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Me apetece follar (2)

en Dominación

Continuación de "Me Apetece Follar" (http://todorelatos.com/relato/66673/)

Apenas eran las diez y cinco cuando recibí la contestación de María:

  • Mándale tu correo electrónico y tu nombre a botella.cocacola@gmail.com

Lo hice. Ni me había movido de la cama desde que me había despertado, y seguía vestida tan solo con mis braguitas. Mis pezones se habían endurecido sólo con pensar en echar un buen polvo ahora mismo. Ójala su respuesta fuera pedirme la dirección y que viniese inmediatamente. Que entrase en el dormitorio y me arrancase las bragas, y me follase una y otra vez. Que me regalase un orgasmo tras otro, hasta correrse sobre mí, y que cuando mi novio llegase al mediodía me encontrase desnuda, jodida y sucia del semen de otro, por maricón, por no venir a follarme. Me acaricié por encima de la tela. Estaba empapada. Era como si alguien me hubiese estado comiendo el coño sin quitarme la ropa interior. Las yemas de mis dedos me hicieron estremecer. Rodeé la almohada con mis piernas, como una quinceañera buscando su primer roce erótico, como si aquél trozo de tela alcolchada me pudiese saciar mis ansias de sexo...

Recibí un mensaje en el móvil: "Buenos días, Marta. Entra en el chat cuando puedas". Era José. Pensé en no conectarme todavía. Pensé en frotarme sobre la almohada hasta saciarme y renunciar a esta aventura, pero era superior a mí. Recordaba los gemidos de María con envidia, deseando ser yo la abierta por esa polla gorda, y no podía decir que no a esa invitación. Intenté, al menos, esperar. No conectarme todavía, hacerme desear. O, al menos, no parecer desesperada, como un drogadicto que va a mendigarle a su camello.

Pero no pude.

Traje el portátil a la cama. Al conectarme tenía un nuevo contacto en la lista: "José". Escueto y directo.

José> Buenos días, Marta. ¿Qué tal la resaca de la fiesta?

¿De qué cojones va ésto? ¡Quiero que vengas a follarme, déjame de mariconadas!

Yo> Bien.. bueno... no he dormido demasiado bien.

José> ¿Y eso? ¿Preocupaciones?

Yo> No, no he hecho más que recordar lo que le hiciste a María.

José> Bueno, nada fuera de lo normal.

Joder, como quien va a la compra...

Yo> ¿Sabes para qué le he pedido tu número?

José> No. ¿Puedo ayudarte en algo?

Venga ya, no me trates como si fuese una niñata.

Yo> ¿Qué tengo que hacer para conseguir una de tus tarjetas y usarla esta misma mañana?

José> ¿No tienes novio? Llámale a él mejor, será más sencillo.

Yo> No me ha hecho caso, y, además, voy queriendo probar alguna otra cosa.

José> Bueno, eso es complicado de todas formas. Seguramente ya hayas oído que esto tiene un proceso...

Yo> Haré lo que sea.

José> Mira, vamos a hacer una cosa. Yo te puedo garantizar que hoy vas a tener sexo, pero mis pruebas no son algo que vayas a poder hacer así. Mira. Ante todo, no quiero que cualquier chica entre en esto. Me quiero asegurar que son... digamos... de un perfil concreto.

Yo> ¿Qué perfil?

José> Quiero que nos divirtamos, todos. No quiero chicas remilgadas o, si me permites la vulgaridad, malfolladas. Las pruebas sirven para crear una relación muy especial entre nosotros.

Yo> Haré lo que sea.

José> Pero mira, María, que te ha dado mi número, tardó casi un mes en conocerme. No puedo llegar e ir a tu casa ahora.

Yo> Esperaré, pero comencemos esto cuanto antes.

Estaba realmente cachonda. Comencé a acariciarme bajo mis braguitas.

José> Bueno, a ver qué podemos hacer para acelerar el proceso...

Sí... parecía que había doblegado su resistencia... como la de mis labios, entre los que se abrieron paso mis dedos.

José> Para empezar, enciende la webcam. A partir de ahora, siempre que me quieras hablar tendrás que hacerlo directamente con la cámara encendida.

Joder... No quería parecer tan desesperada... Me levanté de la cama a por un camisón al armario. Volví con él de la mano, pero antes de ponérmelo él ya me había escrito algo.

José> No te vistas.

Hijo de puta.

Encendí la cámara. Ante él apareció una chica de veinticuatro años, morena, pelo liso y unas buenas tetas, tumbada. Sólo se me veía de cintura para arriba. Pero, ante todo, con una cara de excitación que me sorprendió a mí misma.

José> Bien. Ahora, dame el correo electrónico y el teléfono de tu novio. No le voy a contar nada de esto. Símplemente es un acto de confianza. Y sigue masturbándote.

Joder. Le dije su número de teléfono. Entre algún número se me escapó algún gemido.

José> Bien. Lo primero será establecer el proceso. Ya sabes que siempre prohíbo contar la última prueba. A tí te prohibo contar todas. Va a ser tu coste por la premura. Si te preguntan, dirás que la primera fue mandar unas fotos. La segunda fue masturbarte para mí en la webcam. Ahora empezaremos las pruebas de verdad...

Me desperté con un terrible dolor de cabeza. Terrible. Estaba en el salón. Desnuda, tirada en el sofá. En el suelo había ropa de hombre. De mi novio, aparentemente. Mi cuerpo estaba pringoso. Olor a sexo y a alcohol. Joder, qué dolor de cabeza...

En la mesa, junto al portátil, una botella de vodka casi vacía, y un vaso.

Al moverme un poco para incorporarme mi pierna golpeó en algo de plástico. En el sofá, junto a mí, descansaba un enorme consolador negro. Unido a un cuerpo habría sido algo inhumano, así, inerte en el sofá, era sólo un poco menos amenazador. Su visión me hizo llevar una mano a la entrepierna. Lo tenía viscoso. Lubricante. Estaba empapada de él. Y me escocía el culo. Alguien me había sodomizado. No con cuidado, con miedo, como cuando me lo hace mi novio, sino con ganas.

Eran las tres del mediodía. Hacía cinco horas que había comenzado mi juego con José, y ya tenía una laguna.

¿Qué había ocurrido?

Moví el ratón del portátil para quitar el salvapantallas. De fondo de pantalla ya no estaba mi habitual escritorio de una postal de París. Por el contrario, estaba yo. Desnuda, abierta de piernas. Metiéndome el enorme consolador negro. Con cara de estarlo disfrutando.

Apareció un popup de una ventana del chat.

José> Hola, Marta, ¿ya te has despertado?

Yo> Sí.

José> ¿Qué tal te lo has pasado?

Esa era una buena pregunta. ¿Cómo me lo había pasado? Claramente estaba destrozada, pero tenía la sensación de haberlo disfrutado. Es difícil de explicar, pero en el fondo es como cuando te despiertas de una gran fiesta, con una gran resaca, pero que sabes que te lo has pasado bien.

Yo> Bien, creo...

José> ¿No recuerdas nada?

Yo> No.

José> Tengo aquí un vídeo de tus últimas cuatro horas de vida. Sé que te gustaría verlo, pero por ahora no lo vas a hacer. Pero créeme que te lo has pasado bien.

Yo> Déjame verlo... ¿Qué me has hecho?

José> Yo, nada. Símplemente has seguido mis instrucciones. Tan sólo te he demostrado que puedes conseguir gran sexo sin salir de tu casa. No tienes por qué seguir con las pruebas, si no quieres. Eso sí, por haber completado la primera te dejaré ver parte del video.

No sentía la imperiosa necesidad de follar de esta mañana. Claramente algo lo había saciado. Pero quería follar con José.

Yo> Enséñamelo.

José> No. Te enseñaré cinco minutos, cinco trozos diferentes. El vídeo dura tres horas cincuenta minutos. Dime cinco momentos, y te iré mostrando los fragmentos.

Elegí los cinco momentos que me pedía.

José> Has elegido bastante bien. Toma.

Me envió el primero. Similar a mi fondo de pantalla, aparezco follándome con el consolador. Me lo meto y saco con rabia. Entre medias me tomo un chupito de vodka. Casi al final grito "me corro", pero no lo llego a ver...

José> Tu orgasmo fue realmente fantástico. Como supongo que no lo recordarás, te hiciste una foto. La que tienes ahora de fondo de pantalla. Se la mandé a tu novio por correo electrónico. Con una cuenta falsa supuestamente tuya. Cuenta que sólo yo conoceré.

No dije nada. En el segundo fragmento aparezco en el sofá, hablando por teléfono. No se entiende qué digo, se oye mal y ya estoy bastante borracha. Con una mano sostengo el móvil. Con la otra me masturbo con el consolador.

Yo> ¿Con quién hablo?

José> Ya lo sabrás.

En el tercer fragmento estoy arrodillada en el suelo. Le como la polla a mi novio mientras gimo. Parece que estoy montada sobre el consolador. Mantenemos una interesante conversación.

  • Trátame como a una puta.
  • ¿Tantas ganas tenías de follar que te has comprado eso?
  • Sí, pero lo próximo no será una polla de plástico, será un tío de verdad, no como tú, maricón.
  • Toma, hija de puta.

Me separa de su polla y se empieza a correr. Me llena la cara con su semen.

  • Dame más, maricón.

Los dos siguientes vídeos son similares: me folla, y me folla. Nos insultamos, nos decimos barbaridades que nunca nos habíamos dicho. Pero me folla como nunca, y me corro. Y él, de nuevo, sobre mí.

Y estoy cachonda otra vez.

José> ¿Es lo que te esperabas?

Permanezco sin decir nada.

José> No te preocupes, no se ha enterado de nada de lo nuestro. Pero ya has visto que te puede follar bien. ¿Quieres seguir con esto?

Yo> Sí.

José> Bien. Pronto tendrás más noticias.

Cerré el portátil, y justo después se abrió la puerta del salón. Era mi novio. Se acercó a mí. Me levanté para besarle, pero él me dio la vuelta y me puso contra la pared. Me agarró de la cabeza y de la cintura, haciéndome daño. Se lo dije, pero le dio igual. Noté que estaba empalmado. Me separó las piernas. No opuse demasiada resistencia. Me separó las nalgas.

  • Te voy a destrozar el culo, puta.

Esperaba notar la punta abriéndose paso lentamente, pero no fue así. Como en una película porno, me la metió de golpe hasta dentro. Lo sorprendente es que no me dolió, seguramente el consolador pasó por ahí también. Me agarró el culo y comenzó a follármelo.

  • Toma, guarra... Toma mi polla...

Entraba y salía como si nada. Como si toda la vida me hubiese follado así. Y, joder, me habría gustado que así fuese. Me empalaba contra la pared con todas sus fuerzas.

  • Más...

Me la sacó y me puso en el sofá, ofreciéndole el culo. Me metió el consolador en el coño, y volvió a sodomizarme.

  • ¿Esto es lo que me pedías en tu correo? ¿Que me pasase el día follándote?
  • Sí...

Me agarró del pelo y me metió la polla hasta el fondo. Me comencé a masturbar. Tenía un enorme consolador en el coño, y mi novio me follaba el culo una y otra vez, estaba totalmente llena, pero sólo podía acariciarme el clítoris, cerrar los ojos, y pensar en que José completase esto. Quería comerle su gorda polla, notar cómo se endurece en mis labios mientras mi novio y mi consolador me violan...

  • Quiero comer una polla...

Lo dije, lo dije en voz alta. Porque era lo que deseaba, porque sí.

  • Quiero que llames al amigo que la tenga más gorda y me folléis, que me jodas el culo mientras se la como, que me folléis los dos, y que me veas besarle mientras me jodes el culo como ahora...

Mis palabras fueron demasiado para él. Salió de mi culo y me hizo arrodillarme delante. Me gustó cómo me trató.

  • Toma, puta.

Se corrió en mi cara. Apenas salió nada, ya le había exprimido demasiado por hoy. Se sentó en el sofá, mirándome, serio. Yo me senté en el otro extremo. Mi mano derecha recorrió mi cara, limpiando su semen y llevándomelo a la boca. Saboreándolo. Mi mano izquierda me acariciaba los pezones. Apretaba las tetas con todas mis fuerzas. Cogí el enorme consolador y me lo metí. Una mano se encargaba de mi clítoris, y la otra de follarme con él. Cerré los ojos, y me imaginé haciendo esto mismo unas horas antes, borracha, ante la webcam, para José. ¿Se habría masturbado? Seguro que no.

Noté una boca alrededor de un pezón, chupándome. Mi novio se había arrodillado junto a mí para darme placer, pero no abrí los ojos. Acaricié su cabeza pensando que era la de José. Me intentó coger el consolador pero no le dejé. Él me lo haría suave, pero yo ahora quería correrme, quería notar embestidas profundas, violentas y rápidas, como un semental con su yegua. Me quería correr... y me corrí, gritando, con el consolador en el fondo de mí, y con mi novio chupándome los pezones.

Ese sábado ni comimos. Nos despertamos a las ocho de la tarde, abrazados. Me besó.

  • ¿Qué nos ha pasado hoy, niña?
  • Tenía ganas de follar. Muchas.

Por un momento sólo hubo silencio.

  • ¿Lo decías en serio?
  • ¿El qué?
  • Lo de que querías chupar otra polla mientras te follo.

Lo pensé. ¿Quería hacerlo?

  • Sí.