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Neon City, El Dragón Negro I

en Grandes Relatos

Neon City, El Dragón Negro

Capítulo I, La danza de La Mariposa

(Novela por entregas)

 

 

Relato escrito por Lord Tyranus para la Antología TRCL

 

Perfil TR del autor:

 

http://www.todorelatos.com/perfil/1443019/

 

Aviso legal

 

El presente trabajo se encuentra protegido bajo licencia Creative Commons, queda estrictamente prohibida la reproducción, copia y distribución sin el permiso expreso de su autor

 

 

El desvencijado cartel chirrió cuando una súbita bajada en la tensión hizo que se quedara por unos instantes sin electricidad. Las luces de color verde claro que iluminaban el interior de las letras y las amarillas intensas que dibujaban el contorno de estas parpadearon varias veces hasta el punto de desaparecer, pero no tardaron en volver a iluminar todo su entorno. Entonces, las palabras «Club Venus Ardiente» revivieron de forma milagrosa. Y así daban la bienvenida a todo el que quisiera pasar a deleitarse la vista con las más bellas bailarinas de toda Neon City. O eso decía el dueño del local.

 

El «Venus Ardiente» era uno de los muchos clubes de striptease que se podían hallar en el quinto sector. Eran los lugares a los que iban los agotados trabajadores de las fábricas a relajarse, tras duras horas de trabajo supervisando la fabricación de robots. Ahí podían disfrutar de los hermosos y seductores bailes de las hermosas mujeres que se iban despojando de sus prendas para revelar unos increíbles cuerpos ante el incrédulo público. Personas de otros sectores también acudían a estos locales para disfrutar de tan atrayentes visiones. En los lugares de donde venían, también había clubes nocturnos, como el «Mercurio Rojo», pero eran muy caros en comparación con los del quinto sector. Pero, aparte de todos ellos, estos sitios también eran frecuentados por la peor calaña de toda Neon City, las bandas de criminales y la mafia.

 

El local era un edificio bajo, pero alargado, que se hallaba oculto entre medias de edificios más grandes, aunque sin llegar estos al titánico tamaño de las torres metálicas del sector principal. El «Venus Ardiente» se hallaba empequeñecido por esas mayores edificaciones, pero era quizás el único que aún albergaba vida. Casi todas las residencias y locales de esa zona estaban deshabitados, al menos en apariencia. Dentro de estas propiedades podía haber ocultos adictos a drogas sintéticas y al chorro. Las paredes del «Venus Ardiente» eran de un cristalino metal de color verde oscuro que le confería una apariencia de bunker hermetizado, con espejos a su alrededor. La puerta de entrada también era de metal, reforzada con un doble contrachapado de titanio y arcorita, hecho para que nada lo penetrase. Fuertes focos de luz amarillenta sobre el techo servían para señalizar la posición del club a los recién llegados que aún anduviesen buscándolo. Dos robots de seguridad, de oscuro color azul, protegían la entrada.

 

Ambos estaban programados para escanear a los visitantes y comprobar que no llevasen armas. De tenerlas, se les solicitaba que las entregasen a los robots para que estos pudieran almacenarlas en una habitación contigua y pudiesen  devolverlas una vez los clientes salieran del local. En caso de que un visitante no entregase las armas, una ametralladora automática era desplegada del techo con orden de abrir fuego a cualquier sujeto armado que estuviera cerca. Esto solía llevar a malentendidos, pues la inteligencia artificial que controlaba a los autómatas tenía una acción de respuesta de tan solo unos diez segundos (cosas de contratar empresas tan baratas), así que un humano siempre se quedaba en la puerta, vigilando que el sistema de seguridad funcionara bien. Era lo menos que se podía hacer. Pese a toda precaución, había terribles incidentes de vez en cuando.

 

Una vez dentro, tras pasar por una entrada donde había un recibidor en el que otro robot se encargaba de cobrar las entradas, se accedía a la amplia sala alargada y rectangular. A la derecha estaba la barra del bar, donde una hermosa chica servía copas a los clientes. Aunque no tenía la obligación de despojarse de su vestimenta para deleite de los mirones, llevaba puesto un traje de licra verde claro, con un pronunciado escote que hacía que se le salieran los ojos de las orbitas a cada persona que iba hasta allí.

 

Más allá de la barra, se encontraba la amplia pasarela por las que las bailarinas se desplazaban para regocijo de los visitantes. Esta empezaba con un amplio escenario del cual salían para después desplazarse por un estrecho pasillo que llevaba hasta el centro del salón, donde se había establecido una plataforma circular, provista de cuatro barras de metal en las que las chicas llevaban a cabo sus sensuales bailes. Un pequeño muro de metal separaba esta pasarela y la plataforma de las mesas donde se sentaban los clientes. En apariencia, para ellos sería muy fácil saltar por encima de esta elevación e intentar llegar a las bailarinas, pero en el muro había adheridos unos sensores de movimiento que, al detectar cualquier amago de proximidad no autorizada, podían activar un sistema de seguridad que consistía en unas células energéticas que irradiaban potentes descargas eléctricas destinadas a paralizar a los intrusos.

 

Ella era la siguiente en salir.

 

Ahora mismo había dos chicas más en la plataforma, bailando. Una era Ámbar, una mujer de estatura baja y largo pelo rojo que, a pesar de ser tan menuda, tenía una figura curvilínea y muy erótica. Sus pechos redondeados se adivinaban tras la ajustada prenda de color azul claro que le ocultaba el busto y sus nalgas se bamboleaban con provocación, adornadas por una fina braguita, también de color azul claro, que desaparecía entre las líneas de la raja de su cimbreante trasero. Su piel era de un intenso color anaranjado que centelleaba por cada uno de sus poros. La otra era Medusa, una joven alta, de piernas largas y silueta tan sinuosa como la de Ámbar, pero sin poseer el envidiable busto de esta; sus pechos eran más pequeños y puntiagudos. De hecho, los pezones se marcaban con fuerza en el triquini que llevaba puesto. La piel de Medusa era de color azul oscuro y contrastaba con fuerza con los traslúcidos tatuajes que tenía en brazos y piernas. Estos brillaban intensamente y, cuando la mujer movía sus miembros en medio del grácil baile, levantando una pierna, alzando los brazos y cruzando otra en la barra de metal antes de dar unas vueltas, parecía como si esas luces envolviesen su cuerpo con un intenso halo de energía blanca. Como si simularan finos y sinuosos tentáculos.

 

Ambas bailarinas ofrecían un espectáculo intenso y salvaje, a la vez que elegante y erótico. Todo ello acompañado de la melodía de música electrónica acompasada con acordes lentos que luego se aceleraba gracias al fragor de los sintetizadores. Si a eso se le añadía el inusual juego de estroboscópicas luces que se fundían con la reinante oscuridad del lugar, la carnal exhibición allí mostrada no tenía nada qué envidiar a las que se realizaban en los clubes de gran nivel del sector principal.

 

—Y ahora, ¡es el turno de dar la bienvenida a la tercera chica de esta noche! —dijo la exaltada voz de DJ Horizonte Infinito, el tipo que se ocupaba de amenizar el ritmo de la núbil danza—. ¡Demos una cálida bienvenida a Mariposa!

 

Los gritos desacompasados de los espectadores resonaban con fuerza, incluso por encima de la música. Se puso un poco nerviosa, pues, a pesar de llevar años bailando sobre aquella pista, aún le costaba realizar su entrada con soltura.

 

Dio un par de pasos mientras la sala se oscurecía de nuevo y una música tensa y quejumbrosa comenzaba a sonar. Pequeños acordes de percusión acompañaron su entrada. Miró a un lado y a otro, un poco alterada. Pese a todo, tomando la suficiente determinación, se decidió a adentrarse en el escenario.

 

Nada más salir, el ambiente se encendió de forma instantánea. Algunos espectadores se incorporaron, lanzado fuertes vítores ante la gran apertura de Mariposa. Otros permanecían en sus asientos, relajados en apariencia, pero muy atentos a la chica. Tomó un poco de aire e inició su marcha hacia la pasarela, andando con sumo cuidado sobre los tacones que llevaba puestos. La música aceleró su ritmo y, marcando el paso con esta pegadiza melodía, Mariposa avanzó por la estrecha pasarela. A medida que se acercaba a la plataforma circular, todas las personas que la admiraban se volvían más y más locas. Las que estaban de pie gritaban con mucha fuerza, como si quisieran llamar su atención. Algunas de las que estaban sentadas se habían incorporado para unirse al encendido jolgorio. Solo unas pocas seguían en sus sitios, inmutables. Animada por los estertores de sus admiradores, Mariposa se detuvo en mitad de su trayecto, colocando sus manos en la cintura, moviendo su cabeza hacia la derecha y poniendo una pose sexy y atrevida.

 

—Vaya, Mariposa, ¡parece que hoy los tienes muy animados! —exclamó el DJ desde lo alto de su plataforma aérea mientras algo de música más animada comenzó a sonar.

 

Mariposa continuó su camino hasta llegar a la plataforma circular. Medusa ya estaba terminado su baile y, tras dar una última vuelta en la barra, se dio la vuelta para marcharse por la pasarela hasta el escenario y desparecer. Al caminar se cruzó con ella, a quien le otorgó una mirada recelosa con sus amarillentos ojos. La chica se estremeció un poco y decidió ignorarla.

 

—¡Démosle una fuerte despedida a Medusa! —gritó con efervescencia Horizonte Infinito—. Nena, hoy nos has dejado flipando con tu fluctuoso baile.

 

Se despidió meneando su pequeño, pero redondeado trasero, mientras caminaba de vuelta al escenario.

 

Viendo que ahora toda la atención se posaría sobre ella, Mariposa decidió iniciar su sensual baile. Se fue acercando a una de las barras y, una vez allí, se agarró con firmeza de esta. Todas las miradas estaban posadas sobre ella. Incluso Ámbar había pasado a un segundo plano. Sabía que las chicas de piel clara como ella no llamaban la atención tanto como las que se inyectaban pigmento artificial bajo la dermis. Ámbar y Medusa tenían sus pieles de tan estrambóticos candores por haberse metido pigmentos de colores brillantes y hermosos para los ojos humanos. Estos podían resplandecer en la oscuridad y añadían por ello un mayor atractivo a esas mujeres, que se sumaba a sus voluptuosos cuerpos. Mariposa nunca quiso inyectarse nada. Ella sabía que, tan solo con su hermosa y estilizada figura, llamaría la atención de quien fuera. Aunque tenía un pequeño as bajo la manga. O, más bien, en la espalda.

 

Escuchaba los gritos enardecidos de las personas que la rodeaban. Empezó a mecerse sobre la barra, moviendo su cuerpo y pegándolo al frío metal. Su pelo, en una melena larga cubriéndole la espalda, de color rubio claro, oscilaba en finas ondas con cada movimiento. Los alaridos del público aumentaban conforme aquella hermosa chica, de veinticinco años y ojos color verde que brillaban al incidir las parpadeantes luces de los focos sobre ellos como dos esmeraldas, se movía al son de la cada vez más intensa música.

 

—¡Estás buenísima! —dijo un tipo calvo con dos extensiones metálicas sosteniendo su mandíbula, mientras alzaba los brazos en un peculiar gesto de triunfo.

 

—¡Eres increíble, Mariposa! —profirió una joven chica a su lado, provista de una azulada máscara con filtro y que llevaba puesta unas gafas de lentes negras—. ¡Ojala fueras mía!

 

—¡Bendita diosa! —gimió un hombre en sus cuarenta años, con dos ojos amarillos artificiales ardiendo en sus cuencas oculares—. ¡Me la pones durísima!

 

Dio vueltas alrededor de la barra, haciendo que cada pierna diera un pequeño paso. Ámbar se restregaba de forma lujuriosa contra la barra, haciendo que su espalda frotase el frío metal mientras exhibía sus redondos pechos con unos puntiagudos pezones rojizos que apuntaban a sus espectadores. Pero ni con esas lograba causar el estrépito que Mariposa levantaba.

 

—Mariposa, ¡nos tienes al rojo vivo! —exclamaba el DJ mientras seguía animando la noche con su música—. Vamos a hacer que esto no pare. Y lo haremos con Gunship, un antiguo grupo de música electrónica del siglo XXI. “Fly For Your Live”. Mariposita, vuela.

 

El sonido de polvo cayendo acompañaba a una voz masculina que empezaba a cantar y se entremezclaba con una femenina.

 

«We own the sky, you and I

(We own the sky, you and I)

Take you too much

(Fly for your live, Fly for your live)»

 

Mariposa empezó a moverse al son de aquella canción. Dio varias vueltas alrededor de la barra y luego se aferró con fuerza para balancearse, estirando sus piernas y girando sobre el aire, abriéndolas acto seguido para rodear la barra y girar, haciendo que su cuerpo fuera descendiendo. El público, por supuesto, se volvió loco con este baile tan increíble.

 

 

«Cuz one thing I know for sure

You gotta fly for your life

You got those dangerous eyes

You got those dangerous

 

What I'm never seen before

Is to atmosphere of the sun

Are you ready to bail, are you ready?»

 

Se levantó al instante y dio la espalda a los espectadores que tenía delante. Caminó un par de decididos pasos, haciendo golpear con sus tacones acabados en aguja el metálico suelo. Giró la cabeza hacia atrás un par de veces para mirar a quienes la miraban llenos de deseo y, con su mano derecha, acarició su nalga izquierda, pasando acto seguido a la derecha. El trasero de Mariposa se bamboleaba mientras la chica paseaba de forma altiva y gloriosa sobre la plataforma circular. Mientras, de vez en cuando, giraba por alguna de las barras. Se dio de nuevo la vuelta y buscó la cremallera de su vestido.

 

Llevaba puesto un traje de licra que cubría tan solo su torso y sexo. Sus largas y torneadas piernas estaban al descubierto, igual que sus hombros y la mitad de sus senos, obsequiando con un exquisito escote a los testigos de tan caliente danza.

 

Un gran coro de voces femeninas atronó la sala y se fundió con las voces excitadas de los allí presentes.

 

 

«We'll keep falling in love,

We'll keep falling in love,

Ooh is a miracle, I got spirits,

I got wings, I got fire in my lungs»

 

 

Tiró de la cremallera y, acto seguido, se deshizo de la prenda con rapidez, quedando esta dividida en dos piezas que cayeron al suelo. El público quedó fulminado ante la increíble visión del cuerpo claro y precioso de Mariposa, envuelto tan solo por un biquini sin tirantes color verde y un casi invisible tanga del mismo color. Tras esto, la chica volvió a agarrarse de la barra y, como si una cuerda invisible la atase a esta, prosiguió con su baile. Daba vueltas alrededor de la barra y se balanceaba, estirando sus piernas. El sudor recorría su suave piel. Su respiración se agitaba cada vez más y su corazón latía con fuerza. Pese a todo, le encantaba estar sobre ese escenario. Nunca creyó que fuera su sueño, pero le encantaba.

 

 

«I don't know what you're fighting for

You better fly for your life

It's just another disguise

Do you ever thing of me?

Cuz you're the ghost to my heart

You got those dangerous eyes

You got those dangerous.»

 

 

Se inclinó hacia adelante, obsequiando a los presentes con una perfecta visión de sus redondos senos. Se movió a un lado y a otro, contoneando su precioso abdomen, mostrando cómo sus pechos se balanceaban con cada movimiento. Giró por la barra, como si solo quisiera danzar con ella y se inclinó hacia atrás. Quedó bocabajo, con su largo pelo rubio cayendo en una indómita cascada. Se irguió de nuevo balanceándose, moviendo todo su ser mientras la oscuridad la envolvía. La luz surgía de aquella negrura como brillantes lanzas de pura energía violácea o amarillenta que la rodeasen.

 

—¡Esto es genial, cariño! —le dijo Horizonte Infinito desde su plataforma musical—. ¡Ya es hora de que despliegues tus alas!

 

Era la hora del número final.

 

«We'll keep falling in love,

We'll keep falling in love,

Ooh is a miracle, I got spirits,

I got wings, I got fire in my lungs»

 

 

Mariposa tenía un truco final oculto en su espalda. Se dio la vuelta y, mientras meneaba su prieta figura de un lado a otro, se desabrochó el sujetador. Luego se retiró la prenda y, ante los cada vez más alterados ojos de su público, reveló su gran secreto. En la espalda, justo a la altura de sus omóplatos, Mariposa tenía un bello tatuaje que representaba las alas del insecto que le daba nombre. Pero en realidad no era un tatuaje, sino una capa adhesiva de piel artificial especialmente confeccionada para ella. Contaba con fuertes pigmentos que emitían un poderoso fulgor brillante. Podría habérsela tatuado, pero no deseaba arruinar su piel como hacían muchas otras bailarinas. Las luces se apagaron de nuevo y la oscuridad reinó. Las alas de Mariposa se iluminaron con un intenso brillo morado al que le acompañaban motas de color blanco intenso que salpicaban cada ala. Cada una se extendía hermosa por cada lado de su espalda, desde los hombros hasta la cintura. Eran largas y redondeadas, con cada extremo circunscrito por dos semicírculos. Cerró los ojos y se meció de un lado a otro, dejando que sus alas se batieran solas. Que se extendiesen y la elevasen en el aire.

 

Un pequeño trance acompañó la música con un leve momento de tranquilidad.

 

«We own the sky, you and I

Take you so high

Fly for your live

Just fly for your live»

 

 

El fin de aquel baile se acercaba y Mariposa lo sabía mejor que nadie. Lo había repetido ya muchas veces.

 

 

«We'll keep falling in love,

We'll keep falling in love,

Ooh is a miracle, I got spirits, I got wings,

We'll keep falling in love,

We'll keep falling in love,

We'll keep falling in love,

We'll keep falling in love.»

 

 

Se dio la vuelta y bailó como nunca antes hubiera hecho. Agasajó a todos los testigos de aquella sala con su hermoso cuerpo, con sus intensos movimientos, con la elegante presencia de su ser. La luz iluminaba de refilón su silueta. Esquiva, se camuflaba en la oscuridad mientras sus gloriosas alas se batían iluminando todo con su violáceo resplandor. Cuando la canción empezó su “in crescendo”, Mariposa volvió a unirse a su barra y comenzó a girar. Todo daba vueltas y la joven se convertía en una hermosa criatura que emprendía el vuelo tras emerger de la crisálida en la que estuvo atrapada.

 

Cuando la canción terminó, Mariposa se inclinó sobre el suelo de metal, dejando escapar bocanadas de aire y liberándose del trance en el que se hallaba. Fue levantándose, echando su pelo hacia atrás pues, al descender, la melena había cubierto su rostro casi por completo. Tras repeinarse un poco ignoró los múltiples piropos que varios clientes le lanzaban y centró su mirada en la pantalla del terminal que tenía justo enfrente. En él aparecía una lista con los nombres de las bailarinas que habían salido y el dinero que obtenían cada noche con sus bailes; se trataba de fondos ingresados por los excitados espectadores. Ella estaba la última, tras Ámbar y Medusa. Miró al lado y vio una gran cifra, doce mil créditos. Había conseguido una gran suma esa noche y se sintió muy contenta. Fue un excelente baile y el dinero le vendría bien.

 

—Mariposa, hoy  has estado espléndida —le dijo el DJ—. Sin ninguna duda, nos has dejado a todos boquiabiertos con esta maravillosa exhibición.

 

La chica comenzó a retirarse cuando vio a un tipo que la observaba de manera extraña. Estaba sentado justo frente a ella, totalmente apoyado en el respaldo de su sillón, con una pierna doblada sobre la otra y los brazos colocados perfectamente rectos sobre los reposabrazos. Llevaba puesto un casco de color gris oscuro que recubría por completo su cabeza. El casco estaba compuesto de dos piezas, la que cubría la cara y llegaba hasta la barbilla y la que recorría el resto de su cabeza abarcando la coronilla, los occipitales y la nuca. Unos anteojos redondeados recubrían sus ojos y de ellos emanaba un intenso brillo rojizo. En la zona de la boca llevaba un extraño resalte que se asemejaba a un respirador, aunque con la oscuridad no podía ver con claridad si lo era o no. El hombre vestía una gabardina de color negro, unos pantalones vaqueros algo raídos y unas botas militares. Sobre los reposabrazos, las manos metálicas del sujeto se aferraban con fuerza a la aterciopelada superficie. Mariposa se puso algo tensa al ver a tan misterioso personaje. No era el primero que se limitaba tan solo a observar sin vitorear el espectáculo, pero había algo en él que escamaba a la chica.

 

Sin deseos de aguantar aquella presencia, recogió las prendas que había desperdigadas por el suelo y se retiró de allí. Mientras, la música continuaba sonado y las chicas bailaban como si no hubiera un final.

 

 

Continuará

 

Fecha aproximada de la siguiente entrega: 08-08-2016