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Carmen y Maijo

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La verdad es que me sorprendió la llamada, no conocía el número. Al contestar, una voz sensual preguntó por mí. Luego al identificarse, recordé. Tere, aquella rubia casada que conociera en casa de Carmen, al otro lado. Tras los saludos de rigor me preguntó si el fin de semana que se acercaba tenía algo previsto. Comenté con Maijo al respecto y pude contestarle que en principio nada existía, a lo que mi interlocutora respondió diciéndome que tanto su marido como los chicos lo pasarían fuera ya que tenían partido y viajaban desde el sábado en la mañana para regresar a últimas horas del domingo, invitándonos a su casa. Informé a mi esposa y aceptamos la propuesta citándonos para el domingo en la mañana.

Cuando llegamos, nos abrió con una bata puesta. Se excusó diciendo que acababa de darse una ducha y que la habíamos pillado sin vestirse aún. Besó a Maijo en una mejilla y cuando iba a darle un segundo en la otra, mi esposa le ofreció sus labios. Observé el beso de ambas, notando como se separaban los labios de las dos mientras se comían la boca unos segundos. Se acercó a mí para saludarme y me ofreció aquellos labios apetitosos. Noté como su lengua se lanzaba a por la mía, se la entregué y luego fui yo quien hurgó dentro de la calidez de su boca. Al separarnos le comentó a mi mujer que su marido acababa ya de meterle algo sin preámbulo alguno. Entre risas pasamos a su salón y tomamos asiento.

Nos ofreció café que aceptamos. Servidos, charlamos sin dejar de mirarnos. Ella le comentaba a mi esposa que desde que nos conociera en casa de Carmen, en cada una de las ocasiones que había estado con su marido, su mente viajaba a aquel sábado concreto buscando las imágenes de ambos en la reunión, confesando a mi mujercita que entre lo que imaginaba estaba ella, tumbada en la cama, mientras le comía el chocho al tiempo que sentía como yo la embolaba continuamente. Maijo le contestó a su comentario que sería rico poder jugar juntas mientras que su maridito las observaba.

Sentada al lado de Maijo, nos indicó que quizás sería conveniente ponerse algo para deshacerse de aquella bata. Mi mujer la miró y mientras decía que al contrario de lo que opinaba, éramos nosotros los que debíamos ir quitándonos ropa para así poder estar a la altura de nuestra anfitriona. Girada hacia Tere, se acercó y repitió aquel beso en la puerta, solo que ahora, el chasquido de las lenguas fue mas que evidente. Se estaban comiendo la boca con ganas. Vi las manos de Tere posarse en uno de los muslos de mi mujer, acariciando con sutileza. Mi mujer le permitía hacer mientras ella misma, tras meter sus manos bajo la tela de la bata, manoseaba los erguidos pechos de nuestra amiga, con sus pezones endurecidos, todo sin apartar sus bocas que continuaban en el intercambio de lenguas y saliva. Por mi parte, tras levantarme, me fui desnudando sin apartar mis ojos del espectáculo que ofrecían, tratando de no perder detalle alguno.

Sentado de nuevo, empalmado, acariciando mi polla con una mano. Tere le indicó a mi mujer mi estado y ésta le respondió que era natural ya que no había tenido oportunidad de ver a su mujercita actuando de aquella manera con otra mujer. Abierta sus piernas, permitiendo que la anfitriona palpara sobre su tanga rosada al tiempo que masajeaba los pechos que le ofrecía Tere.

Precisamente fue ésta última quien nos invitó a pasar a la habitación, para estar mas cómodos. Nos incorporamos mientras Maijo, allí mismo, se despojó de la camisa de asillas que llevaba y abandonó la falda en el sofá también. Sólo con la tanga puesta al haberse descalzado seguimos a Tere hasta el dormitorio principal de su casa. Según entramos en la estancia nos indicó que aquella era su cama de matrimonio, donde se entregaba a su marido y a algún amigo mas. Mi polla daba respingos de gusto escuchando sus palabras. Se despojó de la bata, mostrando así su cuerpo totalmente desnudo. Sus nalgas deliciosa, aquel pequeño triángulo en su vello púbico, repasados los pliegues del resto de su sexo, limpio de pelo, apetecible. Mi esposa se quitó la tanga que quedó en el suelo. Subimos a la cama. Me pidió que yaciera al lado derecho del colchón, lugar que habitualmente ocupaba su marido.

Las dos enroscadas, tocándose con ternura, besándose, lamiéndose, acariciando cada centímetro de piel. Los dedos de ambas tratando de explorar la intimidad de la otra. Sus lenguas ávidas recorriéndose mutuamente. Sin perder detalle las observaba, masturbándome, acariciándome con lentitud, sintiendo mi propia polla totalmente erecta. Se comían mutuamente el cuello, los senos. Maijo chupaba sus pezones mientras Tere se retorcía de gusto, sus pies jugando entre ellos. Luego fue la dueña de la casa la que chupeteó y mordisqueo los senos de mi esposa, mojando con su lengua cada centímetro. Observé la mano de mi mujer y sus dedos, que habían entrado en el cálido recoveco que le ofrecía Tere entre sus abiertas piernas, me ofreció su mano y chupé aquellos dedos mojados, con sabor a nuestra anfitriona. Ésta se desplazaba hacia abajo y mi mujer se dejó hacer. Se abrió totalmente de piernas para facilitar la labor recibiendo los besos y caricias en las proximidades de su conejito. La escuché gemir placenteramente al sentir los labios de Tere que se apoderaron de su raja mas íntima. La devoraba prácticamente, besaba, lamía, chupaba, hurgaba, se deleitaba con el chocho de Maijo sorbiendo frenéticamente, aunque demostrando ternura en cada acción realizada.

Mi esposa se giró hacia mi y se apoderó de mi pinga, la acarició, besó y comenzó a hacerme una mamada que acepté con agrado. Tere continuaba comiendo a mi mujer entre sus piernas, mi esposa tenía su boca ocupada, así que me recosté, separé los muslos de nuestra acompañante y me lancé a besarla íntimamente. Colocó una de sus piernas al otro lado de mi cabeza, ofreciéndome de esa manera su abierto higo para que lo disfrutara mejor. Los sonidos de chupeteo eran incesantes, nos estimulábamos los tres a la vez haciendo sexo oral. Notaba los jalones de Maijo en mi polla cuando Tere le metía su lengua en el coño y eso me hacía que yo mismo hurgara mas profundamente en el conejo que me ofrecían. Mi esposa fue la primera en deleitar a Tere con su zumo, gritando de gusto cuando se vino en los labios de ella, que sorbió incluso con mas fuerza al notar como mi mujer llegaba a su climax. Mi polla saltó fuera de la boca de mi esposa cuando gritó de placer. Tenía el clítoris de Tere entre mis labios, apretándolo cuando la escuché comentar a mi esposa que le agradaba como la estaba comiendo. Besé de manera sonora aquel jugoso túnel antes de que ella se separara de mi boca.

Incorporada buscó en la mesilla de noche diciéndole a Maijo que tenía una sorpresita. Cuando mostró el juguete mi mujer iluminó su mirada abriendo sus ojos por completo. Tere le mostró una hermosa polla de látex, larga, en ambas puntas una perfecta reproducción de una mas que soberbia cabezona. Sonriendo se acercó a mi mujer y le ofreció una de las puntas al tiempo que ella misma metía la contraria en su boca. Las observé chupar el látex a dúo, cada una en su extremo, mirándose viciosas, mojando el juguete con sus salivas. Mi esposa apoyada en sus codos, sin levantarse de la cama y con las piernas abiertas, permitió que Tere le metiera uno de los extremos en su caverna. Con los ojos entrecerrados recibiendo placenteramente el juguete en su interior vio como Tere se acoplaba en el otro extremo, que desapareció lentamente dentro de su vagina. Se disfrutaban empujándose mutuamente una a la otra mientras la polla de látex las mantenía unidas de alguna manera. Ambas se tocaban mirando las acciones de la otra, entre gemidos de gusto. Yo estaba a reventar ante semejante muestra de pasión entre las dos hembras. La paja que me estaba haciendo me sabía a gloria observándolas. Tere con la voz entrecortada, nos informó entre espasmos que se estaba corriendo y no aguanté mas. Mi leche salpicó las sábanas y los cuerpos de ambas, mientras escuchaba a nuestra amiga y observaba el rostro de placer de mi mujer. No cesaron, continuaron dándose con el juguete, follándose ambas al unísono, entre gemidos, jadeos y grititos.

Salí al baño a lavarme y cuando regresé a la alcoba, Tere estaba acostada sobre mi esposa, unidas aun con aquella flexible polla plástica mientras, de nuevo, se comían la boca, moviéndose rítmicamente tratando de satisfacerse mutuamente. Me acerqué a la cama, medio flácido mi pene, colocándome entre las abiertas piernas de ambas. Tomé con una mano el juguete entre las dos y empecé a moverlo arriba y abajo, de esa manera lograba que entrara en cada coño a medida que lo impulsaba a un lado u otro. Se retorcían de gusto aceptando mí iniciativa. Maijo, frenética bajo Tere me demostró que la asaltaba un nuevo orgasmo, sus sonidos guturales, bien conocidos por mí me indicaban la intensidad de lo que sentía en ese momento y, de hecho, cuando salía el juguete de su interior, se veía perlado, mojado, empapado de su zumo. Tere entre susurros le pedía mas a mi esposa, sabía que se estaba corriendo, entre los asentimientos de mi mujer, casi al unísono se movió tratando de dar mas profundidad a las acometidas del látex y, sospechando lo que sucedía, me lancé a besarle aquel jugoso culo que mantenía a mi vista. Mi lengua titilando en su abertura posterior mientras encajaba el juguete en la delantera y, su profundo gemido al alcanzar de nuevo el orgasmo me hizo comprender su disfrute.

Estáticas, ambas quietas como estaban, jadeando aun, tratando de retomar la normalidad en sus respiraciones, unidas con el consolador. Las dos con las gargantas secas y la petición de mi esposa para que les trajera un poco a agua. Mi polla estaba de nuevo terriblemente tiesa. Me acerqué a la cocina y serví agua en dos vasos, al regresar, ambas estaban tumbadas en la cama, abrazadas cariñosamente, mirándose con mimo y besándose de cuando en cuando. Era una imagen deliciosa. Escuché el comentario de Tere al observarle a mi mujer que lo único que le faltaba al juguete era que escupiera algo de líquido también, a lo que mi esposa se sumó.

Tere miró como estaba de empalmado y me solicitó que le permitiera unos minutos de relax antes de atenderme. Maijo fumaba un cigarrillo al que me dejó dar un par de catadas, momentos que aprovechó para volver a los labios de su acompañante. Se notaba la satisfacción de mi mujer y, por ende, la de nuestra anfitriona. Seguían acarameladas. Ninguna de las dos se había levantado a lavarse, por petición expresa de Tere.

Pasados algunos minutos me pidió que montara a mi mujer porque luego deseaba volver a comerle el chocho, pero con el sabor a mi pija también. Maijo me recibió con gusto, la penetré con total facilidad ya que estaba empapadísima. Inicié una cópula suave e intensa con mi esposa bajo la atenta mirada de Tere. Apenas cinco minutos mas tarde nos indicó que era suficiente, que bien podíamos acabar por la noche en nuestra casa. Me retiré de Maijo, que le ofreció su conejito resumiendo flujo por doquier, ella arrodillada en la cama, se metió entre los muslos de mi esposa. Besó y chupó el chocho empapado de Maijo, abierto por mi polla. Se relamía de gusto mientras mi mujer gemía intensamente. Agachada como estaba, con el culo en pompa, sus piernas ligeramente separadas, su vulva a la vista. Sin soltar el chocho de mi señora, se nalgueó. Supe lo que quería y me acerqué, la tomé de las caderas, ajuste mi cabezota a su entrada y la penetré empujándola hacia mi esposa, que seguía recibiendo su comida de coño. La estaba follando con ganas, escuchando su sopeteo en el conejito de Maijo que gemía sin cesar cuando sonó el teléfono en la habitación. Traté de separarme, pero me retuvo, si bien nos indicó que posiblemente fuera su marido, para que guardáramos silencio.

Alargó la mano y contestó. Desde luego era su marido por las contestaciones que le daba y las preguntas que le hacía. Continuaba detrás de ella, metido dentro, agarrando sus caderas mientras charlaba. La escuché decirle a su interlocutor que en ese momento estaba haciendo cositas en el dormitorio, luego añadió que ponía cosas en su sitio ordenándolas y, que estaba en casa con una pareja de conocidos que habían ido de visita. La empujé con suavidad moviéndome dentro de ella. Me deslicé repetidas veces a lo largo de su túnel en un tierno mete y saca. Ella deseó suerte y que no se retrasaran en el regreso, después colgó. Inmediatamente empujó con fuerza hacia atrás para que me incrustara mas profundamente gritando de placer, al tiempo que con voz destemplada nos decía que efectivamente era el cornudo de su marido quien llamó.

Maijo le comentó que bien podía haberle dicho claramente lo que hacía. Ella regresó a su coño, asintiendo a mi esposa, que continuó diciéndole que podía haberle dicho que en esos momentos estaba comiéndole el coño a una amiga mientras su marido la estaba follando. Se corrió, se corrió bufando al escuchar a mi mujer y, entre cortes de voz le contestó a Maijo que en la próxima ocasión le informaría con veracidad de que le estaba poniendo los cuernos. La empujaba con ganas, sobando su culo, sus muslos, a veces, nalgueándola un poco, apretándola mas contra mi esposa que continuaba con el coño en su boca. Maijo destiló de nuevo su zumo entre grititos y Tere ya medio alzada me pedía que siguiera dándole sin parar. En su humedad, trataba de apretarme con su músculo vaginal, aunque me deslizaba con total facilidad dentro de ella. Me pidió que parase, se tumbó en la cama repitiendo que era el lado donde dormía el cornudo de su marido, separó por completo las piernas y me pidió que se la metiera de nuevo, que deseaba ser follada justo allí y que esperaba con ansia le dejara toda mi leche dentro del chocho.

La monté como me pidiera diciéndole que era todo un placer para mí el poder cornear a su marido, descontado, por supuesto, que sin lugar a dudas le iba a llenar todo el chocho con mi corrida. Mi esposa miraba como follábamos. Le  indiqué que me gustaba muchísimo tener amistades como ella, a lo que respondió diciendo que era riquísimo ser una puta folladora. Me corrí escuchándola, casi al unísono con ella, cuando sintió que mi polla se incrustaba mas y comenzaba a escupir mi semilla, agitándose con fuerza y gritando con sonoridad me mojó mas si cabe mi empapada polla. Al retirarme de ella, parte de mi leche escurrió entre sus muslos manchando de nuevo la sábana.

Deliciosa mañana de domingo que culminamos esa noche en casa recordando lo sucedido, descansando plácidamente hasta que nos asalto el sueño reparador.