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Fiesta inesperada 2

en Trios

FIESTA INESPERADA 2

Subimos a su piso y ya en el ascensor se podía respirar cierta excitación. Dado el pequeño tamaño de la cabina era imposible estar muy separados los unos de los otros, por lo que aproveché para con cierto disimulo mal conseguido, acariciar el culo de Marian. Verónica, efectivamente, se dio cuenta de lo que hacía, y dijo que íbamos muy calientes, y no se equivocaba en absoluto.

Llegamos a la planta en donde estaba su piso y nos hizo a pasar a este. Una vez dentro nos pidió que nos pusiéramos a gusto mientras ella se cambiaba de ropa y se ponía algo más cómodo. Tras unos minutos de espera apareció de nuevo y, efectivamente se había puesto mucho más cómoda: se había puesto un pijama en donde el pantalón era muy ajustado, tanto que se le marcaba perfectamente la raja del coño, y dejaba parte de los cachetes fuera de él; y una camiseta sin mangas, también ciertamente ajustada, marcando en esta ocasión sus tetas y como no, los pezones que seguramente acababa de pellizcarse justo antes de salir y de ese modo hacernos ver lo excitada que se encontraba.

-          ¿Os enseño es piso? Es pequeño, pero para mí sola es suficiente.

-          Sí, claro. Contesté, aunque en realidad a mí lo que me apetecía es que nos enseñara otra cosa.

El salón ya lo habíamos visto, por lo que nos enseñó la cocina, el cuarto de baño, una pequeña terraza-balcón, o dormitorio de invitados y por último su dormitorio.

-          Este es mi dormitorio

-          Es muy grande. Y además tienes una cama de matrimonio para dormir a tus anchas.

-          Si, y además si hay que compartirla que haya espacio suficiente. Acabo de comprar un colchón de látex y estoy alucinada porque es comodísimo, dijo a la vez que se lanzaba sobre la cama.

-          Nosotros tenemos ganas de cambiar el nuestro y seguramente compraremos uno de este tipo.

-          Siéntate y verás lo cómodo que es, propuso Marian.

En seguida Verónica imitó a esta y se lanzó a la cama tumbándose y así poder comprobar cómo era ese colchón.

-          ¿Qué te parece?

-          Es comodísimo. Aquí se estará estupendamente.

Estuvimos un poco hablando allí, con ellas dos tumbadas y yo de pie observándolas.

-          ¿Qué miras tan fijamente? Me pregunto Marian

-          Os estaba imaginando a las dos desnudas en la cama, dije con sorna

-          Eso es fácil, dijo Verónica a la vez que se lanzaba sobre su amiga, e intentaba quitarle la ropa.

-          No, me haces cosquillas, se reía Marian intentando evitar que mi mujer la desnudara.

Y como ya se sabe que la mejor defensa es un buen ataque, Marian contraatacó intentando hacer lo propio con Verónica, la cual parecía no poner tanta resistencia por lo que al poco le había quitado la camiseta, mostrando así un bonito sujetador negro que llevaba debajo.

Aquella “pelea” era increíble, pues yo las veía como poco a poco iban desabrochando algún botón, se subía la camiseta de Marian, se le iba metiendo el pantaloncito cada vez más por su culo quedando casi como un tanga, hasta que inesperadamente Verónica la cogió del pelo y metió su lengua en la boca de ella comenzando así un beso que en seguida fue correspondido por su amiga. A partir de ahí dejó de haber disputa, para pasar a comenzar a desnudarse la una a la otra. Yo ayudé con el pantalón de mi mujer y así evitar que se separasen más de lo necesario en sus maniobras. Al poco estaba las dos totalmente desnudas besándose, tocándose el culo y las tetas.

Pude ver como una de las manos de Verónica, ciertamente más experimentada en estos temas, se metió entre las piernas de su amiga, la cual en seguida abrió para ofrecer su sexo al cien por cien. El espectáculo era alucinante. Marian tenía su sexo depilado con lo que dejaba ver todos los recovecos de su coño, que enseguida fueron ocupados por los dedos de mi mujer, entrando y saliendo de él y provocando los primeros gemidos de placer en su amiga.

A aquellas alturas yo sufría una erección importante, tanto que me dolía la polla de tenerla prisionera dentro del pantalón, pero no quería interrumpirlas por el momento pues me encantaba verlas.

Verónica cogió una de las manos de Marian y la dirigió a su coño para que metiera sus dedos dentro de su coño, comenzando a hacerse una paja la una a la otra sin dejar de besarse y de tocarse con la otra mano, comenzando también mi mujer a gemir por el gusto que le estaba proporcionando.

-          ¿Por qué no hacéis un 69 niñas? Les propuso, sin saber bien si Marian estaría dispuesta.

-          Yo nunca he chupado el coño de otra tía, me contesto esta, cosa que ya me esperaba.

-          Pues ahora es el momento de que lo hagas, le contestó Verónica, a la vez que la tumbaba boca arriba y se colocaba sobre ella con su coño sobre la cara de ella.

Desde donde estaba podía ver perfectamente como Marian sacó su lengua y comenzó a meterla dentro del coño de Verónica, sacándola a veces y haciendo que recorriera su raja en toda su longitud. Verónica comenzó a dar muestras de una gran excitación, disfrutando de la mamada a la vez que pellizcaba sus pezones. De pronto se lanzó hacia el coño de Marian el cual comenzó a comerse con desesperación, a la vez que con una mano separaba uno de sus cachetes facilitando así que con la otra mano pudiera introducir los dedos en el agujero de Marian, que ante tal maniobra no tardó en explotar en un orgasmo. Yo podía ver como durante este se contraían y extendían los labios de su coño con cada contracción, y de cómo los dedos de Verónica salían muy mojados cada vez que entraban en su cueva.

Esto me excitó tanto, si es que ello era posible, que ya no me pude resistir más y me lancé contra aquel coño que se me presentaba abierto, a lamer todos los jugos que de él salían, haciendo que toda mi cara se mojara con ellos.

Verónica se incorporó moviendo sus caderas de atrás a delante, restregando su coño por toda la cara de su amiga, mientras gemía con gran placer.

Me puse de pie y me quité en un santiamén toda la ropa que tenía puesta, cosa que no pasó desapercibida para mi mujer que se levantó de la cama y obligó a Marian a que también lo hiciera, dirigiéndola hasta mí, y haciendo que se arrodillara entre mis piernas, sujetando su cabeza y llevando mi polla hasta la boca de ella, que no se hizo de rogar y comenzó a chupar. Lo necesitaba, necesitaba ya sentir que mi polla se metía en cualquier lugar húmedo, y su boca me pareció un buen lugar para comenzar.

Verónica no quiso quedarse atrás y se arrodilló junto a Marian masajeando mis testículos, y pidiendo compartir la polla con ella, la cual se iban intercambiando chupándola alternativamente una y otra, de tal manera que iban a conseguir que me corriera, por lo que tuve que detenerlas para no llegar tan pronto al fin.

Mi mujer se puso de pie y llevó a Marian hasta la cama en donde hizo que se tumbara boca arriba con las piernas abiertas ofreciendo su coño, al cual no tardé en dirigirme metiendo de una vez y toda entera mi polla, provocando un gritito de placer en ella. Comencé a meterla y sacarla, follándola con fuerza, mientras Verónica masajeaba el clítoris de su amiga, consiguiendo que en unos minutos volviera a correrse retorciendo su cuerpo de placer.

Una vez se hubo calmado, le indiqué que se pusiera a cuatro patas sobre la cama, y Verónica se tumbó ofreciendo su coño a su amiga para que se lo chupara.

-          ¿Te la han metido alguna vez por el culo?

-          No, nunca. Tengo miedo de que me puedan hacer daño.

-          Eso no va a ocurrir. Vamos a probar y ya lo verás.

Lubriqué con mi saliva el agujero de su culo, mientras observaba lo redondo y duro de sus cachetes. Aparté un poco estos hacia un lado y dirigí mi polla a su agujero.

-          Relájate y ya verás cómo lo disfrutas, dije a la vez que metía un poco la punta de mi miembro en su agujero.

Esta no decía nada, estaba un poco tensa, por lo que la saqué un poco para de nuevo volver a la acción introduciéndola un poco más adentro. Repetí esta acción varias veces hasta que comprobé que ya penetraba un buen trozo de mi polla dentro de ella, sacándola cada vez en menos longitud, consiguiendo así que mi polla penetrase por entero dentro de él, sin ocasionarle daño. Comencé a bombear poco a poco, despacio, para cada vez ir haciéndolo un poco más deprisa, mientras ella lamía el coño de mi mujer. Con mis manos apartaba sus dos cachetes separándolos y, consiguiendo así que la penetración fuera cada vez más profunda, hasta conseguir que mis huevos chocaran contra su culo cada vez que la penetraba.

Sus gemidos eran cada vez más frecuentes y mostraban el placer que estaba recibiendo, hasta que por fin exclamó que se iba a correr, cosa que no tardó en hacer, sintiendo las contracciones de su corrida en mi polla, que no abandonó aquel lugar en ningún momento.

Verónica se coló por debajo del cuerpo de Marián ofreciéndome también su coño. Abandoné el culo de nuestra amiga para penetrar a mi mujer durante unos minutos, mientras ellas abrazadas se  besaban. Comencé a follar ambos coños, pasando de uno a otro, entreteniéndome un poco más en el de Verónica que era el que menos penetración había sufrido hasta el momento.

La visión de aquellas dos tías tan estupendas morreandose mientras yo las follaba era el clímax del sexo pensé en aquel momento. Necesitaba correrme, no podía aguantar más.

Se lo comenté a ambas y ellas de mutuo acuerdo pensaron que era el momento de compartir mi corrida.

Se sentaron la una contra la otra, de modo que sus coños estaban chocando entre sí, y ofrecí mi polla a Marian que comenzó a chuparla y a menearla. Avisé que ya no podía aguantar más y que me iba a correr. Se retreparon sobre la cama, quedando boca arriba ambas restregando sus coños entre sí, mientras Marian continuaba meneando mi polla.

-          Me voy a correr, avisé.

-          Si, hazlo sobre nuestros coños, me indicó Verónica.

Y nada más decir esto comencé a soltar los chorros de esperma que traté de dirigir, en la medida que me era posible sobre sus coños que en unos instantes quedaron totalmente mojados con mi corrida.

Una vez me corrí ellas comenzaron a frotar sus coños entre sí, totalmente lubricados por mi esperma, a la vez que se tocaban el coño y pellizcaban sus tetas, por lo que tras unos minutos así y casi de común acuerdo, ambas volvieron a correrse, casi simultáneamente.

Tras esto me tumbé al lado de ellas mientras seguíamos acariciándonos y comentando la penetración anal de nuestra amiga. Marian nos propuso pasar lo poco que quedaba de noche en su casa, idea que nos pareció muy buena. Confieso que pensé que cabía en lo posible que al despertar pudiera repetirse algo de lo que aquella noche había ocurrido.