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Durante aquel puente

en Intercambios

Durante aquel próximo puente, en el que por fin, ninguno de los cuatro tenía ningún tipo de compromiso, quedamos en pasar un fin de semana en la playa. Alquilar una habitación en un hotel y deshacernos del estrés y los problemas, aunque fuera durante tan corto espacio de tiempo. De ellos se encargó Juan, consiguiendo una habitación doble en un hotel de playa de reciente construcción, cuyo aspecto era formidable. Además se encontraba en una zona de playa con bastante marcha nocturna.

Nos fuimos para allí en el coche recién comprado de Juan y Mari, disfrutando de un estupendo ambiente durante el trayecto. Al llegar se sorprendieron todos por lo estupendo del hotel y de la zona en la que se encontraba.

Hicimos unos supuestos turnos para entrar en el baño, aunque como ya había confianza no nos cortábamos de entrar y salir en él aunque estuviera ocupado. Nos duchamos, disfrutando, dicho sea de paso, de la visión del magnífico cuerpo de Mari mientras lo hacía, excitándome un poco y provocando el deseo por tener su cuerpo.

Nos arreglamos para bajar al comedor a cenar, y después ir a tomar unas copas a los pubs cercanos. Cuando vimos a las chicas nos quedamos estupefactos, estaban estupendas las dos. Mari llevaba un pantalón vaquero muy ajustado, de color claro, que marcaba su culo y alargaba sus piernas, y una camiseta de tirantes que, igualmente, se ajustaba a sus pechos, dando una idea muy aproximada de sus dimensiones.

Verónica vestía un vestido blanco, tipo ibicenco, que aunque no era ajustado, si que era muy sensual pues era poco tupido, y parecía dejar ver lo poco que llevaba debajo.

Tras cenar nos dirigimos a la zona de marcha. Después de pasar de largo de varios pubs, por estar frecuentado por niñatos, por fin nos pareció encontrar uno en donde su ambiente era más acorde a lo que nos gustaba. Entramos y, efectivamente, el ambiente era el deseado: poca gente, la mayoría de nuestra edad, con una decoración muy agradable. Y también nos resultó atractivo pues los camareros y camareras que atendían las barras estaban muy bien, como comentamos respecto de los del sexo contrario.

Tomamos sitio en un lugar un poco apartado, para así tener más intimidad. Juan y yo, pedimos unas copas, por supuesto en la barra atendida por la camarera que nos pareció que estaba mejor, para volver junto a nuestras esposas babeando por la chica tan estupenda que nos atendió.

Al llegar, nuestras mujeres se cachondearon de nosotros por ver lo superficiales que éramos. ¿Y qué querían, que entabláramos una conversación metafísica con aquella chica? Les corrimos la broma diciéndoles que estaba mucho mejor que ellas, cosa que no era totalmente cierta, aunque nosotros se lo decíamos para crear un pique.

–Si yo llevara las tetas casi fuera como esa, seguro que triunfaría igual o más que ella- dijo Mari. –O si lleváramos una minifalda tan corta como ella-.

–Pues nadie os lo impide- le contestábamos nosotros. –Lo que tenéis que hacer es crear morbo como ellas, y seguro que se nos cae la baba igual que con ella- añadió Juan. –Y qué propones que hagamos, listo-.

–Que te parece Juan si le proponemos algo a ver si son capaces de hacerlo-. –Venga. Ponnos a prueba-. – ¿Qué te parece, Juan, si probamos a ver si lo hacen?

- Juan asintió con la cabeza.

– ¿Sois capaces de quitaos la ropa interior e ir sin ella el resto de la noche?- Se miraron las dos desafiantes, y sin contestar nada al respecto se levantaron y se dirigieron a los aseos.

–Me parece que la prueba no es demasiado complicada para ellas. Son demasiado guarras las dos, y seguro que encima les gusta hacerlo-.

–Bueno, creo que lo harán sin problemas, y esa va a ser nuestra ventaja, el morbo que nos va a dar durante toda la noche el saber que no llevan ropa interior-. Ambos reímos por la jugada tan hábil que considerábamos habíamos efectuado.

Pocos minutos después aparecieron las dos, muy sonrientes, y nada más llegar junto a nosotros sacaron de sus respectivos bolsos las prendas que acababan de quitarse, mostrándolas como prueba irrefutable de que habían cumplido con lo propuesto. La verdad es que en el caso de Mari no habría hecho falta pues con aquella camiseta se marcaban sus tetas como si se tratara de un guante, poniendo de manifiesto el lugar exacto de sus erectos pezones. Juan, a pesar de la prueba evidente, quiso "asegurarse" y acarició el culo de Verónica, para comprobar que debajo del vestido no había nada.

–¡Ummmm, es verdad que no lleva nada debajo. Y por cierto, ¡qué culo tienes!-

Estuvimos un buen rato bromeando sobre lo buenas que estaban, mucho mejor que la camarera, y sobre todo y más importante, que lo que más nos gustaba es que no eran unas reprimidas estrechas como seguramente lo era ella.

-¿quién dice que nosotras no somos unas estrechas?- bromeó Verónica.

–Lo digo yo- respondió Juan, quien a la vez que contestó se acercó a ella y comenzó a besarla en la boca, cosa que no le debió parecer mal a ella, pues se abrazó a su cuello y contestó ardientemente al beso.

-¡Qué envidia me están dando! Comenté a Mari, a la vez que le daba un beso similar al que nuestras parejas se estaban dando. Estuvimos durante unos minutos besándonos, mientras nos agarrábamos al lugar que mejor nos parecía.

Poco rato después decidimos dar un paseo y tomar un poco el aire. Por el camino Juan comentó que conocía un pub de intercambios en aquel lugar

-¿No os gustaría ir aunque fuera solo a ver qué ambiente tiene?- La verdad es que sentía curiosidad, y además me excitaba el pensar que las parejas que allí había esperaban encontrar a otras con las que hacer todo tipo de guarradas, por lo que me pareció buena idea el ir, aunque no aseguré que fuéramos a hacer nada, pues podía ocurrir que no hubiera nadie que nos llamara la atención.

–Por supuesto, con eso siempre hay que contar. Además, nadie te va a obligar a hacer nada que no desees-.

Fuimos a por el coche pues aquel pub no se encontraba en un lugar frecuentado, como era de esperar.

Poco después encontramos el lugar, y la verdad es que durante el trayecto me sentía cada vez más excitado según nos acercábamos.

Aparcamos y a continuación entramos en el local. Se encontraba a media luz, y las parejas se encontraban diseminadas por él. Parecía un poco aburrido, lo cual me decepcionaba ciertamente. Se sentaron Juan y Verónica en uno de los reservados, y propusieron que fuéramos Mari y yo a pedir las bebidas. Llegué a la barra y, aprovechando que había una banqueta vacía, me senté a esperar que nos atendieran. Mari se colocó muy próxima a mí, casi entre mis piernas. Buscábamos con la vista al camarero, pero no lo encontrábamos, por lo que decidimos esperar.

Recorrí el local con la vista y vi como una pareja se acercaba a Juan y Verónica, hablaron durante unos instantes y se saludaron a modo de presentación. Siguieron charlando un poco mientras Mari y yo continuábamos observándolos preguntándonos de que hablarían.

Al poco el hombre se sentó al lado de Verónica y la chica se dirigió hacia nosotros. Era una mujer de algo más de cuarenta años, aunque su físico era estupendo. Vestía una minifalda vaquera y una camisa muy pegada que dejaba entrever unas tetas estupendas. Llegó hasta nosotros y se presentó:

  • Hola soy Joan. ¿Vosotros sois las parejas de aquellos que hay allí sentados?

Pude observar que tenía acento, por lo que deduje que no era española.

  • Sí. Me llamo Pedro y ella es Mari.

Nos dimos dos besos en las mejillas.

  • Nosotros somos una pareja francesa que hemos venido una temporada de vacaciones a España. Nos encanta este país, y su gente es fenomenal.

Comenzamos a charlar sobre las delicias de España y de lo bien que lo estaban pasando aquí. Aunque participaba en la conversación activamente, no dejaba de mirar a mi mujer, quería saber que estaba haciendo ella sola con dos tíos. Y por si acaso hacía algo no quería perdérmelo, pues ya hacía tiempo que había descubierto que lo que más morbo me producía era ver a mi mujer comportarse de la forma más guarra posible, y se lo había confesado a ella, lo cual le pareció estupendo pues así disfrutaríamos ambos.

Charlaba animadamente, riéndose con frecuencia. Tanto Juan como Pierre, que era el nombre del marido de Joan, estaban sentados muy próximos a Verónica, cuya posición retrepada hacia atrás daba la impresión como de estar esperando a que se le echaran encima. Sentía curiosidad por saber de qué estarían hablando, por ello, posteriormente le pregunté a Verónica sobre su conversación. Aunque creo que es mejor que ella continúe relatando lo ocurrido para que sea más fiel a la realidad.

Charlamos sobre el local, que ellos habían venido de vacaciones a España y eligieron aquella zona por la marcha que le habían comentado que encontrarían y por haber lugares de intercambio, algo que ellos practicaban a veces en su país. Aunque comentó que algo de España que no le gustaba era el ambiente lleno de humo que solía haber en todos los lugares. Yo no fumo, le comenté

¿No fumas? Se extrañó, como si todos los españoles tuviéramos que fumar.

  • No. ¿y vosotros?
  • No, claro que no. A la hora de besar es mejor hacerlo sin el sabor del tabaco. Los besos saben mejor.
  • Eso me gustaría comprobarlo, pues nuestras parejas sí que fuman, y ya no recuerdo como sería un beso sin dicho sabor.
  • Pues si quieres ahora mismo te lo recuerdo.- propuso Pierre.
  • Encantada-, le contesté tras fijarme en como Pedro no dejaba de observarnos desde la barra.

Sin timidez alguna Pierre se acercó hasta mí, y comenzó a besarme, en principio muy suave, apenas si sus labios llegaban a rozar los míos, rozando con su lengua mis labios, moviéndola muy despacio, penetrando cada vez más dentro de mi boca hasta llegar a encontrarse con mi lengua, con la que empezó a juguetear, ejerciendo cada vez un poco más de presión, y aumentando el ritmo de sus movimientos. ¡Me estaba encantado el beso que me estaba dando! Cuando de pronto sin yo esperarlo pues mantenía mis ojos cerrados mientras nos estábamos besando sentí como una de sus manos se aferró a uno de mis pechos, el cual, dada la orden que nos dio previamente Pedro, encontró sin más barrera que la de la ligera tela del vestido. Comenzó a acariciarlo siguiendo las mismas pautas que había llevado en el beso, consiguiendo que comenzara a sentirme muy excitada. Pronto mi pezón tradujo mi estado de ánimo y se puso muy duro.

Separamos nuestras caras dando por terminado el beso, y en seguida Juan dijo:

  • Oye, te recuerdo que yo tampoco fumo. No quieres comparar un beso de no fumador de España, con el de un no fumador del extranjero.

No hizo falta que le contestara, pues él daba por hecho que la respuesta sería afirmativa, por lo que se acercó y comenzamos a besarnos apasionadamente, mientras sin yo esperarlo Pierre bajó la tirante de mi vestido, sin apenas percatarme de ello, para a continuación con mucha sutileza, bajar el escote lo suficiente para que mi pecho se mostrara en todo su esplendor, lo cual aprovechó para comenzar a pasar su lengua por él, rodeando el pezón, para acabar finalmente en él, chupándolo suavemente al principio, succionándolo suavemente después y provocando que mi calentura se fuera incrementando a pasos agigantados. Juan por su lado mientras me besaba imitó lo hecho por Pierre y comenzó a acariciar el otro pecho, bajando igualmente la tiranta y después el escote, consiguiendo que mis dos pechos estuvieran al descubierto, posando su mano sobre él y comenzando a acariciarlo, pellizcando suavemente el pezón hasta conseguir que se pusiera igual de erecto que el del otro lado. Sentí como una de las manos de Pierre se apoyaba sobre uno de mis muslos, acariciándolo por encima del vestido. Juan se percató del detalle, y lo imitó con el otro muslo mientras su boca pasó a ocupar su sitio sobre el pezón de su pecho. Tenía a los chupándome las tetas y acariciando mis piernas, moviéndose cada vez más cerca de mi entrepierna. Juan, que ya tenía más confianza por todo lo sucedido en anteriores ocasiones, pasó su mano por debajo del vestido, cosa que imitó Pierre en seguida, acariciándome ambos los muslos directamente. Me sentía muy excitada, notaba como mi coño se iba poco a poco humedeciendo y pidiendo a voces intervenir. No pude evitar como un acto reflejo el separar mis piernas, ofreciéndoles así la posibilidad de llegar más fácilmente hasta mi coño, lo que no pasó desapercibido a estos. Miré a Pedro y vi como Pedro tenía uno de sus brazos rodeando la cintura de Joan, bajando en ese momento su mano hasta el culo de esta y comenzando a acariciarlo por encima de la minifalda que esta llevaba, a la vez que estaba besándose con Mari, y con la otra mano acariciando uno de sus pechos, dando señales esta de sentirse muy excitada. Abandonó la boca de Mari para pasar a la de Joan, besándola mientras su mano pasaba a la parte delantera de ella y comenzaba a tocar su coño por debajo de la faldita. Mari acariciaba con una de sus manos el pecho de él y con la otra empezó a tocar su paquete, que ya se mostraba bastante abultado. En ese momento no pude seguir fijándome en más pues mi atención se tuvo que centrar en lo que a mí me estaba ocurriendo. Sentí como unos dedos paseaban a lo largo de mi raja, y como otra mano, la de Pierre, acariciaba mi muslo, tan cerca del coño que podía sentir como a veces llegaba a tocarlo.

Se sorprendió cuando comprobó que no llevaba braguitas, y rápidamente le comenté que había sido una apuesta que habíamos tenido que ganar aquella noche. Se dio rápidamente por satisfecho con la explicación y comenzó a acariciar mi coño por la zona del pubis, que era la parte que Juan le dejaba libre en aquel momento. Pero esto le pareció insuficiente por lo que bajó un poco más hasta llegar a meter uno de sus dedos en el agujero de mi coño, haciendo que este entrara y saliera lentamente de él. Juan hizo lo propio y también introdujo uno de los suyos en el mismo lugar, encontrándome penetrada por dos dedos de dos hombres diferentes, haciendo que el placer que me estaban produciendo me hiciera volverme loca, hasta llegar a tener un orgasmo allí mismo en medio del pub, gritando por el placer que me daban. Sentí como rozaban mi clítoris, que se había puesto muy duro y tieso, cuando metían y sacaban sus dedos.

En aquel momento todo me daba igual, no me importaba donde estaba ni quien estuviera mirándome. Lo único que quería era sentir una polla dentro de mí, follándome fuerte. Por ello, y sin pensármelo dos veces me levanté del asiento, desabroché el pantalón de Pierre, saqué su polla que se me ofreció como un palo tieso hacia arriba, y me senté sobre ella, de frente a él, echando el vuelo de mi vestido por encima de este. Mi coño buscó el contacto de la polla hasta sentirlo justo en el agujero de mi coño, instante en el que fui bajándolo y así conseguir que su miembro penetrara dentro de mí. Sentí como si me estuviera penetrando un palo ardiendo, el placer era extremo. Una vez lo tuve totalmente dentro comencé a moverme arriba y abajo, hacia delante y hacia atrás, y a veces en círculos, consiguiendo así que aquella polla me penetrara totalmente y rozara por todos los rincones interiores de mi coño. Juan se había aproximado hasta mí, y mientras me estaba follando al otro, el cogía mis pechos estrujándolos, pellizcando mis pezones y dándome con la lengua. El gusto que sentía era increíble, y no tardé en tener otro orgasmo.

No quise darle tregua a mi cuerpo y descabalgué a Pierre para ir en busca de Juan, el cual ya me ofrecía su polla fuera del pantalón, subiéndome igualmente sobre él, y comenzando a follarlo con igual intensidad que antes ya había hecho. Mi cuerpo se inclinó hacia Pierre, hasta que mi boca llegó a encontrarse con su polla, la cual comencé a chupar.

Por otro lado Pedro también lo estaba pasando bien. Se encontraba apoyado sobre la banqueta, con el pantalón por las rodillas y la polla totalmente tiesa fuera de ellos. Mari se encontraba de rodillas haciéndole una mamada mientras él se encontraba besando a Joan, y con una mano metida entre sus piernas, que por su movimiento era evidente que la estaba masturbando. Su boca a veces descendía hasta las tetas de Joan que se encontraban al aire, con los pezones mirando hacia arriba desafiantes.

En ese momento Juan me propuso:

  • Verónica, súbete sobre Pierre y yo te la meteré por el culo.

Aquella petición hizo que me hirviera la sangre, si es que ello era posible. Me cambié de lugar, o mejor dicho de polla, introduciéndome la del francés todo lo que pudo entrar. Me incliné hacia delante para así ofrecer una perspectiva exacta a Juan de donde estaba el lugar para la suya. Lo encontró, como era de esperar, fácilmente.

Me la fue metiendo poco a poco, pues con su tamaño había de hacerlo así para procurar no hacerme daño. Por fin sentí las dos pollas muy dentro de mí, por lo que no me pude resistir y comencé a moverme para sentir como entraban y salían de mis agujeros.

Sentí un placer indescriptible, por lo que no me pude resistir y me rendí al orgasmo que enseguida me llegó, y que provocó que gritara como si estuviera poseída, y realmente así era, poseída por dos tremendas pollas.

Pierre avisó que ya no aguantaba más, que se iba a correr.

  • Espera, hazlo en mi boca. Le pedí yo, que deseaba comerme su leche, pues aquello me daba un tremendo morbo.
  • Yo también quiero correrme, pidió Juan.
  • Si. Dámelo tú también. Quiero comerme vuestras corridas.

Juan me sacó la polla del culo, permitiéndome que me separara de Pierre. Me arrodillé entre los dos que se pusieron de pie frente a mí. Cogí una polla con cada una de mis manos y comencé a menearlas deseosa de que derramaran su semen sobre mí.

Fue Pierre el primero que por sus gemidos y gestos, deduje que se corría, por lo que metí su polla en mi boca, empezando a chuparla succionando todos los jugos que de esta enseguida comenzaron a emanar. Sentí como llenaba mi boca con ellos, por lo que tuve que empezar a tragarlos.

Enseguida Juan avisó que él también se corría, seguramente excitado por ver como el francés se estaba corriendo sobre mí.

Metí su polla como pude en mi boca, pues ciertamente me costaba un poco de trabajo por su tamaño, chupándola, dándole con la lengua en la punta de su polla, hasta que en ese momento sentí sobre mi lengua como un chorro de su leche se estrellaba contra ella. Continué chupándola, tragando en la medida de lo posible toda su corrida, aunque no pude evitar que se me escapara un poco por la comisura de los labios.

Una vez comprobé que su orgasmo había acabado, continué chupando sus pollas, pasando de una a otra, como recompensándolas por el trabajo efectuado.

Pude ver entonces como Pedro se estaba follando a Joan, que estaba inclinada sobre la banqueta, en la cual estaba Mari abierta de piernas, ofreciendo su coño a la francesa, que no desaprovechaba la posición y le estaba chupando su coño.

Pedro avisó que se iba a correr, por lo que sacó su polla del coño, y la ofreció a las dos chicas que se apresuraron a ponerse de rodillas frente a él. Juntaron sus caras sobre las cuales comenzó Pedro a correrse, mandando chorros de semen alternativamente a una o a otra de las bocas de ellas que las mantenían abiertas recibiéndolos.

Cuando terminó Pedro el orgasmo metió la polla en la boca de una de ellas, que comenzó a chuparla. La sacó y la metió en la boca de la otra que repitió la operación. Observé como un escalofrió recorrió el cuerpo de mi marido, debido al enorme orgasmo que había sentido. La sacó por fin de sus bocas, dando vía libre a las chicas que comenzaron a besarse compartiendo sus salivas mezcladas con la leche de Pedro.

Me limpié la cara y me acomodé la ropa, sentándome en el reservado con los dos tíos a los lados como todo comenzó, sintiendo como me acariciaban cariñosamente, mientras yo les correspondía acariciando sus pollas.

Pedro se recompuso la ropa, al igual que las dos chicas y vinieron hasta donde estábamos. Le presentamos a Pierre, que lo felicitó por la magnífica esposa que tenía. Nos acomodamos como pudimos todos juntos, charlando el resto de la noche sobre las experiencias previas que habíamos tenido, hasta que se hizo muy tarde y Juan propuso irse al hotel para descansar. Siempre podríamos repetir mañana si os apetece invitó Pierre, a lo cual asentimos, quedando en volver si no surgía otro plan.

Me he dado cuenta que me encanta tener dos pollas dentro de mí. Disfrutar de dos machos para mí sola es lo más. Pienso proponerle a Pedro que siempre que follemos haya alguien más o ante la imposibilidad de ello que compre un consolador vibrador, que lo sustituya.