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Me apetece follar

en Hetero: Infidelidad

"Me apetece follar". Ese fue el escueto mensaje que le mandé a mi novio. Era sábado y me había despertado a las diez. Mojada, muy mojada. Joder, menudo sueño había tenido, recordando la noche anterior...

Ayer estuvimos en casa de un amigo, Carlos. De fiesta, ya sabéis: alcohol, música... Lo de siempre, pero bien. Buen alcohol, buena música, y buena gente. Era en un chalet apartado, grande, con patio, en el que podíamos bailar y cantar sin molestar a nadie. En una zona pija, muy pija, pero bien aprovechada, no como esos pisos que sabes que han costado un riñón y luego resulta que son una mierda.

El caso es que el dueño había juntado allí a veinte o treinta personas, de las cuales conocíamos a la mitad más o menos. Todos jóvenes, de nuestra edad. El caso es que, no sé porqué, me llamó la atención un chaval que iba en americana. Tampoco llamaba la atención (allí la gente iba, en general, muy bien vestida), ni era especialmente alto, ni guapo, ni tenía una polla descomunal (suponía). El hecho es que, por alguna razón, de repente me dí cuenta que llevaba un minuto siguiéndole con la mirada. Se sirvió una copa y dio una vuelta sólo. Una chica se paró a hablar con él. Él la miraba a los ojos, sereno, casi serio, pero ella apartaba la mirada sonriéndole, como tímida. Era extraño. La conversación apenas duró unos segundos, y se separaron. Él se movía entre la gente como si los demás, los chicos, le esquivasen inconscientemente, pero como si las chicas se viesen irremediablemente atraídas. Bueno, en el fondo, como yo ahora.

- ¿Tú también le conoces?

Una amiga se había acercado a mí sin darme cuenta siquiera.

- ¿Le conoces? - Repitió. La miré extrañada, y eso la valió como respuesta.

- Se llama José. Ni sé qué hace en la vida ni quién del grupo le trae a estas fiestas. Sólo sé que folla como un demonio.

Casi se me salen los ojos de las órbitas. Mi -aparentemente- recatada amiga María contándome cómo folla un tío, con su novio hablando con el mío un par de metros detrás.

- Es una cosa espectacular, ya lo verás. No es por lo bien dotado, que también, es por cómo lo usa. Y el hijo de puta lo sabe. Es un caballero el cabrón, ¿sabes?, te trata educadamente, no como si fueses su puta ni un polvo de una noche -que en el fondo es lo que eres- pero ninguna espera que le diga un "te quiero". Aunque bueno, cuando empieza su trabajo te olvidas de todo y te da igual.

Begoña, otra amiga, se alejó de su novio para hablar con José. También, brevísimo, pero esta vez ví cómo al separarse ella le metía un papel en el bolso de la americana. Él le dio un trago más a su copa y ella se metió al chalet.

- Allá va la primera – dijo ella. Yo no supe a qué se refería hasta que él entró en el chalet. Dejó la copa en una mesa, como si fuese al baño, y se fue hacia la casa.

- Es como lo hace, ¿sabes? Les da un taco de papeles, no más de cinco o seis, numerados, a sus conquistas, y ellas pueden solicitar sus servicios dándole uno de los papeles.

No me lo podía creer. ¿Así de fácil? Mi cara de sorpresa era un poema, así que ella abrió el bolso y sacó un papel. Era como una tarjeta de visita, pero sin nombres. Sólo un número de teléfono, un correo electrónico (que parecían más letras al azar que un nombre real) y nada más.

- Las conseguí antes de conocer a Mario – su actual novio - , no me tomes por lo que no soy.

- "¿Las conseguiste?" ¿No te las dio sin más?

- No, qué va. El contacto me lo pasó Begoña – la que ahora está en el chalet con él -. Llevaba un tiempo sin follar y estaba que me subía por las paredes. Le escribí, y me contestó en un par de días. Al parecer el cabrón pide referencias, y hasta que no estuvo con Begoña no me quiso hacer caso. Y no te creas que en el correo ya iba la cita... ¡Iba una prueba! El tío me hizo pasar tres pruebas hasta quedar con él. Eso sí, mereció la pena...

- ¿Qué tuviste que hacer?

- Primero, enviarle unas cuantas fotos desnuda, y después, un vídeo masturbándome. Y no sigas preguntando, la tercera prueba está prohibido contarla.

- Bueno, ¿qué igual da? Ahora tienes novio...

- Sí, bueno...

José salió del chalet como si nada. Begoña tardaría todavía un par de minutos. Se la notaba más alegre, salía radiante. Él se sirvió otra copa.

- ¿Cuántas tarjetas te dio?

- Esa vez, diez, pero le he dado otro par de contactos y me gané alguna más.

- ¿Y esa es la única que te queda?

María miró nerviosa a ambos lados y comprobó que su novio estaba lejos.

- No, me quedan dos. - De su cartera sacó otra, igual que la anterior, pero escrita de su puño y letra: "te espero en el trastero, trátame otra vez como a tu puta".

No daba crédito. Me cogió de la mano y me llevó con él.

- Hola, José. Esta es Marta – me presentó como lo más normal del mundo. Nos dimos dos besos. Olía bien, no sé qué colonia era pero me gustaba.

Hablaron durante un par de minutos de algo totalmente intrascendente. Si no supiese la historia que hay detrás de esto pensaría que símplemente hablan por cumplir, pero claro, ahora sé que son los preliminares. Ella le metió la tarjeta en el bolso y se fue.

- ¿Qué quieres tomar? - me dijo. La copa se me había acabado hacía rato y mi vaso está vacío.

- Vodka limón.

Tomó mi vaso con una sonrisa. Era realmente agradable. No era guapo, desde luego, pero sabía manejar la situación.

- Toma. Le he echado un poco de Martini, espero que te guste.

Lo probé, realmente estaba bastante mejor. Le dí las gracias. Comenzó una charla también intrascendente. Durante un par de minutos hablamos de mí, esencialmente. Dónde trabajo, qué hago... Al poco, se excusó amablemente y se volvió al chalet.

Volví donde mi novio estaba hablando con el de María. Preguntó por ella, la dije que estaba en el baño y retomaron la conversación y sus copas. Estaban bastante borrachos ya.

Me llegó un SMS. Era María.

"Sube al trastero".

Joder. ¿Y esto a qué venía?

"No puedo, tengo novio", respondí. Ella también, claro, pero supongo que el mensaje era comprensible. Sin embargo, no tardó en responder.

"Sólo a mirar. Me ha dicho que si no vienes a mirar no me follará. Por favor, sube".

Joder. Dí un beso a mi novio y subí, la curiosidad me podía.

La puerta estaba cerrada. Llamé y él me abrió.

- Hola, Marta. Pasa. - Como lo más normal del mundo, manda cojones. - Siéntate ahí.

Me ofreció una silla.

- Haznos un favor, grábalo todo. - De su americana sacó una pequeña cámara de video.

La ropa de María estaba en el suelo. Ella estaba a cuatro patas, desnuda, en una cama. Se masturbaba, y le pedía que la follase. Una y otra vez. Ni siquiera me había dirigido la palabra, sólo gritaba y gritaba que se la metiese. Él se acercó despacio a ella, que le desabrochó el cinturón y los pantalones. Ante mí, y a medio palmo de la cara de mi amiga, apareció una buena polla. No especialmente larga, pero gorda, muy gorda, a pesar de estar flácida todavía. Se fue desnudando despacio mientras ella le comía. De vez en cuando le acariciaba la cabeza en señal de agradecimiento.

- Ponte mirando a Marta, te voy a follar.

A través de la pantalla de la cámara pude ver la cara de impaciencia de María. Él se situó detrás de ella, y la agarró las caderas. Puso la punta de su polla en la entrada, sin tocarla siquiera, y comenzó a empujar, despacio.

- Me vas a partir... Dios...

María comenzó ahí lo que fue un festival de gemidos, breve pero muy, muy intenso. Sabía que no podría tardar mucho más sin que su novio sospechase, pero lo iba a aprovechar al máximo. Cuando por fin la verga de José estuvo toda dentro de ella, soltó un suspiro. A partir de ahí la resistencia de María apenas dos minutos. Él comenzó un mete saca lentísimo, en el que la hacía disfrutar cada milímetro de carne. Ella pedía más y más, pero él mantenía el mismo ritmo. Adelante, atrás, una y otra vez.. La -ahora sí- desproporcionadamente gorda verga de José la taladraba como una máquina neumática. Ella empujaba para atrás, pero las manos de su amante le obligaban a seguir el ritmo que le imponía.

- Oh, joder, sí... Qué bueno... Me corro... ¡¡¡Sí...!!!

María gritó como nunca había oído gritar a nadie. Tembló, se sacudió... Él salió de ella y le acarició la espalda mientras el orgasmo se iba desvaneciendo.

Todavía desnudo y con su gordo sexo hinchado, se acercó a mí y me cogió la cámara.

- Muchas gracias, Marta. Perdona por haberte hecho subir.

Yo estaba petrificada, viendo cómo María comenzaba a salir de su trance. Él se vistió y se fue, despidiéndose de nosotras.

Me acerqué a María. Sonrió, radiante.

- ¿Me comprendes ahora? Una no puede dejar esto una vez lo ha probado... No sé qué haré cuando se me acaben las tarjetas...

Cuando salimos, se acercó otra amiga.

- Joder, qué suerte tenéis... - otra que se sabía la historia. - Yo conté mi tercera prueba a alguien y él se enteró. Ya no quiere hacerlo conmigo...

- No, yo no he hecho nada. - respondí.

- Lo harás, lo harás.

Esa noche apenas descansé. Reviví exactamente la escena de María. Pero al cogerme la cámara la historia cambiaba. José me ponía la polla en la boca y yo chupaba golosa. Chupaba y chupaba hasta hacerle correr mientras me grababa. Le suplicaba que me follase pero no lo hacía, sólo me dejaba comerle, hasta que acabó en el fondo de mi garganta.

Cuando desperté mi novio ya se había ido a trabajar, pero tuve que mandarle ese mensaje. "Me apetece follar". Me respondió dándome largas, no podía volver a casa todavía.

Le mandé otro a María: "dame el teléfono de José".