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Orgía en casa de Carmen

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Nos invitó a su casa para un sábado en la tarde porque, según nos dijo, iba a organizar una pequeña fiesta. Nada adelantó sobre ella e incluso insistió en que no era preciso que aportásemos tan siquiera una botella de vino, no obstante decidimos que al menos un par de botellas de güisqui si llevaríamos. Lo mas extraño de todo esto fue la hora de la cita, para apenas las tres de la tarde. Luego Maijo si me confesaría que estaba al corriente de las intenciones de su amiga, aunque deseaban darme una sorpresa y por eso nada me había comentado.

Cuando al fin llegamos, nos recibió cálidamente. Su beso con lengua para mí fue apenas una pequeña muestra, a Maijo dos sonoros besos en sus mejillas antes de hacernos pasar al salón. Nos aclaró que tanto Yésica como Luisa estaban preparándose aun y que pronto se unirían a nosotros. Aceptó encantada las botellas que llevábamos y nos sirvió café, siempre hemos sido grandes consumidores.

Manteníamos una conversación amena cuando Luisa apareció en la sala. Mi polla se puso tensa en ese mismo momento. El vestido blanco que llevaba dejaba ver con total facilidad, sin dejar demasiado a la imaginación que no llevaba nada bajo aquella tela en exceso trasparente. Se acercó a mi esposa saludándola con otros dos besos y luego mientras se dirigía a mí, me levanté para recibir sus dos besos, admirando sus curvas y sus senos desnudos, con aquellos pezones delicados en la cúspide, tratando de no mirar en exceso hacia abajo donde la unión de sus muslos mostraban su sexo rasurado, ni que decir tiene que se me notaba la hinchazón en mi entrepierna, aun en la colocación en que llevaba mi rabo dentro del pantalón. Ella, de lo mas natural salió luego a la cocina para servirse su café, lo que me permitió, mientras me sentaba de nuevo, observar sus nalgas perfectamente a través de la tela de su vestido. Miré a mi esposa, que mantenía su vista en mí, con aquella sonrisa habitual de pícara perversa que tanto me agrada, a su lado Carmen, casi se relamía con la lengua sobre uno de sus labios mirándome también.

Desde la cocina escuchamos a Luisa preguntar a su hermana si acaso ella también quería café, a la par que su respuesta llegó desde el pasillo en sentido afirmativo. Yésica entró en la sala, descalza, con un amplio vestido marrón claro hasta mas debajo de sus rodillas, muy suelto, con un mas que generoso escote. De inmediato los besos nuevos de saludo, en pie, la esperé. Se sentó a mi lado posteriormente tomando su bebida. De reojo miraba el escote de su vestido porque cuando levantaba su mano para sorber de la taza de café, su pecho derecho permanecía a la vista en total plenitud. Estaba a reventar mi pantalón.

Al fin nuestra anfitriona nos comentó, sobre todo para mí, que nos citó tan temprano para tener tiempo de aclararnos un poco la fiesta que organizaba. Yo sospechaba lo que podía tratarse y me veía en apuros para poder atender a tanta ricura como se presentaba en ese momento en aquella sala. Mi dudas se disiparon, así como mi ingenuo agobio al decirnos que ocasionalmente, al menos un par de veces al mes, se reunía un grupo de amigos y conocidos en su casa para tener sesiones de sexo sin tabúes allí mismo. Nos habló sobre varios chicos, que mi esposa conocía de la vecindad y de algunas amigas, también conocidas de Maijo, incluso añadiendo que dos de las personas que esperábamos, Federico y Consuelo, eran matrimonio, al igual que nosotros, con amplitud de mente. Comprendí que nos habían invitado a una especie de orgía, entre amigos.

Tanto Carmen como mi esposa fueron a prepararse, dejándome a solas en la sala con aquellas dos princesas, aunque Luisa salió a la cocina para gestionar alguna cosa allí mientras que su hermana mayor, Yésica, charlaba conmigo en la sala. Me aclaró que su novio estaba a visitar a su padres y que tenían planeado casarse en unos meses, motivo éste de la visita. Me indicó que su madre les había dicho lo bien que la habíamos atendido en su anterior visita a casa y, sin mas, depositó una mano sobre mí entrepierna, palpando la inflamación que había en el lugar. Balbuceando como un crío ante un delicioso dulce, pregunté por su novio, si era consciente de todo a lo que me respondió que ella sólo mantenía relaciones con él, a solas, puesto que ignoraba el resto de su vida sexual. Sus palabras me excitaron aun mucho mas de lo que ya estaba en aquellos momentos. Se acercó a mí, aumentando la presión de su mano sobre mi erección y de inmediato su boca y la mía fueron una continuación fundidas en un apasionado beso. Al retirarse me comentó, apartando su mano, que debíamos ser pacientes y esperar al resto de los invitados, pero, aseguró, estaba mas que dispuesta a probar aquello que palpara hacía unos segundos. Justo en ese instante su hermana la reclamó desde la cocina para que la ayudara.

Unos minutos después, tanto María José como Carmen, regresaron desde la habitación para sorprenderme una vez mas. Mi mujercita había cambiado sus ropas por un vestidito extremadamente corto, al parecer de Luisa, en color azul pálido. Se exhibió ante mis ojos preguntando si me agradaba. Calzada con unos zapatos blancos de tacón, sus piernas a la vista, sus muslos apenas cubiertos por la tela, dos dedos bajo la protuberancia que hacían sus nalgas, sus tetas ajustadas en la parte alta por los rizos del vestido, aunque demostrando que tampoco llevaba sujetador. Maravillado miré a su amiga, con un vestido similar al de su hija menor, mostraba de forma evidente que nada mas llevaba bajo la tela. Las dos riendo tomaron asiento frente a mi. Maijo aun con las piernas juntas me permitía, desde donde estaba sentado, ver su coño, puesto que tampoco estaba usando tela que lo cubriera y, el vestido, al sentarse, mostraba mas que ocultaba. Con la boca semi abierta, sin casi palabras que decir, asentí afirmativamente a su pregunta. Fue Carmen la que interrumpió mi embobamiento al indicar que, mi mujercita, esa tarde iba a probar a algunos de sus antiguos vecinitos de la zona y, que yo debía de estar dispuesto a satisfacer a varios chochos del lugar. Me levanté tras aquel comentario y me serví una copa de licor de una de las botellas que se encontraban preparadas en el mueble bar.

Fueron llegando de manera mas o menos escalonada, pero sin demasiado retraso entre unos y otros. Maijo saludaba a todos sus conocidos, presentándome a todos a medida que se unían a la fiesta. Ramón, Carlos y Paco fueron los primeros, solteros los tres, mas tarde llegó Teresa, casada y madre de dos hijos que se uniera, según sus propias explicaciones desde el principio a aquel pintoresco grupo. Ella fue a prepararse a una de las habitaciones mientras recibíamos a Tony, otro de los antiguos componentes y soltero también. Los últimos en llegar fueron la pareja compuesta por Consuelo y Federico, matrimonio. Bebíamos algunas copas charlando en grupo, cuando regresó Tere desde el interior de la casa. Una especie de camisón rojo, totalmente trasparente, sus tetas llamativamente erguidas para ser madre de dos hijos, el vientre liso, apetitoso, una pequeña montaña de pelo sobre su sexo haciendo un triángulo, sus muslos y piernas desnudos por completo, comentó algo sobre su marido, que al parecer andaba con sus hijos y algunos amigos a entrenar a no se que pequeño equipo de fútbol mientras las sonrisas e inclusos alguna risa se hacían eco sobre la música. Cuando me di cuenta, Consuelo se había despojado del abrigo que traía, se mostraba en una pequeña mini falda tan escueta, que incluso de pie como estaba, se le veía perfectamente que también iba rasurada, sin bragas, la blusa contenía sus senos desnudos y, su marido, a su lado, charlaban los dos con Tony. Ramón y Luisa estaban emparejados, sentados en uno de los sillones, ella encima de él mientras recibía las caricias sobre sus muslos, tanto mi mujer como la anfitriona principal estaban entretenidas con Carlos y Paco.

Tere se acercó a mi, se sentó sobre mis rodillas, de frente, abierta de piernas mientras me saludaba de nuevo. Su sensualidad me quemaba, sus manos apoyadas sobre mis muslos, sus pezones apuntándome y su mirada clavada en mis ojos. Me comentó que Carmen le había hablado de nosotros y de inmediato me preguntó si me gustaba algo de lo que veía. Mi respuesta no se hizo esperar al contestarle que todo a la vista era tremendamente apetitoso.

Soltó mi cinturón y los botones del pantalón, sus ágiles dedos desplazaron la cremallera hacia abajo, todo sin apartar su mirada de la mía, que luchaba por mantenerse en la suya, sin desviarse a ningún sitio, cuestión ardua y difícil. Sobre sus hombros podía ver a mi mujer que se magreaba sensualmente con Federico. Antes de ser conciente de nada, mi polla, fuera del pantalón, recibía las caricias de aquella casada, impresionante rubia, que se sentaba en mis rodillas, una toallita húmeda limpiaba mi abultado glande. Las parejas se habían ido conformando, mientras tanto, y ahora, por todos lados veías, incluso ya, algunas bocas saboreando erguidos penes de los aun a medio vestir. Luisa, cerca de nosotros se la estaba mamando a uno de los chicos, totalmente desnuda, entregada a su labor mientras él se despojaba de sus ropas.

Mi pareja de turno, me confesó que estaba terriblemente caliente y húmeda, al mismo tiempo, metía una mano bajo mi calzoncillo hasta alcanzar mis huevos, preguntando como estaban los dos, respondiéndose a si misma al palparlos que bien calientes y al mismo tiempo espléndidos en cuanto a depósitos. Pasó su lengua sobre sus labios mientras se desplazó atrás tirando a su vez de mis pantalones y despejando mis muslos de ropaje. Sentada de nuevo sobre mis muslos, enteramente abierta de piernas y mientras me preguntaba si deseaba probar aquello que, en ocasiones, usaba su marido, se adelantó, arrodillándose en el sofá, alzándose sobre mi bajo vientre. No me dio oportunidad de responder, porque cuando quise hacerlo, su conejo, abierto, mojado, cálido, engullía mi erección por completo. Sopló largamente al recibirme en su interior y se irguió hacia atrás para que entrase de manera mas amplia, eso me permitió, al despejar mi visión, contemplar a Maijo agachada ante Federico, con su polla en la boca, chupando deliciosamente su falo, mientras a su lado, Carmen en otro sillón, arrodillada en el, era penetrada desde atrás por otro de los presentes.

Tere se despojó de su camisón y totalmente desnuda se entregó a una cabalgada teniendo por eje, mi polla, que entraba y salía al ritmo que ella misma marcaba. La esposa de Federico, se arrodilló a nuestro lado, sobre el sofá y Ramón de inmediato la penetró profundamente entre grititos placenteros de ella. En un momento dado, me miró y se lanzó a besarme, mezclamos las lenguas, mientras su pareja la enganchaba y Tere brincaba sobre mi pene. Mi pareja se giró y volvió a absorber mi duro miembro, para apoyada en mis rodillas con sus manos, subir y bajar frenéticamente deslizando su chocho acogedor. Seguí mirando a Consuelo, a mi derecha, apretando con furia las caderas de mi jinetera para que continuara en su cabalgada, le dije que me encantaba el baile de sus tetas al ser follada por Ramón. De inmediato se aproximó mas y me dejó degustar su pezón derecho, endurecido por la excitación. La escuché correrse mientras le pedía a su pareja que le siguiera dando de la forma que lo hacía. Ramón se separó de Consuelo y se plantó ante Tere, en pie, que de inmediato le recibió en la boca mientras mantenía su fuerte cópula conmigo. Los gruñidos de Ramón eran evidentes mientras descargaba en la boca de mi pareja toda su leche, que se corrió dándome sacudidas con sus nalgas para que le entrara mas y mas mi polla.

En ese preciso instante pude ver a Maijo que estaba enganchada a Carlos, que la penetraba profundamente. Mirara a donde mirara en esos momentos sólo se descubrían parejas en plena copulación. Cuando le susurré a Tere que estaba a punto de correrme, se levantó de mi. En un segundo, Yésica se postró ante mis rodillas y su boca ávida, se apoderó de mi polla, sorbiendo, chupando, mirándome a los ojos. Sus uñas acariciaban mis huevos que se recogían por momentos hacia atrás y entre bufidos le di mi esperma, que tragó sin apartarse en lo mas mínimo.

Las visitas al baño de todos los asistentes iban sucediéndose en cadena, se lavaban de aquellos primeros escarceos y regresaban a la sala. Ya estábamos todos desnudos y las chicas se mostraban receptoras por completo, en principio los chicos íbamos saltando de una a otra según nuestras propias apetencias. Conejo que se encontraba vacío, conejo que era llenado por alguna polla. Me acoplé a Consuelo, su cara viciosa me encantaba y la presencia de su marido en la reunión me ponía muchísimo también, sin menosprecio alguno a todos los atributos de hembra que poseía. Estaba totalmente hundido en un breva cuando su marido, a mi lado, me comentó en lo delicioso que había sido coger a mi esposa, añadiendo a ello, que esperaba sintiera, por mi parte, igual de su mujer, que gemía ante mis embestidas, sin darme tiempo me confesó que se había corrido totalmente dentro de Maijo, apretado por su coño de ordeñadora. Me susurró al oído que a su puta también le encantaba muchísimo sentir la leche caliente dentro de su chocho. La palmada a continuación indicando un nuevo cambio de pareja me llevó a Luisa y en ella hundí totalmente mi pene, ofrecida como estaba de espaldas y apoyada en el sillón donde se sustentaba. La follé con fuerza, metiendo todo mi rabo en aquella deliciosa vagina. Me miraba doblando la cabeza hacia atrás y pidiendo que no cesara porque se iba a correr. La sentí gritar mientras se estremecía de gusto y supe que me estaba dando todo su jugo, mojando mi polla enterrada en ella.

Fue Yésica la que me tocó el hombro y me arrastró sobre el sofá, ahora desocupado. Se tumbó en el y abriendo sus piernas por completo me pidió que la follara. Maijo apoyada en el respaldo del mismo, jodía en ese momento con Paco, mirando como me hundía una y otra vez en el cuerpo de la hija mayor de su amiga. La escuchaba advirtiéndome que se corría, gimiendo placenteramente y sus grititos afirmativos continuos me dijeron que su pareja le estaba dando su leche en el coño. Por mi parte resoplaba tratando de contenerme para no eyacular y fue justo cuando Yésica me informó que se corría también, pidiendo que se la diera, cuando lancé mi chorro llenándole el conejito.

Sentados todos mas tarde, disfrutando de unas copas mientras las chicas en general, apoyadas en cojines a nuestros pies, acariciaban los miembros semi fláccidos en la mayoría de sus respectivas parejas momentáneas. Carmen, que era en esos momentos mi pareja, me preguntaba si sus hijas se habían portado bien conmigo, a lo que respondí afirmativamente y luego me indicó que todos los chicos, en algún momento habían estado dentro de mi mujer. Maijo estaba repitiendo con Federico que mostraba signos de recuperación, acariciaba sin cesar su polla con una mano mientras charlaba con él. Por su lado, sus manos sobaban los pechos de mi mujercita.

Alguno de los chicos se retiró de la reunión, así que de repente tenía a Carmen y a su hija Luisa, lamiendo mis huevos y mi polla a duo. Ramón y Tere estaban sobre algunos cojines en el suelo, ella arrodillada mientras él la embestía con fuerza. Mi esposa y Federico, sobre los cojines, ella ofrecida, con él encima que la volvía a penetrar. Carmen me arrastró sobre ella, también tumbada en el suelo y me hundí en su mojadísimo coño. Carlos estaba comiendo el chocho de Consuelo mientras Luisa le había puesto el suyo en la cara de aquella viciosa mujer. El desenfreno total en esos momentos, se escuchaban jadeos, gemidos, grititos de placer y el mágico sonido de los cuerpos al chocar entre si por doquier mientras todos los presentes participaban en la orgía montada.

Insistí buscando a mi mujer, ahora Federico estaba abajo, ella le cabalgaba ensartada en su polla y pude ver para mi deleite como Tony la untaba con crema por detrás con una mano mientras, la otra, masajeaba su pene erecto, también por la misma crema. Supe posteriormente que era vaselina lo que le administraba a Maijo, sin perder mi centro de atención a Carmen, observé como Tony se incrustaba lentamente en el culo de mi esposa, mientras Federico en su coño mantenía la presión sin moverse, permitiendo así que la sodomizaran. Mi esposa entre grititos de placer pedía mas y mas, sus dos machos se alternaban en los movimientos permaneciendo estáticos durante los segundos en que el otro hacía movimientos pélvicos para disfrutar del agujero donde estaba. Nunca antes había visto a mi mujercita en una doble penetración y demostraba que lo llevaba de forma magistral.

Me había fijado que en el centro de la pared principal colgaba un cuadro de buen tamaño con una fotografía de Carmen y su marido, el día de la boda de ambos. Lo busqué con mi mirada para corroborar una vez mas que la hembra con la que yacía en esos momentos, era la de la imagen. Sus uñas, sus dedos, me recorrían al tiempo que iba y venía dentro de su breva, flanqueado por sus muslos. Se corría debajo de mí cuando sentí que alguien, detrás me besaba y lamía tanto el culo como los huevos. No aguanté mas y deposité en aquel cálido reducto mi esperma. Era mi tercera eyaculación esa tarde. Postrado sobre el cuerpo de Carmen, descubrí que fuera Tere la que me estimulara en los momentos anteriores con sus labios y lengua.

Poco a poco la actividad fue decreciendo y volviendo a la normalidad. Las chicas se habían ido recomponiendo en sus ropas propias y los chicos iban saliendo tras las despedidas generales. Tere saludó a mi esposa y posteriormente se acercó a mi para decirme que regresaba a su casa ya que, posiblemente su marido e hijos ya estuvieran allí tras su partido. Me solicitó el número de teléfono indicando que en ocasiones, al menos un par de veces al mes, la dejaban algún fin de semana sola en casa cuando se desplazaban a otros campos, por supuesto, se lo facilité.

Cuando de nuevo todo estuvo en orden, charlando con la anfitriona, comentando el trascurso de la tarde, escuché de labios de mi mujer que efectivamente había sido tomada por todos los machos de la reunión, incluso confesando que se sentía plena y totalmente satisfecha.

Esa noche en casa, tras la ducha, tanto Maijo como yo caímos en la cama prácticamente reventados de placer. Mi esposa pegada a mi espalda descansando de la jornada y yo recordando los momentos pasados. El día siguiente nos sorprendió con el reloj en las once de la mañana.