de flujo con mi lengua y la penetré con ella. Mí pelirroja movía las caderas al compás clavándose aun más mi lengua. Noté un sabor a metal, como la sangre y saqué la lengua. Vi que el agujero se había ensanchado, y roto, por ahí caían unas gotitas de sangre. "¿Eso es el himen? ¿Vamelia es virgen? Y encima la estoy desvirgando con mi lengua. Quizá las otras veces que haya practicado el sexo no se le rompió el himen porque era más grueso y ahora está deteriorado". Pensé confuso, una chica como ella no podía ser virgen y yo tampoco había visto muchos hímenes. Seguimos lamiéndonos, yo me comí su sangre y flujo hasta que me corrí, ella tomó hasta la última gota de semen. Yo seguí excitándola hasta que se corrió en mi boca, llenándome de sus flujos.

Acabamos tan agotados que nos dormimos.

Desperté a la mañana siguiente, Vamelia no estaba en la cama. La encontré en la cocina. Estaba más pálida, sus ojos seguían negros y su cabello brillaba más.

-Buenos días ¿Qué haces?-pregunté.

-Preparó algo de comer, una ensalada y unos sándwiches, ¿te lo comerás todo sin protestar?-.

Me arrodille y metí la cabeza por debajo de su traje negro, no llevaba ropa interior y comencé a comerle el coño.

-Ah, ah.- suspiró de placer- Supondré que eso es un sí-.

-Comeré cualquier cosa que pase por tu cuerpo, si es por tu coño mejor- le respondí hambriento de su cuerpo mientras me levantaba de entre sus piernas.

Ella con ojos brillantes, planeando una maldad, cogió una zanahoria que había pelado para la ensalada, se la paso por el rostro, por la boca, luego se desabrochó el vestido negro que se anudaba en el cuello y lo dejó caer, de forma que quedó desnuda. Siguió pasándose la zanahoria por sus pechos y pezones hasta que endurecieron. La pasó por sus brazos y espalda, por su cintura con el piercing, por sus piernas y luego por la raja de su coño y por el culo.

-Toma, cómetela- me dijo, y la obedecí, la mordí y estaba deliciosa.

-Tócate mientras para mi- le pedí.

Se sentó encima de la mesa de la cocina y se abrió de piernas, y empezó a tocarse.

-Normalmente prefiero tocarme antes que me toque un chico, si no he podido ligar con una chica, porque los tíos lo hacéis fatal. Pero tu tocas bastante bien, ayúdame-.

Me acerqué a su cuerpo perlado de sudor y comencé a besarla por el cuello, los labios, luego bajé a su coño y se lo besé y comí. Volví a besarla en la cara y el cuello, y mientras la tocaba con mis manos y la zanahoria, decidí introducirle la zanahoria.

-Te duele-.

-No-.

-Entonces, ¿porqué pones esa cara?-.

-¿Qué cara?-.

-Cara de aguantar dolor-.

-No seas imbécil Gabriel- me contestó molesta.

Decidí no investigar más sobre su dolor y cuando se corrió con la zanahoria dentro, me la comí. Al acabar le pregunté por el traje.

-¿Has salido durante la noche? Ayer no llevabas el vestido negro-.

-Tuve que salir, tengo una especie de contrato- dijo nerviosa y con un frío, que evitaba el sentir emociones, en sus ojos- no te hagas a la idea de que me tendrás para siempre-.

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