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La oficina - Capitulo 5 - El primer contacto

en Trios

CAPITULO 5

El primer contacto

 

–       Juan, Juan ¿estás ahí? – preguntaba Nancy repetidamente

–       Si, donde más iba a estar ¿qué quieres? – contestó Juan groseramente

–       Solo quiero usar tu baño –susurrando

–       Tienes un baño en tu despacho, ¿por qué quieres el mío?

–       Estoy buscando unas aspirinas, tengo un fuerte dolor de cabeza

–       Maldición – susurró - ahora te abro

Victoria se sintió aliviada, afortunada, feliz de no tener que soportar más, esa intolerable presencia. Un golpe de suerte la libró del martirio al menos por un rato, pensó, algo tiene que ocurrírsele para poder salir airosa.

–       Será mejor que te ocultes un rato -amenazó Juan- ¿qué pensaría Nancy si te ve desnuda en mi baño? Mi socia pierde muy fácilmente la paciencia, si te llega a descubrir vas a tener problemas más te vale que te comportes con ella, se amable, te conviene, si eres buena chica seguro se van a entender, y quizás hasta te deje salir – Victoria no entendió, porque este tipo le estaba hablando de esa forma, pero decidió hacerle caso, no sabía que podía esperar de esta gente.

Rápidamente Victoria acomodó su tanga, tomó las pocas prendas de vestir desperdigadas por el suelo y se escondió tras la cortina que separaba la ducha del resto de cuarto de aseo. Juan acomodó sus ropas, tan ágil como le fue posible y ocultó su erección con vehemencia, abrió la puerta del baño y salió. Tras dicha puerta se encontró con Nancy que esperaba pacientemente, de pie vistiendo únicamente su ropa interior, agazapada entre las sombras del despacho.

–       ¿Qué es lo que en realidad buscas Nancy? ¿quieres pasar la noche conmigo?

–       ¡Estás loco! ¿por qué dices eso?

–       Mírate… vienes en ropa interior a escondidas a mi despacho, en medio de la noche, yo creo que buscas algo, ¿quieres un buen sexo quizás?

–       ¡Tonto! No te hagas ilusiones, la verdad, es que escuché voces y ruidos, noté que la puerta que comunica nuestros despachos quedó sin seguro, me preocupé, vine a ver qué pasaba, además en serio me duele la cabeza quiero una aspirina. Por ultimo tú me conoces muy bien sin ropa ¿por qué habría de vestirme frente a ti? Pero nunca pensé en pasar la noche contigo, sabes que eso se acabó y no pienso romper mi promesa

–       Bien como digas, toma lo que quieras y vete, que lo disfrutes – Juan se retiró del marco de la puerta con desgano dejando pasar a su amiga

–       ¡Tonto! – exclamó Nancy sin entender

Una vez dentro Nancy, no pudo evitar percibir ese aroma tan peculiar, inconfundible, estimulante quizás. No hizo caso prefirió buscar la aspirina por la que había llegado ahí, la tomó agradecida con una de sus manos mientras con la otra recogió un vaso y lo llenó de agua, miraba fijamente la salida de agua, cruzó por su mente momentos pasados, errores viejos, un yacusi, agua en su cuerpo, sus pezones saltaron y entonces recobró la conciencia justo a tiempo para cerrar la llaves de agua. A estas horas la mente te juega malas pasadas, se dijo para sus adentros, mientras introducía  la pastilla  por sus hermosos labios. Luego se detuvo frente al espejo, se miró completa, hermosa, sin culpa, quizás con pecados, pero perfecta. Su ego creció instantáneamente, de algún lugar agarró un cepillo de cabello, seguramente pertenecía a su amiga Mishelle, meditaba mientras deslizaba suavemente el artilugio sobre sus brillantes cabellos. Mientras observaba su reflejo dibujaba una sonrisa ególatra, no había, duda la naturaleza se había encariñado con ella. Sus delicadas facciones la hacían ver aún más joven de lo que era, cabello castaño corto hasta los hombros le daba un toque coqueto a su personalidad, su contextura algo gruesa, pero muy bien distribuida era un sueño hecho realidad. Nancy gustaba de ir a la playa cada vez que podía, no por nada piel tostada y perfecta hacían juego con un par de senos bien formados, tamaño aceptable, caderas amplias, piernas firmes, un cuerpo que resaltaba donde sea que fuera. Su sola presencia encendía las miradas indiscretas de los hombres y levantaba la envidia de las mujeres. Antes solía ser una mujer diferente, una mujer aún más sexy y de vida relajada, tuvo muchos problemas en su adolescencia quizás porque no tuvo a sus padres cerca. Desde muy joven, usaba drogas y alcohol, se acostaba con hombres o mujeres solo para obtener lo que necesitaba, pero eso era antes, logró superarlo todo, ahora es una gran profesional, con grandes responsabilidades y retos aunque a veces su pasado reaparecía, recordándola de donde salió, a veces cedía a las tentaciones, a veces no podía resistirse, esa era su debilidad.

–       Sal de ahí – Dijo Nancy sin quitar los ojos del espejo – te vi apenas entre al baño, se que estas tras la cortina, percibo tu aroma desde aquí, me imagino lo que estaban haciendo. Juan no tiene remedio, ese papelito que hiciste para que te dejen entrar ¿por qué? Es una fantasía de Juan o ¿qué?, vamos sal no tienes porque ocultarte.

–       No mentí -Respondió Victoria- no sé cómo terminé aquí.

Victoria emergió tímidamente de su escondite, usaba sus dos manos para cubrir sus desnudos senos y con nada más que su tanga negra cubriéndola abajo, vistiendo su intimidad. Notaba serenidad en la voz de Nancy, seguridad de sí misma, entonces sintió confianza, no parecía haber razón para temerla y quiso pedir ayuda.

–       Tú me puedes ayudar, ¿necesito salir de aquí? por favor ayúdame. – imploró Victoria buscando los ojos de Nancy reflejados en el espejo

–       Bien dime, ¿cómo te puedo ayudar? y lo más importante ¿porque lo haría? ¿Que obtendría yo de eso?

–       Yo… Solo quiero salir de aquí, sin que tu amigo me haga daño, por favor ayúdame estoy desesperada – Victoria era sincera, sus ojos empezaban a nublarse

–       No creo que quiera hacerte daño –contestó Nancy, completamente estoica - que te hace pensar eso, más bien lo que busca debe ser otra cosa, si es que no lo obtuvo ya. Pero vamos tú fuiste quien quiso quedarse y ahora me dices que quieres salir, no te entiendo

–       En serio, tienes que ayudarme – Victoria no entendía por qué su petición no resultaba convincente

–       Bueno, supongamos que te ayudo, ¿que obtendría yo a cambio?

–       Yo… tengo dinero, mucho… no aquí, pero te puedo conseguir si me ayudas

–       No me interesa el dinero – Nancy regresó la mirada a donde estaba Victoria, la observó de pies a cabeza, no pudo evitar ese suspiro casi oculto, gesto inequívoco de estar viendo algo que le gustaba, mordió su labio inferior queriendo ocultar su excitación. Nancy volteo nuevamente para verse en el espejo mientras continuaba peinándose, no pudo ocultar esa sonrisa tímida y picara a la vez. Victoria observadora como era, notó el gesto de Nancy, con los años se había hecho experta para entender insinuaciones de otras mujeres, vino a la mente las palabras del hombre que había intentado ultrajarla hace poco

–       Yo… puedo ser muy agradecida con las personas que me ayudan

–       Eso habría que verlo – agregó inmediatamente Nancy incrédula

–       Si gustas, te puedo demostrar ahora mismo.

Victoria se ubico tras Nancy y la tomó delicadamente de los brazos, no hubo resistencia, tomó confianza, acarició suavemente la piel tostada, se deleitó con el aroma fresco de la mujer.

–       Puedo ser muy cariñosa también... –Agregó Victoria con voz sensual respirando al oído de la otra mujer

–       Demuéstralo – Respondió Nancy cortante

Victoria extendió sus brazos, rodeó a Nancy, en ella veía algo que le gustaba mucho, no le costó acomodarse a la situación, recorrió suavemente con sus finos dedos, el abdomen de la mujer, se extasió con la perfección de esa piel, se acercó aún más hasta coincidir sus desnudos senos con la espalda de Nancy, el aliento entrecortado de Victoria fue a dar en el cuello de la mujer, se fascinó con lo que miraba en el espejo, dos mujeres hermosas, entonces la tomó suavemente y la giro con delicadeza hasta llegar encontrarse sus rostros frente a frente. Ambas tienen casi la misma estatura, Victoria decidida pasó a concretar un apasionado beso, ahora sí, lo estaba disfrutando. Era lo único bueno que había pasado esta noche, Nancy era una mujer atractiva, quizás más de lo que hubiera deseado para esa ella, ni siquiera la conocía pero no podía dejar de besarla sus lengua jugueteaban, entrecruzadas en sus dulces fluidos bucales. Nancy estaba fascinada, Victoria le atraía físicamente, su cuerpo despertó de un largo letargo, todos sus poros empezaron a exhalar pasión, se sintió viva mientras besaba a esta desconocida. Sus manos navegaron desde la blanca espalda de Victoria hasta las redondeadas caderas. Pegaron sus cuerpos como queriendo hacer uno solo, sus curvas se mesclaban, encajaban. Nancy tomó la iniciativa y retiró suavemente la tanga negra de Victoria, a ella le encantó el detalle. Nancy también necesitaba algo de cariño esa noche, necesitaba satisfacer sus necesidades, sus instintos, en su pasado había muchas mujeres hermosas con las que compartió, pero nunca se consideró lesbiana más bien bisexual. Eso era antes, cuando esta llevaba una vida desordenada, una vida diferente, una vida antes de Federico. Nancy amaba a Federico y se sentía amada, pero últimamente todo estaba cambiando, desde aquella locura con Juan, sus instintos estaban venciendo a toda razón, había prometido no caer otra vez en pecado, pero cuando estaba tan excitada como ahora, no podía pensar en nada más que en satisfacer sus deseos carnales, la excitación de lo prohibido era tan grande que prefirió olvidar a Federico, olvidar el mundo que la rodeaba.

Ambas mujeres dieron rienda suelta a sus pasiones, se desnudaron completamente, se amaron con libertad. Saborearon cada pliegue de sus cuerpos con ahínco, las sensaciones nuevas se compartieron dejando de lado pudor, ambas sabían cómo satisfacer a otra mujer, lo habían hecho antes, ambas compartieron sus jugosas vaginas con desesperación. Ambos sexos desbordaron un mar de fluidos para que las dos bebiesen de ellos una y otra vez. Intercambiaron gemidos de satisfacción, saborearon hasta la última gota alojada en rincón más interno de sus sexos. Como dos amantes conocidas que jamás antes se habían visto, intercambiaron caricias conociéndose y provocándose placer. Sus gemidos al rato se convirtieron en gritos de placer, especialmente cuando mordían con desespero sus duros pezones. Descubrieron que  ambas gozaban de sensibilidad extrema en las cumbres de sus senos y aprovecharon esto para alargar el deseo y provocar orgasmos duraderos. Solo entonces pudieron entender que la noche había confabulado para juntar estas dos almas, estos dos cuerpos. Para llegar a este histórico encuentro, habían tenido que superar enmarañados incidentes, pero valía la pena de ahora en más sus almas gemelas y sus cuerpos libertinos se habrían juntado en un pacto de pasión y desenfreno. De ahora en más, serian amantes y no importaría que el mundo entero se opusiera. Victoria parecía haber encontrado una razón para continuar la lucha, para conquistar sus sueños, jamás había encontrado una amante tan completa, y eso que había tenido muchas. De alguna manera para Nancy también fue un aliciente haber desfogado todos sus temores y tensiones, no importaba que lo hubiera hecho con una completa desconocida. Tanta pasión le hizo pensar en el tipo de mujer que es y estaba orgullosa de serlo, ni Federico, ni nadie podría hacerla cambiar. Debería aceptarla como es o dejarlo para siempre, placeres como estos le hacían pensar en el mundo de erotismo al que estaba renunciando, por querer ser quien nunca fue.

Luego del derroche de pasión, las dos mujeres se dieron un descanso pero ninguna quiso separarse, sus cuerpos estaban adheridos, sus curvas coincidían, tomaron una ducha para descargar sus fluidos, para renovar sus cuerpos y entonces se amaron nuevamente. Cada vez que miraban la perfección de sus curvas, sus cuerpos sentían la necesidad de más satisfacción. Había un mundo infinito de placeres que conocían y que cada una quería compartírselo a la otra, pero el tiempo mismo no alcanzaría. Ya exhaustas decidieron usar sus bocas para algo más que darse placer, pero casi igual de gratificante, era momento de conocer las personalidades que yacían en esos bellos cuerpos, querían destapar los secretos más profundos de su ser, desnudaron sus almas como lo hicieron con sus cuerpos. Un ejercicio psicológico sin precedentes, un derroche de afectos, mientras hacían las preguntas adecuadas usando su intelecto para buscar un significado más allá de sus palabras, fue así como Victoria le confesó cuanto le gustaban las mujeres, y cuanto aborrecía a los hombres sobre todo por la desagradable noche que había tenido justo antes de encontrarse con Nancy. Ella a cambio le exteriorizó la vida bisexual que llevaba en secreto y las ganas que tenia de confesar a su novio sus verdaderas preferencias sexuales. Victoria se miraba en el espejo de Nancy, pero ella tenía recorrido mucho camino adelante, entonces le pidió su consejo para ella poder encontrar una salida a un problema similar. Nancy se ofreció gustosa a prestar toda la ayudar y experiencia a su nueva amiga. Le dijo que el placer tan grande que le había hecho sentir, seria recompensado grandemente. Le prometió que al menos esta noche no tendría que soportar caricias desagradables no consentidas que si ella se lo permitía, ella la llevaría a inexplicables mundos placer y satisfacción. Le aseguró que todos sus malos momentos, serian borrados para siempre. Victoria se puso en sus manos, una mujer con tan grata experiencia era un gusto seguir. Nancy no era más una desconocida, en tan poco tiempo había logrado conocerla aún más que el inepto de Carlos, aún más profundo que el pervertido de Juan.

***

Juan mientras tanto esperaba pacientemente recostado sobre su sofá, sabía lo que estaba pasando, escuchó claramente lo gemidos, los gritos los éxtasis femeninos encerrados en el cuarto de baño de su despacho. Estuvo tentado a mirar pero prefirió quedarse y esperar a lo que el destino le tenga preparado. Su cansancio desapareció por completo, mientras esperaba  se hizo de una botella de champán y tres copas, que había guardado para momentos especiales, sabía que pronto las podría usar con sus compañeras. Al fin después de un largo tiempo, después del monótono sonido del agua escapando por la regadera, de pronto escuchó el crujir de la puerta del baño, se alertó, la puerta estaba abriéndose lentamente, dejando escapar también vapor de agua acompañado de un aroma peculiar una silueta se dibujó en la oscuridad, se plantó en el marco de la puerta, sus hermosos ojos trataban de acostumbrarse a la falta de luz.

–       ¿Juan estas ahí? – preguntó la voz tímida de Nancy.

–       Si, aquí estoy, las espero.

–       ¿Tú no cambias verdad? – la silueta se asomó lentamente hasta que estuvo completamente afuera del pequeño cuarto de baño. Se mostró completa, despampanante, mujer, totalmente desnuda. Caminó segura, el bronceado cuerpo de Nancy brillaba ante los escasos rezagos de luz que rebotaban sobre su humanidad. Su cuerpo era un oasis húmedo, adornado de pequeñas gotitas dispersas de agua. Su cabello corto entre mojado y desalineado se confundía en la penumbra. Una visión que destacaba espectacular en esta la pálida madrugada. Juan la divisaba claramente aun con la escaza luz, podía advertir unas anchas caderas y largas piernas. Un sexo completamente depilado y un par de senos voluptuosos que caían libres, coronados por sus aureolas cafés y pezones punteando al cielo. Le gustó la visión, Nancy se sentía deseada, mientras avanzaba segura, tomó la copa que Juan le ofrecía, tomó asiento junto a él, cruzó esas interminables piernas. - ¿Porque me haces esto? – preguntó Nancy inocente

–       ¿Hacerte qué?

–       Tú siempre me haces perder todo lo que he ganado hasta el momento, eres una verdadera tentación.

–       Solo hacemos lo que nos gusta, eso no tiene nada de malo – Agregó Juan.

–       ¿Fue tu idea traer esta niña? – refiriéndose a Victoria

–       No, para nada, pensé que habías sido tú

–       Bueno aunque no lo admitas, me gustó mucho el regalo. Gracias.

–       Pero…

–       Vamos ya puedes salir de ahí, ven con nosotros. – ordenó Nancy con voz firme sin permitir a Juan dar explicaciones

Victoria, salió despacio, visiblemente nerviosa, llevaba en sus manos y brazos las prendas de ropa suyas mescladas con las de Nancy, trataba inútilmente de cubrir su desnudes, pero era casi imposible tapar la contextura completa de la mujer, hizo el ademan de mostrar a Nancy lo que tenía en las manos, moviéndose torpemente en la oscuridad y evitando la mirada atenta de Juan.

–       Déjalas por ahí-Dijo Nancy refiriéndose a la ropa- acércate no te haremos daño. – agregó, Victoria soltó asustada las ropas sobre el suelo, sin saber si eso era lo que quería su amiga, de pronto sintió que era un error, pero se detuvo congelada por el pudor de sentirse desnuda. Su humanidad  completa lucia hermosa y tierna a la vez, delicada, de un color plata que reflejaba pálido en la tibia noche. El mismo sexo depilado que Juan había estado tocando hace poco se mostraba sereno. Nancy se percató de la timidez de su amiga  y se acercó para darle confianza le brindo su copa de vino mientras ella tomaba la otra. Victoria tomó la copa con su mano temblorosa y siguió a Nancy como un cachorro asustado. Se acomodaron en el sofá junto a Juan, Victoria se ocultó como pudo tras su amiga.

–       Victoria me contó que nunca ha estado con un hombre – dijo Nancy, poniendo especial énfasis en el nunca

–       Pero entonces ¿era cierto? ¿eres virgen?- agregó Juan sorprendido buscando una respuesta de la hermosa mujer, hundida en el sillón tras de Nancy

–       ¡No!, no soy virgen, es solo… que nunca he estado con un hombre – susurró Victoria.

–       Además – intervino nuevamente Nancy alzando la voz- hoy había planificado ser su primera vez, con un hombre

–       Vaya que gran oportunidad – Juan mientras abría sus ojos con una mezcla de asombro y morbo

–       No te emociones – Nancy detuvo en seco a su amigo - ella quería estar con su novio, no contigo

–       Bueno, pero ya que estamos aquí

–       Hablamos un rato acerca de eso –increpó Nancy con naturalidad teatral- se portó tan bien conmigo, fue alucinante para ser sincera, así que le prometí que le enseñaría a disfrutar el sexo con un hombre

–       Pero no quiere decir que lo vaya a practicar – aclaró Victoria levantando la voz por primera vez

–       Tranquila-Contuvo Nancy a su amiga, volteando y mirándola con ternura a los ojos- déjame que te enseñe, que te muestre como se hace, te aseguro que no vas a hacer nada que no te guste

Nancy volteó nuevamente donde estaba juan mirándolo fijamente, ella plantó sus hermosos ojos en los del hombre, como lo había hecho muchas veces, no dijo nada, no hacía falta, sus cuerpos se entendían perfectamente, se deslizó sutil y elegante hasta sentir en su cuerpo todo el calor del hombre que tenía al frente pero sin tocarlo aun. Al fin alcanzó con su mano izquierda la mejilla de Juan lo acarició y plantó un beso apasionado en los labios, al mismo tiempo acercó su completa humanidad cubriendo a Juan con su hermoso cuerpo desnudo, usó sus manos para acariciar, jalar los mechones del castaño cabello del joven dejándolos aún más alborotados que antes. Nancy continuo besándolo provocando al hombre como solo ella sabía hacerlo, bajo sus dos manos y acarició el varonil pecho de su amante, se deshizo de algunos botones de la camisa sin el menor cuidado, introdujo sus manos y acarició lo que parecía ser el cielo para la mujer, gimió excitada mientras mordía los labios de Juan con brutalidad. Juan se dejó hacer, conocía los gustos y placeres de su amiga y pretendía satisfacerla. Luego Nancy dejó a Juan y se volteó ágilmente sobre el suave sillón, abrasó a Victoria y la besó con la misma pasión, jugaron con sus lenguas intercambiaron sus salivas y chocaron sus cuerpos, la pasión y la sorpresa fue tal que los blancos pómulos de Victoria, enrojecieron, su cuerpo vibró una vez más, Nancy tomó el rostro de la chica con las dos manos buscando una respuesta, esta solo atinó a dibujar una sonrisa tímida, asintió, la mujer se dio por satisfecha y la dejó nuevamente.

Las mujeres bebieron hasta el último sorbo de licor en sus copas, el líquido fluía sobrio por sus respectivos esófagos provocando una confortable sensación de bienestar. Encendiendo con cada gota el fuego interno hasta que llego a estallar la pasión en sus venas, no aguantaron más, procedieron a besarse y acariciarse, juntando sus cuerpos desnudos, apretujando sus sinuosas figuras. Cuando al fin las mujeres separaron sus labios la excitación era tan notoria, que sus respectivas pieles se erizaban al simple contacto de sus jadeos. Nancy tenía sus ojos grandes impregnados de lujuria, sabiéndose en medio de Juan y Victoria, acomodase perfectamente en el centro del sillón, con su cabeza reclinada al espaldar ojos bien cerrados y sus piernas ligeramente separadas. Estiró sus brazos dando alcance a los dos amantes uno de cada lado, los tocó al mismo tiempo y masajeó sus cuerpos dotados de contexturas tan diferentes. Entonces suplicó con vehemencia, que ambos se acercaran para proveerle placer. Uno de cada lado, la besó por partes, la acarició en su respectivo hemisferio, empezaron por el rostro, luego el cuello, cada toque de sus lenguas contra sus mejillas detonaba una descarga de sangre en sus vasos sanguíneos. Ambos amantes bajaron sincronizados por los hombros de la mujer hasta llegar a los deliciosos senos, donde cada uno disfrutó del territorio compartido. Juan conocedor del placer que le provocaba mordisquear los pezones, empezó su labor con esmero, arrancó algunos gemidos de Nancy quien disfrutaba de dos bocas frenéticas en las partes más sensibles de su piel. Las caricias parecieron eternas y Nancy inevitablemente empezó a lubricar sin control, de pronto Nancy recobró la cordura y pidió a sus amantes poner atención a sus órdenes:

–       Llegó el momento mi amor -dirigiéndose a Victoria- tú vas hacer lo mismo que yo, mira bien y luego repítelo

–       Lo intentaré –Los pómulos de Victoria ardían al rojo vivo, en ese estado le era difícil negarse

Entonces Nancy decidió cambiar de posición, levantó su cuerpo con seguridad y deslizo al lado izquierdo de Juan, dejándolo justamente en el centro, él a su vez tuvo que moverse a la derecha junto a Victoria. Ella aún estaba algo excitado, quizás extasiada, no reaccionó, ni siquiera la incomodo la presencia de Juan junto a ella, una vez que Nancy hundió sus grandes nalgas en el suave sillón, volvió a dar órdenes:

–       Ahora, quiero que lo beses, como lo haces conmigo, solo cierra los ojos y déjate llevar, mira bien como lo hago.

Nancy era una experta en el arte de besar, sus besos eran dulces, apasionados, devoraba los labios, la lengua de su amante con tal ferocidad que era difícil de resistir. Para incrementar aún más la sensualidad del momento la mujer cruzó una de sus desnudas piernas por encima de Juan sentándose justo sobre las atléticas extremidades de su buen amigo. Repitió sus besuqueos, como a ella le gustaba, ferozmente, pasionalmente, mordiendo sus labios, saboreándolos, con su mano derecha jalaba cruelmente los cabellos de Juan, como sometiéndolo a su entero placer. Al mismo tiempo su mano izquierda jugueteaba, desabotonaba los pocos botones que aún quedaban en la camisa, la retiró poco a poco, llenándose del placer que esto le producía, llenándose de ímpetu en cada roce con la piel de Juan. Finalizada su tarea, desnudó el torso de Juan bajó sus manos hacia la pelvis de su amante, abrió sus ojos grandes color miel, volteó su mirada hacia Victoria, plantó su vista con deseo, sin despegar su lengua de la de Juan, sus labios se endurecieron, su piel se erizó, su calor se difundía en toda la habitación.

–       Ahora tú - le dijo al fin con voz ronca y una sensualidad difícil de imitar

Victoria se acercó algo tímida, entre cerrando sus muslos como queriendo ocultar su húmedo sexo, le había excitado tanto la escena que fue casi inevitable mojar su intimidad. Lo que miraba era algo nuevo, algo diferente, algo que difícilmente antes hubiera disfrutado, algo prohibido, pero por alguna razón estaba emocionada o confundida, la excitación no le permitía diferenciar sus verdaderos sentimientos. La sensualidad con que se manejaba Nancy era algo impresionante la forma como su amiga disfrutaba a su nuevo amante era casi incontenible, casi mágico, ella no podía perderse ni un segundo de la excepcional escena y deseaba intentarlo, deseaba disfrutar tanto como lo hacía su amiga. A Nancy parecía no importarle que sea un hombre, parecía de alguna forma singular disfrutar ese contacto carnal, prohibido, ella debía entender a que se debía tal placer.

Victoria cerró sus ojos y se sumergió en su propio mundo de fantasía, repetía en su mente las excitantes imágenes que hace poco habían vivido en el cuarto de baño, su cuerpo se encendió inmediatamente y un ardor al interior de su vientre le hizo soltar un tímido gemido, a la vez que sus pezones saltaron sin control. Victoria se acercó lentamente al hombre lo hizo tratando de imitar con poca efectividad a su amiga, al fin alcanzó los labios y besó a Juan, en su mente tenia grabado los labios de Nancy el sabor de su saliva mezclándose con la suya quiso pensar que sería igual, que sería lo mismo, pero pronto se percató de la indiscutible diferencia. Los labios finos pero de textura tosca, una diferencia abismal pero por alguna razón no le disgustó, siguió besándolo, lo hacía con ternura, sus ojos bien cerrados y sus manos medrosas sobre el cuello desnudo del afortunado hombre que se dejaba hacer. De pronto su corazón brincó volviéndola a la realidad, pero sin dejar de besar, se daba cuenta que al fin lo estaba haciendo, podía besar un hombre, sin sentir asco, sin la necesidad angustiosa de separase de él, continuaba haciéndolo, ¿que había de diferente en esta oportunidad?, no sabía o no entendía pero no podía separarse de esos húmedos labios. Hasta que Nancy interrumpió su acción dándose por satisfecha.

–       Está bien- dijo Nancy – pero aun puedes mejorarlo. Vamos a tener que seguir intentándolo.

A Juan pareció gustarle, se sintió agradecido por esos besos cariñosos, necesitaba algo de ternura esa noche y lo había logrado de quien menos lo esperaba. Aun con todo lo vivido esta noche parecía prometer aún más, entonces el estiró sus brazos y acarició los dos bellos cuerpos uno de cada lado. Rozó las espaldas lentamente hasta llegar a las caderas y parte de las nalgas, detenido solamente por el sillón en el cual estaban sentadas las mujeres. Victoria continuó su labor queriendo cumplir a satisfacción su tarea, mientras Nancy aprovechó para liberar el pantalón de Juan y emprender la búsqueda en la ropa interior, tan rápido como pudo, halló el premio anhelado por ella, lo encontró completamente erecto cual roca. Instintivamente Nancy mojó sus labios, como respuesta al exceso de saliva que apareció de improviso. Por su nuca recorrió un calofrío conocido y esa sensación en el estómago la cual surgía cada vez que sostenía en sus manos el miembro viril de Juan. Lo acariciaba y miraba con deseo, lo conocía muy bien, casi de memoria, cada vez que lo observaba como ahora, la llevaba a insospechados mundos de pasión, desenfreno y lujuria. Para La mujer era algo como una droga que no podía dejar, aun cuando sabía que estaba mal, era muy tarde ya, no podía arrepentirse. Una vez más estaba envuelta en el morbo que le producía el solo contacto con la piel de su amante, incrementado solamente por la perversión de hacer un trio, una orgía, en fin una experiencia que la saque de su aburrida monotonía, que llene sus más bajos deseos. En el fondo eso era lo que buscaba, eso era lo que siempre llenaba sus pensamientos especialmente en estos momentos en que salía a relucir el enigmático miembro de Juan frente a ella.

De pronto Victoria, parpadeó, abrió sus ojos, asistió asombrada al jugueteo que hacían las manos de su amiga sobre el pene del hombre al que besaba. Sintió sus mejillas arder, se sentía abochornada ¿Pero porque? Sin duda había visto antes un pene, cuando empezó este juego sabía que en algún momento llegaría a este punto pero nunca se imaginó tenerlo tan cerca de su ser y menos se imagino estar besando al dueño. Desvió su mirada, se apartó algo asustada mientras su mente inquieta se imaginaba ¿que se sentiría tenerlo dentro de su ser? Movió su cabeza desaprobando la idea, quiso quitarse esa imagen de su mente, quiso alejarse pero su amiga parecía leer sus pensamientos, la tomó de la mano y la invitó a tomarlo suavemente, como adaptándola a la nueva textura, enseñándola como acariciarlo, como llenar su tacto con ese extraño elemento. Para Victoria, era la primera vez que podía sentir en la palma de la mano, el intrincado instrumento, no le desagradó del todo, Si, era un pene, un miembro viril, un artefacto de placer que estaba en sus manos, podría asemejarse a cualquier otro instrumento de placer que antes hubiera tocado no había razón para sentirse mal, se decía ella misma. Sin embargo había algo extraño, algo incomparable, un hormigueo particular lo sintió desde el primer contacto, lo sintió y lo seguía sintiendo cada vez que su sentido táctil era inundado por esas gruesas venas atiborradas de sangre. Ese calor único, escozor febril que hacia que su palma se humedeciera fruto de su transpirar nervioso. Pero no se detuvo, acaricio y jugó con el algún tiempo mientras besaba a Juan, buscando esa extraña sensación. Era algo nuevo para Victoria, aunque había visto películas de sexo explícito, escenas en las que hacían exactamente lo mismo que ahora practicaba, se percató que la experiencia no se asemejaba a nada que hubiera vivido antes. Recordó a su vieja amiga de la infancia, algunas veces había usado con ella juguetes que emulaban el órgano masculino, pero esto, esto no era igual, Victoria se sentía diferente, algo le había pasado, quería continuar, empezaba a disfrutar el momento. De pronto Nancy la interrumpió, sacándola de su abstraída ensoñación.

–       Llegó el momento mi amor – le dijo justo antes de plantarle un beso cálido en los labios, beso que recibió gustosa, beso que humedeció sus escondrijos femeninos. Luego mientras jugueteaban con sus lenguas incluyeron al hombre en el apasionado beso, que unió a tres pares de labios, tres salivas diferentes pero con la misma pasión

–       ¿Llegó el momento de qué? – preguntó Victoria ingenua

–       Ahora vas a probar uno de los mejores placeres de la vida, aquello que te hará muy feliz y llenará completamente tú ser. Te aseguro, después de probarlo vas a querer repetirlo una y otra vez. Cierra los ojos mi amor, imagina que es un postre, una paleta de helado, una golosina cualquiera que disfrutes más, abre tu mente, poco a poco te acostumbrarás y desearás embriagarte con su sabor. Cuando sientas que llegó el momento, trágalo todo hasta el fondo, lo más profundo que puedas, ya has demostrado que tu boca es capaz de provocar placeres inefables. Ahora permite que tu hermosa boca, reciba placer de este delicioso manjar. Mira bien como se hace y luego repítelo, mejóralo

Sin  decir más, Nancy se cayó de rodillas sobre el erecto pene de Juan, pasó primero su lengua experta desde arriba la cabeza amplía hasta abajo sus testículos. Lamia suavemente, recorriendo cada centímetro, cada pliegue, recorriendo el camino de cada gruesa vena a lo largo del remojando y varonil espécimen. Nancy respetaba ese instrumento, lo deseaba, lo mimaba con cálidos besos, lo rozada de vez en vez contra sus mejillas inundando su cutis del embriagador aroma masculino. Al fin lo tomó con ambas manos y lo olfateó cerrando sus ojos, enamorada, tratando de llenar sus pulmones con su exquisito olor, luego lo devoró  completo sin contemplaciones. –Ahhhh- Juan gimió, echando su cabeza atrás, le encantaba la boca de esta mujer rodeando su masculinidad por completo. Ella sabía cómo hacerlo, como dar placer con su boca, si podía consentir a una mujer, era aún más fácil a un hombre, según decía ella mismo, tenía bastante experiencia y alardeaba de sus habilidades. Ahora Nancy saboreaba el miembro completo sin retirar la mirada de los ojos de Victoria, succionaba fuerte, introduciendo el falo, distendiendo su garganta hasta no aguantar, luego lo sacaba parsimoniosa y repetía la acción anterior. Siguió así por cerca de 10 minutos, dando un enorme placer a Juan, quien se sentía en el cielo cada vez que era engullido por la mujer. Al fin, Nancy se detuvo, levantó su fornido cuerpo y se dirigió a donde estaba Victoria:

–       Tu turno cariño– le dijo mientras le animaba a su amiga a tomar su lugar.

Ambas mujeres se arrodillaron, una de cada lado del varón. Victoria temblaba, sus ojos se cristalizaron, hubiera estado congelada a no ser porque su amiga la guiaba en cada paso ¿Cómo podía repetir la perfección del acto que acababa de mirar? Ella era una virgen por así decirlo en este tipo de placeres, cuando al fin estuvo al frente de tan impactante monumento, inconscientemente su paladar y boca empezaron a humedecerse sin control, recordaba las palabras de su amiga, es una golosina, ella gustaba de las golosinas. La mirada de Nancy atenta, Victoria tragó saliva y sin más repitió los movimientos de Nancy, lamió el falo de Juan, lo sintió, sin ningún sabor especial, lo que sí pudo identificar fácilmente fue el sabor de Nancy, su saliva, su olor en todo ese miembro venoso, duro, complaciente y entonces todo cobró sentido, empezó gustarle, era como estar besando a su amiga pero en una figura diferente, una forma larga que ocupaba cada espacio en su boca, disfrutó la sensación en su paladar. Y fue feliz, no pudo haber encontrado mejor maestra que Nancy, ella tenía razón, esto era delicioso, lo gozaba y Nancy lo miraba todo con placer, orgullo y excitación. No aguanto más y quiso compartir el manjar con su amiga. Juan disfrutaba al máximo de tener dos mujeres hermosas devorando su pene por turnos, lo compartían como buenas amigas, lo gozaban digiriendo la sutil pócima que resultaba de mesclar dos salivas y los líquidos de lubricación que Juan expulsaba. El sabor era único el aroma embriagaba a las mujeres convirtiéndolas en dos animales en celo, dos fieras devorándolo con sus bocas. De vez en cuando sus labios terminaban encontrándose y eso detonaba un beso húmedo entre ellas. Nancy no podía ocultar más su sexo mojado, brotaban sus jugos cual fuente esparciéndose por entre sus muslos en un exagerado y húmedo mar de brillantes. Victoria lo sabía, lo percibía desde su posición, hace rato la fragancia inundaba su bien formado sentido del olfato y se moría por probar una vez más ese delicioso brebaje que hacía de entre las piernas de su amiga.

–       ¡Woaauw! Amor no aguanto más – susurró Nancy, con natural sensualidad – necesito que me penetres ahora

Nancy se incorporó, sus piernas temblaban pero las separó como pudo, colocó sus rodillas sobre el sillón, abriéndolas lo suficiente para hacer coincidir una a cada lado de las caderas de Juan, Toda su hermosa feminidad quedó suspendida, con sus grandes nalgas frente al rostro desconcertado de Victoria, ella miraba incrédula. Entonces Nancy tomó asiento a horcajadas rodeó las caderas de Juan. Bajó lentamente hasta dejar lo suficientemente abierto el jugoso sexo de la mujer, justo en frente del poderoso glande, invitándolo a ingresar. Bajó con cuidado, pero sin prisa, uso una de sus manos para encajar de mejor manera la impasible cabeza. Nancy era un cúmulo de sensaciones, poco a poco el falo llenaba a lo ancho su intimidad, encajaba perfecto en su vagina, como si hubiera sido hecho para estar dentro. Miró de reojo a Victoria mientras dejaba escapar gemidos de placer, el roce intrépido del pene contra las paredes provocaba un creciente hormigueo en toda su zona baja. Sintió el inconfundible remolino que exaltaba su corazón hasta el máximo, no podía creer que este hombre le daría tanto placer, con tan poco, apenas empezaba y estaba a punto de correrse. Cuando estuvo casi completamente empalada, estiró instintivamente la mano alcanzando a  Victoria, la acercó hasta sus labios y la besó con furia. Nancy se encontró sentada, montando a su amante, completamente llena y sintiendo que el aire le faltaba. Cabalgó un buen rato adoraba esa posición, gozaba de ser penetrada por completo, disfrutaba también los cálidos labios de Victoria y aprovechaba para manosearla completa. Juan gemía con fuerza, levantaba implacable su pelvis, logrando una armoniosa danza de penetración. Los tres cuerpos se abrazaron las mano derecha de Juan acariciaba las delicadas nalgas de Victoria, mientras la mano derecha se aferraba fuertemente a las amplias caderas y nalgas de Nancy, sirviéndole  como apoyo para poder penetrar fuertemente a la mujer, el placer era inmensurable y el tiempo corría sin control. De pronto Nancy se dio por satisfecha, sus entrañas revoloteaban en intrincados espasmos, pero no dejó de besar a su amiga a quien parecía haberle contagiado de convulsiones internas. Nancy detuvo su cabalgata. Se aferró fuerte a la otra mujer y la empujó con fuerza sobre el sillón, ella la siguió caminando cual felina hambrienta, el movimiento provocó una violenta y dolorosa implosión de su interior. El pene de Juan regresó a su lugar resorteando mientras Nancy regresó su mirada frunciendo el ceño. El par de segundos que tomó esta acción fue aprovechado por Victoria, para hui hacia el borde del sillón, esbozando una pícara sonrisa y con sus piernas ligeramente separadas.  Nancy disfrutó el reto de su amiga pero en lugar de lanzarse sobre ella como lo había planeado, se acomodó en esa posición, con sus manos y pies sobre el sofá en cuatro patas como un animal en celo, sus preciosas nalgas quedaron expuestas en clara señal de querer ser penetrada por detrás. Juan no esperó, se incorporó sobre el sillón, acarició las curvas de fantasía, halló el cielo en la hermosura de ese culo llamativo, masajeó con entereza cada glúteo perfecto, redondo, entonces llegó al sexo, mojado, impregnado de líquido y olores alucinantemente dulces, no hacía falta humectar, introdujo un dedo, luego dos, se los llevó a la boca, saboreo los líquidos percibió extasiado toda esa feminidad. Entonces entró ágilmente con su pene caliente, fácilmente la llenó completa, el sexo húmedo parecía no oponerse, más bien quería tragarlo completo. El falo entraba y salía con parsimoniosa armonía, aceleraba y le provocaba tremendo castigo, insaciable continuaba, la mujer agradecida jadeaba, gemía dejaba escapar sus gritos, su llanto. Victoria solo asistía asustada, impasible, el castigo era implacable y ella lucia aterrada viéndose ella mismo en esa posición ¿que debía hacer? no podía echarse atrás aunque quería huir, nunca fue una mujer cobarde, tragó saliva y se sugestionó positivamente, llegaría su turno y sus piernas temblaban como condenada a muerte esperando en el patíbulo. Cerró los ojos y esperó pacientemente, de alguna manera sus dedos habían llegado a su delicado sexo y estaba auto satisfaciéndose mientras seguía escuchando los fuertes gemidos de su amiga –Me vengo, maldición, me vengo – gritó su amiga y ella abrió sus ojos como platos, provocándose un temblor en todo su cuerpo, presionando fuerte su dedo índice contra su húmedo clítoris.

Al fin, Nancy quedó rendida retorciéndose con violentos espasmos de un orgasmo único, delicioso, agonizante. Alcanzó a susurrar -es tú turno – mientras caía desecha entre las piernas bien separadas de Victoria. Juan tomó asiento nuevamente en el extremo contrario del sillón, sudoroso, agotado pero deseando repetir la escena con un nuevo cuerpo, no dijo nada se quedó sentado con su cabeza contra el espaldar del sofá, recuperando el aliento. Victoria dudó, tenía que repetir lo aprendido, pero tenía miedo, su amiga quedó inconsciente ¿eso fue placer o dolor? Su amiga no podía responderle, tampoco darle ánimos, ella tendría que hacerlo sola, entonces esta se movió, se retiró del mueble parsimoniosa, teniendo especial cuidado de no molestar a su amiga, se puso de pie recorrió los pocos pasos que le llevaban al otro extremo del sillón, le pareció un recorrido eterno, se puso frente a Juan, este la miró sorprendido. Colocó ambas manos sobre los esculpidos hombros de Juan lentamente, separó sus piernas, emulo los movimientos de su amiga, los había memorizado.  Bajó lentamente sobre el hombre hasta sentir en su entrada la dura cabeza que amenazaba, siguió bajando sin saber que mas hacer. Juan tuvo que asistir la acción, sujetó su pene con una mano, lo mantuvo firme, sintió la estreches de ese depilado sexo, estaba húmeda pero aun así era muy difícil entrar. Victoria intentó de nuevo, empujo, era imposible, quiso arrepentirse entonces apareció Nancy para salvar la situación. Tomó el largo falo de Juan, se lo llevó a su  boca, lo humectó bien, luego lo puso en la entrada de Victoria, ella ya conocía la fisonomía de la otra mujer, hizo un movimiento ágil, empujó lentamente y el agujero al fin cedió. Juan entró ajustado, su glande estaba dentro, pero él seguía empujando, luchando para encajarla completa. Al fin pudo penetrarla, los labios mayores de Victoria al fin chocaron con la cálida piel del hombre, ella no podía creerlo, dolía un poco, pero no desistió, tomó aire y al poco rato su sexo se adaptó al impávido miembro, poco a poco el dolor desapareció y el placer surgió con un inquietante calor en el inicio de su útero. Un calor que nunca antes había conocido, invadió todo su cuerpo, se sintió llena completa, sus paredes vaginales parecían dilatarse aún más, vibrando con un suave y delicioso ardor que la quemaba lentamente.

Juan se dejó hacer, Victoria subía y bajaba muy lentamente, incrementaba su velocidad y más pronto que temprano llegó a la gloria, aquello que para Victoria fue como una explosión interior, un orgasmo casi sin esfuerzo, casi sin culpa, era la primera vez, su primera vez con un hombre. Nunca se imaginó llegar tan fácil a un orgasmo, estaba acostumbrada a largas sesiones de sexo, sentía que se había perdido tanto placer y llegó a entender a su amiga, el entusiasmo que ella ponía en cada penetración. Superados los primeros espasmos Victoria perdió el control, estaba extasiada, ensalzada con tanta lujuria, ella misma tomó ambos senos con sus manos, los arrugó con desenfreno, luego se los ofreció al varón del placer que tenía en frente, ella mismo introdujo sus rozados pezones en la ardiente boca de Juan, le enseñó cómo darle placer, mientras sus caderas empujaban con energía, continuó moviéndose, continuó gimiendo, continuó disfrutando, con cada embestida que llevaba donde empezaba su golpeado útero. Cuando pareció llegar otro éxtasis, cambió rápidamente de posición, se colocó en cuatro patas sin ningún problema, ocupó el mismo lugar en que había estado su amiga. No era la misma Victoria estaba en otro mundo, un mundo de placer, sin inhibiciones, sin control, casi no tuvo que esperar, de inmediato sintió su feminidad llena y golpeada por los salvajes envistes de su amante. Esta posición también lo disfrutó y mucho  dejó a su amante que la poseyera, que entrara y saliera cuantas veces y como él quisiera. Este lo hacía sin compasión, con ritmo envidiable, el sexo de Victoria era un mar de placeres, aguataba todos los garrotazos sin discusión. Juan estaba a punto de terminar, sus gemidos ahogados lo delataban, sus bramidos se asemejaban a un toro salvaje. Nancy se percató del estado de Juan e intervino para evitarlo. Sacó el miembro aun erecto del interior de Victoria y se lo llevó a su boca con delicadeza, cuidando no estimularlo demasiado, lo limpió, lo mimó, bebió todos los fluidos que lo rodeaban, lo acaricio una vez más he invitó a su hombre a retirarse sin llegar al éxtasis. Luego se puso de rodillas ocupando el espacio que había dejado Juan, lamió los jugos que brotaban de Victoria, a esta le encantó el buen trato y en poco tiempo lanzó alaridos incontrolables de un orgasmo insostenible. Nancy no había perdido su toque aun en estas condiciones era capaz de arrancarle el más purificante espasmo. Victoria retorcía su cuerpo como una poseída, continuaba en cuatro y Nancy lamiendo los jugos de su amiga desde atrás, aprovechó la posición para subir aun mas, para humectar la entrada trasera de Victoria, un agujero por demás pequeño pero atrayente embrujante, se notaba, no había tenido experiencia anterior y esto animaba a Nancy en un morboso deseo de llenarlo con placer.

Victoria recuperó el aliento, salió de su trance mágico, sintió esa sensación nueva en sus partes bajas, no sabía cómo actuar, que sentir, el cosquilleo en su ano era extraño, jamás nadie había incursionado en esas fronteras, no era desagradable quizás algo incómodo, este era un límite infranqueable había escuchado de ese tipo de placeres pero jamás lo había intentado. Quiso rechazar a la mujer, pero cambió de opinión, de pronto sintió un estremecimiento en el intrincado agujero que coincidía con la distendida lengua de Nancy adentrándose en sus esfínteres, abriéndose paso en medio de la abertura que se apretaba instintivamente, sus piernas también se contrajeron acompañadas de temblores que jamás había sentido. –Detente- susurró pero su amiga parecía no escucharle más bien incremento los traviesos lametazos, su lengua exploradora incursionaba fascinada. Victoria dudó, pero luego se dejó hacer, después de todo Nancy le había mostrado placeres tan satisfactorios que no tenía por qué desconfiar, no tenía por qué ser diferente esta vez.

Nancy alzó la vista hacia, Juan quien sudoroso entendió la intención de esta - llegó el momento final– dijo Nancy -Hazlo con suavidad - tomó el pene ardiente de Juan con su mano izquierda y lo saboreó, humectó como solo ella sabía hacerlo, luego lo llevó a la entrada trasera de Victoria, parecía  una tarea imposible. Victoria miró aterrorizada lo que su amiga quería hacer, quiso arrepentirse, pero Nancy la detuvo en seco, se acercó ágilmente y la besó apasionadamente dándole fuerzas para lo que venía a continuación. Nancy la convenció de ser fuerte y de soportar - después de esto, serás una mujer completa- le dijo. Victoria aceptó y cedió a los intentos de Juan para penetrarla. Después de varios intentos, al fin entró parte de su glande y el acto desgarró a Victoria, esta cerró los ojos, mordió sus labios y esperó, Nancy asintió preocupada. Victoria sentía como poco a poco aquel imponente trozo de carne iba abriéndose paso hacia su interior, antes ese mismo falo le había dado placer, ahora ardía, dolía, causaba daño como nada antes lo había hecho. Nancy se acercó la besó y le dijo – eres muy valiente ya casi termina.

Finalmente Juan estaba dentro por completo, la visión era de una viga incrustada en un pequeño y ajustado agujero. Sentía como las paredes anales apretaban todo el cuerpo de su falo, pero estaba extasiado con la belleza de la mujer, por la delicia de su abertura. Tomó las blancas nalgas con ambas manos y jaló, sintiendo como los esfínteres de la mujer se reusaban a dejarlo salir, luego con la mitad de su sexo fuera, empujó otra vez, intentó otra vez y otra vez hasta que empezaba a moverse con ritmo. La mujer gritaba con cada acción, bramaba con cada embestida, cada empuje era un salvaje rasgado de sus entrañas, el dolor era intenso casi insoportable, sus ojos empezaban a lagrimear acompañados de sollozos tímidos, lloró, dejó sus lágrimas sobre el desnudo hombro de su amiga, no sabía porque aguantaba, que le obligaba a seguir, pero lo hizo continuo firme. Con cada gemido endurecía sus nalgas esperando la siguiente arremetida.  Poco a poco, el suplicio fue menor, los chasquidos de sus nalgas contra la piel de Juan eran más rápidos. Victoria iba dilatándose, imposible pensó para sus adentros, estaba ajustándose a la nueva sensación, en ardor anterior desaparecía y sus esfínteres ya no ofrecían resistencia, sentía como si estuviera siendo penetrada vaginalmente, pero la sensación era diferente, primero sentía ganas de pujo, luego ese cosquilleo inquietante, la misma sensación que había sentido cuando su amiga lubricó el agujero. Nancy entendió lo que estaba pasando y de inmediato cambio de posición, dejó que la mujer se sostenga sola con sus brazos mientras ella se recostó al frente, sobre el borde más alto del sofá, separó deliberadamente las piernas, inundando con su aroma el rostro demacrado de Victoria, eso fue suficiente para volverla a la vida, para devolverle la fascinación que sentía por el sexo y que mejor con la espectacular visión de la perfecta vagina de su amiga. Se excitó de inmediato con el olor a húmedo sexo impregnado en su nariz. No dudo ni un segundo empezó a saborearlo, reconoció entre esos fluidos también el sabor de Juan. Saberse penetrada mientras hurgaba con su lengua larga en las profundidades intimas de una mujer, solo para hallar el sabor de su amante masculino era una sensación única y gratificante. Era increíble, el dolor desapareció por completo, en su lugar se instauró el constante cosquilleo anal, acompañado de palpitaciones superfluas en su vagina,  empezaba a nacer la fruición, el deseo, el deleite mismo sin freno, sin ataduras algo único, algo mágico, como un menjurje afrodisiaco a la que tenía que aferrarse para seguir viviendo.

Los cuerpos desnudos de las mujeres jugaron con embelesada devoción, disfrutaron de irresistibles placeres mientras Juan entraba y salía con ligereza de los agujeros de Victoria. Los gemidos y gritos escandalosos de ambas mujeres se confundían con los golpes y arañazos contra el pobre sofá, cada vez que llegaban a rimbombantes orgasmos. Un Juan sudoroso y sin fuerzas sentía que su corazón iba a estallar, gimió cual animal salvaje, no podía aplazar más el palpitante momento y vació su ser con abundante semen, sus primeras gotas fueron a dar en las espaldas de Victoria, pero casi inmediatamente llegó Nancy, Victoria la imitó y ambas bocas fueron roseadas con el cristalino liquido de varón. Juan cayó agotado sobre el sofá, sintiendo que el aire le faltaba en su amplio pecho. Las dos chicas se abalanzaron sobre él limpiando con sus bocas todo resto de líquido vital, las dos eran insaciables y no pararon hasta bañarle todo su cuerpo con sus lascivas lenguas impregnadas de saliva y otros fluidos. En algún momento, Juan quedó inconsciente lleno de tanto placer, agotado por la pervertida jornada, las chicas pronto sucumbieron también entre caricias y besos. Descansaron al fin una mujer a cada lado del hombre entrelazados en cuerpo y alma.

El amanecer y las primeras horas de la mañana llegaron sin que nadie se percatara, la poca luz entrando al despacho no era suficiente hacer recobrar la conciencia de los concentrados en esa oficina. Cuando dieron las 10 a.m. del inusitado sábado Juan acaricio las alas de la cordura, despertando frugal al nuevo día y cobrando conciencia de lo que había hecho. Él estaba acostumbrado a madrugar aun cuando tuviera una mala noche, no podía quedarse demasiado tiempo en la cama, su cabeza daba vueltas, su cuerpo detectaba la luz del día y no podía conciliar más el sueño. Observó a su alrededor, tratando de no moverse bruscamente, sus dos amantes aun durmiendo plácidamente en su regazo, eran hermosas las dos, desnudas con sus cuerpos perfectos entrelazados, sus cabellos enredados. Podría ser un sueño para cualquier hombre, pero no para Juan, había despertado muchas veces en condiciones similares. Esto era como una adicción para él, una vez que empezaba no podía parar tenía que seguir una y otra vez buscando más placer, pero tenía que tomar una decisión urgente respecto a lo que estaba haciendo, respecto a su futuro, se levantó con cuidado, tratando de no despertar a las mujeres, las acomodó abrazadas entre ellas, para que no sintieran su ausencia, tomó sus ropas y se fue.

Juan tomó una ducha revitalizante, se vistió usó la mudada auxiliar que tenía en su despacho y salió con mucho cuidado para no despertar a nadie. No sabía hacia dónde dirigirse o que hacer, al principio caminó un poco tratando de pensar, pero luego regresó, tomó el auto que había dejado en el parqueadero de la oficina, quería alejarse para poder aclarar la mente, quería ir lejos, muy lejos tanto como el combustible le permitiera y quedarse ahí, no volver, alejarse de toda esta oscura realidad que lo atormentaba, huir de el mismo, escapar como si fuera posible.

CONTINUARÁ...