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La oficina - CapÍtulo 9 (Final) - El perdon

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CAPÍTULO 9

El perdón

Victoria se levantó como impulsada por un resorte, había estado descansando después de su larga jornada, pero cuando abrió sus grandes ojos se encontró con una gran sorpresa. Juan, su ícono sexual, rociaba semen ardiente sobre un grupo de excitadas mujeres. La imagen era placentera y seductora a la vez, quería lanzarse a la pelea de ese líquido conocido, pero se detuvo en seco. Su cerebro trabajaba a mil por hora, planeó rápidamente la estrategia. De pronto Victoria pareció iluminada, esta sería su forma de agradecer a ese hombre tan especial, dio vuelta y tomó la mano de Mishelle, la jaló con una sonrisa generosa, sus ojos brillaban todo ella parecía confiada.

Mishelle frunció el ceño, como enojada por el atrevimiento de su amiga. No importaba cuanto insistiera Victoria, moverse un centímetro, significaría desviar automáticamente las miradas de todos los presentes hacia ella y eso no quería. Mishelle se sentía exactamente en el centro ese círculo pervertido. Desde su posición en el sofá Mishelle podía identificar, a su lado izquierdo Elizabeth y Federico jugando morbosamente. A su derecha, todavía peor, la perra parecía embelesada en autosatisfacerse, restregando su mano sobre su sexo depilado << ¡Maldita perra, porque sigue aquí! >> pensó.

Mishelle amplio su campo visual y se encontró a su derecha, un poco más adelante, sentado sobre el sillón unitario Carlos, a quien no conocía en ese momento. A su izquierda, usando el otro sillón personal, Hector, el muchacho tan atractivo que había visto hace poco en acción. El chico la miraba atentamente, como leyendo sus pensamientos. Mishelle se sonrojó y desvió la mirada, mientras trataba resistirse a los insistentes jaloneos de su amiga Victoria. Ella trataba de convencerla y tiraba con todas sus fuerzas, pero su amiga parecía no moverse. Victoria tenía un gran plan en mente, pero primero debía lograr convencer a su amiga.

Andrea se había desplomado boca abajo sobre el sofá, su cabeza descansaba sobre las piernas de Érica, quien hacía las veces de almohada. Érika yacía sentada sobre el sofá y acariciaba tiernamente la larga cabellera de su amiga. De vez en cuando, Érika recorría con sus delicados dedos, la escultural figura de la mujer, tomaba residuos de semen, los esparcía por la blanca piel de la mujer y luego se los llevaba a la boca, saboreando y recordando los excitantes momentos que acababa de pasar.

Nancy y Juan se habían separado del grupo, sentados sobre el extremo del segundo sofá. Nancy lameteaba todo el cuerpo de Juan como si tratase de comérselo. Juan parecía exhausto y se dejaba hacer, la mujer posaba su lengua y dientes sobre los pectorales fuertes del hombre, mordisqueaba, lamía, chupaba, lo hacía deleitándose de todo el cuerpo del hombre. Luego cambió de estrategia, tomó sus grandes senos y los restregó metódicamente cubriendo todo el cuerpo del varón. Nancy parecía agradecida con el hombre, satisfecha por aquel singular día, no solo por todo el placer que le había ofrecido Juan, sino por toda la jornada de revelaciones. Después de hoy no tendría que esconder sus perversiones a su novio, no tendría que ocultarse, lo tenía en frente y no tenía miedo de perderlo. Federico la miraba atento, observaba como ella besaba a otro hombre, como lo acaricia, como hurgaba en aquel varonil ser. Nancy se frotaba contra el hombre como tratando de hacerse uno con su amante. En algún momento Nancy, había convertido a Federico en su gran alcahuete y resignado amor de Nancy.

De un momento a otro, hizo aparición Victoria de la mano de Mishelle, quien abochornada trataba de cubrir, sin mucho éxito, sus senos, nalgas y su sexo. Victoria la llevó a jalones al sofá en que estaba Andrea y Érika. Mishelle se resistió lo más que pudo, no quería levantarse, no quería mostrar su cuerpo desnudo, pero sobre todo no quería estar junto a Juan. Sin embargo Victoria sabía conseguir lo que quería, la arrastró convenciéndola de que lo iba pasar bien y que no se preocupara por lo demás.

Cuando las dos mujeres se postraron frente a Érika y Andrea, Mishelle pudo ver claramente las grandes y redondas nalgas de esta última. Victoria se arrodilló sin pensarlo y separó las piernas de la mujer, sin dudarlo, pasó su lengua ansiosa saboreando el delicioso semen que había quedado en la parte trasera de Andrea. Luego invitó a hacer lo mismo a Mishelle, ella no quería, sería como probar algo de Juan y ella no quería nada de él, además le parecía repugnante el sabor de ese líquido aun si no fuera de Juan.

Luego Mishelle recordó a la perra, recordó como la perra, disfrutaba de esa mescla de semen y fluidos vaginales. Su abdomen de pronto se contrajo con ese solo pensamiento. Apretó sus piernas tratando de contener aquella humedad naciente que sentía en su feminidad. << ¿Qué le estaba pasando?>> quería hacerlo, <> debía retirar esos pensamientos obscenos de su mente. Mishelle se debatía en una lucha interna. Victoria insistía, ella se negaba, pero finalmente cedió, se arrodilló, pasó tímidamente su lengua. Su paladar conocía ese sabor, pero no lo identificó rápidamente. Inconscientemente Mishelle gustaba del placer epicúreo de una mujer desconocida y eso le animaba a seguir. Hizo algunos intentos, deslizó su lengua con ligereza, tomó confianza, empezó a lamer e introducir más fuerte su lengua. Aquellos rosados labios menores, eran una verdadera delicia, la textura gomosa se mesclaba con un excitante sabor a mujer, ya no podía detenerse.

Mishelle pronto estuvo acariciando esas bellas y grandes nalgas, deleitándose con la perfección de la blanca piel. Subió un poco, se encontró con aquel dilatado ano de Andrea, aun emanaba aquella bebida blanca. Mishelle perdió los estribos, era tan obsceno el momento, tan lujurioso poseer a una mujer prácticamente desconocida pero hermosa. No le importó nada, empezó a divertirse, jugueteó con los restos de semen que había quedado regado en las piernas de Andrea. Primera vez que bebía ese líquido y le encantó la mezcla poscoital. Mishelle se olvidó por completo de la presencia de Juan, decidió relajarse, pasarlo bien con sus nuevas amigas .

El tiempo pasó, pero las mujeres seguían jugando. Andrea se había recostado con sus piernas levantadas sobre el espaldar del sofá. Su cabeza bajo las piernas de Mishelle, quien se había arrodillado y montado a horcajadas haciendo coincidir exactamente su sexo sobre los delicados labios de Andrea. Nancy se había unido al grupo de mujeres y besaba ferozmente los senos de Mishelle provocándole placer. A la derecha Victoria besaba frenéticamente en la boca a Mishelle, las tres mujeres parecían concentradas en dar placer a Mishelle.

Juan fue a ubicarse en el extremo del sofá, en que estaba Elizabeth. El pene de Juan, lucía semi flácido deseoso de darse un respiro. Juan tomó asiento y se relajó, junto a él pudo identificar a Elizabeth, Janeth y Federico quienes traveseaban palpando sus desnudos cuerpos. Elizabeth parecía haberse recuperado y Jugaba con Janeth, esta había retirado por completo el semen que había quedado en la vagina de la rubia. Carlos y Hector seguían en los sillones unitarios ubicados en los dos extremos de la oficina .

Juan jalaba su miembro con su mano izquierda, parecía recuperar su erección, la escena llena de placeres deshonestos le resultaba por demás excitante. Elizabeth miraba ansiosa al hombre, se incorporó y acercó, gateando sobre el sofá, se desplazó coqueta haciendo un lado a Janeth. Empezó a lamer suavemente el semi flácido pene de Juan. Lo hizo como agradecimiento por tanto placer que había recibido de aquel falo.

Pronto el poderoso mástil del hombre, tomó forma dentro de la experta boca de Elizabeth. Ella miraba directo a los ojos del hombre mientras mamaba como sedienta. Le sonrió, le guiñó uno de sus hermosos ojos celestes, como queriendo decirle algo pero con su boca atosigada. Luego retiró lentamente el miembro, dejándolo bañado en su saliva. Sin palabras, estiró su mano izquierda para mostrarle lo que estaba pasando en el sofá de en frente - Es hora que lo hagas mi amor, esta es tu oportunidad para arreglar sus problemas.

Juan giró su cabeza extrañado, encontró a Mishelle disfrutado de una posición 69 con Andrea por debajo. Mishelle se había recostado boca abajo, sobre el hermoso cuerpo de su amante mujer. Las piernas de la Mishelle arrodilladas y ubicadas a cada lado de la cabeza Andrea. Esta última, recostada sobre el sofá, piernas en alto, estiradas y bien separadas coincidían con el espaldar del diván. En esa posición, Andrea permitía que la cabeza de Mishelle se incrustara completa en su sexo.

El hermoso trasero desnudo y respingado de Mishelle, se movía al ritmo que la lengua de Andrea le dictaba. Ella jugaba con los labios menores de la mujer, saboreando y deleitándose con los jugos que Mishelle despedía. A los lados Nancy y Victoria acariciando los cuerpos de las mujeres y besándose entre ellas de vez en cuando.

Victoria, Nancy y hasta Andrea reaccionaron al unísono, regresaron la vista a donde estaba Elizabeth, todas asintieron con un guiñó, todas parecían como si se hubiesen confabulado. Las mujeres lo habían planeado para este momento y Juan apenas tomaba conciencia del juego en lo habían involucrado. Juan captó ágilmente la intención de las jóvenes, aceptó la proposición, iba a hacer a hacerlo, se levantó, caminó sigiloso, se colocó justo detrás de Mishelle, sin que esta se diera cuenta de su presencia. Muy despacio, tomó su posición, las mujeres actuaron sincronizadas. Nancy tomó la nalga izquierda de Mishelle, Victoria la derecha y Andrea con su lengua separó, como pudo, los exquisitos labios menores de la mujer. Un rosado agujero se dibujó ante Juan por la acción coordinada de las tres mujeres, era el momento de la verdad. El dilatado vacío se abría cavernoso, mostrando todo su esplendor, solicitaba atención, debía llenarse. Juan debía actuar rápido y preciso. Estaba listo, apuntó y casi al instante insertó su pene sin compasión, antes que la mujer cobre conciencia.

Mishelle horrorizada al sentir el objeto extraño, quiso retirarse pero de inmediato las tres damas la sostuvieron con ímpetu. Haciendo uso de todas sus extremidades y fuerza inmovilizaron a la mujer. Mishelle estaba siendo penetrada, sin su permiso, ni consentimiento, forcejeó, gritó muchas veces - ¡No! ¡No!- parecía llorar, parecía suplicar, pero las mujeres solo reían y sujetaban con fuerza maliciosa.

Mishelle se sentía ultrajada, traicionada por aquellas mujeres que parecían sus amigas, entendió que no había escapatoria. Logró mover apenas su cabeza, sujeta por una maraña de extremidades, quería identificar al intruso, al violador. Lo hizo, lo sabía de antemano, conocía ese sabor su bajo vientre, tenía que ser Juan, el único hombre que conocía sus inmaculadas entrañas. El estúpido, mujeriego, engreído y poco hombre, bueno quizás lo de poco hombre no le quedaba pero todo lo demás sí. Juan entraba y salía de Mishelle y por si fuera poco reía ante su impotencia. Mishelle inundó sus venas con toda la furia de que fue capaz, uso toda su fuerza, pero no podía librarse de sus captores. Su llanto se incrementó, esto era inconcebible, totalmente inaceptable, insano.

Las envestidas del hombre incrementaban y cada vez más fuerte, la verdad sea dicha, a ella le gustaba y mucho, pero aun así, esto no estaba bien, no era normal, no era moral ¿Qué había pasado con la moral en esa oficina? Mishelle no sabía cómo reaccionar. ¿Esta es su forma de pedir perdón? <<No, No jamás lo perdonaré>> pensó. Su orgullo era más grande que todo esto, no podía dar un paso atrás, la traición es imperdonable. Sin embargo, era demasiado tarde para resistirse, estaba siendo empalada sin compasión. Ese falo conocido, delicioso, vigoroso, le gustaba tanto y le proporcionaba tanto placer. Aun así <> pensó ella.

Por alguna razón, a Mishelle este ultraje le resultaba excesivamente deleitoso y morboso al mismo tiempo. Mishelle tenía un conflicto interior, lo único que sabía era que cada vez se excitaba mas ¿en qué tipo de pervertida se estaba convirtiendo? Nunca se imaginó ser vejada en su propia oficina, por si ex novio y menos aún que esto le provocaría tanto placer. Mishelle estaba descubriendo un lado de su personalidad que no conocía, un lado oscuro, aún más oscuro que todo su turbio pasado.

En tiempo record, Mishelle alcanzó un orgasmo largo y satisfactorio. Nunca dejó de forcejear, cada golpe, cada jalón, cada grito parecía incrementar las convulsiones en su cuerpo. Juan no pudo aguantar más, el concierto de convulsiones que presionaban contra su falo incrustado, eran tan poderosas que no fue capaz de seguir, retiró su miembro tan rápido como lo había insertado. Las tres chicas que sostenían a Mishelle de pronto la soltaron y esta aun convulsionando, con sus piernas temblorosas, se incorporó irascible, dio vuelta rápidamente sin importar las mujeres que la rodeaban. Estiró su brazo, tomando viada y luego lo lanzó su mano abierta, con toda la fuerza de la que fue capaz. Alcanzó de lleno la mejilla de Juan con un golpe tan contundente, como sonoro, que por poco lo tumba al suelo. La mujer gritó histérica - ¡Maldito!, cerdo, infeliz… - y todo tipo de improperios que su mente pudo procesar en esos breves segundos.

Todos los asistentes miraban atónitos la reacción de la mujer. Mishelle tenía los ojos inyectados en sangre, sus lágrimas habían corrido el poco maquillaje que usaba, las mechas de su cabello planchado, ahora desalineado, caían sobre su rostro pero sin restarle belleza. La mujer que enfrentaba a Juan, era un volcán en plena erupción, inestable impredecible. Tan inesperadamente como la bofetada, la mujer se proyectó sobre Juan agarrándolo de aquel desalineado cabello y jalándolo hacia ella. Mishelle parecía querer destrozar al hombre pero repentinamente, lo besó con salvajismo. Mordía con tanta fuerza los labios de Juan, que parecía querer arrancarlos, causaba tanto dolor que era casi insoportable. Juan no entendía que estaba pasando, este era un comportamiento completamente nuevo de su novia pero no hizo ningún intento por zafarse de la mujer.

En algún momento, Juan se arrojó cansado y adolorido sobre el sofá, Mishelle seguía con su extraña actitud y él se dejaba hacer. Ella mordía, besaba, acariciaba al hombre como queriendo demostrar a las demás mujeres que era completamente suyo. Al fin la mujer se detuvo, pero su mirada era diferente, era otra mujer, colérica, furibunda, su rostro desencajaba. Después de unos largos segundos habló, con una voz, quebrada pero audible – te odio, maldito, perro – Juan respondió con una sonrisa – Y yo te amo tanto Mishelle, nunca he dejado de hacerlo. 

Mishelle parecía inmune a las palabras de Juan, no respondió, simplemente se alejó, dio vuelta y dirigió su hermoso cuerpo a donde le esperaban las tres mujeres. Tenía sentimientos encontrados, resentimiento para con aquellas traicioneras, pero no tenía donde más ir. Ellas la refugiaron entre sus brazos, la consolaron, limpiaron el llanto de la mujer con besos, abrazos y caricias. Nancy, Victoria y Andrea se arremolinaron alrededor de Mishelle, sus cuerpos desnudos se estrujaban, proveyendo el desahogo que Mishelle necesitaba. Sus curvilíneos cuerpos se confundían, sus olores, sus líquidos se mezclaban. Las mujeres restregaban sus pieles unas con otras, tratando de compartir el descomunal éxtasis que todo el cuerpo de Mishelle irradiaba cual fuente de calor, algo como un abrazo simultáneo del cual no querían escapar.

En el sofá de en frente, permanecía aun Federico sentado al filo del mueble. Elizabeth recostada, sobre las atléticas piernas de Federico, boca abajo, parecía estar descansando o tal vez recordando el precioso momento que había pasado. Sus piernas las tenía muy separadas una colgando llegaba hasta el suelo y la otra sobre el sofá estirada. La posición era aprovechaba por Janeth para saborear las nalgas, vagina y ano de la rubia. Janeth era quizás la única con ánimos para seguir la faena pues tenía clavado su rostro sobre esos bellos glúteos, disfrutaba con cada lametazo que daba en las femeninas entrañas de la mujer.

Ajenos a lo que ocurría, a la Izquierda y derecha en los sofás unitarios yacían Hector y Carlos respectivamente con sus penes flácidos y agotados. Los hombres descansaban tranquilamente parecían exhaustos y sin ganas de continuar. Recostada en el regazo de Hector reposaba Érika, completamente exhausta, parecía dormida o desfallecida del cansancio .

En algún momento los gemidos y susurros se extinguieron definitivamente, quedaron todos adormitados de tanto cansancio. Jamás se habrían imaginado que ese día, terminarían once personas, algunos desconocidos, compartiendo un vínculo más grande que la simple amistad. Aquí no existía inhibiciones, ni vergüenzas, ni temores, todos se dejaban ver tal como eran, desnudos, como llegaron al mundo, libres de compartir sus gustos, sus paciones.

Por cerca de una hora, los jóvenes descansaron hasta que pudieron recuperarse. La mayoría pasaron a conversar amenamente de lo acontecido. Todos tenían su punto de interés y hablaban como buenos amigos, incluso quienes no se conocían hasta entonces.

A Victoria le excitó mucho hablar tan abiertamente de temas sexuales. Pronto no se conformó solo con hablar y solicitó volver a la acción. Ella quería hacerlo con todos, especialmente con aquellos con los que no había compartido aun. Empezó con Elizabeth, había jurado poseer esa mujer y entonces encontró el momento propicio. Montó a la mujer y se la saboreó completa, besando mordiendo comiendo de ese delicioso sexo, se sintió tan extasiada con ese apetecible cuerpo que lo poseyó tantas veces como pudo.

Victoria no tenía complejo alguno, se sabía una mujer hermosa y pudo conquistar a cada uno de los presentes. Seguía un ritual definido, se acercaba al desconocido, entablaba conversación, a los pocos minutos ya estaba riendo y charlando como si lo conociera de toda la vida. Casi instantáneamente pasaba a mayores, manoseándose o besándose, acto seguido sellaba la nueva amistad con buen sexo.

Victoria tan inteligente mujer como era, se dio cuenta que en el ambiente en que se encontraba, nadie iba a negarse a las insinuaciones de una mujer tan hermosa y sexy como ella. Así fue como conoció y compartió con Elizabeth, Hector, Janeth, Andrea y Érika.

En el transcurso de la tarde, Victoria se dio tiempo para compartir y gozar con todos y cada uno de los presentes. La mujer parecía tan apasionada, tan hambrienta de sexo, que no tuvo que insistir mucho para obtener lo que buscaba. Victoria, era una alegoría de placer esa tarde, se movía confiada, saltando de cuerpo en cuerpo, haciendo derroche de su empática personalidad, fraternizaba con todos los presentes.

Cerca de las 6 pm, Juan sacó unas cervezas que tenía guardadas en su pequeño congelador. El calor del momento, hacia propicio el consumo y los muchachos se sintieron aún más cómodos después de tener algo de alcohol en sus venas. Entonces entre todos disfrutaron de algunos juegos de mesa: barajas, verdad o desafío, el conocido juego de la botella, todos ellos con cierta connotación sexual.

Por cerca de media hora, encerraron a Mishelle y Juan a solas, para que limaran sus asperezas. En algún momento entró Janeth quien trato de explicar la complicada relación con Juan y su deseo puramente físico, no sentimental para con el hombre. Al fin Mishelle y Juan acordaron una relación más sólida basada en sinceridad de parte y parte. La pareja llegó a besarse y a gozar de sus cuerpos como lo hacían antes, hasta que fueron interrumpidos por el resto de compañeros que los volvieron a incorporar en el grupo. Algo parecido pasó con Federico y Nancy al final el perdón llegó y la vida parecía continuar, parecía haberse superado los desagradables eventos de la noche anterior.

Aunque Mishelle y Janeth podían al menos dirigirse la palabra Mishelle aun guardaba cierto resentimiento con la mujer. A Ella no le convencía del todo la compleja relación entre Janeth o Juan le explicaran. Mishelle continuaba con sus dudas, por lo menos hasta que los muchachos, las involucraron en un juego en el cual prácticamente las obligaron a jugar del mismo bando. Cuando ambas perdieron el juego, se vieron obligadas a pagar la penitencia que era justamente besarse en la boca. A regañadientes ambas cedieron, pero al rato terminaron besándose frenéticamente y acariciando sus cuerpos desnudos. Ese fue el fin de las tenciones entre las dos mujeres o por lo menos eso parecía.

Al llegar la noche, los nuevos amigos, tuvieron que dar por finalizada la jornada, a mucho pesar, pues habían formado un grupo muy ameno y de gustos similares. Todos querían una despedida memorable pero nadie se ponía de acuerdo, hasta que a Érica se le ocurrió una gran idea para terminar la jornada. La idea era simple, dado que la mayoría de los presentes eran mujeres, a Érica le pareció justo que los hombres brinden placer y que mejor forma, que hacerlo con una fuerte dosis de penetración doble, tal como su prima Elizabeth había disfrutado hace poco. Todos estuvieron de acuerdo.

Se formaron dos grupos Federico y Juan en uno de los sofás, Carlos y Hector en el sofá de en frente. Las mujeres se dividieron en sendas filas, al principio la gran mayoría de ellas se colocaron en la fila de Juan y Federico. Entonces entró en juego Victoria, ella puso orden sorteando el grupo al que le tocaba a cada una. Mishelle, Érika y Andrea en el grupo de Juan y Federico. Victoria, Janeth y Nancy al grupo de Carlos y Hector.

Mishelle y Elizabeth tomaron haciendo en los sofás unitarios, sin ganas de participar, aunque ambas posaban cómodamente, parecían haber tenido suficiente sexo ese día. Elizabeth había advertido, más temprano, que no participaría más, en actividades sexuales y todos respetaban su decisión. Mishelle en cambio, no había negado ni afirmado su participación, se veía muy indecisa, perpleja, permitir la entrada de otro hombre en sus entrañas, podría catalogarse como una traición ¿pero entonces que es lo que había estado haciendo con todas sus amigas esta tarde? ¿No era acaso lo mismo? Juan le había dejado a ella la decisión, lo cual lo hacía más difícil. Hacer el amor con otro hombre, iba en contra de sus principios, aun si su novio aprobara la acción. Aun si pensaba solo en placer sexual, su novio podría sacar ventaja en el futuro y no quería friccionar su relación, ahora que de alguna manera lo había perdonado. Mishelle daba vueltas y vueltas el asunto tratando de buscar la mejor salida.

Juan y Federico tomaron posición en el sofá, esperando a que Mishelle se acercara, pero esta se quedó impávida. Sin saber aún qué hacer, Mishelle pidió que Érika o Andrea tomaran su lugar hasta que ella tome una decisión. Mientras tanto en el sillón de en frente Victoria empezó a cabalgar a Hector, sentado sobre el sofá, mientras Carlos se cómodo de pie por detrás he insertó su largo falo en el agujero de su amada, la acción empezó y los gemidos inundaron el lugar.

Érika y Andrea se negaron a tomar el lugar de Mishelle, ellas querían verla disfrutar como la dueña de casa que era. Ambas mujeres se acercaron y hablaron largamente con Mishelle, explicándole los pormenores de este tipo tan singular de penetración. Andrea era la única con experiencia previa en este tipo de arte, si bien ella no gustaba de penetración anal, ya lo había probado ese día y su dilatación le permitiría fácilmente efectuar la posición.

Andrea mostraba explícitamente la forma en la que debía relajar su cuerpo para recibir dos miembros en su interior. Mishelle parecía horrorizada con aquellas afirmaciones. Mishelle parecía no entender, o no querer entender, algo frustrada Andrea dio vuelta completamente y se agachó hasta tocar con sus manos el suelo. Sus dos grandes nalgas estaban a pocos centímetros de Mishelle, esta sonrió abochornada, por el atrevimiento de la mujer, pero también pudo admirar la hermosura de aquellos glúteos redondos y perfilados. Era prácticamente innecesario, pero Andrea separó con sus manos, las nalgas agrandando aún más su dilatado agujero trasero. Desde esa posición hablaba en voz alta a la mujer, esforzándose por se lo mas grafica posible, mientras Mishelle reía incrédula.

Andrea daba órdenes pero Mishelle se negaba, entonces le dijo a Érika – hazlo tú introduce un dedo – Érika no lo dudó, introdujo un dedo en el rosado ano de la mujer, pero este quedaba tan holgado que no ofrecía una explicación clara. Luego introdujo uno más y otro, en total tres dedos dentro del orificio anal de Andrea, simulando una pene en aquella cavidad. Érika actuaba como intermediaria, tomó cariñosamente una de las manos de Mishelle y la subió hasta coincidir con la suya. Le dio confianza, cariñosa le pidió que lo haga. Andrea insistía, ella había practicado sexo anal en el pasado, esperando guardar su virginal vagina para cuando se llegara a casar, pero desistió por lo difícil que se le hacía lograr una dilatación y el dolor que eso provocaba, por tal razón quería enseñar a Mishelle una técnica que minimizaría dicho dolor.

Mishelle ya conocía los genitales de Andrea, no le costó mucho introducir dos de sus dedos en la húmeda vagina de la mujer, entonces Andrea continuó la explicación aun con su cabeza colgando y sus piernas abiertas. Andrea movió las caderas simulando el movimiento que debía hacer la mujer mientras era penetrada. De Alguna manera Mishelle llegó a sentir los dedos de Érika, que presionaban desde la entrada anal. Es la explicación más extraña que un par de mujeres le habrían hecho en su vida. Justo entonces Érika, mencionó un consolador, le explicaba cómo podrían repetir este mismo ejemplo con uno de aquellos singulares aparatos.

Mishelle de pronto recordó la única vez que le había concedido sexo anal a Juan. En aquella ocasión Juan había usado un consolador de gel y mucho líquido lubricante para preparar su agujero. Luego insertó varias veces, hasta que Mishelle se acostumbró a la presencia del objeto extraño. Mientras lo hacía Juan introdujo su pene en su delicada vagina provocándole un placer por demás alucinante. La experiencia habría sido un éxito total, a no ser porque después Juan introdujo su miembro grueso en el mismo agujero anal, eso le causó tanto dolor que prefirió detener la experiencia.

Inesperadamente Mishelle retiró los dedos de Érika y plantó un beso y apasionados lengüetazos en el rosado orificio de Andrea, lo hizo como agradecimiento. Acto seguido se levantó pronunciando palabras casi incomprensibles – lubricante, gracias amigas por la idea, son lo máximo – Mishelle se levantó y ágilmente fue a buscar en las gavetas un frasquito pequeño que lo había escondido hace un par de semanas. Lubricante, el líquido que Juan había llevado y que habían usado una sola vez. Regresó con una sonrisa amplia en su rostro, sacudiendo delicada mente la botellita en su mano derecha, dirigiéndose a los presentes dijo:

–        Ya me decidí, lo voy a hacer, pero con dos condiciones:

Primera, permitiría que Juan y solo Juan la tocase y penetrara vaginalmente, ella no quería tener a nadie más ocupando ese sagrado espacio. Segundo Erika y Andrea debían humectar y en lo posible dilatar su agujero trasero para que Federico, por primera y última vez entrara ahí. Ninguno de los muchachos se negó a las peticiones de Mishelle. Juan tomó asiento y permitió que Mishelle lo montara a horcajadas y cabalgara con su pene incrustado en su jugosa vagina, mientras tanto Érika, Andrea y Victoria, quien había terminado su faena con el otro par de hombres, jugaron, humectaron e introdujeron sus dedos en el agujero anal de Mishelle. Cuando sintieron que era momento Federico pudo penetrar analmente a Mishelle.

Janeth ahora aullaba desesperada, mientras trataba de mover su frágil cuerpo recostado completamente sobre Carlos quien la penetraba vaginalmente, acostado boca arriba sobre el sofá. Al mismo tiempo Hector de pie, con sus piernas abiertas sobre el sofá y reclinado hasta hacer coincidir su largo miembro en la abertura anal de la mujer. Empujaba con tal fuerza que de vez en cuando su escroto chocaba contra el otro falo, hundido en la vagina de la mujer. Janeth chillaba con cada embestida mientras sus genitales se estremecían con aquella singular fusión de dos hombres carnales, pero que actuaban como una sola deidad de placer.

Mishelle empezaba a convulsionar mientras Juan y Federico bombeaban sin parar. Érika, Andrea y Victoria, habían formado una fila, mientras esperaban por su turno jugaban entre ellas, saboreando esos exquisitos cuerpos. Incluso Victoria, que ya había participado en el grupo de Carlos y Hector, esperaba gustosa aprovechándose de sus libidinosas compañeras para saciar un incansable deseo sexual.

Cuando Mishelle alcanzó el orgasmo, dejó a los hombres y mujeres, fue a disfrutar de aquella nueva y deliciosa sensación pos-coito doble. Mishelle acababa de descubrir que su experiencia sexual aún era muy limitada y que quizás se había perdido este tipo de prácticas hedonistas por culpa de su recatada vida social y sexual.

En cuanto Mishelle se retiró continuó Érika y luego Andrea. En el otro sofá, Nancy ahora tenía su dosis doble de placer mientras Janeth había decidido poner se a la fila, para que llegar a disfrutar al fin de Juan ya que en toda la noche no había podido tocarle por miedo a Mishelle. Andrea hizo lo mismo una vez concluido el castigo casi inhumano de Juan y Federico fue a encaramarse con Hector y Carlos, pero apenas y podía moverse con sus temblorosas piernas.

Érika prefirió no continuar, su delicado y pequeño cuerpo, lucia amoratado y desecho por la interminable faena. Ella prefirió quedarse en el sofá disfrutando la vista pero tratando de recuperarse de aquel ardor en todas sus entradas, estaba consciente de haber disfrutado como una loca, pero quizás su cuerpo no estaba preparado para la exageración que había vivido y le estaba pasando factura. Ahora se conformaba con las esporádicas caricias de Mishelle en el mismo sofá.

Penetración doble, se convirtió en el broche de oro de la jornada. Esa fue la primera vez que Mishelle disfrutó de un placer semejante y con mucha insistencia. Para ella fue la primera vez que un hombre diferente a Juan, entró en su agujero anal y aunque no lo vio directamente, sentía que era muy distinto al placer obtenido de un juguete sexual. El  falo hinchado de sangre le había dado un placer especial, sublime. Mishelle tenía cargo de conciencia, aun así sentía que lo disfrutó. Mishelle recordó como en medio de la empalizada, cerró los ojos e imaginó que unos desconocidos la estaban violando. Por extraño que pareciera, la imagen le excitaba demasiado, más de lo normal.

El día terminó cerca de las 9 pm, cuando todos los hombres derramaron su ardiente semen sobre los cuerpos entrelazados de mujeres que dejaban ver su cansancio y satisfacción. La larga jornada les había provisto placeres inimaginables a todas y cada una de las mujeres presentes, y por supuesto también a los hombres. Todos habían salido colmados de éxtasis profundo y duradero. Todos quedaron felices de haber compartido en un grupo de amigos que tenían sus mismos gustos, aficiones y virtudes.

FIN