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Enfermera por compasión

en Trios

Había visto Prision Break hacía poco y estaba algo mm influenciada.

 

Soy enfermera en prácticas en una cárcel y me metí en este trabajo por mi afán de bondad, pensaba que todo el mundo puede reeducarse para ser buena persona, ingenua de mi...

 

Cada día llegaba algún preso nuevo, cosa que debería haberme hecho dudar de esa bondad humana en la que creía, pero yo pensaba en cual de ellos sería un pobre hombre encarcelado injustamente por “un delito que no cometí” como decían en la serie “El equipo A”, sí, creo que la televisión ha influido demasiado en mi vida.    

 

Llegaban macarras, chulos, algún que otro chico normal, los que menos, nadie a destacar pero no perdía la esperanza de llegar a ser una gran samaritana y quizá encontrar el amor en la cárcel. Muy ridículo al releerlo, lo se.

 

 

Mis días pasaban sin pena ni gloria, empece a aprender la jerga de la cárcel que si uno se había chinao, que si otro intentaba propasarse con alguna enfermera, que si se ponían violentos, la emoción era constante pero los hombres decepcionantes...

 

Hasta que un día entró un andaluz muy salaó como guardia y enseguida congeniamos.

 

-Oye morena, ¿Tu qué haces trabajando aquí? Deberían tenerte en un museo como belleza clásica.

 

-Jajaja- no podía evitar reírme- pues mira, que en los museos no me pagan y aquí sí.

 

-Ahora en serio, preciosa, si algún día tiene un problema con esto avisame- decía guiñándome un ojazo moreno con sus largas pestañas y cortándome la respiración, llevaba el pelo castaño recogido en un moño, solo una vez vi que lo tenía largo y rizado, justo cuando coincidimos a la salida del trabajo.

 

Las conversaciones no eran largas pero me hacía tener más ganas de conocerle e investigar sobre su vida, total, puede que el amor no estuviera en la cárcel redimiendo presos, sino en

los carceleros que los mantenían a raya.

 

El tonteo con el sevillano iba aumentando y en los descansos nos buscábamos para tomar el café juntos, sus manos jugaban con mis dedos al pasarme una servilleta, el azúcar o simplemente al rozar mi brazo. La química era tan fuerte que temía que se viera lo enrojecida que me ponía y sintiese el aroma de mi sexo al humedecerse.

 

 

Pero un día ocurrió lo inesperado de la forma más absurda que podía ser.

Un chico griego entró en la cárcel, asustado, con la mirada gris más pura e inocente que he visto, su piel estaba bronceada y apenas hablaba una palabra de español.

Durante la revisión médica no lograban sacarlo de un rincón, temía que le hicieran daño.

 

Poco a poco fui ganándome su confianza.

 

-Me llamo, Carmen- le susurraba todos los días hasta que un día lo entendió.

-Carmen- dijo tímidamente señalándome para luego señalarse a si mismo- Achilles.

 

Sonreí complacida y enternecida, estaba muy delgado y le recetaba unas vitaminas, no entendía como podía haber llegado en tal mal estado, mi intuición me decía que no era un criminal sino una víctima. Apenas tenía 20 años.    

 

Le pregunté porque estaba allí y chapurreando inglés empezó a contarme la triste historia de su vida, que duró varías visitas, cada día tenía más ganas de verle y buscaba excusas para darle cita. Empezó a reírse conmigo, bromear, inventamos nuestro propio código y se sinceró conmigo contándome como su familia seguía en Grecia, vino a España de vacaciones pero le tendieron una trampa, le explotaron y amenazaron a su familia si no traficaba con drogas. Durante un tiempo salió con una chica española pero al tratar de protegerla hubo un accidente que la dejo en coma. Lloré cuando me lo contó y me hice la promesa de averiguar como estaba la chica, para ayudarles. Removí cielo y tierra y cuando la encontré descubrí que sus padres la habían desconectado hacía una semana. Estaba muerta.

 

No sabía como contarselo, fue un duro golpe, a él aún le quedaba un largo periodo en la cárcel y todo iba a ser más duro, le abracé sin pensar que llevaba un  largo tiempo de abstinencia por su parte y con mucha dulzura noté que comenzaba a besarme el cuello, una parte de mi anatomía que no pueden tocarme a menos que quieran volverme loca, al poco tiempo estaba desnuda, él encima de una camilla con un condón y yo encima de su joven cuerpo dejándome penetrar, miento, deseando sentir su sexo dentro. Miles de estremecimientos recorrieron mi cuerpo mientras le sentía atravesarme, suave y calmado. Lo que no había tenido en cuenta es que el sevillano no se había olvidado de mi y como más adelante descubrí andaba algo enamorado, estaba tan ciega que no era consciente. Así que cuando entró sigilosamente y cerró la puerta  me quedé congelada como Achilles.

 

-Tienes muy buen corazón Carmen...- dijo medio sonriendo aunque algo en su mirada me decía que no estaba muy contento.

 

Me quedé callada sin saber que decir y cuando fui a levantarme no me dejó, seguí con el pene de Achilles en mi interior, sintiendo como se le encogía del pánico y mi cuerpo se cubría de frío sudor al sentir las manos del sevillano en mis hombros.

 

-Esto tiene que ser un secreto entre los tres- repitió guiñandome un ojo y entonces me di cuenta de que su pene sobre salía del pantalón, estaba muy excitado, aunque no era de un tamaño excesivo, sino perfecto. Se veía suave y bello, me asusté de lo sugerente que me resultaba la escena, jamás me había imaginado que algo así pudiera gustarme y me negué.

 

-Esto se ha acabado, ha sido un error...- dije pero sus manos ya estaba acariciándome los pezones y aunque sentí rechazo el deseo empezó a cegarme, aún más cuando empezó a morderme fuerte el cuello, Achilles estaba paralizado, pero cuando vio que el sevillano le guiñaba el ojo y mi cuerpo volvía a votar sobre él se dejó llevar, enrojecido ante la extrañeza de estar excitado delante de un desconocido.

 

El sevillano era mucho más experto que Achilles y no dejó de acariciar todo mi cuerpo provocándome un orgasmos que ahogó metiéndome dos dedos en la boca. Mi cuerpo empezó a desear más fuerte al suyo pero no me dejó levantarme.

-Me has puesto un poquito celoso- me susurró- a mi también me daba pena el niño, pero no hacía falta follarselo.

 

Su acusación me turbó por el sentimiento de culpabilidad, sus manos me cogieron con más fuerza los pechos y me arañaron la espalda, parecía tener más de 2 manos...

 

-No, sigas, esto no está bien...- gemí.

 

-No pasa nada, el chico se lo está pasando bien y en parte me alegra saber que te gusta tanto el sexo... ya sabía que en algún momento tu cuerpo y el mio iban a coincidir y ya que me has dado la oportunidad  te voy a chantajear...- y sus dedos fueron a mi trasero y no se como los introdujo de forma tan placentera que me asusté, lo vio en mi mirada pero él ya estaba detrás y su pene tenía la punta en la entrada- no te va a doler, te lo aseguro.

 

Y lo cumplió, me asustó el sentir tanto placer, fue con mucha suavidad, y la sensación de tener un pene en el sexo y otro en el trasero fue muy extraña pero me excito aún más, temía romperme pero parecía que podía expandir mi cuerpo como quisiera, tanto que logré tener otro orgasmos y Achilles no pudo evitar correrse. Sacó su pene de mi cuerpo y entonces el sevillano se volvió un poco más rudo, me puso a cuatro patas y me penetró analmente con fuerza, acabé tumbada encima de Achilles que aún no había podido levantarse y no sabía que hacer, optó por besarme y acariciarme los pezones tímidamente y luego más decididamente y noté como su pene volvía a animarse. Tuve un siguiente orgasmo y dejó de castigar mi trasero para volver a ponerme a cuatro patas y penetrarme por el sexo, me abrazó y acabé de rodillas encima del sevillano mientras Achilles se masturbaba.

 

-Parece que al griego le gusta el espectáculo- me susurró al oído el sevillano- no me extraña, estás tan buena que me está costando retenerme, tu coño está tan húmedo y caliente, debe ser una delicia verlo desde ahí delante siendo penetrado.

 

Me estaba costando mucho ahogar mis gemidos, todo me resultaba sumamente excitante y trataba de quitar de mi mente las ideas negativas como que las cosas no iban a ser iguales a partir de entonces y que si nos pillaban mi carrera laboral quedaría arruinada.

 

Sus manos, las del sevillano, eran propias de un dios, no paraban de tocar los puntos precisos y sabían como hacerme llegar al orgasmo, leyéndome como un libro abierto una y otra vez. Hasta que me apartó de golpe y quitándose el condón me puso la polla en la boca. Estaba tan excitada que accedí y su semen corrió por mi garganta sin poder evitar tragarme un buen chorretón, el restó lo escupí.

 

Cuando acabó volví a sentir toda la vergüenza del momento y empecé a vestirme, me sorprendió cogiéndome de la cintura y besándome.

 

-Dejate de críos y sal conmigo- me volvió a besar- como ves te lo pasarás mucho mejor pero eso sí, no vuelvas a escupirlo, aún no sabes lo que puedo llegar a hacer con la lengua y te aseguro que yo no escupo nada.

 

Y consiguió que mi cerebro se volviese a nublar y mi respiración se acelerase. Por supuesto nadie se enteró de lo que había pasado pero mi relación con él fue muy placentera y sigue siendo, tanto que ya se me han olvidado mis sueños de rescatar a prisioneros injustamente encarcelados.

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