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Cazado 5. Prestado a Alicia.

en Dominación

Viernes.
Hoy a mediodía corrí a buscar a Mi Señora Teresa al terminar la última clase.
Me esperaba con Alicia, otra profesora amiga suya y de la misma edad, cincuenta y tantos años.
-Hola, Andrea -me saludó Teresa, y al oír que me llamaba en femenino delante de la otra me quedé parado-, ¿se te ha olvidado saludar?
-Buenos días, Mi Señora, buenos días, Alicia.
-Sin familiaridades, Andrea, ella también es Señora.
-Buenos días, Señora.
-Hola... Andrea.
-Alicia estaba conmigo el día que nos hiciste aquel pase de modelos por wasap, y tiene ganas de verte en directo.
No sabía qué quería decir.
-Sí -continuó Alicia-. además, tengo un amigo que me ha contado cosas, y...
-...y quiere practicar.
-Así que he pensado que este fin de semana te voy a prestar.
-Sí, Mi señora, lo que usted desee.
-Pues aquí te dejo con ella. El lunes me dará tu nota, y si no llegas al sobresaliente, tendré que mandarte a que te castiguen.
Nada más decir eso, se fue y yo me quedé literalmente pasmado.
Alicia me miró sonriendo:
-Llevamos años aquí trabajando juntos y ya ves, qué sorpresa. ¿Desde cuando te gusta vestirte de chica?
-No es que me guste, Señora. Obedezco a Teresa.
-Y ahora a mí.
-sí, Señora.
-O sea, que si te mando a tu casa y que vuelvas con un vestido, lo harás.
-sí, Señora.
-Y tú qué prefieres, ir vestido de hombre o de mujer.
-Lo que usted desee, Señora.
-Muy bien, pues quiero verte de mujer.
-sí, Señora -dije, ya temiendo que me obligara a ir con un vestido a cualquier sitio.
-Lo primero es que quiero que seas mujer todo el tiempo, así que vas a ir a tu casa a vestirte como tal, pero de momento no hace falta que te pongas falda, que ya vi en las fotos que tenías unos pantalones de chica muy monos. No hace falta que cojas más ropa, tenemos un uniforme y con eso bastará. Luego vas a mi casa. Aquí tienes la dirección. No tardes, que todo cuenta para la nota.
Fui a casa corriendo, me puse el sujetador y la blusa blanca y los pantalones de chica, un pañuelo al cuello y unos zapatos como de monja que había tenido que comprar.
Cogí el coche y fui hasta la urbanización donde vivía Alicia.
Llamé y me abrió la puerta una mujer muy muy mayor, pequeña, que andaba con dificultad.
-¿Sí?
-Perdone, pero ¿no vive aquí Alicia?
-sí. ¡alicia!
La otra llegó al momento.
-Hola, andrea. Es la asistenta, mamá.
-ah, pero parece un... chico.
-jajajaja, mamá, por favor, claro que es un chico, pero quiere ser una chica y que respetemos sus deseos... Pasa, Andrea.
En el salón me esperaba otra sorpresa: un hombre de edad parecida a la de la abuela me miraba sentado en su sillón. Iba relativamente elegante, como un viejo al que le gusta seguir con sus trajes y corbatas
-Pues a mí me pasa -dijo como saludo- lo que a Dolores.
-Mírala bien -me hizo dar una vuelta frente al viejo-. ¿Esta blusita, este pañuelo, estos pantalones te parecen de hombre? Bueno, andrea, estos son Dolores, mi madre, y Mario, su hermano y mi tío. También serás su asistenta. Desnúdate, que cuanto antes te cambies de ropa antes terminarán los equívocos.
Salió del cuarto y yo, de inmediato, empecé a desnudarme. Cuando dejé al descubierto el sujetador, a los viejos se les escapó una risita, que fue mayor cuando me quedé en bragas y medias.
-Pues sí que vas a ser una chica.
Iba a quitarme el suje cuando regresó Alicia.
-Deja, deja, mejor te quedas así de momento. ponte este uniforme y sírvenos la comida.
Me puse un vestido de fondo azul y muy floreado, muy fino y cuya falda, con mucho vuelo, llegaba algo por debajo de las rodillas.
-Aquí nos gustan las cosas bien hechas. Ven acá.
Me puso un delantal blanco y un pañuelo del mismo color en triángulo en la cabeza.
Alicia me enseñó donde estaban las cosas en la cocina.
-Y cada vez que vayas al salón con algo de la comida, estos guantes.
Los guantes era también blancos, muy finos y ajustados.
-No se te ocurra mancharlos.
 Con ellos puestos, puse la mesa, a la que se sentaron los tres.
-andrea tiene que sacar buena nota, o será severamente castigada, ¿verdad, andrea?
-Sí, Señora.
-¿Y qué tiene que aprender?
-La nota es por comportamiento. Si nos obedece en todo y quedamos satisfechos con ella, podrá sacar sobresaliente y no ser castigada.
-¿en todo, en todo?
-sí, Mario. Esta no se irá porque le insinúes tus necesidades sexuales. Al contrario, estará encantada de satisfacerlas. Andrea, a lo mejor ellos no se atreven a ordenarte todas esas cosas que he leído por ahí. ¿No quieres ofrecerles algo?
-Claro, Señora. Si el Señor quiere, me gustaría chuparle la polla...
-¡No seas grosera!
-Perdone, perdone, Señora. Me encantaría acariciarle su sexo con mi lengua, y a la Señora también.
-¡nos has traído una puta, Alicia!
-Jajajaja, llámala como quieras, pero se te ve en la cara que estás muy interesado, tío. además, mírala: ¿tiene pinta de puta? Con ese vestido, el delantal, el pañuelo, los guantes... ¿no es una doncella perfecta?
-Claro, es curioso. Y si le ponemos mala nota, la castigan.
-sí, y yo tampoco sé cómo. ¿Cómo fue ese castigo que te hizo tan sumisa, andrea?
Recordé, y fui contándoles.
-Fui a un prostíbulo...
-Ves, una puta.
-tío, si fuera una puta, ir allí no sería un castigo. ¿Qué pasó allí, andrea?
-Primero, me pasearon a cuatro patas por el bar, vestido...
-Vestida, Andrea
-perdón, vestida únicamente con un camisón blanco corto y con un collar de perro al cuello. Una puta tiraba de la cadena y yo la seguía como una perrita, hasta que me dejaron de rodillas, con las manos atadas arriba, casi colgada, y desde allí tenía que decirles a todos los que entraran que esa noche les chuparía su po..., perdón, sus miembros gratis.
-Anunciando la mercancía, qué bien.
-Y allí mismo, un hombre se me acercó, sacó su miembro y se lo chupé hasta que se corrió. Luego me llevaron a un sitio casi redondo, con ventanas desde donde me veían, y agujeros debajo de las ventanas. Y allí me dieron latigazos y me violaron, mientras yo corría de un agujero a otro a chupar las... los miembros que asomaban, sin saber de quién eran. Cuando les pareció bien, me sacaron de allí y me pusieron a limpiar y recoger el bar.
-¿Y el siguiente castigo, sabes cómo será?
-Me dijeron que la próxima vez sería igual, pero mucho más largo.
Mario intervino:
-O sea que si te digo que te pongas de rodillas, tú lo harás.
-Sí, Señor.
-Ponte de rodillas, así, con la falda alrededor de tus piernas, que no se vea nada. Y las manos arriba, como cuando estabas allí.
Me puse como me ordenó, y ya esperaba que el viejo se acercara y me metiera su polla en la boca, pero aquello no era un puti.
-¡Qué cosas! -dijo-. En fin, creo que voy a echarme una siesta.
-La asistenta te ayudará.
-¿A echarme una siesta? jajaja. No la necesito.
-Pero Mario, ¿no ves que lo está deseando? Díselo tú, Andrea.
-Por favor, Señor, déjeme atenderlo.
-Claro, Mario, ¿no te acuerdas cuánto te gustaba que te desnudara la asistenta cuando tenías el brazo escayolado?
Mario me miró dudando. Yo seguía de rodillas, con las manos levantadas y con cara de estar rogando, aunque ni yo sabía qué rogaba. María intervino:
-Y bien que rozabas como sin querer su culo con la otra mano, que por eso se fue.
-Esta no se va a ir por mucho que la toques.
-Pero es un tío, joder!
-Mírala. ¿estás seguro? Andrea, ¿qué eres?
-Soy la asistenta, Señora.
-Pues mira a ver qué tienes que hacer.
Mario miraba indeciso desde la puerta. Me levanté y me acerqué a él. Me agarré de su brazo y me pequé a él.
-Por favor, permítame quitarle esta ropa -al decirlo, fui bajando una de mis manos por su camisa hasta los pantalones y allí toqué algo duro, no mucho, pero duro.
Él no dijo nada, y nos encaminamos a su habitación. Desde el pasillo oí a Alicia decirme:
-No tardes, Andrea, que por mucho que te guste eso, tienes más cosas que hacer.
-Sí, Señora -le contesté.
Entramos en la habitación de Mario. Era la primera vez que debía "seducir" a un hombre. Tenía que pensar como un gay, o como una mujer. Tenía que pensar que lo estaba deseando, que aquel hombre, viejo, feo y casi baboso, me gustaba.
En cuanto estuvimos dentro, me puse frente a él y fui aflojándole la corbata.
-Permítame, Señor.
-Mira, joven, a mí vuestros juegos me dan igual, pero yo no soy maricón.
-Sí, Señor, pero mi Ama ha hecho de mí una mujer, y ahora soy suya. Puede usted levantarme la falda, y bajarme las bragas, Señor.
Me di la vuelta y me incliné para que pudiera tocarme el culo si quería.
-Que no, hombre, que no.
Volví a ponerme frente a él, le quité la corbata y la chaqueta de punto que llevaba.
-Pues déjeme atenderlo, Señor, por favor, no quiero ser castigada de nuevo.
-Bueno, venga, pero date prisa.
No volvimos a decir palabra. Le quité la camisa muy despacio, tocando su arrugada piel, sus pezones, le puse la chaqueta del pijama y le desabroché y bajé los pantalones, sin perder la oportunidad de tocarlo, de acariciarlo por todas partes. Se sentó en la cama y yo de rodillas ante él le quité las zapatillas, los calcetines y los pantalones. Lo acariciaba desde la entrepierna hasta los pies y podía ver que su picha reaccionaba. Lo acosté en la cama, boca arriba, él cerró los ojos. Fui lamiéndole las piernas, hasta los pies, hasta comerme cada dedo, le bajé y le quité los calzoncillos y empecé a tocarle su polla, que se iba endureciendo poco a poco. Me remangué la falda y me subí a la cama, de rodillas a su lado, acariciándole y lamiéndole todo el cuerpo, hasta que me metí su picha en mi boca y fui mamándosela despacio, muy despacio. La sacaba y la metía y vi que él ya no estaba pensando en un hombre.
En algún momento, cuando la sacaba de mi boca, él empujó mi cabeza hacia abajo, hasta que me la tragué entera y ya no me dejó apartarla, Sentí que se acercaba al orgasmo y traté de hacerlo más despacio aún, para que durara, para que se sintiera feliz con la puta que era yo. Hasta que de pronto se me llenó la boca con su leche, que me tragué con dificultad porque seguía aplastando mi cabeza contra su sexo.
Después fue relajándose y yo pude limpiarlo bien con mi lengua. Cuando terminé creo que él estaba dormido. Lo arropé, me coloqué bien mi ropa y me volví al salón.
-¿Qué has hecho con Mario? -me preguntó Alicia.
-Lo he acostado, Señora. Lo he relajado con una ...
-Bueno, bueno, sin detalles. Muy bien. Ahora atiende como es debido a mamá.
Mamá, María, me miraba sonriente desde el sofá. Levantó una mano y yo corrí a ayudarla a levantarse.
-Primero vamos al servicio, cariño -me dijo la anciana-, que quiero hacer pis.
-Sí, Señora, lo que desee.
Allí dejó que le quitara la falda. Debajo tenía una combinación que levanté para bajarle las bragas, grandes y blancas, de algodón, con una compresa que olía a pis. La ayudé a sentarse en la taza y yo, delante, de rodillas, le mantenía la ropa arriba mientras ella meaba. cuando terminó abrió de par en par las piernas.
-El papel me irrita un poco. Podrías limpiarme...
-sí, Señora, lo haré encantada.
-Qué atenta. A mi edad, ya sabes, se pierde un poco.
Metí mi cabeza entre sus piernas y como pude, lamí su sexo mientras no dejaban de salir gotas de orina. Le gustaba, porque noté cómo iba excitándose. No me atrevía a apartarme aunque la postura era sumamente incómoda.
-Me das un poco de envidia, cariño. Yo quiero también mi chupachups -me apartó y se levantó-. Siéntate tú ahora a hacer pis.
Me levanté la falda y me bajé mis bragas, pero en cuánto me hube sentado, me agarró la polla.
-Ya verás qué bien. toma, coge esto.
Entonces se quitó media dentadura, que dejó en mi mano, y la otra media en la otra, y ya sin ellas, se puso a comerme la polla. A pesar del asco que me daba lo que tenía en las manos, no pude por menos que excitarme con la suavidad de aquella mamada. Lo hizo durante un rato, y cuando mi picha estaba a punto de explotar, se apartó.
-Espero que esto te guste, yo lo echaba mucho de menos. Córrete sin miedo.
volvió a mi picha y en unos momentos me corrí dentro de su boca.
Sacó mi polla, me juntó las piernas y se sentó a horcajadas sobre ellas, me agarró la cabeza y juntó su boca con la mía, que no pude por menos que abrir para que me metiera su lengua y con ella toda mi leche.
-Deja los dientes en ese vaso y vamos a mi cuarto, cariño.
Allí la desnudé como había hecho con su hermano, le puse un camisón que estaba sobre la cama y la acosté. ella se levantó el camisón hasta dejar libres sus tetas de anciana, caídas a los lados, y se colocó boca arriba con las manos en la nuca. Me coloqué entre sus piernas y lamí sus pezones hasta que se endurecieron. Después seguí lamiendo sus sobacos, sus brazos, y todo su cuerpo. Pasé por su sexo y seguí por las piernas, hasta saborear sus pies y sus dedos.
Entonces volví a su coño, que lamí hasta que se corrió varias veces, hasta que me apartó suavemente y me dijo que quería dormir.
Volví al salón pensando que entonces me tocaba con Alicia, lo que en comparación con lo anterior, era como hacerlo con una veinteañera, pero ella no estaba por la labor.
-Hala, recoge todo y limpia y friega, que me ha asegurado Teresa que eres una chica muy hacendosa.
No hubo más sexo en la tarde, y casi fue peor, porque la humillación seguía ahí y durante varias horas me maté a trabajar en la casa, bajo la atenta y divertida mirada de Alicia, primero, y luego de los tres, cuando se hubieron levantado y yo los hube vestido. Les hice y les serví pronto la cena, y después recogí y limpié todo. al final me pusieron de rodillas otra vez en mitad del salón, con las manos levantadas.
Mario cogió el teléfono.
-Qué os parece si llamo a Felipe, que se acerque a tomar una copa.
-¿A tomar una copa? jajaja. Llama, llama, pero que quede claro -dijo Alicia- que esta noche Andrea dormirá conmigo.
-Por supuesto, sobrina, por supuesto.
Marcó y al momento se puso a hablar, en voz alta, claramente para que yo pudiera oírlo.
-¿Felipe? ¿Qué tal?... Estábamos organizando una fiestecilla... privada, privada... a lo mejor te quieres acercar... ¿cansado? jajajaja, se te pasará el cansancio cuando te cuente... jajaja, sí, verás, tenemos una invitada... o invitado, no está claro... jajaja, no hombre, se le ve bien, es que, claro, la miro y veo a una asistenta, eso sí, que se deja tocar el culo, y mucho más... calla y escucha, está ahora mismo aquí delante, de rodillas... sí, de rodillas, aquí conmigo, en vez de contigo, jajaja, con la faldita del uniforme tapándole las piernas, con las manos hacia arriba, con el pelo recogido con un pañuelo, creo que le gusta que la cuelguen... jajaja, ya te veo el interés, sí, exactito a esas salvajadas que cuentas, pero no sabes lo mejor... que debajo de la falda, y debajo de las bragas, ¿adivinas qué tiene?... exacto, una polla, por eso te decía que no estaba claro, jajajaja... sí, hombre, es un tío vestido de mujer... no, no es una puta travesti ni nada de eso... es un profesor del instituto de Alicia que le van estas cosas y nos lo han prestado el fin de semana para lo que queramos... bueno, nos está dejando la casa como nunca... ¿azotes?, espera -me miró- pregunta Felipe que si te podemos dar azotes
-Lo que ustedes deseen, Señor.
-Que lo que nosotros deseemos, Felipe... jajajaja ¿se te ha pasado el cansancio, eh?... jajajaja, ya sabía yo que estas guarradas te gustan... si no dice ni mu... vale, vale, amordazada estará más guapa... ¿con qué?... jajaja ¿con unas bragas?... espera. María, te pide Felipe por favor que le prestes tus bragas usadas a Andrea para amordazarla.
María se echó a reir.
-Pero cómo se puede ser tan guarro. 
-Ya te dije que no iba a querer... vale, trataré de convencerla mientras vienes... vale, vale, de eso me encargo yo... ¿guerra? ninguna, ¿verdad, Andrea?
-No, Señor
-Ninguna guerra... sí, está aquí, disfrutando de ver a su compañero convertido en compañera y putilla... vale, hasta ahora.
Mario colgó el teléfono.
-!Qué lástima que tenga que bajarle la nota a Andrea!
-¿Bajarle la nota a la pobre, con lo que le hacéis hacer?
-Ya, pero a Felipe le gustaría encontrársela con tus bragas en la boca, y no va a poder. ¿A que te gustaría, andrea?
-Sí, Señor, mucho.
-Pues pídeselas -intervino Alicia-, a lo mejor se apiada de ti. Desde luego, si un amigo no queda satisfecho, la nota no podrá ser buena.
-Por favor, Señora María, por favor.
-¡A nuestra edad y con estos juegos! Por dios. Iré a por unas bragas.
María se levantó, pero Mario le dijo:
-Tienen que ser las que llevas puestas.
Allí mismo, la vieja, que ya estaba entrando en el juego, se metió las manos bajo su falda y se sacó unas bragas blancas y grandes, que no sé si serían las que llevaba por la tarde.
-A lo mejor las quieres con la compresa y todo.
-Sí, Señora, como usted las lleve.
María se me acercó, separó la compresa de la braga.
-No estoy nada segura de que me gusten vuestros juegos. este Felipe... Abre bien la boca, no sé si van a caber.
Y fue metiéndome las bragas, sin la compresa, pero húmedas de pis, en la boca. Tuvo que apretar, hasta sentirlas en la garganta, pero entraron por completo. Mario se acercó y me amordazó con cinta americana.
-Ahora quítate ese uniforme, de pies, que Felipe quiere verte en tu bonita ropa interior. Te dejas el pañuelo, que te hace más mujer.
Cuando me quedé en medias, braguitas y sujetador, me llevó las manos atrás y me las ató con más cinta.
-De rodillas, mirando a la puerta.
Allí me ató los tobillos, con lo que quedé inmovilizado, mientras ellos volvían a sentarse a esperar mirando la tele.
Felipe no tardó en llegar. Era otro viejo, como los hermanos, y tras echarme una mirada, se dedicó a saludarlos a todos.
Alicia le ofreció una copa.
-Claro, ¿no venía a eso?
Mientras Alicia salía, Mario le preguntó:
-¿Qué te parece?
Felipe me miró detenidamente, se acercó y me levantó la cara por la barbilla.
-Un sueño. ¿Y decís que no es un profesional?
-Te podría contestar él si no tuviera las bragas de María metidas en la boca. Es un profe, un compañero de Alicia.
-Una compañera, más bien. ¿Puedo...?
-Es tuya, Felipe.
Y Felipe me dio por sorpresa un tremendo bofetón que me tiró al suelo.
-Eso por mirarme, putilla. Al amo no se le mira. Si te levanto la cabeza, cierras los ojos. ¡De rodillas!
Aquel amigo de la familia era un sádico, bien lo conocía Mario, y yo su víctima. Atado como estaba, me costó, pero volví a mi posición de rodillas.
-Me lo dejaréis llevar esta noche...
alicia, que entraba con el vaso, contestó:
-Ni hablar. Lo que pienses hacer, salidorro, aquí, que todos queremos divertirnos. Seguro que conoces algún juego.
Felipe me ayudó a levantarme, quedando en un precario equilibrio.
-¿Puedes traer las pinzas de la ropa, María?
-Claro.
Felipe tiró de mis bragas hacia abajo, y me quitó el sujetador.
-Este juego es muy sencillo. Hay que ir poniéndole pinzas donde queramos, por turnos, y al que se le caiga alguna, pierde y deja de poner, y el que gane... que haga con ella lo que quiera.
En un momento tenía a los cuatro a mi alrededor, armados de pinzas.
-Ya os aviso que conviene escoger zonas blanditas, donde sobresalga algo de piel, porque si no, las pinzas no aguantarán. Alicia, tú que la conoces, ponle la primera.
-¿donde no se caiga?
-Por supuesto.
Alicia me puso la primera en el escroto, casi con suavidad, pero Felipe la corrigió apretando la pinza.
-Hay que apretarlas bien. María...
María me la puso al lado, pero apretó hasta hacerme suspirar. Y Mario la siguiente.
Felipe cambió de zona, y me pinzó con saña un pezón. Alicia el otro, mientras los otros siguieron en los huevos y la piel de la entrepierna.
Pronto empezó a ser difícil encontrar un hueco, y el dolor se multiplicaba, porque movían unas pinzas para clavar otras. Los huevos, la piel del pito, flácido, sus alrededores, los pezones y sus lados, las orejas, la piel de los brazos, todo era un reguero de pinzas y de dolor. Se les fueron cayendo y, lógicamente, ganó Felipe, que se apartó ligeramente para observar.
-¿No está más bonita así, toda adornada?
-Has ganado, Felipe, ¿qué quieres hacer?
-Darle unos azotes, por supuesto, porque a las niñas hay que azotarlas, aunque se hayan portado bien, para que lo hagan mejor.
Acercó lentamente una silla a donde yo estaba, la puso delante de mí y se sentó en ella. Me agarró de un brazo y sin ningún miramiento me tiró encima de sus piernas. Sentí que toda mi piel estallaba de dolor al caer con las pinzas sobre él. algunas se soltaron, pero la mayoría se retorcieron como si me estuvieran mordiendo donde más dolía.
-Uf -dijo Felipe- esto ha debido de doler, pero no es nada, mujer. Puede ser peor, mira.
Y empezó a moverme sobre sus piernas, y yo a patalear, con lo que empeoraba todo.
Entonces cayó su mano con todas sus fuerzas sobre mi culo. Creí desmayarme de dolor porque el azote no solo dolía en el culo, sino en cada una de las pinzas que me recorrían el cuerpo, sudaba, lloraba.
Y él disfrutaba, como pude sentir en su polla enorme contra mi cuerpo. Esperó unos segundos, a que me calmara, para descargar otro azote brutal. No sé cuántos recibí, pero cuando se cansó, me dejó rodar hacia el suelo por sus piernas. Y allí me quedé, deseando desmayarme. Me acordé por un instante de mi exnovia y su amiga, y sus palizas y sentí que esto era mucho peor.
-De pies, putilla, que vamos a quitarte esos adornos.
Me pusieron de pies y fueron quitándome las pinzas, una a una, despacio, tirando de ellas, porque él sabía que eso también era doloroso. Lo único bueno era que unos segundos después el dolor se iba.
-¿Empezamos con otro juego?
Alicia entonces intervino, y me dieron ganas de adorarla.
-Muy divertido, Felipe, pero ya está bien, que lo quiero para mí esta noche.
-¿Ya, alicia? pero si acabamos de empezar.
-Ya, pero como sigamos con tus juegos, no me va a quedar nada para mí.
De un tirón, Felipe me quitó la mordaza, y luego fue sacando las bragas.
-Bueno, solo otro, uno que no duele.
-que no duele, ¿viniendo de ti? qué raro.
-Jajaja, qué idea tan retorcida tienes. Yo esto solo lo hago con quién quiere hacerlo. y a andrea me la habéis ofrecido vosotros. ¿no le habéis dado unos azotitos a Andrea?
-No nos pone eso especialmente.
-Ah, no? Y tener aquí a una esclava sí, jajaja. Vale, vale, ya sé cómo vamos a terminar la velada. Y así probáis algo nuevo.
Felipe me arrastró hacia el sofá, en el que se sentó, dejándome a mí frente a él.
-Inclínate, putilla, pero sin doblar las rodillas.
Me incliné hasta que él tiró de mí, dejándome la boca frente a su bragueta.
-La niña se va a comer un caramelo, mientras vosotros le dais azotes en el culo. Les encanta. ¿te encanta, putilla?
-Sí, Señor -dije como pude.
-¿Tiene que ser con la mano o puede ser con la zapatilla, como a una niña mala? -preguntó María.
-Como quieras, María, como quieras. Y si le dais despacio, no duele, como os he dicho.
Felipe me desató el pañuelo que llevaba en la cabeza, y en un gesto extrañamente púdico, lo extendió sobre mi cabeza y su vientre y piernas. Con un gesto rápido, Felipe sacó su polla, enorme, dura como una roca, y me la incrustó hasta la garganta. Yo seguía con los pies y las manos atados, así que apenas tenía margen de movimiento, pero hice lo que pude, porque aquello solo terminaría cuando Felipe se corriera.
Lo que no esperaba era el grado de colaboración de los otros. En un momento sentí el primer azote, al que siguió una lluvia de ellos. Los azotes me ayudaban a moverme y por suerte la polla de Felipe estaba a punto de estallar, aunque vi que él me hacía parar, para alargarlo. Los que no paraban eran los otros. Por fin se corrió, y los azotes fueron cesando. Le limpié la polla cuidadosamente y me tiró al suelo.
Me dejaron allí tirado otra media hora, mientras comentaban lo que había pasado y se despedían. Mario y María también se fueron a sus habitaciones, y alicia se quedó conmigo.
-¿sabes que ha sido divertido pegarte un poco?
Me desató las manos y los pies.
-Ven conmigo.
Me llevó al servicio donde me ordenó ducharme.
Apareció con un camisón de raso de tirantes, negro, que me llegaba a las rodillas. Me lo puso después de secarme.
-Me dió tu Señora Teresa una pastillita azul, pero creo que esta noche no la necesitaremos. Yo estoy cansada y seguro que tú también. Después de tanta historia lo que necesito es una amante cariñosa y tierna. ¿podrás?
-sí, Señora. Y además, le agradezco muchísimo que no dejara seguir al Señor Felipe.
-Desde luego, con las ganas que tengo de estar en la cama con esta niña, no iba a retrasarlo más. Mañana te tienes que esmerar, porque si no, dejaré que Felipe te lleve a su casa.
-Sí, Señora. Me esmeraré -lo dije convencido del todo. No quería ni imaginarme en manos de Felipe.
Nos fuimos a su habitación.
-Desnúdame y ponme el camisón. ¿Has visto que es igual que el tuyo?
-Sí, Señora. Muchísimas gracias por tratarme así.
-A ver si se nota.
Y procuré que se notara. La desnudé muy despacio, sin dejar de acariciarla y recorrer su cuerpo con mi lengua. Y desde que ella empezó a besarme, casi no separé su boca de la mía. Me encantaron sus tetas y adoré su coño.
Cuando la tumbé suavemente en la cama y fui a ponerme de rodillas a su lado para seguir acariciándola, me hizo tumbarme a su lado y se encajó contra mi cuerpo. La suave tela de los camisones nos permitían movernos despacio, acariciándonos toda la piel, hasta que la abracé con mi brazo izquierdo y dejé que la otra mano llegara hasta su sexo. Con un par de dedos dentro y el resto alrededor tuvo varios orgasmos antes de dormirse abrazada a mí. Y yo abrazado a ella, pensando en los dos días que quedaban. La abracé más fuerte, como si fuera mi única salvación.