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Brahím se folla a mi esposa - interracial.

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Conocimos a Brahim de manera casual. La cafetería donde trabaja, por proximidad a casa, no la frecuentábamos. Sin embargo, aquella mañana decidimos desayunar allí.

Nativo de Ghana, aunque de familia senegalesa, alto, joven, amable, atento en su trabajo, con educación, establecido en nuestro país desde hacía bastantes años. En principio esos fueron los motivos para entablar algo de amistad con él, aunque mas tarde, fuera mi esposa la que atara de manera mas personal esta relación.

Empezamos a visitar el establecimiento, siempre siguiendo la pauta de su presencia en el mismo. Si en la mañana descubríamos que no estaba, pasábamos por la tarde, en su turno rotativo semanal. Adquirimos la condición de clientela habitual y poco a poco la costumbre de vernos por allí fue siendo la tónica normal.

Ni que decir tengo sobre los comentarios de Maijo referidos a Brahim cuando a solas en casa charlábamos sobre él. Se fijaba en sus manos, en su rostro amable, sus gestos, el color oscuro de su piel contrastando con el blanco de sus camisas. Por supuesto, siempre acababa en la misma indicación sobre que posiblemente fuera portador de un mas que aceptable aparato, basada en el tamaño de la persona, sus enormes pies y la amplitud de sus manos. Mis respuestas a sus comentarios iban a que posiblemente tuviera toda la razón, mirando su expresión al escucharme, iluminaba sus ojos de forma indiscutible. Entre risas siempre la remataba diciéndole que estaba seguro de que cualquier día comprobaría sus presunciones al respecto.

Era evidente a estas alturas que Maijo, tras sus continuas exhibiciones ante Brahim, de alguna manera también había despertado el interés del chico, con apenas veinte y pocos años, su familia en el país de origen, trabajando como lo hacía para sustentarse, notábamos sus miradas hacia mí mujer, aunque siempre mantenía la distancia adecuada en actos y palabras, sobre todo en mi presencia. No obstante cuando era sólo mi esposa quien visitaba el sitio, mostraba mas audacia en sus acciones piropeando a mi mujer en repetidas ocasiones, cosa que al final ella me contaba en casa.

A veces era yo quien iba sólo a la cafetería, normalmente se interesaba por ella de forma amable tratando de no levantar sospecha alguna. Una tarde concreta, bastante temprano, sin demasiados clientes en el local, mientras me preguntó por Maijo, le dije que había salido a ver a alguien, casi por retirarse cuando en baja voz añadí un comentario acerca de lo buena que estaba. Se quedó tratando de asimilar si había entendido, le hice acercar y le susurré preguntándole si también él pensaba que mi señora estaba apetecible. Amablemente me indicó que era atractiva y llamativa. Fue entonces cuando le dije que a ella también le gustaba un tanto él. Sonriendo se retiró a atender a otro cliente.

Un día después, mi esposa, al regresar a casa me charló sobre la conversación, ya que al parecer, Brahim le había dicho sobre nuestros comentarios, por supuesto, ella ya sabía lo sucedido, incluso le añadió que yo era así de liberal en esos aspectos.

Planificamos que debía de abandonar las visitas a la cafetería durante algunos días, para añadir interés en Brahím sobre ella.

La siguiente semana a su abandono del lugar, en una de mis visitas, me preguntó por ella. Le conté que estaba agripada en casa y que por eso no había bajado. Se interesó por su estado de salud y, por mi parte, le resté importancia al tema, eso si, le dije que ella le mandaba saludos, añadiendo que me había comentado de que si quería, al salir por la noche, subiera a casa a visitarnos. Como le vi interesado, le dije que a la hora de salida, bajaría para previamente tomar algo y llevarle a casa.

Las once de la noche, sorbía de la copa que me sirvió. El relevo llegó a tiempo y tras despedirse de sus compañeros me siguió a casa.

Maijo en la sala, abrigada con un jersey de cuello alto. La falda larga cubriendo el resto. Entramos en casa y charló con ella interesándose por su salud. Mi esposa de manera pícara, como habitual, le dijo que lo que tenía se iría con una buena sudada. Serví unas copas y me senté con ellos en la sala.

Interrumpí la conversación con un comentario hacia Brahim, indicándole que mi mujer, incluso abrigada, estaba tremenda. Él asintió asegurando que siempre lo estaba, tratando con ello de ser amable. Maijo sonreía socarronamente. Unos segundos de silencio hasta que lo rompí diciéndole a él que mi esposa estaba aun mucho mejor sin ropas. No contestó nada. Fue Mai quien añadió que eso era lo que le habían dicho algunos. Nuestras risas hicieron que el chico se relajara un poco, aun así guardaba silencio. Directamente le pregunté si deseaba ver a mi esposa desnuda. Me miró sorprendido ante mi pregunta, sin palabras. Maijo le miraba sonriendo y al verle extrañado ante mi propuesta le dijo que yo estaba hablando muy en serio en ese momento.

El muchacho seguía estancado en el compromiso en que se le había puesto, sin saber como reaccionar o responder a mi pregunta. La cara de mi esposa era todo un panorama de su interior, trataba de mantener la serenidad, pero se le notaba en la mirada tanto su deseo de que contestara afirmativamente como su hilaridad ante la reacción pasiva de Brahim. Unos segundos de silencio antes de que mi mujer diciendo que en realidad, sentía algo de calor, se despojara del jersey para mostrarse mas natural con la blusa de seda que llevaba debajo. Sus senos pegados a la blusa se marcaron perfectamente y sus pezones aun mas, luego tomó la cremallera de la falda, por el lateral donde se sentaba nuestro invitado y la abrió por completo subiéndola hasta la cintura donde tenía su tope, de esa manera su pierna y todo su muslo quedó a la vista también.

Conocíamos que Brahim mantenía una relación con una chica morena también y, que ésta llevaba varias semanas fuera de la isla. Mi esposa de la manera mas natural que pudo, cruzó su pierna recién descubierta sobre la otra, exhibiendo así por completo su muslo desnudo a la vista de todos.

Él trataba de no mirar en exceso hacia mi esposa, mantenía la vista sobre su vaso aunque era evidente que aun de esa manera, sus ojos observaban lo que agradablemente le ofrecía mi señora. Insistí de nuevo en la pregunta realizada diciendo que Maijo ya había empezado a desvestirse. Noté como el muchacho tragaba saliva sin contestar, así que mi mujer le tranquilizó informándole que no pasaba nada, que nada cambiaría en nuestra relación tanto de amistad como de clientes en su trabajo, tratando de calmar la evidente ansiedad de Brahim. Levantó la vista hacia mí como queriendo averiguar si aquello iba realmente en serio. Mi sonrisa se hizo patente y aproveché para decirle con franqueza lo que mi mujer deseaba en esos momentos, al comentarle que Maijo deseaba no sólo mostrarse desnuda, sino que además quería irse a la cama con él.

Los ojos del chico se hicieron aun mas grandes de lo que eran al escucharme. No sabía articular palabra a lo que le decía, como pensando que nada era real. Fue entonces cuando Maijo, a la vista de la situación y aprovechando mi directa propuesta le dijo que lo estaba deseando, preguntándole a continuación si no deseaba tenerla, a esto añadió que estaba mas que dispuesta y además que bajo la ropa que llevaba en ese momento, nada mas tenía puesto.

Tímidamente nuestro invitado balbuceó que siempre se había fijado en ella como mujer. Fue en ese punto cuando mi mujercita le comentó que pensaba necesitaba una ducha relajante, un masaje suave y que, ambas cosas, estaba interesada en proporcionarle. Se levantó del sofá al tiempo que le pedía que la siguiera para decirle donde podría tomar la ducha.

Un poco azorado siguió a mi mujer por el pasillo hasta la habitación principal. Un momento después, mi esposa regresó a mi lado diciéndome que le había dejado en el baño de la habitación, estaba excitada, me besó dándome las gracias y de inmediato regresó a la alcoba. Permanecí sentado, con mi polla totalmente tiesa bajo el pantalón saboreando lo poco que aun quedaba en mi copa.

El aullido de mi mujer en el dormitorio me llamó la atención, me acerqué a comprobar lo que sucedía. Desde la puerta, sin entrar en el cuarto observé el interior. Mi mujer desnuda, sentada en el borde de la cama. Brahím de pié. Su cuerpo recién duchado, aun algo húmedo, totalmente desnudo de frente a mi esposa. Maijo con una expresión de asombro en su cara, sus ojos abiertos y sus manos sosteniendo lo que el muchacho le mostraba en ese momento. Entendí la exclamación de mi mujer al ver el miembro de Brahím. Su polla erecta, gruesa, enorme, dos grandes bolsas colgando debajo, apretados a su escroto, apelmazadas. Ella la sujetaba con ambas manos tratando de acapararla y aun así, sobresalía por encima de ellas, todo el cabezote y un trozo de rabo fuera de sus manos aunque éstas la agarraban una sobre la otra.

Respirando de forma entrecortada, me pidió que observara aquel tremendo pene que tenía delante de ella. El muchacho se movía adelante y atrás tratando de deslizar su polla entre las manos de mi esposa, que se sujetaba a ella como una posesa. La vi acercarse aun mas a aquel soberbio cipote y como su lengua salía de su boca para posarse sobre el enorme cabezón. Lo lamió golosa, recorriéndolo alrededor, repitiendo una y otra vez la acción. Se separaba un poco y volvía a pasar su lengua por la descubierta piel del glande de Brahím, masajeaba el resto de la polla con sus manos al mismo tiempo. Sonriendo le pregunté si pensaba que podría caberle toda dentro. Me miró con los ojos muy abiertos sin responderme, ocupada como estaba besando y lamiendo aquella pija. El chico no decía nada, sólo recibía con agrado las caricias de mi mujer, moviéndose continuamente con suavidad para que ella continuara con lo que hacía.

Abrió la boca y la acogió dentro. La chupó despacio, mamando con delicadeza, sólo entonces Brahím gimió de gusto al sentir los labios de Maijo que trató de hacer entrar en su boca el máximo que pudo de carne. Se lanzó a chupar de forma frenética, la dejaba salir por completo, para maravillarse ante la proporción y, de nuevo la metía entre sus labios para saborearla. Había visto en repetidas ocasiones a mi mujer chupando polla, pero aquella, desde luego, parecía encantarla.

Brahím resoplaba de gusto y solicitaba que continuara mamándosela, a lo que Maijo respondía con renovados bríos. Se la pasaba por la cara, golosa, la olisqueaba y volvía a chupar aquel trozo. Sus dedos jugueteaban cariñosamente con los dos huevos. Me decía cuando tenía oportunidad que estaba excitadísima y totalmente empapada, sin abandonar demasiado rato el sabor de la tranca del chico.

Escuché a Brahím decirle a mi mujer que quería comerle el coño. Ella le permitió tumbarse en nuestra cama. Se subió sobre él, en sentido contrario y abierta de piernas le plantó su mojado conejito en la cara mientras volvió a apoderarse de su rabo tieso para continuar mamando. Las manos de él la agarraban por los muslos, abriéndolos para facilitarse la labor. Se fundieron en un sesenta y nueve magistral, los gemidos de mi esposa, aun con su polla en la boca, eran audibles. Los labios de él la recorrían y su lengua la exploraba interiormente. Mi mujer se agitaba sintiendo como le metía la lengua en el chocho con movimientos rápidos, casi la estaba follando así. Por mi parte me acariciaba sobre el pantalón observando lo que sucedía sobre la cama de matrimonio. Los dedos de él la penetraban durante segundos para luego volver a meter la lengua dentro, lo repetía de continuo. Le cogió la pipa entre sus labios y tiró de ella. Mi mujer explotó. Se corrió como una perrita, entre grititos de placer y soplidos suaves mientras él, continuaba chupando su clítoris con dos dedos dentro del abierto higo de mi esposa.

Maijo se levantó velozmente, se tumbó en la cama, totalmente abierta de piernas, solicitando que la montara. Brahím se metió entre sus muslos, sujetando el enorme trozo con una mano, lo pasó repetidas veces por encima del coño y, mirándome me dijo que con mi permiso, luego, sin mas, colocó su hinchado cabezón en la entrada del túnel de mi mujercita y presionó. Vi como entraba, como desaparecía lentamente dentro de ella, que abría la boca, sintiendo la dilatación a la que la sometía. Poco a poco la fue hundiendo hasta que mi mujer le frenó. Aun quedaba algo de polla fuera de ella, pero había alcanzado el final del pasillo. Sus piernas dobladas hacia atrás para recibirle, sus manos indicando donde debía detenerse al ensartarla, gimiendo como una zorra mientras Brahím le metía todo lo que podía. Me coloqué a los pies de la cama, mi esposa toda abierta, él arqueado sobre ella, su polla iba y venía dentro de mi mujer. Veía con claridad como al retirarse, sacaba los labios de su vagina pegados a su tronco para luego volver a hundirlos al penetrar de nuevo. No estaba usando condón, se la follaba al natural, de todas maneras, los míos no le habrían servido de nada porque ni de lejos llegaba al calibre del muchacho.

Mi esposa estaba recibiendo una soberbia polla y la estaba disfrutando como una loca. Gritaba de gusto aunque en ocasiones se quejara cuando él, llevado del ímpetu, trataba de entrar mas de lo que ella aceptaba, aunque insistía en que continuara dándole de la manera en que lo hacía. Se corrió de nuevo gritando entre espasmos. Le informé de que como sospechábamos, no le cabía entera, a lo que ella contestó que aun así le encantaba muchísimo. Por su parte, Brahím, continuaba metiendo y sacando su pollón del cuerpo de mi mujer, mojándose en sus fluidos, disfrutándola sin miramiento alguno. Fue entonces cuando le dije a mi hembra que, ahora quizás, sería el momento oportuno para que le ofreciera el culo. Conocía el deseo expreso de sentirle por todos sus agujeros y sabía que se había preparado para ello previamente.

Me dijo que estaba dispuesta a dejarse dar por atrás, pero, que me necesitaba debajo de ella cuando se colocara a cuatro patas, para que le comiera el chocho mientras le dieran polla. Acepté la propuesta, naturalmente, lo estaba deseando incluso porque sabía que así tendría una visión completa de la follada.

Les vi separarse y como ella tomaba, de la mesilla de noche, la crema que de forma inmediata, entregó al chico para que la untara. Se arrodilló en la cama y luego se apoyó en sus manos, ofreciendo toda su zona mas íntima a Brahím. Me colé bajo ella observando de cerca sus pezones como piedras, que aproveché para lamer y chupar.

A cuatro patas, con sus cuartos traseros alzados, separadas sus piernas, su coño perlado de su propio jugo, los dedos de su acompañante sexual untando con la vaselina la entrada trasera de mi esposa. De espalda sobre la cama me desplacé hasta el lugar adecuado. La polla totalmente tiesa de Brahím allí mismo, apuntando erguida hacia arriba, sus huevos colgando bajo ella, se notaban repletos. Noté las manos de Maijo que abrían mi bragueta.

Brahím preguntó si estaba preparada y mi esposa sin dudar le pidió que se metiera en ella. Le observé como enfilaba aquel trozo erecto hacia el culo de mi esposa. Presionó un instante mientras Maijo hacía fuerza para dilatarse y permitir un mejor acceso. La escuché embelesado pedirle que entrara despacio.

El cabezón hinchado se hizo hueco entre las nalgas de mi mujer y, poco a poco, fue desapareciendo todo el resto de manguera. El gemido de Maijo fue ronco y largo, pero el cuarto de metro de Brahím entró por completo en el culo de ella. Sus huevos hicieron tope en la misma breva de mi mujer cuando le espetó por completo todo su rabo en el culo. Se retiró hasta la mitad aproximadamente y volvió a entrar entero de nuevo entre los gemidos de mi mujercita.

Acerqué mis labios al chocho de Maijo que me recibió a gusto, se movía al ritmo que le marcaba la polla de su enculador. Ahora le daba rápido, ya bien dilatado el canal trasero, jadeaba como una alocada, me chupaba la polla, ya al descubierto mientras sentía mi lengua saboreando su coño totalmente abierto. Los huevos de él me daban en la frente, entre mis cuernos, cada vez que se la metía entera, chocando sus cuerpos en cada embate. Brahím resoplaba mientras Maijo a veces entre quejidos, jadeos, gemidos y chasquidos de su boca al mamar mi pene, entonaban un cántico extraño pero placentero a mis oídos, que no paraba de chupar aquel chocho jugoso.

Mi zorrita gimió profundamente antes de entre gritos confirmarnos a ambos que la alcanzaba un nuevo orgasmo, chillando que se corría me inundó la boca con su zumo delicioso, mientras que su follador la ensartaba aun mas rápido y profundo. Me jalaba de la polla como poseída por no se que ímpetu, quizás para acallar sus gritos escandalosos, mientras recibía las embestidas de aquella pollaza del moreno que se la estaba agenciando. Los golpes de los huevos en mi frente eran frenéticos también, lo que indicaba que el culo de mi mujer estaba casi de continuo repleto de verga negra.

Los bufidos de Brahím se hicieron oír claramente, nalgueando a mi mujer, incrustado a tope en su culo, metiéndosela por completo y diciendo a la vez que estaba a punto de darle toda su leche en ese canal donde estaba. Mi mujer entre sollozos le decía que se la diera, casi insistía en ello, mientras que yo continuaba chupando sus zumos que aun destilaban de su delicioso higo.

Se corrió gritando, diciendo a mi mujer que tomara toda su corrida, empujando con ganas dentro del estrecho ano de Maijo. Descargando su leche mientras ella también gritaba recibiendo el líquido caliente. Cuando vi como salía toda la manguera del muchacho, me alcé por detrás de mi esposa. Tenía el culo dilatado, abierto de tanta carne que le había metido el negro, enrojecido, se notaba la leche dentro, no había necesidad de hacer fuerza para dilatar y verla. Me corrí como un cabrón viendo todo el canal de mi esposa lleno de aquella cantidad de leche entregada por nuestra visita.

Casi tuvo que arrastrarse al baño. Sentada en la taza del inodoro, aunque se había preparado, la cantidad de lefa, le sirvió casi de purgante nuevo. Desnuda, abierta de piernas, las manos apoyadas en la propia taza, expulsando de su culo el esperma pegajoso que le había dejado dentro. La miré mientras lavaba mi propia polla recién corrida con la hermosa visión de sus dos hoyos abiertos a presión.

Brahím es uno de los usuales que siguen tirándose a mi mujer