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La oficina - Capitulo 4 - Decisiones

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CAPITULO 4

Decisiones

 

Las dos sombras lograron abrir la puerta del local ubicado en plena esquina de la principal avenida, ambos entraron en una suerte de empujones y golpes poco discretos, Juan no prestó atención a los gritos de la chica que corría por media calle, y Federico menos aun en el estado en que se encontraba. Victoria corrió haciendo gala de su agilidad y buen estado físico, llegó a la puerta principal, justo antes que la puerta se cierre por completo. Interpuso uno de los tacones de sus largas botas entre la puerta y el seguro, empujó la puerta como desesperada, armada de toda la valentía que la adrenalina le brindaba, empezó a gritar, ¡ladrones!, ¡ladrones! Juan no entendía que pasaba, se tomó apenas unos segundos para soltar a su amigo completamente inconsciente sobre uno de los sillones de la recepción, tiempo suficiente para que Victoria aproveche para ingresar a la oficina y continuar con el escándalo.

–       ¿Le pasa algo señorita?, ¿alguien la sigue? ¿Necesita ayuda? – alcanzó a preguntar Juan.

–       Aléjese tengo una arma en mi bolso y la voy a sacar si es necesario ¿qué diablos están haciendo aquí?

–       ¿Está loca? –soltó Juan, que pasa este día todos se volvieron locos- Para empezar estas oficinas son nuestras

–       ¡Mentira! – Gritó Victoria, con toda la potencia que le fue posible

–       Está bien, no son nuestras, pero nosotros las arrendamos – Trató inútilmente de explicar, pero esta pequeña duda le dio más razones para sospechar

–       Eso no es verdad, estas oficinas son de mi tía, es su negocio – Gritó nuevamente – ¡Auxilio! ¡ladrones!.

–       Mira niña, no se dé que estés hablando, pero me parece que estas confundida. Estás en mi oficina y te ruego que salgas de aquí – El tono de Juan fue de lo más enérgico y a la vez educado

–       No lo voy a hacer, voy a llamar a la policía y a mi tía inmediatamente

–       Mira haz lo que quieras -Alzo la mano- puedes ver, tengo las llaves, ¿si fuera un ladrón como es que tendría las llaves? yo creo que estás loca, haz lo que quieras pero cuando entiendas que estas equivocada lárgate – concluyó Juan indignado por la situación y perdiendo la poca paciencia que le quedaba

En ese preciso momento entró Nancy, asombrada por los gritos.

–       Pero ¿qué pasa aquí? los gritos se oyen hasta muy lejos, afuera hay un tipo que dice que su novia entró aquí – intervino Nancy

–       Si es Carlos, hágalo pasar. – dijo Victoria en tono autoritario

–       Pero ¿por qué? y ¿quién es usted?

–       Yo soy la sobrina de la dueña de este local, ¿quiénes son ustedes?

–       Pues nosotros arrendamos este local, si es la sobrina de la dueña debería saberlo

–       Pero aquí funciona el negocio de mi tía, como pueden ustedes arrendarlo – El tono de la nueva chica logró confundir a Victoria quien empezó a pensar que podría tratarse de un error

–       Creo que está equivocada, hace casi 3 meses funciona aquí este estudio jurídico – Nancy trataba de razonar con esta mujer, pero ella parecía estar algo ebria o drogada

–       Eso no puede ser, mi tía tendría que haberme dicho algo

–       Pues llámala y pregúntale – Nancy fue tan convincente que de pronto Victoria tuvo que bajar su entonación y empezar llamar como Nancy lo sugería

–       Eso mismo voy a hacer ahora –Entonces Victoria rebusco en su bolso hasta hallar su teléfono, empezó a buscar el número de su tía.

–       Bien, -Nancy suspiro aliviada- voy a dejar entrar a tu novio o se va a congelar ahí fuera

Nancy, hizo pasar a Carlos que esperaba con cara de asustado sin entender nada, los hizo ponerse cómodos mientras colocaba un mínimo de seguridad en la entrada principal. Luego se retiró y ayudó a Juan quien intentaba levantar a Federico profundamente dormido. Prácticamente tuvieron que arrastrarlo por el pasillo hasta uno de los habitáculos o divisiones que hacían parte del local. La oficina en cuestión estaba ubicada en el centro financiero de la ciudad, era un galpón bastante grande y cómodo cerca de 300 metros cuadrados, de forma casi rectangular, la única excepción era la entrada principal, donde hacia un corte diagonal para favorecer la esquina y una puerta doble de cristal, El sitio estaba dividido en dos despachos, una sala de reuniones, una pequeña bodega que también hacia las veces de cocina improvisada, la recepción, un cuarto de aseo general y una área de espera en donde ahora estaban Carlos y Victoria, esta última intentaba usar su celular para llamar a su tía sin mucho éxito.

Nancy y Juan arrastraron a Federico por el corredor, entraron en la primera puerta y de inmediato la cerraron, este era el despacho que pertenecía a Nancy y su novio. Una vez dentro esquivaron como pudieron el escritorio y las sillas para llegar al sofá-cama. Ambos hicieron los esfuerzos por acomodar al maltrecho Federico quien no cobraba conciencia aun. Nancy dejo escapar un suspiro de alivio, al fin en casa o algo parecido, ella mismo había decorado el despacho, escogido todos los muebles y demás. El lugar era bastante cómodo y acogedor contaba con baño privado y ducha, un amplio sofá-cama donde ahora estaba Federico, había dos sillones más de tipo personal formando una pequeña sala de estar. Justo al frente se exhibía un televisor LCD de 32 pulgadas en medio de un mueble de roble bien cuidado, en el cual también descansaban cientos de libros con distintos temas. En el piso una hermosa alfombra persa de color crema regalo de la madre de Nancy. La alfombra le traía muy buenos recuerdos, no solo de su madre, también de las veces que había  pasado ahí la noche junto a Federico. Ella aun no podía superar el mal momento que su novio le había hecho pasar hace menos de una hora. Sus ojos se tornaron nublosos, sentía que quería llorar sus piernas flaqueaban, entonces pidió a Juan que salga para ponerse cómoda. Juan cruzó la puerta que comunicaban las oficinas, la dejó abierta, fue directo a los archivos que guardaba Mishelle, siempre tan ordenada. Mientras tanto Nancy meditaba acerca de su futuro, su novio había estado completamente fuera de sí, furioso, rabioso quizás, pero ella ni siquiera sabía la verdadera razón de tanta ira. Pero si sabía que Federico no era de los que se enojaban fácilmente, algo realmente grotesco debió enterarse para haberle causado ese malestar, seguramente descubrió alguno de los errores que cometió en el pasado, pero que podía ser, si tan solo lo supiera que es lo que tanto molestó a Federico, quizás sabría cómo corregir el problema.

 

Afuera en la sala de estar, Victoria insistía varias veces llamando a su tía, pero esta no contestaba a ninguno de sus teléfonos. Todos sonaban fuera de área, quizás ahora su tía estaba de viaje o estaban apagados sus teléfonos, por alguna razón estos no funcionaban. ¿Qué podía hacer ahora? no podía solo irse y dejar las cosas como estaban, los relojes de la oficina marcaba escasas 2:25 am de esa fría mañana de sábado, quien podría contestar a esa hora. Después de un rato salió Juan por el mismo pacillo que lo había visto desaparecer, portaba una carpeta en mano, y se la entregó a Victoria, le explicó que  ahí estaba todos los documentos legales. Le insistía que por favor los lea y se marche lo más pronto posible, quería descansar. Victoria tomó la carpeta con desgano y la revisó detenidamente, su amigo Carlos estaba recostado sobre el sofá, no aguantó más la espera y quedó profundamente dormido. Victoria incrédula, se percató que cada uno de los documentos que revisaba, tenían la firma de su tía, esto parecía real, pero aun así no entendía porque su tía no contestaba, quizás algo grave le había pasado. El instinto de Victoria y aún más su desconfianza natural, le hacían armar películas completas en su cabeza, o quizás solo era una excusa para negarse a cumplir con la promesa que le había hecho a Carlos. Quien sabe, este podría ser el pretexto adecuado.

Después de unos 15 minutos, regresaron, esta vez Juan y Nancy, se pusieron en frente a la mujer y la increparon:

–       ¿Y bien? – habló Juan sin esconder su enojo

–       Todo parece estar bien según estos papeles, pero yo aun no estoy convencida, no puedo irme sin una respuesta de mi tía, todo esto podría ser falsificado

–       Entonces ¿qué propones hacer?- Respondió Juan fastidiado por la situación - nosotros nos vamos a quedar aquí quieras tú o no, así que tú dirás. Nosotros cerramos la puerta principal y cuando tengas la confirmación de tú tía nos avisas para dejarte salir

–       Si, está bien, me quedo aquí hasta que pueda hablar con ella –trató de armarse de valor aun cuando se daba cuenta que podía está equivocada, pero era mejor asegurarse, nunca se perdonaría si le hubiera pasado algo a su tía

–       Ok, como quieras, pueden acomodarse en el sofá. – Concluyó Nancy con toda la amabilidad de la que era capaz, Juan prefirió no hablar

Para ese entonces ya Carlos dormía plácidamente en el mismo sofá que le había ofrecido Nancy. Los dos amigos se retiraron por el pacillo charlando y visiblemente molestos. Juan entró una vez más al despacho de Nancy para encender la calefacción, cuyo control se encontraba en ese despacho. Entonces Juan, se despidió de Nancy y pasó nuevamente por la puerta que conducía a su despacho. Ambos trataron de conciliar el sueño. Nancy tomo asiento en uno de los sillones personales, desde donde podía ver a Federico. Ella tenía algo que arreglar, pero la persona con quien tenía que hacerlo dormía plácidamente. Ella se acomodó tratando de organizar sus pensamientos, observó a su novio dormir, mientras millones de ideas rondaban por su cabeza. Sabía que Marcelo había hablado, algo debió soltarle, ese tipo es de lo peor, pero que le había dicho. Sin duda debió haber sido algo grave, lo que haya contado o mostrado definitivamente había enfadado a Federico, quizás hasta destruyó por completo la imagen que tanto le había costado dibujar en su novio, antes de esta noche. En parte era un alivio, pues hace tiempo que le hubiera gustado decirle la verdad. Para su desdicha, Federico era un hombre chapado a la antigua, un caballero que creía en la fidelidad de la pareja y que trataba de practicar ese concepto. Al menos esa era la concepción que Nancy tenia de él, por eso para ella era tan difícil contarle sobre sus gustos y deseos. Nancy intento recostarse junto a Federico ofrecerle algo de su cariño pero este tenía tal grado de inconsciencia que no le respondía a ninguna de sus caricias. Entonces se molestó con ella misma, estar junto a él sería un premio por el mal rato que le hizo pasar y eso no podía permitirlo. Se llenó de rabia, al fin y al cabo si se enteraba de todo, que importaba, es mejor que la conociera de verdad, estaba cansada de guardarle secretos, quería mostrarse sin mascaras. Si tenía que terminar su relación, pues que se termine, pensaba. La ira le hizo levantarse y caminar en círculos él la había humillado, quien era él para decirle lo que le había dicho, nadie jamás se había atrevido a faltarle el respeto de esa forma. Nancy se hinchaba de ira cada vez que recordaba las faltas de respeto, era la segunda vez que la trataba mal y la primera lo pagó caro- dibujó una sonrisa cínica- Si, lo pagó caro -repitió- y de qué forma, claro que él nunca se enteró… o quizás si se enteró, tal vez a eso se debe todo este alboroto.

Nancy reflexionó nuevamente sobre lo ocurrido, ella pretendía pasar una buena noche con su novio pero todo se hecho a perder, quizás no era muy tarde, si Federico no quería verla más, ella no tenia porque quedarse a llorar, pensó en dejar todo, llamar un taxi e ir a divertirse, nunca faltaría quien la pueda brindar un poco de diversión. Quizás ir a alguna de las fiestas con sus amigos, sabía muy bien dónde encontrarlos. A ratos tomaba fuerza y se decidía a salir pero después se arrepentía, no se vería muy bien que ella llegue sola sin invitación, se justificaba, bueno ¿qué hay de Juan?, también estaba solo, podrían divertirse juntos es una buena opción. Nancy pasó cerca de una hora dando vueltas sin poder calmar su mente inquieta, hasta que al fin se sentó nuevamente, re-evaluó la situación, soltó sus lágrimas y al fin decidió ponerse cómoda y descansar un poco, lo mejor era dejar que esta noche acabe pronto.

Para Juan tampoco fue posible conciliar el sueño, desde que había cruzado la puerta que comunican los despachos se sintió solo. Cada rincón guardaba recuerdos de Mishelle, los dos habían decorado y comprado los muebles del lugar que contaba con dos sofás grandes y otros dos con capacidad para dos personas, acomodados en un círculo. Al fondo del despacho descansaba un escritorio grande rodeado de dos grandes anaqueles que no solo guardaba libros, también tenía trofeos, medallas y un sin número de objetos de especial valor para Mishelle. Más de una vez se habían reunido ahí,  tuvieron  profundas charlas respecto al significado de cada objeto, cuanto añoraba Juan esos momentos en los cuales de la nada Mishelle convertía cada pequeña cosa en un tesoro. Juan se recostó en el sofá más cercano a la puerta, mientras un torbellino de recuerdos aprisionaba su mente, paso un buen rato mirando el techo hasta quedar adormecido.

Fuera de los despachos, Victoria primero intentó acomodarse en un sillón personal, pero no lo pudo hacerlo, entonces fue junto a Carlos que parecía dormido, tomó asiento despacio, pero él despertó apenas sintió la presencia de Victoria, intento acercarse a ella, al principio lo aceptó, quizás porque hacia un poco de frio y quería un amigo a su lado, pero luego, entendiendo las verdaderas intenciones de Carlos, decidió separarse.

–       Carlos por favor, retira tus manos de ahí. – exclamó Victoria, algo contrariada por culpa de las traviesas manos de su amigo.

–       Pero ¿por qué? Se supone que hoy íbamos a un motel, ¿cómo se supone que lo haríamos sin tocarnos?

–       No estamos en un motel

–       Podemos pensar que si, el lugar no esta tan mal

–       No Carlos, no sabemos nada de esa gente, que tal si salen con un arma o algo así, que tal si nos encuentran aquí haciendo algo, desnudos, que se yo

–       Bueno, no es necesario que estemos desnudos basta con que te quites lo necesario, además si hubiesen querido hacernos algún daño esas personas creo que ya lo hubieran hecho, así que podemos aprovechar el momento, vamos hagamos rendir lo que nos queda de noche

–       Yo no voy a tener sexo aquí, ¿estás loco? – Pero Carlos la tomo fuertemente del brazo y no la dejó levantarse

Victoria, entendió que si bien ese no era el lugar perfecto para tener sexo, quizás era la oportunidad perfecta para familiarizarse con un cuerpo y caricias masculinas. Era una perfecta estupidez lo que estaba pensando, pero desistió de hacer resistencia, cerró los ojos y se dejó llevar por el momento. Carlos sembró un delicado beso en las mejillas, ella cerro sus ojos, siguió hacia sus labios para luego pasar a tocar inocentemente unos senos, firmes y bien formados. Victoria siempre se había enorgullecido por su cuerpo, hermoso como ella mismo decía, no tienen ni mucho ni poco, sus medidas eran perfectas y su porte imponente, unas piernas largas, esbeltas y bien contorneadas. Amplia de caderas y un abdomen perfectamente plano fruto de años de gimnasio y de cuidados en su salud. A Victoria no le gustaba vestir demasiado atractiva para los hombres, prefería ser sexy para una mujer observadora, como ella mismo decía, en esta oportunidad usaba una falda larga, de colores pálidos que llegaba hasta sus tobillos pero de corte refinado, con una blusa negra ajustada al cuerpo y con un ligero escote al frente. Se cubría con un pequeño jersey negro también, que hacia juego con su vestimenta, botas largas casi hasta las rodillas escondidas bajo su falda, de ropa interior un conjunto de encajes negros que había comprado especialmente para esta noche.

A Victoria le gustaron las caricias de Carlos, le recordaban a su amiga de infancia, bastaba con cerrar los ojos y la sentía sobre ella besándola y acariciándola. Carlos entendió que lo estaba disfrutando por lo tanto no intentaría detenerse, al contrario ahora iba en busca de la segunda fase. Colocó sus manos en las piernas de Victoria, tratando de llegar hacia donde finalizaba la interminable falda… al fin lo logró entonces introdujo sus manos y fue subiendo lentamente hacia los muslos de Victoria, Ella se estremeció, su pecho saltó excitado mientras sus piernas se abrieron como impulsados por un resorte. Carlos no esperó mas, ahora intentaba llegar a la gloria, pero se encontró con un precioso obstáculo, la ropa interior de encajes, estaba impidiendo su paso, el panty prácticamente no dejaba nada a la imaginación pero al estar ajustado al cuerpo prohibía la interacción directa, entonces Victoria quiso reaccionar.

–       Te dije que aquí no Carlos.

–       Está bien, solo quiero tocarte y sentir tu cuerpo, tú sabes para conocernos mejor, vamos, sabes que lo estas disfrutando. – Carlos le susurró al oído

–       Solo tocar Carlos, por ahora lo estás haciendo bien, así que voy a permitirte solo eso.

–       Bien.

Carlos siguió disfrutando del cuerpo perfecto de la mujer que siempre había amado, Victoria entonces sintió un calor insoportable y se despojó del abrigo quedando solo con la blusita y sus brazos descubiertos. Carlos aprovechó para dirigir sus labios al escote y saborear lo que se podía, hasta que pudo sacar el par de senos, que estaban aprisionados, entonces empezó a devorarlos, cosa que encantó a Victoria quien aumentaba su excitación, empezaba a gemir, lo estaba disfrutando. Una mano de Carlos seguía en las partes intimas de Victoria luchando por mover el panty o sacarlo si fuera posible pero este se resistía, al rato sintió el sexo de Victoria húmedo, pasó a estimularlo con los dedos de la mano izquierda, mientras con la derecha alternaba con los senos. Ella ahora yacía reclinada en uno de los costados del sofá, con sus ojos cerrados y su cabeza echada hacia atrás, su boca abierta, su respiración acelerada, sus piernas tan separadas como podía y un par de dedos en su sexo que empezaba a lubricar, sus senos en boca de Carlos, lo estaba disfrutando, con sus ojos podía sentir que quien estaba sobre ella era su amiga, rememoraba sus encuentros, jadeaba cada vez con más fuerza. Carlos parecía estar haciendo bien las cosas. Hasta que de pronto cometió un error, habló demasiado y eso rompió el hechizo, Victoria volvió a la realidad, estaba con un hombre, no con su amiga.

–       Ahora princesa voy a hacerte disfrutar

Victoria había perdido la concentración y quiso cerrar las piernas pero Carlos se lo impidió y colocó su cara frente al sexo húmedo, mientas este removía sin delicadeza alguna la ropa interior, al fin pudo ver una hermosa vagina bien depilada y húmeda, este intentó pasar su lengua desesperadamente, pero Victoria lo impidió agarrando fuertemente de los cabellos a su amigo.

–       Espera mejor no – dijo Victoria enfadada

–       Vamos te va a gustar – respondió un Carlos con ojos desorbitados y fuera de control

Victoria se asustó, quiso salir corriendo, ella misma había provocado esta situación, pero como podía zafarse de sus garras, por eso odiaba a los hombres, por salvajes, falta de tino al amar, que podía hacer,  pensó, trató de relajarse, sabía que esto iba a ser difícil, tenía que soportar un poco más, quizás sería bueno dar una segunda oportunidad. Además hace tiempo que no había estado con una mujer y necesitaba estimulación, se reclinó nuevamente y autorizó sin decir nada, cerró los ojos otra vez y trató de recordar la imagen de su amiga. Cuando esta le daba tan delicioso tratamiento. Carlos siguió, lo hubiera hecho con, o sin su permiso, llevaba el diablo por dentro y una erección difícil de aguantar, se acomodó nuevamente colocando su rostro frente al húmedo sexo de Victoria, percibió, ese olor era fantástico, pensó que si estaba así era porque ella lo deseaba también, entonces fue tras lo que buscaba, Carlos era Brusco e iba directo a lamer, succionar el clítoris, sin ninguna preparación, Pasaba su lengua torpemente queriendo devorar todo. Al poco tiempo Victoria se dio cuenta del terrible amante que tenía metido en su intimidad, las pésimas caricias, propias de un rudo hombre, eso no gustó a Victoria quien empezaba a desagradarle la situación, aguantó un par de minutos, tratando de resignarse, pero pronto dejó de lubricar y lo que empezó bien ahora estaba causándole dolor y repentinamente también asco. Asco de lo que estaba haciendo, Asco del hombre que intentaba abuzar de ella.

–       Basta Carlos, no más – casi gritó Victoria

–       ¿Por qué? ¿No te gusta? – la respuesta era casi obvia

–       No, no me gusta ya basta – lo arruinaste

Victoria, se levantó bruscamente empujando a Carlos, con toda la fuerza que le era posible, este quedó sorprendido perdió el equilibrio resbaló en el entablado, intentó sujetarla sin entender que pasaba, este hizo un movimiento brusco agarrando fuertemente la falda de Victoria para no caer al suelo, la tela cedió a la fuerza y se rasgó completamente, Victoria se levantó y trató de acomodar sus ropas y cuando vio el problema con su falda se horrorizó.

–       La rompiste – exclamó – y ahora que voy a hacer.

–       Lo siento, yo… no quería – Carlos se mantenía en el suelo aterrorizado por la reacción de Victoria, jamás la había visto tan enojada.

Victoria se levantó histérica, quería acribillar a golpes al imbécil de Carlos, por lo que acababa de hacer, no solo era un mal amante, sino también era un completo idiota. Contuvo su rabia únicamente por miedo a la gente que estaba en los despachos interiores. Entonces remordió los dientes y dio un fuerte golpe con su pie derecho, su taco resonó en la dura madera del suelo, pero con esta simple acción logró desfogar algo de su ira. Entonces volteó y se dedicó acomodar su par de senos grandes en su ropa interior y luego dentro de la blusa negra. Carlos ni siquiera había logrado retirar el seguro del top, únicamente lo había bajado lo suficiente para que desborde sus pechos por sobre los encajes. Luego se propuso corregir el desastre que era su falda, tuvo que sacársela completamente, para ver si podía arreglarla de alguna forma. No podía creer lo que estaba pasando, como explicaría la escena si alguno de los desconocidos aparecía de repente, no, no quería ni imaginárselo. Carlos cambio su cara de susto por uno morbo, continuaba sentado en el piso observando fijamente, extasiado al ver la figura semidesnuda del amor de su vida. Para él, eso era más de lo que quizás nunca se hubiera  esperado, la besó, tocó, saboreó sus jugos, y todo en una misma noche, que más podía pedir, no se merecía todo lo que estaba pasando.

Victoria paseaba de un lugar a otro pensando que hacer, el vestido era un completo desastre la afable y refinada tela se había rasgado de tal manera que prácticamente tenía dos trozos de tela, no importaba como Victoria quisiera acomodarla, era imposible mantener en una sola pieza a la vestimenta. Mientras tanto Carlos se recostó en el sofá satisfecho, el sueño lo venció y quedó profundamente dormido. Victoria en cambio estaba desesperada, se le ocurrió una idea que la podría salvar, recordó que su tía era bastante prevenida y guardaba de todo un poco, en las gavetas de su baño, ahora la oficina completa lucia amoblada diferente pero la distribución era la misma, frente a ella tenía la puerta que conducía al despacho que antes pertenecía a su tía, tenía la esperanza de encontrar algo que la pueda ayudar, quizás una aguja e hilo, quien sabe, pero como lo hacía, pedía permiso o solo entraba… recordó que había visto a las tres personas entrar por el pasillo que había justo al otro extremo de donde ahora estaba. Seguro los extraños ocupaban uno de los despachos que había de ese lado, y por consiguiente el que tenía en frente debería estar libre, con suerte estaría abierto, camino unos pasos, se arrepintió, decidió ir mejor al aseo general que estaba al fondo, había un botiquín pero nada que le ayudara, se enojó aún más con ella misma, entonces fue a la recepción, intentó con cinta adhesiva y hasta con una grapadora pero solo generaba más agujeros en la falda y no solucionaba su problema.

***

Juan despertó algo asustado, parecía que apenas había cerrado los ojos cuando escuchó voces, gemidos o algo como gritos entrecortados y algo alejados, trato de concentrarse para escuchar mejor, algo pasaba afuera, quizás era Nancy y Federico que intentaban disipar sus diferencias, luego no escuchó más. Se levantó, dio unos pasos, se acercó a la pared que separaba el despacho de Nancy, nada, luego cruzo la pequeña sala, hizo lo mismo con la puerta de acceso a su despacho, ahí estaban de nuevo esos sonidos, los podía escuchar muy cerca, justo del otro lado de su puerta. Luego un golpe seco, algo como un gritó ahogado y finalmente ruidos que parecían una pelea. Una voz femenina que se quejaba por algo, pero no lograba entender lo que decían. De pronto escuchó unos pasos pero parecían no ir a ninguna parte, otra vez ruidos extraños que no podía diferenciar. Juan se preocupó, pensó en abrir la puerta y averiguar qué estaba pasando, pero se detuvo, aclaró las ideas y de pronto todo tomó forma en su cabeza, era claro lo que pasaba ahí afuera, reconoció la voz femenina, casi podía imaginar la escena, sonrió.

Juan prefirió no intervenir, pero de pronto escuchó unos pasos, esta vez más que pasos parecían pequeños toques sobre el suelo como si alguien estuviera andando en puntillas, quien lo hacía estaba acercándose. Juan decidió entrar al baño para esconderse y ver desde una mejor perspectiva lo qué estaba a punto de pasar. Entró ligero, dejó la puerta del baño entreabierta, se acomodó para ver mejor, de pronto escuchó como abrían delicadamente la puerta de su despacho. Una sombra se deslizaba sigilosamente, Juan observó cuidadosamente. Vio como la sombra se adentraba silenciosamente, buscaba algo, primero fue hacia el sofá, pareció tranquilizarse cuando vio que no había nadie. Entonces se dirigió a la puerta de baño, Juan retrocedió y se oculto tras la cortina de la ducha. La puerta se abrió suavemente y la luz se encendió, era justamente la desconocida que hace poco había dejado en la recepción, se había retirado los zapatos y por eso casi no hacia ruido al caminar, buscaba algo en las gavetas, pero lo más interesante, estaba semidesnuda, solo con una pequeña blusita negra, que entallada su bella figura, un escote delantero, que daba una buena idea del volumen de sus senos. Por abajo un hermoso panty también negro con encajes que apenas cubrían lo esencial. Sus largas piernas le daban un aspecto imponente, definitivamente hermosa, pensó Juan, mientras miraba tras su escondite. Juan claramente podía apreciar un prominente y bien distribuido cuerpo, le encantó de inmediato toda aquella feminidad. Mientras Victoria rebuscaba Juan pudo mirar con todo descaro esa hermosa cadera, unas bellas nalgas perfectamente redondeadas, Juan se hallaba solo a unos cuantos centímetros, la suerte parecía sonreírle y no estaba dispuesto a dejar pasar esta oportunidad. No resistió mas, esperó un descuido de la chica y cuando pudo, saltó, cual ágil jaguar y se colocó tras Victoria sin que ella se diera cuenta, puso rápidamente su mano cubriendo la boca de la chica para evitar que gritara mientras la agarraba fuertemente con su brazo por la cintura.

–       Tranquila, tranquila muñeca, me puedes decir que es lo que estas buscando, pero sin gritar. – Victoria se sacudió asustada tratando de liberarse de los brazos fuertes de Juan, pero le fue imposible, estaba atrapada, cuando al fin este retiró la mano que cubría su boca, lo primero que hizo fue tomar aire.

–       Maldito, sabía que eras un pervertido, suéltame ahora o voy a gritar - Victoria trataba inútilmente de liberarse de su captor pero era imposible, el atlético cuerpo de Juan la sujetaba por completo

–       ¿Vas a gritar? y ¿qué vas a decir cuando vengan por ti? te metiste a mi despacho semidesnuda, ¿tu novio sabe que estas aquí? ¿porque te dejó venir así a mi despacho?, ¿es que les gusta este tipo de aventuras múltiples quizás?

–       No sabía que estabas aquí, imbécil, solo estaba buscando algo

–       Bien, ya lo encontraste, porque no me dijiste que lo que querías es sexo, no tenías que hacer drama con el cuento de tu tía. Me hubieras dicho antes y yo con gusto te complacía

–       Eres un idiota, no quiero nada contigo

–       Déjame entender, ¿lo que buscabas es un motel gratis para pasar con tu noviecito?

–       Déjame en paz, no sé de qué estás hablando

–       No te hagas la tonta, dime… esos gemidos que escuché ¿a que se debían? ¿Disfrutaste la noche con tu amante? ¿Estás aquí para refrescarte luego de un buen sexo? O ¿bienes en busca de más? Porque de ser así, me encantó tu cuerpo y con gusto te haría pasar un buen rato

–       Aléjate idiota voy a gritar

–       Bien hazlo, que vas a decir ahora… si quieres llamemos a la policía, les diré que te metiste en mi oficina solo para tener sexo con tu novio, quizás te lleven a la cárcel un buen rato, por indecente

–       Eso no es cierto

–       Pero tengo pruebas, solo mírate ¿qué dirá tu novio?, ¿le gustará pasar unos días en la cárcel?

–       Solo déjame ir, no voy a decir nada

–       Pero… ¿Por qué? aquí estamos muy bien, mejor relájate que la vas a pasar muy bien

Victoria estaba asustada, no sabía las intenciones del chico, lo odiaba en ese momento, pero sabía que tenia razón estaba en una posición comprometedora, ahora él la tenía en sus manos y podría cumplir sus amenazas. Juan bajó lentamente su mano izquierda hasta llegar a sus senos, la tocó por sobre la blusa, bajo lentamente y soltó el único botón que la sostenía, sus senos estaban expuestos, entonces retiro hábilmente el seguro del top y los pechos salieron expulsados. El espectáculo era único, un par de senos firmes, jugosos y rebosantes de juventud, con unas aureolas rosadas, y unos pezones apuntando siempre al cielo. Entonces Juan pasó sus manos y jugueteó con ellos, mientras la presionaba con su cuerpo contra el lavamanos. Luego se deshizo de la blusa, la arrojó al piso junto con el top, ahora solo la cubría la pequeña tanga negra de encajes. A Juan le encantó la visión de ese cuerpo reflejado en un espejo de cuerpo entero, el cual estaba ubicado junto a la entrada al baño. Juan presionaba fuertemente con sus brazos fuertes, la preciosa mujer junto a él no tenía otra salida más que soportar un cuerpo desconocido tras ella. Juan en cambio disfrutaba de la espectacular figura nueva para él, esto hacia más excitante el momento. Juan gozaba cada roce con esa delicada piel que parecía no tener defectos. Mientras tanto Victoria cerró los ojos y se dejó hacer resignada, aterrorizada esperando que termine pronto el suplicio. Él en cambio bajó sus manos y retiró cuidadosamente la tanga dejando expuesto un depilado sexo que se reflejaba en el espejo, una verdadera obra de arte, unos delicados labios pálidos, cerrados pero que dejaban notar algo de humedad. La perfección de aquella vagina la hacía lucir atractiva, deliciosa, jugosa - esto lo voy a disfrutar mucho – pensó Juan mientras desabotonaba su pantalón para sacar de su ropa interior, su miembro casi completamente erecto.

Entonces Victoria arrojó un sollozo, lo único que se le vino a la mente, es lo mal que había resultado esta noche y todo por su gran idea de acostarse con un hombre, de saberlo quizás nunca lo hubiera planeado, en la misma noche había soportado la caricia de dos hombres sin su completo consentimiento y lo peor de todo, hasta el momento no lograba disfrutar la experiencia. Esto solo acrecentaba su odio al género masculino. Victoria expresaba su descontento con sollozos tímidos mientras cerraba sus ojos, mordía sus labios tratando de ocultar su enfado, Juan pudo identificar un par de lágrimas brotando de aquellos bellos ojos.

–       ¿Qué pasa preciosa? Tranquila lo vas a disfrutar, considéralo un premio 2x1, te acostaste con tu novio y ahora tendrás otro revolcón, tienes suerte.

–       Estúpido es que tú no entiendes nada.

–       Cuéntame que es lo que no entiendo.

–       A mí no me gustan los hombres, es la primera vez que intento estar con uno, pero no funcionó y ahora tu…

–       Tranquila preciosa voy a ser cuidadoso te lo prometo, tal vez hasta termina gustándote

–       Idiota, haz lo que tengas que hacer, no me importa ya

Juan no tenía intención de parar, no era precisamente un caballero cuando su miembro presentaba tal erección, además ya no tenía nada que perder, siguió acariciando los senos de Victoria con sus dos manos mientras rozaba su pene contra las bellas y bien formadas nalgas de Victoria, tal parecía que el tamaño actual de su miembro se adaptaba perfectamente y gozaba con cada roce. Juan presionaba ese par de senos cada vez con más fuerza, llenándose de excitación, Entonces Juan la reclinó hacia el frente, posó sus manos en el espejo, tenía tantas ganas de poseer esa mujer, solo pensaba en penetrarla, esa postura le encantaba, esas preciosas nalgas parecían estar listas para recibirlo. En ese preciso momento para mala suerte de Juan, sonaron claramente unos golpes en la puerta de entrada al baño ¿quién podría ser a esa hora? ¡Maldición! Esa voz, sabía quién era, pero ¿qué diablos hacia aquí?  Era Nancy quien tocaba puerta como queriendo tumbarla.

–       Juan, Juan ¿estás ahí?

CONTINUARÁ...