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Matacrisis (1, introducción)

en Dominación

INTRODUCCIÓN

Sergio estaba intranquilo, hacía ya casi tres meses que no tenía prácticamente citas ni los viernes ni sábados. Desde que había empezado la crisis cada vez la gente acudía menos a su consulta, buscando otras más baratas. Aún así podía presumir de tener algunas de las clientes mejor posicionadas y que siempre pagaban religiosamente... aunque no tantas como su mujer. La verdad es que Rebeca incluso se había apropiado de varias de las mejores clientes de Sergio desde el mes que llevaba compartiendo la clínica psicológica con él. En realidad si no cerraban ya la consulta en jueves, era porque ella lograba mantener clientes en esos días... pero últimamente incluso ella estaba perdiendo los sábados.

Ese mismo sábado tan sólo tenían una clienta, de hecho la mejor amiga de su mujer, y que antes había sido una de las fijas de Sergio hasta que Rebeca se trasladó a su clínica. Lo peor era ver a la voluptuosa Inmaculada entrar contoneando sus caderas y usando esas blusas tan apretadas que gustaba usar siempre que se veían. Aún recordaba cómo disfrutaba esa increíble rubia cuando la penetraba analmente sobre el mismo diván en que ahora se tumbaba para contar a su mujer sus sentimientos tras romper con su ahora segundo exmarido... sin contar los dos años que habían sido amantes ella y Sergio durante lo más tormentoso de la ruptura.

Así que cuando uno de sus colegas le comentó la posibilidad de coger un caso especial que estaba siendo juzgado y había salido en la prensa, lo pidió corriendo para obtener algo de publicidad e, increíblemente, su mujer no sólo no se opuso sino que consintió en ayudarle con algunas de las víctimas que se decía necesitarían un intenso tratamiento psicológico e incluso psiquiátrico.

Un timbrazo en la puerta de entrada y la contestación de su hija, que les estaba ayudando ese sábado a organizar papeles, le avisó de que habían llegado los informes que le enviaban para estudiarlos antes de recibir al grupo de nuevos pacientes la siguiente semana.

Minutos después entraba su hija, una joven de veinte años con pelo moreno y unas curvas que el vestido de una pieza que llevaba no hacían nada por ocultar, por lo que su padre no dudaba que debía tener un gran éxito entre sus compañeros de clase, a pesar de que hasta hace apenas una semana no había empezado a salir con un chico de su curso, dos años mayor que ella.

- Papá, te acaban de traer estos papeles.

- Gracias, cariño, déjamelos encima que los echaré una ojeada cuando termine con este otro expediente –la dijo, intentando aparentar tener más trabajo de lo que realmente sucedía.

Mientras veía salir a su hija, se fijó en cómo se transparentaba al trasluz el vestido blanco y se descubrió recordando a su propia mujer cuando empezó a cortejarla hacía ya casi veinticinco años. Sin poder evitarlo, su pene reaccionó instintivamente, pues aunque le había sido infiel con su mejor amiga, en realidad seguía queriendo a su mujer y la consideraba una mujer de lo más deseable, cosa que lo hacía ser especialmente celoso cuando iban a fiestas y ella lucía todos sus atributos físicos.

Cogió el primero de los expedientes y lo abrió, empezando una lectura que lo llevaría a vislumbrar los extremos de la depravación física, mental y sexual a la que fueron sometidas la gran mayoría de las alumnas, así como algunos alumnos, del internado y reformatorio privado.

Estuvo leyendo varios de los resúmenes contenidos en el expediente, el cual por motivos del secreto de la investigación que aún estaba abierta, no era absolutamente completo. Se indicaba cómo las familias habían sido engañadas, en general, para depositar a sus hijas en este internado de elite en el que supuestamente debían ser privadas de entornos excesivamente liberales, según la moralidad de su padre, madre o de ambos, y concentrarlas en mejorar su rendimiento académico. Todo ello, previo un supuesto análisis de las aspirantes.

A su llegada al centro, eran privadas de cualquier forma de comunicación con el exterior y debían pasar un control médico durante el cual ya empezaban los tocamientos corporales y se las prescribía desde el primer día píldoras anticonceptivas para regular sus ciclos hormonales.

Ya durante el curso sufrían numerosos castigos corporales ante cualquier falta, lo que incluía desde tocamientos hasta violaciones y torturas físicas. Se mencionaba que algunas eran incluso prostituidas de forma regular tanto entre el personal del centro como con personas del exterior, llegando incluso a darse la situación de que unas fueron localizadas en un local de alterne en las afueras de Barcelona, cuando acudían como animadoras del equipo de fútbol masculino del internado a un campeonato amateur.

Mientras iba leyendo todas estas increíbles situaciones, Sergio no pudo evitar sentirse en parte excitado a la vez que escandalizado. Estaba deseando comenzar las sesiones. Aún no sabía cuales de las chicas o chicos procedentes del internado le serían enviados, pero no dejaba de fantasear con lo morboso de sus vivencias pues no dejaba de sentirse caliente pensando en cómo él mismo había practicado algunas de estas experiencias con una novia que tuvo antes de empezar a salir con su mujer e imitaban que era una prostituta y practicaban el sexo de forma ruda y algo violenta.

Sus sentimientos eran tan fuertes, que se levantó para ir a tomar agua, descubriendo a su hija recostada en el asiento de la recepción para coger un bolígrafo que se la había caído y su tensión fue en aumento al observar cómo la transparencia del vestido permitía ver el diminuto tanga que llevaba... y la ausencia del sujetador. Cuando su hija se puso de nuevo bien sentada, no podía dejar de notar cómo se marcaban los pezones en su vestido.

- Hola, papá, ¿necesitas que te lleve algo? –preguntó al tiempo que por fin Sergio lograba desviar la vista.

- No, gracias, cariño, venía a por un vaso de agua –contestó, mientras giraba rápidamente para ir hacia el lavabo en vez de a la máquina de agua porque sabía que debía de notarse un bulto en su pantalón que no deseaba que descubriese su propia hija.

Estuvo cinco largos minutos refrescándose en el lavabo, lanzándose agua fría a la cara y procurando dejar de pensar en la excitación que su propia hija le había provocado. No tendría que haberse dejado llevar por los informes, era un profesional. Debía concentrarse para lograr alejar sus instintos animales y poder ayudar a quienes le mandasen dentro de unos días.

Cuando regresaba a su despacho, observó que su hija seguía ordenando y clasificando algunos de los papeles de la semana y pasó rápidamente antes de que pudiera sentirse de nuevo afectado por la visión de su cuerpo transparentado. Tendría que hablar en serio con Rebeca sobre el vestuario de su hija en lo que se anticipaba como el comienzo de un largo verano.

Mientras esto sucedía, Rebeca estaba en su despacho escuchando a Inmaculada quejándose de su ya segundo exmarido.

- ... porque siempre tenía cosas que hacer y me tenía aburrida, casi nunca hacíamos el amor cuando estaba y luego encima me decía que me vestía como una puta, que debía tener algún amante y que como lo encontrase me dejaba sin un céntimo, el muy cabrón, como si yo no tuviera necesidades...

Todas las sesiones empezaban igual, siempre estaba quejándose de la baja afectividad que la demostraban los hombres con los que se casaba... pero a la vez, siempre buscando empresarios acomodados como nuevos ligues para poder mantener su nivel de vida.

- ... y claro, me tenía que buscar alguna manera de desahogarme, así que encontré un par de hombres con huevos y por fin ya puedo empezar a salir con uno sin esconderme... jajaja... que con el otro no puedo seguir ya o su mujer lo descubriría... –añadió guiñando un ojo con picardía.

- ¿Te estabas viendo con un hombre casado, Inma? –preguntó Rebeca, pues ya sabía que el otro al que se refería era Manuel, su nueva y acomodada pareja con la que estaba iniciando una nueva relación.

Siempre había sabido que Inmaculada tenía fuerte instintos de depredadora sexual, pero era la primera vez que descubría que los aplacaba ya no sólo con dos hombres a la vez, cosa poco rara en ella, sino que uno de ellos era casado.

- Pues claro, ¿qué esperabas?... al pobre su mujer le tenía hambriento, yo tenía ganas de sexo y la ocasión se presentó... además, me follaba por el culo que daba gloria... ¿qué habrías hecho tú, Rebe?.

- Estoy casada, Inma... –intervino Rebeca- y además, aquí estamos para hablar de ti –concluyó, dando el tema por zanjado.

- Pues Sergio seguro que tiene un buen polvo, cariño –añadió Inma de coletilla-... pero, como te iba contando, el muy capullo encima me quería dejar sin el coche nuevo, de verdad qué pocos sentimientos, con lo que sabía que adoraba yo ese mercedes...

Aún así, se pasó el resto de la sesión pensando en lo que la había dicho Inmaculada y sobre su creencia del riesgo de que su marido buscase a otra mujer por el distanciamiento que tenían últimamente. Por eso había decidido cambiarse a su misma clínica, quería aumentar su cercanía.

Camila no podía dejar de pensar en la cita que tenía luego. Había quedado con su novio, Toni, al que había conocido hacía apenas un par de meses en una fiesta que organizó Vanessa, la bellísima novia de su hermanito.

Al principio no tenía ganas de salir con él, pero su insistencia y un empujoncito que le dio Vanessa organizando un par de encuentros cuando iban de compras las dos y en una especie de cita doble al cine, terminó por hacer que le diera una oportunidad.

En realidad habría hecho cualquier cosa que la hubiera pedido Vanessa, se habían hecho íntimas y casi desde el principio había empezado a sentir un intenso cosquilleo cada vez que la veía.

Nadie lo sabía... pero Camila no era tan casta como podía parecer. Había tenido varios contactos con chicos durante las fiestas de la universidad, aunque nunca habían llegado a la penetración, y desde hacía años, mantenía una relación intermitente con una de sus mejores amigas en secreto. Ninguna de las dos era lesbiana, pero habían descubierto que la bisexualidad era muy divertida.

En realidad, Camila creía que cuando encontrase al hombre adecuado se olvidaría de sus escarceos lésbicos... hasta que apareció Vanessa. Desde que su hermano empezó a salir con ella empezó a notar cómo la miraba con lujuria cuando su hermano no estaba y eso la hacía sentirse incómoda al principio... pero poco a poco se fue relajando y pasó a dejarse seducir, hasta que Vanessa pasó a enfriar las insinuaciones, cosa que realmente puso aún más interesada a Camila, hasta el punto que empezó a desear hacer las cosas que ella la pidiese... dentro de lo razonable, claro.

Y entonces la había liado con Toni. A lo mejor luego resultaba ser su hombre... pero por ahora tampoco lo tenía claro.

La llamó la noche del viernes para decirla que quería invitarla a pasar toda la tarde con él, pero Camila al principio intentó escabullirse con que había quedado con su hermano y Vanessa. Luego no tuvo otra opción, porque al hablar con Vanessa, ella inmediatamente la dijo que lo llamara y se uniera... e incluso la insinuó qué debía de ponerse y también insistió en que sería buena idea que no se pusiera sujetador porque eso excitaba a los hombres y que ella misma tampoco llevaría. Así que Camila aceptó y terminó llamando a Toni para pedirle que se uniese al grupo.

Ahora estaba allí, ayudando a sus padres ordenando unos papeles y haciendo de recepcionista mientras esperaba que llegase su hermano.

Había tenido que soportar las miradas obscenas del mensajero que había traído el paquete para su padre, aunque luego había pensado que también Vanessa se daría cuenta que no llevaba sostén como la había dicho y sintió cómo sus pezones respondían a este pensamiento endureciéndose... Casi la descubrió su padre, pero fingió que se la había caído algo para evitar que pudiese verla así o a saber qué pensaría y si no la diría que se tenía que cambiar.

Volvió a mirar el reloj de pared... ¿a qué hora llegarían Vanessa y su hermano?.

Cuando Darío llegó a buscar a Vanessa a su piso, pasó directamente. Aunque no llevaban ni seis meses saliendo, ya le había dejado un par de veces un duplicado de su piso. No la gustaba madrugar los fines de semana y a él no le dejaban pasar las noches con ella sus padres, a pesar de que acababa de cumplir la mayoría de edad y ella tenía 23 añitos.

En ese sentido sus padres eran algo anticuados, pero de todas formas él ya se había saltado esa norma en varias ocasiones coincidiendo con algún examen durante el cual le dejaban quedarse en Madrid mientras ellos se iban al chalet, normalmente con su hermana, y la invitaba a visitarle.

Por alguna razón ella siempre prefería acudir a verle antes de que fuese él a su casa, porque parecía que los padres de ella eran aún más anticuados que los suyos y debían de pensar que tenía que llegar virgen al matrimonio o algo así... que engañados estarían, porque ya cuando empezaron a salir estaba claro que ella no era para nada virginal.

Con su metro ochenta, unas piernas larguísimas y unas curvas de infarto, era la chica más potente con la que había salido. Y una bomba en la cama, además de tener unas tetas grandes y deliciosas.

Entró sin hacer ruido y fue al dormitorio, donde la encontró durmiendo de lado y con el antifaz puesto. Estaba prácticamente desnuda, tan sólo el antifaz y un tanga diminuto la cubrían, puesto que al moverse durante la noche se había descubierto dejando la sábana de tal forma que apenas ocultaba su anatomía.

Se puso de rodillas frente a ella y empezó a juguetear con las manos sobre sus pezones, pellizcándoselos ligeramente para ponérselos duros pero sin hacer demasiada fuerza para no despertarla. Cuando ya estaba pasando a besarlos ella le agarró la cabeza con una mano y se la acercó, gesto para empezar a comerse sus deliciosas tetas con la boca mientras ella ronroneaba y se estiraba como una gatita.

Pero cuando sus manos pasaron de acariciar las piernas de Vanessa a empezar a retirar su tanga, ella le frenó y se giró de golpe por la cama hacia el otro extremo, riéndose mientras se quitaba el antifaz y se levantaba.

- No, no, no... cariño, aún no... ¿no querrás llegar tarde a recoger a tu hermanita, verdad? –le decía picaramente mientras se estiraba con los brazos unidos por las muñecas hacia el techo y mostrando sus firmes pechos.

- Vamos, Vane, aún tenemos tiempo... –respondió Darío mirándola con ansiedad mientras no podía evitar que se notase el bulto en su pantalón.

- No, no, no... cariño, más tarde... no te preocupes que tendrás tu premio si eres capaz de esperar, ¿vale? –comentaba Vanessa adoptando una pose de maestra repitiendo una clase que sabía bien de memoria- Vete a tomar algo mientras me ducho, enseguida estaré lista.

Y despojándose impúdicamente del tanga, Vanessa se giró para entrar en el cuarto de baño... pero justo cuando iba a entrar se agachó y le lanzó el tanga a Darío con un guiño.

Cuando se lo acercó, descubrió con claridad el fuerte olor del sexo de Vanessa. Iba a ser un día largo.

 

Continuará...

 

Nota: este relato es inventado y he contado con la ayuda de dos personas de esta web. Gracias por vuestra colaboración y espero seguir contando con vuestros consejos.

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