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Lo Logró (2)

en Trios

*** Si no has leído la primera parte, la tienes aquí: http://www.todorelatos.com/relato/66228/

Carlos se reía, burlándose de ella.

- ¿Te lo estás pasando bien, eh? Menuda putita estás hecha, guapa.

- Vamos, joder, ¿no está tu amigo ya aquí? Dos pollas en la habitación y no me acercáis ninguna todavía...

- ¿Quieres que volvamos a encender el juguete que tienes en el coño? - le replicó. Ella seguía en el suelo, con el consolador dentro...

- Quiero vuestras pollas, joder...

La cogió de la mano para ayudarle a levantarse.

Susurré a Carlos al oído, para que ella no pudiese escucharnos, que la pusiese como antes. Él lo hizo, la habló mientras la iba guiando para ponerla a cuatro patas en la cama.

- ¿Sabes? Mi amigo me acaba de pedir que te ponga a cuatro patas, como estabas antes mientras te follaba.

Ella le agarró la polla y la puso en la entrada de su coño.

- ¿Cómo que “como antes”? Qué gilipollas sois los tíos, ¿ya le has contado detalles?

- No, guapa. - la agarró del pelo y se la metió hasta el fondo, lo que la hizo soltar un gemido de aprobación – tengo que admitir que te he engañado. Él estaba aquí viéndote suplicarme que te follase.

- Hijo de puta – dijo ella, mientras comenzaba su movimiento adelante y atrás, follándose a Carlos. - ¿Es un mirón maricón que no piensa moverse?

Yo me puse delante, y, sujetándole la cabeza, le metí la polla en la boca para que comenzase a chupármela. Eso me permitía notar cómo él la embestía y la hacía gozar, notaba cómo su lengua se tensaba cuando la penetración era más profunda. Se notaba que la costaba mantenerla en la boca mientras era follada, pero se esforzaba por hacerlo. Nunca la habría imaginado tan caliente.

- ¿Sabes? - dijo Carlos – Hay chicas que identifican perfectamente una polla cuando la chupan. ¿Tú lo haces?

Por un momento se quedó paralizada. La quité la venda, pero mantuvo los ojos cerrados. La guié para que siguiese chupando. Carlos la agarró de la cintura para ser él el que llevase las riendas del polvo, ahora que ella había parado. La comenzó a follar con furia, disfrutando de la obra que había compuesto para hoy. Reía sin parar, orgulloso, triunfador, mientras se la metía más y más rápido. Este es el clímax, este es el momento en que la chica descubre que la polla, supuestamente ajena, que está chupando, es la de su novio, que le ha visto suplicarle a otro que le follase hace unos minutos. Y no sólo eso, ahora es compartida entre ambos.

Sin atreverse a abrir los ojos todavía, una lágrima comenzó a caer por su mejilla. La culpa. Carlos la penetraba hasta el fondo, y la azotaba el trasero, pero ella en ese momento sólo sentía culpa.

- Chupa – la dije, simplemente.

¿Y yo? No sabía que sentir. Recién descubierto que mi novia se follaría a otro, los celos no son un sentimiento tan claro. Supongo que sería porque ahora mismo no es con la cabeza con lo que estoy pensando. Joder, porqué negarlo, estoy viviendo la noche más excitante de mi vida. En el fondo había fantaseado con ello cientos de veces.

Le saqué la polla de la boca y bajé para poner mi cara a su altura. La besé, calmadamente. Es difícil dar un beso tierno a alguien cuando otro la está follando y diciendo guarradas, creedme. Los labios nos golpeaban con cada embestida, lo cual estropeaba un poco el momento, pero parece que surgió efecto. Ella dejó de llorar y abrió los ojos. La susurré que la quería. Y que disfrutase de lo que queda de noche. Ella abrió los ojos como platos, mirándome sorprendida. ¿Para qué ceder a los celos? ¿Recriminarla algo? Joder, esto es sexo, sólo sexo. Y nos gusta.

Ella creo que me comprendió, y cerró los ojos para comenzar a disfrutar de la verga que se la estaba follando. Tímidamente primero, suspiraba y gemía entrecortadamente. Yo todavía estaba a la altura de su cara, dándola besos. Mi polla estaba a punto de reventar, llevaba demasiada tensión acumulada esa noche. Ella me susurró.

- Te amo. Te voy a dar la mejor noche de tu vida, todo lo que siempre me has pedido y más...

Se levantó y se arrodilló frente a mí. Ignorando a Carlos por un momento, me la lamió desde los huevos hasta la punta. Bastó un par de caricias de su lengua para que ocurriera lo inevitable y mi orgasmo se precipitase violentamente sobre su cara. Lejos de molestarla, me apretó los huevos como si quisiese dejarme seco, mientras los chorros impactaban en su rostro. Carlos nos miraba desde el otro lado de la cama masturbando su enorme verga, riendo. Mi esperma la comenzaba a resbalar desde el rostro a las tetas...

Me cogió de la mano y me hizo arrodillarme junto a ella. Nos besamos. Al hacerlo mis labios y mi cara se mancharon de mi propio semen. Comenzamos a hablar en voz baja, intentando rescatar un momento de intimidad en el dormitorio, aún bajo la mirada de Carlos.

- ¿Es esto lo que imaginas cuando fantaseamos al hacer el amor? - me dijo.

- Sí.

- Siento haberte engañado. - dijo, triste.

Llevé una mano a su coño, empapado, y la seguí besando.

- Ya está hecho y aquí estamos, juntos.

- No es sólo eso... Ni siquiera quiero parar...

- No lo hagas...

Me miró a los ojos fijamente.

- ¿Seguro?

- Seguro. Haz todo lo que desees.

Me susurró al oído una última vez por esa noche.

- Hoy voy a ser más puta que en tus fantasías. Y tú también.

Nos levantamos, y ella fue con Carlos. Se besaron mientras ella le agarraba la polla, sin abarcarla. Sin dejar de hacerlo, ella cogió la media que antes le cubría los ojos e hizo lo mismo con él. Le susurró algo y él se rió. Se sentó en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero. Ella se puso a cuatro patas y engulló su verga hasta que una arcada le impidió meterle más. Se frotaba el clítoris mientras lo hacía.

Por un momento paró de chuparle para hablarme.

Móntame, fóllame el culo...

No lo pensé dos veces. Cogí el lubricante que tenemos en la mesilla y me unté dos dedos. Entraron con facilidad. Unté bien mi polla y la puse en la entrada de su culo. Ella misma se lo fue metiendo poco a poco. Sin sacar la polla de Carlos de la boca ni dejar de masturbarse se metió la mía hasta los mismísimos huevos, y empezó a follarme. Despacio y profundo, su estrecho ano me mataba de placer.

Móntame, ponte sobre mí.

Me situé sobre ella, como dos perros. Ella gemía como tal, de hecho, sintiéndose follada por el culo y acariciándose. Notaba las puntas de sus dedos casi acariciando mi polla a través de una frágil membrana. La besaba en la nuca, a un palmo de su boca, empleada en la labor de introducirse cada vez un poco más de semejante estaca. A esta distancia podía notar sus venas palpitantes entre los labios de mi novia. Él tenía la boca desencajada de placer, y sus manos guiaban su cabeza... hasta ahora.

- Ponte las manos a la espalda, Carlos, o dejo de chupar.

Obedeció como un corderito. Ya no era el frío manipulador de antes, la boca de Marta estaba subyugando su voluntad.

- Métemela más, cariño. - me dijo a mí. Empujé hasta el mismo fondo de su culo, lo que la hizo gemir. La besé en la mejilla.

Carlos suplicó que retomase la mamada.

- No me dejes así, puta, hazme acabar ya...

Marta echó su cabeza un poco a un lado, y, retorciéndose, me besó. Con una mano guió mi cabeza hacia el sexo de su amante. Con los ojos me ordenó que chupase. Obedecí. Abrí la boca como tantas veces ella había hecho ya esta noche y, por primera vez en mi vida, una polla se posó sobre mi lengua. Salada y caliente. Y mojada, por el tratamiento que estaba recibiendo. Marta no dejaba de mirarme y de follarse, tanto conmigo en su culo como con sus manos. Contenía los gemidos para que Carlos no notase todavía el cambio. Yo comencé a chupar con más fuerza. Las venas que antes veía ahora estaban en mi boca, bombeando haciendo de dicha polla lo más duro que había visto nunca.

- Me voy a correr, puta. - dijo él. Ella se soltó y comenzó a gemir, también se iba a correr. Lo gritó, con todas sus fuerzas, todos nuestros vecinos debieron oir que mi novia se corría por la follada que se estaba cobrando por el culo, sin que yo, su novio, dejase de chupar la inmensa tranca de su amigo. Él no pudo aguantar y se quitó la venda.

- Joder – fue lo único que pudo articular.

Me agarró la cabeza y comenzó a eyacular en mi garganta. Era asqueroso, pero no podía dejar de tragar. Notaba su verga palpitante, y sus manos que no me permitían moverme. Y debajo de mí, mi novia, que vibraba en el final de su orgasmo, su ano se contraía sin control... hasta que yo mismo me fui a correr también. Carlos me sacó la polla de la boca justo a tiempo para poder gritarlo. Marta se apartó y recibió mi corrida en la boca. Grité como nunca. Cuando me vacié, nos besamos. Bebí de mi semen junto con el de Carlos, que nos miraba atónito.

- Joder, cómo habéis espabilado en una noche – nos dijo. Y no había acabado...