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Machitos obreros de la construcción

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Machitos obreros de la construcción

Hay uno en particular que es el que me gustó desde el principio. Escuché que se llama Marcelo, porque a veces cuando se gritan entre ellos cosas, bien guarras, siempre puteándose, y a veces se llaman por el nombre, yo siempre ando prestando atención para ver cómo se llama el que a mí más me gusta, el que para mí es mi machito. Marcelo se llama, entonces, y tengo que decir que realmente me vuelve loco. Desde que lo veo desde el balcón, desde que vengo a este depto. de mi amigo Germán, lo veo siempre, es espectacular, infartante, y debo confesar que me pone cada día más puto.

Vengo a estudiar acá, al depto. de mi compañero Germán, porque en febrero, preparando los finales de Marzo, tengo mil que estudiar y hago más rápido con Germán, él vive en el centro, yo en Morón, y además tengo la suerte que él me deja quedarme a dormir. Si no volver sería un embole. Llego a eso de las 6, 7 de la tarde, cosa que Germán ya haya vuelto del trabajo y se haya duchado ya, y empezamos meta y meta con el estudio. Encima son dos materias que son un embole, y yo tengo problemas de concentración. Germán no sabe que yo soy puto, nunca se lo dije, siempre me preocupa cómo va a reaccionar.

Y encima lo complica todo que Germán está re-fuerte, es un macho impresionante, cómo me gustaría que me culee. Y si no da para tanto, bueno, al menos que me deje tirarle de la goma y chupársela. Me re-copa Germán, me calienta tanto que en un punto ahora lo del estudio es peor, porque como las materias me embolan, me la paso mirándolo a Germán en sus shorts de verano, en cueros, a veces se pone una remera o una camisita manga corta, pero las más de las veces, viene bien empilchado de la oficina y apenas traspasa la puerta manda lompa, camisa, corbata, todo, a la mierda. Y así, en calzoncillos, se mete al baño y se mete a la ducha, y sale bien húmedo, re-fuerte, re-machito y varonil y hermoso, en calzoncillos. Nunca lo vi completamente desnudo y lo de la vuelta del laburo y la ducha lo sé porque a veces –a propósito, obvio- llegué temprano. "Depende del tren", le mentí, porque en realidad lo que quiero es verlo, medio en bolas, siempre en sus shorts y calzoncillos. Me tenía re-enamorado Germán, ahora un poco se me está pasando, quiero decir, desde que me metí este metejón tan fuerte con el obrero que trabaja enfrente, con Marcelo. Pero, bueno, la cosa empezó así: estudiamos con Germán, los dos en shorts, yo recalentándome en secreto con Germán, compramos pizza o algo así, y él se va a dormir en sus hermosos eslips blancos –no puedo parar de mirarlo— y me dice que me quede. A la mañana siguiente yo me levanto re-alzado de haberlo mirado toda la noche a Germán, deseándolo en secreto, y cuando me despierto —para la mierda, porque me da miedo masturbarme acá mientras él duerme y yo lo miro—, Germán ya se fue al laburo. El ya me aclaró que desayune tranquilo, que acomode un poco, que me quede todo lo que yo necesite y que me espera a la tarde para volver a estos libros que son un embole.

Germán es re-estudioso, muy aplicado, y encima re-atento y súper buen amigo. Pobre Germán, si supiera en cambio lo puto de mierda que es su amigo Mariano, más desde que no puedo parar de mirarlo y desearlo a Marcelo, siempre sudado, chivado, musculado, hermoso, velludo, morrudito, bien morocho, mal afeitado, y tirando chivo por todos los ángulos de su cuerpo fuerte y masculino. Marcelo, el obrero que trabaja enfrente, en una obra en construcción, a la que miro desde siempre desde que estoy acá en lo de Germán. Voy a contar como lo conocí.

Por empezar, no imaginen para nada a un chico lindo y bien machito como Germán, ni tampoco nada que ver con esos modelitos carilindos, boluditos y medio maricones que salen en las propagandas. Marcelo es un machazo, es espectacular, está re-fuerte, sobre todo porque es terriblemente masculino, y tiene un cuerpo que es, simplemente, perfecto. Pero no porque haya ido al gimnasio con otros trolitos burgueses sino porque se rompe el lomo laburando con su cuerpo todo el santo día, más ahora que es verano en Buenos Aires y el calor está que revienta las calles. Jaaa, si supieran encima a mí cuánto me sube el calor mientras me pajeo escondido tras las cortinas o en un rinconcito del balcón, mientras Marcelo y sus tres amigos laburan, sudan como chivos, putean, escupen, y sin saberlo me ofrecen el hermoso, impactante espectáculo de sus cuerpos en movimiento, en tensión permanente. Pelan unos bultos y unos culos que dan ganas de chuparlos todos: pies, patas, culo, sobacos, lomo... son unos dioses estupendos, bien morochos, bien reos, casi bestias cuando el sol ataca sin piedad y los negros no pueden parar de laburar. Son hermosos sin saberlo, como bestias de una naturaleza masculina terrible, que hasta te mete un poco de miedo lo brutos que son a veces. Bueno, cuento bien todo, porque me caliento tanto desde que vi lo que vi que a veces me hago un embrollo.

Me levanté una mañana todo bien alzadito, totalmente alzado y en celo de tanto haberlo fisgoneado toda la noche a mi (ex) machito Germán. Yo tenía solamente puestos unos shortcitos azules, bastante rotosos, pero muy cómodos para estar acá en verano que el ventilador no alcanza para refrescarse. Entre la calentura que tenía y el deseo imparable de fantasearlo a Germán, de desnudarme para él, de desearlo infinitamente, imaginaba todo: besarlo en la boca, tirarle de la goma, que él me manosee el culo mientras yo con infinito amor y deseo de puto pasarle mis enfebrecidas manos por dentro de su calzoncillo de machito lindo, por sus huevos... bueno, todo eso me pasaba, y mientras tomaba mi primer mate de la mañana, casi sin darme cuenta empiezo a manosearme las piernas, después bien adentro del culo, todo siempre dentro del short. En un momento empiezo a sentirme bien puta, encima por la radio pasaban "Losing My Mind" de Liza Minelli que es un tema re-sensual y siempre me da para pensar cosas fantaseosas y pajearme, tanto es así que se ve que me olvido del mundo. Cuando me di cuenta lo que estaba pasando casi me muero. No me había dado cuenta que desde esta puerta-ventana se ve todo desde enfrente, desde la obrita en construcción de enfrente —es chiquita, trabaja Marcelo y tres negros más, como mucho un par de veces habrán sido cinco. Sin darme cuenta yo estaba masturbándome, con el shorsito ya bajado, tocándome el culo, pensando en Germán en shorts o en sus calzoncillos, y cuando miro sin querer, me doy cuenta de que había tres chongos reos cagándose de risa, mirando a mi balcón, y señalándome, entre ellos Marcelo. Se tocaban entre ellos, se habían pasado algunos los brazos por los hombros del otro, se daban como trompaditas mientras me señalaban burlándose y cagándose de risa entre ellos, y encima uno, que es el peor, que se llama Renzo, medio como que en joda empezó a manosearlo el culo a uno que es mas tímido, que parece como el más pobrecito y a quien le dicen Pablito. Yo me levanté re-asustado, me subí el short y me metí en el baño, totalmente consternado. Al rato me meto en la habitación de Germán, desde donde también se ve un poco la obrita donde estaban los machos, y disimulándome detrás de una cortina, empiezo a mirar con atención y me fijo en Marcelo.

Ya los otros habían vuelto al laburo pero Marcelo no. Yo al principio tardé en darme cuenta qué le pasaba a mi negro machito. Al principio pensé que era por casualidad pero se había sacado todo menos el calzoncillo. Un calzoncillo blanco, bien rústico, totalmente varonil, liso, como de tela de camisa, imaginen esos calzoncillos blancos que usan los milicos, y cuando los demás no lo veían Marcelo se tocaba el bulto, las bolas, siempre dentro del calzoncillo. Parecía que tenía el mismo tic que yo para masturbarse, con el calzoncillo puesto, jaja... parece que mi machito se había quedado medio alzado. Estaba el pobre negro como desconcentrado con el laburo... igual que yo con el estudio, pensé yo, y mientras lo miraba y descubría qué hermoso y qué potro machazo, bien masculino era, creo que fue ahí cuando empecé a enamorarme de él. Se veía estupendo en su calzoncillo de obrero chivado, de semental alzado tratando de disimular, con sus facciones toscas, sus piernas duras y macizas, su pecho perfecto, su lomo erguido y transparente por el sudor, y medio como que en esa cara de machito hermoso pero rústico y algo bruto el tipo no salía de su sorpresa. Me parece que Marcelo nunca había visto a un putito alzado, jeje... y ahí ocurrió algo tan raro que al día de hoy no puedo explicármelo.

Marcelo de a poco fue volviendo al laburo, aunque siempre que no lo veían se andaba manoseando las bolas y el pene. Parecía haber perdido el rumbo. A eso de las doce pararon para comer. Como no se habían traído comida, mandaron a Pablito a comprar choripanes. Yo estaba tan prendido de la imagen de Marcelo en calzoncillos que vi todas las escenas entre ellos durante todo el tiempo, como dos horas, que no me pude despegar de esas cortinitas donde estaba oculto —y pajeándome. Primero de todo: mientras Pablito se fue a comprar los chorizos, el macho más bestia, el que se llama Renzo, se acerca a mi machito Marcelo y se ve que le hace un chiste acerca de por qué mi machito se había puesto en cueros y se había quedado solamente en sus calzoncillos. Entonces entra a manosearlo, medio en joda supuestamente, y como que se reía. Se ve que a mi machito Marcelo no le gustaba pero tampoco hizo nada para apartarlo. Entonces ahí Renzo como que peló pose de fierrero, medio en chiste, medio en serio, y —yo no escuchaba nada pero veía todo— entra a sacarse todo y se queda solo en sus calzoncillos también, se sacó casi toda la ropa, menos sus calzoncillos. En el ínterin estaba el tercero —no sé bien pero creo que se llama Carlos— que empieza a hacerse el chistoso y empieza a imitarme a mí, entra a actuar el estereotipo de que es puto.

Empieza a mover mucho el culo y las manitos y hace gestos ridículos con la boca, como para imitar que es puto y que anda necesitando pija. Renzo y Marcelo entran a reírse, y Renzo como disimulando le pasa los brazos por los hombros a mi machito Marcelo. Entonces Carlos se pone más guaso que nunca, entra a bailotear moviendo el culo y se baja la ropa y entra también a mostrar el culo, como ofertándoselos. Marcelo cayó en la trampa como un nene, se ríe mucho, y el pobre cree que nadie se dio cuenta de que la verga se le paró a mil. Entonces, todo pasa muy rápido, como en un sueño. Carlos entra a moverse como un putito arrastrado y se pone de una toda la poronga de mi machito en su boca y le pasa la lengua por todo el glande y por las bolas, apenas bajándole un poco el calzoncillo. Obviamente Marcelo como que se asusta, abre la boca bien grande del susto, pero antes de poder hacer nada Renzo lo agarra por el cuello y le mete bien profundo un chupón en la boca mientras le manosea la poronga. Todo pasa muy rápido. Cuando llega Pablito, los tres se separan abruptamente y entran a reírse como nenes tarados, Pablito se asusta, no entiende nada, ve a sus tres amigos en calzoncillos, pero como los otros se ríen él también entra a reírse también, como para disimular que no entiende nada y quedar como un boludo. Entonces Carlos sigue con su pantomima, saca los chorizos de la bolsa y hace gestos como que se los va a meter en el culo. Como soy espectador atento, pajero putito y alzado, no puedo dejar de observar que, disimuladamente, Renzo sigue manoseando a mi machito en calzoncillos.

Todos se ríen, Pablito para no quedar como un boludo –un poco el pobre lo es— se saca la ropa, también se queda sólo con sus eslips, y los cuatro se sientan a comer sus chorizos. Tienen una botella grande de Coca bien helada que Carlos había guardado en una heladerita y se la pasan entre ellos, chupando directamente de la botella. Yo no puedo dejar de observar que Renzo sigue manoseando a Marcelo, cada vez con menos disimulo, y Pablito para no quedar como boludo no dice nada. Insisto: soy un espectador pajero y atento, así que no se me pasa por alto que, por momentos, cuando Renzo manosea a mi machito, en una décima de segundo, lo mira a Carlos y le hace un guiño de ojos. Pareciera como que Renzo y Carlos le estuvieran tendiendo una trampa a mi machito Marcelo.

Al rato me doy cuenta exactamente de qué están haciéndole Renzo y Carlos a mi machito lindo en calzoncillos. Están tratando de distraerlo pero de ponerlo al palo, Renzo lo manosea y se ve que Carlos quedó a cargo de cómo sacarse de encima a Pablito. Pasan como quince minutos, en los que Renzo se estira sobre el piso, estupendo el macho en calzoncillos, acostado al lado de mi machito Marcelo que sigue riéndose y chivando, arrodilladito en su solsiyonca de chongo bruto. Entonces Carlos sigue con el paso que tiene ensayado. Hace como que está jugando y de sopetón le mete un chupón a Pablito, rápido pero bien profundo. Marcelo entra a cagarse de risa, parece que estuviera fumado, se ríe tanto que ni se da cuenta de que Renzo aprovechó y de un manotón le agarró la goma a Marcelo y se la empieza a tirar. Pablito no entiende nada, Carlos se ríe, lo agarra fuerte, lo tira a Pablito en el piso y como la cosa más natural del mundo lo tira al piso, boca arriba, y se sienta, dándole Carlos el culo directo a la jeta —y a la boca— de Pablito. Marcelo sigue riéndose hasta desternillarse, quizás para disimular que abiertamente Renzo le está tirando de la goma por la bragueta de su calzoncillo. Por los brazos y los espasmos de Pablito, veo que el culo de Carlos lo está asfixiando. Y ahí entra todo a ponerse muy loco. Como una pesadilla. O como el mejor de los sueños, je je, no sé... Pablito entra frenéticamente a chuparle el culo a Carlos mientras le tira de la goma. Renzo y Marcelo se están pajeando el uno al otro por la bragueta de sus calzoncillos blancos, y a los tres minutos se están mandando un 69. Después de lametearse bien las vergas y las bolas, se siguen pajeando como perros frenéticos. El primero en escupir la guasca es mi machito Marcelo, que queda después como medio adormilado, mientras Renzo al toque le escupe su ración de semen en el pecho. Pablito no deja de chupar el culo de Carlos y de masturbarlo, y cuando Carlos eyacula no puede evitar que la escupida de su chorro de semen los salpique un poco a Marcelo y a Renzo. Pablito acaba también enjuagándole el ano a su machito Carlos. Ellos ni se dieron cuenta pero, durante toda su orgía de sementales en celo, totalmente sacados y totalmente desatados, yo estuve pajeándome detrás de las cortinas, manoseándome todo sin sacarme mis shorsitos azules, que me ensucié por completo. Ahí mismo me di cuenta de que Germán debía estar por caer, así que me apuré a pegarme una ducha y en acomodar un poco la casa.

Todo esto fue hace cinco días. En estos días, los negros estuvieron hoscos. Están empezando a llevarse mal. Medio como que se rehuyen, Renzo y Carlos parecen ser cómplices, pero Pablito anduvo más huidizo y torpe que nunca y ahora hace como dos días que no está viniendo.

Y el que a mí más me importa, mi machito Marcelo, está como arisco, malo, antipático. Una vez, Carlos medio como que se le arrimó para darle un abrazo, pero mi machito casi lo voltea, y le gritó tan fuerte que hasta yo escuché YO NO SOY PUTO CHEEE!! Siguen pegándose duchas antes de irse de la obra. Pero mientras que antes no tenían dramas en ducharse juntos para hacer más rápido, ahora hacen turnos y se entran a pelear si uno demora mucho. Carlos parecer ser el más cachondo y Renzo el más bestia, entonces a Carlos todo parece resbalarle y el otro siempre está en problemas. Hasta a mí me da miedo últimamente mi machito Marcelo.

Ya no se ponen en calzoncillos, tampoco. Me encantaría verlo a mi machito Marcelo en sus calzoncillos blancos tan varoniles, liso, marcándole bulto y piernas y culo y, sobre todo, un vello tupido y oscuro de macho espectacular. Pero no. Ayer hizo un calor de 40 grados, un calor de la puta madre, yo como siempre en mis shortcitos azules, bien caliente y fisgoneando a mi machito Marcelo y sus compañeros Renzo y Carlos, todo el tiempo, para ver si con la calentura de la temperatura al menos se ponían en calzoncillos, y en algún momento, ya casi las 7 de la tarde, hora de irse, transportando unas bolsas de cemento, Carlos y Renzo se fueron a un costado y volvieron en cueros, solamente en shorts. Yo me puse como una puta, el culo palpitándome, Carlos está re bueno, Renzo espectacular, si no estuviera enamorada de mi novio Marcelo... pero mi machito si bien miró un poco raro al principio, no comentó nada y siguió cargando las bolsas de cemento. Tiene un físico espectacular, totalmente chivado, y usa unos jeans rotosos y apretados que le marcan un culo infartante, espectacular, de la puta madre... pero de ponerse en shorts o en calzoncillos, nada.

De sólo verlos a Renzo y a Carlos, como dije, me puse tan puta y ante la expectativa de verlo a mi machito en sus shorts o en sus calzoncillos, el culo empezó a palpitarme y no pude con mi genio, trolo como soy, acabé bajándome el shortcito, masajeándome el culo y masturbándome... soy tan pero tan pajero, tan pero tan degenerado y, sobre todo, tan pero tan puto que... me pasó otra vez. Quiero decir, lo de que me vean.

Ojo que yo ya no estaba como la otra vez, o sea, del lado de la puerta-ventana, masturbándome como una perra en celo como para que los machos me vieran. Estaba en la habitación de mi (ex) machito Germán, fisgoneando a mi machito Marcelo y a sus estupendos compañeros Carlos y Renzo, escondido tras las cortinas. Pero sin darme cuenta me calenté tanto que terminé tumbándome en la cama primero, luego poniéndome con el culo abierto, en cuatro patas, ofreciendo sin darme cuenta a los tres negros cagados de calor todo mi culito tembloroso y hambriento. Cuando ya estaba casi por eyacular, me di cuenta y corrí todo apresurado —y al palo— a las cortinas para cerrarlas pero... zas, tarde. Renzo no estaba, mi machito Marcelo tampoco, se deberían haber ido a otra parte de la obrita. El que quedaba era Carlos y cuando me di cuenta de que la cama si las cortinas están corridas también se ve desde la obra, lo veo. Me mira al principio un poco extrañado, como sin entender pero divertido, interesado. Cuando lo veo a Carlos entro a maldecirme a mí mismo pero me dije: No, Marianito, si sos puto y tenés un macho que te gusta enfrente, tenés que enfrentarlo.

Entonces lo miré fijo a mi macho Carlos y me dije a mí mismo como diciéndole a él: Acá estoy, Carlos, soy tu puta, te voy a mirar bien calentito, bien trolo con ganas de verga, hasta ponerte bien al palo, macho, y que no te quede otra más que cruzar y venir a taladrarme el ano. Lo miro a Carlos lo más putito que puedo, directo a la cara a veces, al bulto las más de las veces, y veo que al principio está como sorprendido, quizás asustado. Pero no se va. Cuando yo sigo con los mohines, con las caritas de puto, haciéndole trompita con la boca, dándole besitos, y haciendo gestos y apuntando a su poronga como diciendo: Vení, Carlos, vení soy tu puta, vení a garchar con Marianito, veo que sin el mas mínimo pudor, Carlos se saca el short y mirándome bien guaso y sobrador entra a hacer como que apunta con su mástil, totalmente erecto, se masajea las bolas, en un momento se escupe en las manos y entra a frotarse con su baba de macho hermoso las bolas y el fusil, como diciéndome: mirá Marianito la que te voy a dar, cuando te agarre te hago mierda. Entonces pasa algo inesperado, que hasta yo me asusté (y cómo).

Llega Marcelo para seguir con su laburo y al llegar lo ve a Carlos escupiéndose la poronga y masajeándose después con la misma saliva las bolas. Se pone como loco. Mira para arriba y me ve. Entiende lo que pasa. Me mira furioso, fuera de sí, hecho una fiera. Yo me asusto tanto que vuelvo a esconderme tras las cortinas, pero sin dejar de mirar, para verlo sin que él me viera. Le grita tanto a Carlos que hasta yo desde acá escucho. ES UN PUTO, BOLUDO, PERO ES UN NENE, HIJO DE PUTAAA, DEGENERADO y entra a trompearlo mal. A Carlos mi novio lo agarró desprevenido, y el pobre no sabe cómo defenderse. Se cae al piso y mi machito Marcelo sigue dándole sin piedad. Al rato cae Renzo y al ver a su amigo Carlos tirado en el piso y arriba mi machito dándole sin asco, trata de defenderlo. No sabía que mi machito era tan fuerte. Con un solo brazo le da una puñetada al estómago al bueno de Renzo que lo deja tumbado en el piso. Tengo miedo de que Marcelo lo lastime mal al pobre Carlos, tengo miedo de que Carlos empiece a sangrar y Marcelo se ponga tan loco que después no pueda creer la brutalidad que hizo. Pero no!!! Lo que veo es mil veces más increíble.

Lo agarra de la cabeza, Carlos medio entontecido casi no reacciona, y Marcelo le está encima, lo agarra de la cabeza como para trompearlo pero no es eso lo que quiere. En un segundo, seguramente de nuevo fuera de sí, Marcelo se baja el pantalón y por la bragueta de su calzoncillo —el blanco, el que a mí más me gusta, bien de macho tipo milico— saca un pene kilométrico, totalmente al palo, y de un solo saque hace que Carlos se lo tenga que tragar de una. Ahí el pobre Carlos trata de reaccionar pero Marcelo lo agarra fuerte de la nuca y le dice bien enérgico, aullando como un animal, que chupe o le baja todos los dientes. Carlos pone cara de qué le voy a hacer y sigue engullendo poronga. Marcelo lo agarra fuerte de la nuca una vez más y hace como que se lo coje por la boca, haciendo entrar y salir su miembro de la boca de Carlos, que por momento está al borde del ahogo. Renzo ve toda la situación e imagina que su amigo Carlos está en problemas y trata de defenderlo. Para qué. Pobre Renzo. Apenas se acerca, mi machito estira la pierna, y le da una patada en el cuello que lo hace caer, caer justo al lado de su amigo Carlos. AHORA ME LA VAN A CHUPAR LOS DOS, PUTOS DE MIERDAAAA, aúlla mi machito Marcelo, más temible y loco que nunca. Al rato veo que los dos están como ateridos pero les debe gustar porque por momentos parecen famélicos de la verga de mi machito y se la disputan entre ellos. En un momento Marcelo, más loco y al palo que nunca, lo aparta de un manotón a Renzo y lo obliga a Carlos a ponerse como una perra, en cuatro patas, Carlos obedece y Marcelo le dice a Renzo: "Dale, puto vos también, que la puta te lave bien las bolas y el palo". Renzo complacido dice que sí. Pone su miembro en la boca de Carlos, al que mientras tanto mi novio Marcelo le va preparando el culo, escupiéndolo bien adentro del culo, abriéndole los cantos y poniéndole tres dedos mugrientos y sudados bien hasta el fondo del ano.

Al minuto no más, cuando Marcelo pone su miembro a rojo vivo en el culo de Carlos, lo hace gritar, parece que a Carlos le duele hasta morir, por lo que mi machito le dice a Renzo que le ponga bien las bolas y la poronga hasta la garganta, para que nadie lo escuche gritar. Lo veo entonces a mi machito Marcelo cabalgándole el culo a Carlos, parece como que lo quiere matar, veo su lomo espectacular, su culo infartante, sus piernas duras y macizas temblando como un loco sobre el culo del pobre Carlos, quien no para de succionar las bolas y el pene de Renzo, lo bloquea totalmente, lo estrecha contra el piso al pobre Carlos y le entra a dar y a dar, le da tanta masa y el otro no puede siquiera mover un brazo, Marcelo lo cabalga como si el culo de Carlos no tuviese fondo. Cuando eyacula le deja toda la guasca adentro, veo sus gestos espasmódicos, su cuerpo totalmente empapado y chorreando transpiración, y cuando saca su verga totalmente sucia del culo de Carlos, por una décima de segundo tengo la sensación de que mira hacia arriba, para fijarse si estoy mirando. Yo me escondo mejor, pero sigo viendo. Renzo no para de darle poronga a Carlos por la boca, y Marcelo entra a retarlo y a querer golpearlo como para apartarlo. Carlos queda en su posición de hembra, como a la expectativa, con el culo al aire chorreando la guasca de mi machito y un gesto de puto estúpido que no le queda nada mal. Renzo y Marcelo entran a pelear, Renzo quiere eyacular pero mi machito no lo deja. Carlos tiene tanto miedo que no dice nada. Renzo no retrocede y le hace frente a mi machito Marcelo hasta que en un momento parece recapacitar y lo mira a Carlos. Parece que le pregunta a Carlos si se va a dejar coger por Renzo. Veo que Carlos aunque está cagado de miedo asiente con la cabeza frenético.

"Sí, sí quiero, dejalo nomas", escucho que le dice. Entonces primero Marcelo hace un gesto como de asco, de disgusto, pero después se encoge de hombros. "Ma sí, puto de mierda vos también", escucho que le dice mi novio a Carlos, y Renzo sin demorar un segundo lo agarra a Carlos, le levanta las patas, las pone sobre sus hombros y le empieza a dar, cosa que Carlos parece disfrutar hasta el paroxismo, porque al segundo ya está gritando como una perra en celo, como una puta encantada que le fusilen el ano, y ya el miembro de Renzo se le mete hasta el fondo haciendo tintinear sus bolas llenas de guasca burbujeante contra los cantos del culo de Carlos. Marcelo mira todo esto con cara de asco y disgusto, y en un momento de nuevo mira hacia arriba. Zas, la puta madre, esta vez me vio.

No hice a tiempo de esconderme. Marcelo se dio cuenta de que los estuve mirando todo el tiempo. No sé qué hacer, me escondí de nuevo pero tengo la sensación de que algo anda mal. Al rato escucho gritar a un animal endemoniado. PUTO DE MIERDAAA, PUTOOO, TODO ESTO ES CULPA TUYA DEGENERADO, PUTOOO, RE PUTOOO....

Tengo tanto miedo que no sé qué hacer. Boludo como soy, me encierro en el baño. Trato de tranquilizarme. Para qué me encierro en el baño, me digo a mí mismo, si tengo la puerta cerrada con llave, no va a venir hasta acá. No me puede hacer nada...

Noooooooooo. No no no noooo. Puta madre. No me di cuenta y Germán cuando se va nunca cierra con llave. El depto. esta totalmente abierto y si Marcelo se dio cuenta en cualquier momento puede entrar. Pero no. Me doy cuenta de que es una locura. No puede estar tan sacado, para qué mierda va a querer entrar. Me respondí a mi mismo (tan boludo soy): "Para fajarte, Marianito, para qué va ser, para achurarte puto de mierda, mañana mismo salís en Crónica hecho otro fiambre de puto".

Salgo como una tromba del baño para cerrar con llave la puerta del depto.

Tarde.

Esta ahí.

Me mira con las llaves en la mano, como gozándome, desafiante, y no parece para nada loco. Al contrario, hasta parece simpático. Cuando trato de fingir tranquilidad y preguntarle quién es, entra a cagarse de risa y no me responde una palabra. No sé qué hacer. Estoy cagado de miedo, pero a la vez estoy casi en bolas, solo con el shortcito, y se me nota el culo al aire y el mástil totalmente hinchado y enfebrecido de deseo por tener enfrente a mi machito en calzoncillos, a Marcelo, a mi novio fantaseado, a ese pedazo espectacular de macho hermoso y radiante.

Marcelo no dice una palabra. En un momento se deja de reír y con el mismo gesto canchero y sobrador, muy tranquilo, se señala el bulto, saca su mástil al palo por la bragueta del calzoncillo, y me indica sin palabras que me arrodille y que empiece a chupar. Cuando intento bajarle el calzoncillo, bien guaso y autoritario no me deja. Ya sé, entiendo su gesto. Lo que quiere Marcelo es que le bese las bolas y empiece a chuparle el bulto de la poronga sobre el calzoncillo, con el calzoncillo puesto.

Al minuto ya estoy entrando como desesperado a lamer sus bolas empapadas de sudor, le bajé apenas unos milímetros el calzoncillo para que sus bolas y su pene tomen contacto con el aire, hay un olor a chivo que espanta, tengo ante mí un pedazo de cuerpo de varón alzado que ni yo mismo puedo creerlo, creer que sea tan hermoso, tan macizo, fuerte como un roble, palpitante, totalmente encendido, lleno de guasca burbujeante, haciéndole sentir a mi machito lo que en realidad Marcelo es: un animal, varón, con sus instintos animales masculinos perfectamente intactos y al acecho, y un putito arrodillado ante él dispuesto a complacerle todas sus necesidades y caprichos sexuales.

Cumplo mi misión, chupo sus bolas, beso su miembro, me lo meto en la boca, se la chupo mejor que nadie, enjuago sus bolas, se las sostengo y acaricio con las manos cuando mi lengua hambrienta encuentra su glande. En un momento, de nuevo sin palabras, Marcelo me toca el hombro para indicarme que tengo que parar. Me hace gesto con las manos de que me levante.

Cumplo. Lo hago.

Recién ahí escucho su voz:

—Primero. Me tengo que pegar una ducha. Segundo, mejor que te apures, me tenés que lavar vos y me la seguís chupando. Dale que estoy todo chivado. Pero acá no te voy a garchar.

No sé qué decir. Le tengo a la vez tanto miedo y lo deseo tanto. No sé si decirle que en realidad sueño hace días con que es mi macho fabuloso, el hombre de mis sueños. Se me nota que quiero hablar pero no me salen las palabras. Entonces, con su tono reo y su arma que sigue totalmente al palo y apuntándome, Marcelo dice con unas pocas palabras, muy secas:

—Acá sólo me la chupas. Garchar no. Garchar te garchamos los tres. Abajo. En la obra. Dale apurate, puto, seguime chupando en la ducha que nos están esperando abajo.