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Fuego Esmeralda Corre Conmigo

en Fantasías Eróticas

 

-Gracias por dejarme que me quede a dormir- dijo la gatita ya seca.

 

Se había encontrado a la chica mojada como una gatita después de una tormenta al salir esa tarde a correr.

Se conocían de una colaboración en varias revistas, él había hecho las ilustraciones de varios de los cuentos de terror que escribía ella, para ser tan joven no lo hacía mal. Hasta habían pasado una tarde entera en un café planeando un proyecto más extenso, una novela gráfica donde la temática sería un grupo de piratas. Una idea genial pero sin suficiente dinero.

Admiraba a la gente que luchaba por sus sueños que creía en el arte, él era uno de ellos.

 

 

Aquella tarde estaba a mitad de una ilustración para cuentos infantiles (la sirena le había salido demasiado picarona pero que le iba a hacer si la primavera ya le estaba afectando) cuando se dio cuenta de que tenía que salir de casa un rato, no había comido más que fruta, y el aire empezaba a estar enrarecido, los colores cada vez eran más grises y su cerebro empezaba a parecer una lata de guisantes aplastada que burbujeaba en una olla.

 

Se puso las primeras bermudas que pilló y una camiseta roja de manga corta, sencilla, para qué complicarse más... solo quería salir a correr un rato y así airear su cerebro.

 

No había pensado alejarse tanto pero acabó llegando al puerto de su ciudad, el olor a mar le resultaba familiar y relajante, quizá por todas las tardes pasadas allí en su infancia.

 

Entonces había percibido un cambio en el aire y el cielo, creía que estaba anocheciendo en su despiste, cuando lo que se avecinaba era una tormenta, no le dio importancia y disfrutó de ella decidiendo volver relajadamente a su casa, como si las gotas de agua fueran un complemento más, en su mp4 sonaba Mad World de Tune Robbers cuando vio un rayo de sol perdido que daba en la copa de un árbol donde el verde de sus hojas resplandecía como si fuera fuego esmeralda, apuntó la idea mentalmente para dibujarla más tarde cuando su mirada se desvió debajo del árbol para descubrir en su tronco sentada y con las rodillas cogidas con los brazos a la gatita mojada, la lluvia apenas le había tocado y sin embargo estaba hecha un mar de lágrimas. Cuando sus miradas se cruzaron ella se limpió los ojos con un gesto lento del puño para tratar de esbozar una sonrisa que se convirtió en una mueca y escondió su cara entre los brazos.

Él se vio incapaz de dejarla así, se acercó decidido pero temeroso de alterarla más.

“¿Estás bien?” parecía tan tópico... pero no se le ocurría nada más que decirle.

Se sentó a su lado y le hizo la pregunta, luego se maldijo a si mismo por ser tan poco original, la gatita mojada negó con la cabeza, “genial, ¿ahora que?” se preguntó a si mismo.

 

-Te invito a un café, no se si puedo ayudarte pero podemos hablar un rato.

 

-No, no quiero que me vea nadie y menos así- contestó ella aún llorosa tratando de recomponerse.

 

-¿Qué te pasa?- dijo sin poder evitar la curiosidad.

 

-Nada-

“Genial, ya empezamos con los nadas” pensó él.

 

-No se como animarte, si quieres puedes venir un rato a mi casa, te preparo un café y si quieres me cuentas que te pasa.

 

Ella dudó unos segundos antes de contestar.

 

-No quiero molestarte...-

 

-No lo haces, estaba en casa saturado de información infantil sobre hadas, sirenas, gnomos y ¿sabías que las ondinas son como las sirenas y ninfas? Yo no tenía ni idea de que encima había este tipo de seres en los cuentos infantiles, si es que no saben que inventar...- paró un momento para verla esbozar una semi sonrisa- pues eso, si vienes te enseño lo que estoy dibujando y quizá se te pasen las penas al darte la oportunidad de que me critiques en primera persona.

 

Le ofreció su mano y ella la cogió, al levantarse vio que estaba un poco más flaca de lo que recordaba, llevaba unos shorts añil y una camiseta de manga corta blanca, era un poco más bajita que él, llevaba el pelo castaño por la barbilla y el flequillo echado a un lado le tapaba casi siempre un ojo y una pesada mochila gris completaba el conjunto.

 

La gatita mojada se quitó los restos de hojas y tierra del pantalón con un par de sacudidas.

Anduvieron sin mucha prisa, ella más tranquila pero triste y él tratando de distraerla con algunos comentarios sobre el tiempo, sus dibujos o cosas impersonales.

 

Cuando llegaron a su casa ella dudó un momento antes de entrar.

Le preparó una tila, gracias a Dios que tenía y le llevó las ilustraciones, se sonrojó con la imagen de la sirena, quizá le había salido bastante más excitada que picará, él trató de no ponerse nervioso y se rió para quitarle hierro al asunto, alabó las imágenes de las brujas poco convencionales en la estética que le había dado y estuvieron un rato hablando de ello.

 

-¿Y tu qué?- le preguntó él.

 

La gatita mojada le contó que las colaboraciones con la revista seguían siendo rutinarias, que por ahora no lograba nada mejor pero tenía varios proyectos con algunos colegas y un blog en el que trataba de subir relatos más personales.

 

Por lo visto no era el trabajo lo que la tenía tan afectada.

 

-Si te preguntas porque lloraba, debo disculparme, no quería que nadie me viera así- respiró hondamente para relajarse y prosiguió- Soy alumna de una importante escuela musical, llevo desde niña tocando el Oboe... siempre ha sido mi sueño... bueno, da igual, el caso es que me han echado de la escuela una semana, no pude llegar a tiempo a un concierto y bueno, no se que hacer, mi familia estará destrozada si se entera, me han ayudado mucho y confían en mi, no puedo volver allí....- y las lágrimas volvieron a llenar su rostro.

 

Él le cogió la mano impulsivamente y trató de relajarla.

 

-Puedes quedarte aquí a dormir, no tengo nada que hacer, y total por un par de días, quizá tengas algún amigo o amiga con quien prefieras quedarte, pero aquí no hay problema de que te quedes.

 

-No quiero molestarte- dijo ella levantándose- hasta el miércoles no puedo quedarme en casa de una amiga, dormiré en un parque, me da igual...

 

-No seas loca, quédate aquí estás dos noches, a saber como has pasado esta noche, puedes darte una ducha, ahora te traigo una toalla limpia, mientras prepararé la cena. A veces me viene bien tener a alguien por casa, ayuda a mi creatividad y evita que me vuelva autista- le dijo él guiñándole el ojo.

 

Después de la ducha y la cena le propuso ver una peli en el salón, echaban en TCM “La cena de los acusados” y se rieron un rato, por casualidad descubrieron que compartían el gusto por las películas clásicas, se alegró de verla más tranquila y relajada.

 

Como la vio cansada le dejó una camiseta para dormir y le preparó una cama en el cuarto de invitados.

Le costó dormirse y ella tampoco durmió bien, la oyó levantarse al baño al menos 4 veces.

 

Al día siguiente estaba dulce y solícita, le agradeció mil veces que le dejara quedarse allí, le prometió que no le molestaría y se encerró en su cuarto.

Él llamó a su puerta para preguntarle que quería comer y ella enseguida fue a ayudarle.

Por la tarde la convenció de que no se encerrara en el cuarto y estuvieron charlando en el comedor, le enseñó más dibujos y acabaron creando una historia entre ideas de ella y dibujos de él, era algo estrambótico y se rieron bastante.

 

Al anochecer, empezó a sentirse extraño, no incomodo pero no sabía definir la sensación, ella le dijo que iba a salir un rato a pasear y él decidió acompañarla.

Después de cenar y ver una peli volvió a desearle las buenas noches en su puerta y se fue a su cama algo nervioso, sería el calor de la primavera.

 

Tenía la lamparita encendida como única luz de su cuarto, no sabía si ponerse a hacer algunos bocetos o leer un libro, “El pintor de batallas” de Arturo Pérez Reverte lo tenía a mitad, cuando oyó que llamaban a su puerta, poco a poco se abrió para aparecer la cabeza de la gatita, ya no mojada, con el cabello en una coleta y la camisa grande tapándole el inicio de las piernas apenas, con mirada avergonzada le preguntó si podía dejarle algún libro para leer un rato ya que no conseguía dormirse fácilmente en una casa desconocida.

 

Él le dijo que se acercara, se levantó de la cama y empezó a buscar en una estantería, sacó tres libros para volver a sentarse en la cama, ella se subió sobre ella y cogió un libro rozando su brazos con el de él provocándole un ligero estremecimiento.

 

Miró uno a uno todos los libros y no se decidía, empezó a ponerse nerviosa y cogió los tres y fue a levantarse.

La cogió por el brazo para volver a sentarla.

 

-¿Estás bien?

 

-Sí, sí, pero no quiero molestarte más, estás cansado...

-No pasa nada, no me importa si te quedas eligiendo...

 

-No quiero molestarte más, en serio, pero si no quieres que me los lleve todos, ais.. Es que soy muy indecisa y como entra tan poca luz en el cuarto... quiero decir...

 

-¿Te da miedo la oscuridad?- dijoél sorprendido.

 

-No- dijo ella sonriendo- bueno, no es que me encante... pero tampoco me asusta, solo que estoy acostumbrada a dormir con luz y ruido, mi calle era muy ruidosa y me hacía sentir segura, como que no estaba sola y abandonada.

 

-Que curiosa eres- dijo el riendo.

 

-Bueno, me voy ya...- dijo ella a punto de levantarse.

 

-¿Estás bien?- insistió él sin saber porque.

 

-No se, creo que estoy un poco mareada- dijo ella, él se dio cuenta de que estaba hiper ventilando. La hizo tumbarse y enseguida empezó a reírse y se incorporó para volver a tumbarse por el mareo.

            

-Ya esta- dijo sentándose ruborizada- no se que me ha pasado...

 

- ¿Quieres quedarte aquí a dormir?- soltó de golpe.

 

Ella empezó a reírse.

 

-Me refiero que si estás mareada te puedes quedar aquí conmigo y como yo tampoco tengo sueño nos podemos quedar un rato hablando y cuando te duermas me puedo ir al otro cuarto a dormir para no molestarte.

 

-Bueno, vale, pero cuando este mejor me voy yo, faltaría más-dijo riéndose otra vez.

 

Y entonces se quedaron tumbados cara a cara.

 

-¿Qué estabas leyendo?- le preguntó ella.

 

-“El pintor de batallas” de Arturo Pérez Reverte, la temática es un poco intensa, no apta para mentes sensibles...-

 

-Hace tiempo que no leo nada de él, me lo apuntó para el futuro.

 

Pasó otro ángel.

 

-Te puedo leer un trozo, no me importa que esté empezado- ella se sentó y cogió el libro, el puso la cabeza entre las piernas de ella sin saber bien porque, le apetecía estar cerca de ella.

 

-¿Te molesto?- preguntó.

 

-No- respondió ella y comenzó a leer.

 

Él apenas escuchaba lo que ella decía, sentía el calor de las piernas de ella, el olor de su piel, la suavidad y un olor dulce y calido que provenía de ella y hacia que ciertos instintos se despertasen en él deseando acariciarla.

 

Ella empezó a bostezar, le acarició el cabello y le dijo que estaba cansada, el apartó su cabeza de ella y la gatita seca se tumbó para seguir leyendo pero sentía la mirada de él clavada en ella y no lograba concentrarse, de repente cerró el libro y lo dejó a un lado para quedarse mirándolo.

 

Él le cogió la mano y le preguntó si estaba mejor, ella afirmó con la cabeza, le acarició con suavidad la mano y vio que ella le devolvía la caricia.

 

-Bueno... dijo ella y se le escapó una risa, desvió la mirada, estaba roja como la granada o eso sentía ella y él empezó a sentirse más inquieto y atraído. La piel de ella era muy suave, había subido la caricia de su mano por su brazo y ella había entrecerrado los ojos en un suspiro de placer. Entonces abrió los ojos dorados y se los clavó en los suyos para dejarlo helado por la intensidad que le invadió todo el cuerpo hasta convertirse en un fuego abrasador que le hizo acariciarle los labios con sus dedos, se acercó poco a poco más a ella y esta volvió a reírse nerviosa apartándose pero las manos de la gatita se negaron al alejamiento como si tuvieran vida propia y acariciaron las mejillas y el rostro de él con extremada suavidad. Las venas del cuello de ella estaban palpitando como locas y su pecho subía y bajaba como el aleteo de un pájaro encerrado, así que puso sus labios en el cuello de esta para probar su tacto, suave y empolvado, comenzó a besarla para acabar mordiéndola y saboreándola con suavidad. Posiblemente ella estaba excitada porque no paraba de gemir y prodigarle caricias en la espalda mezcla de arañazos según la fuerza de sus bocados. Fue subiendo por su cuello hasta llegar a sus jugosos labios que besó como si fueran una fuente o un manantial y él llegase del desierto, sus cuerpos estaban ardiendo y muy pegados, podía notar los pezones de ella clavándoselos como la gatita debía notar entre sus piernas la dureza de él luchando por clavarse en algún sitio pero a pesar de eso tenía más ganas de explorar su cuerpo, saborearlo y olerlo, sentirlo y verlo como si fuera una obra de arte, acarició sus pechos, bajó por sus omóplatos, sintió sus costillas, la cintura y ombligo, las duras nalgas y la humedad que se desprendía de su sexo, los muslos fuertes, volvió a la coronilla, el cabello sedosos y de repente le apartó, le dio las buenas noches y se fue.

 

Se quedó en shock no sabría decir cuanto tiempo.

Salió a buscarla al pasillo, en su cuarto no quedaba rastro de ella.

 

Se volvió a la cama y huelga decir que no se durmió enseguida...

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