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Quisiera contaos nuestra historia. Ante todo he de aclarar que son hechos reales todas las historias que he publicado hasta ahora y las que posteriormente haga, pues aunque alguno de vosotros me pide que las modifique para que sean más extensas, o recomiendan que incluya a alguien más, lo cierto es que no puedo hacerlo para que sean fieles a la realidad, y ahí es donde pienso que reside el mayor de los morbos: Son totalmente ciertas y se ajustan en la medida que la memoria nos lo permite al 100%.

Quizá os parezca escandalosa o bien penséis qué suerte, quien pudiera llegar a ser como vosotros. Leedlo primero y después podréis pertenecer a uno de los dos grupos, aunque en verdad, de cualquiera de las formas, espero que con su lectura disfrutéis tanto como nosotros cuando nos sucedió todo esto y, mientras os lo cuento.

Somos un matrimonio de mediana edad, que pienso somos agradables tanto en el trato como físicamente, sobre todo Verónica, mi mujer, la cual colabora activamente en los relatos, pues sin su aportación no podría trascribir todo con el detalle adecuado.

En verdad os digo que cuando la miro me siento muy excitado y creo que a los demás os ocurrirá lo mismo. Pero en un principio sentía celos tan solo con pensar que alguien pudiera pasar más tiempo que yo con ella, aunque afortunadamente, y gracias a unos buenos amigos, aquello cambió, y vaya si cambió. Pero no me voy a andar más por las ramas y os voy a narrar como comenzó todo.

Nuestros amigos, Juan y Mari, nos propusieron salir una noche de cena, algo que solíamos hacer con ellos con cierta frecuencia, siempre que nuestros respectivos trabajos nos lo permitían, por lo que nuestra amistad era sincera y se había mantenido intacta a lo largo de varios años.

En aquella ocasión y tras cenar, tomamos unas copas, como de costumbre en los pubs cercanos al restaurante, y creo sinceramente que todos tomamos algo más de la cuenta, salvo Juan que en aquella ocasión era el conductor y no pudo hacerlo.

Era ya un poco tarde por lo que los distintos establecimientos comenzaban a cerrar, aunque nuestras ganas de seguir con la marcha seguían casi al cien por cien, por lo que Juan propuso ir a su casa donde podríamos seguir pasándonoslo bien e incluso quedarnos a dormir si nos apetecía. Nos pareció buena idea, por lo que nos fuimos para allá.

Cuando llegamos a la casa de Juan y Mari, preparamos unas copas y continuamos con la charla y las bromas muy animadamente. Sin saber cómo, la charla fue dirigiéndose a temas cada vez más calientes, revelando ciertas intimidades que nunca antes yo pensé que pudiéramos dar a conocer a nadie, al igual que hicieron ellos, llegando a confesarnos que en alguna ocasión habían hecho intercambio de parejas en un pub de nuestra localidad, y que la experiencia era excepcional, consiguiendo sentirse más cerca y más enamorados que nunca. Yo pensé que debían estar locos, pues ni por asomo se me ocurriría compartir mi mujer con nadie, pero también es verdad que a la vez sentí unas punzadas de excitación al relatarnos como ocurrió. Finalmente la charla tomó otros derroteros y aquello quedó en el aire, o más bien debería decir que quedó en nuestras mentes pues no podía apartar de mi cabeza a Verónica con otro, y como ella me confesó posteriormente, a ella le ocurrió igual.

Tras varias copas el ambiente se fue enfriando un poco, detalle que no pasó desapercibido para Juan, cuya inteligencia nunca había subestimado, por lo que este propuso jugar a algo para animarnos un poco. Todos aceptamos de buen grado, por lo que nos invitó a jugar a un juego de su invención, que consistía en una serie de cartas las cuales proponían una prueba que debíamos hacer sopena de tener que beber un chupito de una bebida con un grado de alcohol tan alto que su ingestión provocaba un escalofríos.

Nos situamos de forma que los chicos nos alternábamos con las chicas. Echamos a suertes quien iniciaba el juego y le tocó a Verónica. Tomó la primera de las cartas y la leyó en voz alta para que todos escucháramos en qué consistiría su prueba

–Tenéis que quitaos la ropa los dos jugadores que os encontráis en frente, el uno al otro, hasta quedar en ropa interior-.

En principio pensé que no podía consentir que Verónica hiciera aquello, pero algo más profundo en mí se reveló, y no puse problema alguno ante aquello, con la intención también de ver cuál sería la reacción de mi mujer ante la prueba, cosa que no tardé en comprobar, pues se levantó y se dirigió hasta Mari, que era el jugador que tenía en frente, comenzando a quitarse la una a la otra la ropa, mientras nos miraban y bromeaban con lo que estaban haciendo. No me pude imaginar que aquello me excitaría tanto como lo estaba haciendo, y que por el contrario a lo que esperaba, deseaba que aquello no acabara. Quedaron las dos en braguitas y sujetador, permitiéndonos comprobar los estupendos cuerpos que ambas tienen.

A continuación me tocaba a mí, y no sin cierto nerviosismo, cogí la carta que me correspondía y procedí a su lectura

–Besa al jugador/a que tengas situado a tu derecha en la boca-

Y que resultó ser nuevamente Mari. Aquello me turbó un poco pues me sentí intimidado ante la posibilidad de tener que besar a otra mujer delante de mi esposa, aunque gracias a Mari, mucho más lanzada, posiblemente gracias al alcohol que había ingerido, se dirigió hacia mí, pasó sus brazos por mi cuello y comenzó a besarme, metiendo su lengua en mi boca y jugueteando con la mía. Por mi parte no dejaba de observar a Verónica, para comprobar cuál sería su reacción ante aquello, pero para mi sorpresa, nos miraba con gesto complacido, por lo que fue como una invitación a que yo participara activamente en el beso, cosa que hice inmediatamente y que me resultó muy agradable y sobre todo excitante.

Ahora era el turno de Mari, la cual tomó su carta casi con prisa, diría yo, para pasar inmediatamente a su prueba

–Debes dejar a todos los jugadores con la parte inferior de la ropa interior, incluido/a tu-.

Inmediatamente se acercó a Juan el cual no tardó en quedar con tan solo los calzoncillos, mostrando así la terrible erección que tenía. A continuación hizo lo propio con Verónica, dejándonos ver sus pechos, que fueron rápidamente elogiados por Juan y Mari por lo bonitos que los tenía. Se dirigió a mí y me quitó la camisa, después hizo lo propio con el pantalón, aprovechando para, con disimulo, rozar mi miembro que ya también se encontraba muy duro, aunque no abultaba tanto como el de Juan. Y, finalmente, Mari se deshizo de su sujetador, enseñando sus pechos que, si bien no eran tan atractivos por su forma como los de Verónica, si que eran de mayor tamaño, lo cual los hacía igualmente apetecibles.

A continuación hubo algunas bromas, sobre todo por parte de las chicas al hacer comentarios por las erecciones de nuestras pollas, pero Juan no dio demasiada tregua a aquello y dijo que por fin era su turno, uniendo sus palabras a la acción de coger la carta que le tocaba

–El jugador de tu derecha debe acariciar alguna de las zonas que aun se encuentren cubiertas con ropa-.

El jugador de la derecha era Verónica, y la única parte que le quedaba provista de ropa era la de su polla, por lo que la deducción era rápida. Sentí curiosidad por saber si mi mujer se atrevería con aquella prueba. Curiosidad que no tardé en satisfacer. Verónica se acercó a Juan, puso su mano sobre el tremendo paquete que este marcaba. Comenzó a acariciarlo muy despacio. Yo no apartaba mi mirada de su mano. ¡No podía creerlo, le estaba tocando la polla a otro tío delante de mí!.

La miré a la cara y vi como me miraba mientras lo hacía, preguntándose cuál sería mi reacción. Me encontraba helado, era incapaz de reaccionar o de hablar. Como veía que no decía nada ante lo que estaba haciendo, su gesto cambió mostrando una mirada de satisfacción. Estaba disfrutando con lo que estaba haciendo, y peor aún, me estaba dando cuenta de que yo también lo estaba haciendo. Era una sensación entre violenta y de satisfacción, me estaba excitando como nunca el ver lo que estaba haciendo, aunque en mi interior sentía que no quería que lo hiciera, pero tampoco quería que dejara de hacerlo.

Pero mi sorpresa no terminó ahí. Sin que nadie lo esperase, yo creo que ni ella misma, metió su mano por dentro del calzoncillo de Juan, cogió su polla y comenzó a menearla, ¡lo estaba masturbando delante de su mujer y de su marido!. Juan parecía enloquecer con lo que estaba sucediendo, tanto que tuvo que parar la mano de Verónica pues si no se iba a correr.

Aquello pareció romper el hechizo que se había creado, y pusimos fin al juego, y finalmente también a la noche.

Estuvimos recapacitando sobre lo que sucedió aquella noche en la casa de Juan y Mari, y llegamos a la conclusión, de que tanto Verónica como yo mismo habíamos disfrutado viendo como el otro era compartido con otra persona, y decidimos que cuando se diera una ocasión propicia volveríamos a repetir, conclusión a la que no me imaginé nunca podría llegar, pero así es la vida.