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Los cimientos del viento

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Los Cimientos Del Viento

El viento acariciaba suavemente su cabello, dejándolo ligeramente alborozado, era de un tono castaño achocolatado y de gran finura. Lo llevaba recogido en

una coleta que le caía por la nunca sin llegar a tocarla.

Sentada en el bordillo de la calle delante del que fue su antiguo colegio, ahora abandonado, dejaba pasar el tiempo. Pronto sería destruido y se alzaría en su lugar un nuevo hospital, había demasiadas escuelas para los pocos niños que iban.

Dejaba vagar su mente de un sitio a otro tratando de no pensar ya que algo demasiado oscuro le oprimía y no tenía ganas de enfrentarse a ello.

Hacía dos semanas que no hablaba con su novia, desde que cenaron juntas en el "Oport Soltedy", un nombre sin sentido que auguraba un fracaso inminente. Paradójicamente el dueño había conseguido que el lugar fuera, a parte del más impronunciable, el más buscado en Internet para conseguir una cena o comida en él.

Ellas habían hecho la reserva con seis meses de antelación para celebrar allí su primer aniversario. Un año que había pasado de una forma tan fácil que asustaba.

Todo un año completo de experiencias compartidas.

Pero gracias a lo que esa noche le confesó Greta, no había podido pegar ojo en tres días. Empezaba a ver que este año no iba a ser tan fácil, su mente estaba nublada y no sabía exactamente qué hacer a partir de ese momento.

Ignorar el hecho era peor.

Simone dudó entre pedir un cigarro a algún viandante o pasar 15 minutos más mirando con resentimiento aquel edificio estúpido y anticuado donde había estudiado hacía siglos o eso sentía.

Había dejado el hábito de fumar hacía tiempo aunque ahora ardía en deseos de encenderse uno.

No era mayor, bueno, quizá ya empezaba a serlo. No tenía la piel más perfecta del mundo, ni iba especialmente maquillada porque prefería la naturalidad. Esto lo demostraba llevando pantalones de corte recto con tejido suave y camisas elegantes con tacto vaporoso. Los tonos que abundaban en su vestuario eran beis, camel, hueso o cualquier otro que resaltase su bronceado. Aunque ella usaba la máxima protección posible nunca dejaba de estar bronceada: herencia genética, sospechaba.

Decidió seguir observando el feo edificio gris verdoso, ya que no veía ningún viandante próximo ni lejano que pudiera hacerle retomar su viejo hábito. Era un domingo de luz blanquecina pero sin una pizca de calor, típico día extraño que la gente usaba para descansar y recuperarse del fin de semana..

La ciudad en la que vivía desde que tenía 8 años era pequeña, quizá demasiado para su temperamento curioso, siempre necesitaba saber más.

Se rascó debajo de la oreja, donde aun tenía la marca de la cicatriz que le dejó el profesor de química el día que cerraron el colegio.

Hacía demasiado tiempo... y no le gustaba pensar en ello.

Al no querer enfrentarse a su problema actual su mente la saboteaba , haciéndole memoria para que recordara cuan fácil podía ser acabar mucho peor si dejaba pasar el tiempo y no hacía nada.

- Pero aquello fue distinto –dijo en voz alta a nadie en concreto.

- Cierto -escuchó decir al viento.-Simone, cielo, aun vives en la ciudad, justo iba a ir a la biblioteca pero al llegar he recordado que era domingo y está cerrada, a veces no se donde tengo la cabeza –dijo una voz fuerte y bien articulada pero con un pequeño raspado que recordaba su amor al tabaco. Era una voz de persona mayor, que requería pequeños momentos de pausa para coger aire , ese hombre canoso, de baja estatura pero fuerte constitución había sido su profesor de lengua y literatura en el colegio.

-"Arcades ambo" –dijo ella alzándose para ayudar al pequeño abuelito, vestido de forma elegante y formal, a llegar a un banquito donde sentarse- yo tampoco se donde tengo la mía.

-Este lugar era un sitio de tranquilidad y conocimiento, se que por desgracia aun no han vaciado la biblioteca, realmente no se cuando esos incompetentes piensan vaciarla, no me extrañaría nada que no les importara destruir el edificio con toda esa cultura dentro.

Ella se quedó mirando el robusto colegio, parecía un viejo caserón victoriano, que destacaba de forma notoría al encontrarse en mitad de una ciudad costera de España.

-Nunca quedó muy claro quien fue el arquitecto, lo construyeron los Hermanos Gtc, una sociedad que puso todo el dinero para la construcción, tanto material como hombres y mujeres, mujeres peones por primera vez en la historia de España. Entre los rumores que corren se dice que el arquitecto fue Antonio Gaudi, Dali o hasta una mujer llamada Matilde Ucelay Maortúa, la primera arquitecta española.

Durante aquel periodo ella era aun estudiante pero corrían rumores de que tenía varios proyectos muy ambiciosos con gente importante. Estos dicen que fue su proyecto más íntimo y moderno a pesar de su aspecto exterior, engaña mucho este edificio.

- ¿Pero no decía que no estaba claro quién fue el arquitecto? –dijo Simone temiendo que su mente estuviera más perdida de lo que creía.

-Es cierto, hay serias dudas, por suerte yo estuve durante la construcción íntimamente ligado al proyecto. Mi hermano era un importante miembro de la sociedad, se encontraba antes de la guerra en un cargo de poder dentro de la ciudad, muy interesado en hacer prosperar la cultura, al acabar la guerra… en fin, era de suponer. Por eso yo jamás me decanté por ningún bando, aunque suene de cobardes, y a pesar de ser puesto en duda por las ideas de mi hermano. Tengo muy claro que mi mente nunca a estado preparada para la política, lo mío son las letras, las obras de grandes autores y artistas que luchaban por expresarse en diferentes momentos de la historia. No me veo capaz de decidir quién debe gobernarnos y comerse nuestro pan, porque siempre habrá alguien que lo haga.

Simone sonrió prestándole una vaga atención mientras trataba de grabarse en la memoria el nombre de esa astuta mujer que había logrado ser arquitecta en un periodo tan complicado de la historia española.

-Matilde Ucelay –repitió ella por lo bajini.

-Efectivamente –confirmó disponiéndose a empezar la lección como un viejo maestro de escuela, que precisamente eso era, aunque ya jubilado –Esa mujer vino aquí de incógnito, es más, se presentó vestida de muchacho, aun no había acabado la carrera y no era recomendable que una jovencita dirigiera un proyecto entre tantos hombres sola.. Enseguida lo descubrimos pero no quisimos deshonrarla haciendo su engaño público.

Era muy bella y joven, quizá demasiado joven, pero tenía una fuerte convicción de que debía hacer este proyecto, un amigo de sus padres era quien se lo había propuesto admirado de su fuerza e inteligencia y venía con ella. Pero este señor enfermó y la señorita Ucelay tuvo que trabajar con mi hermano y otros subordinados en primera persona disfrazada de hombre, por supuesto.A pesar de lo que pueda creer esta mujer con sus escasos años era firme como un roble y persistente cuando veía que sus ideas no eran aceptadas, de forma que los hombres acabaron tomándola tan en serio o más que si fuera un hombre.

Al medio año la señorita dejó de aparecer en público, decían que estaba enferma, el amigo de sus padres se veía constantemente furioso y cuando se reunía en el bar con los peones tenía siempre peleas. Se volvió hosco e impredecible hasta que una noche de borrachera confesó la causa de su mal: la muchacha estaba embarazada y no quería confesar de quien. Yo sabía claramente quién era el padre.

Simone se había quedado boquiabierta como cuando tenía 11 años y escuchaba sus historias sobre Lope de Vega, Shakespeare o Safo de Lesbos, entre otros muchos más.

¿Hasta qué punto este amable ancianito que le había dado el mejor de los regalos, cultura y inquietud por el pasado, seguía siendo el aplicado profesor o sus capacidades habían mermado tanto como para mezclar fantasía con realidad?

Después de lo que había sucedido cuando tenía 15 años en esa escuela, realmente podía creerse cualquier cosa pero aunque no fuera cierto, mejor era entretenerse con bellas fantasías que volver a la agobiante realidad, en la que debía decidir cuán importante era su relación por alguien que le había ocultado un secreto aun mayor, si cabe ,que el que podía tener Matilde Ucelay.

-Profesor García, cuando se refiere a que sabía quién era el padre se refiere a … -y le miró inquisitivamente tratando de no parecer demasiado descortés.

-Oh, no, no, pequeña Simone –dijo riendo escandalizado nada más entendió la mirada de la joven- Admito que era una joven muy atractiva pero yo ya andaba enamorado por aquel entonces de mi mujer, una joven estudiante que quería ser profesora, como yo, a la cual conocía del barrio desde pequeños y con la que daba largos paseos en los que apenas hablábamos debido a nuestra timidez pero ambos amábamos la literatura y puedo asegurar que no me he aburrido ni un solo día con ella. –calló tratando de recordar cuál era el rumbo de sus pensamientos antes de ponerse a divagar. Se levantó molesto por su falta de memoria y Simone le ayudó- Mi mujer, una pena que no la conocieras… una de las mejores profesoras que he conocido.

-Me alegra saber que habían mujeres fuertes en esa época, como su mujer o Matilde Ucelay –comentó ella discretamente para hacerle memoria.

- Matilde, qué mujer, bueno, aún era una chiquilla, lamento mucho lo que le sucedió. Todos teníamos nuestra teoría pero nos callamos por respeto, si la jovencita no decía nada, algún motivo tendría. Siempre pensé que mi hermano tuvo algo que ver. Sí, no me mires así chiquilla, mi hermano era un gran hombre y como todos cometía errores.

Estaba casado con una mujer que no amaba pero respetaba, fue su única aventura, si es que mi teoría es cierta. Lo único que puedo afirmar es que cuando estaban juntos, Matilde y mi hermano, se les veía rebosar una felicidad deslumbrante. Mi hermano siempre quiso ser arquitecto pero nuestros escasos recursos económicos se lo impidieron.

Todos achacaban esa felicidad a su gran fervor por la arquitectura hasta que sucedió lo del embarazo.

El amigo de la familia de Matilde deseaba casarse con la joven arquitecta pero ella jamás lo consintió y vio en él crecer oscuros deseos, tanto que temió que matara al niño nada más alumbrarlo.

Me dijo mi hermano que afortunadamente nada más nacer se llevó al niño por orden de ella a un orfanato. Aún recuerdo a mi hermano con lágrimas en los ojos relatándome la angustia que vio en su mirada mientras se despedía del niño y de él para siempre.

Nunca más vi llorar a mi hermano –el maestro se veía terriblemente sombrío. Temiendo que se pusiera a llorar apoyé mi mano en su hombro para que no se sintiese solo.

-Perdona a este viejo que no sabe más que contar historias. -dijo haciendo una pequeña pausa para recuperar la respiración relajada- Los tiempos han cambiado y mi cortesía a empeorado ¿Cómo está Greta? Espero que me inviteis a la boda. Nunca he tenido prejuicios de ningún tipo, ya lo sabes. Parece una muchachita culta, me alegró mucho por ti, cuando llega la vejez es lo único que nos queda: mucho tiempo para hablar –sonrió.

Simone sonrió de forma forzada, odiaba tener que mentir y más en esas situaciones, no entendía por qué la gente tenía que interesarse por la vida personal de los demás. A veces las personas mayores resultaban odiosas. Nada más tuvo este pensamiento se arrepintió. Aquel profesor nunca había sido un incordio y no se merecía que pensará así de él, menos aun acabándole de contar un secreto tan personal.

- ¿No sabías nada de lo qué sucedía en la escuela, verdad? –no pudo evitar decir ella.

- Jovencita, todos sabíamos más de lo que queremos admitir pero menos de lo que se descubrió, realmente aun me culpo por no haber hecho nada. Trato de calmar mi conciencia recordándome las veces que fui al director para pedirle y hasta exigirle que se revisasen ciertos horarios en los que parecían ocurrir cosas extrañas. Propuse que el profesorado y algunas de las alumnas fueran interrogadas. Qué iba yo a saber que las alumnas poco podían contar.

Al principio insistía más, sin temer las reprimendas de las autoridades del centro pero poco a poco me acomodé, dando por normal algunas irregularidades. Pensando qué quizá no pasaba nada y todo estaba en mi mente. Más adelante se achacó a problemas de los adolescentes con las drogas. Yo mismo me culpaba de no saber educar bien a los jóvenes pero lo tenían tan fácil con 8 años para disponer de ese material. Algo hacíamos mal ya que se decantaban por ellas, el mensaje de aprende, cuídate y prospera no les llegaba. Solo algunos pocos eran salvados, como tu, jovencita, eso era mi consuelo, trataba de echarle la culpa a los padres, aunque en mi interior eso no me bastaba.

Simone enrojeció ligeramente al verse halagada de aquella forma, pensar que había sido uno de sus discípulos predilectos siempre le hacía sentir especial.

- ¿Nunca se supo nada más de la hija de Matilde? – preguntó para evitar seguir sintiéndose incomoda. El entrecejo de él se volvió a juntar por el esfuerzo de exprimir hasta la última gota de recuerdo.

- En el orfanato adquirió un apellido derivado del de la famosa arquitecta, algo muy típico por aquella época. La adoptaron unos jóvenes padres de familia humilde pero trabajadores. La niña pasó por esta escuela, sí, siempre supe que era ella, durante su estancia ocurrieron cosas extrañas que nunca llegaron a explicarse, como el suicidio de una profesora tirándose desde una de las ventanas superiores. También desaparecieron varías niñas, era bastante habitual… ahora ya sabemos el porqué… oh, Dios mío, cuanto lo siento por no haber sido capaz...-su voz se quebraba repetidas veces por la impotencia y la culpa- no pasa ni una noche que me maldiga a mí mismo por… -el profesor estaba lloriqueando con uno de esos típicos balbuceos que sufrían las personas mayores demasiado desvalidas.

- Ya está profesor, usted no tenía ni idea de lo que sucedía. Cualquiera es tan culpable como usted, no podía saberlo –trató de consolarlo, aunque en su fuero interno aún tenía cierto resentimiento porque no había sido capaz de creerla cuando ella trató de explicarle lo que había descubierto.- cualquier persona adulta hubiera pensado que eran cosas de críos y fantasía o demasiadas drogas. Me alegro de que no me tomara por lo último.

- Ah, jamás, y te pido disculpas otra vez –dijo limpiándose las lágrimas con un pañuelo de tela blanca y bordados azules.- Deberías entrar conmigo a la escuela.

-Profesor –dijo ella sorprendida y más asustada aún por si había perdido la chaveta completamente- ya no hay escuela, se cerró hace mucho tiempo…

-Ja, lo se pequeña, no estoy tan avejentado como crees. Aún poseo las llaves para poder entrar y me gustaría recoger unas cosas de la biblioteca, algo que quería darte y sé que te pertenece pero hasta que las autoridades vinieran no quería entregártele pero ya me da igual.

-Creo –dijo eligiendo con cuidado sus palabras- que eso que ha dicho de esperar a las autoridades me parece muy sensato, no nos gustaría que nos detuviesen por allanamiento.

- En el patio de atrás donde está la zona deportiva, con unos matorrales más altos que una plantación de algodón, se cuelan todos los días niños de cualquier edad, incluido de 20 –dijo riendo- creo que si ellos han conseguido pasar inadvertidos ante la ley nosotros no tendremos ningún problema, además ¿de qué nos van a acusar? No hay nada de valor que robar, todo lo que pudiera haber ya se lo habrán llevado esos ladronzuelos futbolistas. Futbol-banquito lo llaman ahora –dijo refunfuñando de camino a la verja donde estaba la puerta de entrada. Una verja antes verde esmeralda que ahora se debatía entre el sepia y el caqui mugriento.

Simone dudó unos minutos en seguirle o esperarle fuera. Siempre podría ayudarle si venía la policía pero la curiosidad le había picado muy dentro al escuchar que tenía algo para ella, siendo alumna le había sorprendido con obras literarias de gran riqueza histórica y en un estado perfecto. Su mente se había ido abriendo gracias a éstas. Él había sido la primera persona a la que había contado sus confusiones amorosas. Se sentía distinta al resto de las chicas, él siempre lo había adivinado y le consolaba contándole historias de mujeres importantes en las que su vida sentimental no había sido ningún impedimento. Nunca la había juzgado y eso le ayudó.

Sacó un chicle del bolsillo de su chaqueta de pana y se lo metió en la boca. Era XXL según el paquete, de sabores tropicales, toda una delicia para un misero chicle.

Le alcanzó al troté mientras el viejete buscaba entre el llavero con un muñeco de Elvis, regalo de sus hijos, supuso.

- Entramos y salimos de prisa, no está bien que le deje entrar solo si precisamente va a sacar algo que es para mí. ¿Podría decirme qué es? –dijo Simone mientras Amadeo García metía una correosa llave del tamaño de un móvil en la cerradura y chirriando la verja se abría.

- Vamos dentro y lo verás –dijo él sonriendo. Su mirada arrugada pero limpia le incitaba a pasar, como un profesor a un alumno que llegaba en punto a una tutoría. Nunca había necesitado gafas y a pesar de su edad seguía sin necesitarlas.

Entraron dejando la calle desierta y alguna nubes borraron el sol del medio día para volver a dejarlo libre. Una corriente fría cerró la verja al dejarla atrás, mejor, no debían dejar que entrara gente sin techo, aunque ya lo harían saltando la verja, muy alta y espinosa pero no insalvable.

El suelo adornado con piedrecitas tenía un camino con de árboles a ambos costados, todos de distintas especies, aún brillantes y bien cuidados, que resaltaban con el suelo, amarillento del camino empedrado, se había deteriorado con el tiempo. A pesar de que ya no era una niña el lugar le seguía pareciendo majestuoso y enorme a medida que se iba acercando. Tenía tres torres, una a cada lado y la tercera en la parte posterior, al lado de la zona deportiva, el techo, aparentemente victoriano, tenía una semi terraza oculta. La enorme casona estaba pintada de verde aunque de lejos parecía gris y tenía ventanales enormes que le daban un aspecto de casa antigua más que de una escuela.

Y en realidad eso había sido durante largas temporadas, ya que durante las épocas de exámenes invitaban a los niños a alojarse en ella para estudiar más tranquilamente. Podía albergar a más de cien alumnos. La primera vez que entrabas en las habitaciones situadas en las plantas superiores quedabas embobado ya que todo parecía de época y te inspiraba cierto respeto por el lugar. Una casa de princesas. El conserje y varios profesores habían vivido permanentemente allí, no era el caso del profesor García. Actualmente nadie la ocupaba y menos después de los extraños sucesos que provocaron que la cerrasen. Hacía ya más de 9 años de su abandono.

Llegaron a las columnas exteriores que daban paso al pórtico. Tenía ganas de volver a subir al tercer piso donde estaba su antiguo cuarto y asomarse al enorme balcón que había compartido con otras compañeras, algunas con menos suerte que ella. La enorme puerta blanca chirrió aun más fuerte que la verja al abrirse. Tuvieron que empujarla con fuerza para poder abrirla, pues algo metálico, como vieron más tarde una lata de coca cola, parecía estar enganchado cerca de las bisagras.

Cuando lograron penetrar entró la luz blanquecina de la calle que iluminó el espacio amplio y lleno de telarañas que era el vestíbulo. Las paredes pintadas de color carmesí hicieron que Simone tuviera un pequeño escalofrío.

- ¿Cuándo te presentas a las oposiciones? ¿Ya sabes en qué colegio quieres trabajar? –preguntó el profesor acercándose a la pequeña puerta que daba a la portería. Metió la mano por una de sus ventanas sin cristales, la abrió y sacó de dentro unas llaves polvorientas que limpió en el forro de su chaqueta a cuadros. Cerró la puerta al salir de forma ordenada..

- No voy a presentarme, he decidido hacerme policía.

Él profesor que se alejaba en dirección al interior del lugar se giró en medio del pasillo y la miró extrañado.

-Nunca se sabe donde vamos a acabar. Tienes talento, no lo olvides –siguió adelante hasta que el pasillo se dividió y optó por meterse por el de la derecha. No había corriente eléctrica, así que debía bastarles la semi luz de los ventanales de la planta superior. Esta luz llegaba desde una escalera que acababa en el pasillo de la primera planta que terminaba en otros escalones, estos de caracol, que llevaban a la planta superior, como para mostrar dos mundos que se unían a pesar de sus diferencias, progreso y antigüedad. Se metieron en la primera sala, también cerrada con llave, que era la biblioteca, modesta pero muy completa. Simone se había quedado congelada con el recuerdo de la ultima noche allí, en el pasillo aun habían sillas rotas y muestras de la violencia que hubo. Pero nada de sangre ni nada que hiciera ver que podía haber un ser humano en ese lugar y a pesar de eso tenía miedo. Nunca le encontraron. Ardía en deseos de entrar en todas las aulas y todavía más de salir corriendo.

-Ves a echar un vistazo si quieres. No hay nadie, puedes estar tranquila... Ya no tiene poder, este sería el lugar más peligroso para él –dijo rebuscando entre cajones de la mesa presidencial. Cada uno estaba cerrado con una llave distinta, le estaba costando a su edad agacharse y abrirlos uno a uno, así que se sentó en la silla algo podrida pero aún robusta.

La emoción en el pecho de Simone se diluyó rápidamente cuando entro en las salas donde antes daban clase, era como si el espíritu de la tranquilidad las inundara. No había nadie, nada. Sillas rota y sillas en perfecto estado y colocación, todo dependía de la sala.

Tentando a la suerte subió por la escalera de caracol, las paredes de ese piso eran de color púrpura, mucho más sombrías de noche pero a la luz de los ventanales parecían serias y aburridas. No había nadie ni nada, le decepcionó encontrar muebles y paredes deterioradas, muchos muebles ya no estaban, gracias a díos, ya que eran realmente casi reliquias. Deseó que estuvieran en un lugar donde cuidaran de ellos. Su mente le traicionó y le recordó los momentos de su niñez en los que había creído tener tan claro que quería de su vida, sueños, fantasías, modelos que seguir... Al cabo del tiempo había descubierto que su vida no era un libro y no tenía tan claro que debía hacer. Era feliz con Greta, hasta ahora.... No sabía si podría seguir siéndolo ahora que sabía quién era en realidad. Depués de todo, lo más importante es que no sabía quién era ella misma. Su madre había muerto demasiados años atrás y lo que había aprendido de ella era que debía seguir adelante. Su padre aún era más sencillo en su forma de ver las cosas, feliz con nada. Deseaba no tener ambición, una ambición que le desbordaba y no sabía controlar. ¿Qué debía hacer con su vida?

Estas y muchas otras cosas pasaban por su mente mientras acariciaba las apolilladas cortinas de terciopelo de su viejo cuarto, mantenían el color azulado en su interior, por fuera casi parecían grises.

Cuanto más deseaba ser feliz menos lo lograba, a veces pensar tanto la trastornaba. Se creía inteligente, quizá ese era uno de los problemas, sabía que debía hacer algo importante en la vida pero no sabía el qué. Necesitaba hacer algo diferente a lo que estaba acostumbrada, vivir de ensoñaciones habías sido parte de su vida demasiado tiempo. Necesitaba algo real como ser policía aunque tampoco tenía claro si iba a encajar allí.

Se soltó el cabello que quedó marcado por donde la goma lo había apretado y lo aliso. El sol sacaba algunos brillos en él, como en la habitación pero la luz seguía muerta.

Se sentó en la cama sin colchón y siguió mirando a la ventana que mostraba una ciudad pequeña pero satisfecha de ella misma. Recordó como relajarse, la respiración abdominal que su fisioterapeuta le había enseñado. Pronto entró en un estado de relax y meditación que sus pensamientos irrumpieron, así que se decidió a calmarlos, ¿si moría hoy qué sucedería? Nada, el mundo seguiría. Mucha gente le echaría de menos y otra mucha más ni se percataría. ¿Por qué deseaba vivir? Amaba a Greta, su fisioterapeuta, cada día que pasaban juntas descubrían algo nuevo que las unía, conversar sobre cualquier tema era divertido e interesante. Si tenían puntos de vista distintos en alguna ocasión nunca era un problema sino al contrario; algo sobre lo que aprender y compartir. No debía perderla por una tontería así, otra cosa sería si no la amaba, eso si ocurría ya no era culpa suya, sería porque no habrían sabido llevar bien la relación o sus caminos se separaban. Su interior empezó a relajarse y producirle un reconfortable calor, se sentía mejor. Luego la llamaría para hablar, esperaba no haberle hecho demasiado daño a la relación, deseaba estar a tiempo de recuperar lo que tenían.

¿Qué hacer con su vida? Viajar, escribir, soñar, demasiadas cosas confusas en su mente. Expresarse, necesitaba expresarse y sentirse útil, por ahora sería policía y dentro de un año viajaría. ¿A dónde? A donde siempre había querido ir, a Grecia. Todo se iba aclarando, huir de los problemas era peor, odiaba tener una mente tan confusa. Debía aceptar la vida tal como llegaba.

- Ya lo tengo –dijo una voz desde la puerta, Simone pegó un grito sobresaltada y se giró para ver a su profesor.

- Perdona, creía que me habrías oído llegar –sonrió- no quería asustarte, en realidad este sitio ya da bastante miedo después de lo que sucedió aquí.

-No pasa nada, estaba ensimismada –dijo sonriendo a su vez.

- Te veo mejor, más sonrosada. El aire aquí arriba parece más puro, no tiene ninguna base científica sólida lo que digo.-Dijo riendo.- Se está mucho mejor, será que corre más el aire.

Simone sonrió y se levantó. Decidieron marcharse antes de que se hiciera más tarde. Ya habían tentado bastante a la suerte y aún tenían que ir a comer, ya se habían hecho las tres.

-Mi hija seguro que está preocupada, es un cielo de mujer, se habrá levantado hace nada para hacer la comida porque anoche salió. Intento llegar antes de que se levante para que no sepa que he salido. Le encanta irse de fiesta con su pareja los sábados y me dejan a su hija Coral para que la cuide, un poco revoltosa, pero cuando consigo su atención es como los niños de antes. Me pregunto quién ha perdido realmente la facultad de relacionarse, si ellos o nosotros. Supongo que es un poco de todo pero con paciencia los niños vuelven a interesarse por los temas de la vida, la historia y los grandes genios. Ahora he conseguido que empiece a leerse una obrita teatral para niños de Valle Inclán.

- La cabeza del dragón, me encantaba de pequeña.

- Esa misma. Los cuentos de Edgar Allan Poe y las Leyendas de Becquer son mi siguiente paso –dijo con aire desafiante bajando la escalera.

Cuando ya estaban fuera, cerrando la verja, Amadeo García pegó un pequeño brinco y se dio un golpecito con el dedo en la frente en signo de despiste.

- Qué memoria tengo, por poco me voy sin darte lo que he venido a buscar, tu madre se enfadaría mucho conmigo.

- ¿Por qué se enfadaría? –dijo Simone riendo.

- Porque ella me dijo que te lo diera –dijo sacando un sobre de dentro del bolsillo interior de su chaqueta.

- ¿Una carta de mi madre? ¿Por qué la dejó en el colegio? ¿Por qué no la recibí al morir ella? –suspiró Simone embargada por la emoción mientras cogía esa pequeña carta cuadrada.

-No era de tu madre sino para ella. Quería que la guardase porque no sabía dónde sería el lugar más seguro, así que la dejé en la biblioteca, donde me pidió que la guardase su creadora, Matilde Ucelay.

El amarillento sobre, ya era incapaz de cerrarse de tan arrugado que estaba por su uso. Seguía leyendose, en su cara frontal, "Matilde Ucelay" escrito en una bonita letra cursiva. Habían pasado más de 10 años desde que había leído la carta por primera vez pero Simone seguía siendo una mujer atractiva, aún usaba poco maquillaje y su piel estaba bronceada como el primer día aunque se cuidaba más, y cuidaba más de los suyos. Estaba pendiente de la publicación de su libro y había tenido un hijo con su mujer. Una hija de 8 años que le pedía constantemente que le leyera su historia, una historia real y terrorifica que ella había dulcificado para hacerla apta para niños. A Matilde le encantaba que su madre sacara una carta tan antigua y le explicara que su abuela era la autora. Sabía que le habían puesto ese nombre en su honor y eso le obsesionaba hasta tal punto que imaginaba nuevas aventuras qué realizar por sí misma al ser heredera de una mujer tan misteriosa e importante.

La niña era una mezcla de genes de Greta y Simone, se lo habían explicado nada más habían podido. Por suerte no era la típica niña asustadiza u obtusa que se encerraba en las ideas que le contaban los demás niños. No se sentía herida por tener una familia diferente sino que disfrutaba de su originalidad y adoraba a sus madres. Por eso, cuando le dijeron que los seres humanos aman de diferentes formas y eso no era malo mientras no hicieran daño les dijo:

-Yo os amo por igual: mama y mami. – había sido ocurrencía de la niña llamarlas así para diferenciarlas, ellas nunca se lo habían propuesto.

Temieron que fuera más difícil explicarle que a pesar de que dos personas del mismo sexo no podían tener hijos en este caso ellas si que eran ambas madres biológicas de Matilde.

Esto era posible porque Greta, mama, había sido antes una persona del otro sexo, un hombre que se sentía mujer, un error que digamos se había cometido en la naturaleza, cosa que arregló operándose. Antes de hacerlo había conseguido guardar lo necesario para que algún día pudiera tener hijos si lo deseaba.

Mami, Simone, lo había pasado un poco mal al enterarse…

- Mami es tonta –dijo decidida Matilde.

- ¿Por qué dices eso? –preguntaron asombradas.

- Porque vosotras mismas me dijisteis que hay muchas formas de amar y ¿qué más da el exterior si os queréis?

Se miraron asombradas. Greta se levantó de la cama de su hija donde estaban sentadas explicándoselo antes de irse a dormir y disimuladamente se limpió una lágrima de emoción.

- Mama, no llores –Matilde se levantó y la abrazó muy fuerte mientras Greta sonreía.

- Eres una niña muy lista, diría que un poco marisabidilla –dijo Simone haciéndole cosquillas- recuerda que nadie es perfecto, todos tenemos nuestros miedos y momentos de dudas, es humano cometer errores. No juzgues a los demás porque cuando los cometas tú serás tu peor enemigo, además, es sano equivocarse para poder aprender y valorar las cosas.

- Excusas –dijo Matilde sacándole la lengua y riendo.

- Al final me di cuenta de lo que tú dices, había encontrado alguien especial a quien quería. No me importaba su pasado porque me gustaba tal y como era por fuera como por dentro, porque aunque no queramos, el exterior también es importante, por eso tenemos ojos.

- Cariño, creo que estas mareando a la niña, demasiada información.

- Mami, cuéntame otra vez la historia de la abuela, por fi.

Y otra vez sacaba la arrugada carta que decía así:

Querida hija mia Pura Urcel

Se que esta carta puede producirte una grave impresión, espero que sepas de antemano la verdad, que tus padres son adoptivos.

Posiblemente ya no quieras saber nada de tus padres reales. No pienses que te abandonamos, siempre estuve pendiente de tu vida pero tenía que hacerlo guardando las apariencias y la distancia, no tanto por mi reputación sino más por tu seguridad.

Me enamoré en mi juventud de un hombre que no era para mí, por desgracia o por suerte nos encontramos en la vida pero no podía ser para siempre.

De ese amor naciste tu y te hubiese llevado conmigo, ya que mis padres hubiesen sido bastante permisivos, si no fuera porque un hombre, sin piedad trastornado por los celos, me amenazó con destruir el fruto de mi amor, tu, mi Purita

Te llevé siempre en mi corazón con amor y temor al descubrir que seguías en una ciudad maldita donde ese hombre mora.

Me llegaron noticia de que trabaja justo donde tu estudias, ese lugar que fue construido entre tu padre y yo con tanto amor, como tu, pero corrompido por ese ser que nos odia.

No debes tener miedo de él, te ayudaré en todo lo posible. Te sacaría de allí inmediatamente pero él se daría cuenta y acarrearía más peligro sobre ti. Tienes que ser fuerte, no dudo que lo seas, tus padres adoptivos son buenas personas que seguro te han educado de una forma muy adecuada.

Este hombre maldijo el lugar y se maldijo a sí mismo. Trató de maldecirte a ti y toda tu descendencia, por eso te regalé nada más nacer esa pulsera de amatista que te protegerá siempre a ti y a tus hijas o hijos.

No debes temer, el temor hace fuerte a la maldad. No voy a mentirte, es poderoso y tiene mucho dinero. Últimamente a llegado a mis oidos que realiza rituales peligroso, no se cuanto tiempo llevará en esos menesteres pero aun te quedan 5 años en esa escuela y deberías evitarle o informar a las autoridades en cuanto veas algo extraño.

Se que eres hija de tu madre y tratarás de enfrentarle, no lo hagas, al menos no lo hagas sola. Se que la justicia en este país aún está poco avanzada con un dictador en el gobierno que durante años me ha negado la posibilidad de ejercer en mi trabajo. Esto está cambiando y aunque aún no podemos confiar plenamente en la justicia. Ármate de amigos, el profesor García será siempre un fiel servidor de la familia, puedes confiar en él.

Y no olvides el poder de la amistad, evita ponerles en peligro pero no las alejes si pueden ayudarte.

Tu madre que te ama y te suplica que la perdones.

Resiste hija mía.

Firmado: Matilde Ucelay.

- Pero… ¿Qué sucedió en esa escuela, mami? –pregunta como siempre aunque ya sabe la respuesta.

Y ahí comienza otra vez a contar su historia.

Mas de lanoviaverde

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Noche en tinieblas vibrantes

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Pequeña felicidad perdida

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Enfermera por compasión

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Fuego Esmeralda Corre Conmigo

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Miradas a un sepulcro

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¡Qué feliz es la vida de gato!

Una situación...Urgente

Ingenua romántica hasta la médula

Pies color lejía

Alma robada en la penumbra

Pies color de lejía

Mundos de Arena Rasgados

Mi...., que ca....

Pom Pom Corazón que late traicionado

Día uno del fin de mi vida

Historia de una Noréxica

¿Quién?

Cuando el corazón está negro

La gatita: Una Obsesión

Mi vida como gogó

La Bruja de las Uñas Blancas

La Biblioteca Falsa

Perséfone no encuentra su mito

Destrozas mi vida con unas palabras

Llorar por mi

¿Qué me sucede?

Relato de mi apartamento (9)

Relato de mi apartamento (8)

Relato de mi apartamento (6)

Relato de mi apartamento (7)

Comienzos, principios, todos son lo mismo

De los 15 a los 18

Relato de mi apartamento (5)

Relato de mi apartamento (4)

Relato de mi apartamento (3)

Relato de mi apartamento (2)

Relato de mi apartemento (1)