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Mi mujer y su amiga Carmen

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María José, treinta y cinco años, yo con cuarenta y cinco como ya comentara en mi primer relato, nos llevamos diez años y ya tenemos diez de convivencia juntos. Ella siempre ha sido una calentona increíble, desde que la conocí y, la verdad es que me encanta que sea así.

La relación iniciada con Juan, continuó durante algunos meses, aunque tampoco era el único que la montaba porque una vez rota definitivamente la barrera del matrimonio, mi esposa se desató completamente en ese aspecto comenzando para nosotros una nueva y placentera etapa. Había dejado el turno de tarde en la cafetería y ahora estaba fija de mañanas.

Nos comentábamos todo y los típicos secretos de pareja dejaron de existir hasta el punto de que cada vez que algo apetecía, antes de tomar decisión alguna al respecto, lo charlábamos francamente entre ambos, de manera que siempre el otro estuviera totalmente informado de las intenciones de cada uno.

Su amiga Carmen, mas o menos de mi edad, a la que conoció en el antiguo edificio donde viviera con su anterior pareja, continuaba en buena relación con mi mujer. Casada, madre de tres hijas, con su marido trabajando en el extranjero pasaba la mayor parte del año sola en casa. Dos de sus hijas conviviendo con ella mientras que la tercera estudiaba en otra provincia y organizaba su vida allí.

Desde el día que me la presentó, en un encuentro casual en la calle, sospeché de su carácter, aunque en esa primera ocasión no hiciera comentario alguno sobre su amiga de manera directa, ya en casa, charlando, mi esposa me confirmaría en parte lo que presuponía, al indicarme que si era una mujer bastante liberal y que incluso sus dos hijas tenían a quien salir.

Fue algún tiempo después que la invitara a casa. Se presentó junto con su hija menor de visita, pasando la tarde sobre todo junto a mi mujer, charlando de sus cosas. No obstante corroboré, tanto de la madre como de la hija, que ambas aparentaban ser, al menos por sus formas y comentarios, bastante mundanas en el aspecto de vivir de manera alegre y sin ataduras. Sus miradas, gestos, ademanes y comentarios denotaban gran apertura de mente en todos los sentidos. Esa misma noche, en la cama junto a mi mujer, comentamos sobre la visita y ahora si me confirmó de manera mas abierta que tanto una como la otra, incluyendo en ello a la mayor de sus hijas que aun no conocía, eran verdaderas ruedas de fuego. Mientras copulaba con mi esposa me insinuó que quizás pudiera haber alguna oportunidad para que ahora la hiciera cornuda a ella, toda vez que mis cuernos iban en franco crecimiento y, me indicó que de alguna manera prefería que los suyos nacieran con alguna conocida que con cualquier extraña. No le comenté nada al respecto, pero si que notó como mi erección se hacía aun mas fuerte escuchándola, mientras entre gemidos, me otorgaba uno de sus maravillosos orgasmos.

A la mayor la conocí una semana mas tarde, cuando le devolvimos la visita en su casa. Carmen con un vestido amplio, escotado, permitiendo ver el nacimiento de sus pechos, su hija Luisa a la que conociera en casa, enfundada en un pantalón ajustado que le marcaba no sólo las piernas sino también sus nalgas apretadas y no hablemos de la parte delantera, se notaba que no llevaba nada mas bajo aquel pantalón, con una camiseta apretada y su hermana mayor, Yésica, con un escueto short y aquella blusa atada a la cintura. Ninguna de las tres usaba sujetador por lo que pude observar.

Los comentarios con mi esposa iban de triviales a indirectas puntuales hacia mi persona, aunque trataba de permanecer al margen, era imposible ya que mirara a donde mirara, la exposición era evidente a todas luces. Tenía la polla a reventar dentro de los pantalones, sentado, sin apenas moverme, por suerte siempre he tenido la precaución de, al vestirme, colocar mi miembro de manera que permanezca sujeto dentro de los slip en posición vertical, de forma que en caso de excitación, al menos, no sea evidente por una mala colocación.

Esa noche, el polvo a mi mujer fue extremo, no podía apartar la mente de aquellas tres hembras, provocadoras, insinuantes, delicadas incluso en sus indirectas pero, evidentes en sus pensamientos. Mi esposa disfrutaba notándome en aquel estado y me repitió que estaba convencida de que cualquiera de las tres, si no todas, eran buenas candidatas para que sus cuernos vieran la luz. Me corrí resoplando mientras escuchaba sus palabras, mi mente divagando entre aquellas tres calentonas y mi polla en el plácido calor de la acogedora vagina de mi mujer.

A la mañana siguiente, día libre de mi mujer, Juan vino a casa y mientras salí a hacer algunas gestiones fuera, lo hizo con mi esposa en nuestra cama, no era la primera vez que follaban en casa ya que en varias ocasiones anteriores había presenciado su cópula con mi mujer, ya he confesado que me encanta verla disfrutar con otros machos y, verla en nuestra propia cama era realmente delicioso para mi. No obstante esa mañana salí por petición expresa de Maijo, ya que su querido no resistía demasiado tiempo para su consumación con mi presencia en casa cuando la poseía allí. Estuve un rato en el cuarto trastero del garaje, sabiendo lo que sucedía en casa, imaginando lo que en esas otras ocasiones había visto, masturbándome hasta alcanzar mi propio placer.

No transcurrió un mes cuando mi mujer me anunció que su amiga Carmen vendría al día siguiente de visita a casa. Estábamos en la cocina cuando me lo comentó y de inmediato se fijó en mi erección. Su sonrisa picarona al mirarme como estaba de empalmado me agradó terriblemente. Esa noche en la cama, me dijo que quizás debería de guardar fuerzas para el día siguiente, añadiendo a esto que Juan la había llamado y que también vendría a casa, que posiblemente coincidiéramos todos durante la tarde. No dormí demasiado, pensando en como podría ser la velada que se avecinaba, pero descansé suficientemente.

Carmen llegó temprano, a eso de las cinco de la tarde. Tomábamos café en la sala y de nuevo sus comentarios a mi esposa sobre mi persona se hicieron evidentes. Entre risas, la confianza entre ellas era casi de complicidad, Maijo casi le confirmó que estaba dispuesta a prestarme, las miradas de Carmen hacia mí, los comentarios de mi mujer y las risas entre las dos me estaban matando de deseo. En un momento de la charla le preguntó por su vida sexual y Carmen le confirmó que como siempre seguía buscándose las soluciones mientras su marido continuaba en su trabajo en Alemania. Aquello fue como el pistoletazo de salida. La charla derivó por aquellos derroteros y mi mujer le declaró confesa que nosotros manteníamos una relación estupenda y muy abierta, incluso le adelantó que pronto llegaría un buen amigo, acompañando ese comentario con una mirada y una sonrisa mas que evidente hacia su amiga. Preparaba el terreno de una manera exquisita.

Cuando Juan llamó a la puerta de casa, abrí personalmente. Hice las presentaciones de rigor y charlamos los cuatro. Maijo cuchicheaba por lo bajo con su amiga mientras Juan se disculpaba al ignorar que teníamos visita en casa. Precisamente fue mi mujer quien le resto importancia al hecho diciéndole que no debía de preocuparse por eso.

El otoño algo fresco no invitaba a cervezas, así que nos servimos una nueva taza de café mientras las dos hembras en la reunión reían con sus comentarios entre ellas. Apenas unos minutos de charla cuando, por fin, Maijo se levantó del sofá, se acercó a mi lado y tras besarme apasionada comentó en voz alta y audible que iba a atender a Juan como merecía. Mientras le ofreció la mano a su querido, mirando a su amiga le comentó que la dejaba en mi compañía y junto a su acompañante caminaron rumbo al dormitorio.

Sorbí lo poco que aun quedaba de café en mi taza observando a Carmen que no me quitaba ojo de encima. La observé en su traje combinado de falda, blusa y chaquetilla a juego. Tras dejar mi taza sobre la bandeja, en la mesa, le dediqué una sonrisa amable a mi invitada. Me comentó que ignoraba nuestra relación tan abierta de pareja y sin esperar, con cara de intriga me preguntó si realmente habían ido juntos a la habitación. Con toda la naturalidad de la que fui capaz le confirmé que así era. Su mirada fija en mi me hizo pensar que se levantaría y se marcharía, los segundos pasaban lentos, eternos, luego sus palabras sonaron a gloria cuando me confesó que ella también quería. Por descontado que me mostré dispuesto a ello y acto seguido me acompañaba a la habitación de invitados.

Al pasar por la puerta del dormitorio principal, que permanecía abierta, pudimos ver las ropas de mi mujer y su amante esparcidas sobre la cama mientras sonaba el agua de la ducha del baño anexo a la habitación. Entramos en la alcoba secundaria y casi de inmediato se lanzó a mi cuello con sus brazos, nuestras lenguas se enroscaron deseosas, jugando entre ellas. Como pudimos, nos desnudamos mutuamente, sin dejar en momento alguno de buscarnos con nuestras bocas, mientras las manos iban de prenda en prenda, palpando piel a la vez. Sus senos sin ser excesivos son lo suficientemente opulentos como para desearlos sin mas, con sus pezones pequeños, puntiagudos, erectos de placer. Su sujetador cayó al suelo mientras me soltaba el pantalón buscando ansiosa. Su falda se deslizó por sus piernas hasta el suelo y la braga la siguió unos instantes después. Se había apoderado de mi polla erecta sacándola del slip y me la acariciaba mientras de nuevo nuestras bocas se unían.

Tras una ducha ligera, incluido juegos y caricias en ella, regresamos a la cama, al recorrer de vuelta el pasillo a la habitación pudimos escuchar los gemidos de mi esposa en la habitación principal. Carmen, curiosa, se acercó a mirar y me hizo señas para que fuera también, sin embargo opté por entrar en la habitación de invitados. Mi pareja regresó con cara iluminada mientras me comentaba que Juan estaba comiendo el coño a mi mujer en la cama y le contesté que pronto se lo comería yo a ella.

Tumbados en la cama, jugamos con nuestros cuerpos, lamiendo y besando al tiempo que nuestras manos exploraban. Lentamente bajó por mi pecho y vientre hasta alcanzar lo que buscaba. Sentí su lengua y sus labios, sus dedos, sus uñas, su barbilla y su nariz jugando ahí abajo. El calor de su boca se apoderó de mi erección cuando comenzó a chupar mi polla. Arrodillada en la cama me ofrecía sus piernas, muslos, nalgas y coño para mi disfrute. La atraje sobre mí y de inmediato, mis labios y lengua se apoderaron de aquel conejo sabroso que tenía al alcance. Mamaba deliciosamente mi polla mientras le comía el chocho, en ocasiones me apretaba con sus muslos la cara en señal de disfrute y minutos mas tarde, entre jadeos y grititos, casi me aplasta con ellos cuando aprisionó con fuerza mientras me daba su zumo maravilloso.

Se acostó en la cama y me pidió que la montara, abiertas sus piernas, ofreciendo su sexo apetitoso. Hice ademán de ir a por un condón, pero me pidió que no lo usara porque quería sentirme al natural, indicando que no había necesidad ni preocupación alguna al respecto.

La penetré lentamente, arrancando de su garganta una exclamación de placer al sentir como la dilataba poco a poco. La puerta de la alcoba abierta. Los sonidos que provenían de la habitación principal denotaban que Maijo y Juan también estaban en plena faena, así que sin entretenerme comencé a bombear aquel chocho delicioso procurando que la dueña gritara como se escuchaba hacer a mi mujercita en la otra cama. Sus jadeos de placer y sus entrecortados gemidos me demostraban que disfrutaba de la follada. Nuestras bocas unidas, mordisqueándonos y entrecruzando las lenguas a cada momento, jadeando sin descanso. Sus uñas casi clavadas a mi espalda mientras sus piernas se mantenían alzadas, recogidas hacia atrás, permitiendo mis embates con facilidad. De repente la voz de Maijo en la puerta comentando lo rico que se veía a su amiga y marido en la cama. Carmen explotó casi al unísono en que yo mismo depositaba en el interior de su acogedor coño mi leche, expulsada a borbotones mientras trataba de hundirme mas y mas en el interior de la amiga de mi mujer.

Aquella noche, Maijo y yo, celebramos sus primeros cuernos oficiales follando como locos mientras recordábamos la estupenda tarde pasada en compañía de nuestros amantes.