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A su Majestad, el Macho

en Gays

Nahuel, prostituto callejero, y su Majestad, el Macho

para M, por supuesto

Primera parte

Nahuel miró tristemente por la ventana del bar de Corrientes y Callao y suspiró una vez más. La mano venía dura. Había poco, prácticamente nada de trabajo en ese tórrido, cruel verano de Buenos Aires. Casi nadie había quedado en esta incinerada ciudad. Nahuel tenía que pagarle esa noche sí o sí a la dueña de la pensión, si no lo iba a echar. De algbún modo tendría que ingeniárselas para conseguirse algún dinero. Encima tenía una calentura, un morbo tal que dentro de su short bullía un calor que le atravesaba las piernas, el culo, los genitales, las bolas, la verga sedienta, hambrienta, cargadísima de semen espumoso y humeante...

Llamó al mozo y dejó casi todo el poco dinero que le quedaba para pagar el café, lo único que había podido pedirse... Antes de irse y salir de nuevo a la ciudad incinerada, prefirió subir al baño y echarse un meo. Así, de paso, por lo menos podría manosearse un poco las bolas y el palo, que estaban totalmente urgidos de sexo con un macho... Cuando entró al baño vio a un tipo cuarentón, muy bien vestido, que le echó una mirada bien lasciva y degenerada a Nahuel mientras se echaba su meo de parado, frente al mingitorio.

Nahuel estaba mejor equipado que nunca. Cuatro horas de gimnasio al día, espléndido en sus 24 años recién cumplidos, bien morocho, de liso pelo oscuro, bien cortito, y una irresistible cara de nenito degenerado. Se había puesto la ropa con la que mejor le había ido siempre para cazar clientes, esos putos ávidos de sexo juvenil y guarro como el que podía prodigarles Nahuel. Un short deportivo, originariamente azul claro, pero que después de tantas lavadas y sobre todo tanto manoseo masculino, había quedado algo gastado y le daba ese aspecto reo y atorrante que Nahuel sabía que era lo mejor de él. Le marcaba un orto espectacular, de glúteos duros y redondeados, y sobre todo, porque tenía unos pronunciadísimos tajos a los costados de cada pierna (supuestamente para mover más ágilmente las piernas para correr en un partido de fútbol), le marcaba prácticamente todo el sinuoso, apetecible camino a sus genitales, dejándolos ver algo entre sombras. Tenía un slip blanco, bastante rotoso y usado, a propósito bastante flojito, cuestión que pudiera verse bien el movimiento interno de las cargadas pelotas del machito prostituto barato, bien atorrante, dispuesto a todo con tal de cobrar unos mangos. El short era de fútbol como dije, pero de los que se usaban antes. Bastante bastante cortito, cosa de mostrar bien las gambas musculosas y apenas algo velludas, y cuestión sobre todo de que ante la más mínima alzada de verga, el preciado bulto genital se hinchara bien y mostrara en todo su juvenil, atorrante, reo esplendor, a su lindo machito de 24 años.

Nahuel se puso apenas algo atrás del cuarentón. Está bastante pasable el veterano, se dijo Nahuel. Se irguió bien y aprovechó que estaban los dos varones solos en el baño para, con total desfachatez, bajarse totalmente el short y mostrar el palo alzado y guerrero. El viejo puto apenas se sonrió y quedó en un lascivo gesto absorto de macho que le humedecía los labios y le hacía abrir la boca, sedienta de verga de ese machito espléndido, esa adorable mercancía sexual que era Nahuel. El tipo no tardó en meterse en el cuartito con inodoro que tenía a dos pasos y se quedó arrodillado, sumiso y hambriento, abriendo bien su boca mojada de puto cachondo para recibir cuanto antes el brío sexual de ese pichón infartante que apareció en el baño. Pero cuando Nahuel le puso la verga caliente y dura a dos milímetros de la cara al puto, expeditivamente le preguntó: —¿Y cuánto estás dispuesto a pagarle a este machito por un buen pete, papi?

Menos mal que preguntó. El viejo puto puso una cara rara, se enredó en sonidos y monosílabos rarísimos, y lo poco que entendió Nahuel mientras, hosco y enojado, se subía el short, era que el puto no tenía un mango. —Ma sí, puto de mierda, dale ese culo recién cagado a un perro de la calle para que te lo chupe un poco, viejo marica puto de mierda —le dijo Nahuel mientras se echaba un rápido meo al lado del viejo, mojándole un poco el traje de paso, y se mandaba a mudar.

Todo venía peor que nunca. Encima tenía hambre. Hambre no sólo de poronga, el estómago le hacía ruido de tanto haber comido en los últimos días únicamente boludeces que no llenaban ni alimentaban nada. Encima le costaba disimular la erección ahora con ese yorsito, y ya estaba cruzando la casi desierta avenida Corrientes. La puta madre, qué calor... entre la calentura sexual que tenía bramando entre sus piernas, dentro del short, y los casi 42 grados de sensación térmica y el enojo por ese puto viejo de mierda que no había querido garparle a este lindo machito, Nahuel tenía una mala onda que se cortaba solo. Si no escupía guasca pronto y se mandaba un buen polvo, Nahuel sentía que el short le iba a estallar en cualquier momento.

Dio un par de pasos pero nada, nada, nadie... Si seguía así se iba a derretir con ese calor de mierda, y encima no pasaba un alma. Más que una de las avenidas más céntricas de la ciudad, esto parecía un desierto o un pueblo abandonado. Nahuel trataba de no entrar a ningún negocio porque lo miraban mal y no podía exhibirse ni ofertarse tranquilo, siempre aparecía alguien de seguridad que le preguntaba qué quiere señor y después lo echaba. Ya no tenía más plata para cafecitos ni nada. Y en la calle no pasaba un alma. Puta madre que me recontramil parió a mí y a este guacho verano de mierda en esta puta conchuda ciudad, maldijo Nahuel. Se estaba derritiendo. Sudaba y chivaba como un desgraciado. Estaba casi empapado. Pocos autos. Y ningún conductor paraba un poco ni para preguntarle la hora. El yorsito se le estaba empapando, sudaba hasta por el culo el pobre Nahuel.

Se metió, como había hecho ya otra vez, en un negocio de la esquina que era librería y disquería. Por lo menos tenía aire acondicionado y podía estar un buen rato haciendo como que miraba discos o libros. Además, Nahuel estaba con presentimiento de que ahí adentro podía haber algún puto y podía hacerse alguna transa. Los putos siempre tienen guita y son cultos, se la pasan comprando esas boludeces que venden acá, pensaba Nahuel.

También muy poca gente adentro. Lo más gracioso fue la mirada lasciva, incitante con que le chupó todo el cuerpo semidesnudo y mojado a Nahuel el tipo de seguridad. Guauuu, encima así, de uniforme, pantalón azul, corbatita, camisa blanca: Nahuel estaba erizándose. Pero mejor no darse manija. En todo caso podía usarlo de cómplice para que no lo echara. Pero los tipos de seguridad, si bien cogían mejor que nadie, en el mejor de los casos le iba a querer sacar unos mangos a él, a Nahuel... Y colegas hoy, justo, era lo que menos necesitaba. Y de coger por placer únicamente, mejor ni hablar. Así que mejor no hacerse el bocho. El macho estaba para surtírselo bien, debía culear mejor que nadie... pero lo que necesitaba Nahuel era guita. Contante y sonante. Suspiró una vez más.

Agarró un libro. Juaaaa, justo este, se rió Nahuel, mientras lo apoyaba en una barra que habían puesto para que los clientes pudieran hojear los libros un poco, antes de decidirse si comprarlos. Guauu, qué bueno, mirá, justo encontrar acá un libro de chabones en pelotas, se reía Nahuel, que no podía entender el título porque estaba en inglés y decía grandes fotógrafos del siglo XX, o algo así... Aprovechó para echar una panorámica rápida al salón. Algunos chabones miraban discos del otro lado. Lo que tenía de bueno el lugar, además del aire acondicionado, era que podía estarse un rato ahí, mostrándose en shorsitos y ofertándose, y jugar a la vez de los dos lados, porque del otro lado los peatones también podían verlo por el vidrio. Igual en la parte que estaba él, la de libros, había pocos chabones.

Nahuel dirigió otra mirada furtiva y rápida al tipo de seguridad que estaba en la puerta del local. Ya lo había fichado. Sabía que Nahuel estaba laburando. Frente a la mirada interrogativa del pibe prostituto, el tipo le hizo un seco y penetrante gesto con la cabeza como diciendo que sí, que todo estaba bien, que no lo iba a echar... Por ese lado todo bien, entonces, se dijo Nahuel. Después le hizo otro gesto con la cabeza al chabón como para preguntarle si después podía pasar para ofertarse en la parte de discos. Con el mismo gesto lascivo y adusto, el de guardia le marcó 5 con los dedos. En 5 minutos no hago nada, papi, se dijo Nahuel, así que se quedó ahí, con el libro de los chabones en pelotas. Abrió bien las gambas. Lo miro al de guardia. Se dio cuenta Nahuel de que el tipo estaba reventando el calzoncillo y estaba totalmente al palo, porque la verga estaba pujando el pantalón azul de uniforme hasta casi atravesarlo, haciéndole vibrar el culo de Nahuel, quien se dijo, otra vez, "mejor no me caliento que éste no garpa".

Siguió posando, como haciéndose el distraído, con las gambas ligeramente abiertas, en algún momento se puso la mano entera adentro del short y empezó a rascarse las bolas, soltando todavía un poco más el rotoso y gastado slip blanco, ya de por sí bastante sueltito... Nada.

Igual Nahuel sabía que, si tenía que seguir haciendo como si leía, no iba a poder mirar más para atrás, que era de donde podían venir los putos. Así que siguió mostrando gambas y bulto, manoseándose cada tanto las bolas dentro del short, y hacía como que leía con mucha atención, y para eso aprovechaba de erguirse un poco y marcar el culo bien parado para los que miraran de atrás.

Igual, pasaron 10, 15, 20 minutos y nada. Nada ni nadie. Esta noche duermo en la plaza por lo visto, se decía Nahuel, desesperado, angustiado, cachondísimo, muerto de hambre e infartante en esos shorts marcando un cuerpo juvenil, infartante, atravesado poro a poro por el deseo sexual más desesperado que tenía en mucho tiempo. Ningún papi me salva hoy con garcha, la concha de mi puta madre, se decía Nahuel...

El pobre Nahuel casi se olvida de todo. Entre el hambre, el relax que le estaba dando el aire acondicionado a su desesperado y transpiradísimo cuerpo y la calentura sexual que lo atravesaba de pies a cabeza, se había quedado un poco entredormido, ya estaba olvidándose de todo. Por eso lo sorprende de repente una voz que le dice desde atrás:

—Lindos shorts, ¿eh?... Qué lindos shorts, pibe...

Nahuel no se da vuelta pero abre súbitamente los ojos, que se le habían caído por el sueño y la pesadez. No sabe por qué pero prefiere no darse vuelta, además de repente la poronga le saltó apenas escuchó esa voz masculina y recuperó todo el brío y la desesperación, y tenía un pedazo de erección que incluso le dolía un poco el miembro.

—Eh... eh... gracias, señor...

"Me tengo que dar vuelta, qué me pasa, ¿me estoy poniendo pelotudo justo ahora?", se recrimina Nahuel que sin saber por qué sigue sin poder girarse. Escucha la misma voz masculina, penetrante, honda, profunda, que le pregunta ahora:

—¿Dónde los compraste, pibe?

Nahuel aprovechó la pregunta para defenderse de ese ataque de timidez y torpeza que inexplicablemente le estaba dando. Aprovechó para tirarle onda al chabón a ver si la agarraba.

—Me la regaló un señor... Ejem, sí, eh... Un regalo...

Nahuel no podía parar de putearse a sí mismo. No sabía qué le estaba pasando. Un raro estremecimiento de ardor, un calor sexual trepidante lo estaba atravesando. Y justamente ahora. No sabía qué hacer. Cada palabra que había salido de esa voz de varón, sensual pero algo autoritario y distante, esa voz rotunda, penetrante, que invadía los oídos y el cerebro sin siquiera levantar el volumen, lo había hecho estremecerse hasta el culo.

Nahuel rápidamente decidió meterse de nuevo la mano en el short. Se rascó despaciosamente, provocativamente, las bolas. Aflojó del todo a propósito el slip, hasta que casi se le estuviera cayendo. Siguió marcando el culo como él sabía que tenía que hacer. En el manotón que se metió él mismo adentro del short, aprovechó para bajárselo un poco, apenas un poquito y mostrar un poco más el borde del culo. Siguió sin hablar y el tipo fue el que siguió la conversación:

—Ahora no sé qué me gusta más, francamente... si el short o el dueño, jeje... Más ahora que sé que es un lindo pibe que acepta regalos de un señor, ¿no?

Nahuel se sintió más pelotudo que nunca al decir solamente: —Y sí... Un señor generoso siempre es bienvenido, ¿no?, jeje, más en estos tiempos, ¿no?... eh... eh...

Tenía que darse vuelta. Cuanto antes. Mostrarse todo. Sabía que era un machito espectacular, un chaboncito irresistible, ¿qué mierda me está pasando, carajo, qué mierda me está haciendo este tipo?

Juntó todo el coraje que pudo y finalmente se dio vuelta para enfrentarlo al tipo ese.

Pobre Nahuel. Casi le da un infarto.

No entendía nada.

Le contaría después a sus amigos Marcelo:

"Apenas lo vi al pibe ese, me di cuenta que era exactamente el tipo de pendejo que estábamos buscando con Carlos. Si lo hubiéramos diseñado por Photoshop y hubiéramos mandado un pedido con el diseño a una agencia de prostitutos, no nos habría salido tan bien. Ni tan barato, obvio. El pibe se está regalando. Ni idea tiene de lo que vale. Yo había entrado a ese lugar de mierda un poco por el calor y otro poco para ver si había un concierto de Monk con Coltrane que por supuesto no estaba.

El pibe no debe ser muy alto y no debe tener más de unos 20 y pico de años. Más bien petiso, pero totalmente masculino y juvenil, bien reo, y un cuerpo y un lomo espectacular. Se le nota que no es de la ciudad. Un pichón, bastante rústico, bien rudimentario y bien barato. Justo lo que estábamos buscando. Lo veías y ya te lo querías coger. Era una mascota sexual de primerísima calidad, exactamente el tipo de material en bruto que teníamos ganas de usar con Carlos. Bien morocho, apenas algo velludo, muy futbolero. Que se hubiera puesto así como se puso el short que se puso, te muestra qué tipo de mercadería sexual es el pendejo. Sale a matar y no le tiene miedo a nada ni a nadie el machito. Un puto de primera, un machito ejemplar. Entre las piernas y el culo que tiene y la manera barata y guasa de mostrarse y de ofertarse, te lo querés morfar apenas se te ofrece. Es tan bruto que le sale una inocencia de pibe bien masculino, sumamente elemental, que es capaz de creerse el verso que le tires, por muy inconcebible que sea. Del orto es, honestamente, uno de los mejores que he visto en mi vida. Se banca ese culo dos pijas ensartándolo a la vez como si fuera una hembra, tiene una dilatación increíble. Le gusta la pija y se pone como una putita encaprichada y desesperada apenas se la sacás. Ese pibe nació con ese culo para que se lo ensarten todo el tiempo, sin respiro. Se merece un macho infatigable porque el nene no para de pedir más y más verga, más y más guasca. No hay con qué darle, y creánme: culeando, el pendejo tiene una fuerza imparable, hay que tener con qué para seguirle el tren. Apenas agarra al puto, le clava la verga de una hasta el fondo del ano y se lo parte en 4, sin piedad y sin respiro. Uno de los pibes mejores culeadores que puedas imaginarte, descansa un poco y ya le vienen de nuevo las ganas de garchar. Tira guasca como quien respira, bien bestia, sin la más mínima demora. Si quiere más garcha te agarra el culo de nuevo y listo, te la hunde otra vez. No pide permiso, tampoco. Era justo lo que necesitábamos para cruzarlo con Marianito.

De la verga ni hablar. Tiene las pelotas bien cargadas, de guasca siempre caliente, y el miembro no le debe medir menos de unos 18, calculo. La cosa es que se pone al palo apenas le mirás el culo. La cara de nene reo y atorrante que se quiere hacer el machito adulto es una de las cosas que más al palo me puso. Te quiere hacer creer que él te maneja a vos, pero en el fondo es un nene buscando macho, y apenas te ponés un poco autoritario y paternal se te derrite entre las manos, y le hacés lo que querés. Cuando me dijo cuánto quería cobrar, me costó no cagarme de risa en la cara. El nene ni sabe lo que tiene con ese cuerpo y ese sexo. Con ese short, esas gambas, ese culo y ese palo podría estar laburando, por ejemplo, para turistas millonarios que le garpen en dólares unas 15 veces más. Pero es tan bruto y pelotudo que desconfía, o peor, ni debe imaginarse que los ejecutivos de multinacionales cogen. Quiere hacerse el machito grosero y te pone al palo cuando lo intenta, pero es nada más y nada menos que un pendejo sediento de guasca. Bien atorrante, sumamente experimentado, bien bruto, inocente hasta el colmo y con un infinito amor por la poronga. ¿Qué más puede pedirse?

Exactamente el tipo de pendejo que estábamos queriéndonos hacer Carlos y yo. La suerte la tuve yo. Pero yo sabia que si le hubiera tocado a Carlos se habría apurado igual que yo. Era exactamente EL pendejo que estábamos necesitando desde hacia meses y meses y que no podíamos encontrar.

Ahora lo teníamos servido. Ahí estaba. Y Marianito en casa."

Nahuel estaba casi infartado. El culo le palpitaba. El short se peleaba con él, que trataba de controlarlo, porque la terrible erección que tenía en la verga amenazaba con despedazarlo.

Ese macho era increíble. Marcelo le dijo que se llamaba. Nahuel estaba tironeado entre el cagazo que tenía frente a ese macho imponente y esa timidez que le había agarrado que no le dejaba ni decir mu. Tenía miedo, pavor de que ese macho quisiera cobrarle a él. Porque ese tipo de machos como Marcelo no era de los que andaban necesitando pagar para coger. Y Nahuel tenía miedo. Pavor de que quisiera cobrarle Marcelo a él. Obvio, de haber tenido la guita, Nahuel le pagaba. Qué pedazo de macho... Infartante. Espectacular. Qué onda varonil que tenía, capaz de partir la tierra en dos donde pisara su territorio el macho.¿Qué podía querer semejante pedazo de macho como Marcelo con un putito atorrante y barato como él?

No era tanto el aspecto, ya de por sí contundente, regio, sino básicamente la onda que tenía. Ese terrible aroma varonil que irradiaba el tipo. Tenía un olor a macho que te abría el culo de sólo sentirlo.

No debía tener más de 41, 42 años. Complexión exacta. Estaba vestido con bermudas y una chomba, todo de color claro. Nahuel calculaba que la chomba sola debía salir 3 o 4 veces lo que cobraba él por un servicio completo, bucal, un pete con acabada y una buena garcha en el orto. Las piernas eran delgadas pero fuertes, algo velludas, bien masculinas. Palpitaba un buen bulto en esas bermudas.

Pero sobre todo el pelo. El pelo y la mirada.

El pelo totalmente corto, casi rapado, bien marcial, apenas entrecano. Ese pelo le daba un aire de sargento o algo así, pensaba Nahuel. Y con esa mirada de milico arisco y medio malo, pero a la vez bien justo, totalmente equilibrado, le hacía palpitar el culo. Porque el tipo además de dar miedo compensaba, y eso era raro para Nahuel, porque a la vez le daba una confianza total. Algo lo hacía sentir a Nahuel totalmente obediente, sumiso pero a la vez confiado. Tranquilo. Tranquilo, confiado, como... como protegido...

El tipo no debía medir más de unos 1.74 de estatura. Y no era tan pesado, era más bien delgado. Los brazos medían una musculatura exacta, recia, marcando un cuerpo bien fibroso y macizo. Qué macho. Qué pedazo de macho. A su Majestad el macho Marcelo, se dijo a sí mismo nerviosamente, con una risita boluda, Nahuel.

El chabón casi no hablaba.

La transa había sido rápida. Cuando Nahuel le dijo lo de guita el tipo hizo un gesto raro, pero asintió sin decir nada. "Estoy cerca. A dos cuadras. Por la guita no te hagás drama, pibe. Vos seguime".

Y Nahuel había obedecido. Quiso hablar. Como había visto que el tipo había estado mirando discos, Nahuel no quiso quedar como un boludo. Y le preguntó: ¿El último de Damas Gratis te va? ¿Tenés los de Diego Torres?". El tipo al principio lo miró raro. Pero no dijo una palabra.

Qué hijo de puta el macho. Lindo pero bien hijo de puta. Y además el cabrón no decía una palabra. Caminaba por la calle, pero le había avisado que no quería que Nahuel le caminara al lado. Siempre atrás. Que lo siguiera. Y cuando Nahuel le hablaba el tipo no soltaba una palabra. Ni lo miraba siquiera.

Ya lo había inspeccionado. Ya lo había seleccionado.

Ya lo había elegido.

Eso era él, Nahuel. El elegido.

El elegido para ser su esclavo.

Todo había sido muy raro desde el principio. Raro, pero muy varonil. Como el macho este, Marcelo. Raro, algo hijo de puta pero excitante. Excitante como la puta madre que me parió, se dijo Nahuel, con otra risita boluda, toqueteándose de nuevo el yorsito transpirado.

Cuando el Macho entró al edificio lo hizo seguido por Nahuel. Un tipo uniformado se incorporó bien. Nahuel lo vio al tipo y pensó que iba a hacerle una venia a su Macho. Pero no. Simplemente lo saludó con mucho cuidado, como con miedo. Y ni lo miró a Nahuel. Como si nada.

El Macho vivía en el último piso. Tampoco le habló en el ascensor. Pero sí lo inspeccionó una vez más. Ahí recién Nahuel verificó otra vez que su Macho estaba caliente. Pero no lo tocó. Le miró mucho el yorsito, más relajado, más lascivo, no tan antipático como en la calle. Le miró mucho el bulto. Después farfulló algo y Nahuel se dio vuelta porque entendió que tenía que mostrar el culo.

¿Será trolo este, con ese aspecto de macho infartante que tiene? ¿Se morfará la verga, o será de los que parecen machos pero les gusta que uno los trate como minas, les ponga una bombachita, los faje un poco y toda esa onda? Nahuel tenía un poco miedo porque se intuía que no. Este Marcelo enigmático y algo jodido, bien parco, tenía un aroma a macho que te tumbaba. Este cuando me agarre me parte el culo en cuatro, se dijo, temeroso pero cachondísimo, Nahuel.

El depto. era un despelote. Nahuel no lo podía ni creer.

Se entraba al depto. y te enfrentabas con un living. Después por lo visto la cosa seguía, había puertas que comunicaban por lo visto a más habitaciones dentro del depto. Su Majestad el Macho tenía todo el piso para él. El living solo debía medir 7 veces lo que la pieza de Nahuel en su mugrienta pensión. Había plantas, esculturas de chaboncitos medio en bolas que parecían re trolos. Había aire acondicionado, además, que por lo visto funcaba todo el tiempo... ¿O había alguien más en el depto. de su Macho? Él no le había dicho nada de eso.

Todo terminaba en un espectacular balcón terraza. Pero de afuera no se veía nada porque todo estaba medio en penumbras, por las cortinas beige que estaban corridas...

Su Macho lo miró una vez más. Lo miró chupándolo todo con la mirada. Nahuel se sintió protegido otra vez, por momentos su macho le daba cagazo, pero después como confianza... Era raro. El tipo ni hablaba. Lo miraba bien lascivo y sin tapujos al yorsito, a las gambas, el bulto, el culo...

—Levantá los brazos, pibe...

Nahuel lo hizo.

—Date vuelta, mostrame el culo sin bajarte el yorsito.

Nahuel obedecía.

—Bajate ahora un poco el short. Date vuelta de nuevo. Bajateló solamente un poco para mostrarme un poco el vello y cómo te empieza la verga...

Nahuel estaba poniéndose al palo. Se puso como a él le gustaba. Bien reo, guasito, bien atorrante. Se ofertaba, bien barato y bien dispuesto, a su Macho infartante de pocas palabras. El tipo miraba mucho pero ni se tocaba ni lo tocaba a él. Solamente hablaba para dar órdenes. Como si nada, seco como siempre, le dijo:

—Esperame acá, pibe... Ponete cómodo. Sacate todo, zapas, camiseta... El short no. Te quiero con el short. Perame acá.

Demoró como quince minutos el tipo. Se inquietó Nahuel. Cada vez entendía menos. Y todavía no había visto ni un puto billete. Estaba pensando si mandarse a mudar. De repente, se sintió para el carajo. Escuchó, pese a la voz baja, cuchicheante, que Marcelo estaba hablando con alguien. Y una voz de varón que retumbó como la puta madre en el depto. en penumbras y silencioso, le respondía a su Macho. Se sintió traicionado. Su Macho no le había dicho nada de que había otro coso esperando. Si quería partuza con un gomía por lo menos que le avisara, mierdaaa... ¿Quién carajo se creían que era él, che?

Cuando finalmente reapareció de una vez su Macho, Nahuel de nuevo se quedó sin palabras.

No estaba desnudo del todo. No, qué va...

Su Macho salió de una puerta, seco y serio, sin decir una palabra. Estaba semidesnudo. Se había dejado únicamente un calzoncillo blanco. Un calzoncillo de tela, blanco, completamente liso. Ni una mancha, ni una sola arruga. Perfecto el calzoncillo. Y el Macho estaba espectacular.

Pero Nahuel lo notó distinto. Mucho más infartante, mucho más Macho, apetecible pero... Pero mucho más severo. Tenía una cara de hijo de puta que Nahuel sintió miedo. Mamita, me quiero ir, me chupa un huevo la guita ahora, se dijo Nahuel, aterrorizado. No le gustaba nada cómo lo miraba ese Macho en su calzoncillo, perfectamente semidesnudo, con un gesto que le hacía sentir a Nahuel que era un putito indefenso.

—¿Te pasa algo a vos, puto?

Nahuel trató de juntar coraje. Carraspeó pero la voz de machito no le salió. En cambio, le salió una vocecita de nene puto suplicante. Trató de explicarle que no había cobrado, que no entendía que hubiera alguien que...

—Estás bueno, puto. Te voy a usar. Te vamos a hacer mierda. Vos te callás la boca porque sos un puto roñoso. Un puto marica de la calle que no vale una mierda. Así que mejor obedecé a tu Macho.

—Pero, señor, la plata que yo...

—Me cago en lo que vos necesitás. Si sos una perra sarnosa de la calle que se regala por unos mangos...

Nahuel lo miró. No sabía qué decir. Se sentía una mierda.

Y fascinado. Totalmente fascinado.

Qué pedazo de macho. Qué porte. Qué macho tan macho.

No sabía qué decir, ni siquiera podía moverse. No podía reclamar nada. Estaba aterrorizado. El short casi le saltaba de la erección.

Fue el Macho el que siguió:

—Lo primero es desinfectarte. Hay que ver la de guasca de negro roñoso que te habrán tirado, puto marica de mierda. Tenés un culo espectacular, sos un chaboncito barato pero estás bueno como la puta madre. Pero hay que desinfectarte. Yo así no te puedo usar.

El tipo estiró un brazo señalando una puerta por la que debía cruzar Nahuel. Lo hizo. Apenas el Macho lo vio caminar, le espetó:

—Así no, puto roñoso. Como corresponde. Como lo que sos. Un puto roñoso y barato.

Nahuel lo miró suplicante. No sabía qué había hecho mal. No podía quitar la vista del calzoncillo blanco del Macho.

El Macho agregó: —Arrodillate. Andá gateando. Como corresponde. Sos un puto barato, un inferior. Y un Macho te va a usar. Gatéa. Arrastrate. Andá enfilando para el baño, puto de mierda.

Nahuel por supuesto obedeció. Su cuerpo ardía. Estaba más lascivo, más penetrado de lujuria que nunca. Todo eso que sentía en el cuerpo, ese hambre sexual desesperada, se la había despertado ese Macho semidesnudo, perfecto, superior, semidesnudo en su calzoncillo blanco. Cuando Nahuel entró al baño y se metió en la bañera, tuvo el impulso de abrir una de las canillas para empezar a mojarse. Un solo gesto adulto de su Macho en calzoncillos le hizo entender que no. Esperó.

Su Macho vino con una manguera, de esas que se usan para regar jardines. Nahuel no entendía nada.

Nada entendía, el pobre... Era un puto desesperado. Un puto muerto de amor y de un hambre sexual que le atravesaba todo el cuerpo y acababa en su culo latiendo de lujuria. Estaba expectante, silencioso.

Su Macho no entró a la bañera. Apenas lo rozó al puto Nahuel, enfundado todavía en su lujurioso yorsito reo y barato, cuando puso la manguera en una de las canillas.

—Vos sos un Puto. Para lavarte bien ese culo piojoso necesitás de un Macho.

Nahuel no dijo palabra. Asentía a todo. Tenía la mirada clavada en el calzoncillo del Macho.

—Te voy a desinfectar yo mismo, putito mugriento...

Nahuel empezó a moverse. Escuchó la voz del Macho:

—Sin bajarte del todo el short. Abrí las piernas. Mostrá el culo. Abrí bien las cachas... Así, así, bien... Abrí bien ese culo roñoso, puto... Sentí...

(Continuará)

Marianito

yorsitoblanco@yahoo.com.ar

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