miprimita.com

Se acabó la paciencia

en No Consentido

Se trata de Ana, tiene 18 años y es compañera mía en el instituto. No sólo eso, sino que también es la primera chica que me ha gustado de verdad. Ella ha llegado nueva este año, y des del primer día me ha parecido una especie de ángel. Aunque esta visión se ha ido perdiendo a medida que han ido pasando los meses. Ana es alta, con curvas pero sin estar llenita. Tiene el pelo moreno y largo, además, siempre lo lleva suelto y le cae por encima de los hombros en una voluminosa melena. Tiene la cara dulce y angelical, con unos ojos azules preciosos y de rasgos felinos, mejillas redonditas y unos labios carnosos que invitan a ser mordidos. Mirando más abajo, están sus tetas, duras, redondas y derechas, son grandes pero sin ser exageradas. Luego va ese culo respingón y compacto, ese vientre plano y esas piernas preciosas. Aunque dicen que la belleza está en el interior y eso era lo que le faltaba a Ana. Por dentro era creída, antipática y grosera.

Al principio no nos llevábamos mal, hablábamos entre nosotros como cualquier compañero de clase, pero ella no se fijaba en mí para nada. Seguramente debido a mi físico, no es que sea feo, pero tampoco soy ningún guaperas, ni siquiera soy atlético. Poco a poco esa chica me iba gustando más, hasta que un día hice lo que no debía, le conté mis sentimientos. Con un simple "no" hubiera bastado, pero lejos de eso, ella se echó a reír.

-¿Contigo quieres que salga? Lo siento, pero te falta nivel para salir con una chica como yo.- Esa fue su respuesta, que me sentó como una patada en la entrepierna.

En ese momento empezó mi calvario. Lo primero que hizo fue contar la historia a todo el mundo pero la contó de la forma que ella quiso. Dijo que me había arrodillado para pedírselo y que lloré como un niño pequeño cuando me rechazó, hasta llegó a decir que le había ofrecido dinero para que aceptase. Todo el instituto se creyó su historia y comenzaron a burlarse de mí todo el tiempo. Pero la cosa no quedó ahí, desde ese día me gastaba bromas pesadas muy a menudo e inventaba falsos rumores sobre mí que se extendían como la pólvora. Más de uno de esos rumores me había comportado más de una paliza. Yo cada día me sentía más humillado y marginado. Me había quedado sólo en el instituto, todos estaban en mi contra.

Hasta que llegó un día en el que se pasó de la raya y mi paciencia se agotó, fue la gota que colma el vaso. Me mandó un e-mail diciéndome que sentía la forma como se había comportado los últimos meses. Me pedía que fuera a su casa esa misma tarde porque quería disculparse en persona. Yo al principio desconfié, hasta pensé en no ir, pero tampoco quería dar la imagen de vencido, así que al final decidí que iría a verla pero me andaría con pies de plomo.

Llegué a su casa sobre las 6 de la tarde. Ana vivía en una casita con jardín en una de las mejores zonas de la ciudad, pasaba casi todo el tiempo sola porque sus padres se pasaban el tiempo en viajes de negocios. Entré al jardín y toqué al timbre, entonces llegó mi sorpresa. Ana abrió la puerta con un short y un top muy ajustados, se le marcaba todo. Sin decir una palabra se tiró a mi cuello y comenzó a besarme. Ese besó no solo me sorprendió sino que me transportó a otro lugar. Un momento más tarde me apartó de un empujón y me enseñó lo que tenía en las manos ¡Era mi móvil! Me lo había quitado del bolsillo mientras me besaba. Entonces, aún sin decir nada, cerró la puerta dejándome fuera. Me enfurecí y comencé a golpear la puerta.

-¡Abre zorra! ¡Devuélveme mi móvil!

No entendía para qué quería mi móvil y, debido a la rabia, no podía parar de gritar y golpear la puerta. Llevaba ya unos minutos golpeando la puerta y gritándole que me abriera, yo estaba fuera de mí.

-¡Alto, policía!- Esa voz me dejó paralizado como si me hubieran embrujado.- Ponga las manos en la cabeza y dese la vuelta lentamente.

Asustado obedecí. Mientras me giraba, pude ver a dos policías apuntándome con sus pistolas en la entrada del jardín. Miré un poco alrededor y pude ver a varios vecinos observando curiosos. No podía creer lo que Ana había hecho ¿De verdad me había hecho ir hasta allí solo para hacer que me detengan? La rabia me corroía por dentro, tenía ganas de tirar esa puerta abajo y destrozar la casa entera, pero me contuve para no empeorar las cosas. Uno de los policías se acercó a mí, guardando la pistola y sacando los grilletes de su soporte. Mientras, el otro, no dejaba de apuntarme. Cuando el agente llegó donde yo estaba se puso detrás mío, cogió mis manos y las llevó a mi espalda, y me puso las esposas inmovilizándome.

-Queda detenido por agresión a una mujer.- Esa frase me invadió mientras el agente me leía mis derechos.

Luego me cogieron entre los dos agentes y me condujeron hasta el coche patrulla donde me obligaron a entrar en el asiento de atrás.

-Yo no he hecho nada señor agente. Esa chica me ha tendido una trampa.- Dije suplicando una vez estuvimos todos en el coche.

-Cállate chaval, es un consejo.- Me respondió el copiloto en tono amistoso.

Decidí seguir el consejo y mantenerme en silencio por el momento. Una vez en comisaría me encerraron en lo que supuse que era un cuarto de interrogatorios, en el centro había una mesa con una silla en cada lado, y en la pared un enorme espejo. Me tuvieron esperando ahí durante 30 minutos mientras mi rabia se procesaba en mi interior. Luego se abrió la puerta y entro un señor de aspecto rudo, seguido por mi padre.

-Tranquilo chico. Antes de nada déjame decirte que no tienes que preocuparte por nada. Es muy común este tipo de novatadas en los institutos, y la chica no ha puesto denuncia.- Dijo el policía en tono amistoso y agradable.

-El problema aquí, es que la novata es ella.- Dije conteniéndome la rabia que estaba a punto de explotar en mi interior.

-¿Estás bien hijo?- Preguntó mi padre.

-Todo lo bien que se puede estar.

Nos dirigimos hacia mi casa sin decir nada. En cuanto llegamos, antes de entrar le dije.

-¿Puedo quedarme en casa mañana papá?

-Claro hijo, no te preocupes.

Entré en mi casa y me fui directo a mi habitación sin decir una palabra más. Una vez dentro me pasé muchísimo tiempo llorando. Cada lágrima que salía de mis ojos, se llevaba una gotita de ira, pero no de rencor. Hasta que todo yo era rencor. Una vez relajado intenté dormirme, pero no podía, solo había una palabra en mi mente, "venganza". De pronto me di cuenta de que no era bueno tener esos pensamientos. Si me vengaba de ella me pondría a su altura y no era eso lo que quería. Para intentar olvidarme del tema, encendí el ordenador para ver el correo y las redes sociales. Entonces fue cuando vi una notificación, me habían etiquetado en un vídeo que estaba colgado en el grupo del instituto. Por un momento dudé de si entrar o no, pero al final me puse a verlo. Ahí estaba, era yo siendo detenido por la policía esa misma tarde. La muy zorra lo había grabado y lo había colgado en internet para que lo viera todo el instituto. A partir de ese momento ya no me importaba nada, sólo quería vengarme, nada más. Tenía un día entero para inventar una venganza. Quería que sufriera la misma humillación que había sufrido yo, incluso más. Entonces decidí meterme en su perfil para ver sus fotos y así buscar la inspiración. Miré entre sus álbumes y vi uno que se titulaba "En la playa con mis amigos" Me puse a ver las fotos de ese álbum, y ahí estaba ella, con un minúsculo bikini verde que apenas cubría esos pechos perfectos que tiene. Rodeada de otros chicos, aunque mi mente no los veía, solo la veía a ella, con ese cuerpo perfecto, tan perfecto como malvado es su corazón. Salía de frente, de espaldas y de perfil, tumbada y de pié, un montón de fotos con el cuerpo cubierto por menos tela que la que tiene un pañuelo de bolsillo.

De repente me di cuenta de que mi polla se había puesto dura. Tremendamente excitado la saqué del pantalón y comencé a tocármela mientras veía esas fotos de Ana. Mientras me masturbaba mi imaginación comenzó a correr. Me imaginé a mi mismo en la cama con esa preciosidad. Pero pronto se mezcló el deseo sexual con la sed de venganza. En mi cabeza se comenzó a crear la imagen de mi mismo forzándola a tener sexo contigo. La excitación aumentó hasta los límites, hasta el punto en que me corrí casi al instante. Ya sabía cuál sería mi venganza, iba a disfrutar de ese cuerpazo a mi antojo hasta saciar toda mi sed de sexo y de venganza. Lo primero que tenía que hacer era encontrar el momento, así que me puse a rebuscar en su perfil para ver si encontraba algo. Estuve mirando su agenda y sus mensajes personales hasta que vi uno de su madre de ese mismo día "Recuerda cariño que volvemos el lunes". El mundo se me abrió al saber que ese fin de semana Ana estaría sola en casa. Me colaría en su casa y disfrutaría de su cuerpo todo el fin de semana.

Lo primero era buscar una excusa para mis padres, y luego buscar un sitio donde llevarla, no lo iba a hacer en su casa con el riesgo que eso conlleva. Se me ocurrió una historia que mataba dos pájaros de un tiro. Les pedí a mis padres las llaves de la casa de campo con la excusa de que iríamos a pasar el fin de semana con unos amigos. Así podría llevar a Ana ahí sabiendo que mis padres no me molestarían ya que trabajaban los dos. Además, mis padres, que estaban muy generosos debido a lo que me había pasado, me dijeron que me llevara el coche también, no podía tener tanta suerte. Una vez resuelto todo eso, saqué dinero de mi cuenta de ahorros y me fui a un sex shop a comprar juguetitos. Lo primero eran cuatro juegos de esposas para inmovilizarla, antes me aseguré con el dependiente de que la persona que las llevaba puestas no se las podría quitar sin mi permiso. Lo segundo fue una venda para taparle los ojos en caso de necesidad. Y por último fueron 3 consoladores de los más grandes que formarían parte de la humillación, y un par de botes de lubricante por si acaso. Pensé en comprar condones pero luego recordé que ella me dijo una vez (antes de que yo me declarara) que se toma la píldora anticonceptiva porque tiene el periodo muy irregular. Genial, iba a poder disfrutar de su cuerpo al 100% sin ningún tipo de preocupación. Ya solo faltaba una cámara de vídeo que le pediría prestada a mis padres.

No fui al instituto en todo lo que quedaba de semana, mis padres me lo permitieron debido al "trauma" que había pasado con la detención. Pasé los días imaginando las cosas que le haría ese mismo fin de semana. Hasta que llegó el viernes, por la mañana fui a la casa de campo para llevar comida, los "juguetes" que había comprado e imaginar que cosas le haría en cada parte de la casa. Volví de ahí por la tarde a tiempo para la salida del instituto, ese día Ana no llegaría a su casa. Conocía bien el camino que ella seguía al salir del instituto y había un sitio que era el ideal para capturarla. Ese sitio era un callejón por donde nunca pasa nadie y que ella lo cruzaba imprudente para ahorrarse tiempo. Aparqué el coche en ese callejón y me oculté en un lugar estratégico. Desde donde estaba podía ver todo el callejón, aprovechándome del reflejo de los cristales de mi coche. Estuve esperando ahí durante 15 minutos eternos, estaba temblando de los nervios y la emoción hasta que vi su reflejo en el cristal delantero del coche. Tenía en la mano izquierda un cuchillo para asustarla y en la cintura una riñonera con cinta americana para taparle la boca, la máscara para los ojos y unas esposas. También llevaba puestas unas gafas de sol y una gorra para que fuera más difícil reconocerme si alguien me veía. Entonces ella pasó por el punto donde yo estaba, iba con los auriculares puestos, cosa que me facilitaría el trabajo. Miré a un lado y a otro para asegurarme de que no había nadie y me puse detrás de ella. Con mi mano libre la agarré por la boca impidiendo que gritara. Ella forcejeó hasta que le enseñé el cuchillo. Le aparté los cascos de las orejas para que pudiera oírme.

-Estate quietecita niña y no te haré daño.- Dije con voz muy ronca.

Ella asintió con la cabeza en la medida que le era posible. Entonces yo la acerqué al capó de mi coche y sin soltarle la boca la apoye encima. Su culo quedaba a la altura de mi paquete cosa que me excitó mucho. Cogí una de sus manos y la llevé a su espalda, ella la apartó. Le di una fuerte palmada en el culo que provocó un quejido por su parte. No necesitó más mensajes, automáticamente puso las dos manos en su espalda cruzando las muñecas. Entonces yo guardé el cuchillo en mi bolsillo y saqué las esposas, que le puse rápidamente en las muñecas. Me suponía un gran esfuerzo sujetarle la boca sin que me viera y sin que se escapara. Después de las muñecas vino la venda en los ojos, ahora ya no veía. Por último, le tapé la boca con la cinta americana y en ese momento ya era toda mía. La arrojé al asiento trasero del coche y le ordené que se estuviera quietecita si no quería morir. Un último vistazo al callejón me sirvió para asegurarme de que nadie nos había visto. Me monté en el coche y salí de ahí tranquilamente para no levantar sospechas, pero sin quitarme las gafas de sol y la gorra. Por el camino iba mirando al asiento de atrás, Ana permanecía inmóvil, solo alcanzaba a llorar. Ese llanto para mí era como música, por fin le iba a devolver todo el daño que me había hecho.

Llegué a la casa en menos tiempo de lo normal, tenía prisa por comenzar mi festín. Metí el coche dentro del garaje y cerré la puerta. La saqué del coche a la fuerza y la llevé hasta el salón. Cogí otro juego de esposas de encima de la mesa y la até con él a los tubos de la calefacción. Sin decir una palabra la dejé ahí y recorrí toda la casa para asegurarme de que todas las puertas estaban cerradas y no podría escaparse por ningún sitio. Todas las ventanas tenían verjas así que eso no me preocupaba. También me aseguré de que no había ningún cuadro o recuerdo en la casa que pudiera indicarle en qué pueblo estábamos. Una vez comprobado todo eso, volví a donde ella estaba para empezar mi fiesta, no sin antes llevarme una botella de whisky.

Eran las 7 de la tarde y tenía todo el fin de semana por delante así que me lo tomé con calma. Primero me senté en el sofá a liarme un porro. Mientras lo hacía la iba contemplando, ella lloraba sin parar. Estaba sentada en el suelo con las manos atadas al tubo. Llevaba una blusa blanca y una falda que le llegaba por las rodillas, y en los pies unas sandalias negras preciosas. Terminé de liarme el porro y lo encendí. Entonces cogí el cuchillo con una mano y la cámara con la otra y me agaché frente a ella. Sin dejar de grabarla le quité la venda de los ojos para que pudiera verme. Intentó insultarme pero la cinta de la boca se lo impedía.

-Escúchame puta, este fin de semana vas a pagar todo el daño que me has hecho, estoy dispuesto a matarte si hace falta, eso depende de ti.- mientras decía esto le enseñaba el cuchillo cerca de su cara, entonces ella se calmó.- Muy bien, tú haz lo que yo te diga y el domingo volverás a casa de una pieza. Ah, y otra cosita, trata de denunciarme y el video que voy a grabar llegará a los correos de todo el instituto y todos verán lo perra que eres y lo bien que te lo pasas conmigo. Porque no te quepa duda de que estos días te vas a correr tantas veces como yo quiera. Ahora te voy a quitar la cinta de la boca, pero tú no gritarás ¿verdad que no?

Ella negó con la cabeza, parecía que había entendido todo el mensaje, así que le arranqué de un tirón la cinta de la boca. Ella quiso quejarse por el dolor, pero se contuvo.

-Buena chica.- Le dije.

-Estás loco si te crees que vas a hacer que me corra.- Dijo ella en voz baja.

-¿Estás segura? dentro de un rato me lo dices.

Entonces le di una calada al porro y le eché el humo en la cara.

-¿Quieres un poco?- Le pregunté.

-No quiero nada tuyo.

-¿Estás segura? con esto te relajarás y te dolerá menos cuando te meta mi polla hasta las costillas.

-Eres un cerdo.

-No. Tú eres una cerda, tú me has hecho llegar a esto. Yo era un chico feliz y tú me has destrozado. Ahora vas a pagar todo lo que has hecho. Así que si yo tengo un gesto de generosidad contigo, tú deberías apreciarlo, porque no te imaginas la rabia y el rencor que tengo por dentro.

Entonces le acerqué el porro a la boca, y ella le dio una fuerte calada, luego otra. Eso me demostró que había entendido que era mejor decirme siempre que sí. Así que la solté de la estufa y la ayudé a levantarse. La acompañé hasta el centro del salón y le solté las manos. Encendí la mini-cadena con el mando a distancia y comenzó a sonar el disco sensual que yo había preparado.

-Hazme un striptease preciosa.- Le dije mientras me sentaba en el sofá y le pegaba un trago al whisky.

Ana, tímidamente, comenzó a bailar. Al principio se movía torpemente, pero cada vez fue atinando mejor sus pasos hasta que al final parecía una profesional, aunque en ningún momento dejó de llorar. Yo seguía fumándome el porro y bebiéndome el whisky mientras ella comenzaba a desabrocharse la blusa. Luego se la quitó y me dejó ver su sujetador negro, era genial esa imagen. Luego se puso de perfil y comenzó a bajarse la falda dejando las piernas estiradas. De esa forma podía apreciar perfectamente toda la curva de su culo. Yo estaba cada vez más excitado. Ella siguió bailando un rato, supongo que quería retrasar el momento de quedarse totalmente desnuda.

-Vamos, espabila, quítatelo todo.- Le grité.

Su llanto se intensificó mientras se desabrochaba el sujetador. Había dejado hasta de bailar. Se quitó el sujetador cubriéndose con las manos.

-Aparta las manos que no veo.- Le grité de nuevo.

Ella poco a poco fue apartando sus manos dejándome ver sus preciosos pechos. Dios mío, eran tan firmes que parecía que aún tenía el sujetador puesto. Tuve que contenerme las ganas de acercarme a tocárselos y chupárselos. Tenía que esperar el momento. Sin que yo tuviera que decírselo, Ana se bajó las bragas y se quedó completamente desnuda delante de mí. Al ver su coño peludito me excité de nuevo. Entonces apagué el porro y me levanté, cogí la marihuana para liarme otro y la acompañé al baño. Le di jabón de cuerpo, champú, espuma de afeitar y una maquinilla.

-Quiero que te duches bien y que te afeites bien el chocho, y que se vea bien en la cámara. Pero espérate que tengo ganas de mear, siéntate en la bañera.

-¿Que dices? no voy a hacer eso.

-¿Quieres que te mate zorra?

Entonces ella, llorando de nuevo, se arrodilló en la bañera. Yo me puse en frente de ella y me la saqué apuntándola a su cara. Ella al verlo cerró fuerte los ojos. La mojé con mi pis mientras lo grababa todo con la cámara. Toda la cara y el pelo le quedaron llenos de meados. Luego coloqué la cámara con su trípode enfocando hacia ella mientras comenzaba a ducharse. Yo me senté en la taza del wáter a liarme otro porro mientras observaba el espectáculo. Fui incapaz de volver a guardarme la polla debido a lo dura que estaba. Paseaba sus manos llenas de jabón por todo el cuerpo y la cara para lavarse bien mis meados. Se enjabonó el pelo tres veces frotando siempre muy fuerte. Yo seguía con la mirada el recorrido que sus manos hacían por todo su cuerpo, mientras el humo de la marihuana invadía mis pulmones y se filtraba por mi sangre hasta mi cerebro. Cuando consideró que ya estaba suficientemente limpia, y sin que yo tuviera que decirle nada, cogió la espuma y la cuchilla de afeitar y comenzó a afeitarse el pubis. No dejó ni un solo pelo que pudiera molestar. Una vez hubo terminado, me desnudé completamente y me metí en la bañera.

-Ahora límpiame a mi.- Le dije imperativamente.

De nuevo sin decir nada, Ana cogió la ducha para comenzar a lavarme a mí también. No había esponjas así que tenía que hacerlo con las manos, cosa que me encantaba. Yo me quedé de pié en medio de la bañera mientras aquella zorra me limpiaba el cuerpo entero con sus propias manos. Comenzó por una pierna, luego la otra, siguió por el torso y la espalda, luego los brazos y las manos, dejándose el paquete para el final. Puso mucho esmero en limpiarme la polla y los huevos, supongo que le interesaba más a ella que a mí, pero sin darse cuenta me estaba poniendo cardíaco. Una vez estuve limpio yo también, pasé a la siguiente orden.

-Ahora me la vas a comer lo mejor que sepas. Y te vas a tragar toda mi leche.

-Por favor, perdóname.- Me respondió ella llorando.

-Lo siento, pero necesito vengarme de todo lo que me has hecho, no te vas a librar de esta, así que colabora.

Sin decir nada más, se arrodilló frente a mí y se puso a lamerme las pelotas mientras me masturbaba con la mano. Luego subió con su lengua por mi tronco hasta llegar a la punta y poco a poco se la fue metiendo en la boca. Yo me sentía más poderoso que nunca, la fiesta acababa de empezar y la primera corrida del fin de semana iría directa a esa preciosa boca. Ana comenzó a meterse y sacarse casi toda mi polla de la boca, transportándome a un mundo de morbo y placer desconocido para mí. Tanto estaba gozando que tuve que sentarme en el borde de la bañera porque mis piernas flaqueaban. Esa guarra estaba haciendo un trabajo excelente con mi polla. No habían pasado ni cinco minutos cuando llegó mi orgasmo. Pronto comenzó a salir gran cantidad de leche de mi polla que Ana se esforzaba en tragarse con bastante dificultad.

-No se te ocurra parar hasta que yo te lo diga.- Le dije entre gritos de placer.

Y así fue, se tragó toda mi leche sin dejar de meterse y sacarse mi polla de la boca, y yo gozaba a más no poder.

-Está bien, ya puedes parar.- Le dije un minuto más tarde.

Le di una toalla para que se secara, pero ella se envolvió rápido con ella. Entonces yo tiré de la toalla quitándosela y le dije.

-Sécate pero no te tapes. Te vas a pasar el fin de semana entero completamente desnuda. Las perras no llevan ropa, así que tú tampoco.

Entonces le volví a ofrecer la toalla, ella se secó frotándose todo el cuerpo y se la envolvió en el pelo para que se le secara.

-¿Así está bien?- Me preguntó sumisa.

-De momento si. Qué buena estas zorra, que bien me lo voy a pasar contigo.

Yo me sequé también y nos dirigimos a la cocina totalmente desnudos. Eran ya las 9 de la noche y estaba hambriento, en parte por culpa de los porros que me había fumado.

-Ahora vas a hacer la cena para los dos, ponte el delantal, no quisiera que te salpicara nada.

Yo había comprado básicamente pasta, carne y salsa de tomate. También había traído unas pizzas precocinadas, y leche con nesquic y magdalenas de chocolate para los desayunos. Ana decidió hacer pasta, así que puso el agua a hervir y se quedó de pié esperando.

-Siéntate aquí.- Le dije dándome unas palmadas en la pierna.

Ella, sin decir nada se sentó en mi pierna y yo comencé a tocarle los pechos por debajo del delantal. Qué delicia de tetas, duras y firmes, me llenaban la mano por completo. Con unos pezones redondos y perfectos, igualmente duros y firmes. Daba gusto manoseárselas. Luego me acerqué y comencé a lamérselos, que sabor tan delicioso. Ella me miraba con cara de rechazo mientras sus pezones se endurecían por momentos.

-No pongas esa cara, que sé que te está gustando.- Le dije mientras jugueteaba con mi dedo con su pezón que estaba duro como una piedra.

-Cállate gilipollas.

-A mi no me mandes callar puta.- Le dije mientras le pellizcaba el pezón.

Ella soltó un quejido pero no dijo nada más. Entonces me di cuenta de que el agua ya hervía.

-Anda, sigue con la cena zorra, y más vale que te salga rico.

Ana se levantó frotándose el pezón debido al dolor y puso los macarrones en la cazuela. Para evitar tener que esperar otra vez, se puso a hacer la salsa mientras se cocinaba la pasta. Yo seguía mirándole el culo sin parar y diciéndole lo buena que estaba y lo bien que me lo iba a pasar con ella. Mientras terminaba de cocinarse todo, esa zorra necesitaba algo que hacer para no tener que sentarse otra vez en mi pierna, así que se puso a preparar la mesa. Una vez que estuvo todo preparado, le ordené que se quitara el delantal y nos pusimos a cenar.

-Cocinas tan bien como la chupas.- le dije riéndome, pero ella se quedó callada.- Te he hecho un cumplido puta ¿Que te he dicho sobre lo de estar agradecida?

-Gracias.- Me contestó sin ganas.

En cuanto terminamos de cenar, le dije.

-Ven conmigo zorra, ahora vas a ser tú la que se corra para mí.

-Estás loco si te crees que conseguirás excitarme. Me has secuestrado y me estás violando.

-Pues tus pezones no decían lo mismo hace un rato.

Dicho esto, ella se quedó mirando al suelo, y sin decir nada se limitó a seguirme hasta el salón, donde la obligué a sentarse y a abrir bien las piernas. Me quedé contemplando por un momento ese cuerpo que estaba a punto de ser poseído por mí. Coloqué la cámara de forma que la enfocara bien y entera y la puse a grabar. Primero comencé a besarla por el cuello, ella comenzó a llorar de nuevo. Luego pasé a sus pezones, se los iba chupando por turnos mientras se endurecían de nuevo. Ella volvía a tener esa cara de rechazo de antes. Supongo que en realidad era rechazo hacia si misma por estar excitándose mientras era forzada. Cuando sus pezones estuvieron bien duros, bajé hacia su entrepierna recién depiladita y sin más dilación, me abrí paso con la lengua entre sus labios. Un pequeño gemido auto-contenido se escapó de entre sus labios.

-Por favor, déjame, haré lo que quieras, pero déjame ya. Te daré dinero si quieres.- Suplicaba entre llantos y gemidos mientras mi lengua se paseaba ya por toda su rajita.

-Ni todo el dinero del mundo podría pagar la satisfacción de convertirte en mi perra por unos días.

Seguí con mi trabajo sin más contemplaciones. Ella, por lo visto, se había resignado y ya no decía nada más, se limitaba a llorar y a gemir. Estuve un rato jugando con su clítoris y luego le metí la lengua por el agujero lo más hondo que pude. La saqué de nuevo y volví a su botoncito. Los gemidos de esa puta eran cada vez más intensos a la vez que sus llantos eran más ausentes. Hasta que, unos minutos más tarde, ella comenzó a gritar y a arquear su espalda. Yo seguía chupando triunfador mientras los líquidos de Ana comenzaban a derramarse en mi boca.

-No puede ser.- Repetía ella entre gemidos.

Continué saboreando su caldo hasta que ya no salía nada más, entonces me levanté y le dije.

-Ahora ya eres mi perrita, puedo hacer contigo lo que quiera. Chúpamela puta.

De nuevo comenzó a llorar mientras se incorporaba quedándose sentada en el sofá. Acto seguido comenzó a comerme de nuevo la polla con la misma maestría de antes. No la dejé con la felación mucho tiempo, mis planes eran otros. Le saqué la polla de la boca y de un empujón volví a recostarla en el sofá. Luego me arrodillé entre sus piernas mientras me la sujetaba con una mano para apuntarla a su cueva.

-Nada te va a hacer cambiar de idea ¿Verdad cabrón?- Me dijo ella con rabia.

-Absolutamente nada, hasta el domingo, vas a ser totalmente mía. Si me obedeces bien saldrás mejor parada.

Dicho esto, le clavé entera mi polla en su conejo que aún estaba mojado por la corrida. Un grito de dolor y un nuevo llanto fueron la respuesta de Ana que en ese momento parecía una muñeca. Comencé a follarme ese conejo sin prestar atención a las lágrimas de aquella puta, por fin le estaba dando su merecido. La agarré de las tetas y comencé a tirar de ellas para poder empujar más fuerte, quería partirla en dos. Ella volvía a sustituir poco a poco los llantos por gemidos, y yo me excitaba más aún al ver que podía poseer a esa chica como yo quisiera. Al cabo de un momento la obligué a ponerse a cuatro patas en el sofá y volví a clavarle el rabo en su almeja. Le agarraba el culo con fuerza mientras le daba fuertes empujones. Y ella gemía ya sin parar. Pronto mi excitación llegó al límite y comenzó un nuevo orgasmo.

-Por lo menos no te corras dentro hijo de puta.- Me gritó entre gemidos.

-Cállate puta, te he dicho que eres mía.

Dos o tres empujones más hicieron que mi leche comenzara a salir quedando en el interior de Ana. Salía tanta leche que comenzó a derramarse por fuera, resbalando por las piernas de esa puta. A su vez, cuando ella sintió mi leche bañando sus entrañas comenzó a correrse también. Por eso quería que me corriera fuera la muy guarra. Seguí empujando hasta que terminó de correrse. Luego me incorporé y la obligué a limpiarme la corrida con la boca. Ella saboreó la mezcla de sus jugos y los míos hasta que tuve la polla dura de nuevo.

-Vuelve a ponerte a cuatro patas, que aún me queda un agujero por probar.- Le ordené.

-No por favor, por el culo no, soy virgen del culo, me vas a hacer mucho daño.

Eso que dijo me excitó más aún.

-Mejor aún, voy a tener el privilegio de romperte el culo, haz lo que te he dicho o te meto una paliza y te enculo igual.

Con cara de miedo volvió a ponerse a cuatro patas en el sofá. Yo cogí uno de los botes de lubricante y le embadurné el ojete. Entonces le metí un dedo lentamente, al ver que no se quejaba comencé a moverlo lentamente hasta que estuvo todo el agujero embadurnado. Luego puse más lubricante y le metí dos dedos. Pequeños gemidos salían de su boca mientras comenzaba a mover los dedos en su interior, pero esta vez eran gemidos de dolor. Acto seguido me incorporé y me embadurné todo el pene de lubricante. Entonces apunté con la punta a su entrada, puse un poco mas de lubricante en su ojete y comencé a empujar suavemente.

-Ah, me duele, para por favor.

Yo, ignorándola, continué empujando. Poco a poco me iba abriendo paso por su estrechez mientras sus gritos de dolor eran cada vez más fuertes. Cuando tuve media polla metida dentro, comencé un lento mete saca clavándole un poco más la polla a cada empujón. Cada vez que yo empujaba, ella daba un brinco por el dolor y soltaba un nuevo grito. Unos minutos más tarde, ya había conseguido clavarle toda mi carne por el culo, pero ella no paraba de gritar por el dolor. Sin importarme sus gritos, yo seguía bombeando en su culo, ese agujero estaba muy estrecho y eso me ponía a cien. Seguí follándome su culo un rato más, hasta que vi que iba a correrme otra vez. Pero yo quería humillarla un poco más, quería que probara el sabor de su ano. Así que me incorporé y la obligué a comérmela de nuevo. Ella me la estaba chupando con una cara de asco increíble, eso volvía a añadirle morbo a la situación. No tardé nada en correrme de nuevo, llenándole otra vez la boca con mi leche. En cuanto terminé, me senté a su lado y le ofrecí para que se liara un porro mientras yo me liaba otro.

-Gracias.- Me dijo sumisa otra vez.

-Así me gusta, veo que has aprendido a ser agradecida.

Todo el tiempo que tardamos en fumarnos los porros, me los pasé manoseándole las tetas y el coño. Luego cogí unas esposas y nos dirigimos hacia la habitación de mis padres. Esa cama, además de ser de matrimonio, tenía el cabezal de barrotes, ideal para atar a Ana a ellos mientras dormíamos. Así que la tumbé en la cama de lado, mirando hacia afuera, y le coloqué las esposas, pasando la cadena por uno de los barrotes. Luego me tumbé a su lado, abrazándola por la espalda. Me quedé dormido mientras le acariciaba una de sus preciosas tetas.

Me desperté unas horas más tarde con ganas de ir al servicio, miré el reloj y eran las 5 de la mañana. En cuanto volví del servicio, me quedé un momento observándola. Estaba tumbada en posición fetal y con los brazos atados al cabezal de la cama. Al verla así, mi polla se endureció de nuevo y sin pensármelo dos veces me decidí a follármela otra vez. Me tumbé de nuevo al lado suyo y comencé a buscar su rajita con mi polla que se había puesto dura solo con mirarla. En cuanto la encontré, comencé a clavársela sin miramientos. Cuando llevaba ya algunas embestidas ella se despertó.

-Ah ¿Qué haces? ¿Ni siquiera me vas a dejar dormir?- Dijo al darse cuenta de lo que pasaba.

-Cállate zorra, ya te he dicho que haré lo que me dé la gana.

Seguí follándome aquel delicioso coño un rato hasta que me di cuenta de que ella se estaba excitando de nuevo. Y cuando sus gemidos ya eran muy fuertes, paré de repente.

-¿Porqué te paras ahora?- Me preguntó con ansias.

-Esta vez te prohíbo que te corras, solo te correrás cuando yo quiera.

Entonces saqué la polla de su coño y se la clavé en el culo de un solo empujón. El grito desgarrador que soltó ella invadió la habitación entera. Continué follándome un rato su estrecho culo entre gritos de dolor que provenían de su boca. Esta vez fue mi orgasmo el que llegaba, aún no me había corrido en su culo y esta sería mi ocasión. La leche comenzó a salir de mi rabo invadiendo el interior de esa zorra.

-Ahora ya me he corrido en todos tus agujeros.- Le dije cuando acabé.

Luego me volví a dormir abrazado a ella, con mi polla rozando su dolorido culo. No creo que ella se volviera a dormir, porque cuando me desperté a las 11, Ana ya estaba despierta.

-¿Quieres desayunar?- Le pregunté.

-Sí, tengo hambre.- Me contestó.

-Pues antes de desayunar, vas a comer leche condensada.

Entonces le desaté las esposas para que tuviera libertad de movimiento y me tumbé boca arriba. Ella, con cara de resignación, comenzó a hacerme otra de sus increíbles mamadas. Dios mío, que bien lo hacía. Podía sentir perfectamente sus labios recorriendo todo el largo de mi polla mientras su lengua hacía de las suyas por dentro. Supongo que se esmeraba tanto para que yo tardara menos en correrme, pero me daba igual. Me corrí de nuevo en su boca llenándosela hasta casi atragantarse. A pesar de todo ella me obedeció y se tragó todo lo que yo le ofrecía.

Luego nos fuimos desnudos a la cocina y la obligué a servir el desayuno. Después de comer, la llevé al baño para que se lavara e hiciera sus necesidades. Al igual que la otra vez, en cuanto se hubo duchado, la obligué a lavarme a mí también. En cuanto estuvimos los dos limpios, fuimos de nuevo al salón. La dejé sentada en el sofá y le di los tres consoladores que había comprado. Coloqué la cámara de nuevo y me senté en una silla para contemplar el espectáculo mientras mi liaba un porro.

-Quiero que te pongas a jugar con esas tres cositas.- Le dije una vez sentado.- Y más vale que me des un buen espectáculo.

-Pero son muy grandes.- Me dijo con voz de miedo.

-No te lo he preguntado, solo quiero que te comportes como la perra que eres y que se lo demuestres a la cámara. Y ahora ponte por faena, que no tenemos todo el día.

Ana rompió a llorar de nuevo mientras cogía uno de los consoladores y lo miraba angustiada. Yo mientras me dispuse a elaborar un buen porro de marihuana y a observar el espectáculo. Ella me miró por un momento, supongo que buscaba compasión, pero en mi rostro solo encontró impaciencia. Entonces se llevó el consolador a la boca y comenzó a llenarlo de saliva. Al mismo tiempo que le hacía la felación al consolador, se abrió de piernas poniendo los pies encima del sofá y comenzó a masturbarse. Se metía el consolador en la boca igual que había hecho con mi polla un rato antes. No sé si realmente le gustaba lo que hacía, pero si no era así, lo fingía muy bien. Un par de minutos más tarde, se sacó el trozo de plástico de la boca y se lo llevó a la almeja.

-Eso es, métetelo todo, quiero ver cómo te corres.- Le dije tremendamente excitado.

Poco a poco fue metiéndose el consolador en su rajita mostrándoselo bien a la cámara. Ella mientras iba soltando leves gemidos que se intensificaban a medida que tenía más centímetros de plástico dentro. Como yo ya me había terminado de liar el porro, cogí la cámara con la mano para tomar unos buenos planos mientras fumaba. Me acerqué a ella y tomé un primer plano de su conejito invadido por semejante consolador. Ella metía y sacaba el juguete cada vez más rápido, y sus gemidos eran cada vez más fuertes. Entonces yo cogí otro consolador y se lo metí bruscamente en la boca. Ana entendió el mensaje y comenzó a mamar ese consolador con una mano, mientras con la otra se iba metiendo y sacando el otro de la almeja. Yo mientras iba captando todo lo que podía con la cámara. De pronto, sus gemidos aumentaron de volumen a pesar de estar ahogados por una polla de plástico. Esa zorra iba a correrse de nuevo para mí, yo me sentía borracho de poder. Hice un plano completo para poder apreciarla entera mientras llegaba al clímax. Sus piernas se tensaron, su vientre se contrajo y el movimiento de sus manos se aceleró. Se sacó el consolador de la boca para poder gritar a gusto, la dejé hacer. Pude apreciar perfectamente como salían flujos de los bordes de su coño que mojaron el sofá. No lo estaba fingiendo, se estaba corriendo de verdad.

-Buena chica.- Le dije cuando acabó, y dándole un bote de lubricante le dije.- Ahora por el culo.

Ella hizo intención de querer contestarme, pero se contuvo. Se sacó el consolador de la almeja y lo untó entero con lubricante. Sin cambiar de posición comenzó a meterse ese consolador por el culo, con una expresión de dolor que me excitaba de una forma increíble. De nuevo se puso con el movimiento de vaivén, esta vez clavándose el trozo de plástico por detrás. Al cabo de unos minutos, su expresión de dolor se convertía lentamente en expresión de placer. Esa zorra comenzaba a disfrutar del sexo anal. Al ver eso, volví a colocar la cámara en su trípode y cogí el consolador que quedaba libre. Me agaché frente a ella, asegurándome de que la cámara no se perdía nada, le metí el consolador de la mano en la boca de nuevo, y comencé a taladrarle la almeja con el que tenía yo. Los ojos se le pusieron como platos al sentirse penetrada por todos sus agujeros.

-Sigue follándote el culo.- Le ordené.

Y así lo hizo, mientras yo le penetraba el coño con ese palo de plástico, ella hacía lo mismo con su culo y con su boca. Unos minutos más tarde, yo estaba tremendamente excitado. Le quité el consolador que tenía en las manos y la obligué a levantarse con los otros dos metidos dentro. Le ordené que se pusiera en cuclillas y se siguiera follando por los dos lados ella sola. Luego yo me aseguré de que la cámara seguía captando todo y le puse la polla en la boca. La cogí de la cabeza y comencé a follármela mientras ella se taladraba el coño y el culo. Sus gemidos se convirtieron en poco tiempo en gritos de placer. Esa zorra se estaba corriendo de nuevo. Al oír eso, mi excitación volvió a aumentar y mi orgasmo llegó también. Esta vez saqué la polla de su boca para correrme en su cara de guarra. Ella seguía follándose sus dos agujeros cuando mi leche comenzó a estrellarse en sus mejillas. Tanta era mi excitación que salió muchísima más leche de lo que había visto nunca. La leche le resbalaba por la cara cayendo encima de sus pechos duros y respingones. Entonces tiré de su pelo hacia atrás y le clavé de nuevo el rabo en la boca, terminando de descargarme ahí.

-No te lo tragues aún.- Le dije.

Cogí la cámara y le hice un primer plano de la cara.

-Enséñame lo que tienes en la boca.

Ella obediente abrió la boca mostrándomela llena de leche. Tenía leche por todas partes, en la cara, en las tetas, en la barriga y dentro de la boca.

-Ahora quiero ver cómo te lo tragas.

Ana se tragó lo que tenía en la boca y la volvió a abrir para que yo pudiera ver que había cumplido mi orden.

-Muy bien, ahora lo que tienes en la cara.

Entonces comenzó a recoger con los dedos todo el semen que tenía por la cara llevándoselo a la boca y tragándoselo también. Yo no perdía detalle con la cámara.

-Ya puedes quitarte lo que tienes entre las piernas.

Ella de nuevo me obedeció y se quitó los consoladores que aún tenía clavados. Los dejó en el suelo y se levantó.

-No los dejes en el suelo que tendrás que volver a usarlos.

Entonces los recogió y los dejó en el sofá. Luego la acompañé al baño para que se duchara de nuevo. No quería tocarla y que estuviera llena de mi corrida. Yo tenía ganas de mear, así que volví a hacerlo encima de ella antes de que se lavara. No es que eso me excitara especialmente, pero era otra forma más de humillación, esa guarra se merecía eso y más. Cuando Ana volvía a estar limpia, como ya eran las 2 de la tarde, la obligué a prepararme la comida. Después de comer, yo tenía algo de sueño, así que la llevé al dormitorio y la até a la cama igual que la noche anterior. Antes de dormirme quería disfrutar otra vez de ese cuerpazo, y me puse a tocarla entera. Mientras sus pezones se endurecían y su almeja se humedecía debido al trabajo de mis dedos, mi polla iba adquiriendo volumen. Cuando ya estaba suficientemente dura, me arrodille en la cama y se la clavé en el culo sin más. Ella estaba en posición fetal y yo no le dejaba separar las piernas, así que ese agujerito se sentía más estrecho. Comencé a embestirle el culo cada vez más fuerte mientras ella gritaba sin parar. Me estuve follando ese delicioso culo hasta que me vacié de nuevo en el. Una vez toda mi leche estaba ya en su interior, me tumbé a su lado y me quedé dormido un par de horas.

Cuando abrí los ojos, ella estaba dormida. A mí me había gustado la idea de joderle el sueño, así que me fui silencioso al salón, cogí uno de los consoladores y volví a la habitación. Sólo con la idea de lo que iba a hacer, me había excitado de nuevo, de tal manera que cuando llegué a la habitación ya tenía la polla totalmente dura. Entonces dejé el plástico cerca de mí y me puse a follarme su conejito hasta que se despertó.

-¿No me vas a dejar dormir ni una sola vez?- Preguntó ella con rabia.

-Cállate puta que esto te va a gustar.

Entonces la puse boca abajo y le levanté el culo para que lo pusiera en pompa. Le quité las esposas y le clavé el consolador en el culo. Seguí follándome su coño con el consolador clavado por detrás mientras ella volvía a gritar, aunque yo ya no sabía si era de dolor o de placer.

-Fóllate el culo.- Le ordené.

-Déjame ya cabrón.

Entonces le di una fuerte palmada en la nalga. No me hizo falta más para que ella llevara una de sus manos al consolador y comenzara a moverlo al mismo ritmo que yo. Otra vez comenzó a llorar, aunque esta vez parecía más un llanto de agotamiento. Yo seguía invadiendo su conejo mientras sentía los movimientos de ese trozo de plástico entrando en su culo. En esos momentos me sentía borracho de poder, le estaba devolviendo todas las putadas que me había hecho una a una. A esa zorra se le iban a quitar las ganas de volver a meterse conmigo. Estuve follándomela en esa postura un buen rato. Luego le saqué la polla y me tumbé al lado suyo.

-Ahora cámbiate eso de agujero y cabálgame, zorra.

Ana se sacó el consolador del culo y se lo metió en la almeja. Entonces se puso encima de mí dándome la espalda y se clavó mi polla en el culo. Yo me puse las manos en la nuca y dejé que ella hiciera todo el trabajo, para eso estaba ahí. Ella comenzó a levantarse y sentarse con mi polla entrando y saliendo por su puerta trasera.

-La otra también tiene que moverse.- Le dije.

Esa zorra agarró lo que tenía por delante y comenzó a moverlo igual que antes. De nuevo esa sensación de notar el consolador que se le metía por el conejo, pero esta vez era ella misma también quien se metía mi polla en su culito. Le di una palmadita en el culo para que acelerara el ritmo y ella captó el mensaje. Estuve así otro rato más. Yo cada vez me sentía más excitado y poderoso por tener a esa puta a mis pies.

-Vuelve a cambiar.- Le ordené.

Entonces ella se dio la vuelta, se clavó mi polla en el conejo y se puso el consolador en el culo. Ahora podía ver sus preciosas tetas botar delante de mí y su cara de perra mientras era taladrada por sus dos entradas. Me arrepentí de no haber traído otro plástico para metérselo en la boca. Unos momentos más tarde ya no pude aguantar más y me corrí en su coño. La agarré de la cintura para asegurarme de que no dejaba de brincar mientras yo vaciaba mi depósito. Pero cuando terminé de llenarla de leche vi que ella estaba a punto de correrse también. Entonces me frené en seco.

-Esta vez no te toca, pedazo de puta. Te quedas con las ganas.- Le dije burlándome.

Su cara de rabia al ver que en aquella ocasión se quedaba a medias, fue un gran triunfo para mí. De nuevo acababa de joderla, pero en los dos sentidos. Además, me volvía a sentir poderoso, no solo era yo quien decidía cuando se corría, ahora decidía cuando no lo hacía.

Eso me gustó, así que decidí repetirlo otra vez. Me la llevé al salón y le dije que se pusiera a cuatro patas en el sofá. Entonces yo me senté al lado de su almeja con un consolador en la mano. Tenía una vista perfecta de su culo y de su coñito. Antes que nada, me lié un porro, dejándola en esa posición todo el rato. En cuanto acabé, lo encendí y me puse a acariciar su clítoris con mi dedo. Su coñito comenzó a humedecerse lentamente. Luego le metí un dedo y me puse a jugar en su interior. Entonces, su respiración se hizo más fuerte. Me abrí paso con un segundo dedo y continué masturbándola. Ana comenzó a gemir suavemente. Yo seguía fumando mientras me divertía jugando con el coño de esa ramera. Luego sujeté el consolador con la mano y se lo metí en el coño de un tirón. Ella soltó un fuerte grito de placer. Comencé a follarme su coño con el consolador. La muy puta gemía cada vez más fuerte mientras se agarraba al sofá como si fuera a caerse de un precipicio. Al cabo de unos minutos me di cuenta de que se iba a correr. Sus piernas se tensaron, sus gemidos se intensificaron. Entre gemidos, Ana dijo.

-Oh, sí, que bien, me voy a...

Esa frase quedó cortada cuando de repente saqué el consolador de su coño. Ella se giró de repente sin poder creerse que se fuera a quedar otra vez a medias.

-Ya te he dicho que no te toca. Sólo te correrás cuando yo quiera.- Le dije yo en tono mandón.

Las lágrimas de Ana volvieron a florecer. Supongo que se sentía mal consigo misma por desear que su violador la hiciera llegar al orgasmo. Entonces se me ocurrió una idea más perversa aún.

-Está bien, túmbate, esta vez voy a hacer que te corras para que te quedes tranquila.- Esta vez usé el tono más amable que tenía.

Primero ella me miró con cara de rabia, pero luego se tumbó boca arriba en el sofá mientras sus últimas lágrimas caían por sus mejillas. Puso una pierna en el respaldo, detrás de mi cabeza, y la otra en el suelo.

-¿Que se dice?- dije burlándome.

-Gracias.- respondió sumisa.

-¿Gracias por qué?

Ella me dirigió una mirada asesina antes de contestar.

-Gracias por hacer que me corra.

-De nada.- Le dije riéndome.

Entonces comencé a meterle de nuevo el consolador. Su coñito se abría gozoso para recibir ese pedazo de plástico. Ana ya había dejado de llorar por completo y ahora volvía a gemir de placer.

-Pero quiero que me digas todo el rato lo que sientes.- Le dije.

Esta vez, la mirada de esa zorra fue de vergüenza. Al cabo de un momento comenzó a hablar.

-Oh... si... me gusta mucho... siento esa pedazo de polla entrando en mí y me da mucho placer... no quiero que esto acabe nunca... sigue follándome... oooooh... esto es el paraíso...

Siguió repitiendo el mismo tipo de frases todo el tiempo mientras yo aceleraba el ritmo de mi mano. En esta posición podía ver perfectamente su cara de perra gozosa y también su coño jugoso penetrado por el consolador. Estaba tan excitado que me daban ganas de saltar y comenzar a follármela yo como un poseso, pero quería guardarme mi leche para otro plan que tenía para luego. Así que seguí metiéndole ese trozo de plástico mientras ella seguía gimiendo cada vez más.

-Si... esto es genial... no voy a tardar nada en correrme... ooooh... sigue follándome... no pares nunca... si... me voy a correr ya... si... ya me corro... me corro... me corro...

Esa zorra volvía a estar a punto de caramelo, así que volví a sacarle el consolador. Esta vez soltó un grito desesperado, tan fuerte que parecía que le hubieran arrancado un brazo.

-Aaaaaah... nooo... Eres un cabrón ¿Otra vez me vas a dejar a medias? Hijo de puta, cerdo...

Dejó de gritar en cuanto le solté una bofetada tan fuerte que hasta yo me hice daño.

-Cállate cerda, no eres más que una perra y mereces que te trate como tal. Esto no es nada comparado con el daño que tú me has hecho a mí. Ya puedes dar gracias que vas a salir viva de esto, porque me dan ganas de descuartizarte viva.

Después de oír eso se quedó completamente callada e inmóvil. Yo creo que estaba tan asustada que no se atrevía. Seguía tumbada en el sofá, abierta de piernas y con una expresión de miedo de la que me sentía orgulloso. Me levanté y le ordene.

-Vamos, sígueme. Tengo hambre. Prepara un par de pizzas.

Ella se levantó y me siguió hasta la cocina. Yo ocupé mi sitio en la mesa mientras ella metía las pizzas en el horno. Mientras se cocinaban las pizzas me lié un porro y comencé a fumar. Ana se quedó de pié todo el rato mirando hacia el horno. Me quedé observándola mientras me fumaba el porro. Seguía con la mirada la curva de sus pechos y de su culo. Me fijaba en sus movimientos mientras se agachaba a comprobar si la pizza ya estaba cocinada. Su pelo negro caía despeinado sobre su espalda desnuda. Su cara preciosa estaba cubierta de miedo. Todo eso y la espectacularidad de su cuerpo, hicieron que comenzara a excitarme, ya me iba bien.

Cuando las pizzas estuvieron hechas, Ana las puso en un plato y las sirvió en la mesa. Pero cuando se sentó, me levanté yo y me acerqué a ella.

-Mientras se enfrían las pizzas me vas a comer la polla.

La agarré del pelo y le acerqué la cabeza a mi entrepierna. Ella abrió la boca para recibir mi nabo. Esta vez no la dejé hacer nada, le agarré la cabeza con las dos manos y comencé a follármela por la boca. Le empujaba tan fuerte que sentía como mi polla tocaba el fondo de su garganta mientras ella se esforzaba por no atragantarse. Yo recordaba las escenas anteriores en el sofá excitándome cada vez más. Cómo gemía y disfrutaba esa zorra cuando le metía ese pedazo de consolador. Tan excitado estaba que no tardé nada en llegar al orgasmo. Pero justo cuando iba a correrme saqué la polla de su boca y comencé a masturbarme apuntando a su pizza. Mi verga se puso a escupir leche como loca inundando la comida de Ana, mientras ella gritaba.

-¿Pero qué haces cabrón? Que esa es mi comida.

-Tú lo has dicho.- Le contesté yo cuando acabé de correrme.- Esta es tu comida y te la vas a comer.

Ella me miró con los ojos llorosos buscando compasión. Pero, de nuevo, sólo encontró rencor. Yo me senté de nuevo en mi sitio y me la quedé mirando, esperando a que empezara a comer. Un momento más tarde, al ver que no tenía nada que hacer, cortó la pizza corrida con las tijeras y se puso a comer. Entonces me puse a comer yo también mientras observaba su cara de asco al tragarse mi leche junto con su comida. En alguna ocasión tuvo hasta arcadas, pero se aguantó las ganas de vomitar. Evidentemente, no era lo mismo recibir mi leche toda junta y tragársela en un momento, que saborearla en cada bocado de la pizza que se estaba comiendo. Mi orgullo propio aumentaba con cada bocado que se llevaba a la boca, con cada arcada que la veía hacer, con cada lágrima que caía de sus ojos.

-¿Estaba buena la pizza?- Le dije cuando acabó.

Ella se limitó a dirigirme una mirada asesina.

-Contesta puta.- Le grité. -Ya te he dicho que seas agradecida.

-Estaba asquerosa cerdo.- Contestó ella con rabia. -Como voy a ser agradecida con esta humillación.

Yo me levanté tranquilamente y me acerqué a ella. El miedo en su cara se acentuaba con cada paso que yo daba. En cuanto estuve delante suyo le solté una bofetada tan fuerte que la tiré de la silla. Me quedé mirándola, tumbada en el suelo, dolorida, y le dije.

-Esto por desagradecida, te acabas de comer una pizza corrida, cuando lo único que deberías comer es mierda de perro.

-Gracias por la pizza señor.- Dijo ella llorando.

-Así me gusta zorra, vamos al salón otra vez.

La ayudé a levantarse y nos fuimos al salón. Decidí dejarla descansar un rato, así que puse una película mientras nos fumábamos unos porros y tomábamos whisky. En cuanto terminó la película, le dije que me la chupara. Ella, obediente, se arrodilló delante de mí y comenzó con lo que mejor sabía hacer. Sus labios rodeaban de nuevo mi polla, su saliva me la humedecía, su lengua me la acariciaba proporcionándome de nuevo toda esa cantidad de placer. En su rostro se dibujaba una expresión de desgana y paciencia, como el de alguien que trabaja en un oficio que no le gusta.

Al cabo de un rato decidí que eso era demasiado suave para ella y me dispuse a provocarle dolor de nuevo. La senté en el sofá con las piernas en alto, quedando toda su entrepierna a la vista, cogí uno de los consoladores y se lo metí en el coño sin miramientos. En ese momento dio un respingo. Comencé a mover el consolador en su interior hasta que lo tuvo bien lubricado. Luego le metí otro en el culo, su expresión comenzaba a ser de dolor. Seguí metiendo los dos trozos de plástico en sus agujeros hasta que ya se movían con facilidad. Para entonces su cara volvía a ser de vicio y placer. Esa puta zorra disfrutaba con cada una de las humillaciones que yo le ofrecía, pero la alegría se le iba a acabar pronto. Le dejé los dos consoladores metidos y agarré el tercero. Ella hizo el gesto de abrir la boca, pero su cara cambió cuando se dio cuenta de que lo que yo quería no era que lo chupara. Sus ojos estaban llenos de terror mientras seguían el recorrido de mi mano acercando ese trozo de plástico a su entrepierna.

-¿Que vas a hacer cabrón?- Gritó desesperada.

No contesté, me limité a coger el lubricante y embadurnar todo el consolador. Con una mano, sujeté el palo que tenía metido en el coño y tiré de él hacia arriba haciendo algo de espacio en su rajita. Entonces puse el plástico de mi mano entre los dos que ya tenía metidos y comencé a empujar. Sus gritos de dolor aumentaban de volumen a medida que esos dos consoladores le desgarraban su preciosa almeja. Tenía la cara descompuesta. Estuve más de media hora haciendo sitio en su coño para que entraran los dos consoladores. Conseguí llegar hasta la mitad de su longitud.

-¿Aún estás disfrutando puta?- Le dije entonces al oído.

La obligué a darse la vuelta poniéndola a cuatro patas. Le saqué el consolador que tenía en el culo, poniendo mi dura polla en su lugar. Con el coño tan lleno, su recto se sentía más estrecho aún. Ella no paraba de llorar y de gemir de dolor.

-Ahora quiero que cojas lo que tienes en el coño y que te folles.- Le dije imperativo.

-No puedo, me duele mucho, por favor.

Entonces le dejé mi mano marcada en su espalda de un manotazo.

-¡Haz lo que te ordeno perra!

Entonces ella, lentamente llevó sus dos manos a los consoladores y comenzó a moverlos dentro de sí. Cada vez que los empujaba, un nuevo grito de dolor salía de entre sus labios. Al cabo de un momento descubrió que si los movía alternativamente, no era tan doloroso, así que adoptó esa técnica. A mí no me importó ya que sentía los movimientos que ella hacía en su culo mientras me lo follaba. Cada vez estaba más excitado y eso hacía que me moviera con más fuerza. Y, a medida que mi fuerza aumentaba, también aumentaba su dolor. Hasta que mi orgasmo me llegó de nuevo y me corrí dentro de su culito apretado. Una vez toda mi leche se había derramado en su interior me quedé sentado en el suelo, observando cómo ella se quitaba los consoladores del coño. Luego se quedó derrumbada en el sofá todavía con el culo en pompa. Esa imagen me excitó de nuevo, así que me levanté y volví a follarme su culo.

-¿No te cansas nunca?- Preguntó ella.

-Nadie te ha preguntado zorra. Esta vez te vas a correr para mí.

-Esta vez sí que no lo vas a conseguir, me duele muchísimo el coño.

Seguí embistiéndola sin decir nada más. Al cabo de un rato toqué el coño con la mano y vi que volvía a estar húmedo.

-¿Estás segura de que no te voy a hacer correr? Pero si tu coño babea como un caracol.

En ese momento se giró y en su cara pude observar esa expresión de rechazo. De nuevo se sentía frustrada por excitarse ante tanta humillación. Yo por mi parte, saqué mi polla de su culo y se la clavé en la almeja. Entonces comencé a follarme sus dos agujeritos por turnos hasta que ella ya gemía de nuevo. Cuando me di cuenta de que su orgasmo estaba a punto de llegar, me centré en su coño, follándomelo tan rápido y tan fuerte como podía. Sus gritos de placer eran increíblemente fuertes mientras se corría. Su expresión era completamente de vicio y deseo. Seguí empujando hasta que sus espasmos se relajaron, señal de que su orgasmo terminaba. Entonces la obligué a sentarse y comencé a follarme su boca. La tenía agarrada por la cabeza y mi polla se peleaba con su campanilla cuando me corrí de nuevo. Toda mi leche se estrelló contra su garganta obligándola a tragarla sin remedio. Tan fuerte fue mi corrida que hasta se le salió por la nariz. En cuanto me quedé satisfecho se la saqué de la boca y ella se puso a toser desesperada.

Una vez Ana hubo recuperado el aliento, la acompañé al baño para que se duchara, no sin antes orinar de nuevo encima de ella. Y también la obligué a limpiarme a mí. Después la llevé a la habitación y la até a la cama para ponernos a dormir.

Estaba saliendo el sol cuando me desperté para ir al baño. Y al volver, no pude evitar la tentación de joderle el sueño otra vez. Me di cuenta de que estaba durmiendo con la boca abierta y enseguida supe que iba a hacerle. Comencé a masturbarme en silencio mientras la observaba. Tengo mucho arte para hacerme pajas rápidas así que no tardé en llegar al clímax. Entonces acerqué mi polla a su boca y puse la punta entre sus labios. Justo cuando estaba a punto de empezar a salir la leche metí mi polla dentro y volví a correrme en el fondo de su garganta. Cosa que hizo que ella se despertara al momento. De nuevo toda su leche fue a parar al interior de su boca. Esta vez ella no se molestó ni en quejarse, se limitó a tragarse mi leche y a quedarse en la misma posición. Yo me volví a dormir de nuevo.

Me desperté sobre las 12 pero Ana estaba dormida de nuevo. Así que sin pensármelo dos veces y sin cambiar de posición, le metí la polla entera en el culo. Otra vez se despertó.

-Joder tío, no me has dejado dormir ni una sola vez.- Dijo enfadada.

-No te mereces ni el derecho a dormir le dije yo.

Continué follándome su culo hasta que se lo llené otra vez de leche. Luego la llevé a la cocina para que sirviera el desayuno. Después de desayunar la llevé al salón, me senté en el sofá y le dije que me la chupara. Ella obediente se arrodilló delante de mí y comenzó a comerme la polla por enésima vez ese fin de semana.

-Estoy cansado de tanto follarte, cabálgame.- Le dije

Sin decir nada, Ana se levantó y se puso encima de mí. Se clavó mi polla en la almeja y comenzó a moverse. Yo veía sus tetas saltar sin parar y no pude reprimir las ganas de pegarles un mordisco. Le dejé los dientes marcados cerca del pezón derecho mientras ella pegaba un fuerte grito de dolor.

-Ahora cambia de agujero.

Ella se levantó y se dio la vuelta. Luego se sentó en mi polla clavándosela en el culo. Estrujé sus nalgas con mis manos hasta dejarle las uñas marcadas de nuevo. Luego la rodeé con los brazos agarrándole las tetas y tiré de ella tumbándola encima de mí. Mi polla estaba más metida de lo que había estado en todo el tiempo.

-Sigue follándome.- Le dije al oído.

Ella levantó sus piernas y apoyó sus pies encima de mis rodillas. Entonces siguió con sus movimientos de cadera haciendo que mi polla entrara y saliera de su agujero de atrás. Un rato más tarde, yo mismo le saqué la polla del culo y se la metí en la almeja, no tuve que decirle nada para que ella continuara moviéndose. Sus gemidos aumentaban de volumen anunciando su enésimo orgasmo también. Entonces, con un gesto de cadera, le saqué la polla del coño para evitar que llegara a correrse. Ella, pensando que se había salido por error intentó volver a metérsela, pero se lo impedí. Luego la aparté a un lado y me levanté, acercándole mi polla a la boca. Su cara de odio por volver a dejarla a medias mientras me la comía era otro triunfo para mí. No tardé mucho en correrme de nuevo en su boca cosa que hizo que me dirigiera una mirada más feroz aun.

-Te irás a casa con la sensación de haberte quedado a medias, pedazo de zorra. Te quedarás con ganas de más. Ahora vístete.

Casi se echa a llorar al oír eso, supongo que yo tenía razón. Una vez estuvimos los dos vestidos, fuimos a la cocina para que Ana preparara la comida. Comimos sin dirigirnos la palabra, yo no paraba de recordar todo lo que le había hecho ese fin de semana. Después de comer la obligué a ordenar y limpiar todo lo que habíamos usado para que todo quedara bien. Al acabar la llevé al garaje, le até las manos, le tapé la boca y los ojos y la metí en el asiento trasero igual que cuando la traje. Luego metí todas mis cosas en el coche y la llevé hasta el callejón donde la había secuestrado. Yo volvía a llevar puestas mi gorra y mis gafas de sol.

Una vez en el callejón, me aseguré de que no venía nadie y saqué a Ana del coche. Le quité la venda de la boca y de los ojos y le dije.

-Antes de despedirnos, vas a hacerme una última mamada.

Me saqué la polla del pantalón que se había endurecido sólo con la idea y se la acerqué a los labios. Ella volvió a chupármela sin poder usar las manos. Yo, iba mirando todo el rato alrededor por si venía alguien. Qué buena despedida me estaba ofreciendo con esa mamada. Siguió comiéndomela hasta que mi orgasmo estuvo a punto de llegar. Pero en ese momento se la saqué de la boca y me corrí encima de ella. Toda mi leche se repartió por su cara, su pelo y su ropa. La dejé completamente manchada con mi leche. Quería asegurarme de que se iba a casa hecha una cerda.

-Recuerda una cosa, zorra.- Le dije.- Si alguien se entera de esto, el vídeo que he grabado llegará a toda la gente del instituto. Y te prometo que en el video parecerá que te lo estás pasando en grande conmigo. Recuerda que te has corrido unas cuantas veces delante de la cámara.

Su cara de odio e impotencia me dio a entender que había captado mi mensaje. Entonces le quité las esposas de las manos y me fui dejándola tirada en el suelo y llena de leche.

Al día siguiente fui a la escuela, pero ella no vino. En realidad estuvo una semana sin venir. Pero supongo que no pudo excusarse más y al final apareció. De momento no ha vuelto a molestarme, ni siquiera me mira a la cara. Yo me siento totalmente vengado por todo lo que me ha hecho y con la tranquilidad de saber que el problema se ha resuelto. Más de una vez me he masturbado viendo el vídeo, que por cierto he editado para que parezca que todo es voluntario, por si acaso. También tengo un programa que me pide confirmación una vez al día, en caso de que algún día no confirme, el video se enviará a toda la gente del instituto. De esta forma, si a aquella zorra se le ocurre denunciarme, tendrá una nueva humillación encima.