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Matacrisis 6 (parte 4: Camila, Vanessa y ...)

en Dominación

Este relato viene de:

La vida transcurre apaciblemente para una familia madrileña de clase acomodada hasta que la crisis económica empieza a afectar a las consultas del matrimonio de psicólogos formado por Sergio y Rebeca.

Sergio se ve obligado a aceptar un trabajo muy especial que podría salvarles de la crisis… o quizás los arrastre en una espiral de dudoso final..

CAPITULO 6.4.

CAMILA: que el novio se vaya unos días no siempre es malo.

La semana pasó tranquila, salvo por las breves conversaciones subidas de tono que mantenía con Vanessa por las noches.

Cada noche sin falta se conectaba a la misma hora. Si lo hacía más tarde ya sabía que Vanessa no la respondía. El resultado siempre era el mismo, Camila se masturbaba bajo la luz que entraba desde la calle usando sus manos y el consolador que había recibido del interior del sexo de la novia de su hermano.

Cogió la costumbre de hacerlo siempre con la persiana subida cuando ese lunes Vanessa conectó su cámara y descubrió que Camila no la tenía subida. Ambas estaban desnudas frente a sus respectivos ordenadores, pero cuando Vanessa vio que la persiana de la hija de los psicólogos estaba bajada cerró la conversación.

Los días siguientes, Camila activaba su Webcams para que la otra chica viese que realmente cumplía con su palabra de estar exponiéndose a ser espiada por sus vecinos, pero no logró que Vanessa también volviera a hacerlo. Sólo escribía. Y así fue dirigiéndola en sus sesiones de masturbación vaginal… y anal, usando como lubricante los fluidos de su corrida.

También fue aprendiendo las nociones para hacer una buena mamada. Cuando empezaba esa parte, Vanessa siempre hacía referencias a los atributos masculinos de Darío, el hermano de Camila. Procuraba evitar imaginarse el miembro viril de su hermano… incluso aunque su mente lo situase dentro de la boca de Vanessa, pero por las noches no podía controlar sus pensamientos.

En sus sueños, Vanessa la ponía de rodillas frente al paquete de su hermano y la obligaba a hacerle una mamada delante de toda la familia, Toni y su padre. Había variaciones en el sueño, pero normalmente terminaba teniendo que comerse las pollas de todos… desde el padre de Toni, el hombre que la había desvirgado contra su voluntad, hasta su hermano y el médico Frederick.

Extrañamente, había dos pollas que nunca se metía en la boca: la de Toni y la de su padre. Y siempre que miraba a un lado mientras se quedaba mamando pollas a cuatro patas, era su propia madre quien le comía la polla a su novio mientras las sirvientas rusas de la casa de Toni usaban sus pollas de plástico para follarse el coño de su madre por turnos.

Su propio coño no quedaba libre. Nunca lo veía, pero siempre lo sabía. En sus sueños era Sergio, su propio padre, quien la penetraba vaginalmente mientras comía las pollas de los invitados.

Al final del sueño tenía a Vanessa comiéndole el coño tumbada debajo de ella mientras Sergio la inundaba con su esperma el culo y Darío lo hacía en su boca, mientras su madre la gritaba que se lo tragase todo. En ese momento se despertaba nerviosa y muy excitada, con la concha tan caliente y húmeda que en un par de minutos siempre lograba correrse para luego poder dormirse ya sin más sueños.

Por fin llegó un nuevo viernes. El escotado vestido de una pieza dejaba clara la ausencia del sujetador, puesto que los finos tirantes no hubieran podido ocultarlo debajo, y sus pezones marcaban claramente la zona del vestido que las cubría.

Era algo que debía verse, pues notó la incomodidad de su hermano, que procuraba mirar hacia otra parte. Incluso su padre, durante su pequeño sermón para recordarla que como no tenían ayudante los sábados la necesitaban pero que no podían llegar tarde si ella trasnochaba demasiado.

Después de asegurar a sus padres que no llegaría demasiado tarde, se marchó acompañada de Darío. Veinticinco minutos después, aunque casi dedicaron más a buscar aparcamiento que al viaje, llegaron a su destino.

Sentados ya a la mesa estaban Toni y Vanessa, comentando algún secreto en voz baja por lo cercanas que tenían las cabezas. En cuanto les vieron, Vanessa se levantó y se lanzó sobre Darío para quitarle ese pequeño gesto que apareció en su cara, muestra de unos pequeños celos. Mientras lo abrazaba y le cubría de besos hasta que él se apartó, claramente agradecido y ruborizado por esa demostración pública tan efusiva, lanzó un rápido guiño a Camila.

También se ruborizó. Sobre todo cuando la abrazó a ella brevemente, pero sin dejar pasar la oportunidad de darle un pequeño pellizco en el trasero, y añadió a su oído:

- Cariño, hoy tendréis la casa para vosotros… no estará Adolfo… a ver cómo te portas.

Finalmente, Toni se levantó para darla un piquito en los labios y acercarla la silla. Se lo agradeció, especialmente porque había notado claramente el crecido bulto que escondían sus pantalones y siempre agradecía que su cuerpo fuese admirado.

- La cremallera, campeón –interrumpió Vanessa, provocando que Toni se sentase apresuradamente para subírsela sin dar más el espectáculo.

Todos se rieron después, aunque Camila no pudo evitar imaginarse que la razón por la que la llevaba bajada era Vanessa. Se la imaginó pajeándole mientras les esperaban… quizás incluso por eso tenía Toni tan hinchado el paquete de su entrepierna…

Desechó la idea con un gesto de cabeza. Vanessa no podía seguir pensando en Toni, por sus comentarios estaba clarísimo que Darío la mantenía bien atendida.

Aún así, ese pensamiento la fue sobrevolando el resto de la cena y aumentó cuando fueron a una discoteca, porque en un momento dado empezaron a bailar Toni y Vanessa de una forma bastante provocativa justo cuando Darío estaba pidiendo unas copas y ella volvía de hablar fuera con una compañera de la universidad que estaba fumando en el exterior cuando llegaron.

Estaba a punto de interrumpirles, celosa doblemente tanto por cómo se frotaba Toni contra Vanessa como porque a ella le habría gustado estar en su lugar pegado a la fabulosa hembra, cuando un brazo la agarró por la cintura y la hizo apretarse contra un cuerpo masculino que frotó su hombría contra su culito.

Tras un par de intentos, logró zafarse, perdiendo de vista en la pista a Vanessa y Toni. Pero inmediatamente fue atrapada por otro par de brazos que la pusieron a bailar pegada contra otro paquete mientras su primer captor aparecía ante sus ojos.

Eran dos hombres jóvenes, rondarían la treintena, con los rasgos de americanos latinos con un toque indígena y la tenían atrapada entre los dos.

Aunque no tenían una estatura que la igualase, formaban una muralla con sus musculosos cuerpos y unas manos que mostraban claramente que realizaban algún trabajo con un gran componente físico. Precisamente el mayor problema eran sus manos. Mientras fingían bailar con ella, realmente estaban aprovechando para sobetearla.

Aprovechaban cualquier intento de Camila por separarse de uno de ellos para que las manos del otro la tomasen por la cintura simultáneamente a la palpación de sus pechos o a intentar meter su mano bajo el vestido… a la vez que terminaba sintiendo el contacto de los dos bultos de sus entrepiernas apretados contra su cuerpo.

Agobiada y hostigada por todas partes por las manos de los dos hombres, que no dejaban de frotar sus miembros contra las muslos y las caderas de Camila, la chica no sabía cómo escapar. Poco a poco la guiaban hasta una zona lateral que daba a la puerta de atrás del local, sin que nadie pareciese darse cuenta de lo apurado de su situación por el intenso volumen de la música que ni siquiera permitía que ella misma captase todas las palabras que decían los dos latinos mientras la conducían como a una vaca al matadero.

Intentaba hacerles comprender que no la interesaban, pero o no la escuchaban o no la hacían caso. Sabía lo que sucedería fuera, la trasera de esa discoteca era usada por muchas parejas para aliviar su tensión sexual, y ella iba a ser el objeto en el que se saciarían las vergas de esos dos desconocidos.

A pesar de lo apurado de su situación, una parte de su cuerpo reaccionó a la idea casi con gusto. En medio de la presión que sometía a su mente para escapar, notó sin dudarlo que sus pezones se endurecían de una forma incontrolada.

Entonces apareció una mano agarrando a uno de los hombres por el hombro, justo cuando llegaban a la puerta, y lo apartó. Era Toni.

- Quita tus sucias manos de mi novia, imbécil… -y añadió, mirando al segundo, que aún la tenía agarrada por la cadera- y tú también, tonto del culo.

- Cállese la bocaza, blanquito –respondió el primero, sacando pecho.

- Súbete al Titanic y húndete, wey –añadió el segundo, con un claro acento mejicano.

Antes siquiera de darse cuenta, la pelea empezó y Camila fue lanzada a un lado. Comenzó con unos empujones que hicieron que se abriese la puerta y les siguieron groserías cada vez mayores. Ella aprovechó para recular al interior mientras aparecía su hermano a toda velocidad.

Al poco salían los cuatro al callejón posterior y empezaron a lanzarse unos cuantos puñetazos que terminaron cuando apareció un tercer mejicano para separarlos.

Toni y Darío regresaron al local, mientras los mejicanos se marchaban, y Vanessa reaparecía para agarrarse cariñosamente al brazo de su novio para acariciarle la cara mientras adoptaba una pose de hembra desvalida junto a su protector.

Darío empezó a hincharse a la vez que se ponía colorado, casi hizo que Camila se riera ante la escena, pero optó por imitar a Vanessa y agradeció a Toni su intervención con un profundo beso en los labios y acariciándole la bragueta tal como le había sugerido varias veces la novia de su hermano en sus conversaciones por messenger.

Sus caricias fueron recompensadas rápidamente por el endurecimiento del paquete de Toni, que se frotó contra su cuerpo mientras la abrazaba para continuar con los besos. Estuvieron así un par de minutos, hasta que Vanessa los interrumpió justo cuando la mano de Toni había empezado a escalar uno de los muslos de Camila por el interior y la hija de los psicólogos ardía con furor uterino.

Aún estuvieron casi una hora en el local, disfrutando de la mutua compañía y de sus bebidas, hasta que Toni decidió que había llegado la hora de separarse.

Mientras se despedían, Vanessa aprovechó para dar un último consejo a Camila al oído.

- ... y si se te vuelve a dormir, una mamada bien hecha seguro lo reanimará... –comentó con un exagerado guiño y dirigiéndola hacia Toni con una cariñosa palmada en el culo.

Cuando llegaron a la casa de Toni, les recibieron las dos criadas, una vestida con su uniforme de falda que llegaba alas rodillas y la otra con un vestido blanco de una pieza que realzaba el contorno de sus pechos.

- ¿Te vas de fiesta, Rada?.

- Sí, Señor, voy al cumpleaños de un amigo –respondió la chica.

- Ya me contarás, picarona –comentó Toni en tono de cotilleo.

- Seguro, Señor –y volviéndose hacia su hermana, le dio un beso en la mejilla-. Hasta luego. Hasta luego, señorita –añadió, dirigiéndose a Camila según salía.

- Pásalo bien –pronunció rápidamente ella, a la vez que no podía evitar recordar la última vez que había visto juntas a las dos gemelas, en una sesión de sexo lésbico que aún en ese momento hacía que el mero recuerdo la hiciera empaparse.

- ¿Van a querer algo los señores? –preguntó Ekaterina, mientras cerraba la puerta.

- No... –empezó Toni a responder, pero luego miró a Camila para cerciorarse- ¿Necesitas algo?.

- No, no, gracias Kat.

- De nada, señorita –respondió ella, con un extraño brillo en la mirada que Camila no fue capaz de interpretar.

- Puedes retirarte entonces, no creo que necesite nada más hasta mañana –terminó Toni, dirigiéndose hacia su cuarto.

Mientras le seguía, Camila no pudo evitar observar en el espejo del hall como Kat la dirigía una mirada que la repasaba por la espalda y no pudo evitar sonrojarse cuando la sirvienta se humedeció los labios a la vez que hacía un gesto de agrado ante la visión del cuerpo de la hija de los psicólogos. Y como si se hubiera dado cuenta, levantó rápidamente la vista para hacerle un guiño rápido mientras apagaba la luz... o eso la pareció a ella.

Esta vez, Toni no estaba borracho. Desde luego no como la anterior vez que habían terminado en su habitación.

Comenzaron a besarse sin dilación en cuanto Camila cerró la puerta del dormitorio, mezclando sus salivas y sintiendo como sus lenguas batallaban.

Las manos de Toni se movían sin descanso sobre el cuerpo de la chica, que no se resistía y dejaba que amasase sus pechos a veces con excesiva dureza. Tenía los pezones tan duros que casi la dolían y su entrepierna tan húmeda que creía que se disolverían sus bragas.

La propia entrepierna de Toni aguantó poco, y tuvo que quitarse los pantalones para sacar su poderosa erección y situarla golpeando los muslos de su novia.

A partir de ahí, todo fue más rápido y en apenas un par de minutos estaban desnudos sobre la cama. Camila sentía una increíble hinchazón en su concha mientras Toni se la masajeaba enérgicamente a la vez que utilizaba la otra mano para controlar sus pechos. Su aliento impregnado de alcohol ofendía a su nariz, pero la excitación que sentía lo superaba con creces.

Tras unos interminables minutos en que la masturbación la llevó a tener un primer orgasmo, la boca de Toni descendió hasta el canal que separaba sus senos, donde empezó a morder con suavidad inicial las superficies de ambas tetas, medio guiado por las manos de Camila que se agarraban a la cabeza del chico.

Con los ojos cerrados notó cómo el miembro de su novio se situaba en la entrada de su abierta vagina y por un breve instante pensó en pararle para que se pusiera un preservativo. Pero como escuchando sus pensamientos, él los anuló mordiendo con energía el pezón izquierdo de Camila a la vez que de un solo golpe introducía su palpitante y caliente pene en la profundidad del sexo de la chica.

Con su mano derecha, Toni agarró el cuello de Camila, presionándolo ligeramente, mientras ella emitía una mezcla de gemidos por el comienzo de la penetración y grititos por el dolor del mordisco.

Instantes después nada de eso importaba. Sometida por su propia excitación, recibía con enorme placer las embestidas de su novio mientras mantenía su mano presionándola el cuello y agarraba ahora su pecho de la derecha para darle el mismo tratamiento que había sufrido su gemelo al otro lado del canalillo.

Su mente estaba en blanco y sólo sabía que era glorioso tener ese miembro varonil en su interior. Caliente. Palpitante. Duro. Incluso empezó a gozar del maltrato que sufrían sus senos.

Por suerte para ella, al final Toni no descargó en su interior. En el último momento, sacó su polla y se colocó rápidamente sobre los maltratados pechos de la chica para empezar a follárselos apretándolos contra su pene. Con tres movimientos le bastó para vaciar su leche masculina en el canal que separaba ambas tetas e incluso llegar hasta la base del cuello de Camila.

Se tumbó junto a ella y estuvieron así descansando un rato, ella boca arriba y él boca abajo, acariciando con la mano izquierda el hinchado sexo de la chica.

Fue en ese momento cuando ella se dio cuenta. En esa casa las puertas eran poca cosa. Apenas fue un instante lo que tardó en cerrarse completamente la puerta, pero Camila no tuvo duda de a quién había logrado entrever espiándolos.

Y en ese momento supo que Kat, además de ser una criada mirona, era la gemela que había estado haciendo las sutiles insinuaciones que vio la semana anterior la propia Camila cuando fue ella quien espiaba a las gemelas justo antes de haber mantenido ese breve episodio sexual no consentido con Adolfo, el padre de Toni.

Mientras todos estos pensamientos cruzaban su mente, la mano de Toni iba enlenteciendo sus movimientos. Cuando pararon, no tuvo duda de que había vuelto a quedarse dormido.

Pero Camila estaba excitada aún. El descubrir a Ekaterina espiándolos había vuelto a hacer pasar  las escenas de la semana anterior por la cabeza de la chica.

Sobre todo, un pensamiento nuevo apareció en su mente. Se imaginó a Kat masturbándose mientras Toni y ella mantenían sus relaciones sexuales. Y eso la hizo tocarse su húmedo coño sin poder evitarlo, masturbándose en silencio a la vez que imaginaba a la rusa corriéndose pensando en ella.

Tal era su excitación que su mente volvió sin querer al último momento con Vanessa, desplazando la imagen sensual de la criada masturbándose en el pasillo, y supo que tenía que hacer las instrucciones que la había dado.

Sin saber cómo, logró dar la vuelta a Toni sin dejar de masturbarse. Se colocó de rodillas en la cama y acercó su boca al pene del chico.

Estaba flácido, pero tras pegarle un par de lametazos, observó como empezaba a crecer. Su tensión era tan alta, que sin la ayuda de ninguna de sus manos, logró introducirse la cabeza del pene en su boca. Mientras lo comenzaba a chupar, sentía cómo crecía y endurecía en su boca.

Su lengua se movía torpemente alrededor del miembro masculino, que respondía creciendo e hinchándose cada vez más. Segundos después, sus esfuerzos empezaron a ser recompensados cuando Toni empezó a emitir unos suspiros que pronto cambiaron a gemidos, seguidos de unas caricias en la cabellera de la chica que realmente procuraban acercar aún más su cabeza a la base de la polla del chico.

- Ummm… sigue… así… sí… ummm… sí…

Una de las manos de Toni buscó la desprotegida concha de Camila, pero la encontró ocupada por la propia mano de la chica, así que le dio una suave torta en el culo antes de dirigirse hasta las colgantes tetas de la hembra para atraparlas entre sus dedos y estrujárselas con avaricia.

Camila no dejaba de chuparle la polla mientras, sin darse cuenta apenas de lo que la rodeaba, totalmente concentrada en devorar el miembro viril mientras seguía creciendo dentro de su boca. Cada vez la cabía menos, pero no cejaba en su intención de aprender a que su chico disfrutase completamente con ella y sabía que el hacerle una mamada era parte indispensable. Y la mejor manera de aprender, es practicar… practicar chupándosela.

- Ummmmmm… sí… me voy… ummm…. sigue… ummmm… ya vieneeee…

Casi sin darse cuenta, su primera mamada terminó. El éxito fue brutal. Recibió inesperadamente los primeros chorros en el fondo de su boca, golpeando su campanilla y alcanzando su garganta.

Instintivamente, comenzó a sacarse la polla de la boca, pero las dos manos de su novio fueron implacables y la obligaron no sólo a no alejarse sino a acercarse aún más hasta que la punta del capullo casi impactó con su garganta, haciendo deslizarse todo su esperma por gran parte del interior de su boca cuando no directamente garganta abajo.

- Ufffffffffff… gracias, cariño… -susurró, sofocado por la tensión liberada y dejándola libre ya para sacar su polla de la boca.

Procuró ocultar el asco que le había dado la parte final del proceso, sobre todo cuando observó la cara ansiosa de Toni y cómo la tiraba para ponerse sobre ella. Inmovilizó los brazos de Camila con sus piernas y se inclinó sobre su sexo, devolviéndola el favor al aplicar su lengua en el húmedo coño de la chica.

Ella no pudo evitar rendirse ante la maestría de la lengua de su novio y volvió a flotar al ritmo de las palpitaciones ardientes que se descargaban con cada movimiento de la boca de Toni en su entrepierna.

Llevada por un impulso, incluso logró atrapar la polla de su novio, que colgaba medio flácida sobre su boca. A pesar de su inmovilización, provocada por las piernas de Toni que la bloqueaban los brazos, logró darle unos lametones al miembro en la punta para lograr que volviera a crecer.

Y mientras todo esto sucedía, volvió a darse cuenta de que el espionaje se reproducía. Allí estaba Kat, mirando por un pequeño resquicio entre la puerta, nuevamente entreabierta, y el marco. Observó sus tersos pechos bamboleándose al ritmo de su intensa respiración mientras se masturbaba su depilado pubis.

La visión del hinchado sexo de la rusa no hizo sino acrecentar la excitación animal que sentía Camila y la hizo gritar, sin saber ella misma a cual de los dos se refería su petición:

- ¡¡Fóllame!!... ¡¡fóllame ya!!...

Toni respondió rápido. Se lanzó al lado contrario de la puerta para agarrar esta vez un preservativo y se colocó sobre Camila, penetrándola sin miramientos, con toda la tremenda fuerza de su joven cuerpo.

A la vez que Camila gozaba con el sexo masculino de Toni, lanzó una ojeada de nuevo a la puerta. Allí descubrió a Kat lanzándola un beso y guiñándole un ojo de forma provocativa, a la vez que hacía un gesto invitándola a seguirla tentadoramente antes de cerrar la puerta.

Después, sólo tuvo pensamientos para el momento presente y la fuertemente deliciosa penetración que Toni aplicaba a su sexo.

Cuando al final volvió a correrse, Camila estaba lejos aún de obtener un nuevo orgasmo. Su cabeza no dejaba de dar vueltas a la silenciosa invitación de Kat… y una parte de su mente quería aceptarla.

Eran casi las dos y media cuando regresó a su casa. Toni dejó el coche en doble fila y bajó para acompañarla hasta el portal, despidiéndose con un beso al que empezaron rápidamente a suceder otros mientras la acercaba contra la pared lateral del edificio.

Ella respondía con igual intensidad, en una lucha entre sus lenguas. Pero cuando empezó a tocarle el pecho derecho, le detuvo. Allí, en la calle de su casa, se sentía expuesta. Casi como si la espiasen. Así que dejó a Toni a medias y subió a la casa.

Al entrar en la casa, se dio cuenta de que el salón tenía bastante claridad porque sus padres habían olvidado correr las cortinas interiores de las ventanas correderas que daban a la terraza, así que no tuvo casi problemas para atravesarlo. Pero, por si acaso, activó la pantalla del móvil. No quería tropezarse con nada olvidado y despertar a sus padres.

Fue al lavabo justo cuando la llegaba un mensaje de Vanessa: “¿Cómo fue la noche, guapa?. ¿Seguiste mis consejos?. Besos donde tú sabes”.

El breve mensaje volvió a despertar sus instintos más primarios. Sin pensárselo, marcó el número de Vanessa.

- Joder, cariño… ¿tan mal ha ido? –susurró Vanessa al otro lado de la línea.

- Nooo, que va –respondió Camila, también susurrando sin darse cuenta-. Al contrario… repetimos incluso… fue como me dijiste, le hice la mamada y se reanimó…

- Qué bien, guapa… vas aprendiendo… ya sólo te falta comenzar con los sesenta y nueve y tendrás…

- Sí, lo hicimos –la interrumpió, con una pequeña mentira porque realmente no lo habían hecho tal y como se entendía, puesto que Toni no tuvo su pene en la boca de Camila a la vez que él se ponía “boca a la obra” en el coño de la chica.

- ¿Y qué te pareció?.

- No estuvo mal, aunque tendría que compararlo cuando no esté borracho… ¿no te parece?... jajaja…

- Bueno, ya me lo contarás todo con pelos y señales mañana, ¿te parece?. Te paso a recoger por la tarde, si te apetece… -y, añadió en tono malicioso- amorcito.

- Sí, mañana nos vemos y hablamos por la tarde –respondió ella, siguiéndola el juego en parte y realmente queriendo decirlo directamente por otro lado-. Un beso, mi amor.

Camila salió del lavabo y se fue a su dormitorio con una sensación extraña en su abdomen. Los nervios la impidieron darse cuenta siquiera de que no había cerrado del todo bien la puerta de su cuarto.

Encendió la luz de la mesilla de noche y empezó a desvestirse, doblando la ropa antes de llevarla a la silla en que solía dejar la ropa usada cuando no la llevaba directamente al cesto para la colada. Después de varios viajes, quedó completamente desnuda, algo que ya le parecía normal en las noches que pasaba con la persiana subida por el acuerdo no escrito que tenía con Vanessa.

Se inclinó sobre el cajón en que escondía el consolador que le diera hacía unos días la novia de su hermano, sacándolo de debajo de las prendas de invierno que no utilizaba entonces y era improbable que nadie mirase cuando ella no estaba.

Encontró el azulado aparato unos instantes después y no pudo evitar que la excitación de tenerlo en sus manos, como si fuera la polla de un ser de una raza de ese color se tratase, provocase una pequeña separación de sus piernas para acomodar la creciente hinchazón de su hambriento sexo.

Porque debía admitirlo. No estaba saciada.

El sexo con Toni había estado bien, pero cada vez que hablaba con Vanessa se removían en su interior pensamientos cada vez más raros. Su mente viajó a las señales que había creído interpretar en la criada rusa, indicios de una petición de sexo lésbico de extrañas formas tal como lo había visto practicar a las dos hermanas gemelas apenas unos días antes. Pero también lo hizo a las sensaciones contrarias que ahora veía que tuvo cuando los mejicanos intentaron sacarla del local para aprovecharse de su cuerpo… sensaciones que iban desde el asco más absoluto hasta una pizca de curiosidad por la brutalidad de sus formas.

Sin darse cuenta, se encontró marchando hacia su cama con el consolador en una mano y la otra ocupada en comenzar un masturbatorio masaje en su coño.

Se detuvo a medio camino y prosiguió con las sensuales caricias a su entrepierna mientras hacía girar el falso pene para chuparlo y darle lametazos, con los ojos ligeramente entornados a causa de su necesidad de sintonizar las descargas que comenzaban a fluir desde el interior de su sexo e incluso desde sus tetas, cuyos pezones se iban endureciendo bajo la influencia del ambiente sexual.

Cuando se sentó en la cama, cambió las manos de posiciones sin cejar en su lento masaje de la entrepierna sincronizado con las prácticas que su boca y lengua hacían de una mamada con el consolador azulado, que cada vez iba logrando introducir un poco más en su boca.

Al notar que por fin había alcanzado una dilatación suficiente, se tumbó y dirigió lentamente el falso pene hacia la entrada de su vagina. Lo deslizó suave y lentamente por su cuerpo, rodeando sus pechos hasta dibujar un ocho tumbado antes de continuar el avance hasta su húmeda entrepierna.

Se notó torpe. Esa noche el alcohol que había tomado se notaba. Tardó un rato en lograr introducírselo correctamente. Incluso la llegó a parecer que alguien susurraba entre dientes y se imaginó a Vanessa regañándola por no saber utilizar el aparato que tanto goce podía dar.

Esa visión de Vanessa mirándola mientras se masturbaba se enredó en sus pensamientos y la excitó aún más, así que no pudo evitar tocarse los senos mientras se penetraba con el consolador. Mordía su almohada para ahogar los gemidos que intentaban escapar de sus labios a la vez que se pellizcaba los pezones cada vez con más fuerza al creciente ritmo que iba ganando el falso pene en su penetración imparable de la vagina de Camila.

Y aunque no lo había buscado conscientemente, tuvo un potente orgasmo. Las contracciones llegaron a hacer salir un trozo del consolador con toda la humedad acumulada de sus fluidos.

Se fue relajando y el sueño acudía a ella, así que apagó la luz pero no llegó a sacarse el consolador que había logrado satisfacerla. Pensaba volver a usarlo en un rato, pero la pudo un sueño en que imaginó una sombra entrando en su dormitorio… la sombra de un hombre excitado. Podía ver su paquete hinchado.

Imaginó a su hermano buscando a Vanessa en su cuarto y la excitó pensar que la visión de su cuerpo desnudo provocase esa reacción en la dura herramienta que tanto placer parecía generar a la novia de su hermano.

Incluso escuchó una música acompañando su sueño, la señal de que su hermano se abalanzaría sobre ella y… De repente, su hermano tenía dos penes, uno en su mano y otro en el interior del coño de Camila. Era una situación extraña pero que excitó el fondo de su soñolienta mente hasta hacer que comenzara a gemir suavemente del placer.

Pero cuando quiso darse cuenta, todo había terminado. En realidad lo que debía haber sucedido es que se había estado moviendo el consolador mientras ella estaba dormida, así que terminó de sacarlo y lo dejó bajo su almohada. Estaba demasiado cansada para buscar un paño para limpiarlo.

La mañana del sábado se levantó notándose aún con un rastro de esa energía que había sentido en el sueño erótico, así que fue a ducharse con un poco de agua fría para intentar tranquilizarse antes de acompañar a sus padres a la consulta.

No sirvió de mucho, así que desvió su atención a la ropa. No pudo evitar ponerse una blusa ceñidita que dejaba un pronunciado escote que permitía ver casi un cuarto de sus pechos si se inclinaba… y eso hizo estremecerse su cuerpo de placer anticipado, imaginándose cómo la miraría Vanessa cuando se viesen más tarde.

En cuanto llegaron, sus padres se fueron a sus respectivos despachos de una forma extraña, distraídos con pensamientos propios que les hicieron encerrarse directamente cuando lo normal habría sido quedarse un rato con las puertas abiertas hasta sus primeros pacientes.

Se encogió de hombros y empezó a colocar los papeles que la habían dejado en el recibidor tras el cual se sentaba los sábados.

Minutos después se dio cuenta de que había alguien apoyado en el mostrador.

Un chico de mirada traviesa y una sonrisa radiante la contemplaba. Miraba hacia su escote, cosa que la avergonzó brevemente… porque luego la ruborizó la idea de ser objeto de deseo. Además, al fin y al cabo, el chico no estaba nada mal… y unas miradas eran normales, ella sabía que era una chica bastante guapa, pero antes de conocer a Vanessa le habría parecido una actitud inadecuada el mostrarse ante cualquiera.

- Buenos días, preciosa… ¿cómo te llamas? –la preguntó suavemente, hipnotizándola con la profundidad de sus ojos.

- Ca… Camila –respondió ella, aún medio abstraída en sus pensamientos y medio atrapada en esos dos ojos.

- Bonito nombre, muñequita… me llamo Manuel, ¿te gustaría quedar un rato cuando salga de la consulta?. Vivo aquí al lado… -siguió diciendo él, que agarró unos cabellos de la chica y jugueteó con ellos enredándolos en sus dedos.

Camila sonrió tontamente y se pasó por su mente la imagen de sus cuerpos desnudos y sudorosos follando como animales al otro lado de la pared de los despachos de sus padres. Su imaginación comenzó a calentarla y sintió cómo reaccionaban sus pezones, marcándose aún más contra la ropa, cosa que no pasó desapercibida a Manuel, que se humedeció los labios anticipadamente. También su entrepierna empezó a humedecerse, notándose preparada para cualquier cosa.

Pero no, no podía hacerlo… tenía novio, así que retiró sus cabellos de la mano de Manuel y se puso lo más recta que pudo en la silla, pero aún así tardó poco en volver a inclinarse lo suficiente para que esos hipnóticos ojos pudieran seguir taladrando su escote. No pudo evitar pensar en que, como diría Vanessa, al fin y al cabo una mamada no sería tanto como poner los cuernos y… ¡no!. Ella no era tan liberal como Vanessa y mientras tuviera novio eso no podía pasar.

En ese momento, se dio cuenta de lo que acababa de pasar por su mente. La simple presencia de Manuel combinada con esas ideas que Vanessa estaba haciendo que entrasen en su mente, estaba logrando hacerla imaginarse que su relación con Toni sólo era eventual… claro que desde el principio ella también lo había dado por sabido, puesto que realmente fue Vanessa quien insistiera en unirlos. ¡Basta!. Ahora estaba con Toni y punto.

Pero cedió un poco a su cuerpo y siguió coqueteando, pero no demasiado descaradamente, claro…

- … así que si luego te quieres pasar, u otro día que te apetezca, no dejes de llamarme, preciosa –seguía diciendo el chico, que había dejado una nota con su teléfono sobre el mostrador.

Siguieron así un rato, mientras sin darse cuenta, volvía a inclinarse hacia el mostrador para dejar que esos ojos tan intensos pudieran seguir comiéndose sus tetas. Entonces, su madre abrió la puerta de su despacho y se acercó.

Rápidamente, como si fuese algún secreto inconfesable, agarró el número de teléfono del chico, pero su madre no parecía darse cuenta y por un momento se pasó por su cabeza la idea de que su madre también quería sentirse deseada. Al fin y al cabo era una mujer… y sus padres hacía tiempo que no se dedicaban a complacerse, lo sabía instintivamente.

Se marcharon al interior de la consulta de su madre y la puso ligeramente celosa el que Manuel no la mirase... y que tuviera los ojos tan ocupados en el culo de la madre de Camila.

Estuvo a punto de levantarse para fisgar detrás de la puerta, pero justo entonces apareció una joven pelirroja de ojos azules vestida con una gabardina de un tono rojizo que recordaba al vino. También se veían unas medias del mismo color pero de un tono más puro. Aunque sin duda, lo que le pareció más bonito de su vestuario a Camila fueron los zapatos. Estaban abiertos en la zona de los dedos y tenían un tacón ni muy alto ni muy bajo y brillaban intensamente.

- ¿Sí? –la preguntó, algo cortante después de la situación vivida poco antes.

- Hola, -saludó la chica- soy Bambi. Había quedado para una cita con... Don Sergio, si no recuerdo mal.

- ¿Bambi? –no pudo evitar comentar Camila, pensando inmediatamente en la película de animación. Pero dándose cuenta de que sonaría tonto, procuró adoptar un tono neutro y fingir que miraba una lista para evitar la vergüenza de mirar a la joven y meter aún más la pata-. Sí, aquí estás. Ahora le aviso.

- Gracias.

Llamó a la puerta un par de veces, pero como su padre no respondía, se atrevió a abrir la puerta y asomarse.

- Padre.

- Dime –respondió él, levantando la cabeza repentinamente, saliendo de una especie de trance.

- He llamado a la puerta, pero como no me oías…-comentó ella, algo indecisa por haberlo interrumpido en algún pensamiento importante- el caso es que ya está aquí tu paciente.

- Ahh… vale, vale, cariño. Gracias. Que pase.

Camila se hizo a un lado para dejar pasar a Bambi, cerrando la puerta detrás de ella.

Decidida a no meter más la pata esa mañana, Camila volvió a su sitio detrás del mostrador donde habría estado la secretaria y recepcionista para seguir ordenando los papeles.

La verdad es que su padre era un poco desastre, pero a la vez eso la permitía a veces cotillear algunos apuntes de las sesiones. Esperaba poder ojear el próximo fin de semana algo de lo que sucediera ese día... sobre todo del chico, aunque su madre solía dejar bien colocados sus apuntes, pero nunca se sabía.

Unos veinte minutos después, o un poquito más, apareció Inmaculada. La amiga de sus padres era siempre muy llamativa y desde niña solía hacerla regalos cuando menos se lo esperaba y que a veces la hacían sentir como si fuese la tía liberal que se la llevaría de copas a una cita a ciegas. A ella le debía su primer tanga, tan minúsculo que apenas se lo había puesto un par de veces más para quedar bien con ella que por nada más, pues la hacía sentirse como una puta.

- Buenos días, cariño –la saludó, acercándose decidida para agarrarla por los hombros y estamparla un par de besos en los sonrosados carrillos.

- Buenos días, Inma –respondió Camila, sonriendo y con un ligero rubor por el frotamiento con los magníficos pechos de la mujer que siempre parecía tener los pezones tiesos.

- Te he traído un regalito –anunció, guiñándola un ojo de forma ostensible y mirando hacia los lados como si fuese un secreto de espionaje. Sacó una bolsa de su bolso con el logotipo de una farmacia y se lo dio-. Por si tu novio es juguetón.

Era un lubricante íntimo que también indicaba en las instrucciones que servía para dar masajes. Se sonrojó aún más mientras lo metía en su propio bolso.

- Gracias, Inma, no hacía falta que te molestases...

- No hay de qué, pequeña... ya sabes que tú eres como la hija que me habría gustado tener –declaró, como tantas otras veces antes-. ¿Y qué me dices, te trata bien?. ¿Te mantiene caliente la cama?.

- Sí, sí... es espléndido.

- Así me gusta, cariño... porque sino yo conozco a un par de mozos que seguro podrían darte mucho placer –y como si le acabase de venir la idea a la mente, añadió de una forma tan poco natural que Camila notó que lo había ensayado- y eso sin contar que mi propio hijo está de muy buen ver, ya sabes, Adolfo...

El nombre la hizo pegar un pequeño respingo, pues era el mismo nombre del padre de Toni. Inmediatamente volvieron a su mente las sensaciones de esa noche en que ese hombre se había aprovechado sexualmente de ella mientras creía que era su novio quien realmente la estaba penetrando en la noche que espió a las criadas rusas practicando unas asombrosas escenas de sexo lésbico ante sus ojos.

- Sí, ya sé que es más joven que tú –seguía hablando Inmaculada, confundiendo el significado del respingo de Camila-, pero pronto cumplirá los dieciocho años y es todo un caballero y estoy segura que tendrá heredada toda mi... mis cualidades. ¿Qué te parecería si os veis un día de estos?.

- Bueno, esto... supongo, vale –respondió finalmente, ante la mirada suplicante de esa mujer que tan bien se portaba con ella. Realmente no tenía intención de hacerlo, pero ya buscaría alguna excusa más adelante.

- ¡Fantástico, cariño! –respondió ella, abrazándola de nuevo hasta hacer que sintiese todo el calor que emanaban a través de la ropa esos dos pechos maduros pero aún firmes-. ¿Le queda mucho a tu madre?.

- No lo sé… pero no creo. Las primeras sesiones suelen ser cortas.

Un rato más tarde, salía Manuel. Camila había pensado charlar un rato más con él, pero la presencia de Inmaculada se lo impidió, puesto que enseguida se lanzó a ocupar el centro de atención.

- Joder, qué bueno está ese mozalbete… ¿no te parece, cariño? –la dijo, remojándose los labios con la lengua tras abandonar Manuel la clínica.

- Supongo –contestó ella, fingiendo poco interés.

- No me digas que no tiene un buen polvo, cariño. Tener novio no quiere decir que seas de piedra.

- Sí, claro… sí.

- Lo que te decía, habrías sido una hija genial –sentenció ella, volviendo a abrazarla antes de plantarla un beso en el centro de la frente-. Y si decidieses salir con mi Adolfo, ya sería lo ideal, cariño. Bueno, te dejo… me espera tu madre –y entró para otra sesión con Rebeca.

Apenas acababa de pasar Inmaculada a la consulta de su madre, llegó una chica rubia. Era alta y delgada. Llevaba unos shorts tremendamente ajustados que dejaban poco a la imaginación y una camiseta de tirantes que ofrecía una buena perspectiva de sus pechos cuando se inclinaba, como descubrió Camila cuando lo hizo sobre el mostrador mientras sacaba un papel.

- Hola, soy Begoña y venía a la cita con Don Sergio –anunció-, y ya traje el papel que me pidió la otra vez.

- Vale, ya se lo darás a mi padre, porque ahora está con otra paciente –respondió Camila, aunque no recordaba haber visto la ficha de primera sesión de esa chica-. Si quieres sentarte mientras esperas…

- Gracias –contestó y se sentó en una esquina.

Cuando salió Bambi, se cruzaron las miradas de las dos pacientes. Camila supo que se conocían por la manera de mirarse, aunque procuraron mostrar lo contrario y se separaron precipitadamente.

Pero no tuvo tiempo de fijarse más detenidamente, porque en ese momento salió Inmaculada y tras unos intentos extras de hacer que la asegurase que quedaría con su hijo mayor un día de esos, se marchó.

Al poco llegó una nueva chavala. Rubia como Begoña, pero con un vestuario más serio. Llevaba una magnífica blusa azul, ligeramente transparente, y minifalda negra que combinaba con unos zapatos de un gran tacón.

- Hola, no sé si será aquí… vengo a consulta de psicología con Doña Rebeca…

- Es aquí. La avisaré… ¿cómo te llamas?.

- Zoraida, Señora.

- ¿Qué? –preguntó Camila, brevemente sorprendida por el respetuoso tratamiento-. Ahh… no, no me llames Señora… ni siquiera estoy casada… jajaja… -añadió, a modo de chiste repentino.

- Como desee, Señorita.

- Ni tampoco eso, puedes llamarme simplemente Camila, ¿vale?.

- De acuerdo... Camila –terminó ella, sonrojándose ostensiblemente ante esa ruptura de sus modales.

El resto de la mañana transcurrió con calma y, aburrida de ordenar papeles, Camila pasó a leer un libro. Aunque lo cierto es que oculto entre medias había los únicos pequeños comentarios que había encontrado del puño y letra de su padre sobre las misteriosas sesiones que tan milagrosamente habían aumentado tanto el horario de las consultas de sus padres.

En realidad lo había encontrado en una esquina detrás de la papelera, de dónde la señora de la limpieza obviamente no lo había retirado. O quizás cayese cuando vació la papelera. Quién sabía.

El caso es que tenía ahora esa nota en su mano, apenas medio folio con la escurridiza y pequeña letra de su padre. Costaba un poco descifrarla, pero era una lectura muy interesante. Hablaba de un Internado terrible, donde se torturaba física, mental y sexualmente a chicas y chicos de diversas edades. Por un lado le producían escalofríos, pero por otro su juvenil mente estaba en un estado de facilidad de excitación que no podía evitar sentir una porción de morbo imaginándose algunas escenas con algunas de las chicas que habían llegado ese mismo día como protagonistas… incluso poniéndose ella en esas situaciones dentro de su mente. Y eso la producía una sensación extraña. Confusa a un tiempo que excitada.

Tras un tiempo, incluso podía imaginarse a sus padres rodeados de esas jovencitas tan excitantes y de Manuel, ese verdadero macho que tan profundamente la había impactado con la intensidad de su mirada.

Su desbocada imaginación organizó incluso una verdadera fiesta. Una orgía de sexo en la que su padre montaba a las solicitas exalumnos mientras su madre tomaba notas en una libreta a la vez que bajaba y subía sobre el pene de Manuel. A la vez, ella contemplaba todo en brazos de…

La interrumpió Begoña al salir del despacho de su padre. Inmediatamente adoptó una posición más recta en el asiento, ocultando la nota en el libro y fingiendo interés en su lectura a la vez que procuraba calmar su acelerado corazón y que no se vieran demasiado sus hinchados pezones.

Minutos después, salía también su padre y, por un instante, incluso la pareció que se notaba un bulto en su entrepierna. Su imaginación se estaba desbocando, sin duda.

Unas horas más tarde, mientras comían, llegó un mensaje a su móvil para avisarla que Vanessa pasaría a recogerla delante de su portal a media tarde.

Tendrían toda la tarde para ellas dos solitas, pues Darío tenía que quedarse a estudiar y Toni se había ido a primera hora de la mañana para completar un encargo para su padre. Una tarde de chicas. Una tarde con Vanessa. Eso la hizo disfrutar aún más de la excelente comida. Cuando quería, su madre hacía cosas deliciosas.

Bajó con tiempo, no quería hacer esperar a Vanessa y de paso podría devolverle la broma del otro día si la veía primero. Pero no pudo ser. Apareció en un taxi y subió rápidamente, saludándose con un par de afectuosos y castos besos que no pudo evitar darse cuenta que siguió con interés el taxista… y de la diversión que mostraban los ojos de la novia de su hermano. Incluso paseó sus labios rozando los de Camila para ampliar el efecto de la situación.

Claro que, además, Vanessa llevaba un escote aún más amplio que el de Camila y quedaba a la vista del retrovisor interior.

- ¿A dónde vamos, guapas? –preguntó descaradamente el conductor.

- Creo que por ahora a Gran Vía –respondió Vanessa, como si tuviese dudas mientras adoptaba una pose infantil con un dedo en la boca medio mordisqueándolo-. Luego iremos a jugar a alguna casa… -terminó, con un significativo gesto. El taxista arrancó, tras hacer un extraño ruido con la garganta y sin dejar de echar miradas a sus dos pasajeras.

Camila estaba sombrada por la capacidad de Vanessa. La encantaba el juego de incitar a cualquiera. Temía que un día eso pudiera hacerlas tener algún susto… pero por otro lado, estando con Vanessa se sentía más… abierta a cualquier cosa. Ese pensamiento logró que creciese de nuevo una sensación cálida y húmeda en su interior.

Al llegar a Gran Vía, el taxista insistió en entregarlas su número privado por si necesitaban lo que llamó un servicio especial. Camila captó la indirecta y tuvo una impresión asquerosa con ese viejo verde, pero agarró la tarjeta cuando se la ofreció tras haberla cogido ya Vanessa.

- ¿Ahora a dónde?.

- Tú sígueme, tengo un sitio en mente –contestó alegremente la joven con quien los dos hermanos estaban tan encandilados.

Fueron caminando por una calle repleta de viandantes que se movían entre los numerosos comercios, así que en un par de momentos casi fueron separadas por la multitud y Camila no pudo evitar la tentación casi infantil de agarrarse de la mano de Vanessa. Varias veces extendió la mano, para al final retraerla.

Una de las veces, Vanessa se giró y al ver el gesto de Camila, la atrajo hacia sí para agarrarla del cuello y susurrarle al oído:

- Vamos a comprar algo de lencería para renovar tu vestuario… y espero que luego me hagas una demostración privada en casa… nos lo pasaremos bien, guapetona.

Camila se puso tan colorada que le pareció que su pelo podría volverse del color del fuego y notó antes incluso de dar una respuesta que su cuerpo no admitía otras opciones.

- Sí… por supuesto…

Vanessa la llevó directamente al probador tras asegurarse de sus medidas.

- Desnúdate y cierra por dentro, cariño. Cuando sea yo, llamaré dos veces… no vayas a abrir a otra persona y luego te encuentre haciendo cositas… -la dijo con un intencionado tono lascivo, que incrementó la reacción que su sexo y sus pechos ya tenían.

Aún así, Camila se desnudó siguiendo las instrucciones de Vanessa. Esperó un buen rato, durante el cual varias veces llamaron a su cubículo, pero no abrió temiendo que con su suerte pudiera volver a encontrarse con alguno de los indeseables que se habían cruzado en su vida durante la última semana.

Se sentía vulnerable, pero también excitada, cuando por fin llegó Vanessa. Cuando la abrió no pudo evitar que un par de hombres que estaban fuera le dieran un buen repaso con ojos de vicio. Y aunque eso debiera haberla afectado, contribuyó aún más a que su cuerpo se creciera.

- Menuda hinchazón tienes ahí abajo, cariño… -anunció Vanessa, a la vez que paseaba los dedos de su diestra por la rajita de Camila, que separó ligeramente las piernas para dejar que la caricia fuera lo más amplia posible-. Se nota que necesitas un buen polvo, está claro que Toni ha perdido pericia… pero no estaría bien que te pusiera en brazos de otro, ¿verdad?... jajaja… -terminó, con un exagerado guiño a la vez que la acariciaba los labios con la mano que había tocado el sexo de Camila- Te traje unas cositas, a ver qué te parecen.

La mayoría de las prendas dejaban poco a la imaginación y parecían más propias de una prostituta que de una chica de clase media, pero al final la presión de Vanessa la llevó a comprar algunas prendas que sobrepasaban con mucho el nivel de sensualidad al que ella estaba acostumbrada a lucir.

Pagaron mientras los dos hombres seguían en la esquina haciendo comentarios subidos de tono sobre las posibilidades que tenían los vestuarios de esa sección si querían aprovecharlos.

Nuevamente, la lengua de Vanessa lanzó comentarios incluso más subidos de tono, pero su pericia no las llevó esta vez a una situación tan comprometida como las de la semana anterior, quizás porque había quedado con un par de amigas más tarde y no habría dado tiempo a tener la sesión privada que le había pedido a Camila.

Increíblemente, las volvió a recoger el mismo viejo verde al volante del taxi que las había llevado antes allí mismo. Por un instante, Camila pensó que o ella tenía una suerte muy rara últimamente o Vanessa era un imán para las situaciones límite con los guiones que pudieran salir de las mentes más perturbadas de un guionista de pornografía.

- ¿Van a jugar a casa ya? –comentó atrevidamente el hombre.

- Sí, nos lo vamos a montar en mi casa… ¿por? –contestó Vanessa. El comentario hizo que Camila volviese a sonrojarse, casi había perdido la cuenta de este tipo de situaciones que generaban los comentarios tan sexualmente orientados que lanzaba la novia de su hermano.

- ¿Qué tal si os acompaño? –se lanzó.

- ¡No! –respondió Camila sin poderse contener, asqueada de ese hombre.

- Pero… ¿cómo te atre…?

- Hoy no, desde luego –cortó Vanessa con tono de mediadora la airada respuesta del taxista que debía de estar empalmado pensando en follarse a las dos jóvenes-. Tenemos cosas que hacer y visitas que recibir… -como inspirada, añadió para cortar el resto de palabras que empezaban a salir de boca del hombre- y te dedicaremos el vídeo.

- ¿Vídeo? –gruñó, más que pronunció el taxista.

- Sí… sí, un vídeo –dijo Camila, respondiendo al gesto cómplice que le hizo Vanessa.

- Bufff… sois unas bolleras bien zorras… -sentenció el viejo verde y Vanessa se apresuró a parar cualquier respuesta de Camila poniendo su mano sobre la rodilla de la chica y apretando con fuerza hasta lograr que su atención se concentrase en ella, momento en que la besó en la boca con gran intensidad.

Los siguientes comentarios del taxista se perdieron en la pasión que anulaba todas las percepciones de Camila mientras se rendía al intenso abrazo y los íntimos besos de Vanessa.

Llegaron a la vivienda de la bella chica poco después, sin que Camila se hubiera dado cuenta siquiera. Vanessa la hizo salir para pagar al hombre sin más contratiempos y lo despidió casi con dulzura.

Luego, se giró con una cara que casi mostraba enfado.

- ¿Se puede saber qué haces?.

- ¿Qué? –atinó a decir la sorprendida Camila ante el cambio de humor de la otra joven.

- ¿En qué coño piensas?. Cuando estoy hablando yo tú no digas ni una palabra, ¿entiendes? –concluyó, levantando ligeramente la diestra como si se pensase en darle una torta.

- Sí, sí… -respondió, descolocada ante el cambio de humor.

- Venga, anda… vamos para arriba, compi –dijo Vanessa, retornando a su cara una expresión de diversión que relajó a Camila.

Entraron en la casa y Vanessa dejó que se cambiase en su propio dormitorio, porque el de invitados lo tenía ocupado con una mesa camilla de masajes que se había dejado una amiga suya un par de semanas antes porque no podía llevársela aún a su residencia.

Camila fue poniéndose los diferentes complementos que había comprado y fue paseándose de la forma más sexi que sabía por delante de Vanessa, que de vez en cuando se acercaba para lanzarla piropos y enseñarla cómo debía moverse para potenciar el efecto de sus nuevas adquisiciones.

En total, se había comprado cuatro conjuntos. Un picardía con tanga negro a juego, ambos semitransparentes y que permitían ver prácticamente todo su cuerpo salvo sus pechos, la única zona en que el picardía tenía unos bordados que lo ocultaban a la vista. Claro que con el profundo escote que generaba la forma de la prenda y los finos tirantes, quedaba al descubierta toda la piel por encima y hasta el canal entre sus tetas. Acababa justo a la altura del propio tanga, que incluso a pesar de ser tejido bajo tejido, no ocultaba para nada la ausencia del vello púbico de la hija de los psicólogos. Vanessa repasó a fondo las vistas desde todos los ángulos y comentó con gran placer para Camila que tenía un culo perfecto.

Como segundo conjunto Camila se puso un sujetador con aro que dejaba el tercio superior de sus pechos al descubierto, mientras el tanga triangular cubría casi toda su entrepierna por delante. Finalizaba el conjunto un liguero al que se unían unas finas medias con blonda. Este clásico recibió una sonora ovación de Vanessa, que se puso de rodillas a jugar con las tiras que unían el liguero con las medias como si fuesen las cuerdas de una guitarra mientras sostenía con su mano libre el tanga como si fuera el cuerpo de esa guitarra. Fue una sensación electrizante, con los ligeros toques de los dedos de la chica sobre el coño cada vez más empapado de Camila.

La tercera prenda era un camisón de encaje, acampanado y aunque ligeramente transparente, las formas y dibujos más oscuros reducían la visión corporal a unas pequeñas partes. Esta vez tanto los senos como la entrepierna de Camila estaban protegidos de la vista por un tono negro más intenso que no permitía verlos directamente. También era más largo que el picardía que se puso en primer lugar, llegando ahora hasta medio muslo. Esta vez fueron los comentarios de Vanessa sobre si debería sentirse celosa de que su novio, y hermano de Camila, pudiera verla de ese modo y empalmarse ante la visión del perfecto y juvenil cuerpo de su propia hermana… para luego desviar el comentario hacia la reacción de Sergio, el padre de la chica. Y aunque esta vez no la tocó, esos pensamientos sí lo hicieron. Camila tuvo fugaces visiones en las que su padre y su hermano le mostraban sus crecidos paquetes al verla con ese erótico camisón… y una parte de su interior sintió deseos de comprobarlo.

El pequeño desfile terminó con un top rosa de manga corta y con un amplísimo escote que dejaba a la vista casi todo el canal entre sus pechos, cerrando la unión entre las dos partes de la prenda con un broche con forma de corazón. Lo completaba una minifalda del mismo tono rosa que apenas cubría poco más que sus glúteos. Vanessa lanzó un grito de entusiasmo, para reprenderla poco después por no haberse comprado el tanga abierto que ella había sugerido, pero pese a su insistencia en este caso Camila no se atrevería a ponerse un tanga con una zona abierta en el centro que permitía acceder libremente a su concha. Le parecía una prenda más propia de mujeres de vida alegre que de ella… incluso aunque fuese para lucir únicamente en la intimidad.

En ese momento, sonó el timbre.

- No te vayas, compi… ven a saludar a mis visitas –la retuvo Vanessa.

Al otro lado de la puerta estaban las dos criadas rusas de Toni. Ekaterina y Rada llevaban el mismo conjunto, un top compacto sin escote y con unos tirantes gruesos que dejaban libres los brazos y unos pantalones deportivos ajustados a sus cinturas y que s ceñían a sus esbeltas piernas hasta la rodilla.

- Hola –pronunció una de ellas, Camila no sabía quien era de las dos.

- Espero que no sea un mal momento –completó el saludo la otra gemela.

- Para nada, Kat –contestó Vanessa a la segunda. Obviamente ella no parecía tener dificultades para diferenciarlas-. Adelante, pasad.

- Hola –saludó entonces Camila, al darse cuenta de que aún no había contestado al saludo de las hermanas.

- ¿Os apetece una copa? –preguntó Vanessa, en su papel de anfitriona.

- Estaría bien –contestó Ekaterina.

- Gracias –completó Rada, haciendo que la escena fuese aún más extraña para Camila, pues parecía que cada hermana terminaba las frases de la otra. Como si se leyesen los pensamientos. Era una idea… aterradora, en cierto sentido.

Mientras Vanessa iba a la cocina, se acomodaron alrededor de la mesa del salón.

Por un momento, Camila pensó en cambiarse, pero luego se imaginó que eso podría levantar falsas ideas en las gemelas y que terminasen llegando hasta Toni, algo que no deseaba.

- Y… ¿cómo es que estáis aquí? –preguntó Camila por decir algo.

- Bueno, ya hace tiempo que conocemos a Vanessa –empezó la chica a la que identificó como Ekaterina, pues parecía ser siempre la que hablaba en primer lugar.

- A veces, cuando tenemos tiempo libre en la casa, nos pasamos a tomar algo o damos una vuelta –secundó Rada.

- No dejéis de añadir que es que resulta que vamos al mismo gimnasio –añadió Vanessa, que regresaba con un vino de Rioja.

- Cuando podemos –explicó Kat.

- No tenemos mucho tiempo, sólo algunos fines de semana o cuando no está la familia en Madrid –añadió Rada.

- Vanessa nos lo recomendó y quedaba cerca de la casa.

- Y luego hemos coincidido algunas veces…

- Eso y que aquí donde las ves, saben dar unos masajes fabulosos –contó Vanessa.

- No es para tanto…

- ¡Qué dirás, Kat!, con maravillosos… ya sé, ¿qué os parecería darnos uno ahora mismo?. Seguro que a Camila le gustaría probaros.

- ¿Sí? –preguntó Ekaterina, mirándola.

- Esto… bueno, supongo…

- Decidido entonces, ¿os animáis? –lanzó el reto Vanessa a las gemelas.

Se miraron un instante y Ekaterina hizo un suave gesto con la cabeza, entonces Rada bajó los ojos en mudo asentimiento.

- Tú te vienes conmigo –la señaló Kat.

- ¡Pues me toca con Rada! –anunció alegremente Vanessa, que agarró de la mano a la rusa y se marcharon al dormitorio de la novia del hermano de Camila con las copas en sus manos libres.

- No tengas miedo –dijo con una sonrisa divertida Ekaterina.

- Cuando quieras –recogió el reto.

- Brindemos, prefiero no llevarme el vino allí, es un espacio demasiado reducido.

Brindaron y la rusa se tomó de un trago el resto del vino, para luego quedarse mirándola. La chica respondió al reto bebiéndose toda la copa, aunque le costó algo más al no estar habituada al alcohol. Cuando se fueron hacia el cuarto, iba ya algo mareada por la rapidez con que se le había subido el alcohol a la cabeza.

- Desnúdate –indicó nada más entrar.

- ¿Có… cómo?.

- Por favor, desnúdate –repitió la rusa, añadiendo la explicación-. Uso un aceite y te ensuciaría ese precioso conjunto. Por cierto, te favorece mucho… aunque con tu cuerpo no es algo difícil.

- Gra… gracias –respondió Camila al halago.

Se desnudó, sabiéndose objeto de la mirada de la rusa. Porque aunque ninguna había dicho nada, ambas sabían que cada una había espiado a la otra durante recientes actividades sexuales. Y Camila no lo podía evitar. De un tiempo a esta parte, cada vez la resultaba más fácil excitarse… y sucedía de nuevo. Su cuerpo estaba reaccionando a la simple idea de ser observada por la otra mujer con un lento pero constante crecimiento de sus pezones y el incremento de la humedad de su sexo.

Se tumbó boca abajo sobre la camilla, lo más rápido que pudo para poder ocultar al máximo la reacción instintiva de su cuerpo. Su sorpresa fue mayo cuando se dio cuenta de que la rusa también se había desnudado.

Como respondiendo a su pregunta no formulada, Kat comentó:

- Tampoco quiero mancharme mi ropa, no tengo donde cambiarme. Ahora relájate… que no soy el señorito… -terminó añadiendo con un suave movimiento con que puso una de sus manos llena de aceite sobre su espalda.

Como había dicho Vanessa, la rusa era toda una experta. Su masaje era delicioso, sus manos asombrosamente suaves pero energéticas. La llevó a un estado cercano al sopor combinando el masaje con los efectos del vino.

Tardó un buen rato en darse cuenta de que estaba masajeando su entrepierna. Había llevado sus manos desde la espalda hasta los pies y en el retorno había terminado en su conchita, a la que estaba dedicando todo su interés. De hecho, era tan grande su estimulación que cuando quiso darse cuenta, ya tenía dos dedos de la joven rusa metidos dentro de su sexo.

- ¿Qué…? –comenzó a preguntar, pero Kat detuvo rápidamente sus palabras, llevando hasta su boca la mano libre y poniéndole un dedo delante.

- Shhh…

Como si fuese una cría, Camila calló. Tampoco se resistió cuando la rusa cogió su mano para llevarla hasta su propia rajita. Al poco, cada una estaba masturbando a la otra.

Poco tardó Kat en poner su pierna derecha en alto, apoyándose en la rodilla, para que Camila tuviera mejor visión y acceso al abierto sexo de la rusa, mientras su particular masajista concentraba todos sus esfuerzos en la híper excitada concha de la española.

Los jadeos no se hicieron esperar y en esa forzada postura, Camila alargó su cabeza para tocar con la lengua el clítoris de su compañera de masturbación. La rusa correspondió aumentando la intensidad de la penetración con que tres de sus dedos sacudían el sexo de Camila.

Minutos después, Kat hizo girar a la española hasta ponerla boca arriba.

Se subió encima, colocándose con el cuerpo en sentido contrario, de tal forma que cada una podía acceder con su boca al sexo de la otra. Los dos cuerpos se repartieron el aceite, frotándose adelante, atrás y a los lados. A la vez, sus bocas luchaban por arrancar los mayores gemidos y respingos por el sistema de chupar y lamer el sexo de su rival en la extraña competición.

Ganó Kat. Logró hacer que Camila se corriese en una explosión de jugos que chupó sin pudor como si fuese una deliciosa bebida. Y antes de darse cuenta, sus expertas manos lograban que nuevamente la hija de los psicólogos llegase a un segundo orgasmo que la hizo arquearse doblemente sobre la camilla a la vez que recibía en su propia cara el fruto del orgasmo simultáneo que tuvo Ekaterina.

Cuando aparecieron Vanessa y Rada quince minutos después, ambas estaban terminado de vestirse tras completar un masaje centrado en los pechos de Camila con manos y… dientes…

- ¿Qué, te ha gustado? –preguntó la novia de Darío.

- Tenías razón… es increíble… -asintió Camila, con la cara tan colorada que pensaba que debía parecer una hoguera.

- Cuando quieras, podemos repetirlo… -comentó Kat, mientras su hermana y Vanessa iban al salón- Y siempre que Toni no sea capaz de hacértelo, cuenta conmigo… y con mi hermana… -terminó la oferta, palmeando su culo mientras salía a reunirse con su hermana y la anfitriona.

Camila recogió sus cosas y más tarde se fue a casa, donde pasó el resto del fin de semana reviviendo esa pequeña pero intensa sesión lésbica.

Por un lado se sentía doblemente culpable. Por un lado por su novio… pero sobre todo por Vanessa, que era con quien había fantaseado inicialmente. Pero a la vez, había disfrutado de la rusa… y mucho. Una parte estaba pensando seriamente aceptar su oferta si se daba la ocasión.

            Continuará...

            Anteriores relatos de la saga:

  • Primera parte: http://www.todorelatos.com/relato/70574/
  • Segunda parte: http://www.todorelatos.com/relato/72792/
  • Tercera parte: http://www.todorelatos.com/relato/77053/
  • Cuarta parte: http://www.todorelatos.com/relato/77264/
  • Quinta parte, la consulta 1: http://www.todorelatos.com/relato/77680/
  • Quinta parte, la consulta 2: http://www.todorelatos.com/relato/78143/
  • Quinta parte, la consulta 3: http://www.todorelatos.com/relato/78421/
  • Quinta parte, la consulta 4: http://www.todorelatos.com/relato/78698/
  • Quinta parte, la consulta 5: http://www.todorelatos.com/relato/79210/
  • Sexta parte, fragmento 1: http://www.todorelatos.com/relato/79750/
  • Sexta parte, fragmento 2: http://www.todorelatos.com/relato/80204/
  • Sexta parte, fragmento 3: http://www.todorelatos.com/relato/80546/

Nota: este relato es inventado. Gracias por leerlo y vuestros comentarios.

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