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Matacrisis 10.C (una llamada telefónica)

en Dominación

La vida transcurre apaciblemente para una familia madrileña de clase acomodada hasta que la crisis económica empieza a afectar a las consultas del matrimonio de psicólogos formado por Sergio y Rebeca.

Los capítulos anteriores de las aventuras de esta semana de Rebeca, la psicóloga y mujer de Sergio:

http://www.todorelatos.com/relato/87104/

http://www.todorelatos.com/relato/91028/

CAPITULO 10. REBECA: en el interior de la semana.

 

CAPITULO 10. TERCERA PARTE: REBECA METE EL PIE EN LA TELA DE LA ARAÑA.

 

 10. Octava parte: la llamada.

 

Nunca le había parecido tan lento el ascensor.

 

A Rebeca se le hizo eterno el trayecto hasta su casa. Había intentado otra vez llamar a su hija, pero de nuevo no había podido establecerse la conexión.

 

Y mientras subía a su casa, los pensamientos se agolpaban en su mente. Su propia violación en casa de su paciente tanto por el padre como por los dos hijos, así como la mamada que se había visto obligada a realizar al taxista que la llevase hasta su casa, eran recuerdos secundarios comparados con la preocupación por su hija.

 

El no saber si sería obligada también a pagar con… tan sólo imaginárselo la asustaba, el que su hija tuviera dentro de su boca esa sucia, asquerosa y repugnante polla la… la… la hacía sentir de una forma extraña, mezcla de una sensación de claro desasosiego con una extraño hormigueo en lo más profundo de su ser.

 

Al principio no pudo reconocerlo, ella, una psicóloga con tantos pacientes y experiencia a sus espaldas en discernir sus emociones y sentimientos. Cuando el ascensor se detuvo en su piso la cortina que cubría su mente se esfumó. Ya sabía qué era esa otra sensación… era excitación.

 

Mientras cruzaba el espacio que separaba la puerta de su vivienda del ascensor intentó en vano quitárselo de la cabeza, pero seguía allí esa oscura idea… ese estado irracional y primitivo que surgía con fuerza, despertado lentamente a lo largo de esos últimos días y que había terminado de activarse en ese largo día.

 

Ahora su mente conjuraba escenas en las que su hija era sometida por el taxista, sucediéndose como diapositivas una serie de imágenes en que Camila era obligada a tragarse una y otra vez… y otra… y otra… la dura polla del cabronazo que conducía el taxi. Y eso excitaba a Rebeca.

 

Introdujo la llave de su casa luchando contra ese sentimiento animal despertado en el centro de su cerebro, mientras otra parte más profunda representaba la escena en que de la boca de su hija resbalaba una inmensa cantidad de semen con la gorda polla aún metida en la boca de… de Juan…

 

Sacudió la cabeza, presa de un ligero pánico.

 

Corriendo cruzó la casa hasta meter la cabeza debajo de la ducha, abriendo al máximo la llave del agua fría, tratando de calmar esos… esos inmundos pensamientos.

 

Aún tardó varios minutos en lograr calmarse, desechando estas escenas de su interior y escondiéndolas en el fondo de un cajón desastre de su mente. Incluso se había olvidado de lo que ella misma había sufrido, tal era su sensación de humillación por tener esos pensamientos sobre su hija que la habían hecho excitarse de forma inconfundible.

 

Fue entonces cuando su teléfono móvil sonó.

 

Rebeca lo cogió con prisas, respondiendo a la llamada rápidamente, esperando escuchar la voz de su amada hija al otro lado.

 

- ¿Sí? –preguntó con ansiedad.

 

Nadie respondió. Sólo escuchaba un ruido de fondo. Rebeca miró la pantalla de su móvil, pero el otro extremo de la línea no se identificaba. El número estaba oculto.

 

Volvió a acercar su oído cuando notó que subía el volumen del sonido y empezaba a identificarlo en el fondo de su mente. Eran gemidos. Gemidos de mujer. Unos gemidos amortiguados por algo… pero que sin duda eran femeninos.

 

Su mente conjuró escenas en las que su hija era sodomizada violentamente por el taxista, penetrada con extrema violencia por ese gordo y asqueroso pene que apenas unos minutos ella misma había tenido en su boca. Se excitó. Una parte primitiva de su mente, ese oculto animal que había en el fondo de su cerebro, se agitaba de deseo contenido.

 

Sentía asco por si misma, por cómo esos gemidos despertaban esa sucia sexualidad salvaje. Y sobre todo porque en realidad incluso deseaba contemplar la escena de sexo brutal y violento al que su hija estaba siendo sometida. Porque en su cerebro ya no había sitio para más.

 

Su hija estaba siendo violada al otro extremo de la línea telefónica… casi podía verlo… podía oler las emanaciones de su sexo y de la mezcla de orín, sudor y semen del taxista… y se excitaba… su propio sexo comenzaba a mojarse y su respiración se agitaba.

 

No podía apartar el teléfono de su oído, escuchando los constantes gemidos y los golpes del contacto de un cuerpo contra el otro… y en su primitiva y retorcida mente las imágenes se sucedían hasta transformar el escenario del taxi en el salón de la casa de Juan… y ella misma aparecía junto a su hija, también siendo poseída de forma brutal y animal por Juan, así como su padre y su hermano.

 

Sin darse siquiera cuenta, empezó a masturbarse, calentándose bajo la escena mental en que su hija y ella eran sometidas por la fuerza al sexo de los cuatro hombres reunidos en el salón de la casa de Juan.

 

- Uffff… ¿qué, te ha gustado lo que has oído? –empezó una voz de hombre… en voz baja y algo ronca, pero que la sonaba-. Seguro que sí… sé que te gusta espiar, ¿verdad?. Ahhh… casi me olvidaba presentarte a… bueno, mejor que te lo diga ella misma –era Juan, ya no cabía duda alguna… pero… ¿sería posible que Camila, su preciosa hija, hubiera pasado a estar en el lugar de Rebeca al extremo de la polla de ese chico?. Rebeca esperó escuchar su voz, completamente poseída por la idea que su lado más pervertido había implantado en el fondo de su retina. Pero sólo se oían unos jadeos y gemidos y de nuevo la voz de su paciente-. En fin, creo que tiene la boca ocupada… ¿qué opinas, debería lavarla la boca con mi polla por intentar engañarme? –preguntó a Rebeca, que imaginó que estaba abusando de su hija por culpa suya-… o quizás debería esperarme a que me la limpies tú, ¿no te parece, mi puta psicóloga?.

 

- Para, Juan… yo…

 

- ¡Cierra el pico, puta! –chilló al otro lado de la línea su paciente. La mujer de Sergio se vio obligada a callar, obedeciendo la orden-. Aquí hablo yo y tú escuchas, ¿entiendes?. ¡¡Dije que si entiendes!!.

 

- Sí, sí…

 

- Pues responde, puta cabrona, no me hagas gastar dinero en una conversación de idiotas, ¿entendiste?.

 

- Sí, sí… -siguió respondiendo

ella, con su cerebro bloqueado por la imagen residual que tenía grabada en la retina de Juan con la polla dentro de la boca de Camila, su adorada, hija.

 

- Aunque de todas formas es su teléfono… jeje… -rio la situación su joven paciente-. ¿Qué te gustó probar un poco de polla de hombres de verdad esta tarde?... ¿verdad, mamona?.

 

- Sí –contestó la psicóloga, sin pensar, directamente del fondo más profundo de su mente hasta su lengua. Inmediatamente se tapó la boca con su mano libre, al darse cuenta de lo que acababa de decir… y no pudo evitar llenarse la nariz del intenso olor que desprendía su coño y del que estaba empapada su mano.

 

- Ummm… lo sabía, todas sois unas putas en el fondo… tu “inmaculada” amiga… jeje… -volvió a reír su propio chiste-, las chicas del internado… esas zorras lesbianas calientapollas…, y tu adorable hijita… mmm… ¿a qué sí, puta psicóloga de las narices?. ¿A qué tengo razón?.

 

- No… -logró articular en una voz débil que se escapaba entre sus labios.

 

Se escuchó un sonido como de burbuja, una gran burbuja, justo antes de que algo cayese al suelo y se escapase un gemido femenino de entre unos labios. Rebeca pegó su oído al teléfono con más fuerza aún, intentando distinguir algo.

 

- Veeenga… vamos… abre… así… sí… venga… chupa… sí… sí… -empezó a decir Juan en su extremo de la línea y durante unos instantes sólo se escucharon sus monosílabos y un sonido de chapoteo.

 

La psicóloga sufría, imaginándose la boca de su hija penetrada por la poderosa polla de su paciente… y a la vez la recorría un escalofrío de excitación al imaginarse la escena… y un deseo palpitante de estar ella en esa situación. Su mano descendió lentamente, nuevamente acercándose a su propio sexo.

 

- … mmmm… sí… sí… mmm… -seguía mientras Juan, dejando abierta la comunicación mientras seguía follándose la boca de su acompañante femenina- … todas putas… ¿verdad?... mmm… sí… mmm… ¡¡¿VERDAD?!! –chilló al teléfono.

 

Por instinto, Rebeca retiró el auricular, pero luego se lo volvió a acercar para escuchar como si estuviera hipnotizada lo que sucedía al otro lado de la línea mientras su lasciva mente seguía mostrándole unas escenas pornográficas entre su bella hija y su bestial paciente… y mientras su sexo palpitaba en contacto con su mano…

 

- No te escucho, cabrona hurgadora de mentes… mmmm… sí… sí… ¡RESPONDE!... mmm… debería dejarla preñada para producir más coños… mmm… ¿a qué sí?... ¡RESPONDE!... ¿Inmaculada es una puta zorra?...

 

- Sí… -respondió la psicóloga con un hilo de voz, luchando entre las perversiones que la atraían desde el fondo de esa mente calenturienta que llevaba unos días despertándose y la ansiedad por liberar a su hija del sufrimiento de estar siendo así humillada al otro lado de la línea.

 

- ¿Sí qué?... –insistió su paciente, a la vez que se escuchaba un golpe que la mujer de Sergio asimiló rápidamente con un azote en el culo de su preciosa hija.

 

- Sí, Inmaculada es una zorra… -se rindió su mente mientras pronunciaba estas palabras, que habían estado resistiéndose a salir frente al violador que tenía al otro lado de la línea a pesar de que eran las que en realidad pensaba de su propia amiga.

 

- ¿Y esas tortilleras del internado, qué son?... mmm… sí… sí… chupa… mmm… ¿QUÉ SON?...

 

- ¿Pu… pu… putas? –acertó a responder, mientras escuchaba más palmadas, a un ritmo cada vez más intenso.

 

- ¿Y tú hija?... mmm… sí… mmm… ¿y tu hijita, qué es?... mmm… me coooorro… mmm…

 

- No, no lo hagas… -suplicó Rebeca, a lo que siguieron ruidos una especie de chapoteo y un momentáneo silencio. Un suspiro lento salió de la garganta del chico antes de escucharse unas pequeñas arcadas de fondo. Estaba hecho. Se había corrido en su boca… y lo peor era que realmente era lo que estaba deseando oír Rebeca.

 

- No contestaste a mi pregunta –empezó a hablar con lentitud el chico, desgastado por la intensidad que acababa de representar-. ¿Qué es tu hija?.

 

- Una puta… -sollozó la psicóloga, atrapada por sus propios instintos en una lucha entre su sexo y su amor por Camila.

 

- ¿Y tú, cabrona, qué eres?.

 

- Otra puta…

 

- Jeje… ¡exacto!... jeje… ¿a qué te sientes mejor así, reconociéndolo?... jeje… a la mayoría de las putas lesbianas que había en el internado las costaba un poco más reconocer lo que eran, incluso cuando estaba el ojitos de la Doña Blanca, pero tú aprendes más rápido… bravo, mamona… estoy deseando ver cómo me la limpias… y que sepas que todo lo que has dicho lo tengo grabado… por si te olvidas de lo que eres, mamona. Hasta mañana… -se despidió antes de colgar.

 

Rebeca se sentó, medio llorando, mientras su mano abandonaba su húmedo coño. Se había corrido. Y lo peor es que muy en el fondo incluso una parte de ella había disfrutado.

 

Su teléfono volvió a sonar.

 

Era Camila.

 

- Hola –dijo en voz baja, intentando no demostrar su patético estado.

 

- Hola, madre… ¿estás bien? –respondió su hija.

 

- Sí.

 

- Oye, que he visto que me habías llamado, ¿querías algo?.

 

- ¿Dónde estás?.

 

- En casa de Vanessa, acabo de llegar. El taxista era un poco inútil y nos han pillado todos los semáforos.

 

- Ahh… vale… bueno, nos vemos luego.

 

- Claro.

 

Como una tonta se sintió la psicóloga. Todo el rato imaginándose a su hija sometida por su paciente y en realidad en ningún momento le había dicho que fuese ella quien estaba allí… y aún más idiota se sintió al descubrir que la había grabado diciendo que tanto ella como su hija eran unas putas.

 

Siguió llorando en silencio, mientras su sexo iba enfriándose y su mente no paraba de temblar ante el día de mañana.

Continuará...

Nota: este relato es inventado. Gracias por leerlo y vuestros comentarios.

Toda la saga al completo (hasta ahora):

  • Primera parte: http://www.todorelatos.com/relato/70574/
  • Segunda parte: http://www.todorelatos.com/relato/72792/
  • Tercera parte: http://www.todorelatos.com/relato/77053/
  • Cuarta parte: http://www.todorelatos.com/relato/77264/
  • Quinta parte, la consulta 1: http://www.todorelatos.com/relato/77680/
  • Quinta parte, la consulta 2: http://www.todorelatos.com/relato/78143/
  • Quinta parte, la consulta 3: http://www.todorelatos.com/relato/78421/
  • Quinta parte, la consulta 4: http://www.todorelatos.com/relato/78698/
  • Quinta parte, la consulta 5: http://www.todorelatos.com/relato/79210/
  • Sexta parte, fragmento 1: http://www.todorelatos.com/relato/79750/
  • Sexta parte, fragmento 2: http://www.todorelatos.com/relato/80204/
  • Sexta parte, fragmento 3: http://www.todorelatos.com/relato/80546/
  • Sexta parte, fragmento 4: http://www.todorelatos.com/relato/81373/
  • Séptima parte, mitad 1ª de Darío: http://www.todorelatos.com/relato/82008/
  • Séptima parte, mitad 2ª con Darío: http://www.todorelatos.com/relato/82769/
  • Octava parte: http://www.todorelatos.com/relato/83215/
  • Novena parte, primera mitad: http://www.todorelatos.com/relato/84136/
  • Novena parte, segunda mitad: http://www.todorelatos.com/relato/84948/
  • Décima parte, primera mitad: http://www.todorelatos.com/relato/87104/

QUIÉN ES QUIÉN (episodio 10)

  1. Almudena Abadía Vergas: hermana de Soraya. 16 años. Pelo castaño rizado.
  2. Arturo Abadía Vergas: hermano mayor de Soraya. Con 19 años descubre a Soraya, que tenía 15 años, masturbándose y logra obtener favores sexuales, que se prolongan de forma voluntaria por ambos hasta el internamiento de Soraya. Ingresa en el ejército poco después del internamiento de su hermana. Actualmente tiene novia militar también.
  3. Camila: hija de Sergio y Rebeca. Universitaria de 20 años. Morena. Ha comenzado una relación sentimental con Toni. Siente una fuerte atracción por Vanessa, la novia de su hermano. En ocasiones ayuda en la consulta a sus padres. Ha tenido una relación intermitente con una de sus mejores amigas desde hace años, jugando ambas con su bisexualidad.
  4. Darío: hijo menor de Sergio y Rebeca. 18 años. Repite curso en el instituto. Ha comenzado una relación con Vanessa hace casi 6 meses.
  5. Inmaculada: amiga de Rebeca. 41 años. Rubia. Casada tres veces. Se divorció de Enrique, con quien tuvo a su primer hijo, Adolfo. Su segundo exmarido, Eduardo, es el padre de Lorenzo y Nazario. Ahora está casada con Manuel. Sexualmente hiperactiva, tuvo una aventura con Sergio que duró dos años. Tiene una relación sexual con Juan, uno de los chicos del Internado, en la casa de él y siendo descubierto por Rebeca. También parece tener una nueva relación sexual con su primer marido, Enrique, y con su mujer actual.
  6. Rebeca: psicóloga. 42 años. Esposa de Sergio. Madre de Camila y Darío. Su mayor dedicación al trabajo ha provocado un distanciamiento en su vida de pareja, especialmente a nivel sexual. Intenta recortar su distancia afectiva con Sergio metiéndose en su misma clínica y compartiendo los casos especiales. Tiene miedo de que Sergio pueda serle infiel. No conoce la aventura que tuvieron su marido e Inmaculada, una de sus mejores amigas.
  7. Sergio: psicólogo con ingresos medio-altos al que la crisis le obliga a aceptar unos casos especiales para relanzar su carrera. 43 años. Casado con Rebeca, a quien envidia en el fondo por su mayor éxito de clientes. Tienen casa en Madrid y en San Rafael, donde suelen pasar los fines de semana. Tienen dos hijos: Camila y Darío. Tuvo una aventura con Inmaculada, cliente y amiga de su esposa. Tiene una lucha interior con un lado oscuro que mezcla el estrés con un fuerte componente de represión sexual en su vida diaria,la Bestia.
  8. Soraya Abadía Vergas: paciente de Sergio. Pelo castaño y ojos oscuros. Domina inglés y tiene nociones de francés y portugués. Apodada “Devora Vergas”. Fue secretaria de Don Rafael. 19 años. Residente en Madrid. Tiene dos hermanos: Almudena (16 años) y Arturo (22 años). Tres lesiones en forma de triángulo. Empleada a tiempo parcial en la consulta de Sergio y Rebeca.
  9. Vanessa: novia de Darío. 23 años. Mide 1’80 metros. Tiene piso propio. Mantiene una relación con Camila de juegos de provocación.

PD: cualquier duda o sugerencia no dejéis de hacerla, ya sea en la sección de Comentarios aquí mismo o en mi correo skaven_negro@hotmail.com

Un saludo a tod@s.

 

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