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Noche de Copas

en Trios

He de recordaos nuevamente, que todo lo que aquí os relato es totalmente cierto, no existe nada inventado, ni añadido.

Una noche salimos a tomar unas cervezas Verónica y yo. Aquella noche estaba impresionante. Llevaba un vestido de color negro, aunque lo que más llamó mi atención fue el que llevase unas medias negras con unas botas altas, lo que le daba una sensualidad como nunca antes.

Recorrimos varias tascas en donde tomamos alguna cerveza y varias copas de vino, por lo que sus efectos se hacían patentes por nuestro buen humor. Al entrar en otra de las tascas, comprobamos que en una de las esquinas se encontraba Juan tomando una cerveza a solas mientras veía la televisión que el local tenía colgada cerca de donde estaba él. Nos vio y nos hizo gestos de que nos acercáramos, contento por ver a alguien conocido con quien compartir aquel rato que, seguramente, se le estaba haciendo un poco aburrido. Nos acercamos a él y lo saludamos con el entusiasmo propio del alcohol que ya llevábamos en el cuerpo. No le pasó desapercibido a Juan lo estupenda que Verónica iba aquella noche, elegante y a la vez muy sensual, dirigiéndole varios piropos y miradas en las que se hacía patente que no mentía.

Estuvimos un rato charlando, bromeando y, como no, bebiendo. La conversación a veces tomaba la dirección del sexo y podía comprobar cómo Verónica obraba de una forma especial. En una ocasión en la que Juan fue el baño le pregunté a mi mujer cómo se encontraba, que me parecía notarla diferente. Ella me contestó que había bebido más de la cuenta quizás, y que estaba muy contenta.

–Lo que estás es un poco calientes ¿me equivoco?- .

–Pues la verdad es que un poco si que lo estoy-.

-¿Qué serías capaz de hacer?-.

–No sé. Ponme a prueba y ya veremos-.

Su respuesta, aunque ambigua, me hizo comprobar que no era tan solo un poco caliente lo que estaba, si no que yo diría que estaba bastante caliente. Por mi cabeza empezaron a pasar todas aquellas situaciones con las que habíamos fantaseado cuando hacíamos el amor, y empecé a sentirme también un poco cachondo.

Volvió Juan, y seguimos con la marcha que anteriormente teníamos, aunque ahora el tema sexual salía a relucir con más frecuencia. Verónica cada vez bailaba más con la música que había de fondo, y comentó que sentía ganas de marcha, que podíamos ir a algún lugar de ambiente bailongo, idea que nos pareció bien, por lo que tras pagar las consumiciones nos dirigimos andando a un pub cercano. Por el camino Verónica nos cogió a Juan y a mí por la cintura a la vez que continuaba bailando con una música imaginaria. Yo pasé mi brazo por sus hombros y Juan pasó su brazo por su cintura.

–Soy la envidia de todas las chicas con las que nos cruzamos, cuando me ven con dos tíos buenos para mí sola- comentó ella.

-¿De verdad nos ves que estamos buenos?- preguntó Juan pícaramente.

–Estáis como para haceos un favor y encima daos las gracias-. Contestó Verónica a la vez que tocaba el culo de Juan.

-¡Eh, que no soy de piedra! A que te toco el tuyo-.

–Pues ahí lo tienes, si no lo haces es porque no quieres-. Juan no se hizo de rogar y comenzó a tocar el culo de Verónica a la vez que elogiaba lo bien que lo tenía.

–Nunca había tocado un culo tan redondo y duro como el tuyo. Está haciendo que me empalme incluso-.

–Qué exagerado eres-.

–Es la verdad, mira-. Efectivamente el bulto de su entrepierna delataba una notable erección. Al comprobarlo todos reímos.

Por fin llegamos al pub, y nos dirigimos a la zona del fondo en donde apenas había nadie y además estaba bastante más oscura que el resto, iluminada tan solo por las luces parpadeantes y de neón de la pista de baile próxima. Pedimos unas copas, que dejamos sobre una pequeña mesa de pie que había próxima a la pista de baile, y nos dirigimos a la pista en donde comenzamos a bailar. Verónica se movía como nunca. Llevaba la marcha muy dentro. Se contoneaba de una forma muy sugerente, y de vez en cuando se acercaba provocativamente a uno o a otro indistintamente. En una ocasión echó los brazos por el cuello de Juan mientras se movía muy sensualmente. Atrapó su cabeza con las manos por la nuca y lo besó en la boca. No podía creer lo que veía, lo estaba besando delante de todo el mundo. Cuando se separaron Juan le dijo algo al oído y ella le dijo que sí con la cabeza.

–Qué me estoy perdiendo- dije yo.

–Me ha preguntado Juan que si yo estoy tan caliente como él-.

–Y tú qué le has contestado-.

–Que no. Estoy todavía más-.

–¡Serás guarra!-.

-¿Cuántas veces hemos fantaseado con hacerlo con otros? Pues hoy podría ser la ocasión que esperábamos para que dejen de ser fantasías y se conviertan en realidad-.

No supe que contestarle. En verdad tenía sentimientos encontrados al respecto. Por un lado mi educación se oponía a compartir a mi esposa. Pero por otro lado me excitaba la idea de compartirla.

Nos dirigimos a donde teníamos las copas. Juan apoyó su espalda contra una pared próxima, Verónica estaba a su lado y yo enfrente de Juan, al otro lado de la mesita. Tras unos minutos, Verónica continuaba bailando a nuestro lado. Dirigió su baile hacia Juan, dándole la espalda, mientras me miraba a mí. Se movía cada vez más cerca de él, hasta que llegó a estar tan próxima que rozaba su paquete con el culo, el cual movía con la intención de que el contacto fuese lo más intenso posible. Tras unos instantes así pude ver como sus manos pasaron a su espalda de modo que empezó a tocar el bulto de Juan, mientras continuaba mirándome sonriéndome de forma muy pícara. Juan no pudo aguantar más y pasó sus brazos hacia delante asiéndola por el vientre, comenzando a moverlos de arriba abajo, hasta que finalmente llegaron a tomar contacto con sus tetas, las cuales agarró como si su vida dependiera de ello. Las acarició durante unos instantes consiguiendo que los pezones de Verónica llegaran a marcarse a través del vestido.

Verónica se dio la vuelta agarrándose a su cuello y comenzando a besarlo en la boca con gran pasión mientras el magreaba su culo, consiguiendo que el vestido subiera casi una cuarta, y dejara ver el final de las medias.

Me acerqué a ellos con la intención de que la gente próxima no le viera el culo a mi mujer, pero lejos de tal fin pasé mis manos por la cintura de Verónica hasta coger sus tetas, comenzando a magrearlas con desesperación.

-Creo que sería mejor que nos fuéramos de aquí, hay demasiada gente- propuso Verónica. Como autómatas asentimos a su propuesta. Me dirigí a la barra a pagar mientras ellos dos continuaban besándose justo a mi lado.

Salimos del pub, agarrados igual que antes, aunque ahora los tocamientos no cesaban, y la boca de Verónica besaba alternativamente a uno o a otro. El camino hasta el coche se nos hizo cortísimo.

-Conduzco yo- propuso Verónica, pues íbamos en su coche. Yo me senté en el asiento de delante y Juan en la parte de atrás, justo detrás de ella. Salimos del aparcamiento sin saber a dónde nos dirigíamos, aunque la ruta indicaba que la meta sería nuestra casa.

Por el camino pasé una de mis manos por la pierna de Verónica, subiendo hasta llegar a chocar con su braguita, la cual encontré totalmente mojada. Observé cómo esta abría un poco las piernas facilitándome el acceso a su coño. Metí mi dedo como pude por un lado de la prenda y encontré su coño, que para mi sorpresa se encontraba totalmente depilado. Nunca antes lo había tenido así, lo cual me excitó más aun si cabe pues me trasmitía una sensación aun mayor de desnudez. Metí uno de mis dedos en su coño y comencé a bombearlo entrando y saliendo, masturbándola mientras ella conducía. Todo esto no pasó desapercibido para Juan que se adelantó y pasó sus brazos hacia delante, metiendo sus manos por las sisas del vestido hasta conseguir tomar sus tetas. Comenzó a pellizcar sus pezones, provocando que Verónica comenzara a gemir. Protestó ante la situación en que se encontraba: conduciendo mientras dos tíos le metían mano.

–Parad que nos la vamos a pegar-. Hicimos caso omiso de sus protestas. Por suerte quizás llegamos a casa. Entramos en ella como si lleváramos prisa, y nada más cerrar la puerta, pude ver como Juan y Verónica ya se encontraban abrazados besándose y tocándose.

Sin pensarlo dos veces me acerqué por la espalda de Verónica, y yo también comencé a tocarla. Una de las manos de ella estaba tocando el paquete de Juan y la otra la dirigió hacia atrás e hizo lo propio con el mío.

Juan comenzó a subir el vestido de mi mujer, hasta hacer que saliera por su cabeza, dejándola tan solo con su ropa interior. Ella centró su atención en desabrochar el pantalón de nuestro amigo. Me agaché y comencé a quitar sus medias, una tras otra. Verónica por fin desabrochó el pantalón, haciendo que descendiese hasta sus tobillos, deshaciéndose de él de una patada Juan. Desde mi posición pude ver como este le desabrochaba el sujetador, permitiendo que sus pechos quedaran fuera de su prisión, pidiendo atención sobre ellos, mensaje que no tardó en captar Juan que se agachó comenzando a chupar los pezones mientras sujetaba con sus manos ambas tetas.

Cogí sus braguitas por la tira lateral y las bajé, dejando su coño totalmente expuesto. Metí mi mano por entre sus piernas desde atrás para llegar a su raja, donde encontré que ya había sido ocupada por una de las manos de Juan, que metía y sacaba uno de sus dedos de él. Decidí colaborar en ello y yo también metí uno de mis dedos, acompañando al de Juan, moviéndolo al unísono con el de él.

Verónica parecía fuera de sí gracias al placer que le estábamos dando. Se agachó, a la vez que bajaba los calzoncillos de Juan, permitiendo que saliera su polla del encierro, y provocando una exclamación de admiración en ella al ver el tamaño del miembro de nuestro amigo, que realmente era impresionante por sus dimensiones. Atrapó su polla y la metió en su boca chupándola con gran excitación. Me quedé contemplándola. Era la primera vez que chupaba una polla que no fuera la mía y, realmente, me sentía muy excitando contemplándola.

Me deshice de mi ropa, y me coloqué al lado de Juan, ofreciendo mi polla, totalmente tiesa, a mi mujer, que en seguida la tomó con una de sus manos y comenzó a alternar la mamada de una a otra polla, mientras nosotros tocábamos y pellizcábamos sus tetas, provocando que ella echara su cabeza hacia atrás como signo del placer que le producían nuestras caricias, intentando en alguna ocasión el introducir los dos miembros simultáneamente en su boca, cosa que no consiguió debido al tamaño del de nuestro amigo.

La incorporé y la hice tumbarse, abriendo ella sus piernas y ofreciéndonos su coño totalmente abierto, mostrando su humedad. Juan se arrodilló entre sus piernas sumergiendo su cabeza entre ellas, procediendo a recorrer su raja en toda su longitud, provocándole nuevos gemidos de placer. Avancé hasta su cabeza, arrodillándome junto a ella, ofreciéndole mi miembro, que cogió con su mano dirigiéndolo a su boca, chupándola con gran deleite. Desde mi posición podía ver como nuestro amigo lamía la raja de Verónica, a la vez que introducía dos de sus dedos por su coño, de tal modo que la masturbaba a la vez que se lo estaba chupando, por lo que, dado lo excitada que ya estaba, no tardó en sufrir un tremendo orgasmo, convulsionándose a la vez que atrapaba la cabeza de Juan para que no la despegara de aquel lugar, aunque creo que no tenía intención de hacerlo, haciendo que este se comiera literalmente los jugos que esta había emanado por su corrida y que hicieron que se mojara toda la cara de él.

Verónica comenzó a suplicar que la folláramos. No podía dar crédito a lo que estaba escuchando: mi mujer pedía ser follada por otra persona distinta a mí. Y lo que es más increíble, yo estaba deseando que lo hiciera.

Juan se incorporó, y yo aproveché el paréntesis para ser el primero en meter mi polla en aquel coño que lloraba por ser penetrado. Comencé a follarla mientras ella cogía sus tetas, pellizcando sus pezones. Juan se situó donde yo había estado anteriormente, ofreciendo su polla a Verónica que la metió como pudo en su boca, ahogando los gemidos que mi penetración provocaba en ella.

Tras unos minutos Verónica llegó de nuevo al orgasmo, incorporándose como un resorte y dirigiéndose hacia Juan, que hizo que se sentara, para casi a la vez subirse sobre él, coger su polla y dirigirla a su coño, la cual introdujo poco a poco para que no le hiciera daño, dado su tamaño. Una vez dentro, comenzó a mover su culo arriba y abajo, consiguiendo que con cada movimiento el miembro se introdujera un poco más, hasta llegar a tenerlo totalmente dentro de ella, chocando su culo con los testículos de Juan. Se echó un poco hacia delante ofreciendo sus tetas a la boca de nuestro amigo que no tardó en comenzar a chuparlos mientras sus manos se aferraban a su culo, abriéndolo un poco más de forma que su polla entrara un poquito más en su agujero, y acompañándolo en su movimiento. Me sorprendió que Verónica no tardó apenas nada en explotar en un orgasmo como nunca le había visto. Se reclinó hacia atrás para así conseguir que todavía penetrara la polla un poco más dentro de ella, lo cual aproveché yo para situarme a su espalda y aferrarme a sus tetas, buscando su boca que comencé a besar muy excitado.

Cuando se recuperó del orgasmo se giró sobre la polla de Juan, procurando que esta no se le saliera, empezando de nuevo a follarlo, mostrándome en aquella postura como la polla de este entraba y salía de ella. Me estaba volviendo loco el verla follar con otro, por lo que me acerqué hasta ella con la polla dura como una piedra. Ella se inclinó un poco hacia delante sin dejar de follarlo, metiéndose mi polla en la boca, chupándola a la vez que era penetrada y, corriéndose de nuevo en unos instantes.

-Métemela por el culo- le propuso Verónica a Juan. Esto sí que no me lo podía creer. Le estaba pidiendo algo que nunca antes había hecho y que yo creía nunca haría.

Se levantó un poco, lo suficiente como para que saliera la polla de Juan. La cogió y la llevó hasta su culo, sentándose sobre ella muy despacio. Podía ver como aquella enorme polla iba desapareciendo dentro del culo de Verónica. Una vez la tuvo dentro comenzó a moverse muy despacio. Cuando se hubo asegurado que entraba y salía bien, comenzó a aumentar el ritmo y con él la sensación de placer. Gritaba de gusto.

–Más, quiero más. Fóllame tú también, cariño-.

No me hice de rogar y avancé hasta ella. La eché hacia atrás, levantando sus piernas, con lo que podía ver como se perdía casi por entero la polla de Juan en su culo. Llevé mi polla hasta su coño y comencé a introducirla en él. Me costaba un poco de trabajo pues la polla de Juan dejaba poco espacio. Cuando había metido un poco la saqué y comencé a meterla de nuevo, encontrando ahora menos dificultad. Repetí de nuevo la maniobra varias veces hasta que conseguí que mi polla entrara por entero en el coño de ella.

Una vez así comencé a follarla cada vez con más ritmo y fuerza, de tal modo que mis empujones hacían que a la vez ella se moviera haciendo que también entrara y saliera la polla de Juan. Yo sentía sobre mi polla como entraba y salía la polla de Juan de su culo, lo cual hacía que me excitara aun más todo aquello.

Verónica parecía enloquecida al sentir dentro de ella las dos pollas. Se corrió varias veces, casi empalmaba uno a continuación de otro, sin casi tiempo de recuperarse entre ellos. Quise cambiar de postura, por lo que me tumbé boca arriba y le dije a Verónica que se tumbara sobre mí y me follase, cosa que hizo con toda precisión. Una vez tuvo mi polla dentro de su coño, pidió a Juan que volviera a follarle el culo. Este hizo lo que le pedía, esta vez sin esfuerzo alguno, ya que lo tenía bastante dilatado de antes.

-¡Dame fuerte!- ordenó a nuestro amigo. Este, como si se tratase de una orden castrense, hizo lo que le pedía, agarrándose de los hombros de ella para así procurar que su ritmo y fuerza se aprovecharan al cien por cien. Estuvimos así unos minutos, durante los cuales Verónica volvió a sufrir varios orgasmos, tan intensos que la hacían enloquecer, pero no tenía suficiente, quería más.

–No puedo más. Me voy a correr-. Dijo Juan.

–Yo estoy igual-. Añadí yo.

–Sí. Correos los dos a la vez, por favor. Quiero sentir vuestra leche dentro de mí-.

-¡Ya, ya, ya, aquí la tienes!.- gritó Juan a la vez que sus movimientos se volvían más intensos.

–¡Sí, sí, sí, ahhhh……. Me corro, sí, ahhh….!-. Nuestro amigo se estaba corriendo dentro de su culo.

–¡Sí, lléname con tu leche. Ummmm, que caliente la siento dentro de mí. No pares, cabrón, sigue follándome el culo que me corra de nuevo!.-

Al oír a mi mujer hablar así no pude resistir más

– ¡sí, yo también me corro! Toma también mi leche, guarra. ¡Ahhhhhhh, sí, sí!-.

Me corrí como nunca, a la vez que estaba sintiendo como la leche de Juan había desbordado su culo y estaba chorreando sobre mí.

Verónica, al sentir mi leche dentro de ella, y el calor de la de Juan saliendo de su culo, hizo que explotara en un nuevo orgasmo.

Quedamos los tres unos minutos en aquella posición, uno sobre otro, descansando y encantados por el placer que habíamos sentido.

Juan sacó su polla del culo de Verónica y se sentó en uno de los sofás desnudo. Ella se incorporó y tras limpiarse un poco se sentó en el mismo sofá de modo que su espalda reposaba sobre el pecho de él. Yo por mi parte me senté en el sofá que había justo en frente. Podía ver a ambos desnudos, una mano de Juan acariciando suavemente uno de los preciosos pechos de Verónica, y una mano de ella acariciando la polla y los huevos de él. Estuvimos así durante un rato, conversando tranquilamente de todo lo sucedido hasta aquel momento, como si el que mi mujer follara a la vez con dos tíos fuera lo más normal del mundo. Y lo increíble es que eso era lo que nos parecía. Aunque realmente no era algo normal…. Era algo increíble. Nunca pensé que aquello podría gustarnos tanto.

Mientras seguíamos charlando sobre lo que habíamos hecho, una de las manos de Juan comenzó a acariciar el coño de Verónica, rozándole suavemente su clítoris, bajando por su raja, totalmente mojada, hasta meter su dedo en el agujero del coño. Pude observar como la mano de mi mujer comenzaba a menear la polla de Juan con más ritmo, mientras ella echaba su cabeza hacia atrás sintiendo el placer que nuestro amigo le estaba proporcionando. Tenía las piernas totalmente abiertas, mostrándome perfectamente como Juan la estaba masturbando. Tras unos minutos empezó a convulsionarse de nuevo, sufriendo un nuevo orgasmo. Parecía increíble pero mi mujer quería sexo se nuevo. Me lancé hacia ella y metí mi cabeza entre sus piernas. Quería comerme su corrida. Pasé mi lengua por su raja, metiéndola en su agujero cuando llegaba a él, deleitándome con sus jugos que impregnaron toda mi cara. A la vez la miraba y veía como estaban besándose Juan y ella, mientras continuaba meneándole la polla. Me incorporé mientras metía dos de mis dedos en su coño, y comenzaba a chuparle las tetas. Cada vez la notaba más excitada. ¡era increíble pero cierto, mi mujer, quería más sexo!

Saltó del sofá obligándome a sentarme al lado de Juan. Allí estábamos los dos, uno junto al otro con nuestras pollas tiesas como el palo de una bandera de nuevo. Verónica se arrodilló entre nosotros, cogió mi polla y comenzó a menearla, mientras se metía la de Juan en la boca. Al poco cambió, chupando la mía y meneando la de él. Estuvo pasando de una a otra durante varios minutos.

Me levanté y me coloqué detrás de ella, metiéndosela por el culo sin esfuerzo alguno, gracias a que antes había estado allí la de Juan. La agarré de las caderas y comencé a follarle el culo por primera vez en mi vida, mientras ella chupaba y meneaba la polla de Juan. Permanecimos así unos minutos y en esta ocasión Juan no aguantó nada, y avisó que se iba a correr.

–Sí, dame tu leche, cabrón-. Dijo ella a la vez que seguía su labor con mayor intensidad aun. No tardó en comenzar a correrse Juan, llenando la boca de mi mujer con su leche con tal cantidad que esta escapaba por la comisura de sus labios. Ante aquella visión realmente guarra de mi mujer, sentí una gran excitación, pues era la primera vez que se estaba comiendo un polvo, e hizo que yo también me corriera dentro de su culo, consiguiendo a la vez que ella tuviera su enésimo orgasmo aquella noche.

Me senté al lado de Juan desde donde estuve observando cómo Verónica estuvo durante un buen rato jugando con la polla y huevos de Juan, usando para ello solamente su lengua.

Cuando a ella le pareció bien se quedó sentada frente a nosotros abierta de piernas todo lo que podía, acariciándose su coño, cada vez más obscenamente, masturbándose mientras nos miraba como diciéndose: "¡Mira que dos tíos más buenos acabo de follarme!", hasta conseguir ¡un nuevo orgasmo! Con el que ya pareció darse por satisfecha aquella noche. Quedamos durante un buen rato charlando, con ella mostrándonos su coño totalmente abierto frente a nosotros, hasta que Juan se percató de lo tarde que era y dijo que tenía que irse, que contáramos con él para repetir aquello cuando quisiéramos, lo cual aceptamos de buen grado.