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La oficina: Historia completa: extra bonus

en Grandes Relatos

Prologo

La historia narrada a continuación, describe el modus vivendi de un grupo de jóvenes, que viven como si fuera el último día de su existencia, forman lazos más estrechos que los de una amistad, lazos diferentes a los que el común de personas conocemos, la historia contada no me pertenece, pero he tratado de plasmarla tal cual me ha sido contada, conozco algunos de los personajes, he dialogado directamente con la mayoría de aquellos aquí mencionados, espero poder expresarlo tal como ellos pudieron relatarme o incluso mostrarme mediante ciertas fotos y videos, esta historia no se ha escrito, para juzgar de alguna manera esta forma de vida, es más bien un intento por inmortalizar los momentos vividos y una forma de agradecer a mi gran amigo Juan por compartirme sus experiencias tan personales. La historia aunque real, tuvo que ser alterada para no mostrar ni los nombres reales de los protagonistas y ni aspectos relevantes de la misma, de forma que no se pueda asociar de ninguna manera a aquellos que participaron en alguno de los acontecimientos descritos.

CAPÍTULO 1

El bar

Hace apenas unas dos horas, quizás algo más, Juan [JATN1] se había reunido con sus amigos en el bar en el que ahora se encontraba ahora, tenía la intención de pasar un buen momento en compañía de aquellas personas que estimaba, sin embargo esta vez las cosas no habían salido bien. Juan bebía en la barra del bar con su amigo Federico, sostenía un vaso de licor con su mano izquierda mientras con la derecha apuraba un cigarrillo, Juan odiaba fumar, pero esta vez lo hacía más por despecho que por gusto propio, quería intoxicar su cerebro, olvidar las últimas dos horas de su desdichada vida. Juan mantenía su mirada fija en la nada, su amigo Federico estaba junto a él, pero el parecía estar solo, aislado del mundo y todo lo que lo rodeaba, zambullido en su mar de problemas. En la mente de Juan no cabía una posible solución para el problema en el que se encontraba, conocía bien el carácter firme de su novia Mishelle[JATN2] , sabía que ella no daría su brazo a torcer.

Este era el día de su tercer aniversario, Juan había planeado algo especial, pero nada ocurrió como él lo esperaba, no entendía porque los eventos tuvieron que darse de esta forma y porque justo ahora. Antes de hoy, su relación había sido casi perfecta, jamás habían tenido una discusión, no como esta. A su mente acudían imágenes de todos sus momentos felices, especialmente su primer aniversario, el cual coincidía con la primera vez que tuvieron relaciones sexuales, cuando aún eran solo unos estudiantes, cuando las cosas eran tan simples, más fáciles.  Un día como este hace dos años, pensaba, se habían encontrado con sus dos entrañables amigos Nancy [JATN3] y Federico, quienes les compartían la gran noticia, habían empezado una relación, la sorpresa y la emoción fue tal, que decidieron festejar las dos parejas, no hizo falta ir a algún lugar especial, fueron los cuatro al departamento de Nancy, bastó pedir algo de comer y unas cuantas botellas de alcohol, la vida era tan simple entonces. Para Juan esa noche fue inolvidable, después de haber pasado un buen rato con sus amigos, Nancy les ofreció el segundo dormitorio de su casa, el cual estaba disponible y podían hacer uso del mismo, Mishelle estaba algo escéptica y hubiera preferido quedarse con su amiga, como lo habían hecho varias veces antes, pero está ahora tenía pareja y todo indicaba que tenían pensado dormir juntos, cosa que para Mishelle representaba un gran problema, ella sabía muy bien que Juan intentaría aprovecharse de la situación, aunque ella disfrutaba de las caricias y los juegos atrevidos de Juan, jamás habían llegado al coito, las pocas veces que habían estado a solas ella lo había detenido a tiempo y este no había podido concretar el acto.

Pudo ser el alcohol que Mishelle llevaba encima, ese día terminó cediendo, Mishelle decidió quedarse en casa de su amiga aunque esto significaba pasar la noche completa con Juan, esperaba tener la suficiente fuerza de voluntad para no ceder a sus instintos, se sentía nerviosa, pero había tomado una decisión la cumpliría sin importar lo difícil que fuera. la pareja entró a la habitación con una sola cama en el centro, Juan se recostó inmediatamente arrojando sus zapatos por donde podía,  de inmediato llamó a Mishelle, ella lo ignoró, tomó asiento frente a la peinadora que había en el dormitorio, entonces empezó a desatar su cabello y cepillarlo frente a Juan, a este la visión le pareció hermosa, amaba tanto a esa mujer que había esperado pacientemente sin insistir demasiado o tratar de convencerla para tener sexo, prefería esperar que ella misma esté segura y decida dar el gran paso, Juan podría haberla convencido mucho antes, pero sentía que esta vez era diferente o quizás porque Mishelle le había confiado a Juan, que era virgen, antes de él no había estado con ningún hombre y que pese al enorme placer y excitación que sentía a su lado, tenía mucho miedo de llegar a concretar el acto. Mishelle es una mujer chapada a la antigua y firme en sus decisiones, ella quería llegar virgen al matrimonio, al menos eso pensaba hasta que llegó Juan, ahora no estaba segura, que iba a hacer toda la noche con este hombre, lo conocía travieso como ninguno y capaz de provocarle el mayor placer sin necesidad de retirarle una sola prenda de su ropa, - ¿Qué piensas tanto? – Preguntó Juan – No sé dónde vas a dormir tú – respondió – donde más, aquí junto a tí – Sabes muy bien que no estoy segura Juan. – Tranquila no va a pasar nada que tu no quieras que pase.

Gran parte de la noche transcurrió entre discusiones amenas y coqueteos, hasta que al fin Mishelle se acercó a Juan y lo besó delicadamente, esta tomó asiento sobre Juan frente con frente, Juan a su vez estaba sentado sobre la cama, por todo el cuerpo de Mishelle recorría un calor que nunca antes había sentido, se incrementaba con cada caricia atrevida de su novio, hace tiempo que había permitido que este la tocara por completo, pero sin retirarle ninguna de sus prendas, Juan recorría el cuerpo entero de su novia, deleitándose de esos hermosos senos, sin nunca haberlos visto, gozaba rozando unas perfectas nalgas aun sobre las ropas, parecían bastante bien perfiladas, la noche era mágica y la pasión de los jóvenes desbordaba toda la habitación, de alguna manera, en algún momento Mishelle se dio cuenta que su novio le había retirado parte de sus ropas, Mishelle lucía hermosa con un top negro que cubría como podía un par de senos grandes pero nunca explorados desnudos  por Juan, eran hermosos, solo por el hecho de despertar su imaginación, en la oscuridad de la habitación la piel blanca de Mishelle brillaba, la luz que emitía solamente era opacada por las mechas rizadas de cabello negro, su rostro era claro, de facciones finas, con delicados y carnosos labios rojos, rostro de un ángel decía el propio Juan, rostro que acompañaba gestos únicos e inocentes, Mishelle continuaba sentada sobre Juan apenas con su ropa interior encima, Juan para ese entonces ya tenía su torso desnudo, miraba fijamente a esta mujer en todo su esplendor, Juan había estado con muchas mujeres antes de Mishelle, se había divertido mucho pero sabía que esta era la oportunidad de cambiarlo todo, estaba perdidamente enamorado de Mishelle y no podía ocultarlo.

Pasaron un buen tiempo solo mirándose los dos, sin decir nada hasta que la misma Mishelle en algún momento tomó la delicada  tira del sujetador sobre su hombro, la cual sostenía uno de sus senos y de inmediato la retiró, dando la señal a Juan para que continuara, este no esperó más, llegó el momento que tanto había deseado, Mishelle no había dicho nada pero bastaba con mirar sus limpios ojos para saberse aprobado. Juan se deshizo completamente de la delicada ropa interior de su novia para poder devorar completamente el divino cuerpo de su novia, empezó por los hermosos senos blancos, besó toda su piel perfecta hasta llegar al lugar prohibido, al idilio de éxtasis, un sexo único y hermoso, degustó todos los fluidos de su amante, dándole un placer nunca antes conocido por Mishelle, en alguna ocasión habían hablado de tener sexo oral y extrañamente a Mishelle no le disgustó la idea Juan recordó claramente esa conversación y por tal razón empezó dándole ese tipo de placer, pero Juan quería más, quería hacerla suya completamente, en la madrugada del nuevo día al fin Juan pudo penetrar el sexo de su novia por primera vez, tarea difícil pero gratificante, el dolor de Mishelle lo ahogó gemidos de placer, disfrutando cada estímulo como si fuera el último, fundiendo sus cuerpos como si fuera  su última oportunidad de regocijarse a causa de estos placeres, Mishelle alcanzó su primer orgasmo a las tres y veinte y cinco de la madrugada, de ahí en más logró al éxtasis varias veces, Juan recordaba perfectamente cada detalle de ese momento, de esa noche, como si hubiera sido ayer, por primera vez había hecho el amor, todo lo anterior había solo sexo.

Esa madrugada Juan se convirtió en la más sublime ilusión, que jamás antes Mishelle hubiera tenido, se prometió a sí misma, pertenecerle completamente y por siempre, para Juan esta experiencia también fue única, fuera de lo normal, cambió completamente su vida y se prometió ser fiel, cosa que antes siempre le había costado demasiado, ambos estaban seguros de haber encontrado su alma gemela, el mundo entero no sería capaz de acabar este amor que sentían y todas esas irracionalidades que la gente se jura cuando siente lo que creen es el amor eterno, hoy dos años más tarde Juan había discutido con su novia y no era cualquier discusión él sabía que este era el final de tan hermosa relación, nada podría cambiar, al menos eso era lo que Juan creía, no bastaba con todos las imágenes que revoloteaban en la cabeza de Juan, además tenía que aguantar a su amigo, que para estas horas ya estaba bastante pasado de tragos, Federico solicitaba insistentemente una respuesta clara a su pregunta necia, Juan empezaba a sentir los efectos del alcohol y poco a poco su paciencia se agotaba, cualquier momento soltaba una grosería, en esas circunstancias sería algo normal en él.

–       Juan, por favor respóndeme con la verdad, si eres mi amigo, yo no te voy a acusar por nada, pero debes ser sincero conmigo.

–       Federico por favor, ten cuidado con lo que estás diciendo, Nancy puede estar cerca, no está bien que hables así de ella.

–       ¡ah!, ¿te digo que me respondas?, yo sé muy bien que Nancy es una cualquiera, una perra que nunca me ha respetado, ahora lo sé, la muy puta se ha revolcado con cuantos ha podido, ahí mismo en nuestra oficina, pero ...

En ese preciso momento apareció Nancy como una ráfaga, nadie supo de donde había salido sino hasta que estuvo plantada tras los dos amigos, llevaba un rostro indignado como si no diera crédito a todo lo que acababa de escuchar, Nancy, llevaba un vestido corto rosado, entallado a su cuerpo, dejaba ver sus hermosas y contorneadas piernas, su envidiable figura y su bronceada piel, Nancy era hermosa pero de un carácter firme, ella siempre sabía lo que quería y jamás se dejaba sobajar por nadie, era comprensible el enfado que le producía que este momento en particular, tenía su rostro marcado por la ira de sentirse humillada por su propio novio en un lugar público, Nancy nunca permitía que hablen mal de ella, era una mujer explosiva y su mano no temblaba si tenía que poner en su lugar a alguien o defender su dignidad. Juan conocía bien a Nancy, sintió un escalofrió en su nuca apenas percibió su presencia, le vino a la mente algunas situaciones pasadas cuando eran estudiantes, sin la menor vergüenza había atacado a una de sus compañeras cuando esta se atrevió justamente a llamarla ramera. Nancy estaba ahí entre a los dos hombres y parecía inevitable un mal desenlace.

–       ¡Federico! ¿qué diablos te pasa?, por lo menos respeta que estoy presente, como puedes decir esas cosas.

–       Tú sabes que tengo razón.

–       No me importa si tienes razón eres un patán.

–       Ya basta - dijo  Juan tratando de aplacar los ánimos –

–       Pero Juan es que no te das cuenta las cosas que dice tu amigo.

–       Déjalo, está ebrio, creo que mejor nos vamos.

–       No – gritó Federico, la escena se tornó tensa la gente alrededor regreso la mirada a lo que parecía un conflicto-, no nos vamos a ninguna parte, nos quedamos aquí bebiendo, mi amigo tú debes quedarte conmigo, recuerda que a ti también te dejo Mishelle, estás solo y tienes que beber conmigo – Las palabras lastimaron a Juan pero sabía que tenía razón.

En ese momento Federico intento levantarse, pero el cuerpo ebrio lo venció y cayó de espaldas estrepitosamente, Nancy y Juan intentaron levantarlo lo mejor que pudieron mientras Federico gritaba ya algunos improperios casi incomprensibles, todos a su alrededor observaban atentos el espectáculo, en ese momento se acercó la gente de seguridad quienes les informaron delicadamente que era hora de retirarse.

Llamaron de inmediato un taxi para que pase a recogerlos, pues ninguno de ellos acostumbraba a manejar cuando iban a festejar, o salían a alguno de los lugares de diversión cercanos, era una práctica muy común en los jóvenes conscientes de la época, aunque también era muy común los accidentes cada fin de semana. Nancy, Mishelle, Federico y Juan eran jóvenes abogados que habían abierto recientemente un estudio jurídico en sociedad, lo hicieron en un lugar céntrico de la ciudad, acostumbraban a dejar siempre sus autos ahí a buen resguardo, mientras se movilizaban por la ciudad en taxi, cuando se pasaban de alcohol, se quedaban a dormir en la oficina, para eso habían acondicionado el lugar con dos sub-oficinas que cumplían todas sus necesidades básicas, sofás-cama baños con ducha, siempre guardaban mudadas de ropa en caso de necesitarlo. Juan y Nancy jalaron a Federico como pudieron hasta la salida del bar, este continuaba necio gritando a todo el mundo groserías, o acusándolos de haberse acostado con su novia, Federico [JATN4] solía beber mucho pero jamás se había comportado de esa forma, algo realmente preocupante debió haber pasado durante la conversación que tuvo con Marcelo pocas horas antes, eso tuvo que haber provocado este efecto, al menos eso era lo que Nancy se imaginaba.

Mientras esperaban el taxi ya en la calle, Federico no resistió más y término vomitando un par de veces, Nancy no podía contener el desagrado que el momento le producía.

–       ¿Qué hacemos ahora Nancy? – Preguntó Juan, sosteniendo a Federico con mucho esfuerzo.

–       Es muy tarde ya como para llevarlo a su casa. – Agregó Nancy -Y a la tuya tampoco puedes llegar en ese estado, además esa discusión con Mishelle te afecto bastante, yo tampoco puedo ir a mi casa es muy tarde y mi tía debe estar histérica.

–       Es mejor quedarnos en la oficina.

–       Sí, creo que es la mejor opción.

En ese preciso momento llegó el taxi, subieron a él he indicaron la dirección a la que debía llevarlos, el taxi arrancó y llevó a los tres ocupantes en el asiento posterior, Federico al medio Nancy y Juan uno a cada costado.

CAPÍTULO 2

Victoria [JATN5] y Carlos[JATN6] 

El reloj marcaba las dos de la madrugada, una pareja salía presurosa del mejor bar de la ciudad, por aquellos tiempos. Tal bar estaba situado en la zona rosa de la ciudad y era frecuentado por una muchedumbre de jóvenes dispuestos a divertirse hasta bien entrado el nuevo día. La principal característica del lugar era su restringido derecho de admisión, lo que terminaba generando una larga fila de espera, para aquellas personas que no tenían cierta influencia o poder económico era casi imposible entrar, pero de todas formas se agolpaban en los alrededores esperando un golpe de suerte y sean elegidos para entrar. Aun a esas horas de la mañana los alrededores continuaban repletos de jóvenes que deambulaban, el lugar era una sensación el hecho de estar cerca ya era un gran privilegio, entre los transeúntes también había periodistas a la casa de algún famoso saliendo del lugar, otros resignados bebían o fumaban sin más que hacer.

Victoria caminaba presurosa, tratando de esquivar la gente como si algo la avergonzara y quisiera huir lo más rápido posible, tras ella su amigo Carlos se movía torpemente tambaleándose y de vez en cuando chocando con los caminantes, luchaba por alcanzarla, pero Victoria era más ágil, alcanzó un taxi que la esperaba. Cerró la puerta con violencia, esperando que su acompañante reniegue de seguirla y se pierda lo más lejos posible. Para mala suerte de Victoria, al poco tiempo Carlos dio alcance al taxi, justo cuando este empezaba a moverse, Carlos abrió la puerta del auto y se lanzó al interior cayendo de bruces sobre el asiento posterior y con sus pies aun sobre el pavimento, logró hacerse del tapizado e introducirse, mientras el taxista frenaba bruscamente algo preocupado por el bienestar del muchacho. Victoria miró con desagrado la escena, por demás embarazosa, pero no hizo el más mínimo intento por ayudar a su amigo, únicamente volteo su mirada a la ventana derecha y cruzó sus piernas, restando importancia a lo que había pasado, el taxista en cambio salió del auto y cerró bien la puerta por donde se había introducido el chico, se aseguró que todo estaba bien y se acomodó nuevamente, suspirando resignado, como si no hubiera sido la primera vez que miraba algo parecido, entonces arrancó, mientras con su voz ronca preguntaba - ¿A dónde los llevo?

Victoria, contestó con voz parca, remordiendo sus dientes, – siga derecho - su noche había sido un verdadero desastre, para empezar Carlos había asistido a su cita sin auto, según dijo así se sentía más libre y tranquilo para disfrutar la noche, Victoria en cambio se sentía algo humillada, jamás nadie antes la había tratado de esta forma, estaba acostumbrada a las comodidades y facilidades que brinda tener mucho dinero ahora se veía obligada a tomar un taxi para moverse por la ciudad, algo por demás insultante, desde su punto de vista. Para rematar su noche Carlos había exagerado en la bebida, estaba completamente ebrio, casi no podía articular palabra y no estaba segura de cómo debía comportarse en esta situación. Carlos en cambio estaba feliz, tenía una mirada perdida pero gloriosa, envalentado por todo el alcohol que había bebido, se sentía dueño del mundo, inmortal, por eso había abordado de esa manera el coche, sin medir el peligro. Calos tarareaba lo que parecía ser una extraña melodía, mientras su rostro dibujaba una sonrisa entre deforme y nerviosa. No era para menos. Carlos quería desfogar toda la emoción que llevaba dentro, pero no fue prudente con la bebida y las consecuencias eran obvias, aunque él no parecía notarlo, un poco de alcohol me hará sentir mejor y actual más seguro, pensaba, Pero Carlos no acostumbraba a beber y esas pocas copas estaban afectando sus sentidos.

Carlos había soñado con este día siempre, su fantasía se había hecho realidad y no sabía bien como pasó. La misma Victoria le había hecho una propuesta que no podía rechazar, le había ofrecido, lo que tanto añoraba, una oportunidad para tener una relación de pareja. Al fin después de tantos años de haber amado a esa bella mujer, el amor de su vida, aceptaba ser su novia o al menos eso era lo que entendió. Victoria había sido su compañera de estudios en el colegio y luego de universidad. Carlos escogió su carrera únicamente para estar cerca de Victoria, eran vecinos, la veía casi todos los días. Una noche hasta llegaron a besarse, pero de ahí no pasó, para desdicha de Carlos al siguiente día ella le dijo, que era un error, que solo había bebido demasiado, que ella jamás querría una relación con alguien a quien consideraba su amigo. Carlos había perdido todas las esperanzas, incluso había empezado a salir con alguien, pero una llamada lo cambió todo. Lo que Carlos escuchó fue tan sorprendente que llegó a pensar que era una broma, entonces la abordó a la salida de su casa, hablaron un buen rato y Victoria le confirmó todo, le dijo que ella siempre se había sentido atraída por él y que le gustaría intentar una relación seria. Carlos quiso saltar de emoción rodearla con un abrazo pero Victoria le advirtió que no sería tan fácil, todo tendría que pasar este día, con una cita formal, si Carlos se esforzaba para que todo salga perfecto, ella lo convertiría en su novia oficial. Para completar la misma Victoria había ofrecido sellar su relación accediendo a cualquier intención que él tuviera para con ella, - ya somos adultos- le dijo mientras le cerraba un ojo coqueta - y capaces de tomar nuestras propias decisiones… Tú me entiendes.

Victoria no tenía intención de regresar a su casa esta noche, pretendía terminar la velada en algún lujoso motel con su recién adquirida pareja, ese era el tipo de trato al que ella estaba acostumbrada. Victoria, es una chica de clase alta, vive en un prestigioso barrio al norte de la ciudad, había tenido algunas parejas en su vida, para entonces cursaba sus veinte y seis años de edad, estudiaba una maestría y pretendía viajar a realizar una especialización. Su vida académica era muy exitosa, así como su vida social, pero nadie había llenado por completo ese espacio vacío, que era su vida amorosa. Solo recordaba una época en la que fue completamente feliz y eso fue junto a su única amiga. Aquella con quien compartió su infancia y todos sus secretos, aquella con quien una noche de tantas que pasaron juntas, descubrió algo especial, algo diferente, algo que surgió como un instinto natural, un deseo reprimido, un sentimiento único que lo supieron expresar con caricias y besos. La inocencia y la pasión se juntó esa noche, ambas sucumbieron ante sus libidos y desataron un cariño único, un amor para lo cual parecían haber nacido. Esa noche tuvieron algo más que sexo, algo como un inusitado despilfarro de placer, algo como un sentimiento impropio o un deseo de libertad. Esa cama, la cama de Victoria, fue el testigo mudo del nacimiento de un amor diferente, un amor lesbiano.

Los besos fueron solo el inicio, Victoria siempre fue una chica precoz y dominante, había besado hombres a su corta edad, lo hacía como diversión y no por gusto propio, pero esta vez, la lengua inexperta de su amiga, detonó en ella un impulso único en lo más profundo de su vientre, un pequeño calor. Ella lo interpretó como amor, el verdadero amor, entonces no pudo detenerse más, sedujo a su amiga, la incitó a seguir, se deshizo de las delicadas prendas de su amiga y jugueteó con unos delicados pezones que apenas habían terminado su desarrollo, de nada sirvió los reiterados intentos por detenerla. Victoria se echó encima cubrió con una mano la boca de su amiga mientras saboreaba cada centímetro de un par de senos que a esa edad ya eran grandes. Los disfrutó y no se detuvo hasta que su amiga empezó a retorcerse de placer, entonces retiró su mano y dejó que gimiera, se detuvo un rato y luego continuó besando, hasta llegar al ombligo de su amiga. Desde ahí pudo percibir el aroma que despedía fruto la excitación del momento. Victoria enloqueció, se embriagó con el exquisito sabor de su amiga, retiró cuidadosamente una prenda empapada de jugos, se lo llevó a la nariz y luego a sus labios saboreando cada gota de ese líquido nuevo, pero completamente apetecible. Luego tomó la prenda y le puso en la boca de su amiga, esta quiso rechazarla pero la excitación fue más. Victoria volvió a bajar, esta vez se disponía terminar lo que había empezado, lo hizo despacio, lamiendo por completo la piel perfecta de su amiga, concentrándose en esos muslos largos, perfectos, sensibles a cada roce hasta que de pronto fue a colocar su lengua en el propio sexo de su amiga, lamió desde los labios menores hasta el clítoris, mientras absolvía todos esos jugos su amiga saltó y hubiera gritado desesperadamente de no ser porque su boca estaba atorada con la ropa interior. Victoria no paro de beber los líquidos hasta que su amiga se retorció y cayó rendida, acompañada de suaves estremecimientos de todo su joven cuerpo.

Aquel amanecer fue diferente para las dos, ambas sucumbieron ante sus instintos, desde entonces eran inseparables la una de la otra. Pasaban horas en sus habitaciones conociéndose, dedicando días enteros a explorar su sexualidad y sus cuerpos. Un día Victoria junto a su amante perdió la virginidad, fruto de un juguete sexual con el cual habían querido experimentar. Estaba feliz de lo que había logrado, entendió que este jamás hubiera sido un momento especial junto a un hombre, su amiga solo la abrazó y le brindó todo su cariño, compartió cada momento como algo de pareja, le dio fuerzas para continuar, este era un momento de mujeres un momento de dos sexos cóncavos, un insensible hombre no se merecía tener ese privilegio, se prometió a sí misma, jamás entregarse a uno, hubiera querido inmortalizar ese momento nunca más separarse de su amiga, del único amor de su vida.

Un día los padres de Victoria empezaron a sospechar, ese día nunca lo olvidó, reunieron a las dos chicas y les hicieron saber que tal cosa es reprochable en el círculo social al que pertenecen. Pensar siquiera en tal cosa era inaceptable y de continuar tendrían que separarlas definitivamente. Pero lo que las chicas entendieron, fue que debían prepararse para guardar las apariencias, conseguir uno que otro novio que llegara a la casa, para que sus padres pensaran que eran chicas normales. Llevarían una vida normal o por lo menos lo que sus padres entendían como normal. Así vivieron las dos amigas y amantes, oscilando entre uno u otro caballero que se enamoraba de ellas, mientras escondían su vida de amor y desenfreno lésbico. Victoria jamás tuvo relaciones sexuales con un hombre, para ella eso era algo inaceptable. Todo parecía marchar de maravilla hasta que cierto día, su gran amiga le dijo que no deseaba continuar la relación, pues había encontrado al amor de su vida y era un hombre, terrible fue afrontar esta decepción para Victoria, esto incrementó aún más el desprecio que sentía por los hombres, desde ese momento esos seres se habían convertido en más que detestables, para ella eran una competencia. Desde aquel día aumentó su deseo de llevar una doble vida, seguir engañando hombres, con los que nunca llegaría a nada y acostándose con ciertas mujeres que le complacían todas sus pasiones.

Pero hoy era diferente, la madre de Victoria le había puesto un ultimátum, debía buscar un buen hombre que haga honor a su apellido y formar una familia antes que se pase su tiempo, por ningún motivo la familia podía admitir una solterona y menos una lesbiana. Victoria le explicó que era demasiado joven para establecer una familia, que ella tenía otras aspiraciones profesionales, pero su madre no se creyó el cuento, la encaró y la retó a negar que era lesbiana mientras la miraba directo a los ojos, Victoria no pudo contener la inquisitoria mirada de su madre, llorando y gritando que no era lesbiana. Eso fue suficiente para entender su difícil situación, empezó a buscar soluciones, llamó al amigo de infancia uno de aquellos con los que había sido parte de sus juegos descarados, estaba decidida a acostarse con él esta noche, ese era su plan, lo primero que tenía que hacer es acostumbrarse a tener cerca un hombre y luego buscar uno que cumpla los requisitos de su madre. Para Victoria nunca fue difícil encontrar un novio que cumpliera todos sus deseos y caprichos, para luego dejarlo cuando se canse de él. Victoria es una mujer hermosa, segura de sí misma y sabia como jugar con sus encantos, después de todo, tener un hombre a su lado era más fácil que conseguir una buena amante, escogió a Carlos, no solo porque lo conocía mucho tiempo y sabía que era su eterno enamorado, además era atractivo para las mujeres y lo más importante, era el único hombre al que tenía cierta confianza, pensó que entendería su torpeza en asuntos sexuales para con los hombres. Al menos eso esperaba Victoria, pero algo andaba mal. Carlos esa noche se había pasado de tragos y ya no estaba tan segura de haber tomado la decisión correcta, quizás era momento de cancelar todo y mandar por un tubo a su desdichado acompañante, pero le detenía la imagen de su madre, hablándole de la urgencia de buscar pareja.

Victoria sentada del lado derecho del taxi tenía la mirada perdida mientras, en la oscuridad de la noche los vehículos junto a ella, Carlos decía algo sin sentido, al menos así le parecía a Victoria, ya no estaba segura de lo que estaba haciendo, sintió entonces ganas de decirle al taxista que mejor la lleve a su casa, estaba a tiempo de arrepentirse. Pero no sabía cómo hacerlo, no le importaba para nada Carlos pero si estaba atormentada por los comentarios de su madre, la conocía perspicaz como ninguna, era una cualidad que había heredado, jamás se dejaba engañar por nadie, si le había hablado de esa forma, algo debía saber y eso podría arruinar todos sus planes futuros, no podía permitir eso.

Victoria conocía muy bien esa calle, había pasado muchas veces por ahí, al final de la misma se encontraba unas lujosas oficinas en las que su tía había instalado un afamado negocio de venta de computadores. Victoria pasó muchos días ahí, aprendiendo del negocio de su tía, esperaba pronto formar una sociedad y hacerse cargo de sus la empresa, grandes esfuerzos y gratos recuerdos había dejado en aquel lugar, a su pesar, la vida a había tomado otros rumbos, hace algún tiempo había dejado de frecuentar el sitio sin embargo por ahí le encantaba pasar cerca y verlo, aunque sea de lejos.

Esta vez fue diferente, cuando el taxi se acercaba a la última intersección de la larga avenida, notó algo que le extrañó demasiado, de inmediato salió de su abstraído pensamiento, primero se asustó, luego pasó a estar indignada, al parecer dos tipos intentaban forzar las puertas, se notaban sospechosos pues se arrimaban mucho a las puertas y parecía no poder abrirlas, eran justo las oficinas de propiedad de su tía, Victoria se enfureció, no podía creer lo que estaba pasando, no pensó más y ordenó al taxi que se detuviera, Victoria era de las que no pensaba dos veces las cosas antes de actuar, en cuanto paro el taxi salió, como una loca, gritando sin control.

¡Hey!, ustedes ladrones, sin vergüenzas que están haciendo.

En ese preciso momento las dos sombras lograron abrir la puerta y entraron al local, sin prestar atención a los gritos de la chica que corría por media calle, Victoria corrió y llegó rápidamente a la puerta principal, justo antes que estos pudieran cerrarla Victoria empujó la puerta y empezó a gritar, -ladrones, ladrones...

CAPÍTULO 3

El taxi

Nancy, Federico y Juan viajaban en silencio, el taxi se movía ágilmente entre las solitarias calles de la ciudad en busca de la dirección solicitada. A estas horas, el movimiento es mínimo, los negocios cerrados excepción hecha por las licorerías y algunas farmacias. El tráfico en la ciudad era una bendición, en su mayoría otros taxis que están ganándose el sustento pocos autos particulares, a estas horas puede resultar peligroso manejar, si te encontrabas con un auto casi con seguridad sus ocupantes estuvieron bebiendo o saliendo de una agotador día de trabajo, no es una regla pero hay que ser bástate cuidadoso, y este conductor lo era, manejaba con bastante cautela, siempre observando las señales de tránsito, y guardando distancia de los autos particulares, evitando zonas peligrosas, los taxistas conocen bien la ciudad, al menos eso es lo que la gente espera. Habrían pasado unos escasos 5 minutos de este peculiar viaje, cuando Federico empezó a roncar desvergonzadamente, era evidente que no era consciente de que se hallaba justo en medio de Nancy y Juan en un taxi. En parte fue un alivio para los otros dos acompañantes, que suspiraron para sus adentros. Era claro que había quedado profundamente dormido y solo entonces Nancy se animó a formular la pregunta:

–       ¿Qué fue lo que le contaste? – dijo con voz quebradiza desviando la mirada hacia la ventana.

–       ¡Yo! – Juan respondió fuerte algo contrariado- esa pregunta deberías hacértela a ti mismo ¿qué le dijiste? De pronto viene un día a reclamarme por tus acciones ¿Quizás te descubrió en alguna de tus aventuras?

–       ¡No seas idiota! -Gritó Nancy - ¿vas a tratarme igual que tu amigo? ¿Quién crees que soy? te vi conversando con él ¿qué le decías?

–       No le dije nada, era él quien preguntaba – Juan bajó su tono de voz tratando de apaciguar el mal momento

–       Sabes bien que desde que soy pareja de Federico, no he tenido ninguna de mis “aventuras”, como tú les dices. – Juan regresó la mirada incrédulo y dibujo una sonrisa cínica en su rostro, cual toro que está apunto de atacar.

–       Bueno ¿Qué me dices de lo que pasó esa noche en casa de Ricardo? Entonces, eras novia de Federico y aun así…

–       ¡Eres un imbécil! eso… fue un error, estoy cansada que me recuerden eso, sobre todo esta noche – Nancy bajó la mirada abochornada por el recuerdo, Juan había tocado un punto sensible de sus recuerdos. Juan envistió una vez más.

–       Pues eso no decías cuando pasó – logró irritar a Nancy, pero ella no es de las que se quedaba callada

–       ¿Ósea que tú también crees que soy una cualquiera? ¿Qué me acuesto con el primero que encuentro en el camino? –Nancy increpó obligando a Juan a que le mirara a los ojos y le diera una respuesta

–       No lo sé… ¿dime tú? – Juan hacía gala de sus ataques infantiles, viéndose acorralado

–       ¡Te digo que no! Si te estoy preguntando, es porque me interesa saber qué pasó con Federico, se supone que eres mi amigo, así no me estas ayudando, me haces sentir como una basura, ¿no lo entiendes? Además esa noche, la cual traes a colación,  Federico me había tratado muy mal, yo estaba muy dolida, no quería volverlo a ver… después bebí demasiado a ti te consta. Tú estabas ahí, estoy segura que eso no le contaste a tu “Amigo” y tampoco a Mishelle. – Juan desvió la mirada, como arrepentido de lo que había dicho, suspiró tratando de ordenar sus pensamientos, al fin atinó a responder en tono tranquilizador.

–       Discúlpame… no soy quien para juzgarte, no soy un santo, también tengo mucha culpa encima. Y lo peor de todo Mishelle nunca va a perdonarme

–       En eso tienes razón, vi lo que pasó, intente ayudarte, la llamé poco después de que salió del bar, pero fue imposible charlar con ella, no acepta razones, no me dejó hablar, me acusó de hipócrita y alcahuete… esta vez la fregaste completa… bueno quizás yo también.

Vino a la memoria de Juan los desagradables eventos en los que estuvo involucrado solo pocas horas antes. No entendía en que momento había perdido el control de su vida, repasaba los hechos tratando de encontrar una posible salida. En su fuero interno luchaba por obtener una respuesta y su mal humor era evidente. Parecía todo perdido, pero algo le daba a la vez esperanzas, tenía que encontrar la forma de salir de este problema, entonces decidió ignorar a Nancy  y repasar las últimas tres horas de su vida.

Todo había empezado el viernes aproximadamente a las 8 pm. Juan llevó a su novia una cena romántica en un moderno restaurante en el centro de la ciudad, el lugar era por demás lujoso y bohemio ubicado en la zona alta de la ciudad. La vista fue espectacular, Juan había reservado la mejor mesa, para pasarla con la mejor de las compañías. Este era solo el inicio, luego la llevaría a bailar a alguno de esos clubs de moda, aquellos lugares que antes solían frecuentar, pero con las múltiples ocupaciones que ahora tenían les resultaba difícil. Mishelle disfrutaba tanto del baile y esta noche él quería complacerla en todos sus gustos aun cuando no siempre el compartiera las mismas aficiones. Juan también había planificado terminar la velada en un lujoso hotel ubicado en las afueras de la ciudad, en el cual había hecho reservaciones anticipadamente. Ahí después de consumar su relación al fin, le pediría la mano, había planificado tanto ese momento, había gastado una fortuna en el aro de compromiso, pero todo era justificado. Juan sentía que había encontrado la pareja perfecta, con la ya cual compartía toda su vida y con quien estaría gustoso de formalizar su relación. Luego de la cena, Mishelle desbordaba alegría por todos sus poros, caminaba románticamente del brazo de su novio, saltaba, jugueteaba por las afueras de un restaurante. Mishelle sabía que esa noche era especial, lo presentía, pensaba en lo dichosa que se sentía junto a Juan, el amor de su vida, primero y único hombre en su vida, capaz de cumplir todos sus deseos y anhelos. Hablaban de cosas sin importancia, reían y disfrutaban del simple hecho de estar juntos. Pero Juan tenía su pasado y lo que menos se hubiese esperado es que esa misma noche le sacaría factura.

Aproximadamente a las 9:45 pm, entró una llamada al celular de Juan, era Federico su mejor amigo, quien le daba instrucciones para llegar a uno de los mejores bares de la ciudad. Donde según decía se había prendido la fiesta y él no podía perderse tal evento. Ahí los esperaba Federico con novia Nancy, algunos de sus amigos y conocidos. Juan no pudo negarse, después de todo era el plan que habían trazado para esa noche, sin embargo consultó a su novia y ella estuvo de acuerdo, entonces casi de inmediato tomaron un taxi y se dirigieron al sitio indicado.

Cuando eran cerca de las 10 de la noche la pareja llegó a un edificio blanco con forma de cubo con la altura de 3 pisos y una extensión de casi una cuadra, unas letras escandalosas en neón anunciaban el sitio, ubicado estratégicamente en la zona de moda de la ciudad, las aceras estaban repletas de gente, el taxi tuvo que dejarlos casi una cuadra antes, pues la muchedumbre se desplazaba relajadamente por en medio de la avenida principal, a esa hora pocos autos se aventuraban a pasar por ahí. La pareja caminó hasta llegar a la entrada principal, no había donde poner un pie, la gente se apretujaba para entrar, había en una fila enorme que rodeaba la cuadra completa. De alguna manera Juan y Mishelle lograron ingresar escabulléndose entre el tumulto de la puerta principal, gracias a un amigo de Juan que cuidaba el acceso. Una vez adentro la música ensordecedora revoloteaba por cada rincón del lugar, mientras las luces aleatorias terminaban desorientando a los recién llegados, sin embargo estas mismas luces parecían encender la alegría eufórica de aquellos que ya estaban instalados. Los jóvenes presentes ocupaban cada espacio disponible, algunas chicas en la barra demostraban sus dotes de bailarinas. Las mesas, todas ocupadas con grupos de conocidos que brindaban con licores de distintos tipos y marcas. La pareja se deslizaba como podía hasta que al fin encontraron a sus amigos, en una larga mesa del fondo con forma de U, ahí estaba un grupo grande y bastante animado que los llamaban con ansia. En cuanto estuvieron cerca saludaron a los presentes, ondeando sus manos mientras la gran mayoría respondía alzando sus copas en señal de aprecio.

La pareja estaba de pie, intercambiando impresiones con sus buenos amigos Federico y Nancy de pronto, apareció de la nada una despampanante rubia, quien sin ningún reparo plantó un beso en los labios de Juan, justo en frente de Mishelle quien no podía creer lo que pasaba. Juan se apartó tan ágil como pudo mientras su rostro enrojecía avergonzado. Entonces hizo el ademán de saludar a la mujer y presentar a novia, tartamudeando y visiblemente nervioso, Mishelle lo miraba incrédula sin entender que pasaba. Era muy difícil ver a Juan en estas condiciones además nunca antes había visto a esa chica y se preguntaba ¿porque su novio parecía tan asustado? ¿Por qué esta mujer causaba este efecto en él? ¿Le gustaba a Juan? ¿Había algo más? Federico y su gran amiga Nancy eran los únicos conocidos para Mishelle los demás eran unos completos extraños, sin embargo nadie a excepción de ella parecían reaccionar ante este inesperado evento. ¿Por qué esta atrevida tenía confianzas con su novio? Esperaba impaciente una respuesta sin obtenerla, la reacción de Juan no fue para nada acertada y esto acrecentó la desconfianza de Mishelle. Sin embargo la Rubia retomó la situación, entendiendo el problema en que había metido a su amigo Juan, extendió su mano derecha y se presentó con el tono más cordial del que fue capaz.

–       Hola preciosa soy Elizabeth[JATN7] , discúlpame por el atrevimiento es que no había visto a Juan hace mucho tiempo y a veces me emociono mucho, yo soy así de expresiva, no mal interpretes con Juan somos buenos amigos y nada más. – Mishelle la miró con desconfianza y respondió firme.

–       Está bien, acepto tus disculpas, pero no lo vuelvas a hacer, yo no acepto ese tipo de confianzas con mi novio.

–       Hecho, no volverá a pasar.

De inmediato, Elizabeth dio vuelta como si nada hubiera pasado y fue a buscar su lugar en la mesa, que era precisamente al final de la U. El bar contaba con mueblería del tipo fija, es decir, no se podía cambiar de lugar o mover las mesas o sillones para facilitar el paso. Solo había dos formas de alcanzar los sitios del fondo, donde había un espacio vacío y  era justamente a donde Elizabeth quería llegar. Una forma de alcanzar ese extremo era solicitando a toda la fila de personas sentadas se levanté y dejen el camino, la otra forma era sortear el estrecho pseudo-pasillo, entre la gente sentada y la mesa. El sillón donde estaban sentados formaba una larga hilera, desde el inicio de la mesa hasta el borde de la U, compuesta en su mayoría de hombres, quienes no tenían intención de moverse. Elizabeth no dudo ni un momento escogió la segunda forma. Se acomodó como pudo y emprendió el camino, solicitando uno a uno el permiso para pasar, a su marcha algunos trataban de incorporarse o movían sus piernas cediendo el paso, ella de vez en cuando se detenía para acomodar su minifalda blanca, delicadamente posaba sus manos en su cintura y luego las deslizaba hacia abajo tirando la delicada tela que parecía de ceda. Cuando lo hacía inevitablemente resaltaba sus pronunciadas curvas, incitando a los presentes a enfocar sus miradas en la esbelta figura de la hermosa mujer. Con las puntas de sus dedos pellizcaba delicadamente los terminales laterales de la falda y de nuevo jalaba hasta donde alcanzaba el corto trozo de tejido. En realidad era muy poco lo que lograba cubrir de sus largas, esbeltas y bien torneadas piernas, las cuales quedaban a solo pocos centímetros de los hombres o mujeres los cuales reían pícaramente disfrutando de su presencia.

Con todo el descaro del mundo, Elizabeth reclinaba su torso causando deliberadamente que sus respingadas nalgas repunten y terminen rozando coquetamente al afortunado que estuviese en el camino de sus caderas. Todos miraban con atención el sensual jugueteo y acompañaban con aplausos o a carcajadas. Elizabeth no discriminaba a nadie a su paso, algunas chicas, las más osadas le ponían una o dos manos encima como ayudándola a pasar. Ella aceptaba gustosa las caricias devolviendo alegres sonrisas. Los hombres eran más discretos pero seguramente más de uno hubiera querido ponerle las manos encima. Al fin, Elizabeth llegó al sitio más lejano, dando por terminada su actuación, en el sitio le esperaba paciente un chico que parecía de su misma edad, ella fue directo hacia él lo rodeo con sus brazos y pasó a sentarse en sus piernas. Para quienes la conocían, este comportamiento era de lo más normal en Elisabeth, ella era una chica totalmente desinhibida y de mente abierta, solo soportaba una pareja, siempre y cuando le permitiera sus acostumbrados deslices. Los celos no iban con su forma de ser, le daba lo mismo llegar sola o acompañada, siempre conseguía algún grupo con el cual podía compartir la velada. Para ella una fiesta solo era tal cosa, si terminaban al siguiente día bien entrada la mañana y mucho mejor si se extendían hasta por dos o más días. Al salir de un bar, siempre había de aquellos que se ofrecían a llevarla para continuar la fiesta en otro lugar. Elizabeth siempre estaba abierta a nuevas experiencias, nuevas aventuras siempre y cuando estuviera rodeada de su selecto grupo de amistades.

Una vez superado el incídete entre Juan y Elizabeth, las parejas salieron a bailar, Mishelle no tenía intención de arruinar esta noche, prefirió olvidar el mal rato, ignorar a esa resbaladiza rubia y disfrutar el momento. Todo transcurrió bien hasta cerca de media noche, el grupo parecía bastante animado, hablaban, brindaban y reían entre cada set de baile. Juan y Mishelle se habían acoplado a la peculiar caterva de individuos. Entonces la música sonó nuevamente invitando a los presentes, salió a bailar Federico con Mishelle y Juan con Nancy, las dos parejas disfrutaban la noche. Los cuatro conversaban amenamente. Hasta que de un momento a otro, se cruzó una pareja y se acercó a donde se encontraban Nancy y Juan, saludaron, intercambiaron algunos comentarios, para luego retirarse a otro lugar. Eran Marcelo [JATN8] y Janeth [JATN9] quienes ahora tenían una relación pero antes habían tenido sus respectivas historias. Marcelo había sido el gran amor de Nancy, el primer hombre en su vida, a quien nunca había podido negarle nada y quien se había aprovechado varias veces de esto para llevarla a la cama y luego dejarla sin explicación. Algunas veces Nancy había caído en la tentación con otras parejas, pero nunca con Federico, era el momento de poner a prueba su fuerza de voluntad. A Juan le pasaba algo parecido con Janeth. Ella había sido una de sus aventuras, especialmente recordada por los amigos de Juan debido al cambio que provocó en ella. Janeth era una chica muy reservada y bastante juiciosa pero cuando conoció a Juan se enamoró perdidamente, cuando se dio cuenta que había sido solo un juego, decidió vengarse, dejó de lado completamente su recatada vida, perdió sus escrúpulos y convirtió a Juan en una obsesión. Siempre que Juan tenía una nueva conquista ella aparecía e insistía en salir con él, llevárselo a la cama y guardar alguna evidencia de su encuentro,  luego desaparecía sin más. Para ella era como un logro saberse deseada por Juan mientras poseía a otra, le bastaba con que le prometiera que cada vez que hiciera el amor con su nueva novia tuviera en mente esos momentos juntos. Era su forma de vengarse, Janeth se esforzaba por ser cada vez más apasionada, satisfacía todas las exigencias o perversiones que tuviera Juan, con eso le bastaba, después de su encuentro no volvía a interferir en la relación pero si por el contrario él se negaba, Janeth reaccionaba furiosa, se las arreglaba para terminar la relación de Juan, a veces enviaba fotos, videos o mensajes como prueba de sus tantos encuentros, de alguna manera siempre lograba salirse con la suya.

Juan había previsto los problemas que Janeth podría causarle y tomó medidas anticipadas, pasó una noche completa con Janeth, justo cuando empezó la relación con Mishelle. Para él era la forma de asegurarse un buen futuro junto a la mujer que amaba, de ninguna manera lo consideraba una traición, al menos eso pensaba. Esa noche era diferente, tanto Marcelo como Janeth estaban decididos a salirse con la suya. Últimamente estos dos seres despreciables se habían juntado para compartir sus vidas miserables formando una suerte de pareja oscura. Se habían reunido con el único fin de salpicar sus malas vibras a los que los rodeaban, esta noche era el turno de Juan y Nancy, pero estos aun no los sabían.

Luego de haberse cruzado con esta pareja, Juan y Nancy perdieron todas las ganas de seguir bailando, entonces se dirigieron a la mesa que habían dejado, se acomodaron mientras compartían impresiones respecto al mal rato que habían pasado. Solicitaron algo para beber mientras charlaban más relajados, jamás se hubieran imaginado que la pareja oscura los asechaba para repartir su ponzoñoso veneno. Pasaron solo unos minutos, de pronto Janeth y Marcelo aparecieron nuevamente, justo en frente de la mesa en la cual se encontraba Nancy y Juan, sin pedir permiso tomaron asiento uno de cada lado, Janeth junto a Juan y Marcelo junto a Nancy, intentaron entablar conversación.

–       ¿Y ahora son pareja? – preguntó descaradamente Marcelo.

–       ¡No!, no somos pareja – Respondió Juan enérgico.

–       No es necesario que nos oculten nada – Agregó Janeth – ya estamos enterados de sus aventuras, recuerden que tenemos un amigo en común, Ricardo, vaya fiesta, todo el mundo habla aun de ella.

La afirmación desarmó a Juan y Nancy, ambos se quedaron sin palabras, hace algún tiempo atrás Juan y Nancy habían ido a un bar, Nancy había tenido una fuerte discusión con Federico y este último había pedido a Juan como un favor especial que cuidara de su novia, pues él esa noche estaba algo embobado con una chica y tenía pensado perpetrar la traición por lo tanto necesitaba lejos a su novia. Nancy inteligente como ella misma se había percatado de que algo andaba mal, encaró a Federico y este le respondió con groserías. Federico nunca había reaccionado de esa forma y Nancy estaba muy dolida, pero ella no quiso echarse a llorar por el desplante de su novio, en su lugar decidió salir a divertirse y escogió a Juan como su acompañante. La noche había terminado con excesos y precisamente en casa de Ricardo, un amigo común, el cual se especializaba en fiestas que causaban sensación entre la juventud, era un privilegio ser invitado. Juan no dudo en ir, sin embargo para Nancy fue la primera vez en ese tipo de fiestas, jamás habría ido, a no ser porque Juan la acompañaba. Esa noche ambos sucumbieron al alcohol y se dejaron llevar por un instinto irracional que terminó por confundirlos hasta el punto de querer terminar las relaciones que llevaban con sus respectivas parejas. Pero eso no fue lo único que querían olvidar. Las fiestas de Ricardo se caracterizaban por el alcohol, lujuria y desenfreno, los recuerdos les traían a la mente escenas por demás bochornosas. Por si fuera poco, esa noche fue solo el comienzo de un destartalado conjunto de eventos que ambos intentaban borrar de sus memorias. No solo se sentían culpables también estaban asqueados de su propia existencia y del oscuro pasado que intentaban esconder. Ambos lo hayan disfrutado y llevaban una pesada carga por no poder hablar con nadie de esto. A partir de esa noche ambos sucumbieron ante la pasión en varias oportunidades. Luego lo hacerlo, llegaba el remordimiento, sentían que estaban engañando a sus respectivas parejas. Ambos tenían claro que se trataba solo de atracción física, pero les era difícil dejarlo. Sabían que no valía la pena poner en riesgo las parejas estables que ambos tenían y por las cuales habían luchado tanto. Hacerlo fue difícil pero al fin después de un tiempo decidieron dar por cerrado este capítulo de sus vidas, aunque al principio el deseo los comía por dentro lograron establecer una sólida amistad. Para su mala suerte, ahora estaba frente a ellos estos dos personajes de su pasado los cuales irónicamente les recordaban aquello que necesitaban olvidar.

Juan no soportó más la desagradable presencia de estos dos individuos y decidió alejarse, huir de ahí cuanto antes, para evitar que se compliquen más la situación. Se puso de pie rápidamente y antes que atinaran a decir algo, exclamo con voz firme:

–       Bien muchachos es un gusto charlar con ustedes pero tengo que abandonarlos un momento. – hizo el ademán de despedirse y se retiró, mientras la pareja se quedaba con las palabras en la boca, eso hubiera sido suficiente para que otras personas entiendan la indirecta, pero no para esta pareja.

Juan pasó por la pista de baile cerca de Mishelle y Federico, ellos estaban atentos las acciones de este, les explicó que salía un rato hacia cuarto de aseos. A Federico no le gustó nada tener a Marcelo junto a Nancy, conocía muy bien la historia de esos dos. Una vez que Juan se había perdido entre toda la gente, pasó Janeth en una descarada intención de seguirlo, Mishelle que nunca había pecado de tonta, sospechó que algo pasaba, de inmediato pidió a Federico que cesaran el baile, Federico estuvo de acuerdo y de inmediato se dirigieron a la mesa en la que se encontraban. La sorpresa de Federico no fue nada agradable, encontró a Nancy conversando a solas con Marcelo, ella no tenía ninguna intención de seguir hablando, pero él era bastante insistente y siempre conseguía lo que quería. Federico lo conocía muy bien y estaba consiente de todo lo que representaba para Nancy. La situación fue muy incómoda para Federico y aún más cuando Marcelo hacia ciertas insinuaciones o contaba anécdotas poco conocidas de Nancy, la situación se ponía cada vez más tensa mientras Mishelle no dejaba de mirar los alrededores esperando que de algún lado aparezca Juan.

Juan salía de los aseos masculinos cuando se encontró a Janeth esperándolo en la puerta. De inmediato esta se abalanzó a sus brazos e intentó besarlo, pero Juan la rechazó y trató de zafarse de sus garras. Janeth no entendía, se enfureció, no soportaba los desplantes de nadie menos aun de Juan, esta lo increpó por su actitud, con su habitual tono de niña que siempre lo consigue todo:

–       Qué te pasa amor, antes no eres así, no me digas, ¿Nancy te está cambiando? todos sabemos el tipo de chica que es, no quieras hacerte el difícil conmigo, ella no dirá nada, te aseguro que ahora está feliz con Marcelo recordando viejos tiempos y yo quiero hacer lo mismo, después podemos, si quieres, salir los cuatro rumbo algún lugar privado, seguro la pasaríamos genial. Se bien que a tu amiguita le gusta este tipo de encuentros y por Marcelo no te preocupes somos una pareja moderna.

–       ¡No Janeth! Detente, no es Nancy quien me preocupa, es Mishelle ¿la recuerdas? Habíamos hablado de ella, es mi novia y no le gustaría nada verme en esta situación tan comprometedora.

–       ¡Ah! ya recuerdo a la mosquita muerta esa, tengo entendido que es bastante puritana y conservadora, pero está bien no quiero causarte problemas con ella.

En ese momento salió la persona que estaba ocupando el baño masculino y Janeth jaló a Juan hacia dentro, cerró la puerta con seguro. Él quiso detenerla pero también sabía que armar un escándalo fuera podría ser más peligroso, sobre todo a sabiendas que su novia estaba tan cerca.

-       ¡No!, Janeth ya te dije que no, estás loca, estoy cansado de tus juegos.

–       Sí, estoy loca por ti y quiero que me hagas feliz aquí y ahora.

–       Ya te dije que ¡no! suéltame.

–       Está bien no lo hagas, mira lo que tengo aquí. –Janeth le mostró la pantalla de su teléfono celular. – Seguro que estas fotos le van a encantar a tu noviecita, sobre todo cuando vea la fecha.

–       ¡Estás demente! – respondió Juan visiblemente alterado.

–       Solo compláceme esta vez y te dejaré en paz.

Juan no tenía alternativa, tuvo que poseer a Janeth en ese mismo lugar, sabía de lo que era capaz y no podía arruinar la noche, Janeth lo miro sensual, sabiéndose triunfadora, acercó su cuerpo a Juan, ella era visiblemente más pequeña, alzó sus brazos rodeándolos por el cuello de su expareja, en ese momento, empezaron los golpes en la puerta y los ruidos de la gente que quería entrar. La verdad sea dicha, Janeth es una mujer muy atractiva, de mediana estatura, facciones delicadas y una belleza escondida bajo un par de anteojos que disimulaban sus bajos instintos. Cabello negro, lacio, largo, tez blanca algo pálida, un cuerpo más bien delgado. Lo que más resaltaba en su figura eran sus senos firmes, grandes pero sin exceso, bien formados, los cuales últimamente los presumía con escotes descarados. Sus piernas delgadas pero lindas casi perfectas, unas nalgas pequeñas, bien contorneadas las cuales despuntaban y realzaban su pequeña cintura. Para Juan nunca fue un esfuerzo acostarse con ella, al contrario su obsesión por el sexo la hacía casi insaciable, jamás presentaba objeción para alguna fantasía de Juan. Recientemente había experimentado sexo en grupo y estaba ansiosa por pasar un buen rato con Juan, mostrarle lo que había aprendido, Janeth era una verdadera experta y complaciente amante, maestra del erotismo y poseedora de grandes cualidades como seductora. Habilidades que había descubierto por pura casualidad tratando de vengar el infortunado romance con Juan.

Juan la penetraba fuertemente, desde atrás, Janeth daba las espaldas ligeramente inclinada con sus dos manos pegadas a la pared, él estaba a punto de termina, mientras Janeth no dejaba de gemir al ser perforada por su amante, Juan tiraba con una mano de los cabellos de Janeth, esto la excitaba bastante, con su otra mano tomaba fuertemente los pechos de Janeth los cuales habían salido por entre el gran escote que llevaba, la fuerte mano de Juan los estrujaba, jalaba y jugueteaba como si de un esferas maleables se tratara. Janeth mordía sus labios tratando de contener las convulsiones de su cuerpo, pero seguía empujando sus blancas caderas hacia la pelvis de Juan extendiendo su excepcional orgasmo. Justo en ese momento abrieron bruscamente la puerta de baño y un grupo de personas se asomó a la puerta solo para descubrir infraganti a la pareja que estaba adentró, Janeth sonrió y se apartó de Juan mientras procedía acomodarse sus vestidos, regresó sus hermosos senos al escote y subió delicadamente su pantalón, con toda la paciencia del mundo, mientras los mirones disfrutaban el espectáculo, Juan ya se había acomodado sus ropas y se disponía a salir cuando Janeth se dio vuelta y le plantó un beso en la boca.

–       Lástima que nos interrumpieron-le susurró al oído- lo estaba pasando muy bien, pero esto no ha terminado nos vemos luego amor.

Juan asintió sin ganas y levantó su mirada tratando de aclarar los pensamientos, los muchachos presentes lo alentaban y  aplaudían a su paso, no era nada nuevo en ese lugar encontrar a parejas en posiciones comprometedoras. Para ellos era como mostrar su apoyo y admiración al compañero, Juan levantó el rostro recuperando el aliento, de pronto se puso pálido. Al fondo de toda la muchedumbre agazapada en una esquina, semi-oculta entre la muchedumbre, estaba Mishelle, mirándolo fijamente ¿cuánto hace que estaba ahí? ¿Había visto todo lo que pasó? ¿O solo estaba esperándolo?, el rostro de Mishelle no daba a notar ninguna emoción en ese momento. Juan bajó la mirada y caminó hacia su novia tratando de actuar normalmente. Cuando estuvo cerca pudo notar que el rostro impávido hasta entonces dejaba escapar una lágrima, esa era la confirmación, Mishelle lo había visto todo, no había ninguna excusa que Juan pudiera presentar como válida.

–       ¿Por qué ahora? –preguntó Mishelle, Tratando de contener su voz que se quebrada con cada palabra – ¿esta es tú idea de una noche romántica?

–       No es lo que parece.

–       Lo sé, no vuelvas a buscarme nunca más, esto se acabó.

Juan intentó seguirla pero no había nada que explicar, ¿cómo lo haría? la siguió hasta la calle, pero Mishelle tomó un taxi y se alejó sin decir más, había arruinado el que sería el mejor día de su vida. No había nada que pudiera hacer, Juan se debatía entre salir corriendo tras ella o esperar a que se calme, optó por la segunda, conocía muy bien el carácter de Mishelle y no era nada agradable cuando se enojaba. Además no estaba seguro de lo que ella había visto. Tenía que encontrar una justificación válida no podía permitir que esto se acabe aquí y ahora, algo se le iba a ocurrir, sentía que el mundo se derrumbaba bajo sus pies pero aun así le quedaban esperanzas.

Desecho por lo ocurrido, Juan caminaba con la mirada perdida, iba en busca de sus pertenencias con la firme intención de salir a lamentarse en algún otro sitio. En la mesa en la que había estado encontró únicamente a Federico, quien se hallaba en la tarea de vaciar una botella de licor, la misma que antes habían comprado. Federico ya estaba bastante avanzado, cuando lo miró lo invitó a sentarse junto a él y tomarse una copa. Juan no puso objeción, respondía con monosílabos las preguntas de su amigo. Después de un buen rato apareció Elizabeth y sus amigos, quienes procedían a retirarse del lugar.

–       Vamos a casa de Ricardo – dijo Elizabeth  mientras se despedía con un sonoro beso en la mejilla - por si les interesa venir

–       No, aquí estamos bien no se preocupen. – respondió firmemente Federico.

–       Bien, que disfruten entonces, adiós. – Elizabeth pudo notar la fría despedida de Juan y el estado casi de ebriedad de Federico pero no se animó a preguntar, había hecho su mejor gesto de amabilidad invitándolos a otra fiesta, no le gustaba meterse en problemas ajenos.

Juan terminó de acomodarse junto a Federico mientras este le servía una copa tras otra. Nancy no aparecía por ninguna parte, no se atrevería a abandonar a Federico ahí y tampoco se habría marchado con Elizabeth. Por algún lado debía estar, quizás hasta decidió escaparse con Marcelo, en todo caso eso era lo que menos le importaba en ese momento. No era mala idea beber alcohol como desesperado, después de todo que más podía hacer tenía que sentarse en algún lugar y pensar que iba hacer para remediar la situación en la que se encontraba, no quería perder a Mishelle. Decidió quedarse junto a su amigo, por lo menos hasta que aparezca Nancy y se lo lleve, pero Federico a esas horas daba más muestras del alto grado de embriaguez y se le hacía ya difícil articular palabra, entonces empezaron los reproches:

–       Juan, por favor respóndeme con la verdad si eres mi amigo, yo no te voy a reclamar nada, pero debes ser sincero conmigo.

***

 

–       ¡Juan!, ¡Juan! – Nancy trataba de volverlo a la realidad –

–       ¿Qué pasa?

–       Ya llegamos, ayúdame a bajar a Federico del taxi y meterlo a la oficina, yo mientras pago el taxi.

–       Está bien.

CAPÍTULO 4

Decisiones

 

Las dos sombras lograron abrir la puerta del local ubicado en plena esquina de la principal avenida, ambos entraron en una suerte de empujones y golpes poco discretos, Juan no prestó atención a los gritos de la chica que corría por media calle, y Federico menos aun en el estado en que se encontraba. Victoria corrió haciendo gala de su agilidad y buen estado físico, llegó a la puerta principal, justo antes que la puerta se cierre por completo. Interpuso uno de los tacones de sus largas botas entre la puerta y el seguro, empujó la puerta como desesperada, armada de toda la valentía que la adrenalina le brindaba, empezó a gritar, ¡ladrones!, ¡ladrones! Juan no entendía que pasaba, se tomó apenas unos segundos para soltar a su amigo completamente inconsciente sobre uno de los sillones de la recepción, tiempo suficiente para que Victoria aproveche para ingresar a la oficina y continuar con el escándalo.

–       ¿Le pasa algo señorita?, ¿alguien la sigue? ¿Necesita ayuda? – alcanzó a preguntar Juan.

–       Aléjese tengo una arma en mi bolso y la voy a sacar si es necesario ¿qué diablos están haciendo aquí?

–       ¿Está loca? –soltó Juan, que pasa este día todos se volvieron locos- Para empezar estas oficinas son nuestras

–       ¡Mentira! – Gritó Victoria, con toda la potencia que le fue posible

–       Está bien, no son nuestras, pero nosotros las arrendamos – Trató inútilmente de explicar, pero esta pequeña duda le dio más razones para sospechar

–       Eso no es verdad, estas oficinas son de mi tía, es su negocio – Gritó nuevamente – ¡Auxilio! ¡ladrones!.

–       Mira niña, no se dé que estés hablando, pero me parece que estas confundida. Estás en mi oficina y te ruego que salgas de aquí – El tono de Juan fue de lo más enérgico y a la vez educado

–       No lo voy a hacer, voy a llamar a la policía y a mi tía inmediatamente

–       Mira haz lo que quieras -Alzo la mano- puedes ver, tengo las llaves, ¿si fuera un ladrón como es que tendría las llaves? yo creo que estás loca, haz lo que quieras pero cuando entiendas que estas equivocada lárgate – concluyó Juan indignado por la situación y perdiendo la poca paciencia que le quedaba

En ese preciso momento entró Nancy, asombrada por los gritos.

–       Pero ¿qué pasa aquí? los gritos se oyen hasta muy lejos, afuera hay un tipo que dice que su novia entró aquí – intervino Nancy

–       Si es Carlos, hágalo pasar. – dijo Victoria en tono autoritario

–       Pero ¿por qué? y ¿quién es usted?

–       Yo soy la sobrina de la dueña de este local, ¿quiénes son ustedes?

–       Pues nosotros arrendamos este local, si es la sobrina de la dueña debería saberlo

–       Pero aquí funciona el negocio de mi tía, como pueden ustedes arrendarlo – El tono de la nueva chica logró confundir a Victoria quien empezó a pensar que podría tratarse de un error

–       Creo que está equivocada, hace casi 3 meses funciona aquí este estudio jurídico – Nancy trataba de razonar con esta mujer, pero ella parecía estar algo ebria o drogada

–       Eso no puede ser, mi tía tendría que haberme dicho algo

–       Pues llámala y pregúntale – Nancy fue tan convincente que de pronto Victoria tuvo que bajar su entonación y empezar llamar como Nancy lo sugería

–       Eso mismo voy a hacer ahora –Entonces Victoria rebusco en su bolso hasta hallar su teléfono, empezó a buscar el número de su tía.

–       Bien, -Nancy suspiro aliviada- voy a dejar entrar a tu novio o se va a congelar ahí fuera

Nancy, hizo pasar a Carlos que esperaba con cara de asustado sin entender nada, los hizo ponerse cómodos mientras colocaba un mínimo de seguridad en la entrada principal. Luego se retiró y ayudó a Juan quien intentaba levantar a Federico profundamente dormido. Prácticamente tuvieron que arrastrarlo por el pasillo hasta uno de los habitáculos o divisiones que hacían parte del local. La oficina en cuestión estaba ubicada en el centro financiero de la ciudad, era un galpón bastante grande y cómodo cerca de 300 metros cuadrados, de forma casi rectangular, la única excepción era la entrada principal, donde hacia un corte diagonal para favorecer la esquina y una puerta doble de cristal, El sitio estaba dividido en dos despachos, una sala de reuniones, una pequeña bodega que también hacia las veces de cocina improvisada, la recepción, un cuarto de aseo general y una área de espera en donde ahora estaban Carlos y Victoria, esta última intentaba usar su celular para llamar a su tía sin mucho éxito.

Nancy y Juan arrastraron a Federico por el corredor, entraron en la primera puerta y de inmediato la cerraron, este era el despacho que pertenecía a Nancy y su novio. Una vez dentro esquivaron como pudieron el escritorio y las sillas para llegar al sofá-cama. Ambos hicieron los esfuerzos por acomodar al maltrecho Federico quien no cobraba conciencia aun. Nancy dejo escapar un suspiro de alivio, al fin en casa o algo parecido, ella mismo había decorado el despacho, escogido todos los muebles y demás. El lugar era bastante cómodo y acogedor contaba con baño privado y ducha, un amplio sofá-cama donde ahora estaba Federico, había dos sillones más de tipo personal formando una pequeña sala de estar. Justo al frente se exhibía un televisor LCD de 32 pulgadas en medio de un mueble de roble bien cuidado, en el cual también descansaban cientos de libros con distintos temas. En el piso una hermosa alfombra persa de color crema regalo de la madre de Nancy. La alfombra le traía muy buenos recuerdos, no solo de su madre, también de las veces que había  pasado ahí la noche junto a Federico. Ella aun no podía superar el mal momento que su novio le había hecho pasar hace menos de una hora. Sus ojos se tornaron nublosos, sentía que quería llorar sus piernas flaqueaban, entonces pidió a Juan que salga para ponerse cómoda. Juan cruzó la puerta que comunicaban las oficinas, la dejó abierta, fue directo a los archivos que guardaba Mishelle, siempre tan ordenada. Mientras tanto Nancy meditaba acerca de su futuro, su novio había estado completamente fuera de sí, furioso, rabioso quizás, pero ella ni siquiera sabía la verdadera razón de tanta ira. Pero si sabía que Federico no era de los que se enojaban fácilmente, algo realmente grotesco debió enterarse para haberle causado ese malestar, seguramente descubrió alguno de los errores que cometió en el pasado, pero que podía ser, si tan solo lo supiera que es lo que tanto molestó a Federico, quizás sabría cómo corregir el problema.

 

Afuera en la sala de estar, Victoria insistía varias veces llamando a su tía, pero esta no contestaba a ninguno de sus teléfonos. Todos sonaban fuera de área, quizás ahora su tía estaba de viaje o estaban apagados sus teléfonos, por alguna razón estos no funcionaban. ¿Qué podía hacer ahora? no podía solo irse y dejar las cosas como estaban, los relojes de la oficina marcaba escasas 2:25 am de esa fría mañana de sábado, quien podría contestar a esa hora. Después de un rato salió Juan por el mismo pacillo que lo había visto desaparecer, portaba una carpeta en mano, y se la entregó a Victoria, le explicó que  ahí estaba todos los documentos legales. Le insistía que por favor los lea y se marche lo más pronto posible, quería descansar. Victoria tomó la carpeta con desgano y la revisó detenidamente, su amigo Carlos estaba recostado sobre el sofá, no aguantó más la espera y quedó profundamente dormido. Victoria incrédula, se percató que cada uno de los documentos que revisaba, tenían la firma de su tía, esto parecía real, pero aun así no entendía porque su tía no contestaba, quizás algo grave le había pasado. El instinto de Victoria y aún más su desconfianza natural, le hacían armar películas completas en su cabeza, o quizás solo era una excusa para negarse a cumplir con la promesa que le había hecho a Carlos. Quien sabe, este podría ser el pretexto adecuado.

Después de unos 15 minutos, regresaron, esta vez Juan y Nancy, se pusieron en frente a la mujer y la increparon:

–       ¿Y bien? – habló Juan sin esconder su enojo

–       Todo parece estar bien según estos papeles, pero yo aún no estoy convencida, no puedo irme sin una respuesta de mi tía, todo esto podría ser falsificado

–       Entonces ¿qué propones hacer?- Respondió Juan fastidiado por la situación - nosotros nos vamos a quedar aquí quieras tú o no, así que tú dirás. Nosotros cerramos la puerta principal y cuando tengas la confirmación de tú tía nos avisas para dejarte salir

–       Si, está bien, me quedo aquí hasta que pueda hablar con ella –trató de armarse de valor aun cuando se daba cuenta que podía está equivocada, pero era mejor asegurarse, nunca se perdonaría si le hubiera pasado algo a su tía

–       Ok, como quieras, pueden acomodarse en el sofá. – Concluyó Nancy con toda la amabilidad de la que era capaz, Juan prefirió no hablar

Para ese entonces ya Carlos dormía plácidamente en el mismo sofá que le había ofrecido Nancy. Los dos amigos se retiraron por el pacillo charlando y visiblemente molestos. Juan entró una vez más al despacho de Nancy para encender la calefacción, cuyo control se encontraba en ese despacho. Entonces Juan, se despidió de Nancy y pasó nuevamente por la puerta que conducía a su despacho. Ambos trataron de conciliar el sueño. Nancy tomo asiento en uno de los sillones personales, desde donde podía ver a Federico. Ella tenía algo que arreglar, pero la persona con quien tenía que hacerlo dormía plácidamente. Ella se acomodó tratando de organizar sus pensamientos, observó a su novio dormir, mientras millones de ideas rondaban por su cabeza. Sabía que Marcelo había hablado, algo debió soltarle, ese tipo es de lo peor, pero que le había dicho. Sin duda debió haber sido algo grave, lo que haya contado o mostrado definitivamente había enfadado a Federico, quizás hasta destruyó por completo la imagen que tanto le había costado dibujar en su novio, antes de esta noche. En parte era un alivio, pues hace tiempo que le hubiera gustado decirle la verdad. Para su desdicha, Federico era un hombre chapado a la antigua, un caballero que creía en la fidelidad de la pareja y que trataba de practicar ese concepto. Al menos esa era la concepción que Nancy tenia de él, por eso para ella era tan difícil contarle sobre sus gustos y deseos. Nancy intento recostarse junto a Federico ofrecerle algo de su cariño pero este tenía tal grado de inconsciencia que no le respondía a ninguna de sus caricias. Entonces se molestó con ella misma, estar junto a él sería un premio por el mal rato que le hizo pasar y eso no podía permitirlo. Se llenó de rabia, al fin y al cabo si se enteraba de todo, que importaba, es mejor que la conociera de verdad, estaba cansada de guardarle secretos, quería mostrarse sin mascaras. Si tenía que terminar su relación, pues que se termine, pensaba. La ira le hizo levantarse y caminar en círculos él la había humillado, quien era él para decirle lo que le había dicho, nadie jamás se había atrevido a faltarle el respeto de esa forma. Nancy se hinchaba de ira cada vez que recordaba las faltas de respeto, era la segunda vez que la trataba mal y la primera lo pagó caro- dibujó una sonrisa cínica- Si, lo pagó caro -repitió- y de qué forma, claro que él nunca se enteró… o quizás si se enteró, tal vez a eso se debe todo este alboroto.

Nancy reflexionó nuevamente sobre lo ocurrido, ella pretendía pasar una buena noche con su novio, pero todo se echó a perder, quizás no era muy tarde, si Federico no quería verla más, ella no tenía por qué quedarse a llorar, pensó en dejar todo, llamar un taxi e ir a divertirse, nunca faltaría quien la pueda brindar un poco de diversión. Quizás ir a alguna de las fiestas con sus amigos, sabía muy bien dónde encontrarlos. A ratos tomaba fuerza y se decidía a salir pero después se arrepentía, no se vería muy bien que ella llegue sola sin invitación, se justificaba, bueno ¿qué hay de Juan?, también estaba solo, podrían divertirse juntos es una buena opción. Nancy pasó cerca de una hora dando vueltas sin poder calmar su mente inquieta, hasta que al fin se sentó nuevamente, re-evaluó la situación, soltó sus lágrimas y al fin decidió ponerse cómoda y descansar un poco, lo mejor era dejar que esta noche acabe pronto.

Para Juan tampoco fue posible conciliar el sueño, desde que había cruzado la puerta que comunican los despachos se sintió solo. Cada rincón guardaba recuerdos de Mishelle, los dos habían decorado y comprado los muebles del lugar que contaba con dos sofás grandes y otros dos con capacidad para dos personas, acomodados en un círculo. Al fondo del despacho descansaba un escritorio grande rodeado de dos grandes anaqueles que no solo guardaba libros, también tenía trofeos, medallas y un sin número de objetos de especial valor para Mishelle. Más de una vez se habían reunido ahí,  tuvieron  profundas charlas respecto al significado de cada objeto, cuanto añoraba Juan esos momentos en los cuales de la nada Mishelle convertía cada pequeña cosa en un tesoro. Juan se recostó en el sofá más cercano a la puerta, mientras un torbellino de recuerdos aprisionaba su mente, paso un buen rato mirando el techo hasta quedar adormecido.

Fuera de los despachos, Victoria primero intentó acomodarse en un sillón personal, pero no lo pudo hacerlo, entonces fue junto a Carlos que parecía dormido, tomó asiento despacio, pero él despertó apenas sintió la presencia de Victoria, intento acercarse a ella, al principio lo aceptó, quizás porque hacia un poco de frio y quería un amigo a su lado, pero luego, entendiendo las verdaderas intenciones de Carlos, decidió separarse.

–       Carlos por favor, retira tus manos de ahí. – exclamó Victoria, algo contrariada por culpa de las traviesas manos de su amigo.

–       Pero ¿por qué? Se supone que hoy íbamos a un motel, ¿cómo se supone que lo haríamos sin tocarnos?

–       No estamos en un motel

–       Podemos pensar que si, el lugar no esta tan mal

–       No Carlos, no sabemos nada de esa gente, que tal si salen con un arma o algo así, que tal si nos encuentran aquí haciendo algo, desnudos, que se yo

–       Bueno, no es necesario que estemos desnudos basta con que te quites lo necesario, además si hubiesen querido hacernos algún daño esas personas creo que ya lo hubieran hecho, así que podemos aprovechar el momento, vamos hagamos rendir lo que nos queda de noche

–       Yo no voy a tener sexo aquí, ¿estás loco? – Pero Carlos la tomo fuertemente del brazo y no la dejó levantarse

Victoria, entendió que si bien ese no era el lugar perfecto para tener sexo, quizás era la oportunidad perfecta para familiarizarse con un cuerpo y caricias masculinas. Era una perfecta estupidez lo que estaba pensando, pero desistió de hacer resistencia, cerró los ojos y se dejó llevar por el momento. Carlos sembró un delicado beso en las mejillas, ella cerro sus ojos, siguió hacia sus labios para luego pasar a tocar inocentemente unos senos, firmes y bien formados. Victoria siempre se había enorgullecido por su cuerpo, hermoso como ella mismo decía, no tienen ni mucho ni poco, sus medidas eran perfectas y su porte imponente, unas piernas largas, esbeltas y bien contorneadas. Amplia de caderas y un abdomen perfectamente plano fruto de años de gimnasio y de cuidados en su salud. A Victoria no le gustaba vestir demasiado atractiva para los hombres, prefería ser sexy para una mujer observadora, como ella mismo decía, en esta oportunidad usaba una falda larga, de colores pálidos que llegaba hasta sus tobillos pero de corte refinado, con una blusa negra ajustada al cuerpo y con un ligero escote al frente. Se cubría con un pequeño jersey negro también, que hacia juego con su vestimenta, botas largas casi hasta las rodillas escondidas bajo su falda, de ropa interior un conjunto de encajes negros que había comprado especialmente para esta noche.

A Victoria le gustaron las caricias de Carlos, le recordaban a su amiga de infancia, bastaba con cerrar los ojos y la sentía sobre ella besándola y acariciándola. Carlos entendió que lo estaba disfrutando por lo tanto no intentaría detenerse, al contrario ahora iba en busca de la segunda fase. Colocó sus manos en las piernas de Victoria, tratando de llegar hacia donde finalizaba la interminable falda… al fin lo logró entonces introdujo sus manos y fue subiendo lentamente hacia los muslos de Victoria, Ella se estremeció, su pecho saltó excitado mientras sus piernas se abrieron como impulsados por un resorte. Carlos no esperó más, ahora intentaba llegar a la gloria, pero se encontró con un precioso obstáculo, la ropa interior de encajes, estaba impidiendo su paso, el panty prácticamente no dejaba nada a la imaginación pero al estar ajustado al cuerpo prohibía la interacción directa, entonces Victoria quiso reaccionar.

–       Te dije que aquí no Carlos.

–       Está bien, solo quiero tocarte y sentir tu cuerpo, tú sabes para conocernos mejor, vamos, sabes que lo estas disfrutando. – Carlos le susurró al oído

–       Solo tocar Carlos, por ahora lo estás haciendo bien, así que voy a permitirte solo eso.

–       Bien.

Carlos siguió disfrutando del cuerpo perfecto de la mujer que siempre había amado, Victoria entonces sintió un calor insoportable y se despojó del abrigo quedando solo con la blusita y sus brazos descubiertos. Carlos aprovechó para dirigir sus labios al escote y saborear lo que se podía, hasta que pudo sacar el par de senos, que estaban aprisionados, entonces empezó a devorarlos, cosa que encantó a Victoria quien aumentaba su excitación, empezaba a gemir, lo estaba disfrutando. Una mano de Carlos seguía en las partes íntimas de Victoria luchando por mover el panty o sacarlo si fuera posible pero este se resistía, al rato sintió el sexo de Victoria húmedo, pasó a estimularlo con los dedos de la mano izquierda, mientras con la derecha alternaba con los senos. Ella ahora yacía reclinada en uno de los costados del sofá, con sus ojos cerrados y su cabeza echada hacia atrás, su boca abierta, su respiración acelerada, sus piernas tan separadas como podía y un par de dedos en su sexo que empezaba a lubricar, sus senos en boca de Carlos, lo estaba disfrutando, con sus ojos podía sentir que quien estaba sobre ella era su amiga, rememoraba sus encuentros, jadeaba cada vez con más fuerza. Carlos parecía estar haciendo bien las cosas. Hasta que de pronto cometió un error, habló demasiado y eso rompió el hechizo, Victoria volvió a la realidad, estaba con un hombre, no con su amiga.

–       Ahora princesa voy a hacerte disfrutar

Victoria había perdido la concentración y quiso cerrar las piernas pero Carlos se lo impidió y colocó su cara frente al sexo húmedo, mientas este removía sin delicadeza alguna la ropa interior, al fin pudo ver una hermosa vagina bien depilada y húmeda, este intentó pasar su lengua desesperadamente, pero Victoria lo impidió agarrando fuertemente de los cabellos a su amigo.

–       Espera mejor no – dijo Victoria enfadada

–       Vamos te va a gustar – respondió un Carlos con ojos desorbitados y fuera de control

Victoria se asustó, quiso salir corriendo, ella misma había provocado esta situación, pero como podía zafarse de sus garras, por eso odiaba a los hombres, por salvajes, falta de tino al amar, que podía hacer,  pensó, trató de relajarse, sabía que esto iba a ser difícil, tenía que soportar un poco más, quizás sería bueno dar una segunda oportunidad. Además hace tiempo que no había estado con una mujer y necesitaba estimulación, se reclinó nuevamente y autorizó sin decir nada, cerró los ojos otra vez y trató de recordar la imagen de su amiga. Cuando esta le daba tan delicioso tratamiento. Carlos siguió, lo hubiera hecho con, o sin su permiso, llevaba el diablo por dentro y una erección difícil de aguantar, se acomodó nuevamente colocando su rostro frente al húmedo sexo de Victoria, percibió, ese olor era fantástico, pensó que si estaba así era porque ella lo deseaba también, entonces fue tras lo que buscaba, Carlos era Brusco e iba directo a lamer, succionar el clítoris, sin ninguna preparación, Pasaba su lengua torpemente queriendo devorar todo. Al poco tiempo Victoria se dio cuenta del terrible amante que tenía metido en su intimidad, las pésimas caricias, propias de un rudo hombre, eso no gustó a Victoria quien empezaba a desagradarle la situación, aguantó un par de minutos, tratando de resignarse, pero pronto dejó de lubricar y lo que empezó bien ahora estaba causándole dolor y repentinamente también asco. Asco de lo que estaba haciendo, Asco del hombre que intentaba abuzar de ella.

–       Basta Carlos, no más – casi gritó Victoria

–       ¿Por qué? ¿No te gusta? – la respuesta era casi obvia

–       No, no me gusta ya basta – lo arruinaste

Victoria, se levantó bruscamente empujando a Carlos, con toda la fuerza que le era posible, este quedó sorprendido perdió el equilibrio resbaló en el entablado, intentó sujetarla sin entender que pasaba, este hizo un movimiento brusco agarrando fuertemente la falda de Victoria para no caer al suelo, la tela cedió a la fuerza y se rasgó completamente, Victoria se levantó y trató de acomodar sus ropas y cuando vio el problema con su falda se horrorizó.

–       La rompiste – exclamó – y ahora que voy a hacer.

–       Lo siento, yo… no quería – Carlos se mantenía en el suelo aterrorizado por la reacción de Victoria, jamás la había visto tan enojada.

Victoria se levantó histérica, quería acribillar a golpes al imbécil de Carlos, por lo que acababa de hacer, no solo era un mal amante, sino también era un completo idiota. Contuvo su rabia únicamente por miedo a la gente que estaba en los despachos interiores. Entonces remordió los dientes y dio un fuerte golpe con su pie derecho, su taco resonó en la dura madera del suelo, pero con esta simple acción logró desfogar algo de su ira. Entonces volteó y se dedicó acomodar su par de senos grandes en su ropa interior y luego dentro de la blusa negra. Carlos ni siquiera había logrado retirar el seguro del top, únicamente lo había bajado lo suficiente para que desborde sus pechos por sobre los encajes. Luego se propuso corregir el desastre que era su falda, tuvo que sacársela completamente, para ver si podía arreglarla de alguna forma. No podía creer lo que estaba pasando, como explicaría la escena si alguno de los desconocidos aparecía de repente, no, no quería ni imaginárselo. Carlos cambio su cara de susto por uno morbo, continuaba sentado en el piso observando fijamente, extasiado al ver la figura semidesnuda del amor de su vida. Para él, eso era más de lo que quizás nunca se hubiera  esperado, la besó, tocó, saboreó sus jugos, y todo en una misma noche, que más podía pedir, no se merecía todo lo que estaba pasando.

Victoria paseaba de un lugar a otro pensando que hacer, el vestido era un completo desastre la afable y refinada tela se había rasgado de tal manera que prácticamente tenía dos trozos de tela, no importaba como Victoria quisiera acomodarla, era imposible mantener en una sola pieza a la vestimenta. Mientras tanto Carlos se recostó en el sofá satisfecho, el sueño lo venció y quedó profundamente dormido. Victoria en cambio estaba desesperada, se le ocurrió una idea que la podría salvar, recordó que su tía era bastante prevenida y guardaba de todo un poco, en las gavetas de su baño, ahora la oficina completa lucia amoblada diferente pero la distribución era la misma, frente a ella tenía la puerta que conducía al despacho que antes pertenecía a su tía, tenía la esperanza de encontrar algo que la pueda ayudar, quizás una aguja e hilo, quien sabe, pero como lo hacía, pedía permiso o solo entraba… recordó que había visto a las tres personas entrar por el pasillo que había justo al otro extremo de donde ahora estaba. Seguro los extraños ocupaban uno de los despachos que había de ese lado, y por consiguiente el que tenía en frente debería estar libre, con suerte estaría abierto, camino unos pasos, se arrepintió, decidió ir mejor al aseo general que estaba al fondo, había un botiquín pero nada que le ayudara, se enojó aún más con ella misma, entonces fue a la recepción, intentó con cinta adhesiva y hasta con una grapadora pero solo generaba más agujeros en la falda y no solucionaba su problema.

***

Juan despertó algo asustado, parecía que apenas había cerrado los ojos cuando escuchó voces, gemidos o algo como gritos entrecortados y algo alejados, trato de concentrarse para escuchar mejor, algo pasaba afuera, quizás era Nancy y Federico que intentaban disipar sus diferencias, luego no escuchó más. Se levantó, dio unos pasos, se acercó a la pared que separaba el despacho de Nancy, nada, luego cruzo la pequeña sala, hizo lo mismo con la puerta de acceso a su despacho, ahí estaban de nuevo esos sonidos, los podía escuchar muy cerca, justo del otro lado de su puerta. Luego un golpe seco, algo como un gritó ahogado y finalmente ruidos que parecían una pelea. Una voz femenina que se quejaba por algo, pero no lograba entender lo que decían. De pronto escuchó unos pasos pero parecían no ir a ninguna parte, otra vez ruidos extraños que no podía diferenciar. Juan se preocupó, pensó en abrir la puerta y averiguar qué estaba pasando, pero se detuvo, aclaró las ideas y de pronto todo tomó forma en su cabeza, era claro lo que pasaba ahí afuera, reconoció la voz femenina, casi podía imaginar la escena, sonrió.

Juan prefirió no intervenir, pero de pronto escuchó unos pasos, esta vez más que pasos parecían pequeños toques sobre el suelo como si alguien estuviera andando en puntillas, quien lo hacía estaba acercándose. Juan decidió entrar al baño para esconderse y ver desde una mejor perspectiva lo qué estaba a punto de pasar. Entró ligero, dejó la puerta del baño entreabierta, se acomodó para ver mejor, de pronto escuchó como abrían delicadamente la puerta de su despacho. Una sombra se deslizaba sigilosamente, Juan observó cuidadosamente. Vio como la sombra se adentraba silenciosamente, buscaba algo, primero fue hacia el sofá, pareció tranquilizarse cuando vio que no había nadie. Entonces se dirigió a la puerta de baño, Juan retrocedió y se ocultó tras la cortina de la ducha. La puerta se abrió suavemente y la luz se encendió, era justamente la desconocida que hace poco había dejado en la recepción, se había retirado los zapatos y por eso casi no hacía ruido al caminar, buscaba algo en las gavetas, pero lo más interesante, estaba semidesnuda, solo con una pequeña blusita negra, que entallada su bella figura, un escote delantero, que daba una buena idea del volumen de sus senos. Por abajo un hermoso panty también negro con encajes que apenas cubrían lo esencial. Sus largas piernas le daban un aspecto imponente, definitivamente hermosa, pensó Juan, mientras miraba tras su escondite. Juan claramente podía apreciar un prominente y bien distribuido cuerpo, le encantó de inmediato toda aquella feminidad. Mientras Victoria rebuscaba Juan pudo mirar con todo descaro esa hermosa cadera, unas bellas nalgas perfectamente redondeadas, Juan se hallaba solo a unos cuantos centímetros, la suerte parecía sonreírle y no estaba dispuesto a dejar pasar esta oportunidad. No resistió más, esperó un descuido de la chica y cuando pudo, saltó, cual ágil jaguar y se colocó tras Victoria sin que ella se diera cuenta, puso rápidamente su mano cubriendo la boca de la chica para evitar que gritara mientras la agarraba fuertemente con su brazo por la cintura.

–       Tranquila, tranquila muñeca, me puedes decir que es lo que estás buscando, pero sin gritar. – Victoria se sacudió asustada tratando de liberarse de los brazos fuertes de Juan, pero le fue imposible, estaba atrapada, cuando al fin este retiró la mano que cubría su boca, lo primero que hizo fue tomar aire.

–       Maldito, sabía que eras un pervertido, suéltame ahora o voy a gritar - Victoria trataba inútilmente de liberarse de su captor pero era imposible, el atlético cuerpo de Juan la sujetaba por completo

–       ¿Vas a gritar? y ¿qué vas a decir cuando vengan por ti? te metiste a mi despacho semidesnuda, ¿tu novio sabe que estas aquí? ¿porque te dejó venir así a mi despacho?, ¿es que les gusta este tipo de aventuras múltiples quizás?

–       No sabía que estabas aquí, imbécil, solo estaba buscando algo

–       Bien, ya lo encontraste, porque no me dijiste que lo que querías es sexo, no tenías que hacer drama con el cuento de tu tía. Me hubieras dicho antes y yo con gusto te complacía

–       Eres un idiota, no quiero nada contigo

–       Déjame entender, ¿lo que buscabas es un motel gratis para pasar con tu noviecito?

–       Déjame en paz, no sé de qué estás hablando

–       No te hagas la tonta, dime… esos gemidos que escuché ¿a qué se debían? ¿Disfrutaste la noche con tu amante? ¿Estás aquí para refrescarte luego de un buen sexo? O ¿bienes en busca de más? Porque de ser así, me encantó tu cuerpo y con gusto te haría pasar un buen rato

–       Aléjate idiota voy a gritar

–       Bien hazlo, que vas a decir ahora… si quieres llamemos a la policía, les diré que te metiste en mi oficina solo para tener sexo con tu novio, quizás te lleven a la cárcel un buen rato, por indecente

–       Eso no es cierto

–       Pero tengo pruebas, solo mírate ¿qué dirá tu novio?, ¿le gustará pasar unos días en la cárcel?

–       Solo déjame ir, no voy a decir nada

–       Pero… ¿Por qué? aquí estamos muy bien, mejor relájate que la vas a pasar muy bien

Victoria estaba asustada, no sabía las intenciones del chico, lo odiaba en ese momento, pero sabía que tenía razón estaba en una posición comprometedora, ahora él la tenía en sus manos y podría cumplir sus amenazas. Juan bajó lentamente su mano izquierda hasta llegar a sus senos, la tocó por sobre la blusa, bajo lentamente y soltó el único botón que la sostenía, sus senos estaban expuestos, entonces retiro hábilmente el seguro del top y los pechos salieron expulsados. El espectáculo era único, un par de senos firmes, jugosos y rebosantes de juventud, con unas aureolas rosadas, y unos pezones apuntando siempre al cielo. Entonces Juan pasó sus manos y jugueteó con ellos, mientras la presionaba con su cuerpo contra el lavamanos. Luego se deshizo de la blusa, la arrojó al piso junto con el top, ahora solo la cubría la pequeña tanga negra de encajes. A Juan le encantó la visión de ese cuerpo reflejado en un espejo de cuerpo entero, el cual estaba ubicado junto a la entrada al baño. Juan presionaba fuertemente con sus brazos fuertes, la preciosa mujer junto a él no tenía otra salida más que soportar un cuerpo desconocido tras ella. Juan en cambio disfrutaba de la espectacular figura nueva para él, esto hacia más excitante el momento. Juan gozaba cada roce con esa delicada piel que parecía no tener defectos. Mientras tanto Victoria cerró los ojos y se dejó hacer resignada, aterrorizada esperando que termine pronto el suplicio. Él en cambio bajó sus manos y retiró cuidadosamente la tanga dejando expuesto un depilado sexo que se reflejaba en el espejo, una verdadera obra de arte, unos delicados labios pálidos, cerrados pero que dejaban notar algo de humedad. La perfección de aquella vagina la hacía lucir atractiva, deliciosa, jugosa - esto lo voy a disfrutar mucho – pensó Juan mientras desabotonaba su pantalón para sacar de su ropa interior, su miembro casi completamente erecto.

Entonces Victoria arrojó un sollozo, lo único que se le vino a la mente, es lo mal que había resultado esta noche y todo por su gran idea de acostarse con un hombre, de saberlo quizás nunca lo hubiera planeado, en la misma noche había soportado la caricia de dos hombres sin su completo consentimiento y lo peor de todo, hasta el momento no lograba disfrutar la experiencia. Esto solo acrecentaba su odio al género masculino. Victoria expresaba su descontento con sollozos tímidos mientras cerraba sus ojos, mordía sus labios tratando de ocultar su enfado, Juan pudo identificar un par de lágrimas brotando de aquellos bellos ojos.

–       ¿Qué pasa preciosa? Tranquila lo vas a disfrutar, considéralo un premio 2x1, te acostaste con tu novio y ahora tendrás otro revolcón, tienes suerte.

–       Estúpido es que tú no entiendes nada.

–       Cuéntame que es lo que no entiendo.

–       A mí no me gustan los hombres, es la primera vez que intento estar con uno, pero no funcionó y ahora tu…

–       Tranquila preciosa voy a ser cuidadoso te lo prometo, tal vez hasta termina gustándote

–       Idiota, haz lo que tengas que hacer, no me importa ya

Juan no tenía intención de parar, no era precisamente un caballero cuando su miembro presentaba tal erección, además ya no tenía nada que perder, siguió acariciando los senos de Victoria con sus dos manos mientras rozaba su pene contra las bellas y bien formadas nalgas de Victoria, tal parecía que el tamaño actual de su miembro se adaptaba perfectamente y gozaba con cada roce. Juan presionaba ese par de senos cada vez con más fuerza, llenándose de excitación, Entonces Juan la reclinó hacia el frente, posó sus manos en el espejo, tenía tantas ganas de poseer esa mujer, solo pensaba en penetrarla, esa postura le encantaba, esas preciosas nalgas parecían estar listas para recibirlo. En ese preciso momento para mala suerte de Juan, sonaron claramente unos golpes en la puerta de entrada al baño ¿quién podría ser a esa hora? ¡Maldición! Esa voz, sabía quién era, pero ¿qué diablos hacia aquí?  Era Nancy quien tocaba puerta como queriendo tumbarla.

–       Juan, Juan ¿estás ahí?

CAPÍTULO 5

El primer contacto

 

–       Juan, Juan ¿estás ahí? – preguntaba Nancy repetidamente

–       Si, donde más iba a estar ¿qué quieres? – contestó Juan groseramente

–       Solo quiero usar tu baño –susurrando

–       Tienes un baño en tu despacho, ¿por qué quieres el mío?

–       Estoy buscando unas aspirinas, tengo un fuerte dolor de cabeza

–       Maldición – susurró - ahora te abro

Victoria se sintió aliviada, afortunada, feliz de no tener que soportar más, esa intolerable presencia. Un golpe de suerte la libró del martirio al menos por un rato, pensó, algo tiene que ocurrírsele para poder salir airosa.

–       Será mejor que te ocultes un rato -amenazó Juan- ¿qué pensaría Nancy si te ve desnuda en mi baño? Mi socia pierde muy fácilmente la paciencia, si te llega a descubrir vas a tener problemas más te vale que te comportes con ella, se amable, te conviene, si eres buena chica seguro se van a entender, y quizás hasta te deje salir – Victoria no entendió, porque este tipo le estaba hablando de esa forma, pero decidió hacerle caso, no sabía que podía esperar de esta gente.

Rápidamente Victoria acomodó su tanga, tomó las pocas prendas de vestir desperdigadas por el suelo y se escondió tras la cortina que separaba la ducha del resto de cuarto de aseo. Juan acomodó sus ropas, tan ágil como le fue posible y ocultó su erección con vehemencia, abrió la puerta del baño y salió. Tras dicha puerta se encontró con Nancy que esperaba pacientemente, de pie vistiendo únicamente su ropa interior, agazapada entre las sombras del despacho.

–       ¿Qué es lo que en realidad buscas Nancy? ¿quieres pasar la noche conmigo?

–       ¡Estás loco! ¿por qué dices eso?

–       Mírate… vienes en ropa interior a escondidas a mi despacho, en medio de la noche, yo creo que buscas algo, ¿quieres un buen sexo quizás?

–       ¡Tonto! No te hagas ilusiones, la verdad, es que escuché voces y ruidos, noté que la puerta que comunica nuestros despachos quedó sin seguro, me preocupé, vine a ver qué pasaba, además en serio me duele la cabeza quiero una aspirina. Por ultimo tú me conoces muy bien sin ropa ¿por qué habría de vestirme frente a ti? Pero nunca pensé en pasar la noche contigo, sabes que eso se acabó y no pienso romper mi promesa

–       Bien como digas, toma lo que quieras y vete, que lo disfrutes – Juan se retiró del marco de la puerta con desgano dejando pasar a su amiga

–       ¡Tonto! – exclamó Nancy sin entender

Una vez dentro Nancy, no pudo evitar percibir ese aroma tan peculiar, inconfundible, estimulante quizás. No hizo caso prefirió buscar la aspirina por la que había llegado ahí, la tomó agradecida con una de sus manos mientras con la otra recogió un vaso y lo llenó de agua, miraba fijamente la salida de agua, cruzó por su mente momentos pasados, errores viejos, un yacusi, agua en su cuerpo, sus pezones saltaron y entonces recobró la conciencia justo a tiempo para cerrar la llaves de agua. A estas horas la mente te juega malas pasadas, se dijo para sus adentros, mientras introducía  la pastilla  por sus hermosos labios. Luego se detuvo frente al espejo, se miró completa, hermosa, sin culpa, quizás con pecados, pero perfecta. Su ego creció instantáneamente, de algún lugar agarró un cepillo de cabello, seguramente pertenecía a su amiga Mishelle, meditaba mientras deslizaba suavemente el artilugio sobre sus brillantes cabellos. Mientras observaba su reflejo dibujaba una sonrisa ególatra, no había, duda la naturaleza se había encariñado con ella. Sus delicadas facciones la hacían ver aún más joven de lo que era, cabello castaño corto hasta los hombros le daba un toque coqueto a su personalidad, su contextura algo gruesa, pero muy bien distribuida era un sueño hecho realidad. Nancy gustaba de ir a la playa cada vez que podía, no por nada piel tostada y perfecta hacían juego con un par de senos bien formados, tamaño aceptable, caderas amplias, piernas firmes, un cuerpo que resaltaba donde sea que fuera. Su sola presencia encendía las miradas indiscretas de los hombres y levantaba la envidia de las mujeres. Antes solía ser una mujer diferente, una mujer aún más sexy y de vida relajada, tuvo muchos problemas en su adolescencia quizás porque no tuvo a sus padres cerca. Desde muy joven, usaba drogas y alcohol, se acostaba con hombres o mujeres solo para obtener lo que necesitaba, pero eso era antes, logró superarlo todo, ahora es una gran profesional, con grandes responsabilidades y retos aunque a veces su pasado reaparecía, recordándola de donde salió, a veces cedía a las tentaciones, a veces no podía resistirse, esa era su debilidad.

–       Sal de ahí – Dijo Nancy sin quitar los ojos del espejo – te vi apenas entre al baño, sé que estas tras la cortina, percibo tu aroma desde aquí, me imagino lo que estaban haciendo. Juan no tiene remedio, ese papelito que hiciste para que te dejen entrar ¿por qué? Es una fantasía de Juan o ¿qué?, vamos sal no tienes por qué ocultarte.

–       No mentí -Respondió Victoria- no sé cómo terminé aquí.

Victoria emergió tímidamente de su escondite, usaba sus dos manos para cubrir sus desnudos senos y con nada más que su tanga negra cubriéndola abajo, vistiendo su intimidad. Notaba serenidad en la voz de Nancy, seguridad de sí misma, entonces sintió confianza, no parecía haber razón para temerla y quiso pedir ayuda.

–       Tú me puedes ayudar, ¿necesito salir de aquí? por favor ayúdame. – imploró Victoria buscando los ojos de Nancy reflejados en el espejo

–       Bien dime, ¿cómo te puedo ayudar? y lo más importante ¿porque lo haría? ¿Que obtendría yo de eso?

–       Yo… Solo quiero salir de aquí, sin que tu amigo me haga daño, por favor ayúdame estoy desesperada – Victoria era sincera, sus ojos empezaban a nublarse

–       No creo que quiera hacerte daño –contestó Nancy, completamente estoica - que te hace pensar eso, más bien lo que busca debe ser otra cosa, si es que no lo obtuvo ya. Pero vamos tú fuiste quien quiso quedarse y ahora me dices que quieres salir, no te entiendo

–       En serio, tienes que ayudarme – Victoria no entendía por qué su petición no resultaba convincente

–       Bueno, supongamos que te ayudo, ¿que obtendría yo a cambio?

–       Yo… tengo dinero, mucho… no aquí, pero te puedo conseguir si me ayudas

–       No me interesa el dinero – Nancy regresó la mirada a donde estaba Victoria, la observó de pies a cabeza, no pudo evitar ese suspiro casi oculto, gesto inequívoco de estar viendo algo que le gustaba, mordió su labio inferior queriendo ocultar su excitación. Nancy volteo nuevamente para verse en el espejo mientras continuaba peinándose, no pudo ocultar esa sonrisa tímida y picara a la vez. Victoria observadora como era, notó el gesto de Nancy, con los años se había hecho experta para entender insinuaciones de otras mujeres, vino a la mente las palabras del hombre que había intentado ultrajarla hace poco

–       Yo… puedo ser muy agradecida con las personas que me ayudan

–       Eso habría que verlo – agregó inmediatamente Nancy incrédula

–       Si gustas, te puedo demostrar ahora mismo.

Victoria se ubicó tras Nancy y la tomó delicadamente de los brazos, no hubo resistencia, tomó confianza, acarició suavemente la piel tostada, se deleitó con el aroma fresco de la mujer.

–       Puedo ser muy cariñosa también... –Agregó Victoria con voz sensual respirando al oído de la otra mujer

–       Demuéstralo – Respondió Nancy cortante

Victoria extendió sus brazos, rodeó a Nancy, en ella veía algo que le gustaba mucho, no le costó acomodarse a la situación, recorrió suavemente con sus finos dedos, el abdomen de la mujer, se extasió con la perfección de esa piel, se acercó aún más hasta coincidir sus desnudos senos con la espalda de Nancy, el aliento entrecortado de Victoria fue a dar en el cuello de la mujer, se fascinó con lo que miraba en el espejo, dos mujeres hermosas, entonces la tomó suavemente y la giro con delicadeza hasta llegar encontrarse sus rostros frente a frente. Ambas tienen casi la misma estatura, Victoria decidida pasó a concretar un apasionado beso, ahora sí, lo estaba disfrutando. Era lo único bueno que había pasado esta noche, Nancy era una mujer atractiva, quizás más de lo que hubiera deseado para esa ella, ni siquiera la conocía pero no podía dejar de besarla sus lengua jugueteaban, entrecruzadas en sus dulces fluidos bucales. Nancy estaba fascinada, Victoria le atraía físicamente, su cuerpo despertó de un largo letargo, todos sus poros empezaron a exhalar pasión, se sintió viva mientras besaba a esta desconocida. Sus manos navegaron desde la blanca espalda de Victoria hasta las redondeadas caderas. Pegaron sus cuerpos como queriendo hacer uno solo, sus curvas se mesclaban, encajaban. Nancy tomó la iniciativa y retiró suavemente la tanga negra de Victoria, a ella le encantó el detalle. Nancy también necesitaba algo de cariño esa noche, necesitaba satisfacer sus necesidades, sus instintos, en su pasado había muchas mujeres hermosas con las que compartió, pero nunca se consideró lesbiana más bien bisexual. Eso era antes, cuando esta llevaba una vida desordenada, una vida diferente, una vida antes de Federico. Nancy amaba a Federico y se sentía amada, pero últimamente todo estaba cambiando, desde aquella locura con Juan, sus instintos estaban venciendo a toda razón, había prometido no caer otra vez en pecado, pero cuando estaba tan excitada como ahora, no podía pensar en nada más que en satisfacer sus deseos carnales, la excitación de lo prohibido era tan grande que prefirió olvidar a Federico, olvidar el mundo que la rodeaba.

Ambas mujeres dieron rienda suelta a sus pasiones, se desnudaron completamente, se amaron con libertad. Saborearon cada pliegue de sus cuerpos con ahínco, las sensaciones nuevas se compartieron dejando de lado pudor, ambas sabían cómo satisfacer a otra mujer, lo habían hecho antes, ambas compartieron sus jugosas vaginas con desesperación. Ambos sexos desbordaron un mar de fluidos para que las dos bebiesen de ellos una y otra vez. Intercambiaron gemidos de satisfacción, saborearon hasta la última gota alojada en rincón más interno de sus sexos. Como dos amantes conocidas que jamás antes se habían visto, intercambiaron caricias conociéndose y provocándose placer. Sus gemidos al rato se convirtieron en gritos de placer, especialmente cuando mordían con desespero sus duros pezones. Descubrieron que  ambas gozaban de sensibilidad extrema en las cumbres de sus senos y aprovecharon esto para alargar el deseo y provocar orgasmos duraderos. Solo entonces pudieron entender que la noche había confabulado para juntar estas dos almas, estos dos cuerpos. Para llegar a este histórico encuentro, habían tenido que superar enmarañados incidentes, pero valía la pena de ahora en más sus almas gemelas y sus cuerpos libertinos se habrían juntado en un pacto de pasión y desenfreno. De ahora en más, serian amantes y no importaría que el mundo entero se opusiera. Victoria parecía haber encontrado una razón para continuar la lucha, para conquistar sus sueños, jamás había encontrado una amante tan completa, y eso que había tenido muchas. De alguna manera para Nancy también fue un aliciente haber desfogado todos sus temores y tensiones, no importaba que lo hubiera hecho con una completa desconocida. Tanta pasión le hizo pensar en el tipo de mujer que es y estaba orgullosa de serlo, ni Federico, ni nadie podría hacerla cambiar. Debería aceptarla como es o dejarlo para siempre, placeres como estos le hacían pensar en el mundo de erotismo al que estaba renunciando, por querer ser quien nunca fue.

Luego del derroche de pasión, las dos mujeres se dieron un descanso pero ninguna quiso separarse, sus cuerpos estaban adheridos, sus curvas coincidían, tomaron una ducha para descargar sus fluidos, para renovar sus cuerpos y entonces se amaron nuevamente. Cada vez que miraban la perfección de sus curvas, sus cuerpos sentían la necesidad de más satisfacción. Había un mundo infinito de placeres que conocían y que cada una quería compartírselo a la otra, pero el tiempo mismo no alcanzaría. Ya exhaustas decidieron usar sus bocas para algo más que darse placer, pero casi igual de gratificante, era momento de conocer las personalidades que yacían en esos bellos cuerpos, querían destapar los secretos más profundos de su ser, desnudaron sus almas como lo hicieron con sus cuerpos. Un ejercicio psicológico sin precedentes, un derroche de afectos, mientras hacían las preguntas adecuadas usando su intelecto para buscar un significado más allá de sus palabras, fue así como Victoria le confesó cuanto le gustaban las mujeres, y cuanto aborrecía a los hombres sobre todo por la desagradable noche que había tenido justo antes de encontrarse con Nancy. Ella a cambio le exteriorizó la vida bisexual que llevaba en secreto y las ganas que tenia de confesar a su novio sus verdaderas preferencias sexuales. Victoria se miraba en el espejo de Nancy, pero ella tenía recorrido mucho camino adelante, entonces le pidió su consejo para ella poder encontrar una salida a un problema similar. Nancy se ofreció gustosa a prestar toda la ayudar y experiencia a su nueva amiga. Le dijo que el placer tan grande que le había hecho sentir, seria recompensado grandemente. Le prometió que al menos esta noche no tendría que soportar caricias desagradables no consentidas que si ella se lo permitía, ella la llevaría a inexplicables mundos placer y satisfacción. Le aseguró que todos sus malos momentos, serian borrados para siempre. Victoria se puso en sus manos, una mujer con tan grata experiencia era un gusto seguir. Nancy no era más una desconocida, en tan poco tiempo había logrado conocerla aún más que el inepto de Carlos, aún más profundo que el pervertido de Juan.

***

Juan mientras tanto esperaba pacientemente recostado sobre su sofá, sabía lo que estaba pasando, escuchó claramente lo gemidos, los gritos los éxtasis femeninos encerrados en el cuarto de baño de su despacho. Estuvo tentado a mirar pero prefirió quedarse y esperar a lo que el destino le tenga preparado. Su cansancio desapareció por completo, mientras esperaba  se hizo de una botella de champán y tres copas, que había guardado para momentos especiales, sabía que pronto las podría usar con sus compañeras. Al fin después de un largo tiempo, después del monótono sonido del agua escapando por la regadera, de pronto escuchó el crujir de la puerta del baño, se alertó, la puerta estaba abriéndose lentamente, dejando escapar también vapor de agua acompañado de un aroma peculiar una silueta se dibujó en la oscuridad, se plantó en el marco de la puerta, sus hermosos ojos trataban de acostumbrarse a la falta de luz.

–       ¿Juan estas ahí? – preguntó la voz tímida de Nancy.

–       Si, aquí estoy, las espero.

–       ¿Tú no cambias verdad? – la silueta se asomó lentamente hasta que estuvo completamente afuera del pequeño cuarto de baño. Se mostró completa, despampanante, mujer, totalmente desnuda. Caminó segura, el bronceado cuerpo de Nancy brillaba ante los escasos rezagos de luz que rebotaban sobre su humanidad. Su cuerpo era un oasis húmedo, adornado de pequeñas gotitas dispersas de agua. Su cabello corto entre mojado y desalineado se confundía en la penumbra. Una visión que destacaba espectacular en esta la pálida madrugada. Juan la divisaba claramente aun con la escaza luz, podía advertir unas anchas caderas y largas piernas. Un sexo completamente depilado y un par de senos voluptuosos que caían libres, coronados por sus aureolas cafés y pezones punteando al cielo. Le gustó la visión, Nancy se sentía deseada, mientras avanzaba segura, tomó la copa que Juan le ofrecía, tomó asiento junto a él, cruzó esas interminables piernas. - ¿Porque me haces esto? – preguntó Nancy inocente

–       ¿Hacerte qué?

–       Tú siempre me haces perder todo lo que he ganado hasta el momento, eres una verdadera tentación.

–       Solo hacemos lo que nos gusta, eso no tiene nada de malo – Agregó Juan.

–       ¿Fue tu idea traer esta niña? – refiriéndose a Victoria

–       No, para nada, pensé que habías sido tú

–       Bueno aunque no lo admitas, me gustó mucho el regalo. Gracias.

–       Pero…

–       Vamos ya puedes salir de ahí, ven con nosotros. – ordenó Nancy con voz firme sin permitir a Juan dar explicaciones

Victoria, salió despacio, visiblemente nerviosa, llevaba en sus manos y brazos las prendas de ropa suyas mescladas con las de Nancy, trataba inútilmente de cubrir su desnudes, pero era casi imposible tapar la contextura completa de la mujer, hizo el ademan de mostrar a Nancy lo que tenía en las manos, moviéndose torpemente en la oscuridad y evitando la mirada atenta de Juan.

–       Déjalas por ahí-Dijo Nancy refiriéndose a la ropa- acércate no te haremos daño. – agregó, Victoria soltó asustada las ropas sobre el suelo, sin saber si eso era lo que quería su amiga, de pronto sintió que era un error, pero se detuvo congelada por el pudor de sentirse desnuda. Su humanidad  completa lucia hermosa y tierna a la vez, delicada, de un color plata que reflejaba pálido en la tibia noche. El mismo sexo depilado que Juan había estado tocando hace poco se mostraba sereno. Nancy se percató de la timidez de su amiga  y se acercó para darle confianza le brindo su copa de vino mientras ella tomaba la otra. Victoria tomó la copa con su mano temblorosa y siguió a Nancy como un cachorro asustado. Se acomodaron en el sofá junto a Juan, Victoria se ocultó como pudo tras su amiga.

–       Victoria me contó que nunca ha estado con un hombre – dijo Nancy, poniendo especial énfasis en el nunca

–       Pero entonces ¿era cierto? ¿eres virgen?- agregó Juan sorprendido buscando una respuesta de la hermosa mujer, hundida en el sillón tras de Nancy

–       ¡No!, no soy virgen, es solo… que nunca he estado con un hombre – susurró Victoria.

–       Además – intervino nuevamente Nancy alzando la voz- hoy había planificado ser su primera vez, con un hombre

–       Vaya que gran oportunidad – Juan mientras abría sus ojos con una mezcla de asombro y morbo

–       No te emociones – Nancy detuvo en seco a su amigo - ella quería estar con su novio, no contigo

–       Bueno, pero ya que estamos aquí

–       Hablamos un rato acerca de eso –increpó Nancy con naturalidad teatral- se portó tan bien conmigo, fue alucinante para ser sincera, así que le prometí que le enseñaría a disfrutar el sexo con un hombre

–       Pero no quiere decir que lo vaya a practicar – aclaró Victoria levantando la voz por primera vez

–       Tranquila-Contuvo Nancy a su amiga, volteando y mirándola con ternura a los ojos- déjame que te enseñe, que te muestre como se hace, te aseguro que no vas a hacer nada que no te guste

Nancy volteó nuevamente donde estaba juan mirándolo fijamente, ella plantó sus hermosos ojos en los del hombre, como lo había hecho muchas veces, no dijo nada, no hacía falta, sus cuerpos se entendían perfectamente, se deslizó sutil y elegante hasta sentir en su cuerpo todo el calor del hombre que tenía al frente pero sin tocarlo aun. Al fin alcanzó con su mano izquierda la mejilla de Juan lo acarició y plantó un beso apasionado en los labios, al mismo tiempo acercó su completa humanidad cubriendo a Juan con su hermoso cuerpo desnudo, usó sus manos para acariciar, jalar los mechones del castaño cabello del joven dejándolos aún más alborotados que antes. Nancy continuo besándolo provocando al hombre como solo ella sabía hacerlo, bajo sus dos manos y acarició el varonil pecho de su amante, se deshizo de algunos botones de la camisa sin el menor cuidado, introdujo sus manos y acarició lo que parecía ser el cielo para la mujer, gimió excitada mientras mordía los labios de Juan con brutalidad. Juan se dejó hacer, conocía los gustos y placeres de su amiga y pretendía satisfacerla. Luego Nancy dejó a Juan y se volteó ágilmente sobre el suave sillón, abrasó a Victoria y la besó con la misma pasión, jugaron con sus lenguas intercambiaron sus salivas y chocaron sus cuerpos, la pasión y la sorpresa fue tal que los blancos pómulos de Victoria, enrojecieron, su cuerpo vibró una vez más, Nancy tomó el rostro de la chica con las dos manos buscando una respuesta, esta solo atinó a dibujar una sonrisa tímida, asintió, la mujer se dio por satisfecha y la dejó nuevamente.

Las mujeres bebieron hasta el último sorbo de licor en sus copas, el líquido fluía sobrio por sus respectivos esófagos provocando una confortable sensación de bienestar. Encendiendo con cada gota el fuego interno hasta que llego a estallar la pasión en sus venas, no aguantaron más, procedieron a besarse y acariciarse, juntando sus cuerpos desnudos, apretujando sus sinuosas figuras. Cuando al fin las mujeres separaron sus labios la excitación era tan notoria, que sus respectivas pieles se erizaban al simple contacto de sus jadeos. Nancy tenía sus ojos grandes impregnados de lujuria, sabiéndose en medio de Juan y Victoria, acomodase perfectamente en el centro del sillón, con su cabeza reclinada al espaldar ojos bien cerrados y sus piernas ligeramente separadas. Estiró sus brazos dando alcance a los dos amantes uno de cada lado, los tocó al mismo tiempo y masajeó sus cuerpos dotados de contexturas tan diferentes. Entonces suplicó con vehemencia, que ambos se acercaran para proveerle placer. Uno de cada lado, la besó por partes, la acarició en su respectivo hemisferio, empezaron por el rostro, luego el cuello, cada toque de sus lenguas contra sus mejillas detonaba una descarga de sangre en sus vasos sanguíneos. Ambos amantes bajaron sincronizados por los hombros de la mujer hasta llegar a los deliciosos senos, donde cada uno disfrutó del territorio compartido. Juan conocedor del placer que le provocaba mordisquear los pezones, empezó su labor con esmero, arrancó algunos gemidos de Nancy quien disfrutaba de dos bocas frenéticas en las partes más sensibles de su piel. Las caricias parecieron eternas y Nancy inevitablemente empezó a lubricar sin control, de pronto Nancy recobró la cordura y pidió a sus amantes poner atención a sus órdenes:

–       Llegó el momento mi amor -dirigiéndose a Victoria- tú vas hacer lo mismo que yo, mira bien y luego repítelo

–       Lo intentaré –Los pómulos de Victoria ardían al rojo vivo, en ese estado le era difícil negarse

Entonces Nancy decidió cambiar de posición, levantó su cuerpo con seguridad y deslizo al lado izquierdo de Juan, dejándolo justamente en el centro, él a su vez tuvo que moverse a la derecha junto a Victoria. Ella aún estaba algo excitado, quizás extasiada, no reaccionó, ni siquiera la incomodo la presencia de Juan junto a ella, una vez que Nancy hundió sus grandes nalgas en el suave sillón, volvió a dar órdenes:

–       Ahora, quiero que lo beses, como lo haces conmigo, solo cierra los ojos y déjate llevar, mira bien como lo hago.

Nancy era una experta en el arte de besar, sus besos eran dulces, apasionados, devoraba los labios, la lengua de su amante con tal ferocidad que era difícil de resistir. Para incrementar aún más la sensualidad del momento la mujer cruzó una de sus desnudas piernas por encima de Juan sentándose justo sobre las atléticas extremidades de su buen amigo. Repitió sus besuqueos, como a ella le gustaba, ferozmente, pasionalmente, mordiendo sus labios, saboreándolos, con su mano derecha jalaba cruelmente los cabellos de Juan, como sometiéndolo a su entero placer. Al mismo tiempo su mano izquierda jugueteaba, desabotonaba los pocos botones que aún quedaban en la camisa, la retiró poco a poco, llenándose del placer que esto le producía, llenándose de ímpetu en cada roce con la piel de Juan. Finalizada su tarea, desnudó el torso de Juan bajó sus manos hacia la pelvis de su amante, abrió sus ojos grandes color miel, volteó su mirada hacia Victoria, plantó su vista con deseo, sin despegar su lengua de la de Juan, sus labios se endurecieron, su piel se erizó, su calor se difundía en toda la habitación.

–       Ahora tú - le dijo al fin con voz ronca y una sensualidad difícil de imitar

Victoria se acercó algo tímida, entre cerrando sus muslos como queriendo ocultar su húmedo sexo, le había excitado tanto la escena que fue casi inevitable mojar su intimidad. Lo que miraba era algo nuevo, algo diferente, algo que difícilmente antes hubiera disfrutado, algo prohibido, pero por alguna razón estaba emocionada o confundida, la excitación no le permitía diferenciar sus verdaderos sentimientos. La sensualidad con que se manejaba Nancy era algo impresionante la forma como su amiga disfrutaba a su nuevo amante era casi incontenible, casi mágico, ella no podía perderse ni un segundo de la excepcional escena y deseaba intentarlo, deseaba disfrutar tanto como lo hacía su amiga. A Nancy parecía no importarle que sea un hombre, parecía de alguna forma singular disfrutar ese contacto carnal, prohibido, ella debía entender a que se debía tal placer.

Victoria cerró sus ojos y se sumergió en su propio mundo de fantasía, repetía en su mente las excitantes imágenes que hace poco habían vivido en el cuarto de baño, su cuerpo se encendió inmediatamente y un ardor al interior de su vientre le hizo soltar un tímido gemido, a la vez que sus pezones saltaron sin control. Victoria se acercó lentamente al hombre lo hizo tratando de imitar con poca efectividad a su amiga, al fin alcanzó los labios y besó a Juan, en su mente tenia grabado los labios de Nancy el sabor de su saliva mezclándose con la suya quiso pensar que sería igual, que sería lo mismo, pero pronto se percató de la indiscutible diferencia. Los labios finos pero de textura tosca, una diferencia abismal pero por alguna razón no le disgustó, siguió besándolo, lo hacía con ternura, sus ojos bien cerrados y sus manos medrosas sobre el cuello desnudo del afortunado hombre que se dejaba hacer. De pronto su corazón brincó volviéndola a la realidad, pero sin dejar de besar, se daba cuenta que al fin lo estaba haciendo, podía besar un hombre, sin sentir asco, sin la necesidad angustiosa de separase de él, continuaba haciéndolo, ¿que había de diferente en esta oportunidad?, no sabía o no entendía pero no podía separarse de esos húmedos labios. Hasta que Nancy interrumpió su acción dándose por satisfecha.

–       Está bien- dijo Nancy – pero aun puedes mejorarlo. Vamos a tener que seguir intentándolo.

A Juan pareció gustarle, se sintió agradecido por esos besos cariñosos, necesitaba algo de ternura esa noche y lo había logrado de quien menos lo esperaba. Aun con todo lo vivido esta noche parecía prometer aún más, entonces el estiró sus brazos y acarició los dos bellos cuerpos uno de cada lado. Rozó las espaldas lentamente hasta llegar a las caderas y parte de las nalgas, detenido solamente por el sillón en el cual estaban sentadas las mujeres. Victoria continuó su labor queriendo cumplir a satisfacción su tarea, mientras Nancy aprovechó para liberar el pantalón de Juan y emprender la búsqueda en la ropa interior, tan rápido como pudo, halló el premio anhelado por ella, lo encontró completamente erecto cual roca. Instintivamente Nancy mojó sus labios, como respuesta al exceso de saliva que apareció de improviso. Por su nuca recorrió un calofrío conocido y esa sensación en el estómago la cual surgía cada vez que sostenía en sus manos el miembro viril de Juan. Lo acariciaba y miraba con deseo, lo conocía muy bien, casi de memoria, cada vez que lo observaba como ahora, la llevaba a insospechados mundos de pasión, desenfreno y lujuria. Para La mujer era algo como una droga que no podía dejar, aun cuando sabía que estaba mal, era muy tarde ya, no podía arrepentirse. Una vez más estaba envuelta en el morbo que le producía el solo contacto con la piel de su amante, incrementado solamente por la perversión de hacer un trio, una orgía, en fin una experiencia que la saque de su aburrida monotonía, que llene sus más bajos deseos. En el fondo eso era lo que buscaba, eso era lo que siempre llenaba sus pensamientos especialmente en estos momentos en que salía a relucir el enigmático miembro de Juan frente a ella.

De pronto Victoria, parpadeó, abrió sus ojos, asistió asombrada al jugueteo que hacían las manos de su amiga sobre el pene del hombre al que besaba. Sintió sus mejillas arder, se sentía abochornada ¿Pero porque? Sin duda había visto antes un pene, cuando empezó este juego sabía que en algún momento llegaría a este punto pero nunca se imaginó tenerlo tan cerca de su ser y menos se imaginó estar besando al dueño. Desvió su mirada, se apartó algo asustada mientras su mente inquieta se imaginaba ¿que se sentiría tenerlo dentro de su ser? Movió su cabeza desaprobando la idea, quiso quitarse esa imagen de su mente, quiso alejarse pero su amiga parecía leer sus pensamientos, la tomó de la mano y la invitó a tomarlo suavemente, como adaptándola a la nueva textura, enseñándola como acariciarlo, como llenar su tacto con ese extraño elemento. Para Victoria, era la primera vez que podía sentir en la palma de la mano, el intrincado instrumento, no le desagradó del todo, Si, era un pene, un miembro viril, un artefacto de placer que estaba en sus manos, podría asemejarse a cualquier otro instrumento de placer que antes hubiera tocado no había razón para sentirse mal, se decía ella misma. Sin embargo había algo extraño, algo incomparable, un hormigueo particular lo sintió desde el primer contacto, lo sintió y lo seguía sintiendo cada vez que su sentido táctil era inundado por esas gruesas venas atiborradas de sangre. Ese calor único, escozor febril que hacía que su palma se humedeciera fruto de su transpirar nervioso. Pero no se detuvo, acaricio y jugó con el algún tiempo mientras besaba a Juan, buscando esa extraña sensación. Era algo nuevo para Victoria, aunque había visto películas de sexo explícito, escenas en las que hacían exactamente lo mismo que ahora practicaba, se percató que la experiencia no se asemejaba a nada que hubiera vivido antes. Recordó a su vieja amiga de la infancia, algunas veces había usado con ella juguetes que emulaban el órgano masculino, pero esto, esto no era igual, Victoria se sentía diferente, algo le había pasado, quería continuar, empezaba a disfrutar el momento. De pronto Nancy la interrumpió, sacándola de su abstraída ensoñación.

–       Llegó el momento mi amor – le dijo justo antes de plantarle un beso cálido en los labios, beso que recibió gustosa, beso que humedeció sus escondrijos femeninos. Luego mientras jugueteaban con sus lenguas incluyeron al hombre en el apasionado beso, que unió a tres pares de labios, tres salivas diferentes pero con la misma pasión

–       ¿Llegó el momento de qué? – preguntó Victoria ingenua

–       Ahora vas a probar uno de los mejores placeres de la vida, aquello que te hará muy feliz y llenará completamente tú ser. Te aseguro, después de probarlo vas a querer repetirlo una y otra vez. Cierra los ojos mi amor, imagina que es un postre, una paleta de helado, una golosina cualquiera que disfrutes más, abre tu mente, poco a poco te acostumbrarás y desearás embriagarte con su sabor. Cuando sientas que llegó el momento, trágalo todo hasta el fondo, lo más profundo que puedas, ya has demostrado que tu boca es capaz de provocar placeres inefables. Ahora permite que tu hermosa boca, reciba placer de este delicioso manjar. Mira bien como se hace y luego repítelo, mejóralo

Sin  decir más, Nancy se cayó de rodillas sobre el erecto pene de Juan, pasó primero su lengua experta desde arriba la cabeza amplía hasta abajo sus testículos. Lamia suavemente, recorriendo cada centímetro, cada pliegue, recorriendo el camino de cada gruesa vena a lo largo del remojando y varonil espécimen. Nancy respetaba ese instrumento, lo deseaba, lo mimaba con cálidos besos, lo rozada de vez en vez contra sus mejillas inundando su cutis del embriagador aroma masculino. Al fin lo tomó con ambas manos y lo olfateó cerrando sus ojos, enamorada, tratando de llenar sus pulmones con su exquisito olor, luego lo devoró  completo sin contemplaciones. –Ahhhh- Juan gimió, echando su cabeza atrás, le encantaba la boca de esta mujer rodeando su masculinidad por completo. Ella sabía cómo hacerlo, como dar placer con su boca, si podía consentir a una mujer, era aún más fácil a un hombre, según decía ella mismo, tenía bastante experiencia y alardeaba de sus habilidades. Ahora Nancy saboreaba el miembro completo sin retirar la mirada de los ojos de Victoria, succionaba fuerte, introduciendo el falo, distendiendo su garganta hasta no aguantar, luego lo sacaba parsimoniosa y repetía la acción anterior. Siguió así por cerca de 10 minutos, dando un enorme placer a Juan, quien se sentía en el cielo cada vez que era engullido por la mujer. Al fin, Nancy se detuvo, levantó su fornido cuerpo y se dirigió a donde estaba Victoria:

–       Tu turno cariño– le dijo mientras le animaba a su amiga a tomar su lugar.

Ambas mujeres se arrodillaron, una de cada lado del varón. Victoria temblaba, sus ojos se cristalizaron, hubiera estado congelada a no ser porque su amiga la guiaba en cada paso ¿Cómo podía repetir la perfección del acto que acababa de mirar? Ella era una virgen por así decirlo en este tipo de placeres, cuando al fin estuvo al frente de tan impactante monumento, inconscientemente su paladar y boca empezaron a humedecerse sin control, recordaba las palabras de su amiga, es una golosina, ella gustaba de las golosinas. La mirada de Nancy atenta, Victoria tragó saliva y sin más repitió los movimientos de Nancy, lamió el falo de Juan, lo sintió, sin ningún sabor especial, lo que sí pudo identificar fácilmente fue el sabor de Nancy, su saliva, su olor en todo ese miembro venoso, duro, complaciente y entonces todo cobró sentido, empezó gustarle, era como estar besando a su amiga pero en una figura diferente, una forma larga que ocupaba cada espacio en su boca, disfrutó la sensación en su paladar. Y fue feliz, no pudo haber encontrado mejor maestra que Nancy, ella tenía razón, esto era delicioso, lo gozaba y Nancy lo miraba todo con placer, orgullo y excitación. No aguanto más y quiso compartir el manjar con su amiga. Juan disfrutaba al máximo de tener dos mujeres hermosas devorando su pene por turnos, lo compartían como buenas amigas, lo gozaban digiriendo la sutil pócima que resultaba de mesclar dos salivas y los líquidos de lubricación que Juan expulsaba. El sabor era único el aroma embriagaba a las mujeres convirtiéndolas en dos animales en celo, dos fieras devorándolo con sus bocas. De vez en cuando sus labios terminaban encontrándose y eso detonaba un beso húmedo entre ellas. Nancy no podía ocultar más su sexo mojado, brotaban sus jugos cual fuente esparciéndose por entre sus muslos en un exagerado y húmedo mar de brillantes. Victoria lo sabía, lo percibía desde su posición, hace rato la fragancia inundaba su bien formado sentido del olfato y se moría por probar una vez más ese delicioso brebaje que hacía de entre las piernas de su amiga.

–       ¡Woaauw! Amor no aguanto más – susurró Nancy, con natural sensualidad – necesito que me penetres ahora

Nancy se incorporó, sus piernas temblaban pero las separó como pudo, colocó sus rodillas sobre el sillón, abriéndolas lo suficiente para hacer coincidir una a cada lado de las caderas de Juan, Toda su hermosa feminidad quedó suspendida, con sus grandes nalgas frente al rostro desconcertado de Victoria, ella miraba incrédula. Entonces Nancy tomó asiento a horcajadas rodeó las caderas de Juan. Bajó lentamente hasta dejar lo suficientemente abierto el jugoso sexo de la mujer, justo en frente del poderoso glande, invitándolo a ingresar. Bajó con cuidado, pero sin prisa, uso una de sus manos para encajar de mejor manera la impasible cabeza. Nancy era un cúmulo de sensaciones, poco a poco el falo llenaba a lo ancho su intimidad, encajaba perfecto en su vagina, como si hubiera sido hecho para estar dentro. Miró de reojo a Victoria mientras dejaba escapar gemidos de placer, el roce intrépido del pene contra las paredes provocaba un creciente hormigueo en toda su zona baja. Sintió el inconfundible remolino que exaltaba su corazón hasta el máximo, no podía creer que este hombre le daría tanto placer, con tan poco, apenas empezaba y estaba a punto de correrse. Cuando estuvo casi completamente empalada, estiró instintivamente la mano alcanzando a  Victoria, la acercó hasta sus labios y la besó con furia. Nancy se encontró sentada, montando a su amante, completamente llena y sintiendo que el aire le faltaba. Cabalgó un buen rato adoraba esa posición, gozaba de ser penetrada por completo, disfrutaba también los cálidos labios de Victoria y aprovechaba para manosearla completa. Juan gemía con fuerza, levantaba implacable su pelvis, logrando una armoniosa danza de penetración. Los tres cuerpos se abrazaron las mano derecha de Juan acariciaba las delicadas nalgas de Victoria, mientras la mano derecha se aferraba fuertemente a las amplias caderas y nalgas de Nancy, sirviéndole  como apoyo para poder penetrar fuertemente a la mujer, el placer era inmensurable y el tiempo corría sin control. De pronto Nancy se dio por satisfecha, sus entrañas revoloteaban en intrincados espasmos, pero no dejó de besar a su amiga a quien parecía haberle contagiado de convulsiones internas. Nancy detuvo su cabalgata. Se aferró fuerte a la otra mujer y la empujó con fuerza sobre el sillón, ella la siguió caminando cual felina hambrienta, el movimiento provocó una violenta y dolorosa implosión de su interior. El pene de Juan regresó a su lugar resorteando mientras Nancy regresó su mirada frunciendo el ceño. El par de segundos que tomó esta acción fue aprovechado por Victoria, para hui hacia el borde del sillón, esbozando una pícara sonrisa y con sus piernas ligeramente separadas.  Nancy disfrutó el reto de su amiga pero en lugar de lanzarse sobre ella como lo había planeado, se acomodó en esa posición, con sus manos y pies sobre el sofá en cuatro patas como un animal en celo, sus preciosas nalgas quedaron expuestas en clara señal de querer ser penetrada por detrás. Juan no esperó, se incorporó sobre el sillón, acarició las curvas de fantasía, halló el cielo en la hermosura de ese culo llamativo, masajeó con entereza cada glúteo perfecto, redondo, entonces llegó al sexo, mojado, impregnado de líquido y olores alucinantemente dulces, no hacía falta humectar, introdujo un dedo, luego dos, se los llevó a la boca, saboreo los líquidos percibió extasiado toda esa feminidad. Entonces entró ágilmente con su pene caliente, fácilmente la llenó completa, el sexo húmedo parecía no oponerse, más bien quería tragarlo completo. El falo entraba y salía con parsimoniosa armonía, aceleraba y le provocaba tremendo castigo, insaciable continuaba, la mujer agradecida jadeaba, gemía dejaba escapar sus gritos, su llanto. Victoria solo asistía asustada, impasible, el castigo era implacable y ella lucia aterrada viéndose ella mismo en esa posición ¿que debía hacer? no podía echarse atrás aunque quería huir, nunca fue una mujer cobarde, tragó saliva y se sugestionó positivamente, llegaría su turno y sus piernas temblaban como condenada a muerte esperando en el patíbulo. Cerró los ojos y esperó pacientemente, de alguna manera sus dedos habían llegado a su delicado sexo y estaba auto satisfaciéndose mientras seguía escuchando los fuertes gemidos de su amiga –Me vengo, maldición, me vengo – gritó su amiga y ella abrió sus ojos como platos, provocándose un temblor en todo su cuerpo, presionando fuerte su dedo índice contra su húmedo clítoris.

Al fin, Nancy quedó rendida retorciéndose con violentos espasmos de un orgasmo único, delicioso, agonizante. Alcanzó a susurrar -es tú turno – mientras caía desecha entre las piernas bien separadas de Victoria. Juan tomó asiento nuevamente en el extremo contrario del sillón, sudoroso, agotado pero deseando repetir la escena con un nuevo cuerpo, no dijo nada se quedó sentado con su cabeza contra el espaldar del sofá, recuperando el aliento. Victoria dudó, tenía que repetir lo aprendido, pero tenía miedo, su amiga quedó inconsciente ¿eso fue placer o dolor? Su amiga no podía responderle, tampoco darle ánimos, ella tendría que hacerlo sola, entonces esta se movió, se retiró del mueble parsimoniosa, teniendo especial cuidado de no molestar a su amiga, se puso de pie recorrió los pocos pasos que le llevaban al otro extremo del sillón, le pareció un recorrido eterno, se puso frente a Juan, este la miró sorprendido. Colocó ambas manos sobre los esculpidos hombros de Juan lentamente, separó sus piernas, emulo los movimientos de su amiga, los había memorizado.  Bajó lentamente sobre el hombre hasta sentir en su entrada la dura cabeza que amenazaba, siguió bajando sin saber que más hacer. Juan tuvo que asistir la acción, sujetó su pene con una mano, lo mantuvo firme, sintió la estreches de ese depilado sexo, estaba húmeda pero aun así era muy difícil entrar. Victoria intentó de nuevo, empujo, era imposible, quiso arrepentirse entonces apareció Nancy para salvar la situación. Tomó el largo falo de Juan, se lo llevó a su  boca, lo humectó bien, luego lo puso en la entrada de Victoria, ella ya conocía la fisonomía de la otra mujer, hizo un movimiento ágil, empujó lentamente y el agujero al fin cedió. Juan entró ajustado, su glande estaba dentro, pero él seguía empujando, luchando para encajarla completa. Al fin pudo penetrarla, los labios mayores de Victoria al fin chocaron con la cálida piel del hombre, ella no podía creerlo, dolía un poco, pero no desistió, tomó aire y al poco rato su sexo se adaptó al impávido miembro, poco a poco el dolor desapareció y el placer surgió con un inquietante calor en el inicio de su útero. Un calor que nunca antes había conocido, invadió todo su cuerpo, se sintió llena completa, sus paredes vaginales parecían dilatarse aún más, vibrando con un suave y delicioso ardor que la quemaba lentamente.

Juan se dejó hacer, Victoria subía y bajaba muy lentamente, incrementaba su velocidad y más pronto que temprano llegó a la gloria, aquello que para Victoria fue como una explosión interior, un orgasmo casi sin esfuerzo, casi sin culpa, era la primera vez, su primera vez con un hombre. Nunca se imaginó llegar tan fácil a un orgasmo, estaba acostumbrada a largas sesiones de sexo, sentía que se había perdido tanto placer y llegó a entender a su amiga, el entusiasmo que ella ponía en cada penetración. Superados los primeros espasmos Victoria perdió el control, estaba extasiada, ensalzada con tanta lujuria, ella misma tomó ambos senos con sus manos, los arrugó con desenfreno, luego se los ofreció al varón del placer que tenía en frente, ella mismo introdujo sus rozados pezones en la ardiente boca de Juan, le enseñó cómo darle placer, mientras sus caderas empujaban con energía, continuó moviéndose, continuó gimiendo, continuó disfrutando, con cada embestida que llevaba donde empezaba su golpeado útero. Cuando pareció llegar otro éxtasis, cambió rápidamente de posición, se colocó en cuatro patas sin ningún problema, ocupó el mismo lugar en que había estado su amiga. No era la misma Victoria estaba en otro mundo, un mundo de placer, sin inhibiciones, sin control, casi no tuvo que esperar, de inmediato sintió su feminidad llena y golpeada por los salvajes envistes de su amante. Esta posición también lo disfrutó y mucho  dejó a su amante que la poseyera, que entrara y saliera cuantas veces y como él quisiera. Este lo hacía sin compasión, con ritmo envidiable, el sexo de Victoria era un mar de placeres, aguataba todos los garrotazos sin discusión. Juan estaba a punto de terminar, sus gemidos ahogados lo delataban, sus bramidos se asemejaban a un toro salvaje. Nancy se percató del estado de Juan e intervino para evitarlo. Sacó el miembro aun erecto del interior de Victoria y se lo llevó a su boca con delicadeza, cuidando no estimularlo demasiado, lo limpió, lo mimó, bebió todos los fluidos que lo rodeaban, lo acaricio una vez más he invitó a su hombre a retirarse sin llegar al éxtasis. Luego se puso de rodillas ocupando el espacio que había dejado Juan, lamió los jugos que brotaban de Victoria, a esta le encantó el buen trato y en poco tiempo lanzó alaridos incontrolables de un orgasmo insostenible. Nancy no había perdido su toque aun en estas condiciones era capaz de arrancarle el más purificante espasmo. Victoria retorcía su cuerpo como una poseída, continuaba en cuatro y Nancy lamiendo los jugos de su amiga desde atrás, aprovechó la posición para subir aún más, para humectar la entrada trasera de Victoria, un agujero por demás pequeño pero atrayente embrujante, se notaba, no había tenido experiencia anterior y esto animaba a Nancy en un morboso deseo de llenarlo con placer.

Victoria recuperó el aliento, salió de su trance mágico, sintió esa sensación nueva en sus partes bajas, no sabía cómo actuar, que sentir, el cosquilleo en su ano era extraño, jamás nadie había incursionado en esas fronteras, no era desagradable quizás algo incómodo, este era un límite infranqueable había escuchado de ese tipo de placeres pero jamás lo había intentado. Quiso rechazar a la mujer, pero cambió de opinión, de pronto sintió un estremecimiento en el intrincado agujero que coincidía con la distendida lengua de Nancy adentrándose en sus esfínteres, abriéndose paso en medio de la abertura que se apretaba instintivamente, sus piernas también se contrajeron acompañadas de temblores que jamás había sentido. –Detente- susurró pero su amiga parecía no escucharle más bien incremento los traviesos lametazos, su lengua exploradora incursionaba fascinada. Victoria dudó, pero luego se dejó hacer, después de todo Nancy le había mostrado placeres tan satisfactorios que no tenía por qué desconfiar, no tenía por qué ser diferente esta vez.

Nancy alzó la vista hacia, Juan quien sudoroso entendió la intención de esta - llegó el momento final– dijo Nancy -Hazlo con suavidad - tomó el pene ardiente de Juan con su mano izquierda y lo saboreó, humectó como solo ella sabía hacerlo, luego lo llevó a la entrada trasera de Victoria, parecía  una tarea imposible. Victoria miró aterrorizada lo que su amiga quería hacer, quiso arrepentirse, pero Nancy la detuvo en seco, se acercó ágilmente y la besó apasionadamente dándole fuerzas para lo que venía a continuación. Nancy la convenció de ser fuerte y de soportar - después de esto, serás una mujer completa- le dijo. Victoria aceptó y cedió a los intentos de Juan para penetrarla. Después de varios intentos, al fin entró parte de su glande y el acto desgarró a Victoria, esta cerró los ojos, mordió sus labios y esperó, Nancy asintió preocupada. Victoria sentía como poco a poco aquel imponente trozo de carne iba abriéndose paso hacia su interior, antes ese mismo falo le había dado placer, ahora ardía, dolía, causaba daño como nada antes lo había hecho. Nancy se acercó la besó y le dijo – eres muy valiente ya casi termina.

Finalmente Juan estaba dentro por completo, la visión era de una viga incrustada en un pequeño y ajustado agujero. Sentía como las paredes anales apretaban todo el cuerpo de su falo, pero estaba extasiado con la belleza de la mujer, por la delicia de su abertura. Tomó las blancas nalgas con ambas manos y jaló, sintiendo como los esfínteres de la mujer se reusaban a dejarlo salir, luego con la mitad de su sexo fuera, empujó otra vez, intentó otra vez y otra vez hasta que empezaba a moverse con ritmo. La mujer gritaba con cada acción, bramaba con cada embestida, cada empuje era un salvaje rasgado de sus entrañas, el dolor era intenso casi insoportable, sus ojos empezaban a lagrimear acompañados de sollozos tímidos, lloró, dejó sus lágrimas sobre el desnudo hombro de su amiga, no sabía porque aguantaba, que le obligaba a seguir, pero lo hizo continuo firme. Con cada gemido endurecía sus nalgas esperando la siguiente arremetida.  Poco a poco, el suplicio fue menor, los chasquidos de sus nalgas contra la piel de Juan eran más rápidos. Victoria iba dilatándose, imposible pensó para sus adentros, estaba ajustándose a la nueva sensación, en ardor anterior desaparecía y sus esfínteres ya no ofrecían resistencia, sentía como si estuviera siendo penetrada vaginalmente, pero la sensación era diferente, primero sentía ganas de pujo, luego ese cosquilleo inquietante, la misma sensación que había sentido cuando su amiga lubricó el agujero. Nancy entendió lo que estaba pasando y de inmediato cambio de posición, dejó que la mujer se sostenga sola con sus brazos mientras ella se recostó al frente, sobre el borde más alto del sofá, separó deliberadamente las piernas, inundando con su aroma el rostro demacrado de Victoria, eso fue suficiente para volverla a la vida, para devolverle la fascinación que sentía por el sexo y que mejor con la espectacular visión de la perfecta vagina de su amiga. Se excitó de inmediato con el olor a húmedo sexo impregnado en su nariz. No dudo ni un segundo empezó a saborearlo, reconoció entre esos fluidos también el sabor de Juan. Saberse penetrada mientras hurgaba con su lengua larga en las profundidades intimas de una mujer, solo para hallar el sabor de su amante masculino era una sensación única y gratificante. Era increíble, el dolor desapareció por completo, en su lugar se instauró el constante cosquilleo anal, acompañado de palpitaciones superfluas en su vagina,  empezaba a nacer la fruición, el deseo, el deleite mismo sin freno, sin ataduras algo único, algo mágico, como un menjurje afrodisiaco a la que tenía que aferrarse para seguir viviendo.

Los cuerpos desnudos de las mujeres jugaron con embelesada devoción, disfrutaron de irresistibles placeres mientras Juan entraba y salía con ligereza de los agujeros de Victoria. Los gemidos y gritos escandalosos de ambas mujeres se confundían con los golpes y arañazos contra el pobre sofá, cada vez que llegaban a rimbombantes orgasmos. Un Juan sudoroso y sin fuerzas sentía que su corazón iba a estallar, gimió cual animal salvaje, no podía aplazar más el palpitante momento y vació su ser con abundante semen, sus primeras gotas fueron a dar en las espaldas de Victoria, pero casi inmediatamente llegó Nancy, Victoria la imitó y ambas bocas fueron roseadas con el cristalino liquido de varón. Juan cayó agotado sobre el sofá, sintiendo que el aire le faltaba en su amplio pecho. Las dos chicas se abalanzaron sobre él limpiando con sus bocas todo resto de líquido vital, las dos eran insaciables y no pararon hasta bañarle todo su cuerpo con sus lascivas lenguas impregnadas de saliva y otros fluidos. En algún momento, Juan quedó inconsciente lleno de tanto placer, agotado por la pervertida jornada, las chicas pronto sucumbieron también entre caricias y besos. Descansaron al fin una mujer a cada lado del hombre entrelazados en cuerpo y alma.

El amanecer y las primeras horas de la mañana llegaron sin que nadie se percatara, la poca luz entrando al despacho no era suficiente hacer recobrar la conciencia de los concentrados en esa oficina. Cuando dieron las 10 a.m. del inusitado sábado Juan acaricio las alas de la cordura, despertando frugal al nuevo día y cobrando conciencia de lo que había hecho. Él estaba acostumbrado a madrugar aun cuando tuviera una mala noche, no podía quedarse demasiado tiempo en la cama, su cabeza daba vueltas, su cuerpo detectaba la luz del día y no podía conciliar más el sueño. Observó a su alrededor, tratando de no moverse bruscamente, sus dos amantes aun durmiendo plácidamente en su regazo, eran hermosas las dos, desnudas con sus cuerpos perfectos entrelazados, sus cabellos enredados. Podría ser un sueño para cualquier hombre, pero no para Juan, había despertado muchas veces en condiciones similares. Esto era como una adicción para él, una vez que empezaba no podía parar tenía que seguir una y otra vez buscando más placer, pero tenía que tomar una decisión urgente respecto a lo que estaba haciendo, respecto a su futuro, se levantó con cuidado, tratando de no despertar a las mujeres, las acomodó abrazadas entre ellas, para que no sintieran su ausencia, tomó sus ropas y se fue.

Juan tomó una ducha revitalizante, se vistió usó la mudada auxiliar que tenía en su despacho y salió con mucho cuidado para no despertar a nadie. No sabía hacia dónde dirigirse o que hacer, al principio caminó un poco tratando de pensar, pero luego regresó, tomó el auto que había dejado en el parqueadero de la oficina, quería alejarse para poder aclarar la mente, quería ir lejos, muy lejos tanto como el combustible le permitiera y quedarse ahí, no volver, alejarse de toda esta oscura realidad que lo atormentaba, huir de el mismo, escapar como si fuera posible.

CAPITULO 6

Amor de verdad

El reloj marcaba las 11:29 a.m. el monótono tic-tac resonando en las paredes del despacho, terminó por despertar a Victoria. Sus ojos nublosos se abrieron cargados de culpa, sus párpados dolían, la inflamación en los vasos sanguíneos de sus globos oculares daba cuenta de la falta de sueño y endosaba una triste mirada carmesí a la mujer. Victoria cobró conciencia, recordó lo que había hecho hace pocas horas, recordó donde estaba y como había llegado hasta ahí. El pecado invadió todo su ser como un escalofrió recorriendo su columna vertebral. Cerró sus ojos queriendo pensar en que todo había sido un sueño, que nada de había ocurrido en realidad, quería olvidar de todo y despertar en otro lugar lejos de ahí. Quería despertar como todas las mañanas en su propia cama, en su casa, creyéndose una amante lesbiana que engañó al mundo entero. Pero fue imposible apartarse de la verdad, nunca debió llegar a este punto, había equivocado su camino, había faltado a su promesa de nunca ser poseída por un hombre. No solo lo había hecho, le había gustado, lo había disfrutado. Cuando al fin pudo abrir por completo sus ojos grandes, se incorporó tímidamente, descubrió su desnudes, era real, crudo y real, estaba ahí, sus ropas aún esparcidas sobre el piso de madera a pocos pasos de donde yacía. El impúdico pecado retumbó en su cabeza mientras todo su cuerpo emanaba un embriagante aroma de promiscua pasión. Su piel erizada por completo delataba la culpa que llevaba por dentro, sus rozados pezones se endurecieron solo por recuerdo de lo pasado. Victoria se levantó como un resorte moviendo su cabeza como tratando de apartar esas oscuras imágenes de su mente. Luego tomó asiento al filo de ese sofá, testigo mudo de la infamia cometida, reflexión un buen rato, quiso llorar, trató inútilmente de hallar sentido la descarriada vida que llevaba. Puso ambas manos en su rostro, estuvo a punto de sollozar, de pronto las manos suaves de Nancy recorrieron su blanca espalda. Victoria recobró su entereza instantáneamente y se tragó su orgullo, su amiga había despertado, un extraño temblor aprisionó sus partes bajas mientras Nancy cubría con las palmas de las manos toda su fría y blanca piel. Nancy le trasmitía cariño, ese calor único de su cuerpo, esa pasión desmedida que emitía por todos sus poros, esa vehemencia con la que la noche anterior había cambiado la única forma de amar que ella sabía. Nancy se acercó por detrás, la apretó con sus brazos, la besó suavemente por la nuca mientras removía delicadamente la frondosa cabellera de la mujer.

–       ¿No te arrepentiste? ¿verdad? – Nancy habló al oído con tal delicadeza que provocó un instantáneo sonrojo en las mejillas de la mujer. Victoria regresó de inmediato la mirada sintiendo que su nueva amiga estaba leyendo sus pensamientos ¿Cómo podía hacer eso?

–       No… no, es eso – respondió Victoria exhalando - al contrario, me encantó, pero…

–       A mí también - interrumpió Nancy sin dejar terminar la oración- pero aún hay mucho que podemos hacer juntas, ya eres toda una mujer. Ahora tenemos que disfrutar lo mejor que el sexo nos ofrece, yo te voy a enseñar, solo deja de pensar demasiado en lo que hicimos juntas, déjate llevar, nadie podrá arrebatarte los bellos momentos que hemos vivido

En ese momento ambas coincidieron en el espacio vacío que había dejado Juan, pero le restaron importancia. Nancy tomó suavemente el rostro de la mujer y la guio hasta sus ardientes labios. Una vez más se fundieron en un profundo beso, rosando con vehemencia sus preciosos cuerpos, se enlazaron, calzaron justos. Las mujeres se hundieron en profundas y acaloradas caricias, desencadenando nuevamente la humedad en sus femeninas fuentes de placer. El interior de sus vientres parecía despertar con un retorcijón que comprimía hacia abajo. El renacer de tales placeres encendió la libido de ambas mujeres y quisieron entregarse otra vez sin importar el mundo entero, pero Nancy contuvo sus ganas, la miró con sus ojos lascivos, ella tenía otras intenciones, cortante, detuvo a la mujer que parecía poseída, deseosa de placer, quien devoraba en ese momento la piel bajo su oído y garganta.

–       Uf Amor, me vuelves loca…– dijo Nancy – pero necesito que hagas algo por mí, primero ve a tomar una ducha, ponte muy linda, voy a preparar una sorpresa para mi novio, vamos a disfrutar mucho las dos, te lo aseguro – se quedó un rato mirándola sin quitarle los ojos de encima – ah, y no es necesario que te vistas, así luces hermosa como estas – Concluyó mientras Victoria se retiraba pensando en esas últimas palabras de su amiga

***

En el despacho de junto, Federico había despertado con una fuerte migraña como era común después de la cantidad de alcohol que había ingerido. Su cabeza daba vueltas provocándole mareos y un malestar difícil de aguantar. Federico tenía una laguna mental, sabía dónde estaba pero no recordaba cómo llegó ahí ¿qué había pasado? Las imágenes en su mente parecían un sueño o más bien una pesadilla. Nancy no estaba a su lado, pero recordaba que la noche anterior había estado con ella, las escenas en su mente eran borrosas y desordenadas sin ningún sentido lógico. Tenía la impresión de haber hecho algo malo, de haber cometido alguna falta, pero no estaba seguro. Se había sentado al filo de la improvisada cama en la cual lo habían abandonado, trató de aclarar sus pensamientos, se levantó varias veces inseguro de lo que debía hacer, camino un poco, tomó una pastilla para el dolor de cabeza, era impresionante la sed que sentía. Habiéndose recuperado un poco, volvió a sentarse al filo de la cama, entonces escuchó algo, algo como voces, muy cerca, no se preocupó demasiado, sabía quién podía estar en el despacho de junto casi podría imaginarse. Entonces quiso acostarse nuevamente pero de pronto escuchó el crujir característico de la puerta que comunicaba los despachos. Se miró, trató de acomodar sus ropas, la puerta se abrió rápidamente. Entre las sombras se dibujó la imagen desnuda de Nancy, mirándolo coqueta. Federico había visto muchas veces desnuda a su mujer, su amante y socia. Había poseído tantas veces ese fascinante cuerpo, pero hoy parecía diferente, radiante, con un rubor en toda su piel, que le hacía brillar casi iluminar la habitación. Los destellos y la poca luz entrando en el despacho tras la figura de Nancy, encandilaron los ojos de Federico, quien desvió instintivamente la mirada hasta acostumbrarse. Nancy entró y volvió a cerrar la puerta pero sin colocar el seguro, agregando misterio al momento. Cuando Federico al fin pudo posar sus ojos sobre la mujer pudo notar que la piel tostada emanaba un brillo especial, algo como un calor que inundaba la habitación, algo que le provocó asombro, torció su rostro en una estúpida mueca, con su mandíbula desencajada y su boca abierta en una intrincada elipse.

–       Estás muy linda – atinó a decir y se quedó mudo

–       Gracias… ¿recuerdas lo que pasó a noche? – Agregó Nancy con un tono suave y conciliador, pero mirando directamente a los ojos de Federico quien quedó atónito, boquiabierto

–       ¡No! – maldición, ¿hay algo que recordar anoche? Pensó ¿Porque aparece así desnuda? ¿Quizás estaba furiosa y fue a dormir en el despacho de junto? ¿Que busca ahora? ¿Qué es lo que ha hecho? ¿Busca venganza o reconciliación? ¿y porque tiene ese brillo tan especial en toda su piel? Federico abrió sus grandes ojos sin poder entender y se quedó un buen rato haciéndose preguntas a si mismo. Trataba de concebir la situación pero…

–       Bueno… - Nancy hizo una pausa larga - no importa, cuando lo recuerdes hablaremos de eso, por ahora quiero que sepas algo

–       ¿Qué cosa? – Federico se alarmó esperando lo peor

–       Te amo y te perdono, quiero que entiendas que hay cosas que he ocultado de mi por miedo a perderte, pero hoy es diferente, no me importa lo que sepas, o lo que llegues a saber, solo quiero que llegues a entender por todo lo que he pasado, todo lo que fue mi vida antes de conocerte y para eso quiero que entres en mi mundo, hacerte un regalo

–       ¿Un regalo? Y ¿qué será? – El rostro de Federico se iluminó, lo que sea que hubiera hecho, debió ser grave pero aún más grave era lo que Nancy ocultó, si tenía tan buen genio por algo debe ser. Federico jamás había indagado demasiado el pasado de su novia, era feliz con lo que sabía de ella, pero las palabras de Nancy carecían de sentido a que se refería con un regalo

–       Ya lo verás – Nancy se acercó despacio, se arrodilló frente a Federico, bajó delicadamente la cremallera del pantalón y preguntó - ¿Tú me amas?

–       Siiii

–       ¿Y eres capaz de comprenderme, satisfacerme en todas mis necesidades?

–       Pues… -Se detuvo tratando de entender la pregunta- creo que sí, ¿estás hablando de sexo?

–       Creo que sí – contestó resignada, pero esbozando una sonrisa pícara

Para ese entonces, Nancy ya tenía en sus manos el miembro semi flácido de su novio, lo acarició, lo conocía muy bien, lo miraba con ternura mientras iba tomando forma en sus manos. Cuando jugó lo suficiente con él, besó pacientemente recorriendo con ímpetu toda la longitud del falo. Saboreó mientras deslizaba su lengua ágil, adueñándose del aroma varonil, luego al fin se lo llevó a la boca, lo devoró completo, lo chupó como a él le gustaba.

–       Bueno, sabes que eso me gusta mucho – exclamó Federico con ironía -  pero ya me lo has hecho muchas veces ¿cuál es el regalo? – le susurró

–       Eres un desagradecido – respondió la mujer deteniendo sus actos, frunciendo el ceño y mirando fijamente a los ojos de Federico

–       Está bien -Federico pasó sus manos por la cabellera castaña de la la mujer- continúa, sabes que me gusta demasiado como lo haces

Cuando Nancy logró una erección perfecta, intempestivamente se retiró, riendo divertida y algo nerviosa.

–       ¿Es una broma? ¿ese es tú regalo? – increpó Federico deformando su frente

–       ¡No! Ya lo veras, -Nancy alzó la voz - Ya puedes pasar – gritó, esa era la clave para Victoria que esperaba tras la puerta de la otra oficina

Victoria entró lentamente, con algo de vergüenza pero completamente desnuda, lucía fresca, radiante, renovada totalmente. Después del refrescante duchazo. Victoria había retocado su maquillaje logrando verse aún más esplendorosa de lo que era. Su corazón latía fuerte, tanto que retumbaba en sus oídos mientras esperaba que su amiga le diera alguna orden. El tiempo se había hecho eterno, estuvo parada tras la puerta como Nancy ordenó, indecisa pero ansiosa, aun sabiéndose culpable su mente no dejaba de imaginar lo que el destino le depararía. Su cuerpo empezaba vibrar solo pensando en una nueva aventura, sus miedos desaparecieron, quería hacerlo, deseaba sentir esa sensación que hace pocas horas parecía haber cambiado su vida, de alguna manera se sentía diferente, tenía la suficiente motivación para continuar. Victoria era una mujer atrevida, arriesgada, siempre tomaba la iniciativa cuando se trataba de mujeres. Pero este día sentía que había nacido de nuevo y quería sentir todas las experiencias que su nueva amiga le quisiera mostrar. Estaba nerviosa pero segura de lo que iba a hacer. Federico en cambio palideció, se quedó sin habla, no entendía que estaba pasando, era una broma quizás, eso explicaría la pronunciada sonrisa que Nancy había dibujado en su rostro, quizás su novia se había vuelto completamente loca.

–       ¿Pe pero qué significa esto? – preguntó Federico tartamudeando

–       Este, mi amor, es mi regalo para ti, mira bien esta preciosura, es el tipo de chica que te gusta ¿verdad?, rostro de ingenua y cuerpo bien proporcionado, no le falta ni le sobra nada, el tipo de mujer que te quedas viendo en las calles, la traje solo para ti

–       No es cierto-intervino Federico sin quitar los ojos de la mujer parada frente a el - yo jamás he visto más mujeres aparte de ti – su caballerosidad sonaba como una mentira exagerada, pero Federico era de ese tipo de aduladores

–       Bueno… yo sé que te va a gustar… y cuando ella te haga el tipo de cosas que tú y yo sabemos, lo vas a disfrutar como nunca lo has hecho hasta ahora – Nancy parecía segura de lo que estaba hablando

–       Pero tú… ¿estás de acuerdo con esto? ¿No te molesta ni un poquito?

–       Claro que no, tonto, me encantaría verte disfrutar con alguien más, es una fantasía que he querido compartirla hace tiempo, me excitaría tanto ver como penetras a esta mujer-dijo susurrando

–       Wow, jamás me imagine que pensabas así – Si tan solo lo hubiera sabido antes – Federico recordó un aventura que había tenido hace poco tiempo

–       Y aún hay más que debes conocer de mí, pero recuerda que esto solo lo hago porque te amo, yo mismo he escogido a esta chica para ti y solo puedo hacerlo – esta parecía más como una amenaza, Federico tuvo que guardarse sus recuerdos para el solo

Nancy se incorporó y se puso frente a Victoria, la besó frenéticamente en la boca, jugaron por un buen rato con sus lenguas, mientras sus manos traveseaban inquietas sobando los pezones y nalgas. Federico no podría estar más sorprendido y excitado por lo que pasaba frente a él, su miembro había crecido hasta dolerle. Pensó en lo poco que sabía tan poco de su novia.

–       Esto es fantástico, ¿porque no me habías dicho antes? – sus ojos se oscurecieron– mi novia es una perra – susurró

Al fin Nancy soltó Victoria y animó a esta para que se acerque a Federico, el solo esperó sentado con su miembro duro como una roca y apuntando al cielo. Victoria, se agachó colocando sus manos sobre las piernas del hombre, lo besó despacio, tratando de entender estos nuevos, carnosos labios, ya no sentía ningún desagrado. Federico es un hombre atractivo, atlético, ligeramente más alto que Nancy pero dotado de buena masa muscular. Victoria curioseaba con su lengua indagando la boca del hombre. Sus dedos se incrustaban en las musculosas piernas de Federico. Se recordó a sí misma la noche anterior en una posición similar, su mente estaba llena de incógnitas, en su cabeza ahora había lugar para pensamientos sexuales con un hombre, quería descubrir que le estaba pasando, quería descifrar los enigmas del sexo masculino, de un hombre nuevo ¿cómo será esta vez? ¿A que sabe su piel? ¿Cómo será este nuevo pene? ¿que se sentirá tenerlo dentro? ¿A que sabe este nuevo semen? pronto todas sus preguntas quedarían resueltas, mientras más se apresure con su nuevo amante, mejor será su experiencia, se decía a ella misma.

Victoria bajó lentamente besando y desnudando una caja torácica amplia, unos hombros trabajados, fuertes. Victoria se deleitó con la hermosura de este hombre pero ella buscaba algo más, buscaba la firme masculinidad de Federico. Revoloteó sus manos hasta llegar pene ya expuesto. Lo agarró con ambas manos, lo masajeó como había aprendido y sin perder más tiempo se lo llevo a su boca. Trató de saborearlo de a poco, cerró los ojos mientras se sentía extasiada por el aroma de un nuevo amante. Buscó ese aroma conocido, aroma de su amiga, aroma de sexo, ahora todo parecía lo mismo. En realidad no importaba mientras provocara en ella esa aplastante sensación bajo su vientre y pudiera excitarse aún más. Todos sus sentidos podían percibir el endulzante hedor del placer, su paladar reconocía la forma, su lengua se adaptaba al símbolo de lujuria. Ahora podía despojarse de todo prejuicio, ahora era un animal, una loba sedienta de sexo, sedienta de satisfacción. Nancy fue detrás de su amiga, posó una de sus manos sobre las nalgas de Victoria, jugueteaba con las curvas de su amiga hasta llegar a sus agujeros inferiores, entonces introdujo uno de sus dedos en la abertura más estrecha, lo hizo con benevolencia irrumpiendo en sus entrañas, recordándole su función de gozo. Satisfecha Nancy con la acción y con sus dedos impregnados de mujer, se estiró para alcanzar con su otra mano el rostro de Federico y traerlo hacia ella. Lo besó delirantemente, captó su atención, luego lo dejó para enseñar a su macho como ella podía saborear el placer regado en su mano derecha. Nancy bebió, saboreó y relamió sus dedos sabiéndose observada por su novio. Nancy arqueo su cuerpo echando su cabeza para atrás mientras incrustaba todos sus dedos en su boca, como si de un falo se tratara, lo hizo con tanta pasión que gemía con cada inserción en su boca. Federico disfrutó la visión excitándose tanto que sintió su miembro tan duro como nunca antes como si estuviera a punto de estallar. Nancy sabía el efecto en su novio y repitió el procedimiento de una manera tan sensual jamás antes vista. Impregnó sus dedos con todos los líquidos que su amiga destilaba por sus orificios, pero esta vez colocó su dedo medio en los labios de Federico. El saboreó ese exquisito sabor con una mórbida satisfacción mientras Nancy lo miraba maliciosa. La decadente imaginación de Nancy se extasiaba con el morboso recuerdo de Juan penetrando ese mismo agujero pocas horas antes. Uno de sus mejores amantes había llenado esa misma cavidad que ahora su novio la saboreaba con pasión sin siquiera sospecharlo. De esta forma tan retorcida Nancy lograba niveles tan altos de placer y a la vez daba la bienvenida a la persona que amaba a su propio mundo pervertido. Federico no tenía ni idea, lo estaban usando, lo estaban haciendo participe de tan bajos instintos. Su novia estaba cobrando venganza de una forma tan audaz, tan perspicaz mientras él se sentía feliz, tan deseado, se sentía premiado con esta relación impúdica.

Con esta iniciación, Nancy daba por sentado que su novio al fin la entendería y conocería completamente. Al fin podría ser ella misma, de ahora en adelante no le importaría mostrarse tal cual es. Nancy repitió una vez más el procedimiento con sus dedos, pero ahora introducía su mano casi completa en la vagina de su amiga, mojándola, impregnándola del zumo que esta mujer desprendía. Esta vez no solo los compartía con Federico sino que acarició las mejillas y frente del hombre dando por terminada la iniciación de su amante. Al mismo tiempo el sexo de su amiga se inundó a borbotones fruto de un pequeño orgasmo que había provocado tanta incursión en sus entrañas. – Es hora - dijo Nancy, quiero que la penetres y le des lo mejor de ti. – Si mi amor -dijo Federico extasiado- lo que tú digas.

Victoria no perdió el tiempo, en un ágil movimiento se incorporó y pasó a sentarse a horcajadas sobre el hombre, ella colocó sus piernas alrededor de las caderas de su amante presurosa por recibir dentro de si el nuevo instrumento. El sexo de Victoria recibió fácilmente el duro pene de su amante, el cual entraba sin compasión y sin oposición alguna, resbalaba detonando pequeñas palpitaciones en sus entrañas, desbordando alegría y detonó otro instantáneo orgasmo con gemidos sin control. Victoria, se recuperó pronto, su cuerpo había cambiado, se había adaptado y acostumbrado a recibir tanto placer. Su cuerpo era tan receptivo y reaccionaba rápidamente, sobre todo cuando se sentía ensartada por un miembro masculino. La mujer necesitaba aún más goce, se movía como una poseída, iba de arriba abajo sin control, gritando y gimiendo de tanto deleite.

–       ¿Te gusta amor? – preguntó impertinente Nancy

–       Siii, Claro que si  - los ojos desorbitados de Federico no atinaban más pensamiento, el gozoso sentimiento de estar entregándose a otra mujer justo en frente de la que amaba nublaba por completo su mente

–       Maravilloso, estoy muy excitada, te amo tanto mi amor y quiero que me entiendas, como tú, también tengo necesidades que deben ser satisfechas, no quiero que dudes nunca de mi amor, como yo no lo hago del tuyo, solo entregamos placer

–       Si amor, si – murmuró Federico, sin entender y sin poner mucha atención a las palabras de su novia

–       ahora vengo, continúen disfrutándolo

Nancy aprovechó el momento para dirigirse a la puerta de entrada de su despacho, se colocó encima una bata blanca que tenía para esas ocasiones, enfundó las sandalias que combinaban con la bata, abrió la puerta y salió cerrando suavemente para no interrumpir a los amantes. Una vez en el pasillo, caminó segura hacia la recepción, hace rato que había escuchado pasos y sonidos de alguien inquieto. Como era lógico el ruido que hacían ahí dentro debió haber despertado al novio de Victoria, sonrió para sus adentros aún podía escuchar a la pareja, seguramente esta mañana los gemidos eran aún más estridentes que en la madrugada. Cuando Nancy llegó a la sala de espera, encontró a Carlos con cara de asustado sin saber qué hacer, no entendía que pasaba, ni donde se había metido Victoria, quizás estaba en problemas. Estuvo a punto de cruzar ese pasillo y tumbar la puerta si fuera necesario pero justo entonces se encontró con una sonriente mujer, que se acercaba a él confiada. La muchacha estaba forrada en una bata blanca, cabello algo húmedo y alborotado. De inmediato la abordó y preguntó cómo un desesperado:

–       ¿Qué es lo que está pasando ahí? ¿dónde está Victoria? – Los ojos de Carlos inyectados de sangre emanaban furia

–       Tranquilo, tranquilo, todo está bien, ¿tú cómo te llamas? – Se acercó Nancy con sus dos manos a la defensiva

–       Mi nombre es Carlos, como quieres que esté tranquilo, no encuentro a Victoria por ninguna parte

–       Mira Carlos, Victoria está bien, hemos hablado con ella y llegamos a establecer una buena amistad, ven conmigo tranquilízate ¿Quieres tomar algo? Te ves cansado, tienes un rostro terrible – Ella trataba de apaciguar los ánimos

–       No gracias, así estoy bien, solo quiero ver a Victoria ¡ahora! – El muchacho parecía algo histérico, no quería escuchar razones

–       En seguida la vamos a ver, ahora está compartiendo con mi novio Federico, un poco más temprano pasamos un buen rato junto a Juan un gran amigo, por cierto soy Nancy mucho gusto- Le extendió la mano amistosa- me gustaría que tú también te nos unas, podemos ser buenos amigos, claro si tú lo quieres.

Carlos miro fijamente a Nancy, una hermosa mujer de cabello oscuro, lacio que caían libremente sobre sus hombros, su rostro de ángel, no tenía igual, inspiraba confianza y seguridad en sí misma, no había razón para pensar que le estaba mintiendo, su sonrisa era cálida y esos labios carnosos y su delicada voz eran una delicia cuando decían palabra alguna, Carlos soltó una sonrisa algo más aliviado.

–       Está bien seamos amigos pero vamos dime ¿dónde está Victoria?

–       Genial, quiero mostrarte algo, ven conmigo – caminaron por el pasillo hasta llegar a la primera puerta, ahora se oían aún más fuertes los sonidos dentro del despacho

–       ¿Qué está pasando ahí? –preguntó nuevamente contrariado Carlos

–       Ven, ven asómate a la puerta y míralo tú mismo. –Así lo hizo, mientras Nancy abría lentamente la puerta del despacho

Carlos se puso blanco, no podía dar crédito a lo que miraba, dos cuerpos fundidos en un desenfrenado acto sexual. Friccionados en un desesperado intento por provocarse placer, la mujer era precisamente Victoria, quien en ese momento daba las espaldas sentada sobre un hombre, él estaba sentado al filo del sofá-cama penetrándola fuertemente por detrás. El sofá-cama estaba completamente plegado, lo cual daba una visión panorámica a los observadores que estaban parados justo detrás de ellos, en la puerta de la oficina. Los amantes embelesados por el acto y de espaldas no se percataron o no les importaba su presencia. Carlos, estaba enfurecido, rojo como un tomate a punto de estallar, su frente se deformó y sus ojos parecían salir de sus cuencas, no podía creerlo, lo estaban traicionando y apenas habían pasado pocas horas de que Victoria se había convertido en su novia oficial, quería lanzarse frente a ella, pedirle una explicación, gritar su desventura, pero Nancy lo sujetó como pudo, no permitió el ataque.

–       ¿Qué diablos están haciendo?- increpó Carlos- se supone que ella y yo… mierda no puede ser

–       Tranquilo, te dije que estaba compartiendo un buen rato con Federico mi novio

–       ¡Tu novio! –Los ojos de Carlos se abrieron incrédulos- ¿Pero qué te pasa? ¿dices que es tu novio? ¿cómo le permites hacer eso frente a ti?

–       Yo sé que él me ama, solo está divirtiéndose un rato – Nancy parecía restarle importancia al sobresalto del muchacho

–       No puede ser ¿Dónde mierda me he metido?

–       Deja de atormentarte, si tú quieres… también podrías pasarlo bien –Nancy se despojó rápidamente de la bata que era lo único que cubría su cuerpo y colgó la prenda en el lugar acondicionado para eso y dejo las sandalias, dio las espaldas a Carlos y caminó contorneándose exagerada mostrando todo el material que llevaba encima

Carlos la miró tratando de entender lo que estaba pasando, ella pasó junto a él moviendo sus curvas sin compasión. Como si su desnudes fuera algo de lo más natural, el cuerpo de la mujer era sin duda alguna perfecto, llamativo pero su novia lo estaba traicionando en sus narices y no sabía dónde enfocar su rabia ¿Qué debía hacer? ¿Qué es lo que esta mujer le estaba pidiendo?

–       ¿Qué esperas te vas a quedar ahí viendo?-Preguntó Nancy sin regresar la mirada- bueno, si eso quieres, está bien - Nancy caminó segura, pasó junto a la pareja que disfrutaba del acto sexual, los acarició, luego besó a Federico en la boca mirando de soslayo a Carlos, aun plantado en el marco de la puerta, luego se acercó al oído de su novio y le dijo:

–       Ya estoy aquí mi amor, ahora las fuerzas están equilibradas – Nancy continuó su camino y tomó asiento en el sillón ubicado a la izquierda de sus amigos, cruzó sus piernas con sensualidad y se dedicó a mirar el espectáculo. Victoria abrió por un momento sus ojos, sin dejar de gemir, miró a su amiga con lujuria, Nancy le respondió con una sonrisa cómplice

Carlos al fin se decidió, caminó lentamente, rodeó por completo el sofá-cama, Nancy lo llamaba solo con su mirada, ni Federico, ni Victoria notó su presencia, ni siquiera cuando pasó tras ellos. El en cambio sintió que su corazón se partía en mil pedazos, pero se resignó y avanzó con desgano. Llego casi sin fuerzas, se postró delante de Nancy sin saber que esperar. Ella sin ninguna contemplación posó sus manos sobre el hombre y empezó a despojarle de las ropas que llevaba de la cintura para abajo. Ella jaló, desabotonó, y se deshizo de cuanta prenda le impedía llegar a lo que le interesaba. Al fin encontró un miembro semi-flácido, lo acarició con sus dos manos, exploró la nueva geografía varonil, dejó escapar un leve suspiro sitiándose triunfadora. Pudo percibir un ligero tufo en aquel miembro, pero no le importó, sabía exactamente lo que tenía que hacer. Escupió sobre el falo, esparció su saliva sobre el mientras este iba tomando forma, lo humectó completo, luego masajeo fuertemente, apoderándose de todo su grosor con ambas manos. En algún momento Federico abrió sus ojos y descubrió a su novia, quiso reaccionar, quiso impedir esa traición, pero Victoria, hábil, no se lo permitió. Echó su cuerpo hacia atrás empujando todo el ser de Federico, haciéndolo recostar completamente sobre la cama. De esta forma logró contener a su amante y a la par logró mayor facilidad de movimiento. Victoria pedía más y más, como una posesa, todo su cuerpo bajo el ombligo se estremecía con cada inserción profunda. Nancy buscó los ojos de Federico, abanicó varias veces sus largas pestañas esperando una señal de aprobación. El parecía no reaccionar, de pronto frunció el ceño, su rostro era como pálido, agotado quizás por el placer que estaba recibiendo o por la inmoral sorpresa que su novia le estaba dando. Nancy dibujo una mueca maliciosa y lanzó un beso al aire haciendo entender a su novio las intenciones que tenía. Federico arqueo sus cejas en señal de asombro – es una descarada – pensó pero recién entonces pudo entender el completo significado de las palabras – “también tengo necesidades que deben ser satisfechas”, “ahora las fuerzas están equilibradas” - y no le quedó otra alternativa, en esa posición tuvo que asentir aprobando los retorcidos fines de su novia.

Nancy dibujó una sonrisa perversa, sus ojos brillaron de emoción, la red había sido lanzada y Federico había caído en su juego. Ahora ella podía continuar, y lo haría sin perder más tiempo, masajeando el pene que tenía en frente, con pocos movimientos la erección parecía haberse completado. Entonces pasó lentamente su lengua por el cuerpo alargado, desde abajo hasta llegar al glande. Él se estremecía, sin poder dar crédito aun, algo bueno al fin estaba pasando aun después del terrible golpe, que fue ver a su novia con otro, la buena fortuna parecía retornar. Nancy procedió a la felación como ella sabía hacerlo, succionando y saboreando este nuevo pene como una desesperada. Federico trataba de seguirle el rastro pero fue difícil concentrar su mirada al frente cuando sobre él tenía una insaciable mujer. Nancy siempre había sentido especial fascinación por el sexo oral, especialmente si de miembros desconocidos se trataba. Ella había adquirido mucha experiencia pocos años atrás en la universidad cuando adquirió notoriedad, gracias a una travesura casi inocente que le había hecho dejar su número celular en el cuarto de baño masculino, ofreciendo felaciones a cualquiera que la contactara. Por su puesto, en aquel tiempo ella mantenía el anonimato y hacia un previo análisis concienzudo del aspirante. Nunca los hizo por dinero, lo hacía por gusto propio, por satisfacción personal. Según decía ofrecer una mamada no le convertía en una perra, más bien ganaba experiencia en este arte y ese era suficiente beneficio. Dicha experiencia de Nancy jugaba un rol importante, ella sabía muy bien como dar placer a su amante de turno, como llenarlo de placer, como hacerlo terminar en su misma boca. Carlos regresó su mirada y se encontró con los encendidos ojos de Victoria, ella le sonreía como brindando su asentimiento.

Luego del estridente castigo que Federico había propiciado en Victoria, esta cayó sudorosa y visiblemente agotada sobre el atlético cuerpo de su amante haciendo un movimiento suave para desocupar sus húmedas entrañas. Federico se preocupó, quizás fue un castigo demasiado fuerte para una mujer tan frágil, pero lo que él no se imagino es que Victoria solo estaba tomando un respiro hasta que los espasmos dejen de sacudir su bello cuerpo. Victoria había gozado bastante pero quería más, quería llenarse completa como lo había hecho la noche anterior, sin perder más tiempo volteo su hermoso rostro y pidió placer, pidió a su amante que la penetre otra vez, pero en esta ocasión analmente. Él la miró estupefacto sin saber que objetar, se quedó inmóvil mientras Victoria se incorporó quedando a horcajadas sobre el hombre acostado completamente sobre el sofá-cama. Levantó lentamente sus caderas haciendo gala de su agilidad, tomó el mojado instrumento con una de sus manos para asegurarse que tenga la fuerza necesaria, masajeo suavemente satisfecha por la dureza y grosor que parecían adecuadas. Luego sujetó fuertemente sus blancas nalgas cada una con una de sus manos y separó sus amplios glúteos dando visibilidad del orificio trasero. Federico continuaba atónito recostado tras la mujer que lucía exquisitamente provocativa a la espera de su reacción. Federico actuaba como un zombi sin mediar palabra, tomó su pene con la mano izquierda lo movió en diagonal, lo ubicó en la posición adecuada, con su otra mano tomó fuertemente la cadera de la mujer, dando indicaciones para bajar hasta calzar con la entrada del espectacular orificio. Victoria empujo y el agujero cedió con facilidad, parecía bastante dilatado o deseoso de recibir placer. Federico entró con tanta destreza en aquella caverna tan estrecha que se asombró de su habilidad, pese a tener poca experiencia parecía estar haciéndolo bien. Entrar ahí se sentía tan bien, las paredes anales cedía exitosamente, los quejidos de la mujer no paraban, pero eso lo excitó aún más le incentivaba a seguir aquello que parecía eterno, pero al fin lo logró, estaba completamente dentro de la mujer.

Carlos observaba incrédulo las acciones de su novia, el hubiera querido ser quien tuviera ese privilegio, quien brinde ese placer a Victoria, pero ya no importaba mucho, con un poco de suerte quizás más tarde podría hacerlo. Carlos se sentía como en un sueño, en el que creía que todo era posible, todo era alcanzable. El interminable placer que sentía Carlos pronto lo hizo convulsionar, retorcerse, gemir como un animal, no lograría aguantar mucho más la hábil boca de Nancy, estaba a punto de explotar, gracias a la lengua ágil de esta experta mujer. Nancy estaba llevando al paraíso a su amante desconocido, ella sabía que era inútil resistir a tan completo placer, pronto saciaría su sed. Al poco tiempo Carlos comenzó a retorcerse desesperado, señal inequívoca de un éxtasis profundo, Nancy apretó su boca y lo contuvo fuertemente con una mano. El no aguantó más, estaba cumpliendo una de sus fantasías, con una perfecta desconocida se vació completo, vertió un ardiente chorro de líquido seminal en la expectante boca de Nancy. Ella recibió el líquido divino por completo sin dejar de exprimir con audacia hasta dejarlo vacuo, sin el seductor relleno, su boca aspiraba por completo, no dejaba ni una gota de aquel delicioso brebaje, la mujer lo disfrutaba tanto. Carlos cayó rendido sobre el sillón casi sin poder respirar pero feliz, más feliz de lo que nunca fue.

Cuando la mujer hubo terminado su trabajo se incorporó aun con su boca repleta de líquido, guiñó uno de sus hermosos ojos al hombre en signo no aprobación y luego dio vuelta sobre sus talones dejando ver las espectaculares caderas. Caminó cadenciosamente con un solo fin en mente, Victoria. La encontró completamente ensartada, sobre su novio, este gemía, bramaba como un semental lujurioso. Su sangre hervía, su pelvis se crispaba con cada paso, su hombre, su macho atravesaba vigorosamente aquellas entrañas que ella sentía como propias. Cuando al fin se postro frente a la mujer esta se detuvo, exhausta pero llena de deseo, la besó ferozmente compartiendo la delicia de Carlos que llevaba en su boca. Federico deliraba, el estrecho anillo dela desconocida era más de lo que cualquier hombre puede aguantar. Sin embargo ver a su novia besándose frenéticamente con la mujer a la que penetraba, fue el acabose, la sombra más fehaciente de placer inmisericorde que arañó todas sus esencias y estalló con gritos e improperios difíciles de repetir. Nancy retiró rápidamente a su amiga y juntas se arrodillaron para recibir erupciones de abundante semen acompañado de alarmante espasmos en todo el cuerpo de Federico. El líquido agua luz se esparció cual juegos artificiales en los rostros de estos dos ángeles que eran alegría pura en ese sublime momento de satisfacción que les pareció eterno. Para Nancy esta era su fiesta de independencia, su libertad, la confirmación que su novio la amaba y compartiría con ella sus especiales gustos sexuales. Para Victoria la confirmación de una nueva vida, el sabor de un nuevo hombre y la ratificación de su gusto por estos placeres. Ella estaba extasiada con el sabor y la textura de ese el líquido en su boca y ese calor que aparecía cuando cooperaba con su lujuriosa amiga y amante incondicional.

Federico también se desplomó rendido y se dejó hacer por las mujeres, las chicas se divirtieron un rato más hasta hacer desaparecer todo resto de sus líquidos, finalmente se acercaron a sus respectivas parejas con la satisfacción del deber cumplido. Nancy se acurrucó en los brazos fuertes del amor de su vida, orgullosa de su vigoroso hombre.

–       ¿Te gustó amor? – preguntó Nancy abrazando fuerte, al hombre como si su vida dependiera de ello,  este era su verdadero y único amor, nadie más podría llenarla de esta forma

–       Siii me gustó… mucho, Victoria es una excelente amante – soltó exhausto Federico

–       ¿Más que yo? – preguntó coqueta

–       No tanto, pero me gustó mucho y tienes razón, ahora te amo más que antes, me gustaría repetirlo

–       ¡Sí! –chilló Nancy satisfecha- Claro que si mi amor no te preocupes, tenemos todo el día para divertirnos, todo a su tiempo

Casi al frente de donde estaba la joven pareja, Victoria y Carlos se habían acomodado sobre el amplio sillón monoplaza, Victoria sentada en las piernas de Carlos y abrazados fuertemente. Comentaba relajada y amenamente las vivencias por las cuales acababan de pasar. Carlos al fin se veía tranquilo, confiado, seguro de sí mismo, pero sobre todo feliz, tenía más de lo que había esperado para esa noche y Victoria, radiante, esplendorosa, única, parecía compartir el buen momento que acababan de pasar, todo era perfecto.

–       Vamos Carlos - insistía Victoria- desvístete completamente no tengas vergüenza, quiero verte completo me gusta tu cuerpo

–       Está bien, pero...

–       Pero nada, ahora somos pareja ¿recuerdas?…-Aclaró Victoria autoritaria como siempre

–       ¡En serio! –gritaba Carlos como un niño con juguete nuevo- esto es mi sueño hecho realidad, las cosas salieron mejor de lo que me esperaba

–       Tienes razón, mucho mejor de lo que esperaba – Victoria regreso la mirada pero no encontró la de su amiga - ahora me gustaría ser tuya completamente ¿te gustaría estar dentro de mí? – Victoria jugueteaba con sus manos acariciando el cuerpo del hombre mientras este se desnudaba, al rato alcanzó el flácido miembro y se dedicó a manosearlo con ansia, Victoria mismo no se creía lo insaciable y curiosa que se estaba volviendo para con el sexo opuesto

Carlos jaló una pequeña palanca y reclino el sillón, mientras por debajo de sus pies se levantaba una cómoda base que formaba una perfecta extensión que permitía descansar libremente. Carlos se extendió completo y desnudo mientras su compañera lo miraba deseosa. Ella empezó a besarlo mientras recorría con sus manos la pálida piel del joven, luego se ubicó sobre él en empezó a bajar con besos delicados por el cuello y pecho, aún más abajo desde su ombligo bajando por su ruta feliz. Victoria terminó bajando del cómodo sillón para posarse  frente a él, deslizó su lengua como pudo sobre el laxo sexo de su compañero imitando deficientemente una felación. Victoria limpió los restos de semen de su compañero con mucha paciencia, pero no logró una erección. Nancy había dejado ese miembro completamente vacío, sin vida. Algo decepcionada por su falta de éxito decidió cambiar de posición, de alguna manera logró subir las piernas y colocarlas sobre los hombros de su novio, posó sus rodillas sobre la cabecera ligeramente más alta del sillón, con una pierna de cada lado de la cabeza de él. Carlos recibió en su rostro el hermoso y dilatado sexo de Victoria, ella intencionalmente lo colocó de manera quedara justo frente la boca de Carlos, de esta manera lograron una especie de 69 ligeramente reclinado sobre aquel sillón, con un Carlos debajo de ella. El prefirió no preguntar a la mujer donde había aprendido este tipo de posiciones poco ortodoxas, se resignó pero aprovecho para colocar ambas manos sobre las blancas caderas de su mujer, nuca antes había podido hacer cosa parecida, cada caricia era inolvidable, su tacto, sus manos, le brindaban inolvidables momentos a la vez que servían para mejor soporte y estabilidad de la mujer. El también separó sus piernas de la mejor forma posible, para que la chica pudiera perpetrar su acto de felación, pero algo andaba mal aun en esta espectacular y excitante posición, Victoria no pudo dar vida al instrumento de su amigo, se sintió algo acongojada, apenada de sí misma, de su falta de experiencia. Con todos sus anteriores amantes había tenido éxito al momento de seducir, de excitar, cuando y cuantas veces ella quisiera. Recordó, que a excepción de esta noche, sus amantes anteriores habían sido mujeres y ahora con un hombre le resultaba una tarea difícil, casi imposible. Se preguntaba que podía estar haciendo mal, quizás no era lo suficiente atractiva para él. Victoria se hallaba ensimismada en sus frustraciones, hasta que todos sus órganos inferiores de pronto se estremecieron fruto de una traviesa lengua que hurgaba en su intimidad. Cuando se dio cuenta, era tarde llegaba incontenible un orgasmo fuerte, su amante había encontrado ese punto donde se reunían todos sus nervios y convulsionaban todos sus placeres, la inmediata contracción de todos los músculos bajo el ombligo incentivó a Carlos a seguir palpando con su lengua una y otra vez, penetrando la abertura, otras veces mordisqueando el clítoris. Al fin, la mujer detonó en estremecedores delirios, derramando sus líquidos en el rostro del hombre.

Otra fantasía de Carlos cumplida, había dado placer a la mujer que amó toda su vida, era indescriptible lo que acababa de hacer, era demasiado bueno para ser real. Algo que solo había visto en películas para adultos, algo que solo podría estar pasando en sus mejores sueños estaba ocurriendo, tenía miedo de despertar en algún momento y descubrir que todo había sido una ilusión, pero no, estaba ahí, lo había vivido se repetía en su cabeza. En menos de una hora, Carlos había poseído a dos mujeres hermosas, dos sensaciones completamente diferentes. Hizo feliz a Victoria, le arrancó un orgasmo y le practicaron sexo oral ahí mismo en ese mismo lugar con las dos mujeres bajo el mismo techo ¿cómo podía pasarle esto él? Su vida sexual, antes de hoy, había sido bastante desafortunada por decirlo de alguna manera. Sus encuentros sexuales, los podía contar con los dedos de la una mano y sus parejas habían sido aun menos. Siempre pensó que su propia fisonomía era una desventaja, no se consideraba feo, pero carecía de atractivos especiales o llamativos. Carlos es demasiado flaco, demasiado pálido, algo insípido, le habían dicho alguna vez. Su cabello castaño y ojos celestes era un punto a su favor, pero nunca tuvo suerte con las mujeres, ellas preferían hombres atléticos, bien formados y bien dotados algo como el novio de Nancy. Él era un tipo normal sin ninguna gracia especial y sin embargo esa desconocida lo había poseído hasta no poder más.

Victoria una vez recuperada de éxtasis, se sintió cansada con ganas de algo de cariño. Volvió a su posición original y se acurrucó en los brazos de su nuevo novio, ahí se sintió protegida, feliz, amada, no dijo nada, lo dejó divagar solitario en sus pensamientos. Ella solo quería descansar, relajarse en brazos de quien decía amarla. Nancy y Federico hicieron lo propio eran felices, habían experimentado el morbo de una relación compartida y ahora solo querían sentir las caricias del ser amado, aliviar la tensión de todos sus músculos, inundar sus almas de esa sensación pos-coito, sentirse que no están solos, que comparten gustos especiales y placenteros. Al final las dos parejas quedaron dormidas, reposando sobre sus respectivos lechos de placer, entrelazados sus cuerpos desnudos, reposaban sin sentido del tiempo y todo aquello que les rodeaba, al fin el amor de verdad se respiraba por cada uno de sus poros sin que nada interfiera.

CAPITULO 7

Viejos amigos

Juan daba vueltas en su auto por el centro de la ciudad sin rumbo aparente. Entonces entró una llamada a su teléfono móvil, pero no tenía ganas de contestar a nadie que no sea Mishelle, aunque era obvio que eso no pasaría. Además el tono del teléfono no era el que tenía asignado a su novia o más bien a su ex-novia. Luego de haber paseado un buen rato Juan se detuvo junto a un puesto de hotdogs, tenía mucha hambre. Mientras digería algo revisó su celular buscando quien lo había llamado. Lo que vio en la pantalla le sorprendió, era Elizabeth, la hermosa rubia con la que se había encontrado la noche anterior, era muy extraño que ella lo llame, debía haber pasado algo grave, no lo dudó, marcó el botón para devolver la llamada.

–       Hola Elizabeth, ¿me habías llamado?

–       Hooola Juan ¿cómo estás? -una voz adormitada respondió

–       ¿Pasó algo?

–       No mi amor nada, es que… imagínate, estuve pensando en ti, como ayer nos encontramos pensé que íbamos a pasar un buen rato, pero cuando te deje te vi muy mal, no sabía que te pasaba y bueno… decidí llamarte – Juan se encogió de hombros con el teléfono pegado a su oreja

–       No te preocupes, estoy bien – respondió con desgano

–       Hummm con esa respuesta me dejas más preocupada que antes ¿Te pasa algo?

–       Bueno, que te puedo decir, problemas que nunca faltan, nada importante

–       Cariño si quieres conversamos, suelo ser buena escuchando, podemos encontrarnos en algún lado o –se detuvo un momento pensando bien sus palabras- porque no vienes, estamos en casa de Ricardo, tuvimos una pequeña fiesta anoche y hasta podríamos pasarlo bien, olvidar las penas, tu sabes

–       Tentadora oferta, pero que te parece si mejor vamos a mi oficina tengo un par de amigas ahí que te podrían agradar mucho ¿qué opinas? No tiene todas las comodidades de la casa de Ricardo, pero…

–       Estupendo, para serte franca me parece una mejor opción, ya me cansé de este lugar y… ¿será que puedo llevar unos amigos?

–       Porque no, entre todos podemos montar una fiesta colosal, como a ti te gusta

–       Así es, recuerda que tú y yo tenemos algo pendiente

–       Claro que lo recuerdo, dime entonces donde nos encontramos

–       Ahora te paso la dirección amor

Juan conocía la dirección de Ricardo, pero la confirmó con la dulce voz de Elizabeth, de inmediato salió a recoger a sus amigos. Parecía haber olvidado los problemas que hace poco lo atormentaban. Juan era así, siempre haciendo de menos a sus problemas, aferrándose a cada experiencia nueva, llenándose de aquel morbo que resultaba como una droga, una pócima que le hiciera olvidar la vida real. Cada momento era un nuevo reto que debía vivirlo, experimentarlo al máximo, el resto, el futuro no importaba. El sexo lo segaba, lo envolvía en una telaraña difícil de soltar, hace algún tiempo después de una experiencia casi traumática, había jurado aprovechar todas las oportunidades, todas las mujeres, todas las sensaciones que la vida le brindara. Aun mejor si se trataba de un cuerpo nuevo, desconocido. Ese deseo carnal por una mujer diferente,  un ser al que debía dominar, a la que debía poseer. Conquistar, seducir, la lucha incesante entre el hombre y la mujer, mentir si fuera necesario hasta llegar a la cama era uno de sus pasatiempos preferidos. Era un fanático del control, de la posesión sexual y psicológica de aquellas mujeres que caían en sus engaños. Juan solía apostar con sus amigos, él podía llevar a la con cualquier mujer, solía ser muy arrogante y ególatra, le encantaba los juegos de la mente en los que sabía que podía salir ganador. Pasó algunos años disfrutando de estos vicios sin el menor remordimiento. Sin embargo algo cambio desde que se dio cuenta que amaba a Mishelle y que haría cualquier cosa por estar con ella. Ella indudablemente lo cambió todo en su vida, lo trasformó, sin siquiera saberlo lo convirtió en el ejemplo de hombre que siempre aparentó ser. Juan había rehabilitado completamente su vida, ahora era un hombre diferente, un hombre mejor, de eso no había duda. Juan sacudió fuertemente su cabeza, tratando de liberarse de las imágenes que su conciencia le dibujaba en su mente y que le llamaba a enderezar su camino. Juan no hizo caso, repetía su mantra en su mente –Eso fue ayer, eso fue hasta ayer

Este día, despertó otro Juan, un Juan oscuro, un ser libre, sin inhibiciones, seguro de sí mismo y sin sentimientos un macho que solo consideraba a la mujer como un objeto de placer, un objeto de satisfacción. Un Juan sin alma, un Juan sin Mishelle. El monstro que yacía en su interior parecía despertar, la vida de Juan parecía haber perdido los colores y aquellos estúpidos corazones que nublaban su mente. Su novia y mujer de su vida, lo había dejado y parecía definitivo. Él lo interpretó como un paso a la independencia, al libertinaje. No quedaba más que apretar el acelerador y rendirse a sus bajos instintos. Por la cabeza de Juan desfilaban las esculturales imágenes de Elizabeth, una hermosa mujer, de facciones delicadas y todo una diosa de placer, con cabello lacio, rubio y su metro ochenta de altura podría haber sido una modelo exitosa, pero sus padres casi la obligaron a seguir una ingeniería en la universidad. Juan conocía muy bien la historia pues había sido un buen amigo de ella antes de desearla como ahora. Juan sabía que aquel rostro angelical y ojos celestes eran solo una engañosa fachada de una inteligente y astuta mujer. Su coeficiente intelectual superaba la media y siempre lo usaba en su favor, a ella no le hacía falta estudiar mucho para conseguir las mejores notas en la universidad y ser considerada una estudiante modelo. Esa habilidad le permitía tomarse con ligereza sus estudios y dedicar más tiempo a las actividades que realmente disfrutaba. Elizabeth no solo era un genio en los estudios, era también una adicta del control, tomaba y dejaba lo que quería cuando ella lo desease, especialmente hombres, entregaba su cuerpo al mejor postor solo para conseguir placer, pero jamás se relacionaba demasiado como para ser lastimada. Usaba sus atributos físicos e intelectuales para salirse siempre con la suya. Era la chica más popular de la universidad, su nombre siempre estaba en boca de todos y era invitada a las mejores fiestas o eventos, tanto fuera como dentro de su universidad. Elizabeth faltaba a clases constantemente, pero sus profesores le permitían ciertas libertades conociendo sus destrezas y cualidades, además su padre era un contribuyente importante en esa misma universidad.

Otra característica de esta mujer además de su destreza académica, era también su forma de vestir, ella era quien imponía la moda entre sus compañeras. Siempre vestía muy sexy y provocativa, con escotes muy pronunciados o faldas cortas y jamás llevaba puesta ropa interior. Sencillamente porque no le gustaba, le estorbaba y como ella decía le mantenía siempre preparada para cualquier circunstancia que se le presentase. Elizabeth era todo un espectáculo para los chicos, sobre todo cuando deambulaba por los pasillos mostrando su falda extra corta o posaba su figura en las aulas de clases. Más allá del espectáculo, su figura espectacular, se hacía notar donde quiera que fuera por sus sinuosas curvas. Hace algunos años se realizó un aumento de senos, aunque no le hacía falta se aumentó dos tallas, según decía le iban bien con aquellas pronunciadas caderas. Sus nalgas bien levantadas y cintura estrecha, lograban en ella un efecto de distribución perfecta, su figura era la envidia de todas las mujeres. Otra de sus cualidades que llamaba la atención, era su fascinación por el sexo, toda fiesta a la que asistía siempre debía terminarla con abundante placer, gustaba por igual de hombres y mujeres, le apasionaba el sexo con más de una persona. Elizabeth no era mujer de una sola relación, su pareja de turno debía respetar sus gustos y fascinaciones, compartirla con cuantos amantes gustara en su momento, a cambio ella le permitía el lujo de ser reconocido públicamente como su novio oficial.

Juan conoció a la mujer un buen tiempo atrás en una conferencia de su Universidad, quedó prendado de inmediato, le llamó la atención sobre todo su forma de vestir y su personalidad extrovertida. Entre ambos hubo química casi instantánea, establecieron una sólida amistad por algún tiempo antes de conocer sus preferencias sexuales. Para Juan fue toda una sorpresa encontrar a Elizabeth en una fiesta en casa de Ricardo disfrutando del tipo fiestas que él solía frecuentar. Ese día Elizabeth era el símbolo del deseo encarnado y la ambición de casi todos los hombres y mujeres del lugar. Ese día nació una atracción mutua que iba más allá de lo intelectual y superaba lo carnal. Bastó con descubrir ese hermoso cuerpo para que todo el respeto que le había tenido se esfumase, en cambio su parte animal reaccionó con ferocidad, su mente tenia por único objetivo poseer esa mujer. Aquel sentimiento parecía mutuo, no faltaron las ganas de parte y parte sin embargo las circunstancias que envolvían hicieron imposible hallar un espacio propicio para que él pueda acercarse a la mujer. En aquella ocasión Elizabeth estaba rodeada de muchos acompañantes, queriendo estar cerca de ella y obtener al menos el más pequeño de sus favores. Ella sola era suficiente para suministrar una fiesta completa sus amigos y conocidos. Todo ese grupo de gente a su alrededor formaba lazos tan estrechos que resultaba casi imposible acceder a esta mujer, a menos claro, que ella mismo lo desee. La verdad es que Elizabeth no era de las que negaba sus amores, más bien era una fanática de la satisfacción a su pareja de turno. La vida que llevaba, era la vida soñada para ella, pasaba de un cuerpo a otro, sin más, solo le interesaba el placer corporal, una vez satisfecho, iba a su próxima aventura. Pero también tomaba sus precauciones, tenía muy bien elegida sus amistades y solo con ellas compartía, hacia una elección muy meticulosa de sus parejas y pocas veces hacia excepciones. Si bien era muy fácil establecer una amistad con ella, para ser su pareja o alcanzar alguno de sus favores, el aspirante debía pertenecer a su selecto círculo de compañeros, algo así como una sociedad secreta. Juan se dio cuenta de lo difícil que era entrar en aquel círculo privado. Solo cuando hubo terminado aquella fiesta Juan pudo cruzar un par de palabras con la mujer, le habló de lo difícil que era acercarse, pero ella le aseguró que tal “circulo” con él le llamaba, no existía y le prometió darle exclusividad el próximo encuentro. Esta invitación despertó gran interés en Juan y esperaba con gran expectación que se diera la oportunidad, deseaba tanto poder compartir con esta espectacular y cotizada mujer.

Elizabeth es una persona fácil de tratar y poseedora de una personalidad arrolladora, pero además todos sabían que su apellido pertenece a la alta aristocracia del país. Su familia ha sido por años un referente de prestigio e integridad, ocupando cargos muy importantes del sector público y privado. Los padres de Elizabeth salieron del país cuando ella cumplió sus 19 años, justo cuando el país pasaba por una crisis bastante difícil, sin embargo habían hecho suficiente dinero como para vivir holgadamente en alguna de las tantas propiedades que poseía en Europa. Ellos le pusieron a  disposición de Elizabeth las mejores universidades del mundo, pero ella prefirió quedarse sola y estudiar en una Universidad local. Así podría vivir la vida a su manera, sin que nadie la molestara.

Juan llegó a la dirección, más rápido de lo esperado en parte debido a la falta de tráfico a esa hora y en parte por estaba deseoso de volver a ver a Elisabeth. Esperó en las afueras de un conjunto residencial compuesto por casas por demás suntuosas y exclusivas del norte ciudad. La casa de Ricardo se ubicaba a unas pocas cuadras de la entrada principal. Para acceder al lugar no se escatimaba las seguridades, el proceso era largo y tedioso, lo había vivido en el pasado cuando él fue un invitado directamente por Ricardo. Juan prefirió no intentar entrar, se parqueó al frente y marcó el numeró de Elizabeth, mientras fumaba un cigarrillo Marlboro rojo, ese mal vicio parecía haber regresado. No pasaron ni diez minutos cuando apareció la hermosa rubia por la puerta principal, caminaba ligera, confiada, llevaba el mismo vestido rojo sexy de la noche anterior con unas botas altas y un escote delantero muy pronunciado, su figura se movía cadenciosa, contorneando todas sus curvas al caminar. El cabello rubio de la mujer lucía algo húmedo, como si acabara de tomar una ducha, su rostro irradiaba felicidad, majestuosidad. No hacía falta maquillaje, su rostro es hermoso al natural, escaneó rápidamente el sector ocultando sus hermosos ojos celestes tras unas grandes gafas para sol Armani. Cuando divisó a Juan fue directo, sin esperar nada, como ese caminar cadencioso, derrochando seguridad y que provocaba que todas las miradas se dirigieran hacia ella. Juan no pudo escapar de sus encantos, el mundo entonces se convirtió en un túnel largo, cilíndrico con Elizabeth en el centro y nada más a su alrededor. El la miraba fijamente mientras sus labios formaban una línea fuerte tratando de contener sus mandíbulas que escapaban con desencajar. Tragó saliva, arrojó lo que quedaba del cigarro, lo pisó, aun con su mirada clavada en la mujer. Solo cuando Elizabeth se plantó a unos pocos centímetros de él, con su mano izquierda agarrada de su cintura y en la otra colgando de su dedo índice la pequeña cartera que solía llevar, el pareció reaccionar y de inmediato la saludo efusivo. Juan, también pudo notar que no estaba sola, unos pocos pasos atrás venía un grupo de personas en su mayoría conocidos. En el grupo estaba Andrea[JATN10] , prima de Elizabeth y quien la seguía a casi todas partes. Hector [JATN11] novio de Elizabeth. Janeth amante de Juan, y la mujer que le había causado el problema con Mishelle la noche anterior, a él no le hizo mucha gracia encontrarla ahí pero decidió no decir nada. Otra mujer hermosa pero que Juan no conocía y al final Ricardo [JATN12] muy amigo de Juan y el dueño de casa donde habían estado sus amigas. Saludaron todos y Ricardo de inmediato lo increpó a Juan en tono autoritario.

–       ¿Hey men cómo es esto? ¿te llevas a mis hermosas chicas?

–       Son ellas las que quieren irse- respondió Juan con el mismo tono burlón- ¿qué fue lo que les hiciste? -sonrió alegremente

–       ¡Yooo! –Estiró sus manos largas frente a Juan mostrándolas completamente vacías, dio varios giros en su cintura graciosamente

–       No cariño –intervino Elizabeth tratando de calmar el derroche de testosterona- no pasa nada, pasamos una noche estupenda pero ya tenemos que irnos –Elizabeth hizo una pausa – sabes bien que no me gusta permanecer mucho tiempo en un solo sitio

–       ¿Bueno pero es que tú no vas? – Preguntó Juan a Ricardo

–       Claro que no my friend, aún tengo visitas en casa y esto pinta para largo –estiró su largo dedo en dirección de Juan – deberías venir conmigo

–       No gracias tengo otros planes, pero si te interesa, vamos a estar en mi oficina tú conoces donde es –Juan sabía que su invitación era más por compromiso, Ricardo jamás abandona su casa para este tipo de encuentros

–       Of course my friend, yo te llamo, pero quedo muy inconforme, no puedo creer que prefieran la oficina de Juan a la comodidad de mi casa, esto es casi un insulto para mí – ríe ridículamente con su peculiar tono

–       Amor –resopla Elizabeth con una dulzura que derretiría una barra de hierro - tenemos que darnos tiempo para todos nuestros amigos, a Juan le debía una, y tú sabes que no soy escogedora de los lugares, lo importante es pasarla bien

Entonces, Elizabeth se acercó a Ricardo y plantó un sonoro beso en las mejillas del hombre, muy cerca de su barba en forma de candado. El resto de mujeres hicieron lo propio, finalmente los hombres se despidieron agradecidos mientras subían al Grand Cherokee negro que Juan había aparcado a pocos metros. En el asiento delantero junto al conductor se acomodó Elizabeth dibujando una amplia sonrisa que dejaba ver sus hermosos dientes blancos, retiró hábilmente sus gafas de sol para dejar ver sus grandes ojos celestes, que brillaban con expectación, apenas el auto arrancó tomó la palabra.

–       No veía hora de salir de ese lugar, estaba fastidiada – Elizabeth dibujaba sus gestos de niña asqueada

–       Pero ¿qué pasó? ¿Tan mal la pasaron? – preguntó Juan tratando de mantener su mirada al frente

–       Todo estuvo bien amor, pero tú sabes cómo soy respecto a la gente nueva, había demasiadas personas desconocidas, tuvimos que escabullirnos toda la noche tratando de evitarlos –el tono casi despectivo de la mujer le hacía fruncir sus carnosos labios exageradamente

–       Pues yo la pasé bien – agregó algo tímido Héctor

–       Claro, tú te revuelcas con cualquiera, ¡qué asco! mejor ni te me acerques a mí – reprochó Elizabeth

–       Yo conocía a algunos chicos de ahí – agregó Janeth tratando de congraciarse con el reprendido Hector

–       ¡Haaa! pero tú tampoco es que tengas una excelente reputación – aclaró Andrea defendiendo la postura de su prima

–       Hay preciosas no mejor que las suyas – suspiró Janeth resignada

–       Ya, ya, ya, mejor no me hablen de esas cosas, me hace pensar mucho en lo que me estoy metiendo – la dulce voz sonó desconocida para Juan, era la nueva chica

–       Pero miren que no conozco a esta preciosura ¿alguien podría presentármela? – preguntó Juan

–       Perdona mi falta de cortesía, Érika, [JATN13] una amiga de la familia, está pasando aquí sus vacaciones, ella es colombiana pero vive en Estados Unidos. Sus padres son muy amigos de los míos y nos conocemos desde muy pequeñas. Érika esta hospedada en mi casa, pasando unos días de vacaciones y como buena anfitriona que soy, la estoy llevando a conocer la diversión de la ciudad – Elizabeth sonrió, mientras coqueta guiñaba su ojo izquierdo

–       Pues déjame decirte que es muy linda tu amiga -Juan levantó la mirada y observó a la mujer desde el retrovisor -  espero que la pases muy bien por aquí

–       Pues eso espero, aunque debo confesar que jamás había estado involucrada en este tipo de aventuras, esto es nuevo para mí pero lo he pasado muy bien. Sin embargo jamás me imaginé que por acá las cosas fueran así, me ha quedado una muy buena impresión al respecto – soltó una pequeña sonrisita cómplice

–       Bueno… tengo hambre, es casi medio día – dijo Elizabeth abriendo su grande boca en un bostezo poco femenino

–       Que les parece si… pasamos por unas pizzas. Aprovecho para llevar algo a la oficina, seguro va a hacer falta

–       Si… de acuerdo – respondieron todos

–       Entonces vamos – terminó Juan

Juan dirigió su auto a un puesto de pizzas cercano, mientras lo hacía al interior del vehículo fluían conversaciones de lo más amenas y relajadas respecto a la noche pasada. Los muchachos reían alegremente como si se conociesen de toda la vida, sin duda ellos formaban un grupo de amigos de lo más singular. La convicción de esta caterva de jóvenes era disfrutar la vida, satisfacer sus necesidades y llegar a los límites menos explorados de su sexualidad. El grupo no pasaba desapercibido a donde iba. Unas espectaculares mujeres vestidas los suficientemente sexys y elegantes, no era muy común a esa hora de la mañana. Además su forma desinhibida de hablar y reír llamó mucho la atención en el local de pizzas. Para evitar las habladurías los muchachos devoraron rápidamente sus alimentos y de inmediato abordaron de nuevo el amplio auto de Juan en busca de más diversión.

 

***

 

En la oficina, las dos parejas dormían plácidamente hasta que un ruido despertó a Victoria, casi al mismo tiempo Nancy y Federico abrieron los ojos. Eran ruidos de alguien ingresando a la oficina, lo hacía tranquilamente sin prisas y obviamente tenia llaves para hacerlo, eso tranquilizó un poco a los presentes.

–       Debe ser Juan -exclamó Nancy- no se preocupen –pero Federico se levantó como impulsado por un resorte, asustado

–       Mejor nos vestimos, que va a pensar Juan si nos encuentra así –increpó Federico, mientras Victoria sonrió sospechosamente

–       No pasa nada, ya me ha visto así –aclaró Nancy con total serenidad -Federico frunció el ceño indignado

–       Cada vez me doy cuenta que te conozco menos – soltó Federico con un ademan de enfado

–       Amor, ya hemos conversado de esto ¿prefieres qué te mienta?

La pareja se enfrascó en una agria discusión cuando sintieron que se abría el despacho de junto. Alguien entraba sin prisas y confiado. Victoria se incorporó y dejó a Carlos quien no entendía su apuro – tengo… que ir al baño – dijo mientras se la colocaba encima la bata de Nancy –si vez a Juan, dile que venga por favor– agregó Nancy haciéndole un guiñó.  Nancy conocía muy bien las intenciones de Victoria y no eran ir al baño. Ella quería a Juan, necesitaba saciar su libido, su fogosidad parecía ilimitada. Su novio difícilmente la podría complacer en el estado actual en el que se hallaba, por eso buscaba a Juan. Ella quería desatar toda la pasión que llevaba acumulada y que mejor si lo podía hacer con su primer amante masculino. El mismo que la había llenado de tanto placer la noche anterior. Solo pensarlo provocaba que su feminidad se humedeciera, esta mujer necesitaba ser poseída, lo deseaba como una droga, no podía esperar que su pareja se recupere. Sin dudarlo Victoria fue en busca de Juan, se deslizó con cautela por la puerta que comunicaba los dos despachos, entró en silencio, trató que no se percataran de su presencia, no podía ver nada, pero escuchó ruidos, algo como pasos ¿dónde está Juan? se preguntó a sí misma. La puerta del cuarto de baño estaba cerrada ¿qué hacía? ¿Volvía a repetir la misma escena de la noche pasada? ¿Se metía en el cuarto de baño y esperaba a que él entrara e intentar abusar de ella? No, esta vez no iba a poner resistencia, deseaba que pase, deseaba ser tomada por ese hombre. Esta vez iba a tomar la iniciativa, iba a pedirle que la poseyera, que la llene por completo, que la llene con su placer, no, no podía esperar más sus entrañas ardían. Se adentró en la oficina, escuchó de nuevo esos ruidos, provenían del extremo de esa larga oficina, justo tras el escritorio principal, todas las persianas estaban cerradas, no había suficiente luz, pero ahí debía estar, no dudo más, preguntó.

–       ¿Juan estas ahí? – soltó casi susurrando

***

En el despacho de Nancy y Federico, se había entablado una acalorada discusión entre los presentes. El tema de disputa era los gemidos que se escuchaban en el despacho de junto. Todo apuntaba a que Juan y Victoria estaban teniendo relaciones sexuales nuevamente. La situación no era en lo absoluto del agradado de Carlos, su disgusto empeoraba cuando se enteraba de lo que habían hecho la noche anterior. Federico prefería ignorar las revelaciones de Nancy, para él era más preocupante la extraña secuencia de sonidos que se había escuchado. Aunque no se podía entender absolutamente nada los sonidos vagos tenían cierto grado de comprensibilidad. Al principio parecía una discusión, gritos y hasta golpes, luego llanto, sollozos y finalmente los típicos gemidos embebidos en una jornada sexual. Pero en todo este tiempo, Federico no había escuchado la voz de Juan y eso era bastante extraño desde su punto de vista. Para Nancy no había otra opción tenía que ser Juan, enzarzado en un ardiente polvo con la fogosa Victoria y no deberían sorprenderse por los llantos o sollozos. Juan era capaz de eso y más. Carlos en cambio estaba absolutamente angustiado, no le gustaba para nada las aseveraciones tan gráficas que hacia Nancy, respecto a la virilidad de ese tal Juan, menos aún que su novia se encuentre en ese momento con otro amante a solo unos pasos de él. Carlos aun no lograba superar el mal rato que pasó cuando encontró a Victoria enzarzada con Federico y ahora esto, era el colmo.

Finalmente Carlos y Nancy parecían haber llegado a un acuerdo, ellos proponían, cruzar la puerta he ir al despacho para saber que pasaba, acompañar a sus amigos. Federico se opuso rotundamente, lo que ellos estuvieran haciendo es muy personal, <> decía <> Nancy le recordaba todo el placer que habían compartido hace pocos minutos… y eso no había sido algo íntimo de una pareja, sino de dos parejas, las cuales compartieron sin ninguna inhibición. El sexo, el placer, no tenía nada de malo y no tenía por qué involucrar sentimientos. En esa discusión se hallaban cuando de pronto, se abrió la puerta principal del despacho en el que estaban y entró Juan como una ráfaga, entornando una amplia sonrisa en su rostro y en sus brazos varias cajas de pizza.

–       ¡Juan!  - se escuchó al unisonó, todos lo miraban con asombro –se hallaban tan inmersos en su conversación que no se percataron de los ruidos que hizo Juan, cuan abría la puerta principal de la oficina

–       ¡Hola! también me alegra veros, les traje algo de pizza, me imagino que están cansados y hambrientos… aaaa y para ti Federico, traje algo especial, seguro debes tener una resaca terrible

–       Gracias Juan pero… -Nancy codeó a Federico, con desaprobación, nadie se atrevía a pronunciar palabra

CAPÍTULO 8

El gran encuentro

–       ¿Quién está ahí? -Respondió fuerte una voz femenina, Victoria dio un respingo, palideció, esa voz, esa voz, pensó, le resultó familiar pero no recordó donde la había escuchado antes. ¡Maldición! no es Juan, ¿Quién diablos era esa mujer? definitivamente era una silueta femenina la que se incorporaba de atrás del gran escritorio. La mujer de inmediato dio vuelta y enfrentó a Victoria como una fiera en protegiendo su guarida

–       ¿! Mishelle!? ¡Tú!… tú… ¿qué haces tú aquí? – Victoria perdió toda la sangre de su rostro, completamente horrorizada, como si hubiera visto un fantasma, colocó sus manos cubriendo su cara, queriendo huir del lugar

–       Yo te puedo hacer la misma pregunta -replicó Mishelle con voz segura- esta es mi oficina, que haces tú aquí y vestida así, si es que a eso podemos llamar vestido - hizo una pausa para tomar aire, parecía dilucidar - No lo puedo creer, ya estoy entendiendo a que viene todo esto, es un maldito cerdo, claro tú conoces a Juan, ¿Por eso preguntas por él? dime desde cuando te acuestas con Juan, anda responde –Mishelle alzó la voz alterada pero Victoria no podía dar crédito a lo que estaba pasando, quería que la tierra la tragase, salir corriendo pero sus piernas no le respondían, estaba pasmada, congelada, su boca desencajada no podía pronunciar palabra alguna. Un largo silencio se hizo entre las mujeres, pareció eterno el desafortunado momento

–       Yo, solo –al fin soltó

–       No me digas nada –gritó Mishelle autoritaria- ese Juan, es lo peor que me ha pasado en esta vida, soy la mujer más tonta del universo, como no me pude dar cuenta de lo que estaba haciendo, siempre le creí todo lo que me decía –Al fin Victoria pudo recuperar la compostura, tomó asiento en una de la sillas cerca al escritorio. Respiró pronunciadamente, hasta poder digerir lo que acontecía y poder explicar de la mejor manera la situación.

–       ¿Conoces a Juan? –dijo Victoria, sabiendo lo estúpida que sonaba su pregunta, pero su tono era conciliador

–       ¿Que si lo conozco?, ese maldito hasta ayer era mi novio y socio para colmo, he sido tan tonta – su voz parecía quebrarse.

–       No puede ser, esto no me puede estar pasando

–       Si, te entiendo, te engañó, nos engañó a las dos

–       No, en realidad no, Juan no me ha engañado, me dices que hasta ayer era tu novio, yo apenas lo conozco desde anoche.

–       ¡Ah! ya veo ¿y tan fácil te llevó a la cama? no puedo creer que seas de esas chicas fáciles, no te reconozco, este bastardo ni siquiera esperó un día para buscarse una nueva amante. Me siento tan sucia, me arrepiento de todo lo que viví con él –Mishelle cayó pesadamente sobre la silla más cercana sollozando

–       No, no soy una chica fácil, nunca lo fui y tú lo sabes, jamás había tenido una aventura con un hombre, ni siquiera cuando tú me dejaste – Mishelle levantó su rostro empañado en lágrimas, pero con una mueca de incredulidad. Victoria aprovecho su oportunidad era el momento que había esperado por años - ¿es que ya no recuerdas lo que pasó? un día llegaste y me dijiste que lo nuestro debe terminar, que habías conseguido alguien que te había hecho cambiar y no era precisamente una mujer ¿cómo crees que me sentí entonces? – La voz de Victoria resonó en las paredes oscuras - Luego me enteré que llevabas una relación muy seria y hasta habías puesto un negocio con él. Yo jamás interferí en tu vida después de terminada nuestra relación, me alejé, sin siquiera saber quién era tu novio, no te imaginas lo difícil que fue para mí, jamás llamaste, te olvidaste por completo que existía - Victoria hizo una pausa tratando de contener el dolor que le traían estos recuerdos- Lo que realmente me sorprende es la coincidencia tan grande, casi increíble, justo ahora con el hombre que un día nos separó vuelve a aparecer, no sé qué pasó entre ustedes pero es claro que estas sufriendo por él, te conozco bastante bien. No quiero ser una mala persona, ni alegrarme por tu dolor, pero eso que estas sintiendo ahora, es lo mismo que sentí cuando me dejaste – Mishelle se sumergió en un amargo llanto, su tono altanero había desaparecido de pronto, ahora sollozaba y trataba de articular  una oración completa

–       Yo solo, esto es mi culpa, toda mi culpa –Al fin Mishelle parecía divisar una respuesta válida, plantó su mirada en los ojos de su amiga-  Esto, no es del todo una coincidencia, de alguna manera esperaba que sucediera, pero no de esta forma, no ahora. Imaginaba el día en que llegarías a este lugar, pensé muchas veces en cómo explicarte, pero ahora no tengo palabras

–       ¡Explícate!

–       Cuando empecé este negocio, lo hice con ayuda de tu tía, ella me ayudó con el dinero y me arrendó las oficinas, gracias a la gran amistad que teníamos tú y yo. Tu tía fue muy amable, siempre preguntaba por ti y yo, yo no sabía que responder, siempre espere el día que te encontraría aquí, sabía muy bien de la relación tan estrecha que tenías con ella

El increíble vuelco del destino era completamente irracional, lo que estaba pasando era para volver loco a cualquiera. Hace algunos años Mishelle y Victoria habían sido una pareja lesbiana inseparable, era Mishelle la mujer que Victoria tanto había amado y que un día la abandonó fruto de su amor por Juan. Este dolor tan inmenso que causó Mishelle al dejarla, provocó su aversión por los hombres. Ahora en un giro del destino este mismo hombre había sido quien introdujo a Victoria en el mundo heterosexual. Victoria no encontraba los sentimientos para esta ocasión, hace un momento Juan era un ícono sexual, una experiencia por demás placentera, de las mejores que ha vivido hasta el momento. Ahora se enteraba que fue justamente él, quien la separó del amor de su vida, la mujer con quien inició su vida sexual.

Mishelle tampoco sabía que decir, esperaba un día tener el valor para confesar a Juan su oscuro pasado, pero jamás se hubiera  esperado que su amor lesbiano, terminaría como amante de su exnovio. La vida se tornaba muy complicada, esta  estúpida coincidencia era  quizás una mala pasada del destino o un ajuste de cuentas pendientes. La ira de Mishelle desbordaba todo su delicado cuerpo, pero también estaba consciente del dolor que había causado a su amiga, ella misma había experimentado en carne propia, ese incontenible sufrimiento que le causó alejarse de Juan, la furia que sentía ahora por saberse traicionada y al mismo tiempo la ternura que le inspiraba las lágrimas en los ojos de su amiga. El cólera y  compasión se igualaba y se anulaba, dejando un vacío en sus corazones que podía quebrar al más fuerte. Sin saber que más decir la mujer otra vez rompió en llanto desbocado.

Mishelle y Victoria se abrazaron fuerte y sinceramente, Mishelle lloraba desconsolada mientas Victoria con sus ojos cristalinos, supo afrontar con más aplomo la situación, había llorado mucho en el pasado y miraba la situación con más optimismo. No culpaba a Juan, tampoco a Mishelle, después de todo Juan era un amante excepcional, seguro había hecho muy feliz a su amiga y por supuesto a ella también. Victoria sentía que Juan la había mostrado un mundo oculto, diferente, alucinante y quizás equivocado. Juan la había transportado a un universo nuevo y lleno de posibilidades ahora al fin podría llevar la vida normal que su entorno social le exigía y eso debía agradecerle. Victoria no podía culpar a ese hombre de nada, ni siquiera por el dolor que sentía su amiga, de alguna manera esta situación compensaba el daño que ella mismo sintió y que ahora la renovaba, la convertía en una mujer completamente nueva.

–       Mishelle, olvidemos lo que pasó –dijo Victoria- es mejor para las dos, yo no guardo rencor para ti, en cuanto a Juan, fue maravilloso y entiendo porque me dejaste, pero no quiero ni espero ningún tipo de relación con él, especialmente si eso te lastima

–       Puedes quedarte con Juan –gritó entre llantos Mishelle- yo no lo quiero ya

–       Amiga, Amiga - suspiró- tú sabes que eso no es cierto pero yo tampoco quiero quedarme con él, me ayudó mucho no lo niego, y de alguna manera nos volvió a reunir y por eso no le guardo rencor

–       ¿Juan debe estar esperándote? – dijo suavemente Mishelle como esperando que nadie la escuche

–       No, se fue hace rato, pensé que era él que había vuelto cuando entre al despacho, pero esto es mejor, mucho mejor, te tengo a mi lado y tengo la oportunidad de hablar de nuevo contigo

–       Si amiga, no puedo negar que para mí también es bueno volverte a ver, después de tanto tiempo, te he extrañado tanto y es justo ahora cuando más necesito una verdadera amiga a mi lado. Estas muy linda el tiempo no ha pasado por ti

–       Vamos, que ambas somos muy jóvenes aun y todo este tiempo ha parecido eterno, pero ha valido la pena. Tú sigues siendo una mujer extraordinariamente atractiva, luces espectacular con ese aire de mujer de negocios

Los abrazos duraron mucho tiempo y las lágrimas cesaron, hubo hasta risas y coqueteos de parte y parte. Poco a poco sus cariños fueron reemplazados con generosas caricias. Victoria no dudó más, la besó apasionadamente en la boca, Mishelle intentó rechazarla pero esta no le permitió. Ambas mujeres no tenía nada que perder, se dejaron llevar, se confundieron entre abrazos y besos olvidando todo lo pasado, recordando los buenos tiempos que habían dejado atrás. Nada había cambiado, la pasión seguía encendida, prevalecieron sus instintos. Victoria se despojó de la bata sin nada más encima llevó a Mishelle al sofá, ahí la recostó, se posó sobre su amiga. Hace tanto tiempo que no habían sentido sus cuerpos tan juntos, eran como imanes opuestos que no podían separarse, se acariciaban con tal locura que uno de esos jalones provocó que la blusa que llevaba Mishelle se quedara sin botones.

–       Espera, esto no está bien – dijo Mishelle tratando de recuperar la compostura

–       Todo está bien

–       No, No quiero volver a esto

–       Tranquila, ahora me gustan también los hombres y no te voy a pedir que estés solo conmigo, pero necesito que por esta última vez me hagas feliz

–       ¿Quieres decir que nos estamos convirtiendo en bisexuales?

–       Ya lo somos amiga, ya lo somos pero deja de hablar, solo disfruta este momento

Al fin dejaron toda inhibición atrás, se entregaron a su amor, rosaron sus sexos, sus senos, su amor. Mishelle retiró su top para que Victoria pueda jugar con esos delicados y bien formados senos, los mordisqueó, ella sabía lo sensible que se ponía cuando su amiga cuando hacía eso. Luego retiró su ropa íntima inferior, levantó la falta que llevaba y procedió a masturbar el limpio sexo de Mishelle. Ella quiso corresponderle y fue la primera en arrodillarse para introducir su rostro entre las desnudas piernas de Victoria, ella conocía muy bien la fisonomía de su compañera, sabía además lo que le gustaba. Había pasado mucho tiempo y Mishelle temía haber olvidado las técnicas satisfacción femenino, pero se esmeró y no tardó mucho en recordar tan finos artes con su lengua. Mishelle se deleitó sin apuro de todos los líquidos que su amiga le ofrecía. Cada vez que restregaba su ávida lengua contra el húmedo sexo, su propia intimidad se contraía deseándola aún más. Victoria gemía fuertemente, señal inequívoca del placer que estaba sintiendo, los gemidos se convirtieron en gritos desesperados y el éxtasis llegó estruendoso. Victoria replico el placer en su amiga y ambas se fundieron en tiernos desfogues de pasión como lo habían hecho en el pasado, pero esta vez sin temor al futuro…

***

–       Bueno les traigo también una sorpresa –gritó Juan feliz- ya que todos estamos aquí tan… en onda –guiñó el ojo observando la desnudez de todos los presentes -me pareció buena idea traer unos invitados, podemos pasar un buen rato, pasen por favor –dijo levantando la voz

Pasaron entonces los oyentes que esperaban tras la puerta, Elizabeth, Andrea, Janeth, Érika y al final Hector. Federico trató de buscar algo con que taparse, en un esfuerzo inútil y pudoroso. La rapidez con la que entraron los invitados apenas le permitió ocultar su miembro con ambas manos. Elizabeth la primera en saludar, pasó confiada, plantó un sonoro beso en la mejilla que hizo sonrojar a Federico - vamos chico déjanos ver que tienes por ahí, nos gustaría conocerte mejor  – Elizabeth reía coqueta - luego saludó a Nancy, con un beso cómplice  en la boca, ella reía y dejaba ver su desnudes sin el menor decoro. Cuando Elizabeth saludó a Carlos, lo miró con desconfianza como analizándolo de pies a cabeza, no lo conocía y como siempre tenía sus reservas con la gente nueva, como ella les decía a los desconocidos. De uno en uno fueron desfilando, saludándose y conociendo al resto de invitados. De pronto se escuchó unos fuertes gemidos en la oficina de junto

–       ¿Pero qué está pasando por allá?-preguntó Juan- ¿quién nos falta aquí? parece que adelantaron la fiesta – Juan se dirigía a Federico y Nancy, pero ellos se miraron cómplices sin saber que decir – bueno yo mismo voy a ver qué pasa, el resto siéntese y acomódense, están en su casa, ahora regreso

Juan se atrevió a hacer lo que tanto habían discutido sus amigos. Se acercó discreto a la puerta que comunicaba las dos oficinas, la empujó suavemente mientras esbozaba una sonrisa de curiosidad. Se introdujo con cautela, trató de ver en medio de la oscuridad, pudo discernir al fondo, dos cuerpos sobre el sofá, mismo sofá en el que horas antes había poseído a Victoria. Se acercó lentamente, sin hacer el menor ruido, reconoció rápidamente a la mujer que estaba de espaldas, arrodillada sobre el piso, recordaba muy bien esas nalgas blancas perfectas, completamente desnudas. Era Victoria y tenía su cabeza hundida entre las piernas esbeltas de alguien más. Se acercó para tener un mejor ángulo, si, definitivamente era una mujer, pero ¿Quién? Esas piernas parecían conocidas, le traían recuerdos… ¿puede ser? Si, al fin la reconoció - ¡no lo puedo creer! – Juan no daba crédito a lo que estaba observando, sus ojos se adaptaron completamente a la oscuridad, la escena se aclaró, se aproximó con cautela hasta ubicarse justo frente a la pareja, en medio de la improvisada sala, no cabía la menor duda eran ellas, las mujeres no se percataron de su presencia. Victoria estaba concentrada en su trabajo mientras Mishelle tenía sus ojos cerrados y gemía fuertemente.

–       Mira esto, jamás lo hubiera imaginado – dijo Juan en voz alta y una sonrisa irónica. Las chicas voltearon con sorpresa pero con reacciones distintas. Victoria volvió su mirada con una sonrisa al reconocer el timbre de voz, como si hubiera esperado a quien hablaba detrás. Lanzó una mirada de satisfacción, como si acabara de obtener un gran premio, se incorporó como pudo mientras limpiaba los restos de jugos de su rostro, lanzó un beso volado a Juan usando su mano derecha y luego chupó los líquidos de su dedo índice de forma muy sensual. Mishelle, reaccionó asustada, cerró sus piernas como impulsadas por un resorte e intentó cubrirse. Parecía que la habían descubierto haciendo algo ilícito, quizás era ilegal esto que estaba haciendo, pensó, intentó huir, pero entonces se inyectó de toda la furia que aun llevaba en sus venas

–       ¿Cómo te atreves a venir desgraciado? a ti que te importa lo que yo haga – gritó Mishelle – ¿No sabes tocar antes de entrar?

–       Esta también es mi oficina, tengo derecho a estar aquí, y más ahora que veo que mi novia está divirtiéndose

–       Yo no soy más tu novia y prefiero que te vayas

–       ¿Porque tanta agresividad? Hace un rato lo estabas pasando muy bien con Victoria, solo quiero ver que más pueden hacer, jamás imaginé que Victoria fuera capaz de involucrarte en estos juegos, he creado un monstro, o quizás nunca te conocí Mishelle

–       Tal parece que no la conociste –respondió Victoria, esbozando una sonrisa malévola en su dulce rostro, se disponía soltar todo su veneno - nosotros tenemos una larga historia cariño, me sorprende que no estuvieras enterado – Victoria parecía divertida mientras Mishelle, se encogía de hombros bajando la mirada, intimidada

–       Bueno, espero que pronto me cuenten su historia, me interesa de sobre manera, creo que no he sido el único que guarda secretos, pero sigan yo no vine a interrumpirlas, es más me gustaría ver que más saben hacer

Victoria se sitió satisfecha, tenía la intención de hacer exactamente lo que decía Juan, se abalanzó sobre Mishelle, pero ella la rechazó intimidada por la presencia del hombre

–       Quiero que te vayas Juan, no puedo verte aquí – gritó Mishelle, en ese preciso instante se abrió la puerta que comunicaba los despachos, entró rauda Elizabeth en busca de Juan, pero de inmediato entendió lo enredado de la situación

–       Perdón ¿interrumpo? ¡Ah! Mishelle no sabía que estabas aquí, si quieren vuelvo luego

–       No, no es necesario – dijo Juan – ven a mi lado

–       ¿Estás seguro? Creo que había entendido que a Mishelle no le gustan este tipo de cosas

–       Tranquila, ella no es más mi novia y tal parece que ya encontró otra diversión, ven por favor acércate

–       Está bien

Elizabeth se acercó con pasos firmes, chocando escandalosamente sus tacos sobre el piso de madera, contorneaba sus curvas sin compasión. Juan tomó asiento sobre el extremo del mismo sofá en que aún se encontraba Mishelle con su amante, en esa posición esperó a Elizabeth, esta se colocó justo en frente, Juan separó un poco sus piernas para tenerla aún más cerca y poder rodear con sus brazos por la estrecha cintura de esta excepcional mujer. Ella colocó delicadamente sus blancas manos sobre los hombros de su amigo, luego las deslizó suavemente por la amplia espalda de Juan. Elizabeth bajó su rostro hasta que sus labios estaban a la misma altura de los del hombre que tenía en frente.

–Lo ofrecido mi querido amigo, tienes prioridad sobre cualquier persona aquí puedes hacer conmigo lo que gustes - decía Elizabeth coqueta  mientras se inundaba de ese aroma masculino tan apetecible, lo besó sensualmente en el rostro y labios

–Es un sueño hecho realidad – atinó a decir Juan en cuanto pudo, lo hizo en vos alta para que Mishelle lo escuchara

–No exageres no es para tanto

–Ya lo veremos – Completó Juan, volviendo a la acción, chupando nuevamente los carnosos labios de Elizabeth, se besaron frenéticamente.

El rostro de Mishelle se crispó, no podía creer lo que estaba pasando, el coraje le hizo reaccionar, no iba a dejar que se burlen de ella, tomó la iniciativa, empezó a besar a Victoria al otro extremo del sofá. Elizabeth mientras tanto se despojaba de las tiras del vestido, dejando salir sus hermosos y redondos senos. Juan no esperó más, los saboreó tomando uno en cada mano, calzaban justo, el tamaño perfecto para sus grandes manos, era una delicia, saborear esos pezones rozados a punto de estallar, era la gloria misma su excitante sabor. Elizabeth sabía de sus encantos y sabía cómo volver loco a su pareja, levantó su lo que colgaba de su vestido, en vez de bajarlo completamente, dejó ver sus hermosas y perfectas nalgas. Esto despertó los celos guardados de Mishelle, que no podía creer el descaro, no iba a dejarse humillar, invitó a Victoria a posar en un intricado 69, una posición en la cual eran expertas. Victoria se posó sobre Mishelle abriendo sus piernas y colocando su sexo en la cara de esta mientras Mishelle separaba completamente las piernas en el mismo sofá frente a su ex novio. Juan miró de reojo lo que Victoria iba a hacer justo ahí. Para ese momento Elizabeth ya había sacado el miembro de Juan y lo sobaba con ambas manos. La erección de Juan era perfecta, el falo fogoso en manos de Elizabeth era grueso, largo venoso y lucía hinchado, rojo como hierro candente.

El calor se incrementó en el despacho, la rubia se acomodó dando las espaldas a la otra pareja, de rodillas sobre el sofá mientras Juan yacía sentado sobre el extremo más alto del mismo mueble. Desde esa posición Juan observaba la escena completa en primera fila. De pronto el hombre sintió los labios de Elizabeth deslizándose a lo ancho del poderoso miembro. Una lengua ardiente jugaba con su glande, provocando una sensación de ensueño, una experiencia conocida y sin embargo totalmente diferente a las vivencias anteriores. La hermosa mujer lamía su pene, mientras su novia hacia un 69 con una amante a la cual el mismo había poseído hace pocas horas, esto era el cielo mismo. La boca de Elizabeth era realmente experta, se movía con ligereza, conocía de estos artes, usaba todos sus recursos, lamía, succionaba, mordisqueaba bebía y escupía, desde sus testículos hasta su glande. Juan cerró sus ojos y se dejó llevar por la lujuria. Victoria en cambio abrió sus ojos más de lo normal, levantó su rostro como pudo desde su posición actual, notó justo frente a ella el hermoso y bien formado trasero de Elizabeth, una verdadera obra de arte que se movía tentadoramente provocándola, mientras su dueña saboreaba el pene de Juan[JATN14] .

Las nalgas de Elizabeth eran bellas, amplias, redondas. Victoria debía reconocer la perfección de la escultural mujer. Victoria sentía algo de envidia pues su cuerpo aunque hermosos jamás llegaría a la exquisitez del que tenía en frente. Enceguecida por la lujuria, Victoria no podía pensar bien, solo actuaba, sus acciones eran reflejo de un instinto animal, estiró su mano, tanteó esos perfectos glúteos, rodeando sus curvas, torneando sus pliegues hasta llegar a una perfecta y bien depilada vagina. Victoria introdujo fácilmente dos dedos entre unos rozados labios tímidos, los remojó con una suerte de jugos que escurrían de aquella vertiente de placer, no lo dudó se los llevó a su boca. Elizabeth regresó a mirada y la plantó sobre Victoria tratando de reconocerla, pero no pudo. Entonces miró a Juan quien parecía conocer a la mujer. Él podía leer sus pensamientos, asintió con una sonrisa y con este solo acto Elizabeth entendió que Victoria podría ser una persona de confianza. Elizabeth dio su consentimiento y se dejó hacer. Victoria aún más excitada que antes, no se dio cuenta de todo el proceso por el que había pasado, repitió la acción algunas veces. El sabor impregnado en sus dedos tenía algo diferente, algo nuevo y excitante. Victoria había estado con otras muchas mujeres antes, pero este sabor era no tenía comparación, algo especial, único quizás, único y envolvente. Embelesada por el deleite de sus papilas gustativas, no pudo contener un orgasmo instantáneo que sacudió su vientre e inundó de gritos y gemidos el lugar. En ese instante solo pasaba por su mente, las escenas de Juan compartiendo con Elizabeth, se propuso a sí misma, tomar a esa mujer si había la oportunidad.

Los gritos de Victoria incrementaron la excitación de Elizabeth, decidió que era tiempo de ser penetrada. Se incorporó pero Juan tenía una mejor idea, quería hacer un 69 también y así lo hizo. Juan giró a la mujer frente a él, colocándola en cuatro con su enorme culo frente a él. Luego metió ambas manos por entre las esbeltas piernas, agarrándola fuerte por la cintura. Hábilmente la levantó, como si no representara el menor esfuerzo para él, la chica soltó un grito corto de sorpresa, colocó esas bellas nalgas en una posición difícil justo frente a su rostro y continuó levantándola. En esa posición Elizabeth ya había engullido el largo pene de Juan. Pronto ambas piernas de Elizabeth coincidieron con los hombros de Juan, una de cada lado, y el húmedo sexo justo en frente. La mujer ahora estaba completamente vertical, con las piernas abrazando la cabeza de Juan y su boca empotrada, en el duro miembro de Juan como una viga de soporte. Él la sujetó fuerte en esta posición, como si de un juguete se tratara, sus brazos fuertes impedían que resbalase mientras sus dos manos trataban de separar los esbeltos glúteos desde atrás. Saboreó directamente el sexo de Elizabeth, por primera vez, fue la mejor sensación de su vida, sin duda un sabor único y diferente, un sabor comparable al de las rosas mezclado con agua miel, un líquido que Juan había probado solo una vez en su vida. Este sabor no solo se podía apreciar en sus labios mayores o menores, también lo destilaba en los jugos amorosos que la mujer excretaba. Solo ahora entendía porque tantos hombres la deseaban. La sensación era única, la textura, el olor, todos los sentidos eran cubiertos por la inolvidable experiencia. La excitación se incrementaba aún más, la mujer parecía conectada de alguna manera a su cuerpo mediante la voraz boca que devoraba su miembro y parecía desgastarse con cada succión. Esta diosa parecía tener algún poder especial para absorber la propia alma de su víctima cada vez que mamaba sin compasión. El corazón de Juan latió fuerte, sentía como si fuera a morir, envuelto en aquellas sensaciones únicas de lujuria y placer.

Juan logró un orgasmo de Elizabeth con mucho esfuerzo y concentración, pues estuvo a punto de terminar en la boca de esta mujer. Era muy difícil resistir a una amante de este tipo pero lo consiguió con su frente empapada de sudor y rostro impregnado de líquidos exquisitos. Juan soltó lentamente a la mujer, de la misma forma en que la había subido, en cuanto la mujer estuvo sobre sus cuatro extremidades sobre el sofá, se incorporó y dio vuelta para montar al hombre. Elisabeth pronto estuvo ensartada a horcajadas sobre el hábil Juan. La mujer rodeó sus atléticas piernas en la cintura de su amante. Esta posición le gustaba a Elizabeth porque tenía el control, subía y bajaba a su gusto, hasta provocarse los orgasmos que fueran necesarios. Estos momentos de pasión eran un verdadero premio para la mujer. Ella siempre estaba en la búsqueda de un orgasmo que la llevara al cielo, la exprimiera hasta la última gota de placer. No importaba donde ni con quien, solo importaba conseguir ese preciado tesoro que daba sentido a su vida. Cuando alcanzaba el clímax, su ambición crecía y deseaba otro y otro, sin parar, como una droga, como si de eso dependiera su aliento de vida, por eso le gustaba tanto el sexo, por eso buscaba siempre el placer, era lo único que le llenaba por completo en todos los sentidos.

Juan seguía penetrándola sin compasión, la dilatación de la mujer, hacía fácil la entrada y la salida, pero él quería aún más, faltaba lo mejor y resistía los espasmos de la mujer, que se extendían por todo su falo. Elizabeth tampoco parecía ceder pese a sus múltiples orgasmos, seguía con su cadente movimiento, arriba, abajo. Juan le pidió que se levante y de inmediato le dio la vuelta, colocándola de tal manera que soporte todo su peso sobre las cuatro extremidades. Sin dudarlo, Juan la penetró por detrás, su ano era algo delicioso, casi divino, como si hubiera sido hecho para Juan. Ella disfrutaba también de esa posición, al rato llegó a otro orgasmo y Elizabeth rompió en gritos desesperados.

La pareja lesbiana yacía entrelazada, tratando de superar los espasmos que aun recorrían sus cuerpos, justo en frente de Juan y su amante. Victoria parecía recuperarse, fijó su vista en la mujer que tenía en frente, la miró lascivamente, no dudó más, se deslizó hábil apartando los brazos de su amiga. Gateando, Victoria se acercó a Elizabeth y le plantó un beso en los labios mientras Juan no paraba de castigarla por detrás. Juan tomaba con sus dos manos las enormes nalgas de Elizabeth, las empujaba o jalaba según el momento, era fácil adaptarse al curvilíneo cuerpo, mantenía un ritmo envidiable, adentro y afuera, otra vez sin compasión, choque de piel contra piel. Victoria acariciaba los hermosos senos de Elizabeth e invitó al juego a Mishelle, que aun yacía bajo la mujer. Mishelle prefirió mantenerse al margen al principio, pero luego accedió algo tímida. Mishelle se incorporó y se ubicó junto a su amiga, empezó acariciando los hermosos senos de Elizabeth, un calor algo incómodo recorrió todo su cuerpo y fue a posarse bajo su vientre. Era la primera vez que tocaba un cuerpo femenino diferente al de Victoria. El morbo que le producía esta nueva experiencia parecía gustarle. Esta mujer era demasiado hermosa, para arrepentirse, su piel tersa resultaba tan apetecible al tacto, que pronto se arriesgó a saborear esos hermosos globos de aureolas rosadas, los besó y lamió. Los firmes senos de Elizabeth se endurecieron aún más, los delicados pezones parecían hincharse con cada mordisco de Mishelle, una excitación extrema le hizo gritar a Elizabeth como una loca.

En ese momento, entraron al despacho los demás invitados. Nancy a la cabeza, completamente desnuda, de la mano de Federico que parecía bastante abochornado. Luego entraron las demás chicas aun vestidas, al final entraron Carlos y Hector intercambiando impresiones. Juan parecía a punto de terminar pero la gente lo distrajo y logró contenerse. Juan respiró profundo, su atlético cuerpo sudaba sin control, su pelvis seguía chocando contra los glúteos de la mujer, intercalando penetraciones vaginales y anales sin cesar. Elizabeth recibió un último impacto, casi brutal el cual fue  imposible contener, la mujer salió disparada sin fuerzas hacia delante y cayó rendida entre sus dos compañeras, Mishelle y Victoria. La mujer quedó semi inconsciente, retorciéndose con fuertes estremecimientos en todo su cuerpo. En ese mismo instante, el miembro de Juan salió disparado de las entrañas de la mujer, brillante y salpicando exquisitos líquidos femeninos por doquier, mientras el mismo Juan soltaba un gemido gutural estremecedor. Mishelle y Victoria se arrojaron, sobre la mujer, como animales salvajes animados por el rugido de su macho, queriendo devorar a su presa, con besos y caricias. Los invitados, maravillados por la espectacular escena, se acomodaron en los alrededores del sofá, deseosos de encontrar el mejor ángulo para observar el suceso.

Nancy se acercó confiada, quería participar de la acción, miró a Juan, exhausto aunque con su pene rígido y apetecible. Se mordió el labio inferior sensualmente, deseando ser llenada otra vez por ese hermoso mástil cargado de placer. Juan miró los ojos entornados y loa labios entreabiertos de la mujer. Él sabía el morbo inmensurable que producía en Nancy, un falo erecto he impregnado del sexo de otra mujer. Juan se bandereó tranquilo, esperando la siguiente acción de la mujer. Ella retiró suavemente una gota de sudor que escurría por las mejillas del hombre, luego bajo ambas manos por el húmedo cuello, se deleitó con el aroma tan refinado de aquel varón. Luego posó sus dedos en los fuertes hombros y retiró delicadamente la banca camisa que aun colgaba sin ningún botón abrochado. Nancy posó ambas manos en los abultados pechos de Juan, deleitándose de tal exquisito ejemplar, hizo aún más presión en su labio inferior sintiéndose incapaz de resistir, sus ojos lascivos prometían tanto placer:

–       Vaya obsceno espectáculo estás dando, podría acostumbrarme a estas impúdicas delicias… – se detuvo de repente cuando miró quien estaba a su alrededor y agregó tratando de no delatarse - Pero a quien nunca hubiera imaginado encontrar aquí, es a Mishelle – Miró fijamente a su amiga como reprochándole - ¿Qué haces aquí? no sabía que te gustaba… – Mishelle volvió la mirada apenas percatándose de la presencia de su amiga, en ambiente se hizo tenso, sintió rabia, la forma como miraba a su ex novio revelaba el tipo de puta que era, se imaginó cuantas veces pudo poseer a su ex novio quizás ahí mismo y ella la creía su amiga, quería destruirla, la adrenalina del momento le hizo responder altanera

–       ¿Y tú? Solo mírate, jamás me imagine lo perra que eras – Nancy se echó a reír alegremente

–       Por favor amiga, aun no has visto nada

El comentario molestó mucho a Nancy, le fastidió la hipocresía de su amiga, estaba dispuesta a mostrar de lo que era capaz. Pareció restarle importancia, volteó y se reclinó un poco levantando ligeramente sus hermosas nalgas las cuales fueron a rozar justamente con el erecto miembro de Juan, restregó un par de veces aquellas prominentes y morenas caderas fingiendo inocencia. Luego volteó desde esa posición, invitó a Federico para que se acerque. Cuando Federico lo hizo, posó sus manos sobre el flácido pene de su novio, acariciándolo – Es hora que despiertes mi amor – le habló como si de una persona se tratase. Los movimientos de las hábiles manos de Nancy parecían tener efecto y poco a poco el miembro de Federico despertaba. Nancy aprovechó para retroceder un poco más, lo suficiente para aprisionar con su enorme trasero el pene rígido de Juan. Ella contraía sus elaborados glúteos aprisionando el mástil con cada acción, entonces regresó la mirada y le guiñó un ojo dando su aprobación. Ella sabía lo que quería, siempre le había excitado la idea de que Juan la pudiera penetrar mientras su novio la observaba. Juan no pudo esperar, tomó las nalgas de Nancy, las amasó con fuerza, recorrió hábilmente todos los pliegues, mojando su dedo índice con lo líquidos que ya aparecían. Separó los glúteos de la mujer con sus dos manos, buscaba un intrincado agujero anal, introdujo uno de sus pulgares en la estrecha abertura, lo bordeo acariciando, mientras con los demás dedos recogía fluidos vaginales. Luego Juan humectó su miembro y apuntó en la entrada y empujo fuerte, bastó una sola embestida para clavarlo completo, hasta dentro. Nancy nunca esperó ser penetrada de esa manera, esperaba que Juan entrara primero por su vagina, pero jamás lo especificó y ahora era demasiado tarde. Nancy ahogó un grito con el pene de Federico ocupando toda su boca, no pudo evitar que una lágrima se escurriera de uno de sus ojos. Juan estaba plenamente dentro de aquel conocido orificio, había penetrada así muchas veces a esta mujer. Esta vez sin embargo Nancy estaba desprevenida, quizás la presencia de su novio no le permitió analizar bien la situación. Nancy no tenia de otra alternativa, tenía que aguantarlo. Sus gemidos amortiguados, no parecían ser atribuibles a placer alguno y su novio se dio cuenta de esto. Quiso reclamar a Juan por la lamentable situación de Nancy, pero esta lo miró a los ojos y succionó aún más fuerte, provocándole un placer difícil de aguantar. Juan empujó muchas veces más, con fuerza como le gustaba a Nancy. Entrando y saliendo muy rápidamente, su ano era amplio, no representaba mayor esfuerzo, al rato sintió como Nancy se relajaba y empezaba a disfrutar la penetración.

Después de unos diez minutos de castigo constante sobre Nancy, al fin Carlos se animó a participar, se acercó, solicitó el permiso de Juan para intervenir. Juan asintió des complicado, retiró su largo pene dejando visible un hoyo grande y profundo.  Aquella caverna dejaba ver las dilatadas entrañas de color café pálido. Juan se hizo a un lado para que Carlos ocupara su lugar. Carlos cargaba una erección irreverente. Por alguna razón esta mujer que había sido su primera amante le provocaba tanto deseo hedonista. Deseaba poseerla estaba dispuesto a tomarla por completo, sin pensarlo resbaló por el enorme agujero que había dejado aquel hombre. Carlos estaba diferente, su timidez quedó a un lado, estaba disfrutando tanto de esta mujer, que no le importaba que frente a él, Nancy estuviera practicando una felación a su novio.

Nancy abrió sus ojos cuando sintió un cuerpo diferente penetrando sus entrañas, las envestidas eran ahora rítmicas, seductoras, casi tiernas. La mujer apenas volteó para mirar, reconoció al hombre, lo había deseado hace menos de una hora en el despacho de junto, pero su sueño venéreo se había truncado por el rápido clímax que alcanzó el hombre. Era momento de recibir ese placer tan epicúreo. Juan la había dejado tan dilatada, que cada empujón del muchacho era una descarga de placer delicioso.

Juan se retiró satisfecho, limpió el sudor de su frente con uno de sus brazos. Observó al resto de asistentes apostados alrededor de los muebles de la sala. Ellos miraban atentamente cada acción, nadie más se atrevía a participar. Juan caminó confiado hacia  un extremo de la oficina, ondeando su falo en punta, buscaba un respiro y un sorbo de agua. Justo ahí de pie junto al abastecedor de agua, encontró a Érika, quien no le apartaba la vista de encima

–       Hola – dijo Juan a Érika

–       Hola- Respondió la mujer- veo que te estás divirtiendo

–       Si claro…  ¿y tú que estas esperando? – Juan tomó un vaso y llenó de agua del botellón que había en ese lugar

–       Estoy buscando algo que me guste

–       Ya veo ¿Y lo encontraste? – respondió Juan entre sorbos largos de agua

–       Parece que sí –Érika le giñó un ojo coqueta - eres difícil de resistir, tal como me comentó Elizabeth

–       ¿A qué te refieres? –contestó Juan haciéndose el desentendido

–       ¿Te gustaría?... que tú… y yo

–       Claro que si hermosa, no digas más, ven acércate, no tengas miedo

Érika se aproximó a Juan, lo abrazó y tocó su cuerpo desnudo, cerró los ojos para sentirse en el cielo

–       No puedo resistir un hombre tan atractivo desnudo – dijo Érika haciéndose de Juan

–       Soy todo tuyo – contestó Juan acariciando la larga espalda de la mujer

Érika se puso de rodillas, deslizando sus manos por el torso perfilado y varonil de Juan. Fue directo al mástil que había estado presionando su cuerpo cuando lo abrazaba. Se apodero de él con ambas manos, lo sobó, acarició con desdén hasta que al fin se lo llevó a su delicada boca. Empezó a chupar el pene grande y aun erecto de Juan con toda la ternura que sus finos labios le permitían. Muy delicadamente bajó, lamió los testículos con su tímida lengua, lo hizo despacio y fue subiendo hasta llegar al glande. La acción atrevida de Érica fue un incentivo para el resto de invitados que empezaron a participar.

Andrea miraba atenta la escena, sintió que le recorría un escozor cálido en lo más profundo de su vientre. Sus mejillas se ruborizaron haciendo juego con su enrojecido cabello. El calor inundó su ser y no aguanto más se despojó ágil de su vestido, mostrando su escultural figura, no llevaba nada más debajo. Dio vuelta sobre sus tacones parsimoniosa, fue colgar la tela con especial cuidado en uno de los ganchos tras ella. Entonces fue a buscar a Hector, que estaba justo frente a ella de pie junto a uno de los sillones individuales. Casi al mismo tiempo movida por el mismo resorte salió Janeth en busca de Hector.

Juan quiso ponerse cómodo e invitó a Érika a pasar a uno de los sillones libres. Tomó suavemente ambas manos a de muchacha y la jaló caballerosamente para que pueda incorporarse. Érika sonrió y se adelantó a donde Juan le indicaba, moviendo cadenciosamente sus caderas. Érica llegó y se acomodó en el sillón, mientras Juan se ubicaba frente a ella, apuntando su firme pene al rostro de su nueva amiga. Ella lo tomó una vez más, con una de sus manos, lo ubicó entre sus susceptibles labios para retomar su acto de felación. Érika quiso aprovechar la libertad de sus manos para quitarse sus ropas. Con su boca absorbiendo la dura viga que tenía en frente, se le dificultó retirar sus prendas de vestir. Llevaba puesto un suéter grueso de lana sobre una blusa blanca muy elaborada, unos vaqueros muy apretados que realzaba sus caderas amplias, botas altas casi hasta las rodillas. Por debajo ropa interior blanca muy sexy de diseñador. Érika no estaba preparada para la ocasión, nunca se imaginó que en su primera salida a la ciudad, tendría que desnudarse tantas veces y menos que su prima tuviera planes tan diversos para ella.

Érika es una chica de facciones delicadas, cabello rubio oscuro, lacio, hasta los hombros, su piel blanca como la nieve e impecable como si nunca recibiera sol. Su cuerpo largo más bien delgado un metro con sesenta y ocho, pero bien proporcionado, ojos claros, una mezcla de celeste-plomizo, hermosa como ninguna, rostro ingenuo. Una chica de ciudad, de primer mundo, mente abierta y dispuesta a vivir la vida. Su vida sexual estuvo plagada de relaciones con chicos de su edad, mientras estudiaba en estados unidos. Sin embargo jamás pensó estar involucrada en este tipo de aventuras y menos en un país ajeno justo cuando visitaba a su prima a quien quería y respetaba mucho. Se alegró mucho de estar al día con su método anti-conceptivo pues en estas circunstancias no quería tener sorpresas, internamente agradeció a su novio que insistió tanto para que se haga colocar las inyecciones.

Juan se apartó un poco mientras Érika se desnudaba frente a él. Observó en el sofá de su izquierda se encontraban Andrea y Janeth turnándose para saborear el pene de Hector. Él estaba sentado en el medio mientras las chicas de rodillas en el suelo una de cada lado del hombre, ellas compartían el juguete que Hector ofrecía entre sus piernas. Andrea estaba completamente desnuda, bandereando su hermoso trasero al aire. Desde la posición de Juan se podía ver una bellas nalgas bien contorneadas y una delicada vagina húmeda. A Juan le pareció que no estaba bien dejar esa delicia ahí sola. Dejó un momento a Érika y se acercó dando un par de pasos. Acarició las blancas nalgas con sus manos bien abiertas, rosó aquellos agujeros con sutileza. Andrea regresó la vista y encontró a Juan entretenido, ella le dio su aprobación con una sonrisa. Juan no espero más apunto a una de sus entradas con su falo duro y luego empujó. Juan conocía muy bien a su pareja, fácilmente incrustó su miembro en la vagina de la mujer. Juan empujó fuerte varias veces, sacando algunos gemidos de Andrea. Janeth desvió sus ojos para mirar lo que estaba pasando junto a ella. Sintió envidia pues también quería ser penetrada pero esta aun llevaba su ropa puesta. Quiso deshacerse de sus prendas de vestir pero Hector la obligó a seguir con su trabajo.

Juan continuó con sus embestidas, cada vez más duro, para calentar lo suficiente a Andrea, no perdió más tiempo y fue a lo que realmente le interesaba. Retiró cuidadosamente su pene del interior de la mujer, luego separó con sus manos las nalgas dejando a la vista el dilatado ano de Andrea. Apunto a su objetivo, insertó de un solo golpe hasta el fondo. Andrea dejó escapar un gritó mientras clavaba las unías en la pierna descubierta de Hector. De inmediato soltó el pene de Hector, invadida por un dolor insoportable. Cerró los ojos atónita por el hierro ardiente que la atravesaba desde atrás. La mujer separó sus labios respirando angustiosamente sintiendo que la brutal perforación la partía en dos. Juan insistió en el estrecho agujero, empujaba suave, esperando que la abertura se dilatara más y lo dejara pasar son soltura. Las paredes anales titilaban como tratando de expulsar el objeto extraño. Andrea parecía recuperar el aliento y Juan pudo resbalar su miembro con más confianza, más rápido.

Andrea no gustaba de ser penetrada por detrás, en otras oportunidades le había prohibido a Juan que entrara por ahí.  Precisamente por eso para Juan era una obsesión y quería poseerla, no podía dejar pasar esta oportunidad. Ahora que él estaba en su “casa” ella no se podría negar. En el pasado Andrea había practicado este tipo de penetración y había disfrutado mucho, había logrado orgasmos aún más largos y placenteros que cuando era penetrada vaginalmente. Sin embargo, le aterraba el terrible dolor que le causaba al principio. Además Andrea pensaba que solo las prostitutas se dejaban tomar por detrás. Ella es una chica muy decente y no podía rebajarse a disfrutar de esos placeres tan mundanos. Solo a dos hombres antes, los había dejado entrar por ahí y ahora Juan, que sin su permiso estaba internándose en aquel orificio. Andrea tenía muy claro que ese día las condiciones eran muy diferentes. Había sido invitada por Juan, estaba en un lugar que le pertenecía, lo menos que podía hacer es comportarse incorrectamente, además era muy tarde para arrepentirse, ya lo estaba disfrutando y aún más estaba a punto de explotar en un fuerte orgasmo.

Los gritos de Andrea iban en aumento cuando Juan, sintió las manos de Érika en su espalda llamándolo. Juan estuvo satisfecho por su logro, ahora tenía que continuar con lo que había dejado pendiente. Janeth había dejado a Hector y se había ubicado de rodillas con su rostro a la misma altura que las nalgas de Andrea. Ella esperaba ansiosa la salida del  pene de las entrañas de Andrea, quería saborearlo, pero cuando Juan al fin lo retiró, rechazó a Janeth y fue directo a Érika. Él no tenía intención de volver a caer en esos juegos de Janeth. Ella se sintió ofendida, sin entender porque la rechazaba. Érika tomó a Juan por su pene, con su mano izquierda, lo jaló delicadamente y lo colocó frente a ella mientras tomaba asiento en el mismo sillón que había estado antes.

Érica lucía ahora completamente desnuda, sus grandes senos lucían firmes, con aureolas rosadas y pezones apuntando al cielo. Su sonrisa era maliciosa y sus ojos brillaban lascivamente. De inmediato devoró el falo, mirando al hombre a directo a los ojos. Su boca succionaba como solo ella sabía hacerlo, lubricaba todo su miembro delicadamente con su lengua. A Érika le gustó el pene de Juan, desde la primera vez que lo vio en acción, dentro de la vagina de Elizabeth. Sabía que si su amiga lo estaba disfrutando a ella también le haría bien. Érika tenía un sexo amplio completamente depilado, mojado y listo para ser penetrado. La mujer no podía esperar más, se recostó más sobre el sillón mientras levantaba y separaba sus largas piernas. El paraíso se abría ante los ojos de Juan. La visión era tan maravillosa que sintió ganas de arrodillarse y saborear esa delicia. Sin embargo Érika no se lo permitió, pues estaba tan mojada y dilatada que sentía algo de vergüenza, además la noche anterior había tenido tantos amantes dentro, que no le pareció correcto – Quiero que me penetres – le dijo y Juan aceptó de inmediato comprensivo.

El hombre ubicó su pene en la entrada chorreante, ella se acomodaba con sus dos piernas sobre sus hombros. Este empujó su miembro, entró fácilmente en la húmeda cueva de Érika. Ella lo recibió gustosa, gozosa, el cuerpo del falo rellenaba completa, dilatando sus paredes vaginales y disparando todas sus terminales nerviosas. Cuando el tronco tocó fondo la mujer sintió el poderoso glande presionando contra su útero, la sensación era primorosa, se dejó hacer, al ritmo constante de Juan. Él entraba y salía rápidamente sin cesar, bombeando placer a la mujer.

Una visión maravillosa, alrededor todo era dicha y placer, todos los sillones de la pequeña sala estaban ocupados. Teniendo como referencia la puerta que comunica los despachos, Juan estaba ubicado en el sillón unitario perpendicular a la puerta. A la izquierda y derecha los dos sofás grandes. El sofá de la derecha era usado por el trío de Janeth Andrea y Hector. Janeth ya se había desnudado para ese momento y montaba ágilmente a Hector, saltaba sobre el pene de su amante sin compasión y propinándose su dosis extrema de placer. Andrea en cambio todavía parecía extasiada por su anterior clímax. Continuaba de rodillas pero ahora sobre el sofá junto a Hector tomando con una mano sus senos y con la otra haciendo que Hector introduzca los dedos en su vagina, eso le provocaba de vez en cuando espasmos residuo de su anterior orgasmo.

En el sofá de la izquierda, Carlos todavía se hallaba penetrando analmente a Nancy, quien descansaba de rodillas sobre el mismo sofá en el que antes Juan había poseído a Elizabeth[JATN15] . Nancy tenía su rostro pegado al espaldar del sofá, como si lo estuviera mordiendo. Carlos la embestía sin compasión. Junto a ellos en el mismo sofá Victoria y Mishelle seguían gozando del sexo oral entre ellas. Victoria, recostada boca arriba con su cadera levantada sobre la parte más alta de extremo del sofá, sus piernas dobladas y separadas, tenía metida su cabeza en medio de las piernas separadas de Mishelle. Desde su posición introducía su lengua y dedos en la vagina de Mishelle arrancando gemidos de su amiga quien se retorcía de placer y espasmos. Las rodillas de Mishelle tocando la tela del sofá, su torso completamente vertical, sus ojos cerrados y su cabeza echada para atrás. Ambas manos de la mujer presionaba fuertemente su par de grandes senos. Mishelle nunca había sido mujer bulliciosa en sus relaciones, prefería morder sus labios y aguantar sus espasmos.

Elizabeth se había puesto de pie y se había ubicado justo frente las piernas de Victoria, tenía una visión espectacular de ese sexo desde ahí. Tras Elizabeth estaba Federico quien había conseguido aprobación para penetrarla, ella lo conocía hace tiempo, aunque nunca habían tenido sexo antes. En ese momento él disfrutaba de las delicias de sentirse dentro de Elizabeth, esta lo recibía gustosa en el extremo del sofá. De vez en cuando Elizabeth se inclinaba para colocar su rostro en la vagina de Victoria y saborear todos los jugos, ella la recibía contenta y abría sus piernas para disfrutar mejor la lengua juguetona de Elizabeth[JATN16] .

Juan quiso cambiar de posición, dio vuelta a Érika con sus manos sobre el espaldar del sillón. Esta es la posición favorita de Juan, ella se dejó hacer sin poner objeciones. Juan la penetró nuevamente, sin compasión, el húmedo sexo casi no ofrecía resistencia y la mujer gozaba de sentirse llena por completo. Juan aprovechó la disposición de sus cuerpos  para introducir uno de sus dedos por el orificio anal de la mujer. La abertura trasera de la mujer estaba tan ajustada que parecía no tener experiencia. A Juan el fascinó las condiciones casi intactas de esta limpia entrada y su delicado color rosa pálido. Retiró ágil su fuerte miembro y se arrodilló colocando su rostro frente al blanco trasero. Luego remojó con su lengua los arrugados bordes del agujero. Érika se dejó hacer sin decir palabra alguna, pero sentía un creciente cosquilleo en la zona. Juan, se incorporó nuevamente dándose por satisfecho, había logrado que el ano se dilatara parcialmente, dejando ver el inicio de unas rosadas entrañas. La penetró otra vez por la vagina, lo hizo por un par de minutos más, antes de intentar por la caverna que deseaba. Érika pronto estalló en un largo orgasmo que humecto aún más el largo falo. Juan aprovechó, este era el momento que esperaba, intentó entrar por detrás, colocando con sus manos su grueso glande y empujando, hizo varios intentos fallidos. El ano de Érika se resistía cada vez que lo intentaba, después de algunos minutos, haciendo uso de su larga experiencia Juan logró insertar su miembro. Primero el glande, parecía atrapado por unos fuertes esfínteres que amenazaban con morderlo. Juan esperó, acarició las blancas nalgas de la mujer, le habló con ternura pidiéndole que se relaje, luego poco a poco empujó hasta que el largo cuerpo se incrustara en aquella cueva.

Érika ahogaba sus gritos de dolor, mordiendo el acolchado espaldar del sofá. Quería arrepentirse, en innumerables ocasiones le dijo a Juan que no le gustaba por ahí, pero este parecía no entender y seguía intentando. En realidad Érika no ponía mucha resistencia, solo susurraba repetidamente que no, que no le gustaba, pero continuaba en la posición como resignada. Luego de un momento, Juan había entrado íntegramente, entonces empezó a envestir con suavidad hasta lograr la deseada dilatación. Érika al fin tuvo alivio, el cosquilleo que había sentido antes con la lengua de Juan, había vuelto, empezó a disfrutarlo y cada vez más, era nueva esta sensación, una gozosa sensación.

Érika había tenido una vida sexual muy activa, especialmente la noche anterior. En su vida podía contar muchos compañeros y aún más encuentros sexuales. Pese a que se consideraba liberal, a excepción de la noche anterior jamás había tenido más de un amante a la vez. Nunca se imaginó ser parte de un encuentro múltiple, una orgia era algo que solo había visto en la televisión. Desde que se encontró con su prima estaba viviendo experiencias nuevas, experiencias realmente placenteras, por ejemplo esta era la primera vez que tenía sexo anal y estaba disfrutando de esto. Mientras todos sus sentidos volaban acompañados de un gustoso estremecimiento de sus órganos bajos, su mente trataba de comparar con alguna vivencia pasada.  - ¿Será que este no es mi primer sexo anal?- se preguntaba a sí misma, mientras el mundo entero se nublaba a su alrededor.

Recordó que un día, uno de sus amantes le dijo que le había gustado mucho tener sexo anal con ella. Pero ella no entendió, la noche pasada había bebido demasiado y no recordaba absolutamente nada. Únicamente había amanecido desnuda, junto a uno de los chicos que conoció en la fiesta de la noche anterior. Ella no recordaba pero el chico insistía que fue delicioso poseerla por detrás, que tenía un ano divino. Érika esa mañana no sintió nada distinto, para ella fue igual que siempre, ni dolor, ni nada, un placer como el que estaba sintiendo ahora debería recordarse. Cerró el asunto, sospechaba que el muchacho había mentido y que ella se había quedado dormida la noche anterior y este no consiguió nada.

A pesar de sus miedos Érika había decidido que quería tener sexo anal este día y aguantaría cualquier cosa pero lo tendría. Tomó esa decisión después de la noche anterior, cuando pudo ver a todas sus amigas sin excepción como disfrutaron toda la noche de encuentros sexuales que incluían anal. Ella no lo hizo por miedo, pero ahora no iba a quedarse atrás. Siguió los consejos de sus amigas, se relajó, dejó que la penetrasen dejó que la llenen y ahora estaba disfrutando de manera no imaginada. Juan pareció leer la mente de esta mujer y obtuvo el privilegio de ocupar las entrañas de la mujer. Érika estaba recibiendo castigo por la entrada recién inaugurada y le gustaba. Ahora se daba cuenta que no era nada del otro mundo, una vez que alcanzó su máxima dilatación el placer se aproximaba mucho al sexo vaginal, quizás disfrutaba igual, pero al menos ahora no había nada que sus amigas hicieran y que ella no, eso le llenaba de un gran orgullo por sí misma.

Por ese mismo momento, Mishelle explotaba con espasmos y voraces gemidos, quedando tendida sobre la porción del sofá que ocupaba. Su cuerpo se retorcía enérgico por las convulsiones que le había provocado su amante. Victoria aún bajo su amiga lucia bañada de jugos en todo su rostro pero satisfecha por la faena. Ella conocía muy bien a su amante, había logrado en ella un orgasmo tan grande y duradero como en los viejos tiempos. Victoria sabía que su amiga permanecería exhausta por lo menos los próximos diez minutos, hasta recuperarse. Entonces decidió dejarla ahí gozando, se incorporó, levantando suavemente las caderas de su amiga. Limpió como pudo los líquidos esparcidos en todo su rostro. Entonces quiso tomarse un descanso, caminó unos pasos mostrando segura su completa desnudes. Fue en busca de algo de agua, pasó por donde estaba Carlos, quien envestía vaginalmente a Nancy en la posición misionero, mientras se deleitaba con los hermosos senos de ella[JATN17] .

Victoria tomó un sorbo refrescante de agua mientras miraba a los alrededores. Encontró a Juan aun embelesado con el hermoso ano de Érika. Victoria miró lascivamente al hombre, deseando ser ella a quien penetraran de esta forma. Esperaba que Juan se diera cuenta de su presencia, pero este ni siquiera le regresó la mirada. Decepcionada, regresó a donde estaba Nancy, su segunda opción. Se acercó a Carlos, quien trató ignorarla al principio, pero luego cedió. Carlos estaba visiblemente furioso, pero ella sabía aplacar el enojo de su amigo. Se puso de rodillas y en una de aquellas envestidas tomó el pene de su novio, lo sacó de la vagina de Nancy y lo llevó directo a su boca. La mujer saboreó por completo el falo mojado. Sedienta, devoró los deliciosos jugos que su amiga había impregnado en el mástil que previamente había ocupado el sexo de su amiga. Cuando sentía el miembro limpio, lo ubicaba para que siga irrumpiendo en la caverna húmeda de Nancy. Luego de un rato, repetía la acción, en busca del preciado líquido lubricante[JATN18] .

Como a la cuarta interrupción de Victoria, Nancy se cansó del juego y se acomodó sobre el sofá, dando espacio para que la mujer se acueste junto a ella y permitiendo ser penetrada. Victoria se recostó ansiosa boca arriba junto a su amiga separando las piernas tanto como pudo. Carlos cambió de lugar, se recostó sobre su novia y la empaló en la misma posición que antes había estado con Nancy. Para él fue la gloria misma, al fin estaba dentro de la mujer que amaba, dándole toda su pasión. No importaba lo dilatado que Victoria tenía su vagina, ni cuántos hombres habían entrado antes ahí. Por alguna extraña razón pensar en eso le provocaba un morboso deseo de poseerla con más fuerza. Carlos amaba a esa mujer y disfrutaba tanto con cada embestida que se sentía en el cielo. Cada vez su pelvis golpeaba con más fuerza a la mujer, provocando el conocido sonido, el choque, carne contra carne, mezclado un chapoteo de líquidos. Mientras Carlos descargaba toda su virilidad sobre su amada, junto a ella, estaba la hermosa casi desconocida Nancy, quien lo guiaba con cada empujón y lo acariciaba con sus delicadas manos perfilando el masculino cuerpo del hombre[JATN19] .

Nancy, mordía su labio inferior tratando de contener el enorme placer que le producía, ver a su amiga siendo castigada de esa manera. No podía aguantar más, había estado a punto de alcanzar el éxtasis, hace unos minutos, antes que Victoria la interrumpiera. Deslizó su mano izquierda a su entrepierna para acariciar su clítoris, pero esto incrementó aún más su excitación. Entonces se levantó de donde se encontraba, Victoria le había robado un orgasmo y sería justamente ella quien debía calmar su pasión, quien debía darle placer. Trepó como pudo y se acomodó en un extremo del sillón, separó sus largas piernas mostrando su hermoso y húmedo sexo a la pareja que tenía en frente. Carlos estiró su mano para insertar un dedo pero no era suficiente quería más. Victoria entonces cambió de posición, quería satisfacer también a su amiga. Hizo levantar a su novio y dio la vuelta colocándose en sus cuatro extremidades sobre el sofá. Mostrando a Carlos ese espectacular culo que necesitaba atención, ahora ella se encargaba de saborear los dulces jugos de Nancy[JATN20] .

Federico al otro extremo del mismo sofá en el que se encontraba su novia, parecía estar completamente agotado. Dejó a la rubia y fue a sentarse en el sofá junto a Mishelle. Quien ahora estaba sentada recuperándose, Federico siempre había admirado la belleza de Mishelle y le pareció la oportunidad adecuada para expresarlo.

–       Mishelle te vez hermosa, te lo he dicho muchas veces pero hoy, que te puedo ver completa debo decirte que tienes un cuerpo perfecto, eres realmente muy linda, siempre he envidiado a Juan

–       Gracias Federico

–       Me parece bueno que estés aquí, dadas las circunstancias… - Federico aprovechó para deslizar sus grandes manos por encima de los redondos senos de Mishelle, esta se retiró indignada, cubriendo sus partes íntimas

–       No Federico, no mal interpretes yo no soy como tus otras amiguitas

–       Pero… - Federico no entendía porque lo rechazaba, ella estaba aquí desnuda disfrutando de un buen sexo, entre un grupo de amigos que parecían tener los mismos gustos y compartían todo, el mismo había compartido su novia Nancy con Juan ¿Qué le pasaba a Mishelle?

–       Tranquila Mishelle, de este niño travieso me encargo yo – interrumpió Elizabeth tratando de salvar la situación, sin decir más se acomodó a horcajadas sobre Federico, cabalgando a su amante como a ella le gustaba.

Elizabeth montó a su amante a ritmo acelerado, haciéndolo olvidar el mal rato. Ella lo estaba llevando al clímax máximo haciendo retumbar el sofá, con cada salto como ondas que dispersaba en el agua[JATN21] .

Mishelle miraba de un lado a otro con repugnancia, estaba rodeada de una jauría de animales lujuriosos, que solo buscaban satisfacción. Ella no se hallaba su sitio en ese lugar, no entendía en que momento se atrevió a participar. No sabía que estaba haciendo ahí, llevaba encima un cargo de conciencia difícil de aguantar. Quiso llorar, no concebía por qué, pero a su alrededor nadie podía entenderla, nadie compartía su sentimiento de soledad. Al contrario, todos los presentes parecían felices, extasiados ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Cómo había llegado hasta ahí?

Justo frente a Mishelle en el otro sofá, un chico de cabello castaño insertaba con fuerza su largo pene. Lo hacía por entre las redondas nalgas de Andrea una de las amigas de Elizabeth. Mientras la rubia justo ahora, tenía sexo junto a ella, a horcajadas sobre uno de sus mejores amigos, Federico. Este a su vez, había intentado propasarse descaradamente. << Mierda, mierda y re-mierda >> Mishelle se había dejado llevar por una vieja pasión y ahora de pronto todo estaba de cabeza, las imágenes de lo que fuera su despacho personal le parecían inaceptables. Movió la cabeza desolada tratando de entender. Metió su cabeza entre sus manos y cuando alzó la vista, un escalofrió recorrió su espalda.

Esto debía ser algún tipo de pesadilla, no la había visto antes, pero frente de Andrea posada sobre sus cuatro extremidades, estaba Janeth. Era increíble, Janeth la perra con la que la noche anterior su novio la había traicionado en los aseos del club. Pero la escena no terminaba ahí, era aún más doloroso mirar a Juan a su derecha, en el sillón personal, penetrando analmente a una mujer de cabello castaño que no conocía. Mishelle asumió que también debía ser del grupo de Elizabeth. ¿En qué momento el mundo se volvió loco? A su lado derecho sus dos mejores amigas, Nancy y Victoria gozaban de un buen sexo entre ellas mientras otro desconocido penetraba por detrás a Victoria. Siempre había admirado la belleza de Nancy, incluso le parecía sexy y deseable. Algunas veces pasado lesbiano de Mishelle le jugaba malas pasadas. Sin embargo ella sabía cuánto amaba a Federico y el inconmensurable placer que Nancy obtenía del coito heterosexual ¿Cómo habían llegado sus dos amigas a tal desenfreno lesbiano?

Mishelle sencillamente no entendía, su mundo estaba de cabeza, para ella el sexo era algo muy íntimo, algo casi sagrado. Algo que había disfrutado siempre con una pareja a la vez. Primero con Victoria y luego con Juan, los únicos amantes de toda su vida y no pensaba cambiar eso. Pero ahora todo estaba al revés, a donde miraba había cuerpos desnudos sudando, penes, vaginas, senos, nalgas, moviéndose, mojándose ¿en qué planeta de locos se había metido? ni aun en sus mejores fantasías se habría imaginado algo así. Antes de hoy, solo mirar un pene le provocaba un sonrojo difícil de ocultar, antes de este día, no había visto tantas mujeres desnudas juntas, peor aún hombres. Como podía ser tan fácil para otras personas solo tener sexo, no podía entenderlo, le daba repugnancia y a la vez celos.

No importaba donde mirase, había sexo por todas partes, en todas las formas imaginables. Solo por mirar a algún lado, plantó sus ojos sobre Janeth, la perra sin vergüenza ¿Cómo es capaz? ¿Quién la invitó? Seguro fue Juan, aunque no ha visto que ella se le acerque. La perra ahora se había colocado entre Andrea y el atractivo joven alto, succionaba el jugoso pene que le ofrecía el hombre, plantó su mirada en ese seductor miembro, había un parecido, si… un parecido único falo que ella conocía. El pene de Juan era bastante similar, con esa distribución de venas gruesas y el grande tan amplio. Pero había algo más, por alguna razón continuó mirando absorta en sus pensamientos.

La perra devoraba completo ese mástil ¿es así como se debe chupar un miembro de esas características? La perra parece darle placer a guapo hombre frente a ella. Era  extraño, jamás se habría atrevido a mirar otro pene, que no fuera el de Juan ¿qué le pasaba? ¿Quizás le gustaba ese chico? <<No, no puede ser, debo apartar esos pensamientos de mi mente>> pero quizás le gustaría estar en el lugar de la perra <> ella odiaba a la perra, no se entendía ni ella misma.

Mishelle quería salir corriendo del lugar, pero sus pies no se lo permitían, estaba paralizada, aun si pudiera, estaba desnuda ¿Dónde habían quedado sus ropas? Sentía demasiada vergüenza, para levantarse frente a todos esos desconocidos. Ahí sentada en medio del sofá rodeada de toda esa gente, por lo menos podía esconder parcialmente su cuerpo, no podía dejar esa posición cómoda. Mishelle era pudorosa jamás nadie antes de sus dos amantes la habían visto desnuda, la situación era completamente embarazosa. Si intentara levantarse a buscar sus ropas, todos podrían ver su cuerpo completamente desnudo, no podía permitirlo.

Mishelle continuaba con su mirada fija en la pareja de en frente. Todos los músculos bien definidos del muchacho se activaban con cada envestida, ahora entraba y salía de Andrea. El hombre se movía ágil, elegante, de alguna manera le recordaba a Juan <>  La perra esperaba cerca, sedienta, de vez en cuando sacaba con sus manos ese gran pene y se lo metía a la boca, saboreaba ese néctar con los ojos cerrados, cuan sabroso debería ser saborear los jugos de una mujer en el duro falo de un verdadero varón <>  

En algún momento, Janeth se percató que era observada por Mishelle, la mosquita muerta parecía excitarse mirándola hacer su trabajo << ¿no tuvo bastante con la escena de anoche? ¿Quiere ahora este hombre también?>> Janeth estaba molesta, quiso provocarle aún más celos. Saboreó el pene que sostenía en su mano. Lo chupó con gran pasión, como si fuera una golosina única de la cual solo ella se podía deleitar.

Vino entonces a la cabeza de Mishelle imágenes de Juan enseñándola a tener sexo oral. Ella al principio no quería aprender eso, le parecía asqueroso. Juan con mucha paciencia le hizo cambiar de opinión… y aprendió… y le gustó. Juan siempre le decía, que nadie antes le había hecho una felación tan exquisita como Mishelle. Que era única que lo había satisfecho por completo y que por eso él la amaba. Mishelle realmente amaba a ese hombre y haría cualquier cosa para hacerlo feliz. Aunque eso signifique sentirse como una prostituta de vez en cuando, por hacer este tipo de cosas. Le consolaba saber, que solo con Juan podía sentir este tipo de placer y confiaba ciegamente en que él ofrecería su miembro solo a ella. Pero ahora podía ver la verdad, la perra… la perra lo hacía tan bien, quizás por eso Juan la buscaba, la perra tenía tanta experiencia, la perra daba tanto placer a este hombre que… De pronto Mishelle sintió una presión bajo su abdomen ¿qué estaba pasando? Quiso apartar su mirada pero no pudo.

Hector llegó al éxtasis, derramando chorros de semen caliente sobre el rostro de blanco Janeth. La emulsión era tan espesa, que terminó ocultando el lunar tan distintivo que Janeth tenía en su mejilla izquierda. Aun así la mujer recibía gustosa ese jugoso alimento agua luz. Lo saboreaba con vehemencia, al principio lo hacía sola, después se unió Andrea. Las dos mujeres arrodilladas en la alfombra, se deleitaban mientras Hector ofrecía dichoso a las dos chicas, su falo aun erecto y con una cabeza roja y grande el cual se veía poderoso. Las mujeres lamían cada centímetro mientras el miembro continuaba expulsando gotas del fruto bendito.

Mishelle, con su mandíbula desencajada, recordó la primera vez que Juan terminó en sus manos, fruto de un sexo oral que ella le estuvo practicando. Una experiencia por demás extraña y a la vez asquerosa, ella habíase retirado rápidamente para no mancharse de la sustancia blanquecina que se esparcía por todas partes. Juan había expulsado ese líquido blanquecino con tanta fuerza, que se le fue difícil contener. Ella colocó rápidamente sus manos para evitar que le alcanzaran pero aun así algunas gotas habían ido a dar en sus senos. Mishelle se limpió de inmediato, pensando quizás que solo el contacto la podría dejar embarazada. Reconocía ese olor tan característico y la textura tan particular pero jamás se había atrevido a saborearlo. Mucho menos a devorarlo como ahora lo hacía la perra y también Andrea. Mishelle alguna vez se preguntó; cómo sería el semen de otro hombre; ese era quizás el pensamiento más pervertido que jamás ha pasado por su mente. Ahora lo sabía, lo había visto con sus propios ojos, aun cuando se encontraba algo lejos, podía ver, podía percibir. El líquido era muy parecido al que ella conocía. << Vaya extraña situación>> pensó sexo duro, la perra, un hombre por demás atractivo, presión donde inicia su útero, semen, su ex novio, todo mesclado en una escena que estaba corrompiendo todos sus principios y sentimientos.

De pronto, el concierto de gemidos se dirigió a otro sector de la pequeña sala. A la derecha de Mishelle, los inconfundibles gritos de Victoria la sacaron de su pesado ensueño. Sus dos amigas gemían muy fuerte, pero de pronto Nancy empezó literalmente a gritar como una loca. El chico que penetraba a Victoria por detrás clamaba también fuertemente dando indicios de estar a punto de eyacular. Al poco rato Carlos sacó su húmedo pene de las entrañas de la mujer y apuntó a la blanca espalda de Victoria. Carlos esparció grandes gotas del mismo líquido blanquecino, y luego usó su pene para untarlo desde la espalda hasta las nalgas de la mujer. Nancy se acercó, aun sonrojada por su reciente éxtasis y lamió todos los residuos en el cuerpo de su compañera.

Esto era una locura, ahora era Federico, a la izquierda de Mishelle quien parecía a punto de estallar, pero Elizabeth se detuvo por un momento

–       ¿qué pasó? – Preguntó Federico

–       Perdóname no es nada, eres muy bueno, casi no puedo seguirte el ritmo, solo estoy tomando un poco de aire – mintió justificándose, pero en realidad lo que buscaba es alargar su placer, ella no quería que el hombre eyaculara aun, necesitaba más placer

–       Qué bien porque estoy a punto de terminar – Agregó Federico resoplando las palabras y limpiándose el sudor de la frente

–       Genial amor, ahora mismo vuelvo a la acción – contestó Elizabeth resignada

Mientras tanto Érika, en el sillón unitario con Juan, explotó en desgarradores gritos de placer y convulsiones que retorcían todo su bello cuerpo. Juan la había hecho terminar varias veces y parecía exhausta, retiró su pene para permitir que  desflore todo su éxtasis. Ella dio la vuelta y se retorció sobre el sofá tomando fuertemente y con ambas manos aquellos espectaculares senos de rosadas aureolas. Juan regresó su mirada y pudo observar a Mishelle mirándolo detenidamente, cuando esta se percató desvió la mirada asustada. Ella esperaba ver a su ex novio expulsando su semen, pero eso no pasó.

Juan tenía su pene aun rígido y con ganas aun de más placer, miró a Mishelle, ella lo ignoró, pero junto a ella, estaba Elizabeth, saltando sobre Federico con su pene entrando y saliendo de su hermoso sexo. En cada salto Elizabeth sacaba casi completamente el largo falo y luego volvía a bajar con fuerza, provocándose una inserción completa como tratando de provocarse más placer. Juan sintió la delicada mano de Érika rodeando su pene, jalándolo, tratando de llevarlo a su boca, Juan tenía otra idea en mente

–       Ven conmigo – dijo Juan deteniéndola antes de lograr su cometido

–       Claro lo que tú quieras amor – respondió sumisa

Juan llevó a la mujer, tomada de la mano, la sentó junto a Mishelle, en un espacio que había dejado para mantener distancia entre Federico y sus azotes con Elizabeth. Mishelle observó atenta, como aquella linda mujer se acomodaba en el pequeño espacio. No entendía cuáles eran las intenciones de Juan, frunció el ceño, dejaba ver el desagrado que le producía estar cerca de su ex novio.

Juan no se inmutó, dejó a la mujer y de inmediato se dirigió a donde estaba Elizabeth. Ella seguía disfrutando las ensartadas que ella misma provocaba sobre Federico. En cuando se percató de la presencia de Juan se detuvo, regresó la mirada, lo tenía justo tras ella, entendió lo que buscaba, se acomodó mejor, reclinó su hermoso cuerpo sobre Federico, aplastando sus enormes senos sobre los pechos perfilados del hombre. En esa posición lo empujó hasta que el dorso de este tocara el espaldar del sofá. De esta manera, levantó ligeramente su redondo trasero, para ofrecerlo a Juan aun con el mojado miembro de Federico incrustado en su sexo.

Juan tomó las dos nalgas blancas, una con cada mano, las separó dejando a la vista el bien dilatado agujero de Elizabeth. Juan se agachó un poco, masajeó con sus dedos las rosadas paredes de aquel ano perfecto. Luego lo humectó con su propia saliva, finalmente apuntó a la entrada, presionando el fuerte glande, sin mayor esfuerzo este desapareció casi de inmediato, entonces empujó firmemente, deslizando su falo sin la menor resistencia. Al poco rato sus testículos fueron a dar contra los abultados glúteos de la mujer. Juan estaba completamente adentró y la mujer obtuvo la posición deseada, aquella que Elizabeth disfrutaba por sobre manera. La doble penetración, es un arte, el cual pocos hombres saben ejecutar correctamente para proveer complacer a una mujer. Elizabeth sabía que en esa posición conseguiría todo el gozo que ella necesitaba.

Mishelle, sintió nauseas, no podía creer el grado de perversión de esta gente. Jamás se hubiera imaginado siquiera, una cosa parecida, dos hombres penetrando al mismo tiempo, se preguntaba cuanto podía doler eso. Ella había tenido relaciones anales una sola vez con Juan, después de mucho tiempo de insistencia de este, le había dolido tanto, que decidió no volverlo a hacer, no importaba el placer que consiguió en aquella ocasión, pensaba que era demasiado sacrificio para solo un poco de placer.

Sin embargo, Elizabeth lo que menos sentía, era dolor, le encantaba esa posición y solo pocos de sus amantes habían podido complacerla de esta manera. Elizabeth estaba extasiada, todo su cuerpo irradiaba placer, cada uno de sus poros hervía en sexo y explotaba orgasmos seguidos. Uno tras de otro, no los podía contener. Esto era lo que había esperado por largo tiempo, todo lo pasado valía la pena, estaba en otro mundo, estaba exhausta, su cuerpo templaba sin control, todos sus músculos se contraían y sus gritos descontrolados se le escapaban, estaba a punto de caer rendida. Entonces Juan observó que su amigo Federico también lucia exhausto y le gritó - ¡Vamos! ¡Vamos! Federico tenemos que partir a esta perra en dos, dale con más fuerza – Federico sacó fuerzas de donde no había y siguió empujando por un buen rato.

Cuando todos los demás gemidos cesaron en el despacho, solo los tres amantes seguían jadeando con ritmo constante. De vez en cuando Elizabeth gritaba dramáticamente como poseída cuando estallaba con espasmos que fulminaban todo su cuerpo por completo.

Andrea no podía más que morderse su labio inferior, sintiendo toda esa pasión y calor que irradiaba esa pareja junto a ella. Su sexo de pronto se inundó tan solo mirando aquella escena. Había visto a su prima últimamente en coito flagrante con algunos hombres, pero solo ahora parecía estar gozando completamente.

Victoria y Nancy quienes estaban al otro extremo del sofá, se acercaron, alarmadas por los graznidos de su amiga. Luego se les unió Andrea, levantándose ágilmente del sofá. Las mujeres rodearon el trío para apreciar mejor el espectáculo, en una suerte de culto hedónico. Sentían tanta envidia del placer que le estaban otorgando a Elizabeth que frotaban sus cuerpos tratando de captar algo de aquel erótico encuentro. Luego se acercó también Janeth, justo cuando Federico parecía no aguantar, había prolongado tanto su clímax, que le era casi imposible seguir, gritó estridentemente

–       ¡Voy a terminaaaaar! No aguanto mas

–       Hazlo mi amor– le respondió Elizabeth entre susurros – lléname de toda tu leche - así lo hizo Federico gritando como un animal herido.

Juan se retiró rápidamente, provocando una implosión instantánea en las entrañas de Elizabeth que disparó todas sus terminales nerviosas y sus gritos se igualaron con los de Federico. Unos segundos después, se pudo ver como los hilos de semen escapaban presurosos por el agujero aun corchado de Elizabeth. Ella se levantó perezosamente tratando de librarse del mástil ardiente que aun la perforaba, cuando lo hizo, un chorro de emulsión blanco-transparente, se escurrió de sus entrañas, manchando sus bellas piernas y las del exhausto hombre. Elizabeth dejó caer pesadamente sus amplias caderas sobre el sofá, separó al máximo posible sus piernas, mostrando completa su flor de loto. Finalmente se recostó en el regazo de Federico fulminada, pero satisfecha. Con el poco aliento que le quedaba, agradeció a su amante.

  

–       Fantástico  mi amor, me encantó – su prima junto a ella también intervino

–       Bien hecho prima, eres excepcional, yo quisiera tener tu habilidad para obtener tanto placer – Elizabeth no hizo caso a nadie, parecía adormitada, aferrada únicamente al grueso brazo de Federico que parecía protegerla. No permitió que ninguna de sus amigas la toque, no quería saber nada más de sexo, su cuerpo yacía flácido, disforme, por primera vez, en todo el día, su ser no era más un objeto de atracción sexual. Su piel antes perfecta, lucía brotes rojizos por todos lados, sus nalgas, senos, caderas, dejaban ver moretones desalineados que parecían golpes irregulares, su pelvis labios, ano, hinchados y amoratados lucían sin forma y revueltos en líquidos blanquecinos que no resultaban tan atractivos.

Nancy, Victoria y Andrea observaban la desgarradora escena con angustia, pero respetaron el deseo de su amiga de no ser tocada. Deseaban tanto saborear el semen de Federico pero su amiga estaba tan cerca y no querían importunar. De pronto cayeron en cuenta Juan había desaparecido de la escena, era el único, al que no habían visto eyacular. Juan estaba unos pasos atrás sentado sobre el sillón unitario, aún mantenía su pene duro como una piedra. Las chicas se hablaron entre susurros, trazaron un plan, no lo iban a dejar escapar a este hombre hasta que les vacié su leche.

Las tres mujeres, sonrieron mirando lascivamente a un Juan que parecía exhausto, dieron vuelta y caminaron frente a él, todas sonrieron y lo llamaron con movimientos cortos de sus dedos índices. Luego fueron al sofá que estaba libre, subieron, se arrodillaron dando las espaldas y formando una fila de mujeres desnudas, Nancy, Andrea y Érica[JATN22] , en ese orden separaron sus piernas cuanto pudieron, luego se sujetaron del espaldar, levantando y bandereando sus hermosos traseros al aire. Juan se acercó, observó la fila de culos esperando que los penetrara. Todas estaban deseosas y Juan se deleitó primero acariciando las perfectas curvas y pliegues de las bellas mujeres frente a él. Luego insertó sus largos dedos en algunos de los orificios comprobando su estado, todos tenían la dilatación y humedad perfecta. Juan saboreó un poco pero se dio cuenta que ellas esperaban algo más.

Juan entró vaginalmente primero en Nancy, la primera mujer en el extremo izquierdo de la fila, con su mano izquierda tomo de los cabellos de la mujer, jalando en cada envestida. Los dedos de su mano derecha escudriñaban los agujeros de Andrea, pulgar al ano y el resto en la vagina. Érika era la única que frotaba ferozmente su clítoris con su mano derecha, excitada con los quejidos de sus amigas.

Luego fue Juan en un movimiento ágil, se empotró sobre Andrea internándose en su cavidad anal. Con sus dos manos ahora perforaba a las dos mujeres en la misma posición que antes, dedo índice anal, demás dedos vaginal. Finalmente fue sobre Érica penetrándola vaginalmente mientras con su mano izquierda penetraba a Andrea y con la derecha jalaba los bellos senos de Érica. Nancy excitada como una perra en celo se abalanzó sobre Andrea y la besó frenéticamente, ella respondió agradecida mientras ambas acariciaban, jalaban, arrugaban sus hermosos senos.

Juan continuó su sesión por turnos entrando y saliendo aleatoriamente de anos y vaginas bien dilatados. Todas recibían gustosas y sin restricciones el falo del hombre. Las mujeres se dejaron hacer sin importar cuan violento pudiera ser Juan, besos, caricias, choques, envestidas, gritos y espasmos terminaron venciendo a Juan, quien sudoroso fue a explotar en el ajustado ano de Andrea la mujer ubicada justo en el medio de las otras dos.

Juan no pudo aguantar más y soltó un gemido ahogado mientras retiraba su potente miembro y derraba el preciado semen sobre la espalda de su amante. Érika y Nancy, calientes, reaccionaron al unísono, posándose directo sobre el pene ardiente. Las dos saborearon con sus bocas un buen rato, tratando de captar la mayor cantidad del fluido vital. Vaciaron por completo y limpiaron todos los residuos del brebaje blanquecino[JATN23] .

CAPÍTULO 9

El perdón

Victoria se levantó como impulsada por un resorte, había estado descansando después de su larga jornada, pero cuando abrió sus grandes ojos se encontró con una gran sorpresa. Juan, su ícono sexual, rociaba semen ardiente sobre un grupo de excitadas mujeres. La imagen era placentera y seductora a la vez, quería lanzarse a la pelea de ese líquido conocido, pero se detuvo en seco. Su cerebro trabajaba a mil por hora, planeó rápidamente la estrategia. De pronto Victoria pareció iluminada, esta sería su forma de agradecer a ese hombre tan especial, dio vuelta y tomó la mano de Mishelle, la jaló con una sonrisa generosa, sus ojos brillaban todo ella parecía confiada.

Mishelle frunció el ceño, como enojada por el atrevimiento de su amiga. No importaba cuanto insistiera Victoria, moverse un centímetro, significaría desviar automáticamente las miradas de todos los presentes hacia ella y eso no quería. Mishelle se sentía exactamente en el centro ese círculo pervertido. Desde su posición en el sofá Mishelle podía identificar, a su lado izquierdo Elizabeth y Federico jugando morbosamente. A su derecha, todavía peor, la perra parecía embelesada en autosatisfacerse, restregando su mano sobre su sexo depilado << ¡Maldita perra, porque sigue aquí! >> pensó.

Mishelle amplio su campo visual y se encontró a su derecha, un poco más adelante, sentado sobre el sillón unitario Carlos, a quien no conocía en ese momento. A su izquierda, usando el otro sillón personal, Hector, el muchacho tan atractivo que había visto hace poco en acción. El chico la miraba atentamente, como leyendo sus pensamientos. Mishelle se sonrojó y desvió la mirada, mientras trataba resistirse a los insistentes jaloneos de su amiga Victoria. Ella trataba de convencerla y tiraba con todas sus fuerzas, pero su amiga parecía no moverse. Victoria tenía un gran plan en mente, pero primero debía lograr convencer a su amiga.

Andrea [JATN24] se había desplomado boca abajo sobre el sofá, su cabeza descansaba sobre las piernas de Érica, quien hacía las veces de almohada. Érika yacía sentada sobre el sofá y acariciaba tiernamente la larga cabellera de su amiga. De vez en cuando, Érika recorría con sus delicados dedos, la escultural figura de la mujer, tomaba residuos de semen, los esparcía por la blanca piel de la mujer y luego se los llevaba a la boca, saboreando y recordando los excitantes momentos que acababa de pasar.

Nancy y Juan [JATN25] se habían separado del grupo, sentados sobre el extremo del segundo sofá. Nancy lameteaba todo el cuerpo de Juan como si tratase de comérselo. Juan parecía exhausto y se dejaba hacer, la mujer posaba su lengua y dientes sobre los pectorales fuertes del hombre, mordisqueaba, lamía, chupaba, lo hacía deleitándose de todo el cuerpo del hombre. Luego cambió de estrategia, tomó sus grandes senos y los restregó metódicamente cubriendo todo el cuerpo del varón. Nancy parecía agradecida con el hombre, satisfecha por aquel singular día, no solo por todo el placer que le había ofrecido Juan, sino por toda la jornada de revelaciones. Después de hoy no tendría que esconder sus perversiones a su novio, no tendría que ocultarse, lo tenía en frente y no tenía miedo de perderlo. Federico la miraba atento, observaba como ella besaba a otro hombre, como lo acaricia, como hurgaba en aquel varonil ser. Nancy se frotaba contra el hombre como tratando de hacerse uno con su amante. En algún momento Nancy, había convertido a Federico en su gran alcahuete y resignado amor de Nancy.

De un momento a otro, hizo aparición Victoria de la mano de Mishelle, quien abochornada trataba de cubrir, sin mucho éxito, sus senos, nalgas y su sexo. Victoria la llevó a jalones al sofá en que estaba Andrea y Érika. Mishelle se resistió lo más que pudo, no quería levantarse, no quería mostrar su cuerpo desnudo, pero sobre todo no quería estar junto a Juan. Sin embargo Victoria sabía conseguir lo que quería, la arrastró convenciéndola de que lo iba pasar bien y que no se preocupara por lo demás.

Cuando las dos mujeres se postraron frente a Érika y Andrea, Mishelle pudo ver claramente las grandes y redondas nalgas de esta última. Victoria se arrodilló sin pensarlo y separó las piernas de la mujer, sin dudarlo, pasó su lengua ansiosa saboreando el delicioso semen que había quedado en la parte trasera de Andrea. Luego invitó a hacer lo mismo a Mishelle, ella no quería, sería como probar algo de Juan y ella no quería nada de él, además le parecía repugnante el sabor de ese líquido aun si no fuera de Juan.

Luego Mishelle recordó a la perra, recordó como la perra, disfrutaba de esa mescla de semen y fluidos vaginales. Su abdomen de pronto se contrajo con ese solo pensamiento. Apretó sus piernas tratando de contener aquella humedad naciente que sentía en su feminidad. << ¿Qué le estaba pasando?>> quería hacerlo, <> debía retirar esos pensamientos obscenos de su mente. Mishelle se debatía en una lucha interna. Victoria insistía, ella se negaba, pero finalmente cedió, se arrodilló, pasó tímidamente su lengua. Su paladar conocía ese sabor, pero no lo identificó rápidamente. Inconscientemente Mishelle gustaba del placer epicúreo de una mujer desconocida y eso le animaba a seguir. Hizo algunos intentos, deslizó su lengua con ligereza, tomó confianza, empezó a lamer e introducir más fuerte su lengua. Aquellos rosados labios menores, eran una verdadera delicia, la textura gomosa se mesclaba con un excitante sabor a mujer, ya no podía detenerse.

Mishelle pronto estuvo acariciando esas bellas y grandes nalgas, deleitándose con la perfección de la blanca piel. Subió un poco, se encontró con aquel dilatado ano de Andrea, aun emanaba aquella bebida blanca. Mishelle perdió los estribos, era tan obsceno el momento, tan lujurioso poseer a una mujer prácticamente desconocida pero hermosa. No le importó nada, empezó a divertirse, jugueteó con los restos de semen que había quedado regado en las piernas de Andrea. Primera vez que bebía ese líquido y le encantó la mezcla poscoital. Mishelle se olvidó por completo de la presencia de Juan, decidió relajarse, pasarlo bien con sus nuevas amigas[JATN26] .

El tiempo pasó, pero las mujeres seguían jugando. Andrea se había recostado con sus piernas levantadas sobre el espaldar del sofá. Su cabeza bajo las piernas de Mishelle, quien se había arrodillado y montado a horcajadas haciendo coincidir exactamente su sexo sobre los delicados labios de Andrea. Nancy se había unido al grupo de mujeres y besaba ferozmente los senos de Mishelle provocándole placer. A la derecha Victoria besaba frenéticamente en la boca a Mishelle, las tres mujeres parecían concentradas en dar placer [JATN27] a Mishelle.

Juan fue a ubicarse en el extremo del sofá, en que estaba Elizabeth. El pene de Juan, lucía semi flácido deseoso de darse un respiro. Juan tomó asiento y se relajó, junto a él pudo identificar a Elizabeth, Janeth y Federico quienes traveseaban palpando sus desnudos cuerpos. Elizabeth parecía haberse recuperado y Jugaba con Janeth, esta había retirado por completo el semen que había quedado en la vagina de la rubia. Carlos y Hector seguían en los sillones unitarios ubicados en los dos extremos de la oficina[JATN28] .

Juan jalaba su miembro con su mano izquierda, parecía recuperar su erección, la escena llena de placeres deshonestos le resultaba por demás excitante. Elizabeth miraba ansiosa al hombre, se incorporó y acercó, gateando sobre el sofá, se desplazó coqueta haciendo un lado a Janeth. Empezó a lamer suavemente el semi flácido pene de Juan. Lo hizo como agradecimiento por tanto placer que había recibido de aquel falo.

Pronto el poderoso mástil del hombre, tomó forma dentro de la experta boca de Elizabeth. Ella miraba directo a los ojos del hombre mientras mamaba como sedienta. Le sonrió, le guiñó uno de sus hermosos ojos celestes, como queriendo decirle algo pero con su boca atosigada. Luego retiró lentamente el miembro, dejándolo bañado en su saliva. Sin palabras, estiró su mano izquierda para mostrarle lo que estaba pasando en el sofá de en frente - Es hora que lo hagas mi amor, esta es tu oportunidad para arreglar sus problemas.

Juan giró su cabeza extrañado, encontró a Mishelle disfrutado de una posición 69 con Andrea por debajo. Mishelle se había recostado boca abajo, sobre el hermoso cuerpo de su amante mujer. Las piernas de la Mishelle arrodilladas y ubicadas a cada lado de la cabeza Andrea. Esta última, recostada sobre el sofá, piernas en alto, estiradas y bien separadas coincidían con el espaldar del diván. En esa posición, Andrea permitía que la cabeza de Mishelle se incrustara completa en su sexo.

El hermoso trasero desnudo y respingado de Mishelle, se movía al ritmo que la lengua de Andrea le dictaba. Ella jugaba con los labios menores de la mujer, saboreando y deleitándose con los jugos que Mishelle despedía. A los lados Nancy y Victoria acariciando los cuerpos de las mujeres y besándose entre ellas de vez en cuando.

Victoria, Nancy y hasta Andrea reaccionaron al unísono, regresaron la vista a donde estaba Elizabeth, todas asintieron con un guiñó, todas parecían como si se hubiesen confabulado. Las mujeres lo habían planeado para este momento y Juan apenas tomaba conciencia del juego en lo habían involucrado. Juan captó ágilmente la intención de las jóvenes, aceptó la proposición, iba a hacer a hacerlo, se levantó, caminó sigiloso, se colocó justo detrás de Mishelle, sin que esta se diera cuenta de su presencia. Muy despacio, tomó su posición, las mujeres actuaron sincronizadas. Nancy tomó la nalga izquierda de Mishelle, Victoria la derecha y Andrea con su lengua separó, como pudo, los exquisitos labios menores de la mujer. Un rosado agujero se dibujó ante Juan por la acción coordinada de las tres mujeres, era el momento de la verdad. El dilatado vacío se abría cavernoso, mostrando todo su esplendor, solicitaba atención, debía llenarse. Juan debía actuar rápido y preciso. Estaba listo, apuntó y casi al instante insertó su pene sin compasión, antes que la mujer cobre conciencia.

Mishelle horrorizada al sentir el objeto extraño, quiso retirarse pero de inmediato las tres damas la sostuvieron con ímpetu. Haciendo uso de todas sus extremidades y fuerza inmovilizaron a la mujer. Mishelle estaba siendo penetrada, sin su permiso, ni consentimiento, forcejeó, gritó muchas veces - ¡No! ¡No!- parecía llorar, parecía suplicar, pero las mujeres solo reían y sujetaban con fuerza maliciosa.

Mishelle se sentía ultrajada, traicionada por aquellas mujeres que parecían sus amigas, entendió que no había escapatoria. Logró mover apenas su cabeza, sujeta por una maraña de extremidades, quería identificar al intruso, al violador. Lo hizo, lo sabía de antemano, conocía ese sabor su bajo vientre, tenía que ser Juan, el único hombre que conocía sus inmaculadas entrañas. El estúpido, mujeriego, engreído y poco hombre, bueno quizás lo de poco hombre no le quedaba pero todo lo demás sí. Juan entraba y salía de Mishelle y por si fuera poco reía ante su impotencia. Mishelle inundó sus venas con toda la furia de que fue capaz, uso toda su fuerza, pero no podía librarse de sus captores. Su llanto se incrementó, esto era inconcebible, totalmente inaceptable, insano.

Las envestidas del hombre incrementaban y cada vez más fuerte, la verdad sea dicha, a ella le gustaba y mucho, pero aun así, esto no estaba bien, no era normal, no era moral ¿Qué había pasado con la moral en esa oficina? Mishelle no sabía cómo reaccionar. ¿Esta es su forma de pedir perdón? <<No, No jamás lo perdonaré>> pensó. Su orgullo era más grande que todo esto, no podía dar un paso atrás, la traición es imperdonable. Sin embargo, era demasiado tarde para resistirse, estaba siendo empalada sin compasión. Ese falo conocido, delicioso, vigoroso, le gustaba tanto y le proporcionaba tanto placer. Aun así <> pensó ella.

Por alguna razón, a Mishelle este ultraje le resultaba excesivamente deleitoso y morboso al mismo tiempo. Mishelle tenía un conflicto interior, lo único que sabía era que cada vez se excitaba mas ¿en qué tipo de pervertida se estaba convirtiendo? Nunca se imaginó ser vejada en su propia oficina, por si ex novio y menos aún que esto le provocaría tanto placer. Mishelle estaba descubriendo un lado de su personalidad que no conocía, un lado oscuro, aún más oscuro que todo su turbio pasado.

En tiempo record, Mishelle alcanzó un orgasmo largo y satisfactorio. Nunca dejó de forcejear, cada golpe, cada jalón, cada grito parecía incrementar las convulsiones en su cuerpo. Juan no pudo aguantar más, el concierto de convulsiones que presionaban contra su falo incrustado, eran tan poderosas que no fue capaz de seguir, retiró su miembro tan rápido como lo había insertado. Las tres chicas que sostenían a Mishelle de pronto la soltaron y esta aun convulsionando, con sus piernas temblorosas, se incorporó irascible, dio vuelta rápidamente sin importar las mujeres que la rodeaban. Estiró su brazo, tomando viada y luego lo lanzó su mano abierta, con toda la fuerza de la que fue capaz. Alcanzó de lleno la mejilla de Juan con un golpe tan contundente, como sonoro, que por poco lo tumba al suelo. La mujer gritó histérica - ¡Maldito!, cerdo, infeliz… - y todo tipo de improperios que su mente pudo procesar en esos breves segundos.

Todos los asistentes miraban atónitos la reacción de la mujer. Mishelle tenía los ojos inyectados en sangre, sus lágrimas habían corrido el poco maquillaje que usaba, las mechas de su cabello planchado, ahora desalineado, caían sobre su rostro pero sin restarle belleza. La mujer que enfrentaba a Juan, era un volcán en plena erupción, inestable impredecible. Tan inesperadamente como la bofetada, la mujer se proyectó sobre Juan agarrándolo de aquel desalineado cabello y jalándolo hacia ella. Mishelle parecía querer destrozar al hombre pero repentinamente, lo besó con salvajismo. Mordía con tanta fuerza los labios de Juan, que parecía querer arrancarlos, causaba tanto dolor que era casi insoportable. Juan no entendía que estaba pasando, este era un comportamiento completamente nuevo de su novia pero no hizo ningún intento por zafarse de la mujer.

En algún momento, Juan se arrojó cansado y adolorido sobre el sofá, Mishelle seguía con su extraña actitud y él se dejaba hacer. Ella mordía, besaba, acariciaba al hombre como queriendo demostrar a las demás mujeres que era completamente suyo. Al fin la mujer se detuvo, pero su mirada era diferente, era otra mujer, colérica, furibunda, su rostro desencajaba. Después de unos largos segundos habló, con una voz, quebrada pero audible – te odio, maldito, perro – Juan respondió con una sonrisa – Y yo te amo tanto Mishelle, nunca he dejado de hacerlo. 

Mishelle parecía inmune a las palabras de Juan, no respondió, simplemente se alejó, dio vuelta y dirigió su hermoso cuerpo a donde le esperaban las tres mujeres. Tenía sentimientos encontrados, resentimiento para con aquellas traicioneras, pero no tenía donde más ir. Ellas la refugiaron entre sus brazos, la consolaron, limpiaron el llanto de la mujer con besos, abrazos y caricias. Nancy, Victoria y Andrea se arremolinaron alrededor de Mishelle, sus cuerpos desnudos se estrujaban, proveyendo el desahogo que Mishelle necesitaba. Sus curvilíneos cuerpos se confundían, sus olores, sus líquidos se mezclaban. Las mujeres restregaban sus pieles unas con otras, tratando de compartir el descomunal éxtasis que todo el cuerpo de Mishelle irradiaba cual fuente de calor, algo como un abrazo simultáneo del cual no querían escapar.

En el sofá de en frente, permanecía aun Federico sentado al filo del mueble. Elizabeth recostada, sobre las atléticas piernas de Federico, boca abajo, parecía estar descansando o tal vez recordando el precioso momento que había pasado. Sus piernas las tenía muy separadas una colgando llegaba hasta el suelo y la otra sobre el sofá estirada. La posición era aprovechaba por Janeth para saborear las nalgas, vagina y ano de la rubia. Janeth era quizás la única con ánimos para seguir la faena pues tenía clavado su rostro sobre esos bellos glúteos, disfrutaba con cada lametazo que daba en las femeninas entrañas de la mujer.

Ajenos a lo que ocurría, a la Izquierda y derecha en los sofás unitarios yacían Hector y Carlos respectivamente con sus penes flácidos y agotados. Los hombres descansaban tranquilamente parecían exhaustos y sin ganas de continuar. Recostada en el regazo de Hector reposaba Érika, completamente exhausta, parecía dormida o desfallecida del cansancio[JATN29] .

En algún momento los gemidos y susurros se extinguieron definitivamente, quedaron todos adormitados de tanto cansancio. Jamás se habrían imaginado que ese día, terminarían once personas, algunos desconocidos, compartiendo un vínculo más grande que la simple amistad. Aquí no existía inhibiciones, ni vergüenzas, ni temores, todos se dejaban ver tal como eran, desnudos, como llegaron al mundo, libres de compartir sus gustos, sus paciones.

Por cerca de una hora, los jóvenes descansaron hasta que pudieron recuperarse. La mayoría pasaron a conversar amenamente de lo acontecido. Todos tenían su punto de interés y hablaban como buenos amigos, incluso quienes no se conocían hasta entonces.

A Victoria le excitó mucho hablar tan abiertamente de temas sexuales. Pronto no se conformó solo con hablar y solicitó volver a la acción. Ella quería hacerlo con todos, especialmente con aquellos con los que no había compartido aun. Empezó con Elizabeth, había jurado poseer esa mujer y entonces encontró el momento propicio. Montó a la mujer y se la saboreó completa, besando mordiendo comiendo de ese delicioso sexo, se sintió tan extasiada con ese apetecible cuerpo que lo poseyó tantas veces como pudo.

Victoria no tenía complejo alguno, se sabía una mujer hermosa y pudo conquistar a cada uno de los presentes. Seguía un ritual definido, se acercaba al desconocido, entablaba conversación, a los pocos minutos ya estaba riendo y charlando como si lo conociera de toda la vida. Casi instantáneamente pasaba a mayores, manoseándose o besándose, acto seguido sellaba la nueva amistad con buen sexo.

Victoria tan inteligente mujer como era, se dio cuenta que en el ambiente en que se encontraba, nadie iba a negarse a las insinuaciones de una mujer tan hermosa y sexy como ella. Así fue como conoció y compartió con Elizabeth, Hector, Janeth, Andrea y Érika.

En el transcurso de la tarde, Victoria se dio tiempo para compartir y gozar con todos y cada uno de los presentes. La mujer parecía tan apasionada, tan hambrienta de sexo, que no tuvo que insistir mucho para obtener lo que buscaba. Victoria, era una alegoría de placer esa tarde, se movía confiada, saltando de cuerpo en cuerpo, haciendo derroche de su empática personalidad, fraternizaba con todos los presentes.

Cerca de las 6 pm, Juan sacó unas cervezas que tenía guardadas en su pequeño congelador. El calor del momento, hacia propicio el consumo y los muchachos se sintieron aún más cómodos después de tener algo de alcohol en sus venas. Entonces entre todos disfrutaron de algunos juegos de mesa: barajas, verdad o desafío, el conocido juego de la botella, todos ellos con cierta connotación sexual.

Por cerca de media hora, encerraron a Mishelle y Juan a solas, para que limaran sus asperezas. En algún momento entró Janeth quien trato de explicar la complicada relación con Juan y su deseo puramente físico, no sentimental para con el hombre. Al fin Mishelle y Juan acordaron una relación más sólida basada en sinceridad de parte y parte. La pareja llegó a besarse y a gozar de sus cuerpos como lo hacían antes, hasta que fueron interrumpidos por el resto de compañeros que los volvieron a incorporar en el grupo. Algo parecido pasó con Federico y Nancy al final el perdón llegó y la vida parecía continuar, parecía haberse superado los desagradables eventos de la noche anterior.

Aunque Mishelle y Janeth podían al menos dirigirse la palabra Mishelle aun guardaba cierto resentimiento con la mujer. A Ella no le convencía del todo la compleja relación entre Janeth o Juan le explicaran. Mishelle continuaba con sus dudas, por lo menos hasta que los muchachos, las involucraron en un juego en el cual prácticamente las obligaron a jugar del mismo bando. Cuando ambas perdieron el juego, se vieron obligadas a pagar la penitencia que era justamente besarse en la boca. A regañadientes ambas cedieron, pero al rato terminaron besándose frenéticamente y acariciando sus cuerpos desnudos. Ese fue el fin de las tenciones entre las dos mujeres o por lo menos eso parecía.

Al llegar la noche, los nuevos amigos, tuvieron que dar por finalizada la jornada, a mucho pesar, pues habían formado un grupo muy ameno y de gustos similares. Todos querían una despedida memorable pero nadie se ponía de acuerdo, hasta que a Érica se le ocurrió una gran idea para terminar la jornada. La idea era simple, dado que la mayoría de los presentes eran mujeres, a Érica le pareció justo que los hombres brinden placer y que mejor forma, que hacerlo con una fuerte dosis de penetración doble, tal como su prima Elizabeth había disfrutado hace poco. Todos estuvieron de acuerdo.

Se formaron dos grupos Federico y Juan en uno de los sofás, Carlos y Hector en el sofá de en frente. Las mujeres se dividieron en sendas filas, al principio la gran mayoría de ellas se colocaron en la fila de Juan y Federico. Entonces entró en juego Victoria, ella puso orden sorteando el grupo al que le tocaba a cada una. Mishelle, Érika y Andrea en el grupo de Juan y Federico. Victoria, Janeth y Nancy al grupo de Carlos y Hector.

Mishelle y Elizabeth tomaron haciendo en los sofás unitarios, sin ganas de participar, aunque ambas posaban cómodamente, parecían haber tenido suficiente sexo ese día. Elizabeth había advertido, más temprano, que no participaría más, en actividades sexuales y todos respetaban su decisión. Mishelle en cambio, no había negado ni afirmado su participación, se veía muy indecisa, perpleja, permitir la entrada de otro hombre en sus entrañas, podría catalogarse como una traición ¿pero entonces que es lo que había estado haciendo con todas sus amigas esta tarde? ¿No era acaso lo mismo? Juan le había dejado a ella la decisión, lo cual lo hacía más difícil. Hacer el amor con otro hombre, iba en contra de sus principios, aun si su novio aprobara la acción. Aun si pensaba solo en placer sexual, su novio podría sacar ventaja en el futuro y no quería friccionar su relación, ahora que de alguna manera lo había perdonado. Mishelle daba vueltas y vueltas el asunto tratando de buscar la mejor salida.

Juan y Federico tomaron posición en el sofá, esperando a que Mishelle se acercara, pero esta se quedó impávida. Sin saber aún qué hacer, Mishelle pidió que Érika o Andrea tomaran su lugar hasta que ella tome una decisión. Mientras tanto en el sillón de en frente Victoria empezó a cabalgar a Hector, sentado sobre el sofá, mientras Carlos se cómodo de pie por detrás he insertó su largo falo en el agujero de su amada, la acción empezó y los gemidos inundaron el lugar.

Érika y Andrea se negaron a tomar el lugar de Mishelle, ellas querían verla disfrutar como la dueña de casa que era. Ambas mujeres se acercaron y hablaron largamente con Mishelle, explicándole los pormenores de este tipo tan singular de penetración. Andrea era la única con experiencia previa en este tipo de arte, si bien ella no gustaba de penetración anal, ya lo había probado ese día y su dilatación le permitiría fácilmente efectuar la posición.

Andrea mostraba explícitamente la forma en la que debía relajar su cuerpo para recibir dos miembros en su interior. Mishelle parecía horrorizada con aquellas afirmaciones. Mishelle parecía no entender, o no querer entender, algo frustrada Andrea dio vuelta completamente y se agachó hasta tocar con sus manos el suelo. Sus dos grandes nalgas estaban a pocos centímetros de Mishelle, esta sonrió abochornada, por el atrevimiento de la mujer, pero también pudo admirar la hermosura de aquellos glúteos redondos y perfilados. Era prácticamente innecesario, pero Andrea separó con sus manos, las nalgas agrandando aún más su dilatado agujero trasero. Desde esa posición hablaba en voz alta a la mujer, esforzándose por se lo mas grafica posible, mientras Mishelle reía incrédula.

Andrea daba órdenes pero Mishelle se negaba, entonces le dijo a Érika – hazlo tú introduce un dedo – Érika no lo dudó, introdujo un dedo en el rosado ano de la mujer, pero este quedaba tan holgado que no ofrecía una explicación clara. Luego introdujo uno más y otro, en total tres dedos dentro del orificio anal de Andrea, simulando una pene en aquella cavidad. Érika actuaba como intermediaria, tomó cariñosamente una de las manos de Mishelle y la subió hasta coincidir con la suya. Le dio confianza, cariñosa le pidió que lo haga. Andrea insistía, ella había practicado sexo anal en el pasado, esperando guardar su virginal vagina para cuando se llegara a casar, pero desistió por lo difícil que se le hacía lograr una dilatación y el dolor que eso provocaba, por tal razón quería enseñar a Mishelle una técnica que minimizaría dicho dolor.

Mishelle ya conocía los genitales de Andrea, no le costó mucho introducir dos de sus dedos en la húmeda vagina de la mujer, entonces Andrea continuó la explicación aun con su cabeza colgando y sus piernas abiertas. Andrea movió las caderas simulando el movimiento que debía hacer la mujer mientras era penetrada. De Alguna manera Mishelle llegó a sentir los dedos de Érika, que presionaban desde la entrada anal. Es la explicación más extraña que un par de mujeres le habrían hecho en su vida. Justo entonces Érika, mencionó un consolador, le explicaba cómo podrían repetir este mismo ejemplo con uno de aquellos singulares aparatos.

Mishelle de pronto recordó la única vez que le había concedido sexo anal a Juan. En aquella ocasión Juan había usado un consolador de gel y mucho líquido lubricante para preparar su agujero. Luego insertó varias veces, hasta que Mishelle se acostumbró a la presencia del objeto extraño. Mientras lo hacía Juan introdujo su pene en su delicada vagina provocándole un placer por demás alucinante. La experiencia habría sido un éxito total, a no ser porque después Juan introdujo su miembro grueso en el mismo agujero anal, eso le causó tanto dolor que prefirió detener la experiencia.

Inesperadamente Mishelle retiró los dedos de Érika y plantó un beso y apasionados lengüetazos en el rosado orificio de Andrea, lo hizo como agradecimiento. Acto seguido se levantó pronunciando palabras casi incomprensibles – lubricante, gracias amigas por la idea, son lo máximo – Mishelle se levantó y ágilmente fue a buscar en las gavetas un frasquito pequeño que lo había escondido hace un par de semanas. Lubricante, el líquido que Juan había llevado y que habían usado una sola vez. Regresó con una sonrisa amplia en su rostro, sacudiendo delicada mente la botellita en su mano derecha, dirigiéndose a los presentes dijo:

–        Ya me decidí, lo voy a hacer, pero con dos condiciones:

Primera, permitiría que Juan y solo Juan la tocase y penetrara vaginalmente, ella no quería tener a nadie más ocupando ese sagrado espacio. Segundo Erika y Andrea debían humectar y en lo posible dilatar su agujero trasero para que Federico, por primera y última vez entrara ahí. Ninguno de los muchachos se negó a las peticiones de Mishelle. Juan tomó asiento y permitió que Mishelle lo montara a horcajadas y cabalgara con su pene incrustado en su jugosa vagina, mientras tanto Érika, Andrea y Victoria, quien había terminado su faena con el otro par de hombres, jugaron, humectaron e introdujeron sus dedos en el agujero anal de Mishelle. Cuando sintieron que era momento Federico pudo penetrar analmente a Mishelle.

Janeth ahora aullaba desesperada, mientras trataba de mover su frágil cuerpo recostado completamente sobre Carlos quien la penetraba vaginalmente, acostado boca arriba sobre el sofá. Al mismo tiempo Hector de pie, con sus piernas abiertas sobre el sofá y reclinado hasta hacer coincidir su largo miembro en la abertura anal de la mujer. Empujaba con tal fuerza que de vez en cuando su escroto chocaba contra el otro falo, hundido en la vagina de la mujer. Janeth chillaba con cada embestida mientras sus genitales se estremecían con aquella singular fusión de dos hombres carnales, pero que actuaban como una sola deidad de placer[JATN30] .

Mishelle empezaba a convulsionar mientras Juan y Federico bombeaban sin parar. Érika, Andrea y Victoria, habían formado una fila, mientras esperaban por su turno jugaban entre ellas, saboreando esos exquisitos cuerpos. Incluso Victoria, que ya había participado en el grupo de Carlos y Hector, esperaba gustosa aprovechándose de sus libidinosas compañeras para saciar un incansable deseo sexual.

Cuando Mishelle alcanzó el orgasmo, dejó a los hombres y mujeres, fue a disfrutar de aquella nueva y deliciosa sensación pos-coito doble. Mishelle acababa de descubrir que su experiencia sexual aún era muy limitada y que quizás se había perdido este tipo de prácticas hedonistas por culpa de su recatada vida social y sexual.

En cuanto Mishelle se retiró continuó Érika y luego Andrea. En el otro sofá, Nancy ahora tenía su dosis doble de placer mientras Janeth había decidido poner se a la fila, para que llegar a disfrutar al fin de Juan ya que en toda la noche no había podido tocarle por miedo a Mishelle. Andrea hizo lo mismo una vez concluido el castigo casi inhumano de Juan y Federico fue a encaramarse con Hector y Carlos, pero apenas y podía moverse con sus temblorosas piernas.

Érika prefirió no continuar, su delicado y pequeño cuerpo, lucia amoratado y desecho por la interminable faena. Ella prefirió quedarse en el sofá disfrutando la vista pero tratando de recuperarse de aquel ardor en todas sus entradas, estaba consciente de haber disfrutado como una loca, pero quizás su cuerpo no estaba preparado para la exageración que había vivido y le estaba pasando factura. Ahora se conformaba con las esporádicas caricias de Mishelle en el mismo sofá.

Penetración doble, se convirtió en el broche de oro de la jornada. Esa fue la primera vez que Mishelle disfrutó de un placer semejante y con mucha insistencia. Para ella fue la primera vez que un hombre diferente a Juan, entró en su agujero anal y aunque no lo vio directamente, sentía que era muy distinto al placer obtenido de un juguete sexual. El  falo hinchado de sangre le había dado un placer especial, sublime. Mishelle tenía cargo de conciencia, aun así sentía que lo disfrutó. Mishelle recordó como en medio de la empalizada, cerró los ojos e imaginó que unos desconocidos la estaban violando. Por extraño que pareciera, la imagen le excitaba demasiado, más de lo normal.

El día terminó cerca de las 9 pm, cuando todos los hombres derramaron su ardiente semen sobre los cuerpos entrelazados de mujeres que dejaban ver su cansancio y satisfacción. La larga jornada les había provisto placeres inimaginables a todas y cada una de las mujeres presentes, y por supuesto también a los hombres. Todos habían salido colmados de éxtasis profundo y duradero. Todos quedaron felices de haber compartido en un grupo de amigos que tenían sus mismos gustos, aficiones y virtudes.

FIN

Epilogo

Elizabeth, entabló una gran amistad con Carlos, aunque no compartieron ese día se hicieron buenos amigos y prometieron encontrarse en un futuro cercano. Elizabeth continuó su vida como siempre, unos días después terminó la relación con Hector, pues ya no encontraba emoción, como ella decía, tuvo muchos otros novios y amantes. Siempre tuvo un grupo grande de admiradores la seguían de un lado a otro. Una vez que se graduó, salió del país a estudiar una maestría en Europa. Según se sabe ha encontrado una relación estable por allá, aunque no se sabe si llegó a cambiar sus hábitos y conductas sexuales.

Victoria, hizo tan buenos amigos y amigas ese día, que olvidó por completo su obsesión con Mishelle. A veces se encariña con alguno de sus amantes, pero luego cuando recuerda lo aprendido ese día, prefiere tomar aires nuevos. Está completamente convencida que debe disfrutar de su sexualidad al máximo, como lo hiso ese día. Victoria experimentó un cambio de vida espectacular, formó parte de grupo de Elizabeth. Trató de asistir a todas las fiestas posibles en las que podría compartir abiertamente su sexualidad. Cuando Victoria no tenía ningún compromiso, visitaba alguno de sus ahora buenos amigos, solo para disfrutar de sexo con ellos. Al principio se obsesionó con Juan, lo visitaba incluso más de una vez por día, cosa que llegó a molestar a Mishelle quien le pidió que se consiga novio. Victoria trato de establecer una relación seria como Carlos, pero no funcionó por mucho tiempo, prefirió llevar una vida relajada junto al grupo de Elizabeth. Llegó al punto de considerarse una adicta al sexo y tuvo que tratarse con un psicólogo, para esto fue a vivir un par de años en Miami con su tía.

Juan, después de este día, logró el perdón y comprensión de Mishelle. La pareja trabajó mucho en el negocio que compartían aunque también se divertían de vez en cuando. La  gran ganancia de este día, fue que Juan no tendría nunca más, que ocultar sus gustos y aficiones a Mishelle. Juan y Mishelle llegaron a un acuerdo común, el solo podía disfrutar de otras chicas, siempre y cuando ella las conociera y autorizara previamente. Después de esta gran experiencia su relación se fortaleció y tomaron la decisión de vivir juntos y posteriormente casarse, cambiaron su forma vida y actualmente ambos asisten a este tipo de fiestas juntos. Disfrutan de una relación moderna y abiertamente swinger pese a las reservas que aun Mishelle tiene. Aunque tuvieron que cerrar la oficina después algunos años de éxito, los recuerdos que guardan del lugar nos les podrá quitar nadie.

Federico,  aprendió a vivir un nuevo estilo de vida que nunca se habría imaginado antes de este día. Empezó a disfrutar y a conocer más de este mundo, gracias a que Nancy lo involucró en su vida oculta. Federico estaba fascinado de los beneficios que le traía el contacto con aquella nueva gente. Llegó a tener incluso amantes a las cuales Nancy nunca conoció. Esto provocó que su relación con Nancy se debilitara y terminaron separándose. Cuando Federico quiso reaccionar fue muy tarde, perdió a Nancy de quien siempre estuvo enamorado. Esta pérdida jamás la pudo superar del todo, aun hoy se lamenta en las reuniones anuales a las cuales siempre asiste. Sin embargo Federico no es del tipo que suele echarse a llorar una perdida, más bien encontró consuelo cambiando sus hábitos, empezó a llevar una vida relajada sin complicaciones y con muchas parejas a la vez. A partir de ese día, se convirtió en un mujeriego sin control. Al poco tiempo Federico rompió relaciones profesionales en el negoció que mantenían con Nancy, Mishelle y Juan. Se dedicó a trabajar en una gran firma de abogados, fue muy exitoso y ganó mucho dinero, eso le ha permitido mantener su estilo de vida.

Mishelle,  perdonó a Juan, porque entendió que tener sexo no era necesariamente una traición, cuando no involucraba sentimientos. Aceptó los encuentros y fiestas de Juan, aunque pocas veces participó con alguien diferente a él. Mishelle únicamente llegó a compartir con dos amantes voluntariamente. Hector, del cual se sintió atraída desde el principio, y Federico con el cual compartió en algunas ocasiones en las reuniones en la oficina. Descubrió algo nuevo de su personalidad, le encantaba el sexo con violencia, le fascinó desde ese entonces la fantasía de una violación. Juan algunas veces, hizo realidad esta fantasía con su consentimiento. Una vez Mishelle se dejó llevar por la pasión y se escapó para encontrarse a escondidas con Hector. Cuando Juan se enteró preparó lección que Mishelle nunca olvidaría. Mishelle siempre se mantiene cerca de sus amigas especialmente de Victoria y Nancy.

Nancy, nunca pudo cambiar del todo su estilo de vida, desde este día convirtió a Juan en su amante oficial. Cada vez que podía lo abordaba para obtener satisfacción sexual. Lo hacía siempre con el consentimiento de Federico y Mishelle. Su relación con Federico se debilitó y terminó, aunque siguen siendo buenos amigos y a veces amantes. Después de un tiempo consiguió una relación bastante seria, pero con el mismo problema que antes. El nuevo novio, no conocía su vida oculta y se le hacía muy difícil sincerarse con él. Aunque ama mucho a su pareja actual, no puede decirle la verdad, por miedo a perderlo, como perdió a Federico. Tiempo después, terminó de la sociedad con sus amigos y perdió el contacto.

Carlos, se convirtió en pareja de Victoria por poco tiempo, pues no le gustó su nueva actitud liberal de ella y la dejó. Se involucró en el grupo de Elizabeth y fue el único de los desconocidos que llegó a tener algunos encuentros con Elizabeth. Carlos llegó incluso a enamorarse de ella, lastimosamente solo pudo tener un par de días de relación seria, antes que partiera a su viaje a Europa, El aún sigue esperándola.

Hector, Encontró una muy buena amiga y amante en Mishelle. Entre ambos existió una inmediata atracción, parecía como si se conocieran de siempre aunque nunca antes de ese día se habían visto. Hector y Mishelle compartían gustos y aficiones parecidas además sus familias son del mismo estrato social. Juan no puso objeción a la relación, permitía su amistad y encuentros con limitaciones. Hector llegó a confundir la amistad que le ofrecía Mishelle e hizo lo imposible por conseguir encuentros sexuales con la mujer. Un día logró, que Mishelle, dejara a Juan para escaparse con él, lastimosamente las cosas no fueron como él esperaba. Extrañamente después de ese día, recibió una invitación del propio Juan para participar en un encuentro por demás singular. Hector estuvo tan gustoso de poseer a esa hermosa mujer, que jamás se dio por enterado de las reales intenciones de Juan. Hector terminó su relación con Elizabeth, pocos días después de “la oficina” como consecuencia dejó de frecuentar los encuentros en grupo en los que participaba Elizabeth. A pesar de su corta aventura jamás desapreció la amistad que hizo con Mishelle. Unos años después Hector encontró una pareja estable, se casó y actualmente lleva una vida normal y tranquila a excepción, de los encuentros anuales a los que algunas veces es invitado por el grupo de amigos que hizo en “La oficina”.  

Andrea, siguió su desenfrenada vida sexual siempre a la sombra de su querida prima Elizabeth. Jamás tuvo una relación estable, nunca le interesó. Hubo un cambio radical, en su personalidad, una vez que su prima tuvo que dejar el país. Al principio fue difícil superarlo, pues toda su vida social estaba basada en los gustos y deseos de Elizabeth. Entonces tuvo que reorganizar su vida, poco a poco fue volviendo a su ritmo hasta convertirse ella, en la reina de los eventos sociales de esa naturaleza. Con todos los amigos que hizo ese día en la oficina, formó un grupo compacto de intereses puramente sexuales, con el tiempo el grupo fue creciendo y ella fue la encargada de organizar los eventos y fiestas. Organizó un evento especial que fue muy recordado en la juventud de ese tiempo, llamó masivamente a la gente conocida de la universidad usando por primera vez canales de internet. La cita fue en una discoteca muy conocida de la ciudad, donde esperaba armar una orgia de gran magnitud, lastimosamente a los dueños de la discoteca, no les agrado la idea y tuvieron que suspenderla el mismo día cuando eran casi media noche. Para no desperdiciar los ánimos de la gente, la mayoría de ellos fueron a terminar la velada, una vez más en la oficina. Esta vez con la presencia de Mishelle, Nancy y Juan. Federico ya no era más pareja de Nancy pero aun así fue. Victoria no pudo asistir pues justo le había llegado su regla, aun así se divirtieron mucho, con otras personas que fueron también.

Janeth, siguió por algunos años con su actitud posesiva y de niña engreída, haciendo siempre la vida imposible a quien se lo permitía, siempre junto su amigo y novio Marcelo. Pese a los esfuerzos de todos sus amigos, por eliminar su enemistad, siempre existió siempre un rencor entre las dos bellas mujeres. Cuando Mishelle prohibió sus encuentros con Juan, Janeth decidió vengarse y encontró la oportunidad cuando se enteró de la relación entre Mishelle y Hector. De inmediato intentó extorsionarla con Juan, pero no le funcionó. Entonces quiso seducir a Hector, aunque logró acostarse alguna veces con él no pudo acabar con esa amistad. Frustrada con su falta de éxito para con esta pareja, hecho su furia para muchas otras personas que cayeron en sus telarañas de mentiras y sexo. Janeth fue parte de muy sonados escándalos con gente muy importante, a la que consiguió embaucarlos para luego dejarlos metidos en un gran lio. Con la cantidad de problemas que tenía, nadie quería acercársele y menos llegar a intimar con la mujer. Para satisfacer sus necesidades decidió trabajar en una agencia muy prestigiosa de acompañantes, convirtiéndose en una prostituta profesional, esto le permitía relacionarse con gente muy influyente y satisfacer sus necesidades de sexo. Cuando su familia se enteró el tipo de trabajo que ejercía inmediatamente tomó cartas en el asunto, la obligaron a terminar sus estudios de Ingeniería y la pusieron a trabajar en un importante puesto de una de las empresas de su padre. Esporádicamente escapa a los controles de sus padres y aun trabaja para la agencia de acompañantes en donde ofrece sus servicios a un muy alto precio.

Érika, regresó a su país fascinada por los buenos momentos que había pasado aquí. En su país buscó un grupo de similares características, en el que pueda compartir iguales experiencias pero no lo encontró. Tan a menudo como le era posible,  se mantenía en contacto con su gran amiga Elizabeth. Erika siempre se mostró deseosa de pasar un buen rato con el que habían compartido aquel día en la oficina. Los celos le invadían cuando Elizabeth le contaba sus aventuras, su novio la dejó cuando ella le propuso hacer un trío. Esto fue lo mejor, pues le dio más libertad para buscar aventuras pasajeras. Después de algunos años, pudo armar en su país, un grupo de personas que compartía sus mismos gustos. Luego llegó a publicar en algunas páginas de internet, fotos de ella posando desnuda en varias localidades. Con el tiempo recibió una propuesta para filmar una película porno amateur con ella de actriz principal. Aceptó gustosa y eso la hizo muy famosa. La aventura le gustó tanto, que estaba pensando en convertirse en profesional. Algunos años después regresó a nuestro país, fue a visitar la oficina que tanto añoraba, se encontró a Federico y Victoria compartiendo, justo en ese momento, ella se les unió al poco rato llegó también Juan y Mishelle. Todos su amigos supieron darle la bienvenida y hacerle recordar los buenos tiempos. Para esa fecha, Elizabeth ya no estaba en el país por lo que no pudo completar las vacaciones como hubiera querido. Entonces Erika regresó a su país casi de inmediato. Ha participado algunas veces de los encuentros anuales con sus amigos, pero casi siempre es una mujer muy ocupada y se le complica hacer un viaje tan largo. Lo último que se supo de ella, es que fue a visitar a su prima en Europa durante sus vacaciones.

FIN