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Matacrisis (5, la consulta -parte 2-)

en Dominación

            Este relato viene de:

  • Primera parte: http://www.todorelatos.com/relato/70574/
  • Segunda parte: http://www.todorelatos.com/relato/72792/
  • Tercera parte: http://www.todorelatos.com/relato/77053/
  • Cuarta parte: http://www.todorelatos.com/relato/77264/
  • Quinta parte, la consulta, parte 1: http://www.todorelatos.com/relato/77680/

La vida transcurre apaciblemente para una familia madrileña de clase acomodada hasta que la crisis económica empieza a afectar a las consultas del matrimonio de psicólogos formado por Sergio y Rebeca.

Sergio se ve obligado a aceptar un trabajo muy especial que podría salvarles de la crisis… o quizás los arrastre en una espiral de dudoso final..

CAPITULO 5.A. SERGIO.

 

5.A.3. LA CONSULTA: LOLA.

- Túmbate en el diván, estarás más cómoda mientras hablamos –comentó Sergio, indicando con la mano a Lola el mueble y sorprendiéndose nuevamente por la espectacularidad de la chica.

Tenía una cabellera de color rubio que la llegaba hasta media espalda y unos ojos de un profundo azul que miraban bajo las pestañas de una manera que no hacía sino atraer aún más la atención sobre ese juvenil rostro que también incluía unos labios de un potente tono natural rosado.

Llevaba una camisa de la selección española sin mangas con un pronunciado escote en forma de V que se ajustaba a su cuerpo y una falda oscura que la llegaba hasta medio muslo, dejando ver sus esculturales piernas hasta los pequeños calcetines que apenas sobrepasaban las zapatillas deportivas que traía.

No era una elección corriente para acudir a la consulta, pero ofrecía unas magníficas vistas de sus preciosas piernas.

Y no llevaba sostén. Lo sabía por la forma de adherirse la camisa al cuerpo de la joven, sin demostrar ni una sola marca de que hubiera algún tejido debajo en la zona que cubría sus pechos.

- Gracias –comentó mientras se tumbaba a lo largo.

- ¿Has desconectado el móvil?. No me gustaría que sonase en mitad de la sesión.

- Ya lo hice antes de entrar.

- Bien… comenzaremos rellenando tu ficha. Dime tu nombre completo.

- Lola Nuñez Cantalapiedra.

- ¿No tenías un apodo?.

- ¿Qué? –contestó, removiéndose ligeramente.

- El apodo que te daban en el Internado.

- ¿Y eso qué tiene que ver?

- A ver, Lola. Mientras estés en mi consulta hay unas normas que debes tener en cuenta. La primera es que debes hacer todo lo que te pida. Y si te digo que me des tu apodo, me lo das. De lo contrario, aquí terminamos y te buscas otro psicólogo. ¿Entendido?.

- ¿Pero qué importancia tiene lo…? –empezó a responder.

- Dije que si lo has entendido.

- Sí.

- ¿Sí qué? –forzó Sergio.

- Sí, señor –y luego, como dándose cuenta de que faltaba algo, añadió-. Lo he entendido.

- Entonces en tus manos queda, puedes abrirte totalmente a mi y seguir mis instrucciones para lograr una plena sesión o podemos darlo por terminado aquí y ahora.

Tras un breve instante de silencio, al final la chica se remojó los labios con la punta de su lengua y contestó como si no hubiera habido ninguna interrupción.

- “Lolita la cortita”.

- ¿Cortita?.

- Es que había un par de Lolas y al principio me diferenciaban así porque decían que era muy ingenua.

- De acuerdo, ya nos extenderemos sobre ello más adelante si es necesario. ¿Edad?.

- Hoy he cumplido dieciocho…

- Felicidades… -empezó Sergio.

- … y me habían dicho que veníamos a ver un partido de…

- ¡PUM! –sonó el entrechocar de las manos de Sergio justo sobre la cabeza de Lola, que se interrumpió y medio encogió en el diván- No vuelvas a interrumpirme.

- Sí, señor –contestó de forma sumisa, entornando también los párpados.

- ¿Dónde vives?.

- En Pozuelo… bueno, y en Madrid.

- ¿No sabes dónde vives?.

- En Pozuelo, pero como mis padres tienen un piso cerca de aquí vamos a pasar el resto de la semana aquí para acondicionar la casa por si tengo que quedarme algún día que no puedan venir a buscarme si están fuera. No les gusta que use el transporte público.

- Bien, de acuerdo. Sigamos. ¿Estado civil?.

- ¿Eh?... quiero decir, soltera.

- ¿Con quién vives?.

- Con mis padres y mi hermano mayor.

- ¿Cómo te llevas con tu familia?.

- Bastante bien, supongo.

- ¿Supones?. ¿Eso qué quiere decir exactamente?.

- Vamos, lo normal… salvo que no me dejan salir… con amigas y esas cosas, quiero decir.

- ¿Y por qué piensas que no te dejan quedar con tus amigas?.

- Bueno, es que sí me dejan… pero en casa o cuando estoy acompañada por mi madre, mi hermano o alguien del servicio.

- No parece que confíen mucho en ti.

- Emmm… creo que es porque piensan que soy muy ingenua y podría meterme en más líos de nuevo.

- Háblame de tu hermano, ¿cómo te llevas con él?.

- Muy bien, me mima mucho y enseguida se apunta cuando quiero quedar con mis antiguas amigas del instituto y del barrio… jejeje… claro que también es porque le gustan un par y a veces me voy un rato y no se da cuenta.

- ¿Y con el resto de tu familia?.

- Lo normal… bueno, me tratan algo raro por lo del Internado. Pero aparte de eso todo bien.

- ¿Qué me dices de las drogas o del alcohol, consumes?.

- Alcohol sí, un poco. Drogas no tomo.

- Tenía entendido que os daban en el Internado.

- Esto… sí, pero sólo fue un par de veces. Yo no tomo, me obligaron como a todas.

- Bien… veamos, ¿qué te ha llevado a hacer esta terapia?.

- Mis padres. Me han dejado aquí y me han dicho que tenía que hacer esta terapia para volver a ser normal –terminó con un resoplido que deba cuenta de que lo veía absurdo.

Pero a pesar de ello, estaba claro que iba a obedecer a sus padres y por eso mismo se mantendría en la terapia. Eso hizo rugir a la hambrienta bestia que rondaba el interior de Sergio, anticipando el deseo de cazar a la chica cual si se tratase de un antílope bajo la persecución de un león.

Rápidamente Sergio desechó la idea con un movimiento brusco de cabeza, volviendo a concentrar su mirada y sus sentidos en el cuadernillo donde estaba tomando las notas de esta primera toma de contacto.

- Supongo que no sabes la razón por la que tus padres escogieron mi consulta.

- Ni idea.

- ¿Y eso te molesta?.

- Ummm… no, me da igual.

- Creo que ya es el momento de conocer cómo y por qué llegaste al Internado.

- ¿Qué?.

- Cuéntame qué pasó. Qué hizo que terminases en el Internado… y no me vuelvas a hacer repetir una pregunta, -y en un momento de breve inspiración, su subconsciente volvió a entrometerse deslizando una pregunta con un doble sentido para alimentar a la bestia que se removía inquieta en el fondo de los pensamientos de Sergio- ¿comprendido… Lolita?.

La chica apenas reaccionó al empleo de parte de su mote, seguramente porque en su familia la llamarían cariñosamente usando ese mismo diminutivo, aunque el uso del nombre por Sergio logró hacer que durante unos segundos su respiración fuese más agitada y se apreciase con más facilidad la exuberancia de sus tetas escondidas entre la apretada prenda.

- Sí, señor –durante un segundo pareció que se iba a detener en esa frase y el corazón del psicólogo brincó con la rápida imagen de conseguir una segunda muestra de ropa interior en medio de un castigo con la mano en el culo de Lolita de igual forma a como lo hizo con Soraya-. Fue culpa de mi madre.

La sorpresa hizo descartar las imágenes que habían acudido a su mente, y una mezcla de profesionalidad y morbosidad hicieron recuperar el rumbo de la sesión en la mente de Sergio mientras la chica seguía hablando.

- Cuando tenía catorce años me encontré un día al volver a casa a mi madre en la habitación de invitados comiéndole la polla a un amigo de mi padre que vivía en un chalet del otro lado de la urbanización y que estaba unos días con nosotros porque estaban fumigando su casa. Cuando me vieron, mi madre me explicó que le había dado un tirón y ella estaba ofreciéndole un masaje para que se recuperase. Entonces no sabía que estaba pasando y me lo creí, incluso me ofrecí para ayudar para que mi madre descansase porque había tenido que levantarse muy temprano para llevar a mi padre al aeropuerto en un viaje a Argentina porque tenía un negocio urgente –mientras iba contando esto, Sergio se empezó a dar cuenta de que verdaderamente esa chica era enormemente ingenua e incluso después de lo pasado en el Internado lo seguía siendo, seguramente en menor medida, pero aún así bastante inocente-. Mi madre no me dejó, pero esa noche tuvo que salir porque mi hermano terminó en el hospital por una caída y él entró en mi cuarto diciéndome que si aún seguía en pie mi ofrecimiento de ayuda, que le había dado otro calambre…

Sin poder evitarlo, la excitación de Sergio iba en aumento y tenía que luchar de una forma constante para evitar que los impulsos de alzamiento de su pene, que casi igualaban el ritmo de la respiración de Lola, llegaran a delatarlo con el incremento excesivo del bulto de su pantalón.

- … me metió la polla en la boca y me hizo chupeteársela como si fuera un chupa-chups antes de agarrarme la cabeza y obligarme a tragarme casi toda su polla. Me daban arcadas, pero como él no dejaba de gemir y darme las gracias pues seguí haciendo lo que creía que era un masaje para ayudarle hasta que después de unos minutos se corrió dentro de mi boca. Me dio las gracias y luego se marchó tras pedirme que no le dijese a nadie lo de sus problemas de calambres porque le daría vergüenza, ni siquiera a mi madre ni a mi padre porque podrían pensar que mi madre no había podido ayudarle…

Sergio no podía creerlo. Esa chica estaba demostrándole que era tan sumamente inocente que cualquiera podía abusar de ella sin que se diese cuenta… o por lo menos entonces, porque sería lógico pensar que habría madurado por su dura experiencia en el Internado… ¿o no?.

- … por la mañana me despertaron unos gritos, aunque cuando me desperté del todo ya no se oía nada y luego apareció mi madre para decirme que tenía que volver al hospital a recoger a mi hermano, así que me dijo que me quedaba de anfitriona. Y cuando me levanté para ir a desayunar me encontré de nuevo a nuestro invitado. Estaba en el baño, desnudo y tenía nuevamente inflamada la polla sujeta entre sus manos… y cuando me vio, me volvió a pedir que le ayudase, así que me acerqué y empecé a usar mis manos como le había visto que estaba haciendo, pero me dijo que era más efectivo el masaje si se hacía con la boca. Me puse de rodillas y volví a hacerle la mamada que yo creía que era un tipo de masaje, pero cuando le notaba que estaba teniendo las contracciones le pregunté si volvería a salirle líquidos y me explicó que la inflamación que le daba el calambre sólo se aliviaba al soltar esos líquidos en exceso. Me propuso que me quitase la parte superior del pijama para que no se me manchase y al final, terminó llenándome con su leche mi boca y parte de las tetas, que insistió en limpiarme con sus propias manos...

No lo podía evitar, el relato le estaba poniendo el pene a punto de romper los pantalones por la elevada tensión que soportaban al intentar levantarse con una potente erección e imaginarse a si mismo recibiendo una mamada de esa impresionante hembra de perfecto cuerpo. Tenía que concentrarse completamente en intentar enfriarse mentalmente porque sabía que de lo contrario su oscura y salvaje sombra asaltaría desde el subconsciente su gobierno mental para declarar una guerra que sin duda ganaría en esos momentos y que lo lanzaría a someter sexualmente a esa bella chica que tanto había sufrido en un internado donde la explotación sexual era el pan de cada día que había debido de soportar esos últimos años entre la estimulante historia que le estaba narrando y el momento del desmantelamiento de la estructura del centro por la policía.

- … pero vamos, cuando volvió mi madre con mi hermano como había que cuidarlo, no tuvo más problemas de calambres ni inflamación hasta la noche del día antes de irse de casa. Me desperté por la noche porque me puso una mano en la boca y me dijo en voz baja que no quería despertar a nadie y me contó que volvía a tener un calambre y me preguntó si le podía ayudar. Le dije que sí, pero no me dejó ni levantarme. Se subió a la cama y me metió la polla en la boca, sentado sobre mi pecho. Era bastante incómodo y molesto, pero usó sus manos para organizar el ritmo y aunque apenas podía respirar y tenía arcadas cuando llegaba casi a mi garganta logré hacer que liberase toda la tensión con una última explosión de sus líquidos que me alcanzaron directamente el fondo de la garganta. Me dejó la campanilla con la sensación de estar goteando y al día siguiente tenía la garganta irritadísima, pero bueno… yo creía que le estaba ayudando y ni se lo comenté a nadie…

En el borde del abismo por el control de su mente y cuerpo, Sergio no podía dejar de pensar en una parte cada vez más débil que Lola era verdaderamente el colmo de la ingenuidad y casi hasta tonta. Claro que cada vez dedicaba menos tiempo a estos pensamientos porque segundo a segundo la bestia que exigía sacrificar a la doncella en un baño de sexo sin tapujos estaba ganando terreno y temía que de un momento a otro no podría controlarse y terminaría intentando follarse esa boca tan dulce… y romper esos otros labios que se escondían entre sus piernas de infarto… Pero justo entonces ella le dio un momento de respiro al empezar a toser.

- Vamos a parar un instante y te traigo un poco de agua, no te muevas.

- De acuerdo, gracias.

Se levantó de lado, de forma que no pudiera verle la tremenda erección y se dirigió pausadamente a la salida de su despacho, con el bloc de notas en la mano a modo camuflaje de su entrepierna.

Nada más salir, se fue directamente al lavabo. O al menos esa era su intención. Porque en el último segundo agarró uno de los vasos de plástico de la máquina del agua.

Un fugaz pensamiento lo había guiado a ello. Y tuvo que rendirse a la evidencia, su lado oscuro le concedía una tregua parcial… y al volver no pudo evitarlo, aceptó las condiciones de esa pequeña tregua.

- Siento el retraso, tuve que ir al lavabo. Pero toma el agua –dijo, tendiéndole el vaso de plástico blanco.

- Gracias, Don Sergio.

Mientras la veía beber no pudo evitar sentir un cosquilleo por todo el cuerpo. Se le erizó el cabello de los brazos y piernas… su oscura bestia sonrió, enseñando los dientes pero volviendo a su nuevo rincón. Un punto más cercano al control y más alejado del que ocupaba al comenzar la sesión.

- Sigamos. Espero que eso que me has contado tenga alguna relación con lo que estamos tratando en esta primera sesión.

- Sí… sí señor. Gracias por el agua, estaba rica –dijo sonriendo-. Es que cuando estaba recogiendo sus cosas al día siguiente me dijo que si no me importaba, que le gustaría saber si yo le podría seguir ayudando con sus calambres. No pude negarme y le hacía algunas visitas a su casa o en su coche y le aliviaba con mis mamadas –se sonrojó y mirando a Sergio de reojo se justificó-. Quiero decir, que ahora sé que era sexo oral, pero entonces no lo sabía y creía que le estaba ayudando, yo…

- Comprendo, sigue.

- Un día me dijo que conocía a un amigo suyo que era vecino nuestro también y que sufría del mismo problema. Acepté ayudarle. Se acababa de mudar, era un mulato de Venezuela que cuando llegamos me miró raro, pero pensé que era por las molestias. Yo pensaba irme rápido, pero se fueron a un cuarto y después de unos minutos el amigo de mis padres volvió con unos billetes que se metió en el bolsillo y me dijo que pasara. El otro hombre estaba tendido en la cama con los pantalones bajados y una tremenda erección. Tenía el pene más grande y gordo que el amigo de mi padre, pero me puse encima y me la fui metiendo en la boca. Cuando me quise dar cuenta, el amigo de mi padre me había desabrochado la camisa del uniforme de la escuela y me estaba sobando las tetas sobre el sujetador. Al oído me decía que me estaba dando un masaje porque me veía tensa y que así también evitaría que me manchase el uniforme. La verdad es que no entendía nada, pero seguí con el mulato que empezó a agarrarme del pelo para hacer que me metiese más su polla. Me daba asco el sabor a orina que sentía, pero pensaba que estaba ayudando a un enfermo… el caso es que al final me tiró de la cabeza para separarme y me lanzó su chorro sobre el rostro y las tetas. Me dejó el sujetador empapado. Parecía arrepentido por ello y me ofreció lavármelo, así que me lo quitaron mientras me sobaban las tetas e incluso me las pellizcó diciendo que estaban muy pálidas y que así se reactivaría la circulación. Cuando volvimos al coche, el amigo de mi padre se guardó un par de billetes que había metido arrugados en el bolsillo en la cartera que se había olvidado en la guantera y me dijo sonriendo que era un pago que le debía el otro hombre –Sergio no lo dudó ni un segundo, estaba claro que ese supuesto amigo de la familia se había aprovechado de la ingenuidad de Lola y luego la había empezado a prostituir sin que la chica se diese cuenta siquiera-. El caso es que me presentó a otro par de hombres que le debían dinero y que también tenían el mismo problema. Un par de semanas después me llamó el venezolano directamente y me dijo que tenía una crisis gorda y no sé… el caso es que fui y me abrió completamente desnudo y me hizo pasar, tirándome al suelo del salón. Intenté hablar pero me dio un bofetón y me subió el top para agarrarme las tetas y estrujármelas. Me hacía daño. Intenté resistirme, pero me volvió a abofetear con una mano mientras con la otra me retorcía los pezones. Después me bajó el pantalón y las bragas. Empezó a meterme sus dedos mientras me agarraba del pelo y me obligó a enderezarme para poder meter su polla en mi boca. Creo que pensé que si se la mamaba me dejaría ir, que tenía que ser una crisis gorda. Así que le hice la mamada mientras él me estaba masturbando, ni me di cuenta… hasta que me soltó la cabeza al sacar su polla y la dirigió a mi vagina. Me desvirgó allí mismo, sobre el suelo, provocándome mucho dolor…

- Te violó –concluyó Sergio, nuevamente excitado a pesar de la tregua… una situación cada vez más difícil de mantener porque nuevamente el depredador escondido en su subconsciente se removía inquieto y buscando liberarse completa y salvajemente.

- Sí… sí, me violó, yo no quería perder la virginidad así ni con él… -y como un último pensamiento añadió- se lo aseguro, Don Sergio.

- Bien… continúa.

- Resulta que lo estaba buscando la policía y justo entraron cuando ya había eyaculado dentro de mi y me estaba forzando a abrir de nuevo la boca para que le limpiase su polla porque quería tenerla limpia antes de romperme el culo también. Le detuvieron y mis padres me fueron a recoger al hospital en que me hicieron el reconocimiento. Estaban furiosos y unos días después, cuando cumplía los quince me dieron en vez de un regalo el castigo de meterme en el internado que les había recomendado el amigo de mi padre.

- ¿El mismo que te había presentado a tu violador y con el que tuviste relaciones orales?.

- Sí, Señor.

- ¿Y no se te ocurrió mencionar nada de eso?... porque ya tenías que saber lo que había pasado –o eso, o además de ingenua era tonta.

- Emmm… sí, pero se lo había contado a mi madre y ella… ella me dijo que es que claro, si se descubría entonces luego a lo mejor mi padre querría divorciarse y sólo había sido esa vez y que si mi hermano lo pasaría mal… y no conté nada a mi padre.

- Es decir, que si lo hubieses hecho, no habrías terminado en el Internado.

- Pues… no, supongo que no, Don Sergio.

- De acuerdo. Pues por hoy ya hemos terminado. Te avisaré de la próxima cita.

- Gracias –respondió levantándose y terminándose los restos del vaso de agua que la había llevado.

Cuando se fue, Sergio no pudo evitar sentirse sucio por un lado… pero bastante excitado por otro. La chica se había bebido todo el contenido del vaso… un vaso en que había mezclado su esperma con el agua cuando tuvo que masturbarse en el lavabo.

Sonrió y su lengua humedeció sus labios durante el instante en que su lado oscuro sumó esa pequeña victoria en esta nueva y excitante sesión.

5.A.4. LA CONSULTA: TATIANA.

Ese día iba a conocer a una nueva paciente. Tatiana. Otra de las chicas que habían estado en el ya famoso Internado que tanta brutalidad, sadismo y violaciones había practicado de forma reiterada sobre sus alumnas y alumnos hasta doblegarlos y poder moldearlos a sus extrañas necesidades.

Objetivos que habían incluido la prostitución de algunas de las chicas… e incluso de alguno de los chicos allí internados, quizás menos pero también afectados por la manera tan particular de llevar el centro.

Por ahora se había limitado a explorar el ambiente en que se habían movido sus pacientes antes de llegar allí y estaba seguro que sería cada vez más impactante lo que fuesen contándole en futuras sesiones… claro que las que ya había tenido le habían dejado un gusto muy prometedor.

O desde luego eso era lo que estaba alimentando su cada vez más poderoso lado oscuro desde su subconsciente. Esa parte de su mente que había estado dormida pero que estaba despertándose y removiéndose por los bordes de sus actuaciones, provocando que volviera a salirse de su neutralidad y profesionalidad como le había ocurrido tiempo atrás con una de las mejores amigas de su mujer.

No dejaba de pensar en las visitas de las primeras chicas que había conocido, cada cual estimulante a su modo.

A veces se despertaba empalmado en pesadillas durante las cuales era perseguido por imágenes en las que se alternaban las mamadas de Begoña mientras su mujer se estaba vistiendo en el dormitorio y él hacía lo imposible por esconderse en el baño mientras la chica devoraba su miembro… justo antes de que se abriese una puerta en la pared de enfrente y entrase su hija. Su hija que se masturbaba completamente desnuda mirándole sentada en un sillón que no podía estar allí, pero que sin embargo era parte íntegra del cuarto de baño de su sueño. Su hija lo animaba a follarse la boca de Begoña, pero cuando bajaba la vista era Lola, su Lolita, la que estaba recibiendo la eyaculación en su boca abierta mientras Soraya aparecía comiéndole el coño a su preciosa hija, que estallaba en un orgasmo incontrolado antes de transformarse… en su mujer, que se acercaba a él y empezaba a llamarle adúltero mientras agitaba un palo de golf en mitad de una pista de tenis donde sólo estaban ellos dos. Estos y otros sueños parecidos le atormentaban en las largas noches de esa primera semana de sesiones.

Pero esta vez sería diferente.

Se había preparado. No iba a dejar que su peligroso subconsciente volviera a tentarle y descontrolase la sesión y su propia virilidad que debía reservar para su amada esposa.

O eso tenía en mente.

Porque en cuanto entró Tatiana, se le secó la boca y aceleró el pulso.

La chica era otro bellezón. Con un toque exótico por esos finos rasgos eslavos  que se combinaban con su amplia melena castaña que rodeaba sus ojos de un intenso azul celeste.

Llevaba los labios pintados de un tono tan rojo como el fuego, encajando a la perfección en su hermosa cara, y un vestido escotado de color rosa bastante vaporoso que apenas le llegaba a medio muslo.

Sus perfectas piernas terminaban en unos pies de uñas pintadas también de rojo envueltas en unos zapatos de tacón del mismo color.

- Bienvenida… -tuvo que fingir que leía sus notas buscando el nombre, tanto para recuperarse y volver a tomar el control de su cuerpo y pensamientos como para que ella se fuese relajando- … Tatiana. Siéntate en el diván, por favor.

Obedientemente, la chica se dirigió hacia el diván. Aunque en lugar de sentarse como había mencionado Sergio, se tumbó. Tras quitarse sus zapatos de tacón y dar a Sergio la oportunidad de contemplar desde una posición aventajada la increíble tersura de su piel de un blanco lechoso.

No llevaba sujetador, eso era obvio. Los finos tirantes de su vestido no dejaban lugar a dudas ni el propio tejido, que se adhería a cada curva de su cuerpo casi como una segunda piel. Los pezones estaban enmarcados en la zona oscura que delimitaba su areola…

Sacudió la cabeza. Nuevamente se estaba dejando despistar por el vestuario de su paciente. Era una paciente. Tenía que recordarlo. Tenía que concentrarse en ese detalle. Se debía concentrar en su profesionalidad. Y sabía que si lo lograba. Que si no dejaba que su subconsciente rompiera las barreras que había interpuesto y mantenía un firme control sobre sus traicioneras hormonas, entonces habría dado el primer paso para recuperar el control total y absoluto de su consulta. Luego recuperaría paso a paso el resto de sus sesiones con el resto de las chicas que ya había atendido y las que le quedaban por atender.

Se levantó del asiento tras tu escritorio para dirigirse al asiento que tenía en la cabecera del diván, sentándose con las piernas cruzadas. Una posición incómoda, pero le permitiría aguantar los impulsos.

- Bien, vamos a comenzar. ¿Estás lista?.

- Sí, señor.

- Bien, veamos… lo primero es que tienes que saber que esta es una zona segura. Todo lo que cuentes aquí es confidencial. Todo lo que se diga empezará y terminará en este mismo sitio. Nada saldrá y tampoco lo comentarás, yo te ayudaré pero la terapia realmente la protagonista de la terapia serás tú. ¿Comprendido?.

- Sí, señor.

- Perfecto. Ahora necesitaré tus datos para rellenar tu ficha de paciente… -empezó Sergio, que se vio interrumpido por el discurso de la chica.

- Me llamo Tatiana Pulido Katchora. Diecisiete años. Mido un metro setenta y cinco centímetros y mis medidas…

- ¡Alto! –la interrumpió Sergio a su vez-. Una regla que debes tener en cuenta es que responderás a lo que te pregunte y cuando te lo pregunte. ¿Entendido?.

- Sí, señor… como me…

- Dije que si lo entendiste.

- Sí, señor. Lo siento, señor.

- Estamos de acuerdo entonces. Y ya que estás tan comunicativa, supongo que no te importará añadir el apodo que tenías en el Internado.

- Cachorrita.

- ¿Cachorrita?.

- Sí.

- ¿Te gustan mucho los perros?.

- Sí, señor… emmm… pero lo del apodo es porque mi apellido se parece.

- Ya… -no pudo evitarlo. Una imagen de esa chica a cuatro patas pasó inmediatamente por su mente, haciendo temblar ligeramente de tensión su entrepierna. Rápidamente enfrió la mente y borró la idea-. ¿Dónde vives?.

- En Las Rozas.

- Por la edad supongo que estarás soltera…

- Sí… sí, señor.

- ¿Y con quién vives?... aparte de con tus padres, imagino.

- Ahora mismo sólo con mi madre y dos de mis hermanos. Mis padres están separados.

- Si quieres, también podemos tratar el tema del divorcio de tus padres más adelante.

- No, no están divorciados… sólo separados. Mi padre se ha ido una temporada, lo ha hecho un par de veces antes pero luego vuelve después de dos o tres meses.

- Vaya… de todas formas, si quieres tratarlo, podemos verlo más adelante –comentó Sergio mientras ella asentía con la cabeza-. Dices que dos de tus hermanos. ¿Cuántos sois en la familia?.

- Cinco, contándome a mi. Están mis hermanas mayores por parte de mi madre… bueno, en realidad son hermanastras. Se llaman Ekaterina y Rada, son gemelas. Luego tengo un hermanastro por parte de mi padre, Juan. Como hermano directo está Iván.

- ¿Y qué tal?. ¿Cómo es el trato con tu familia, tus padres y hermanos?.

- Muy bueno… aunque a mi padre ahora sólo le veo algún día suelto y a mis hermanas también me cuesta, porque están trabajando y libran pocos días. Me llevo fenomenal con todos.

- ¿Qué me dices de otros familiares, algo que deba saber?.

- No… la familia de mi madre casi no la conozco y con la de mi padre es todo normal.

- ¿Tomas alcohol o drogas de algún tipo?.

- Alcohol un poco… pero no se lo cuente a mis padres… -suplicó la chica con su dulce mirada.

- Ya te lo he dicho, todo lo que tratemos aquí es estrictamente confidencial. Nada sale de la sesión.

- Gracias… y… emmm… drogas no… bueno, me hicieron tomar algunas en el Internado, creo… o por lo menos hubo momentos que tenía la mente confusa y por lo que decían mis compañeras nos drogaban para… para algunas cosas… -terminó, con un fuerte sonrojamiento.

- Aquí nadie te va a juzgar. Lo principal es que seas totalmente sincera y no escondas nada. Es la única manera de superarlo todo y avanzar en la terapia.

- De acuerdo, Don Sergio.

- Ahora cuéntame, ¿por qué has decidido hacer esta terapia, quién te lo recomendó?.

- La verdad es que fue por Sara, una de mis compañeras del Internado. Me dijo que iba a venir aquí y me apunté –estaba claro que algo más estaba escondiendo, era patente por la repentina incomodidad que encontraba en el diván.

- ¿Una amiga?.

- … Sí –una mentira a todas luces… o por lo menos no toda la verdad.

- Recuerda que no voy a juzgarte. Pero si quieres seguir la terapia tienes que liberarte completamente y contarlo absolutamente todo sin quitar nada. Lo único que no se acepta en estas sesiones es el mentir.

- No le miento… es una amiga… una amiga especial.

- Define especial.

- Me protegía en el Internado... me cuidaba... y fuimos amantes… ¿está contento? –terminó, mirando con rabia al hombre que la había obligado a admitir esa parte que no había querido contar y que seguramente ocultaba en su casa.

El rugido de la bestia al romper los primeros grilletes fue audible en el interior de Sergio. Imágenes de esa chica de piel suave y rasgos exóticos ofreciendo su sexo a otra mujer se paseó por su mente. Durante un breve instante tuvo la tentación de cambiarle una de sus pacientes a su mujer a cambio de Sara, la amiga y antigua amante de Tatiana. Tentación intensa de tenerlas a las dos en el diván viendo cómo se comían sus respectivos conejitos y follárselas mientras.

La visión era tan intensa que descruzó sin darse cuenta las piernas y su pene saltó como un resorte dentro del pantalón amenazando la integridad de la cremallera.

Por suerte, Tatiana no pareció advertirlo, seguramente pensando en lo que acababa de contar.

- Esto… creo que pasaremos a las razones que te llevaron al Internado. Explícame cómo pudiste terminar allí –y cuando vio que iba a empezar a hablar, decidió recordar la norma básica de las sesiones-. Y recuerda que lo fundamental es la sinceridad, que lo cuentes todo sin trabas porque es la mejor manera de que la terapia funcione y a la vez que te liberes de tus fantasmas.

- Habíamos ido un grupo del instituto a celebrar el cumpleaños de Juanma, que cumplía años. Para que no terminara la cosa en un botellón o en una discoteca llena de alcohol y drogas, sus padres nos dejaban organizar la fiesta en un chalet que tenían para alquilar. El garaje estaba a modo de pista de baile y también había juegos… pero al final también hubo alcohol, porque sacó unas botellas de vino, vodka y otras cosas sin que lo supieran sus padres. Yo no quería beber, no lo había probado nunca… pero al final me convencieron un par de amigas. Me emborraché y terminé apuntada a un concurso de camisas mojadas… No gané. Los chicos votaron más a Clara porque era la que tenía entonces más pecho. Clara no me caía bien porque había ligado con el chico que me gustaba. El caso es que con la borrachera y el enfado, me apunté a un juego de prendas en el que se habían metido un par de parejas, Clara y el chico que me gustaba. Subimos a una de las habitaciones del piso de arriba y yo seguía perdiendo. Íbamos bastante borrachos y además subieron una botella… creo que de tequila. El caso es que cuando alguien perdía tenía que dar una prenda o besar al de enfrente. Algunos se quedaron dormidos mientras jugábamos y fuimos cambiando de posición. Tendría que haberme ido cuando quedaban Clara y dos chicos… pero quería ganar y dejarla en ridículo. Pero no era capaz, los tres me ganaban y al final terminé en ropa interior frente a Clara. No sé cómo pasó pero nos lo jugamos a todo o nada y ella me ganó… emmm… quiero decir que me ganó entera… -a estas alturas, Tatiana ya estaba con la cara tan roja como el tono del pintalabios- No sé cómo pasó, supongo que fue por el alcohol, pero cuando me quise dar cuenta estaba desnuda en una cama y atada de manos y pies. Clara estaba con la cabeza entre mis piernas y me comía el coño mientras los dos chicos que aún aguantaban nos miraban y se masturbaban. Fue lo más delicioso que había sentido en toda mi vida… Clara me hacía cosas con su lengua que me hacían sentir como si tuviera descargas eléctricas. Me sentía despierta de verdad y con unas sensaciones maravillosas. Tuve mi primer orgasmo con Clara. Estaba en el séptimo cielo. Los chicos dijeron algo de que yo tenía que agradecérselo a Clara y se puso encima de mí, con su coño sobre la cara. Yo no sabía qué hacer, pero ella bajó hasta que casi no podía respirar y empecé a oír gritos de que la chupase y al final fue lo que hice. Saqué la lengua y lo hice. Bueno, al principio me equivoqué de lugar, pero ella se cambió de posición hasta tener su concha sobre mi lengua. No podía ver qué ocurría en la habitación, pero sentí otra boca en mi sexo. Era menos dulce, más agresiva en el trato y las manos me apretaban. Me hacía daño, pero no podía quejarme porque Clara apenas me dejaba respirar si no la comía el coño. De todas formas, no creo que se hubiera dado cuenta, porque estaba comiéndole la polla a Juanma… no lo vi, pero cuando Clara se corrió en mi cara y se levantó, era Juanma el que estaba apoyado a un lado con restos de líquido en su pene y Clara los tenía en la boca. Además, era el novio de Clara quien estaba en mi coñito jugando. Debió de darse cuenta de lo mal que lo hacía, porque se limpió los restos de semen de la cara y ocupó de nuevo el lugar en mi sexo. Me provocó otros dos orgasmos por lo menos mientras me obligaban a chuparles las vergas. Fue entonces cuando se abrió la puerta y aparecieron los padres de Juanma. Se armó un escándalo cuando me vieron atada a la cama con Clara comiéndome el coño y su propio hijo metiéndome su miembro en la boca. Cuando vinieron mis padres sólo les dijeron lo de Clara, que me había comportado como una auténtica lesbiana y que no les gustaba ese tipo de gente tan inmoral. Y como mi padre también era muy estricto, me prohibió salir de casa y hablar con mis amigas hasta que encontró el Internado y decidió meterme allí para ver si una educación estricta me quitaban el lesbianismo…

En todo el rato que Tatiana había estado describiendo el preludio de su entrada al Internado, la mente de Sergio había ido siendo silenciosamente ocupada por las extensiones de la bestia. Cuando terminó el relato de la noche culpable, todo su cuerpo estaba hiperreactivo, con los pelos de punta y su propio pene tan duro que apenas podía contener la necesidad de bajarse allí mismo los pantalones para evitar las molestias de la opresión a que lo sometía e incluso hacerse una paja delante de la chica y empaparla con su flujo seminal.

Bastaría una mínima señal y no podría dominarse. Saltaría sobre ella y podría suceder cualquier cosa… y sólo había una forma de evitarlo.

- Vaya, qué tarde es. Tengo que ir a un asunto urgente que casi había olvidado, así que por hoy daremos la sesión por concluida. Me pondré en contacto contigo para la próxima sesión. Pasa un buen fin de semana –añadió mientras se levantaba rápido y se dirigía a su escritorio para dar la espalda a la chica y así ocultar la tremenda erección de su pene.

De paso, la dejaba de ver unos instantes y podía concentrarse en otra imagen mental que le hiciera recuperar parte del control de la situación.

Cuando al fin se marchó, Sergio se dio cuenta de que no podía casi controlar a su subconsciente. Tendría que encontrar una forma de liberar su tensión sexual acumulada o no sabía qué podría pasar el sábado, día que tenía doble sesión con Bambi… y con Begoña.

Fuera como fuese, tenía que lograr convencer a su mujer para tener sexo esa misma noche o quizás no sería capaz de soportar los impulsos que surgían en llamaradas cada vez más intensas desde la prisión que había creado en su subconsciente para intentar mantener bajo control a ese lado oscuro y peligroso de su personalidad.

No podía dejarlo libre. No debía.

Nota: este relato es inventado. Gracias por leerlo y vuestros comentarios.

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