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La oficina - CapÍtulo 8 - El gran encuentro

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CAPÍTULO 8

El gran encuentro

–       ¿Quién está ahí? -Respondió fuerte una voz femenina, Victoria dio un respingo, palideció, esa voz, esa voz, pensó, le resultó familiar pero no recordó donde la había escuchado antes. ¡Maldición! no es Juan, ¿Quién diablos era esa mujer? definitivamente era una silueta femenina la que se incorporaba de atrás del gran escritorio. La mujer de inmediato dio vuelta y enfrentó a Victoria como una fiera en protegiendo su guarida

–       ¿! Mishelle!? ¡Tú!… tú… ¿qué haces tú aquí? – Victoria perdió toda la sangre de su rostro, completamente horrorizada, como si hubiera visto un fantasma, colocó sus manos cubriendo su cara, queriendo huir del lugar

–       Yo te puedo hacer la misma pregunta -replicó Mishelle con voz segura- esta es mi oficina, que haces tú aquí y vestida así, si es que a eso podemos llamar vestido - hizo una pausa para tomar aire, parecía dilucidar - No lo puedo creer, ya estoy entendiendo a que viene todo esto, es un maldito cerdo, claro tú conoces a Juan, ¿Por eso preguntas por él? dime desde cuando te acuestas con Juan, anda responde –Mishelle alzó la voz alterada pero Victoria no podía dar crédito a lo que estaba pasando, quería que la tierra la tragase, salir corriendo pero sus piernas no le respondían, estaba pasmada, congelada, su boca desencajada no podía pronunciar palabra alguna. Un largo silencio se hizo entre las mujeres, pareció eterno el desafortunado momento

–       Yo, solo –al fin soltó

–       No me digas nada –gritó Mishelle autoritaria- ese Juan, es lo peor que me ha pasado en esta vida, soy la mujer más tonta del universo, como no me pude dar cuenta de lo que estaba haciendo, siempre le creí todo lo que me decía –Al fin Victoria pudo recuperar la compostura, tomó asiento en una de la sillas cerca al escritorio. Respiró pronunciadamente, hasta poder digerir lo que acontecía y poder explicar de la mejor manera la situación.

–       ¿Conoces a Juan? –dijo Victoria, sabiendo lo estúpida que sonaba su pregunta, pero su tono era conciliador

–       ¿Que si lo conozco?, ese maldito hasta ayer era mi novio y socio para colmo, he sido tan tonta – su voz parecía quebrarse.

–       No puede ser, esto no me puede estar pasando

–       Si, te entiendo, te engañó, nos engañó a las dos

–       No, en realidad no, Juan no me ha engañado, me dices que hasta ayer era tu novio, yo apenas lo conozco desde anoche.

–       ¡Ah! ya veo ¿y tan fácil te llevó a la cama? no puedo creer que seas de esas chicas fáciles, no te reconozco, este bastardo ni siquiera esperó un día para buscarse una nueva amante. Me siento tan sucia, me arrepiento de todo lo que viví con él –Mishelle cayó pesadamente sobre la silla más cercana sollozando

–       No, no soy una chica fácil, nunca lo fui y tú lo sabes, jamás había tenido una aventura con un hombre, ni siquiera cuando tú me dejaste – Mishelle levantó su rostro empañado en lágrimas, pero con una mueca de incredulidad. Victoria aprovecho su oportunidad era el momento que había esperado por años - ¿es que ya no recuerdas lo que pasó? un día llegaste y me dijiste que lo nuestro debe terminar, que habías conseguido alguien que te había hecho cambiar y no era precisamente una mujer ¿cómo crees que me sentí entonces? – La voz de Victoria resonó en las paredes oscuras - Luego me enteré que llevabas una relación muy seria y hasta habías puesto un negocio con él. Yo jamás interferí en tu vida después de terminada nuestra relación, me alejé, sin siquiera saber quién era tu novio, no te imaginas lo difícil que fue para mí, jamás llamaste, te olvidaste por completo que existía - Victoria hizo una pausa tratando de contener el dolor que le traían estos recuerdos- Lo que realmente me sorprende es la coincidencia tan grande, casi increíble, justo ahora con el hombre que un día nos separó vuelve a aparecer, no sé qué pasó entre ustedes pero es claro que estas sufriendo por él, te conozco bastante bien. No quiero ser una mala persona, ni alegrarme por tu dolor, pero eso que estas sintiendo ahora, es lo mismo que sentí cuando me dejaste – Mishelle se sumergió en un amargo llanto, su tono altanero había desaparecido de pronto, ahora sollozaba y trataba de articular  una oración completa

–       Yo solo, esto es mi culpa, toda mi culpa –Al fin Mishelle parecía divisar una respuesta válida, plantó su mirada en los ojos de su amiga-  Esto, no es del todo una coincidencia, de alguna manera esperaba que sucediera, pero no de esta forma, no ahora. Imaginaba el día en que llegarías a este lugar, pensé muchas veces en cómo explicarte, pero ahora no tengo palabras

–       ¡Explícate!

–       Cuando empecé este negocio, lo hice con ayuda de tu tía, ella me ayudó con el dinero y me arrendó las oficinas, gracias a la gran amistad que teníamos tú y yo. Tu tía fue muy amable, siempre preguntaba por ti y yo, yo no sabía que responder, siempre espere el día que te encontraría aquí, sabía muy bien de la relación tan estrecha que tenías con ella

El increíble vuelco del destino era completamente irracional, lo que estaba pasando era para volver loco a cualquiera. Hace algunos años Mishelle y Victoria habían sido una pareja lesbiana inseparable, era Mishelle la mujer que Victoria tanto había amado y que un día la abandonó fruto de su amor por Juan. Este dolor tan inmenso que causó Mishelle al dejarla, provocó su aversión por los hombres. Ahora en un giro del destino este mismo hombre había sido quien introdujo a Victoria en el mundo heterosexual. Victoria no encontraba los sentimientos para esta ocasión, hace un momento Juan era un ícono sexual, una experiencia por demás placentera, de las mejores que ha vivido hasta el momento. Ahora se enteraba que fue justamente él, quien la separó del amor de su vida, la mujer con quien inició su vida sexual.

Mishelle tampoco sabía que decir, esperaba un día tener el valor para confesar a Juan su oscuro pasado, pero jamás se hubiera  esperado que su amor lesbiano, terminaría como amante de su exnovio. La vida se tornaba muy complicada, esta  estúpida coincidencia era  quizás una mala pasada del destino o un ajuste de cuentas pendientes. La ira de Mishelle desbordaba todo su delicado cuerpo, pero también estaba consciente del dolor que había causado a su amiga, ella misma había experimentado en carne propia, ese incontenible sufrimiento que le causó alejarse de Juan, la furia que sentía ahora por saberse traicionada y al mismo tiempo la ternura que le inspiraba las lágrimas en los ojos de su amiga. El cólera y  compasión se igualaba y se anulaba, dejando un vacío en sus corazones que podía quebrar al más fuerte. Sin saber que más decir la mujer otra vez rompió en llanto desbocado.

Mishelle y Victoria se abrazaron fuerte y sinceramente, Mishelle lloraba desconsolada mientas Victoria con sus ojos cristalinos, supo afrontar con más aplomo la situación, había llorado mucho en el pasado y miraba la situación con más optimismo. No culpaba a Juan, tampoco a Mishelle, después de todo Juan era un amante excepcional, seguro había hecho muy feliz a su amiga y por supuesto a ella también. Victoria sentía que Juan la había mostrado un mundo oculto, diferente, alucinante y quizás equivocado. Juan la había transportado a un universo nuevo y lleno de posibilidades ahora al fin podría llevar la vida normal que su entorno social le exigía y eso debía agradecerle. Victoria no podía culpar a ese hombre de nada, ni siquiera por el dolor que sentía su amiga, de alguna manera esta situación compensaba el daño que ella mismo sintió y que ahora la renovaba, la convertía en una mujer completamente nueva.

–       Mishelle, olvidemos lo que pasó –dijo Victoria- es mejor para las dos, yo no guardo rencor para ti, en cuanto a Juan, fue maravilloso y entiendo porque me dejaste, pero no quiero ni espero ningún tipo de relación con él, especialmente si eso te lastima

–       Puedes quedarte con Juan –gritó entre llantos Mishelle- yo no lo quiero ya

–       Amiga, Amiga - suspiró- tú sabes que eso no es cierto pero yo tampoco quiero quedarme con él, me ayudó mucho no lo niego, y de alguna manera nos volvió a reunir y por eso no le guardo rencor

–       ¿Juan debe estar esperándote? – dijo suavemente Mishelle como esperando que nadie la escuche

–       No, se fue hace rato, pensé que era él que había vuelto cuando entre al despacho, pero esto es mejor, mucho mejor, te tengo a mi lado y tengo la oportunidad de hablar de nuevo contigo

–       Si amiga, no puedo negar que para mí también es bueno volverte a ver, después de tanto tiempo, te he extrañado tanto y es justo ahora cuando más necesito una verdadera amiga a mi lado. Estas muy linda el tiempo no ha pasado por ti

–       Vamos, que ambas somos muy jóvenes aun y todo este tiempo ha parecido eterno, pero ha valido la pena. Tú sigues siendo una mujer extraordinariamente atractiva, luces espectacular con ese aire de mujer de negocios

Los abrazos duraron mucho tiempo y las lágrimas cesaron, hubo hasta risas y coqueteos de parte y parte. Poco a poco sus cariños fueron reemplazados con generosas caricias. Victoria no dudó más, la besó apasionadamente en la boca, Mishelle intentó rechazarla pero esta no le permitió. Ambas mujeres no tenía nada que perder, se dejaron llevar, se confundieron entre abrazos y besos olvidando todo lo pasado, recordando los buenos tiempos que habían dejado atrás. Nada había cambiado, la pasión seguía encendida, prevalecieron sus instintos. Victoria se despojó de la bata sin nada más encima llevó a Mishelle al sofá, ahí la recostó, se posó sobre su amiga. Hace tanto tiempo que no habían sentido sus cuerpos tan juntos, eran como imanes opuestos que no podían separarse, se acariciaban con tal locura que uno de esos jalones provocó que la blusa que llevaba Mishelle se quedara sin botones.

–       Espera, esto no está bien – dijo Mishelle tratando de recuperar la compostura

–       Todo está bien

–       No, No quiero volver a esto

–       Tranquila, ahora me gustan también los hombres y no te voy a pedir que estés solo conmigo, pero necesito que por esta última vez me hagas feliz

–       ¿Quieres decir que nos estamos convirtiendo en bisexuales?

–       Ya lo somos amiga, ya lo somos pero deja de hablar, solo disfruta este momento

Al fin dejaron toda inhibición atrás, se entregaron a su amor, rosaron sus sexos, sus senos, su amor. Mishelle retiró su top para que Victoria pueda jugar con esos delicados y bien formados senos, los mordisqueó, ella sabía lo sensible que se ponía cuando su amiga cuando hacía eso. Luego retiró su ropa íntima inferior, levantó la falta que llevaba y procedió a masturbar el limpio sexo de Mishelle. Ella quiso corresponderle y fue la primera en arrodillarse para introducir su rostro entre las desnudas piernas de Victoria, ella conocía muy bien la fisonomía de su compañera, sabía además lo que le gustaba. Había pasado mucho tiempo y Mishelle temía haber olvidado las técnicas satisfacción femenino, pero se esmeró y no tardó mucho en recordar tan finos artes con su lengua. Mishelle se deleitó sin apuro de todos los líquidos que su amiga le ofrecía. Cada vez que restregaba su ávida lengua contra el húmedo sexo, su propia intimidad se contraía deseándola aún más. Victoria gemía fuertemente, señal inequívoca del placer que estaba sintiendo, los gemidos se convirtieron en gritos desesperados y el éxtasis llegó estruendoso. Victoria replico el placer en su amiga y ambas se fundieron en tiernos desfogues de pasión como lo habían hecho en el pasado, pero esta vez sin temor al futuro…

***

–       Bueno les traigo también una sorpresa –gritó Juan feliz- ya que todos estamos aquí tan… en onda –guiñó el ojo observando la desnudez de todos los presentes -me pareció buena idea traer unos invitados, podemos pasar un buen rato, pasen por favor –dijo levantando la voz

Pasaron entonces los oyentes que esperaban tras la puerta, Elizabeth, Andrea, Janeth, Érika y al final Hector. Federico trató de buscar algo con que taparse, en un esfuerzo inútil y pudoroso. La rapidez con la que entraron los invitados apenas le permitió ocultar su miembro con ambas manos. Elizabeth la primera en saludar, pasó confiada, plantó un sonoro beso en la mejilla que hizo sonrojar a Federico - vamos chico déjanos ver que tienes por ahí, nos gustaría conocerte mejor  – Elizabeth reía coqueta - luego saludó a Nancy, con un beso cómplice  en la boca, ella reía y dejaba ver su desnudes sin el menor decoro. Cuando Elizabeth saludó a Carlos, lo miró con desconfianza como analizándolo de pies a cabeza, no lo conocía y como siempre tenía sus reservas con la gente nueva, como ella les decía a los desconocidos. De uno en uno fueron desfilando, saludándose y conociendo al resto de invitados. De pronto se escuchó unos fuertes gemidos en la oficina de junto

–       ¿Pero qué está pasando por allá?-preguntó Juan- ¿quién nos falta aquí? parece que adelantaron la fiesta – Juan se dirigía a Federico y Nancy, pero ellos se miraron cómplices sin saber que decir – bueno yo mismo voy a ver qué pasa, el resto siéntese y acomódense, están en su casa, ahora regreso

Juan se atrevió a hacer lo que tanto habían discutido sus amigos. Se acercó discreto a la puerta que comunicaba las dos oficinas, la empujó suavemente mientras esbozaba una sonrisa de curiosidad. Se introdujo con cautela, trató de ver en medio de la oscuridad, pudo discernir al fondo, dos cuerpos sobre el sofá, mismo sofá en el que horas antes había poseído a Victoria. Se acercó lentamente, sin hacer el menor ruido, reconoció rápidamente a la mujer que estaba de espaldas, arrodillada sobre el piso, recordaba muy bien esas nalgas blancas perfectas, completamente desnudas. Era Victoria y tenía su cabeza hundida entre las piernas esbeltas de alguien más. Se acercó para tener un mejor ángulo, si, definitivamente era una mujer, pero ¿Quién? Esas piernas parecían conocidas, le traían recuerdos… ¿puede ser? Si, al fin la reconoció - ¡no lo puedo creer! – Juan no daba crédito a lo que estaba observando, sus ojos se adaptaron completamente a la oscuridad, la escena se aclaró, se aproximó con cautela hasta ubicarse justo frente a la pareja, en medio de la improvisada sala, no cabía la menor duda eran ellas, las mujeres no se percataron de su presencia. Victoria estaba concentrada en su trabajo mientras Mishelle tenía sus ojos cerrados y gemía fuertemente.

–       Mira esto, jamás lo hubiera imaginado – dijo Juan en voz alta y una sonrisa irónica. Las chicas voltearon con sorpresa pero con reacciones distintas. Victoria volvió su mirada con una sonrisa al reconocer el timbre de voz, como si hubiera esperado a quien hablaba detrás. Lanzó una mirada de satisfacción, como si acabara de obtener un gran premio, se incorporó como pudo mientras limpiaba los restos de jugos de su rostro, lanzó un beso volado a Juan usando su mano derecha y luego chupó los líquidos de su dedo índice de forma muy sensual. Mishelle, reaccionó asustada, cerró sus piernas como impulsadas por un resorte e intentó cubrirse. Parecía que la habían descubierto haciendo algo ilícito, quizás era ilegal esto que estaba haciendo, pensó, intentó huir, pero entonces se inyectó de toda la furia que aun llevaba en sus venas

–       ¿Cómo te atreves a venir desgraciado? a ti que te importa lo que yo haga – gritó Mishelle – ¿No sabes tocar antes de entrar?

–       Esta también es mi oficina, tengo derecho a estar aquí, y más ahora que veo que mi novia está divirtiéndose

–       Yo no soy más tu novia y prefiero que te vayas

–       ¿Porque tanta agresividad? Hace un rato lo estabas pasando muy bien con Victoria, solo quiero ver que más pueden hacer, jamás imaginé que Victoria fuera capaz de involucrarte en estos juegos, he creado un monstro, o quizás nunca te conocí Mishelle

–       Tal parece que no la conociste –respondió Victoria, esbozando una sonrisa malévola en su dulce rostro, se disponía soltar todo su veneno - nosotros tenemos una larga historia cariño, me sorprende que no estuvieras enterado – Victoria parecía divertida mientras Mishelle, se encogía de hombros bajando la mirada, intimidada

–       Bueno, espero que pronto me cuenten su historia, me interesa de sobre manera, creo que no he sido el único que guarda secretos, pero sigan yo no vine a interrumpirlas, es más me gustaría ver que más saben hacer

Victoria se sitió satisfecha, tenía la intención de hacer exactamente lo que decía Juan, se abalanzó sobre Mishelle, pero ella la rechazó intimidada por la presencia del hombre

–       Quiero que te vayas Juan, no puedo verte aquí – gritó Mishelle, en ese preciso instante se abrió la puerta que comunicaba los despachos, entró rauda Elizabeth en busca de Juan, pero de inmediato entendió lo enredado de la situación

–       Perdón ¿interrumpo? ¡Ah! Mishelle no sabía que estabas aquí, si quieren vuelvo luego

–       No, no es necesario – dijo Juan – ven a mi lado

–       ¿Estás seguro? Creo que había entendido que a Mishelle no le gustan este tipo de cosas

–       Tranquila, ella no es más mi novia y tal parece que ya encontró otra diversión, ven por favor acércate

–       Está bien

Elizabeth se acercó con pasos firmes, chocando escandalosamente sus tacos sobre el piso de madera, contorneaba sus curvas sin compasión. Juan tomó asiento sobre el extremo del mismo sofá en que aún se encontraba Mishelle con su amante, en esa posición esperó a Elizabeth, esta se colocó justo en frente, Juan separó un poco sus piernas para tenerla aún más cerca y poder rodear con sus brazos por la estrecha cintura de esta excepcional mujer. Ella colocó delicadamente sus blancas manos sobre los hombros de su amigo, luego las deslizó suavemente por la amplia espalda de Juan. Elizabeth bajó su rostro hasta que sus labios estaban a la misma altura de los del hombre que tenía en frente.

–Lo ofrecido mi querido amigo, tienes prioridad sobre cualquier persona aquí puedes hacer conmigo lo que gustes - decía Elizabeth coqueta  mientras se inundaba de ese aroma masculino tan apetecible, lo besó sensualmente en el rostro y labios

–Es un sueño hecho realidad – atinó a decir Juan en cuanto pudo, lo hizo en vos alta para que Mishelle lo escuchara

–No exageres no es para tanto

–Ya lo veremos – Completó Juan, volviendo a la acción, chupando nuevamente los carnosos labios de Elizabeth, se besaron frenéticamente.

El rostro de Mishelle se crispó, no podía creer lo que estaba pasando, el coraje le hizo reaccionar, no iba a dejar que se burlen de ella, tomó la iniciativa, empezó a besar a Victoria al otro extremo del sofá. Elizabeth mientras tanto se despojaba de las tiras del vestido, dejando salir sus hermosos y redondos senos. Juan no esperó más, los saboreó tomando uno en cada mano, calzaban justo, el tamaño perfecto para sus grandes manos, era una delicia, saborear esos pezones rozados a punto de estallar, era la gloria misma su excitante sabor. Elizabeth sabía de sus encantos y sabía cómo volver loco a su pareja, levantó su lo que colgaba de su vestido, en vez de bajarlo completamente, dejó ver sus hermosas y perfectas nalgas. Esto despertó los celos guardados de Mishelle, que no podía creer el descaro, no iba a dejarse humillar, invitó a Victoria a posar en un intricado 69, una posición en la cual eran expertas. Victoria se posó sobre Mishelle abriendo sus piernas y colocando su sexo en la cara de esta mientras Mishelle separaba completamente las piernas en el mismo sofá frente a su ex novio. Juan miró de reojo lo que Victoria iba a hacer justo ahí. Para ese momento Elizabeth ya había sacado el miembro de Juan y lo sobaba con ambas manos. La erección de Juan era perfecta, el falo fogoso en manos de Elizabeth era grueso, largo venoso y lucía hinchado, rojo como hierro candente.

El calor se incrementó en el despacho, la rubia se acomodó dando las espaldas a la otra pareja, de rodillas sobre el sofá mientras Juan yacía sentado sobre el extremo más alto del mismo mueble. Desde esa posición Juan observaba la escena completa en primera fila. De pronto el hombre sintió los labios de Elizabeth deslizándose a lo ancho del poderoso miembro. Una lengua ardiente jugaba con su glande, provocando una sensación de ensueño, una experiencia conocida y sin embargo totalmente diferente a las vivencias anteriores. La hermosa mujer lamía su pene, mientras su novia hacia un 69 con una amante a la cual el mismo había poseído hace pocas horas, esto era el cielo mismo. La boca de Elizabeth era realmente experta, se movía con ligereza, conocía de estos artes, usaba todos sus recursos, lamía, succionaba, mordisqueaba bebía y escupía, desde sus testículos hasta su glande. Juan cerró sus ojos y se dejó llevar por la lujuria. Victoria en cambio abrió sus ojos más de lo normal, levantó su rostro como pudo desde su posición actual, notó justo frente a ella el hermoso y bien formado trasero de Elizabeth, una verdadera obra de arte que se movía tentadoramente provocándola, mientras su dueña saboreaba el pene de Juan.

Las nalgas de Elizabeth eran bellas, amplias, redondas. Victoria debía reconocer la perfección de la escultural mujer. Victoria sentía algo de envidia pues su cuerpo aunque hermosos jamás llegaría a la exquisitez del que tenía en frente. Enceguecida por la lujuria, Victoria no podía pensar bien, solo actuaba, sus acciones eran reflejo de un instinto animal, estiró su mano, tanteó esos perfectos glúteos, rodeando sus curvas, torneando sus pliegues hasta llegar a una perfecta y bien depilada vagina. Victoria introdujo fácilmente dos dedos entre unos rozados labios tímidos, los remojó con una suerte de jugos que escurrían de aquella vertiente de placer, no lo dudó se los llevó a su boca. Elizabeth regresó a mirada y la plantó sobre Victoria tratando de reconocerla, pero no pudo. Entonces miró a Juan quien parecía conocer a la mujer. Él podía leer sus pensamientos, asintió con una sonrisa y con este solo acto Elizabeth entendió que Victoria podría ser una persona de confianza. Elizabeth dio su consentimiento y se dejó hacer. Victoria aún más excitada que antes, no se dio cuenta de todo el proceso por el que había pasado, repitió la acción algunas veces. El sabor impregnado en sus dedos tenía algo diferente, algo nuevo y excitante. Victoria había estado con otras muchas mujeres antes, pero este sabor era no tenía comparación, algo especial, único quizás, único y envolvente. Embelesada por el deleite de sus papilas gustativas, no pudo contener un orgasmo instantáneo que sacudió su vientre e inundó de gritos y gemidos el lugar. En ese instante solo pasaba por su mente, las escenas de Juan compartiendo con Elizabeth, se propuso a sí misma, tomar a esa mujer si había la oportunidad.

Los gritos de Victoria incrementaron la excitación de Elizabeth, decidió que era tiempo de ser penetrada. Se incorporó pero Juan tenía una mejor idea, quería hacer un 69 también y así lo hizo. Juan giró a la mujer frente a él, colocándola en cuatro con su enorme culo frente a él. Luego metió ambas manos por entre las esbeltas piernas, agarrándola fuerte por la cintura. Hábilmente la levantó, como si no representara el menor esfuerzo para él, la chica soltó un grito corto de sorpresa, colocó esas bellas nalgas en una posición difícil justo frente a su rostro y continuó levantándola. En esa posición Elizabeth ya había engullido el largo pene de Juan. Pronto ambas piernas de Elizabeth coincidieron con los hombros de Juan, una de cada lado, y el húmedo sexo justo en frente. La mujer ahora estaba completamente vertical, con las piernas abrazando la cabeza de Juan y su boca empotrada, en el duro miembro de Juan como una viga de soporte. Él la sujetó fuerte en esta posición, como si de un juguete se tratara, sus brazos fuertes impedían que resbalase mientras sus dos manos trataban de separar los esbeltos glúteos desde atrás. Saboreó directamente el sexo de Elizabeth, por primera vez, fue la mejor sensación de su vida, sin duda un sabor único y diferente, un sabor comparable al de las rosas mezclado con agua miel, un líquido que Juan había probado solo una vez en su vida. Este sabor no solo se podía apreciar en sus labios mayores o menores, también lo destilaba en los jugos amorosos que la mujer excretaba. Solo ahora entendía porque tantos hombres la deseaban. La sensación era única, la textura, el olor, todos los sentidos eran cubiertos por la inolvidable experiencia. La excitación se incrementaba aún más, la mujer parecía conectada de alguna manera a su cuerpo mediante la voraz boca que devoraba su miembro y parecía desgastarse con cada succión. Esta diosa parecía tener algún poder especial para absorber la propia alma de su víctima cada vez que mamaba sin compasión. El corazón de Juan latió fuerte, sentía como si fuera a morir, envuelto en aquellas sensaciones únicas de lujuria y placer.

Juan logró un orgasmo de Elizabeth con mucho esfuerzo y concentración, pues estuvo a punto de terminar en la boca de esta mujer. Era muy difícil resistir a una amante de este tipo pero lo consiguió con su frente empapada de sudor y rostro impregnado de líquidos exquisitos. Juan soltó lentamente a la mujer, de la misma forma en que la había subido, en cuanto la mujer estuvo sobre sus cuatro extremidades sobre el sofá, se incorporó y dio vuelta para montar al hombre. Elisabeth pronto estuvo ensartada a horcajadas sobre el hábil Juan. La mujer rodeó sus atléticas piernas en la cintura de su amante. Esta posición le gustaba a Elizabeth porque tenía el control, subía y bajaba a su gusto, hasta provocarse los orgasmos que fueran necesarios. Estos momentos de pasión eran un verdadero premio para la mujer. Ella siempre estaba en la búsqueda de un orgasmo que la llevara al cielo, la exprimiera hasta la última gota de placer. No importaba donde ni con quien, solo importaba conseguir ese preciado tesoro que daba sentido a su vida. Cuando alcanzaba el clímax, su ambición crecía y deseaba otro y otro, sin parar, como una droga, como si de eso dependiera su aliento de vida, por eso le gustaba tanto el sexo, por eso buscaba siempre el placer, era lo único que le llenaba por completo en todos los sentidos.

Juan seguía penetrándola sin compasión, la dilatación de la mujer, hacía fácil la entrada y la salida, pero él quería aún más, faltaba lo mejor y resistía los espasmos de la mujer, que se extendían por todo su falo. Elizabeth tampoco parecía ceder pese a sus múltiples orgasmos, seguía con su cadente movimiento, arriba, abajo. Juan le pidió que se levante y de inmediato le dio la vuelta, colocándola de tal manera que soporte todo su peso sobre las cuatro extremidades. Sin dudarlo, Juan la penetró por detrás, su ano era algo delicioso, casi divino, como si hubiera sido hecho para Juan. Ella disfrutaba también de esa posición, al rato llegó a otro orgasmo y Elizabeth rompió en gritos desesperados.

La pareja lesbiana yacía entrelazada, tratando de superar los espasmos que aun recorrían sus cuerpos, justo en frente de Juan y su amante. Victoria parecía recuperarse, fijó su vista en la mujer que tenía en frente, la miró lascivamente, no dudó más, se deslizó hábil apartando los brazos de su amiga. Gateando, Victoria se acercó a Elizabeth y le plantó un beso en los labios mientras Juan no paraba de castigarla por detrás. Juan tomaba con sus dos manos las enormes nalgas de Elizabeth, las empujaba o jalaba según el momento, era fácil adaptarse al curvilíneo cuerpo, mantenía un ritmo envidiable, adentro y afuera, otra vez sin compasión, choque de piel contra piel. Victoria acariciaba los hermosos senos de Elizabeth e invitó al juego a Mishelle, que aun yacía bajo la mujer. Mishelle prefirió mantenerse al margen al principio, pero luego accedió algo tímida. Mishelle se incorporó y se ubicó junto a su amiga, empezó acariciando los hermosos senos de Elizabeth, un calor algo incómodo recorrió todo su cuerpo y fue a posarse bajo su vientre. Era la primera vez que tocaba un cuerpo femenino diferente al de Victoria. El morbo que le producía esta nueva experiencia parecía gustarle. Esta mujer era demasiado hermosa, para arrepentirse, su piel tersa resultaba tan apetecible al tacto, que pronto se arriesgó a saborear esos hermosos globos de aureolas rosadas, los besó y lamió. Los firmes senos de Elizabeth se endurecieron aún más, los delicados pezones parecían hincharse con cada mordisco de Mishelle, una excitación extrema le hizo gritar a Elizabeth como una loca.

En ese momento, entraron al despacho los demás invitados. Nancy a la cabeza, completamente desnuda, de la mano de Federico que parecía bastante abochornado. Luego entraron las demás chicas aun vestidas, al final entraron Carlos y Hector intercambiando impresiones. Juan parecía a punto de terminar pero la gente lo distrajo y logró contenerse. Juan respiró profundo, su atlético cuerpo sudaba sin control, su pelvis seguía chocando contra los glúteos de la mujer, intercalando penetraciones vaginales y anales sin cesar. Elizabeth recibió un último impacto, casi brutal el cual fue  imposible contener, la mujer salió disparada sin fuerzas hacia delante y cayó rendida entre sus dos compañeras, Mishelle y Victoria. La mujer quedó semi inconsciente, retorciéndose con fuertes estremecimientos en todo su cuerpo. En ese mismo instante, el miembro de Juan salió disparado de las entrañas de la mujer, brillante y salpicando exquisitos líquidos femeninos por doquier, mientras el mismo Juan soltaba un gemido gutural estremecedor. Mishelle y Victoria se arrojaron, sobre la mujer, como animales salvajes animados por el rugido de su macho, queriendo devorar a su presa, con besos y caricias. Los invitados, maravillados por la espectacular escena, se acomodaron en los alrededores del sofá, deseosos de encontrar el mejor ángulo para observar el suceso.

Nancy se acercó confiada, quería participar de la acción, miró a Juan, exhausto aunque con su pene rígido y apetecible. Se mordió el labio inferior sensualmente, deseando ser llenada otra vez por ese hermoso mástil cargado de placer. Juan miró los ojos entornados y loa labios entreabiertos de la mujer. Él sabía el morbo inmensurable que producía en Nancy, un falo erecto he impregnado del sexo de otra mujer. Juan se bandereó tranquilo, esperando la siguiente acción de la mujer. Ella retiró suavemente una gota de sudor que escurría por las mejillas del hombre, luego bajo ambas manos por el húmedo cuello, se deleitó con el aroma tan refinado de aquel varón. Luego posó sus dedos en los fuertes hombros y retiró delicadamente la banca camisa que aun colgaba sin ningún botón abrochado. Nancy posó ambas manos en los abultados pechos de Juan, deleitándose de tal exquisito ejemplar, hizo aún más presión en su labio inferior sintiéndose incapaz de resistir, sus ojos lascivos prometían tanto placer:

–       Vaya obsceno espectáculo estás dando, podría acostumbrarme a estas impúdicas delicias… – se detuvo de repente cuando miró quien estaba a su alrededor y agregó tratando de no delatarse - Pero a quien nunca hubiera imaginado encontrar aquí, es a Mishelle – Miró fijamente a su amiga como reprochándole - ¿Qué haces aquí? no sabía que te gustaba… – Mishelle volvió la mirada apenas percatándose de la presencia de su amiga, en ambiente se hizo tenso, sintió rabia, la forma como miraba a su ex novio revelaba el tipo de puta que era, se imaginó cuantas veces pudo poseer a su ex novio quizás ahí mismo y ella la creía su amiga, quería destruirla, la adrenalina del momento le hizo responder altanera

–       ¿Y tú? Solo mírate, jamás me imagine lo perra que eras – Nancy se echó a reír alegremente

–       Por favor amiga, aun no has visto nada

El comentario molestó mucho a Nancy, le fastidió la hipocresía de su amiga, estaba dispuesta a mostrar de lo que era capaz. Pareció restarle importancia, volteó y se reclinó un poco levantando ligeramente sus hermosas nalgas las cuales fueron a rozar justamente con el erecto miembro de Juan, restregó un par de veces aquellas prominentes y morenas caderas fingiendo inocencia. Luego volteó desde esa posición, invitó a Federico para que se acerque. Cuando Federico lo hizo, posó sus manos sobre el flácido pene de su novio, acariciándolo – Es hora que despiertes mi amor – le habló como si de una persona se tratase. Los movimientos de las hábiles manos de Nancy parecían tener efecto y poco a poco el miembro de Federico despertaba. Nancy aprovechó para retroceder un poco más, lo suficiente para aprisionar con su enorme trasero el pene rígido de Juan. Ella contraía sus elaborados glúteos aprisionando el mástil con cada acción, entonces regresó la mirada y le guiñó un ojo dando su aprobación. Ella sabía lo que quería, siempre le había excitado la idea de que Juan la pudiera penetrar mientras su novio la observaba. Juan no pudo esperar, tomó las nalgas de Nancy, las amasó con fuerza, recorrió hábilmente todos los pliegues, mojando su dedo índice con lo líquidos que ya aparecían. Separó los glúteos de la mujer con sus dos manos, buscaba un intrincado agujero anal, introdujo uno de sus pulgares en la estrecha abertura, lo bordeo acariciando, mientras con los demás dedos recogía fluidos vaginales. Luego Juan humectó su miembro y apuntó en la entrada y empujo fuerte, bastó una sola embestida para clavarlo completo, hasta dentro. Nancy nunca esperó ser penetrada de esa manera, esperaba que Juan entrara primero por su vagina, pero jamás lo especificó y ahora era demasiado tarde. Nancy ahogó un grito con el pene de Federico ocupando toda su boca, no pudo evitar que una lágrima se escurriera de uno de sus ojos. Juan estaba plenamente dentro de aquel conocido orificio, había penetrada así muchas veces a esta mujer. Esta vez sin embargo Nancy estaba desprevenida, quizás la presencia de su novio no le permitió analizar bien la situación. Nancy no tenia de otra alternativa, tenía que aguantarlo. Sus gemidos amortiguados, no parecían ser atribuibles a placer alguno y su novio se dio cuenta de esto. Quiso reclamar a Juan por la lamentable situación de Nancy, pero esta lo miró a los ojos y succionó aún más fuerte, provocándole un placer difícil de aguantar. Juan empujó muchas veces más, con fuerza como le gustaba a Nancy. Entrando y saliendo muy rápidamente, su ano era amplio, no representaba mayor esfuerzo, al rato sintió como Nancy se relajaba y empezaba a disfrutar la penetración.

Después de unos diez minutos de castigo constante sobre Nancy, al fin Carlos se animó a participar, se acercó, solicitó el permiso de Juan para intervenir. Juan asintió des complicado, retiró su largo pene dejando visible un hoyo grande y profundo.  Aquella caverna dejaba ver las dilatadas entrañas de color café pálido. Juan se hizo a un lado para que Carlos ocupara su lugar. Carlos cargaba una erección irreverente. Por alguna razón esta mujer que había sido su primera amante le provocaba tanto deseo hedonista. Deseaba poseerla estaba dispuesto a tomarla por completo, sin pensarlo resbaló por el enorme agujero que había dejado aquel hombre. Carlos estaba diferente, su timidez quedó a un lado, estaba disfrutando tanto de esta mujer, que no le importaba que frente a él, Nancy estuviera practicando una felación a su novio.

Nancy abrió sus ojos cuando sintió un cuerpo diferente penetrando sus entrañas, las envestidas eran ahora rítmicas, seductoras, casi tiernas. La mujer apenas volteó para mirar, reconoció al hombre, lo había deseado hace menos de una hora en el despacho de junto, pero su sueño venéreo se había truncado por el rápido clímax que alcanzó el hombre. Era momento de recibir ese placer tan epicúreo. Juan la había dejado tan dilatada, que cada empujón del muchacho era una descarga de placer delicioso.

Juan se retiró satisfecho, limpió el sudor de su frente con uno de sus brazos. Observó al resto de asistentes apostados alrededor de los muebles de la sala. Ellos miraban atentamente cada acción, nadie más se atrevía a participar. Juan caminó confiado hacia  un extremo de la oficina, ondeando su falo en punta, buscaba un respiro y un sorbo de agua. Justo ahí de pie junto al abastecedor de agua, encontró a Érika, quien no le apartaba la vista de encima

–       Hola – dijo Juan a Érika

–       Hola- Respondió la mujer- veo que te estás divirtiendo

–       Si claro…  ¿y tú que estas esperando? – Juan tomó un vaso y llenó de agua del botellón que había en ese lugar

–       Estoy buscando algo que me guste

–       Ya veo ¿Y lo encontraste? – respondió Juan entre sorbos largos de agua

–       Parece que sí –Érika le giñó un ojo coqueta - eres difícil de resistir, tal como me comentó Elizabeth

–       ¿A qué te refieres? –contestó Juan haciéndose el desentendido

–       ¿Te gustaría?... que tú… y yo

–       Claro que si hermosa, no digas más, ven acércate, no tengas miedo

Érika se aproximó a Juan, lo abrazó y tocó su cuerpo desnudo, cerró los ojos para sentirse en el cielo

–       No puedo resistir un hombre tan atractivo desnudo – dijo Érika haciéndose de Juan

–       Soy todo tuyo – contestó Juan acariciando la larga espalda de la mujer

Érika se puso de rodillas, deslizando sus manos por el torso perfilado y varonil de Juan. Fue directo al mástil que había estado presionando su cuerpo cuando lo abrazaba. Se apodero de él con ambas manos, lo sobó, acarició con desdén hasta que al fin se lo llevó a su delicada boca. Empezó a chupar el pene grande y aun erecto de Juan con toda la ternura que sus finos labios le permitían. Muy delicadamente bajó, lamió los testículos con su tímida lengua, lo hizo despacio y fue subiendo hasta llegar al glande. La acción atrevida de Érica fue un incentivo para el resto de invitados que empezaron a participar.

Andrea miraba atenta la escena, sintió que le recorría un escozor cálido en lo más profundo de su vientre. Sus mejillas se ruborizaron haciendo juego con su enrojecido cabello. El calor inundó su ser y no aguanto más se despojó ágil de su vestido, mostrando su escultural figura, no llevaba nada más debajo. Dio vuelta sobre sus tacones parsimoniosa, fue colgar la tela con especial cuidado en uno de los ganchos tras ella. Entonces fue a buscar a Hector, que estaba justo frente a ella de pie junto a uno de los sillones individuales. Casi al mismo tiempo movida por el mismo resorte salió Janeth en busca de Hector.

Juan quiso ponerse cómodo e invitó a Érika a pasar a uno de los sillones libres. Tomó suavemente ambas manos a de muchacha y la jaló caballerosamente para que pueda incorporarse. Érika sonrió y se adelantó a donde Juan le indicaba, moviendo cadenciosamente sus caderas. Érica llegó y se acomodó en el sillón, mientras Juan se ubicaba frente a ella, apuntando su firme pene al rostro de su nueva amiga. Ella lo tomó una vez más, con una de sus manos, lo ubicó entre sus susceptibles labios para retomar su acto de felación. Érika quiso aprovechar la libertad de sus manos para quitarse sus ropas. Con su boca absorbiendo la dura viga que tenía en frente, se le dificultó retirar sus prendas de vestir. Llevaba puesto un suéter grueso de lana sobre una blusa blanca muy elaborada, unos vaqueros muy apretados que realzaba sus caderas amplias, botas altas casi hasta las rodillas. Por debajo ropa interior blanca muy sexy de diseñador. Érika no estaba preparada para la ocasión, nunca se imaginó que en su primera salida a la ciudad, tendría que desnudarse tantas veces y menos que su prima tuviera planes tan diversos para ella.

Érika es una chica de facciones delicadas, cabello rubio oscuro, lacio, hasta los hombros, su piel blanca como la nieve e impecable como si nunca recibiera sol. Su cuerpo largo más bien delgado un metro con sesenta y ocho, pero bien proporcionado, ojos claros, una mezcla de celeste-plomizo, hermosa como ninguna, rostro ingenuo. Una chica de ciudad, de primer mundo, mente abierta y dispuesta a vivir la vida. Su vida sexual estuvo plagada de relaciones con chicos de su edad, mientras estudiaba en estados unidos. Sin embargo jamás pensó estar involucrada en este tipo de aventuras y menos en un país ajeno justo cuando visitaba a su prima a quien quería y respetaba mucho. Se alegró mucho de estar al día con su método anti-conceptivo pues en estas circunstancias no quería tener sorpresas, internamente agradeció a su novio que insistió tanto para que se haga colocar las inyecciones.

Juan se apartó un poco mientras Érika se desnudaba frente a él. Observó en el sofá de su izquierda se encontraban Andrea y Janeth turnándose para saborear el pene de Hector. Él estaba sentado en el medio mientras las chicas de rodillas en el suelo una de cada lado del hombre, ellas compartían el juguete que Hector ofrecía entre sus piernas. Andrea estaba completamente desnuda, bandereando su hermoso trasero al aire. Desde la posición de Juan se podía ver una bellas nalgas bien contorneadas y una delicada vagina húmeda. A Juan le pareció que no estaba bien dejar esa delicia ahí sola. Dejó un momento a Érika y se acercó dando un par de pasos. Acarició las blancas nalgas con sus manos bien abiertas, rosó aquellos agujeros con sutileza. Andrea regresó la vista y encontró a Juan entretenido, ella le dio su aprobación con una sonrisa. Juan no espero más apunto a una de sus entradas con su falo duro y luego empujó. Juan conocía muy bien a su pareja, fácilmente incrustó su miembro en la vagina de la mujer. Juan empujó fuerte varias veces, sacando algunos gemidos de Andrea. Janeth desvió sus ojos para mirar lo que estaba pasando junto a ella. Sintió envidia pues también quería ser penetrada pero esta aun llevaba su ropa puesta. Quiso deshacerse de sus prendas de vestir pero Hector la obligó a seguir con su trabajo.

Juan continuó con sus embestidas, cada vez más duro, para calentar lo suficiente a Andrea, no perdió más tiempo y fue a lo que realmente le interesaba. Retiró cuidadosamente su pene del interior de la mujer, luego separó con sus manos las nalgas dejando a la vista el dilatado ano de Andrea. Apunto a su objetivo, insertó de un solo golpe hasta el fondo. Andrea dejó escapar un gritó mientras clavaba las unías en la pierna descubierta de Hector. De inmediato soltó el pene de Hector, invadida por un dolor insoportable. Cerró los ojos atónita por el hierro ardiente que la atravesaba desde atrás. La mujer separó sus labios respirando angustiosamente sintiendo que la brutal perforación la partía en dos. Juan insistió en el estrecho agujero, empujaba suave, esperando que la abertura se dilatara más y lo dejara pasar son soltura. Las paredes anales titilaban como tratando de expulsar el objeto extraño. Andrea parecía recuperar el aliento y Juan pudo resbalar su miembro con más confianza, más rápido.

Andrea no gustaba de ser penetrada por detrás, en otras oportunidades le había prohibido a Juan que entrara por ahí.  Precisamente por eso para Juan era una obsesión y quería poseerla, no podía dejar pasar esta oportunidad. Ahora que él estaba en su “casa” ella no se podría negar. En el pasado Andrea había practicado este tipo de penetración y había disfrutado mucho, había logrado orgasmos aún más largos y placenteros que cuando era penetrada vaginalmente. Sin embargo, le aterraba el terrible dolor que le causaba al principio. Además Andrea pensaba que solo las prostitutas se dejaban tomar por detrás. Ella es una chica muy decente y no podía rebajarse a disfrutar de esos placeres tan mundanos. Solo a dos hombres antes, los había dejado entrar por ahí y ahora Juan, que sin su permiso estaba internándose en aquel orificio. Andrea tenía muy claro que ese día las condiciones eran muy diferentes. Había sido invitada por Juan, estaba en un lugar que le pertenecía, lo menos que podía hacer es comportarse incorrectamente, además era muy tarde para arrepentirse, ya lo estaba disfrutando y aún más estaba a punto de explotar en un fuerte orgasmo.

Los gritos de Andrea iban en aumento cuando Juan, sintió las manos de Érika en su espalda llamándolo. Juan estuvo satisfecho por su logro, ahora tenía que continuar con lo que había dejado pendiente. Janeth había dejado a Hector y se había ubicado de rodillas con su rostro a la misma altura que las nalgas de Andrea. Ella esperaba ansiosa la salida del  pene de las entrañas de Andrea, quería saborearlo, pero cuando Juan al fin lo retiró, rechazó a Janeth y fue directo a Érika. Él no tenía intención de volver a caer en esos juegos de Janeth. Ella se sintió ofendida, sin entender porque la rechazaba. Érika tomó a Juan por su pene, con su mano izquierda, lo jaló delicadamente y lo colocó frente a ella mientras tomaba asiento en el mismo sillón que había estado antes.

Érica lucía ahora completamente desnuda, sus grandes senos lucían firmes, con aureolas rosadas y pezones apuntando al cielo. Su sonrisa era maliciosa y sus ojos brillaban lascivamente. De inmediato devoró el falo, mirando al hombre a directo a los ojos. Su boca succionaba como solo ella sabía hacerlo, lubricaba todo su miembro delicadamente con su lengua. A Érika le gustó el pene de Juan, desde la primera vez que lo vio en acción, dentro de la vagina de Elizabeth. Sabía que si su amiga lo estaba disfrutando a ella también le haría bien. Érika tenía un sexo amplio completamente depilado, mojado y listo para ser penetrado. La mujer no podía esperar más, se recostó más sobre el sillón mientras levantaba y separaba sus largas piernas. El paraíso se abría ante los ojos de Juan. La visión era tan maravillosa que sintió ganas de arrodillarse y saborear esa delicia. Sin embargo Érika no se lo permitió, pues estaba tan mojada y dilatada que sentía algo de vergüenza, además la noche anterior había tenido tantos amantes dentro, que no le pareció correcto – Quiero que me penetres – le dijo y Juan aceptó de inmediato comprensivo.

El hombre ubicó su pene en la entrada chorreante, ella se acomodaba con sus dos piernas sobre sus hombros. Este empujó su miembro, entró fácilmente en la húmeda cueva de Érika. Ella lo recibió gustosa, gozosa, el cuerpo del falo rellenaba completa, dilatando sus paredes vaginales y disparando todas sus terminales nerviosas. Cuando el tronco tocó fondo la mujer sintió el poderoso glande presionando contra su útero, la sensación era primorosa, se dejó hacer, al ritmo constante de Juan. Él entraba y salía rápidamente sin cesar, bombeando placer a la mujer.

Una visión maravillosa, alrededor todo era dicha y placer, todos los sillones de la pequeña sala estaban ocupados. Teniendo como referencia la puerta que comunica los despachos, Juan estaba ubicado en el sillón unitario perpendicular a la puerta. A la izquierda y derecha los dos sofás grandes. El sofá de la derecha era usado por el trío de Janeth Andrea y Hector. Janeth ya se había desnudado para ese momento y montaba ágilmente a Hector, saltaba sobre el pene de su amante sin compasión y propinándose su dosis extrema de placer. Andrea en cambio todavía parecía extasiada por su anterior clímax. Continuaba de rodillas pero ahora sobre el sofá junto a Hector tomando con una mano sus senos y con la otra haciendo que Hector introduzca los dedos en su vagina, eso le provocaba de vez en cuando espasmos residuo de su anterior orgasmo.

En el sofá de la izquierda, Carlos todavía se hallaba penetrando analmente a Nancy, quien descansaba de rodillas sobre el mismo sofá en el que antes Juan había poseído a Elizabeth. Nancy tenía su rostro pegado al espaldar del sofá, como si lo estuviera mordiendo. Carlos la embestía sin compasión. Junto a ellos en el mismo sofá Victoria y Mishelle seguían gozando del sexo oral entre ellas. Victoria, recostada boca arriba con su cadera levantada sobre la parte más alta de extremo del sofá, sus piernas dobladas y separadas, tenía metida su cabeza en medio de las piernas separadas de Mishelle. Desde su posición introducía su lengua y dedos en la vagina de Mishelle arrancando gemidos de su amiga quien se retorcía de placer y espasmos. Las rodillas de Mishelle tocando la tela del sofá, su torso completamente vertical, sus ojos cerrados y su cabeza echada para atrás. Ambas manos de la mujer presionaba fuertemente su par de grandes senos. Mishelle nunca había sido mujer bulliciosa en sus relaciones, prefería morder sus labios y aguantar sus espasmos.

Elizabeth se había puesto de pie y se había ubicado justo frente las piernas de Victoria, tenía una visión espectacular de ese sexo desde ahí. Tras Elizabeth estaba Federico quien había conseguido aprobación para penetrarla, ella lo conocía hace tiempo, aunque nunca habían tenido sexo antes. En ese momento él disfrutaba de las delicias de sentirse dentro de Elizabeth, esta lo recibía gustosa en el extremo del sofá. De vez en cuando Elizabeth se inclinaba para colocar su rostro en la vagina de Victoria y saborear todos los jugos, ella la recibía contenta y abría sus piernas para disfrutar mejor la lengua juguetona de Elizabeth.

Juan quiso cambiar de posición, dio vuelta a Érika con sus manos sobre el espaldar del sillón. Esta es la posición favorita de Juan, ella se dejó hacer sin poner objeciones. Juan la penetró nuevamente, sin compasión, el húmedo sexo casi no ofrecía resistencia y la mujer gozaba de sentirse llena por completo. Juan aprovechó la disposición de sus cuerpos  para introducir uno de sus dedos por el orificio anal de la mujer. La abertura trasera de la mujer estaba tan ajustada que parecía no tener experiencia. A Juan el fascinó las condiciones casi intactas de esta limpia entrada y su delicado color rosa pálido. Retiró ágil su fuerte miembro y se arrodilló colocando su rostro frente al blanco trasero. Luego remojó con su lengua los arrugados bordes del agujero. Érika se dejó hacer sin decir palabra alguna, pero sentía un creciente cosquilleo en la zona. Juan, se incorporó nuevamente dándose por satisfecho, había logrado que el ano se dilatara parcialmente, dejando ver el inicio de unas rosadas entrañas. La penetró otra vez por la vagina, lo hizo por un par de minutos más, antes de intentar por la caverna que deseaba. Érika pronto estalló en un largo orgasmo que humecto aún más el largo falo. Juan aprovechó, este era el momento que esperaba, intentó entrar por detrás, colocando con sus manos su grueso glande y empujando, hizo varios intentos fallidos. El ano de Érika se resistía cada vez que lo intentaba, después de algunos minutos, haciendo uso de su larga experiencia Juan logró insertar su miembro. Primero el glande, parecía atrapado por unos fuertes esfínteres que amenazaban con morderlo. Juan esperó, acarició las blancas nalgas de la mujer, le habló con ternura pidiéndole que se relaje, luego poco a poco empujó hasta que el largo cuerpo se incrustara en aquella cueva.

Érika ahogaba sus gritos de dolor, mordiendo el acolchado espaldar del sofá. Quería arrepentirse, en innumerables ocasiones le dijo a Juan que no le gustaba por ahí, pero este parecía no entender y seguía intentando. En realidad Érika no ponía mucha resistencia, solo susurraba repetidamente que no, que no le gustaba, pero continuaba en la posición como resignada. Luego de un momento, Juan había entrado íntegramente, entonces empezó a envestir con suavidad hasta lograr la deseada dilatación. Érika al fin tuvo alivio, el cosquilleo que había sentido antes con la lengua de Juan, había vuelto, empezó a disfrutarlo y cada vez más, era nueva esta sensación, una gozosa sensación.

Érika había tenido una vida sexual muy activa, especialmente la noche anterior. En su vida podía contar muchos compañeros y aún más encuentros sexuales. Pese a que se consideraba liberal, a excepción de la noche anterior jamás había tenido más de un amante a la vez. Nunca se imaginó ser parte de un encuentro múltiple, una orgia era algo que solo había visto en la televisión. Desde que se encontró con su prima estaba viviendo experiencias nuevas, experiencias realmente placenteras, por ejemplo esta era la primera vez que tenía sexo anal y estaba disfrutando de esto. Mientras todos sus sentidos volaban acompañados de un gustoso estremecimiento de sus órganos bajos, su mente trataba de comparar con alguna vivencia pasada.  - ¿Será que este no es mi primer sexo anal?- se preguntaba a sí misma, mientras el mundo entero se nublaba a su alrededor.

Recordó que un día, uno de sus amantes le dijo que le había gustado mucho tener sexo anal con ella. Pero ella no entendió, la noche pasada había bebido demasiado y no recordaba absolutamente nada. Únicamente había amanecido desnuda, junto a uno de los chicos que conoció en la fiesta de la noche anterior. Ella no recordaba pero el chico insistía que fue delicioso poseerla por detrás, que tenía un ano divino. Érika esa mañana no sintió nada distinto, para ella fue igual que siempre, ni dolor, ni nada, un placer como el que estaba sintiendo ahora debería recordarse. Cerró el asunto, sospechaba que el muchacho había mentido y que ella se había quedado dormida la noche anterior y este no consiguió nada.

A pesar de sus miedos Érika había decidido que quería tener sexo anal este día y aguantaría cualquier cosa pero lo tendría. Tomó esa decisión después de la noche anterior, cuando pudo ver a todas sus amigas sin excepción como disfrutaron toda la noche de encuentros sexuales que incluían anal. Ella no lo hizo por miedo, pero ahora no iba a quedarse atrás. Siguió los consejos de sus amigas, se relajó, dejó que la penetrasen dejó que la llenen y ahora estaba disfrutando de manera no imaginada. Juan pareció leer la mente de esta mujer y obtuvo el privilegio de ocupar las entrañas de la mujer. Érika estaba recibiendo castigo por la entrada recién inaugurada y le gustaba. Ahora se daba cuenta que no era nada del otro mundo, una vez que alcanzó su máxima dilatación el placer se aproximaba mucho al sexo vaginal, quizás disfrutaba igual, pero al menos ahora no había nada que sus amigas hicieran y que ella no, eso le llenaba de un gran orgullo por sí misma.

Por ese mismo momento, Mishelle explotaba con espasmos y voraces gemidos, quedando tendida sobre la porción del sofá que ocupaba. Su cuerpo se retorcía enérgico por las convulsiones que le había provocado su amante. Victoria aún bajo su amiga lucia bañada de jugos en todo su rostro pero satisfecha por la faena. Ella conocía muy bien a su amante, había logrado en ella un orgasmo tan grande y duradero como en los viejos tiempos. Victoria sabía que su amiga permanecería exhausta por lo menos los próximos diez minutos, hasta recuperarse. Entonces decidió dejarla ahí gozando, se incorporó, levantando suavemente las caderas de su amiga. Limpió como pudo los líquidos esparcidos en todo su rostro. Entonces quiso tomarse un descanso, caminó unos pasos mostrando segura su completa desnudes. Fue en busca de algo de agua, pasó por donde estaba Carlos, quien envestía vaginalmente a Nancy en la posición misionero, mientras se deleitaba con los hermosos senos de ella.

Victoria tomó un sorbo refrescante de agua mientras miraba a los alrededores. Encontró a Juan aun embelesado con el hermoso ano de Érika. Victoria miró lascivamente al hombre, deseando ser ella a quien penetraran de esta forma. Esperaba que Juan se diera cuenta de su presencia, pero este ni siquiera le regresó la mirada. Decepcionada, regresó a donde estaba Nancy, su segunda opción. Se acercó a Carlos, quien trató ignorarla al principio, pero luego cedió. Carlos estaba visiblemente furioso, pero ella sabía aplacar el enojo de su amigo. Se puso de rodillas y en una de aquellas envestidas tomó el pene de su novio, lo sacó de la vagina de Nancy y lo llevó directo a su boca. La mujer saboreó por completo el falo mojado. Sedienta, devoró los deliciosos jugos que su amiga había impregnado en el mástil que previamente había ocupado el sexo de su amiga. Cuando sentía el miembro limpio, lo ubicaba para que siga irrumpiendo en la caverna húmeda de Nancy. Luego de un rato, repetía la acción, en busca del preciado líquido lubricante.

Como a la cuarta interrupción de Victoria, Nancy se cansó del juego y se acomodó sobre el sofá, dando espacio para que la mujer se acueste junto a ella y permitiendo ser penetrada. Victoria se recostó ansiosa boca arriba junto a su amiga separando las piernas tanto como pudo. Carlos cambió de lugar, se recostó sobre su novia y la empaló en la misma posición que antes había estado con Nancy. Para él fue la gloria misma, al fin estaba dentro de la mujer que amaba, dándole toda su pasión. No importaba lo dilatado que Victoria tenía su vagina, ni cuántos hombres habían entrado antes ahí. Por alguna extraña razón pensar en eso le provocaba un morboso deseo de poseerla con más fuerza. Carlos amaba a esa mujer y disfrutaba tanto con cada embestida que se sentía en el cielo. Cada vez su pelvis golpeaba con más fuerza a la mujer, provocando el conocido sonido, el choque, carne contra carne, mezclado un chapoteo de líquidos. Mientras Carlos descargaba toda su virilidad sobre su amada, junto a ella, estaba la hermosa casi desconocida Nancy, quien lo guiaba con cada empujón y lo acariciaba con sus delicadas manos perfilando el masculino cuerpo del hombre.

Nancy, mordía su labio inferior tratando de contener el enorme placer que le producía, ver a su amiga siendo castigada de esa manera. No podía aguantar más, había estado a punto de alcanzar el éxtasis, hace unos minutos, antes que Victoria la interrumpiera. Deslizó su mano izquierda a su entrepierna para acariciar su clítoris, pero esto incrementó aún más su excitación. Entonces se levantó de donde se encontraba, Victoria le había robado un orgasmo y sería justamente ella quien debía calmar su pasión, quien debía darle placer. Trepó como pudo y se acomodó en un extremo del sillón, separó sus largas piernas mostrando su hermoso y húmedo sexo a la pareja que tenía en frente. Carlos estiró su mano para insertar un dedo pero no era suficiente quería más. Victoria entonces cambió de posición, quería satisfacer también a su amiga. Hizo levantar a su novio y dio la vuelta colocándose en sus cuatro extremidades sobre el sofá. Mostrando a Carlos ese espectacular culo que necesitaba atención, ahora ella se encargaba de saborear los dulces jugos de Nancy.

Federico al otro extremo del mismo sofá en el que se encontraba su novia, parecía estar completamente agotado. Dejó a la rubia y fue a sentarse en el sofá junto a Mishelle. Quien ahora estaba sentada recuperándose, Federico siempre había admirado la belleza de Mishelle y le pareció la oportunidad adecuada para expresarlo.

–       Mishelle te vez hermosa, te lo he dicho muchas veces pero hoy, que te puedo ver completa debo decirte que tienes un cuerpo perfecto, eres realmente muy linda, siempre he envidiado a Juan

–       Gracias Federico

–       Me parece bueno que estés aquí, dadas las circunstancias… - Federico aprovechó para deslizar sus grandes manos por encima de los redondos senos de Mishelle, esta se retiró indignada, cubriendo sus partes íntimas

–       No Federico, no mal interpretes yo no soy como tus otras amiguitas

–       Pero… - Federico no entendía porque lo rechazaba, ella estaba aquí desnuda disfrutando de un buen sexo, entre un grupo de amigos que parecían tener los mismos gustos y compartían todo, el mismo había compartido su novia Nancy con Juan ¿Qué le pasaba a Mishelle?

–       Tranquila Mishelle, de este niño travieso me encargo yo – interrumpió Elizabeth tratando de salvar la situación, sin decir más se acomodó a horcajadas sobre Federico, cabalgando a su amante como a ella le gustaba.

Elizabeth montó a su amante a ritmo acelerado, haciéndolo olvidar el mal rato. Ella lo estaba llevando al clímax máximo haciendo retumbar el sofá, con cada salto como ondas que dispersaba en el agua.

Mishelle miraba de un lado a otro con repugnancia, estaba rodeada de una jauría de animales lujuriosos, que solo buscaban satisfacción. Ella no se hallaba su sitio en ese lugar, no entendía en que momento se atrevió a participar. No sabía que estaba haciendo ahí, llevaba encima un cargo de conciencia difícil de aguantar. Quiso llorar, no concebía por qué, pero a su alrededor nadie podía entenderla, nadie compartía su sentimiento de soledad. Al contrario, todos los presentes parecían felices, extasiados ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Cómo había llegado hasta ahí?

Justo frente a Mishelle en el otro sofá, un chico de cabello castaño insertaba con fuerza su largo pene. Lo hacía por entre las redondas nalgas de Andrea una de las amigas de Elizabeth. Mientras la rubia justo ahora, tenía sexo junto a ella, a horcajadas sobre uno de sus mejores amigos, Federico. Este a su vez, había intentado propasarse descaradamente. << Mierda, mierda y re-mierda >> Mishelle se había dejado llevar por una vieja pasión y ahora de pronto todo estaba de cabeza, las imágenes de lo que fuera su despacho personal le parecían inaceptables. Movió la cabeza desolada tratando de entender. Metió su cabeza entre sus manos y cuando alzó la vista, un escalofrió recorrió su espalda.

Esto debía ser algún tipo de pesadilla, no la había visto antes, pero frente de Andrea posada sobre sus cuatro extremidades, estaba Janeth. Era increíble, Janeth la perra con la que la noche anterior su novio la había traicionado en los aseos del club. Pero la escena no terminaba ahí, era aún más doloroso mirar a Juan a su derecha, en el sillón personal, penetrando analmente a una mujer de cabello castaño que no conocía. Mishelle asumió que también debía ser del grupo de Elizabeth. ¿En qué momento el mundo se volvió loco? A su lado derecho sus dos mejores amigas, Nancy y Victoria gozaban de un buen sexo entre ellas mientras otro desconocido penetraba por detrás a Victoria. Siempre había admirado la belleza de Nancy, incluso le parecía sexy y deseable. Algunas veces pasado lesbiano de Mishelle le jugaba malas pasadas. Sin embargo ella sabía cuánto amaba a Federico y el inconmensurable placer que Nancy obtenía del coito heterosexual ¿Cómo habían llegado sus dos amigas a tal desenfreno lesbiano?

Mishelle sencillamente no entendía, su mundo estaba de cabeza, para ella el sexo era algo muy íntimo, algo casi sagrado. Algo que había disfrutado siempre con una pareja a la vez. Primero con Victoria y luego con Juan, los únicos amantes de toda su vida y no pensaba cambiar eso. Pero ahora todo estaba al revés, a donde miraba había cuerpos desnudos sudando, penes, vaginas, senos, nalgas, moviéndose, mojándose ¿en qué planeta de locos se había metido? ni aun en sus mejores fantasías se habría imaginado algo así. Antes de hoy, solo mirar un pene le provocaba un sonrojo difícil de ocultar, antes de este día, no había visto tantas mujeres desnudas juntas, peor aún hombres. Como podía ser tan fácil para otras personas solo tener sexo, no podía entenderlo, le daba repugnancia y a la vez celos.

No importaba donde mirase, había sexo por todas partes, en todas las formas imaginables. Solo por mirar a algún lado, plantó sus ojos sobre Janeth, la perra sin vergüenza ¿Cómo es capaz? ¿Quién la invitó? Seguro fue Juan, aunque no ha visto que ella se le acerque. La perra ahora se había colocado entre Andrea y el atractivo joven alto, succionaba el jugoso pene que le ofrecía el hombre, plantó su mirada en ese seductor miembro, había un parecido, si… un parecido único falo que ella conocía. El pene de Juan era bastante similar, con esa distribución de venas gruesas y el grande tan amplio. Pero había algo más, por alguna razón continuó mirando absorta en sus pensamientos.

La perra devoraba completo ese mástil ¿es así como se debe chupar un miembro de esas características? La perra parece darle placer a guapo hombre frente a ella. Era  extraño, jamás se habría atrevido a mirar otro pene, que no fuera el de Juan ¿qué le pasaba? ¿Quizás le gustaba ese chico? <<No, no puede ser, debo apartar esos pensamientos de mi mente>> pero quizás le gustaría estar en el lugar de la perra <> ella odiaba a la perra, no se entendía ni ella misma.

Mishelle quería salir corriendo del lugar, pero sus pies no se lo permitían, estaba paralizada, aun si pudiera, estaba desnuda ¿Dónde habían quedado sus ropas? Sentía demasiada vergüenza, para levantarse frente a todos esos desconocidos. Ahí sentada en medio del sofá rodeada de toda esa gente, por lo menos podía esconder parcialmente su cuerpo, no podía dejar esa posición cómoda. Mishelle era pudorosa jamás nadie antes de sus dos amantes la habían visto desnuda, la situación era completamente embarazosa. Si intentara levantarse a buscar sus ropas, todos podrían ver su cuerpo completamente desnudo, no podía permitirlo.

Mishelle continuaba con su mirada fija en la pareja de en frente. Todos los músculos bien definidos del muchacho se activaban con cada envestida, ahora entraba y salía de Andrea. El hombre se movía ágil, elegante, de alguna manera le recordaba a Juan <>  La perra esperaba cerca, sedienta, de vez en cuando sacaba con sus manos ese gran pene y se lo metía a la boca, saboreaba ese néctar con los ojos cerrados, cuan sabroso debería ser saborear los jugos de una mujer en el duro falo de un verdadero varón <>  

En algún momento, Janeth se percató que era observada por Mishelle, la mosquita muerta parecía excitarse mirándola hacer su trabajo << ¿no tuvo bastante con la escena de anoche? ¿Quiere ahora este hombre también?>> Janeth estaba molesta, quiso provocarle aún más celos. Saboreó el pene que sostenía en su mano. Lo chupó con gran pasión, como si fuera una golosina única de la cual solo ella se podía deleitar.

Vino entonces a la cabeza de Mishelle imágenes de Juan enseñándola a tener sexo oral. Ella al principio no quería aprender eso, le parecía asqueroso. Juan con mucha paciencia le hizo cambiar de opinión… y aprendió… y le gustó. Juan siempre le decía, que nadie antes le había hecho una felación tan exquisita como Mishelle. Que era única que lo había satisfecho por completo y que por eso él la amaba. Mishelle realmente amaba a ese hombre y haría cualquier cosa para hacerlo feliz. Aunque eso signifique sentirse como una prostituta de vez en cuando, por hacer este tipo de cosas. Le consolaba saber, que solo con Juan podía sentir este tipo de placer y confiaba ciegamente en que él ofrecería su miembro solo a ella. Pero ahora podía ver la verdad, la perra… la perra lo hacía tan bien, quizás por eso Juan la buscaba, la perra tenía tanta experiencia, la perra daba tanto placer a este hombre que… De pronto Mishelle sintió una presión bajo su abdomen ¿qué estaba pasando? Quiso apartar su mirada pero no pudo.

Hector llegó al éxtasis, derramando chorros de semen caliente sobre el rostro de blanco Janeth. La emulsión era tan espesa, que terminó ocultando el lunar tan distintivo que Janeth tenía en su mejilla izquierda. Aun así la mujer recibía gustosa ese jugoso alimento agua luz. Lo saboreaba con vehemencia, al principio lo hacía sola, después se unió Andrea. Las dos mujeres arrodilladas en la alfombra, se deleitaban mientras Hector ofrecía dichoso a las dos chicas, su falo aun erecto y con una cabeza roja y grande el cual se veía poderoso. Las mujeres lamían cada centímetro mientras el miembro continuaba expulsando gotas del fruto bendito.

Mishelle, con su mandíbula desencajada, recordó la primera vez que Juan terminó en sus manos, fruto de un sexo oral que ella le estuvo practicando. Una experiencia por demás extraña y a la vez asquerosa, ella habíase retirado rápidamente para no mancharse de la sustancia blanquecina que se esparcía por todas partes. Juan había expulsado ese líquido blanquecino con tanta fuerza, que se le fue difícil contener. Ella colocó rápidamente sus manos para evitar que le alcanzaran pero aun así algunas gotas habían ido a dar en sus senos. Mishelle se limpió de inmediato, pensando quizás que solo el contacto la podría dejar embarazada. Reconocía ese olor tan característico y la textura tan particular pero jamás se había atrevido a saborearlo. Mucho menos a devorarlo como ahora lo hacía la perra y también Andrea. Mishelle alguna vez se preguntó; cómo sería el semen de otro hombre; ese era quizás el pensamiento más pervertido que jamás ha pasado por su mente. Ahora lo sabía, lo había visto con sus propios ojos, aun cuando se encontraba algo lejos, podía ver, podía percibir. El líquido era muy parecido al que ella conocía. << Vaya extraña situación>> pensó sexo duro, la perra, un hombre por demás atractivo, presión donde inicia su útero, semen, su ex novio, todo mesclado en una escena que estaba corrompiendo todos sus principios y sentimientos.

De pronto, el concierto de gemidos se dirigió a otro sector de la pequeña sala. A la derecha de Mishelle, los inconfundibles gritos de Victoria la sacaron de su pesado ensueño. Sus dos amigas gemían muy fuerte, pero de pronto Nancy empezó literalmente a gritar como una loca. El chico que penetraba a Victoria por detrás clamaba también fuertemente dando indicios de estar a punto de eyacular. Al poco rato Carlos sacó su húmedo pene de las entrañas de la mujer y apuntó a la blanca espalda de Victoria. Carlos esparció grandes gotas del mismo líquido blanquecino, y luego usó su pene para untarlo desde la espalda hasta las nalgas de la mujer. Nancy se acercó, aun sonrojada por su reciente éxtasis y lamió todos los residuos en el cuerpo de su compañera.

Esto era una locura, ahora era Federico, a la izquierda de Mishelle quien parecía a punto de estallar, pero Elizabeth se detuvo por un momento

–       ¿qué pasó? – Preguntó Federico

–       Perdóname no es nada, eres muy bueno, casi no puedo seguirte el ritmo, solo estoy tomando un poco de aire – mintió justificándose, pero en realidad lo que buscaba es alargar su placer, ella no quería que el hombre eyaculara aun, necesitaba más placer

–       Qué bien porque estoy a punto de terminar – Agregó Federico resoplando las palabras y limpiándose el sudor de la frente

–       Genial amor, ahora mismo vuelvo a la acción – contestó Elizabeth resignada

Mientras tanto Érika, en el sillón unitario con Juan, explotó en desgarradores gritos de placer y convulsiones que retorcían todo su bello cuerpo. Juan la había hecho terminar varias veces y parecía exhausta, retiró su pene para permitir que  desflore todo su éxtasis. Ella dio la vuelta y se retorció sobre el sofá tomando fuertemente y con ambas manos aquellos espectaculares senos de rosadas aureolas. Juan regresó su mirada y pudo observar a Mishelle mirándolo detenidamente, cuando esta se percató desvió la mirada asustada. Ella esperaba ver a su ex novio expulsando su semen, pero eso no pasó.

Juan tenía su pene aun rígido y con ganas aun de más placer, miró a Mishelle, ella lo ignoró, pero junto a ella, estaba Elizabeth, saltando sobre Federico con su pene entrando y saliendo de su hermoso sexo. En cada salto Elizabeth sacaba casi completamente el largo falo y luego volvía a bajar con fuerza, provocándose una inserción completa como tratando de provocarse más placer. Juan sintió la delicada mano de Érika rodeando su pene, jalándolo, tratando de llevarlo a su boca, Juan tenía otra idea en mente

–       Ven conmigo – dijo Juan deteniéndola antes de lograr su cometido

–       Claro lo que tú quieras amor – respondió sumisa

Juan llevó a la mujer, tomada de la mano, la sentó junto a Mishelle, en un espacio que había dejado para mantener distancia entre Federico y sus azotes con Elizabeth. Mishelle observó atenta, como aquella linda mujer se acomodaba en el pequeño espacio. No entendía cuáles eran las intenciones de Juan, frunció el ceño, dejaba ver el desagrado que le producía estar cerca de su ex novio.

Juan no se inmutó, dejó a la mujer y de inmediato se dirigió a donde estaba Elizabeth. Ella seguía disfrutando las ensartadas que ella misma provocaba sobre Federico. En cuando se percató de la presencia de Juan se detuvo, regresó la mirada, lo tenía justo tras ella, entendió lo que buscaba, se acomodó mejor, reclinó su hermoso cuerpo sobre Federico, aplastando sus enormes senos sobre los pechos perfilados del hombre. En esa posición lo empujó hasta que el dorso de este tocara el espaldar del sofá. De esta manera, levantó ligeramente su redondo trasero, para ofrecerlo a Juan aun con el mojado miembro de Federico incrustado en su sexo.

Juan tomó las dos nalgas blancas, una con cada mano, las separó dejando a la vista el bien dilatado agujero de Elizabeth. Juan se agachó un poco, masajeó con sus dedos las rosadas paredes de aquel ano perfecto. Luego lo humectó con su propia saliva, finalmente apuntó a la entrada, presionando el fuerte glande, sin mayor esfuerzo este desapareció casi de inmediato, entonces empujó firmemente, deslizando su falo sin la menor resistencia. Al poco rato sus testículos fueron a dar contra los abultados glúteos de la mujer. Juan estaba completamente adentró y la mujer obtuvo la posición deseada, aquella que Elizabeth disfrutaba por sobre manera. La doble penetración, es un arte, el cual pocos hombres saben ejecutar correctamente para proveer complacer a una mujer. Elizabeth sabía que en esa posición conseguiría todo el gozo que ella necesitaba.

Mishelle, sintió nauseas, no podía creer el grado de perversión de esta gente. Jamás se hubiera imaginado siquiera, una cosa parecida, dos hombres penetrando al mismo tiempo, se preguntaba cuanto podía doler eso. Ella había tenido relaciones anales una sola vez con Juan, después de mucho tiempo de insistencia de este, le había dolido tanto, que decidió no volverlo a hacer, no importaba el placer que consiguió en aquella ocasión, pensaba que era demasiado sacrificio para solo un poco de placer.

Sin embargo, Elizabeth lo que menos sentía, era dolor, le encantaba esa posición y solo pocos de sus amantes habían podido complacerla de esta manera. Elizabeth estaba extasiada, todo su cuerpo irradiaba placer, cada uno de sus poros hervía en sexo y explotaba orgasmos seguidos. Uno tras de otro, no los podía contener. Esto era lo que había esperado por largo tiempo, todo lo pasado valía la pena, estaba en otro mundo, estaba exhausta, su cuerpo templaba sin control, todos sus músculos se contraían y sus gritos descontrolados se le escapaban, estaba a punto de caer rendida. Entonces Juan observó que su amigo Federico también lucia exhausto y le gritó - ¡Vamos! ¡Vamos! Federico tenemos que partir a esta perra en dos, dale con más fuerza – Federico sacó fuerzas de donde no había y siguió empujando por un buen rato.

Cuando todos los demás gemidos cesaron en el despacho, solo los tres amantes seguían jadeando con ritmo constante. De vez en cuando Elizabeth gritaba dramáticamente como poseída cuando estallaba con espasmos que fulminaban todo su cuerpo por completo.

Andrea no podía más que morderse su labio inferior, sintiendo toda esa pasión y calor que irradiaba esa pareja junto a ella. Su sexo de pronto se inundó tan solo mirando aquella escena. Había visto a su prima últimamente en coito flagrante con algunos hombres, pero solo ahora parecía estar gozando completamente.

Victoria y Nancy quienes estaban al otro extremo del sofá, se acercaron, alarmadas por los graznidos de su amiga. Luego se les unió Andrea, levantándose ágilmente del sofá. Las mujeres rodearon el trío para apreciar mejor el espectáculo, en una suerte de culto hedónico. Sentían tanta envidia del placer que le estaban otorgando a Elizabeth que frotaban sus cuerpos tratando de captar algo de aquel erótico encuentro. Luego se acercó también Janeth, justo cuando Federico parecía no aguantar, había prolongado tanto su clímax, que le era casi imposible seguir, gritó estridentemente

–       ¡Voy a terminaaaaar! No aguanto mas

–       Hazlo mi amor– le respondió Elizabeth entre susurros – lléname de toda tu leche - así lo hizo Federico gritando como un animal herido.

Juan se retiró rápidamente, provocando una implosión instantánea en las entrañas de Elizabeth que disparó todas sus terminales nerviosas y sus gritos se igualaron con los de Federico. Unos segundos después, se pudo ver como los hilos de semen escapaban presurosos por el agujero aun corchado de Elizabeth. Ella se levantó perezosamente tratando de librarse del mástil ardiente que aun la perforaba, cuando lo hizo, un chorro de emulsión blanco-transparente, se escurrió de sus entrañas, manchando sus bellas piernas y las del exhausto hombre. Elizabeth dejó caer pesadamente sus amplias caderas sobre el sofá, separó al máximo posible sus piernas, mostrando completa su flor de loto. Finalmente se recostó en el regazo de Federico fulminada, pero satisfecha. Con el poco aliento que le quedaba, agradeció a su amante.

  

–       Fantástico  mi amor, me encantó – su prima junto a ella también intervino

–       Bien hecho prima, eres excepcional, yo quisiera tener tu habilidad para obtener tanto placer – Elizabeth no hizo caso a nadie, parecía adormitada, aferrada únicamente al grueso brazo de Federico que parecía protegerla. No permitió que ninguna de sus amigas la toque, no quería saber nada más de sexo, su cuerpo yacía flácido, disforme, por primera vez, en todo el día, su ser no era más un objeto de atracción sexual. Su piel antes perfecta, lucía brotes rojizos por todos lados, sus nalgas, senos, caderas, dejaban ver moretones desalineados que parecían golpes irregulares, su pelvis labios, ano, hinchados y amoratados lucían sin forma y revueltos en líquidos blanquecinos que no resultaban tan atractivos.

Nancy, Victoria y Andrea observaban la desgarradora escena con angustia, pero respetaron el deseo de su amiga de no ser tocada. Deseaban tanto saborear el semen de Federico pero su amiga estaba tan cerca y no querían importunar. De pronto cayeron en cuenta Juan había desaparecido de la escena, era el único, al que no habían visto eyacular. Juan estaba unos pasos atrás sentado sobre el sillón unitario, aún mantenía su pene duro como una piedra. Las chicas se hablaron entre susurros, trazaron un plan, no lo iban a dejar escapar a este hombre hasta que les vacié su leche.

Las tres mujeres, sonrieron mirando lascivamente a un Juan que parecía exhausto, dieron vuelta y caminaron frente a él, todas sonrieron y lo llamaron con movimientos cortos de sus dedos índices. Luego fueron al sofá que estaba libre, subieron, se arrodillaron dando las espaldas y formando una fila de mujeres desnudas, Nancy, Andrea y Érica, en ese orden separaron sus piernas cuanto pudieron, luego se sujetaron del espaldar, levantando y bandereando sus hermosos traseros al aire. Juan se acercó, observó la fila de culos esperando que los penetrara. Todas estaban deseosas y Juan se deleitó primero acariciando las perfectas curvas y pliegues de las bellas mujeres frente a él. Luego insertó sus largos dedos en algunos de los orificios comprobando su estado, todos tenían la dilatación y humedad perfecta. Juan saboreó un poco pero se dio cuenta que ellas esperaban algo más.

Juan entró vaginalmente primero en Nancy, la primera mujer en el extremo izquierdo de la fila, con su mano izquierda tomo de los cabellos de la mujer, jalando en cada envestida. Los dedos de su mano derecha escudriñaban los agujeros de Andrea, pulgar al ano y el resto en la vagina. Érika era la única que frotaba ferozmente su clítoris con su mano derecha, excitada con los quejidos de sus amigas.

Luego fue Juan en un movimiento ágil, se empotró sobre Andrea internándose en su cavidad anal. Con sus dos manos ahora perforaba a las dos mujeres en la misma posición que antes, dedo índice anal, demás dedos vaginal. Finalmente fue sobre Érica penetrándola vaginalmente mientras con su mano izquierda penetraba a Andrea y con la derecha jalaba los bellos senos de Érica. Nancy excitada como una perra en celo se abalanzó sobre Andrea y la besó frenéticamente, ella respondió agradecida mientras ambas acariciaban, jalaban, arrugaban sus hermosos senos.

Juan continuó su sesión por turnos entrando y saliendo aleatoriamente de anos y vaginas bien dilatados. Todas recibían gustosas y sin restricciones el falo del hombre. Las mujeres se dejaron hacer sin importar cuan violento pudiera ser Juan, besos, caricias, choques, envestidas, gritos y espasmos terminaron venciendo a Juan, quien sudoroso fue a explotar en el ajustado ano de Andrea la mujer ubicada justo en el medio de las otras dos.

Juan no pudo aguantar más y soltó un gemido ahogado mientras retiraba su potente miembro y derraba el preciado semen sobre la espalda de su amante. Érika y Nancy, calientes, reaccionaron al unísono, posándose directo sobre el pene ardiente. Las dos saborearon con sus bocas un buen rato, tratando de captar la mayor cantidad del fluido vital. Vaciaron por completo y limpiaron todos los residuos del brebaje blanquecino.


 CONITNUARÁ CAPITULO FINAL