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Pasión galáctica IV

en Grandes Relatos

Pasión galáctiica

 

Capítulo IV, Riesgos

(Novela por entregas)

 

 

 

Relato escrito por ArturoRelatos para la Antología TRCL

 

Perfil TR del autor:

 

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El presente trabajo se encuentra protegido bajo licencia Creative Commons, queda estrictamente prohibida la reproducción, copia y distribución sin el permiso expreso de su autor

 

 

 

Sus pensamientos son interrumpidos por la entrada de Shera. Aunque sigue luciendo seria, sí que tiene un matiz más jovial.

 

—Hola, Kennio. Tengo que sacar una muestra de sangre, no te molestaré —informa ella.

 

—Tranquila. Por cierto, ¿podría hablar con ella un rato? —consulta él.

 

—Pero solo un rato y ni se te ocurra alterarla mucho —responde autoritaria.

 

Él afirma con la cabeza y Shera reduce la dosis del sedante mientras extrae la muestra de sangre.

 

—Dale unos minutos y se despertará. Cuando termines, avísame —dice y se marcha con lo que vino a buscar.

 

Como dijo, tras unos minutos Kathly se despierta y sonríe al ver a Kennio.

 

—Contrólate o no me dejarán volver a hablar contigo —advierte él  con una sonrisa.

 

—Lo intentaré, pero no prometo nada. Tengo unos sueños muy buenos con alguien —responde ella.

 

—Espero que sea conmigo —dice cariñoso.

 

—¿Con quién va a ser, tonto? —pregunta Kathly.

 

Kennio sonríe y aproxima la silla.

 

—Esta pregunta te va a alterar mucho, pero quiero que me digas la verdad y trates de no ponerte nerviosa.

 

—Kennio, creo que no es momento para esa pregunta. Llevamos muy poco juntos —opina ella ligeramente sonrojada.

 

—No es lo que crees —contradice él, más serio y el sonrojo de Kathly se esfuma—. ¿De verdad eres la líder de Génesis?

 

—Yo… claro…que sí —responde nerviosa, pero los sistemas detectan un aumento cardiaco y también se detecta actividad en el aparato. Ella trata de serenarse y lo consigue.

 

—Yo creo que no. No me he parado a pensarlo, pero realmente no pareces una líder criminal, más bien solo una ladrona de alto nivel que sueña con recuperar la vida que tenía antes de que su familia cayera en la pobreza —explica él.

 

—Kennio… yo… ¿has leído mi ficha? —tartamudea nerviosa y la señal del sensor de su cabeza se hace más fuerte.

 

—¿Sabes lo que creo? Creo que no eres más que una distracción para la policía y la planificadora de las operaciones para asegurar el éxito. Una marioneta usada por el auténtico líder en la sombra —presiona él.

 

—Yo… yo… —repite incapaz de hablar, mientras los sistemas de control revelan la fuerte agitación en el interior de Kathly. Sin poder controlarse más, el sensor activa la alarma y en sus ojos aparece un color violenta muy intenso. Profiere unos gritos de dolor.

 

El equipo médico aparece y sube rápidamente la dosis del sedante, además de sacar a Kennio de la habitación. Pero, antes de que se cierren las puertas, Kathly grita:

 

—¡Yo soy la líder!

 

Un cuarto de hora después, Kennio está sentado en el comedor, el cual se encuentra prácticamente vacío. Le da vueltas a lo ocurrido cuando una fuerte bofetada lo saca de sus pensamientos y le tira del asiento.

 

—¡¿Tratas de matarla o qué?! ¿Siempre tratas así a las mujeres que quieres? —grita una voz femenina furiosa.

 

Kennio se levanta y ve a Shera y Max al otro lado de la mesa. Ella está hecha una furia mientras que él la sujeta para que no se tire encima de su amigo.

 

—Shera, tranquilízate, si le matas no podrá decirnos porqué lo ha hecho —dice Max.

 

—¡No sabes lo que me ha costado estabilizarla! ¡Casi se convierte en la primera persona que muere a mi cargo! —sigue gritando ella.

 

—No pretendía matarla —contesta Kennio mientras se frota la mejilla, que está muy roja —necesitaba averiguar algo.

 

—¿El qué? —pregunta Max.

 

—Si es la líder real de Génesis y creo que no lo es —explica el.

 

La expresión de los dos cambia a sorpresa.

 

—¿Qué te hace pensar eso? —consulta Shera.

 

—En el planeta, cuando me explicó la historia de sus ojos, dijo «mi dueño», como si estuviera vivo y aún la controlara. Luego, su historial está lleno de casos donde no fue vista, pero se le adjudicó la autoría por el “modus operando”. Pero es raro, en unos los guardias eran noqueados y no se sabía del robo hasta el día siguiente. En otros,  a los guardias los mataron y saltaron las alarmas cuando los ladrones huían con el botín. Es raro que una persona que desde sus inicios noquea pase a matar, pero lo más raro es que se haga líder de una banda por méritos intelectuales; esa gente no aprecia la sutileza y la planificación. Sin embargo, la central la proclamó líder porque se descubrió que la banda hacía planes más elaborados. Ella no es la líder, ¡es la planificadora de los golpes y su dueño es el líder! —argumenta Kennio.

 

Max y Shera se quedan callados mientras asimilan la información.

 

—Pero…me han informado que Kathly gritaba que era la líder —comenta ella.

 

Kennio va a decir algo, pero se calla. Esa es la única pieza que no puede encajar en el puzle.

 

—Tortura —dice Max, los otros dos se giran y le miran sin entender—. Ella estaba gritando que era la líder mientras sufría un gran dolor, normalmente no te pones a declarar que eres un jefe criminal cuando algo te duele mucho. Lo que se me ocurre es que la pudieron entrenar para decir eso si la torturaban y preguntaban por el líder de Génesis.

 

—Entonces ella es una prisionera muy valiosa. Tiene mucha información sobre la banda y su autentico líder, pero hay que mantener el secreto de que está en esta nave. Podrían volver a intentar matarla —opina Shera.

 

—Y Central podría ofrecerle un indulto por la información —comenta Kennio.

 

—Se convertiría en una testigo protegida y alguien con meritos podría presentarse para su protección —insinúa ella.

 

Él sonríe feliz y su amigo sonríe también.

 

—Como no le permitan ser su protector, creo que tendrán que aguantar una lluvia de protestas y largos trámites burocráticos, cosa que odian.

 

—Ordenaré que aceleren, mejor dejar de aparentar ser una nave comercial y llegar pronto a nuestro laboratorio —dice Shera mientras se levanta, le da un beso en los labios a Max y se aleja canturreando.

 

Kennio sonríe.

 

—Ella no tiene vergüenza en salir con un maduro.

 

—No, y creo que yo tampoco debería, pero no estoy acostumbrado a ser cariñoso en público —comenta Max.

 

—Tú no estás acostumbrado a ser cariñoso ni en privado —dice su amigo riendo.

 

La nave acelera en unos minutos y no tarda más que unas seis horas en llegar a Neper VI, donde aterrizan en el hangar privado del laboratorio y trasladan a Kathly a una habitación medica.

 

—¿Cuando podréis operarla? —pregunta Kennio.

 

—Maximus y yo necesitaremos estar bien descansados. Además, la operación será larga y pronto será hora de dormir —explica Shera—. Pero no te impacientes, que pronto podrá estar despierta.

 

—Gracias, Shera, por cuidar de ella y de Max —agradece él.

 

—De Max es un placer y por Kathly, me da igual que sea un criminal o una santa. Yo curo a todos por igual y que otros se encarguen de juzgarlos —declara ella, sonríe ligeramente y sale de la habitación.

 

Max, mientras, en la sección de producción, carga los datos del proyecto en el que estaba trabajando en la nave y del que ha conseguido solventar el problema que tenia. Curiosamente, después de lo de anoche, su mente está más clara y los atascos que tenía en antiguos trabajos ahora los resuelve con facilidad. «Solo necesitaba un buen polvo para volver a ser inteligente», piensa divertido.

 

A la hora de cenar se reúnen los tres y cenan mientras charlan animados. Después se retiran a las habitaciones donde ya se bajan las persianas para proporcionar oscuridad, ya que en ese hemisferio del planeta aún es de día. Max se está quitando la camisa en su habitación cuando llaman  a la puerta.

 

—Pase —dice al visitante, la puerta se abre y entra Shera con su albornoz—. Sehra, ya se están preparando las cosas, estarán listas por la mañana —mientras habla consulta el inventario del almacén, sin percatarse de que Shera se ha desabrochado el albornoz y que se ha tumbado en la cama, tapada solo por un sujetador y unas bragas de encaje rojo.

 

—Déjate de trabajo y termina lo que empezaste anoche —dice ella seductora. Max mira a la puerta y se sorprende de que no esté ahí y al girarse la ve medio desnuda en su cama.

 

—Pero mañana operamos, deberíamos descansar bien —argumenta el.

 

Shera pone cara triste y dice provocadora:

 

—¿No quieres follarte este cuerpo? —mientras habla se pasa las manos sobre sus curvas—. Además, duermo mejor si me revientas con tu polla.

 

—¿No te duele de anoche? —pregunta Max mientras se acerca a la cama.

 

—No, me he tomado una píldora regenerativa y ya estoy lista para una buena noche de sexo duro —explica ella excitada.

 

Él se coloca encima de ella.

 

—¿Sabes que están aún en periodo de prueba y no beberías jugártela? —pregunta regañando él—. Voy a tener que examinarte.

 

—Como quieras —responde Shera y le besa apasionada.

 

Él responde al beso y, antes de que ella se dé cuenta, ya le ha quitado el sujetador y se pone a masajear sus grandes pechos. Shera le desabrocha el  cinturón y le baja los pantalones lo que puede, la erección de Max se frota con sus bragas. Cortan el beso y él se termina de sacar el pantalón y los calzoncillos mientras ella se quita las bragas. La ropa acaba tirada en el suelo. Max se vuelve a poner encima de ella, besa con lujuria su cuello y acaricia sus caderas, ella gime suavemente, le abraza con las piernas y le echa sus brazos al cuello. Poco a poco, Max baja besando el cuerpo de Shera hasta que llega a su entrepierna. Con los dedos abre sus labios vaginales y lame su sexo.

 

Los gemidos de ella suben de intensidad y se acaricia el clítoris con una mano y un pezón con la otra. Max mete más su lengua y Shera mueve las caderas. Él le aparta la mano que acaricia el clítoris y pasa a lamerlo con intensidad, ella gime más fuerte y se masajea las dos tetas. No pasa mucho tiempo hasta que un chorro de fluidos, acompañado de un fuerte gemido, riega la boca de Max, el cual bebe lo que puede.

 

—Pareces una fuente —dice él divertido.

 

—Puedes beber de mí siempre que quieras —contesta ella picara y se pone a cuatro patas en la cama.

 

—Sí que tienes ganas de que te la meta —comenta bromeando.

 

—No te burles y métemela ya —ruega Shera.

 

Max se coloca detrás de ella, frota su miembro en el coño y, lentamente, va introduciéndolo. Ella jadea ligeramente cuando la penetra y jadea más fuerte cuando más introduce. Una vez que termina de meterle todo, Shera ya gime fuerte y Max se mueve suavemente.

 

—¡Dios, qué grande es! —dice ella entre gemidos—. Llegas muy profundo.

 

Él agarra fuerte su cadera y aumenta el ritmo, Shera se agarra con fuerza a las sabanas e intenta mover las caderas al mismo ritmo que Max.

 

—Qué estrecha estás, lo tienes que estar disfrutando mucho —comenta él excitado.

 

—Me encanta tu polla y quiero que me llenes con tu leche —responde ella anhelante.

 

Max hace las penetraciones más potentes y agarra las muñecas de Shera para tirar de ella. Esto ocasiona que ella gima más fuerte aún y esté al borde del orgasmo.

 

—¡Me voy a correr, me voy a correr! —grita ella entre gemidos.

 

—Correte, yo no voy a parar —responde él.

 

Shera no aguanta mucho más y se corre con un fuerte gemido, mientras Max sigue follándola. Suelta sus muñecas y ella se desploma con el culo en pompa  sobre la cama. Él vuelve a agarrar sus nalgas y la folla más rápido, Shera solo gime mientras el placer la inunda.

 

—Me… vas… a…volver… loca —dice entre jadeos y gemidos.

 

—¿No era esto lo que querías? ¿Qué te reventara el coño? ¡Pues esto es lo que pasa cuando juegas con fuego! —exclama él llevado por la excitación y marca un ritmo frenético.

 

Los gemidos de Shera se convierten en un único gemido largo, que sube en sonoridad según se vuelve a acercar al orgasmo. La apretada vagina y la fuerte follada hacen que Max no aguante mucho más.

 

—Me voy a correr, lo voy a echar todo dentro de ti —informa él.

 

Shera solo gime, presa del placer, cuando Max le da el último empujón y comienza a llenarle el interior con su semen. Vuelve a correrse con un grito de placer. Max termina de eyacular y saca despacio su largo miembro, ella jadea mientras se retira y se acuesta de lado, tratando de respirar mejor. Max se tumba a su lado y la atrae, Shera se recupera del placer del orgasmo y se abraza a él.

 

—Me vas a volver más adicta a ti —dice divertida.

 

—Con el tiempo te acostumbrarás y, cuando mejores, yo seré el adicto —responde Max.

 

—Pues nos volveremos adictos el uno del otro —concluye Shera mientras apoya su cabeza en el pecho de él.

 

Ambos no tardan en dormirse y se despiertan tarde al día siguiente. Después de vestirse, se van al comedor, donde se encuentran a Kennio.

 

—Buenos días, pensé que tendría que sacaros de la cama —comenta este—. ¿Estuvisteis hasta tarde haciendo manitas?

 

—Sí —responde Max al instante.

 

—Pero Max —regaña Shera—, eso es privado.

 

—¿En serio te crees que no se lo imagina? —protesta él.

 

—Sé que se lo imagina, pero no hace falta que se lo confirmes —replica ella.

 

Kennio sonríe al ver a la pareja discutiendo y ellos se dan cuenta de que atraen todas las miradas de la sala con el numerito.

 

—Me voy a por el desayuno —declara Shera y se va a la barra del buffet.

 

—Por su actitud, tiene que ser una fiera en la cama —comenta Kennio divertido.

 

—Aún es tímida, pero, cuando coja confianza, ya no seré yo quien mande —aclara Max mientras la ve alejarse con su seductor contoneo.

 

—Bueno, mientras estéis centrados en la operación, me da igual quién mande —dice su amigo y, al ver la cantidad que Shera se sirve, pregunta—. ¿Siempre come así o es que el sexo la deja hambrienta?

 

—Siempre come como dos, pero no engorda, creo que su cerebro necesita mucha energía —explica Max.

 

Shera vuelve con la bandeja a rebosar y un panecillo en la boca. Al ver que los dos la miran sonriendo, pregunta:

 

—¿Qué?

 

Los dos amigos se ríen y van a servirse el desayuno.

 

Una hora después, Kathly es trasladada al quirófano preparado para la operación. Max y Shera se visten con las batas, los guantes, mascarillas y redecillas para ese tipo de actuaciones. Kennio por su parte, para resistir los nervios, entra en el gimnasio de las instalaciones y se dedica a entrenar.

 

Max y Shera se concentran al máximo durante una operación tan delicada. Lentamente cortan el tejido de la zona craneal y, posteriormente, cortan la parte superior del cráneo. El dispositivo queda a la vista y, con sumo cuidado, lo abren y desconectan los dos cables.

 

—Ahora llega la parte delicada —anuncia Max.

 

Tres horas después, Shera se presenta en el gimnasio con su bata de laboratorio habitual.

 

—Kennio, ya hemos terminado —le dice desde lejos.

 

Él, nervioso, se limpia el sudor y la sigue corriendo.

 

—¿Qué tal ha ido la operación? —consulta.

 

—Todo lo bien que podía ir, le hemos extraído el dispositivo correctamente  y no hemos dejado cicatriz de la cirugía —informa Shera.

 

—¿Entonces, no tiene daños cerebrales? —pregunta Kennio esperanzado.

 

—No lo podemos saber hasta que despierte y la evaluemos física y mentalmente —aclara ella.

 

Otra vez nervioso, camina a la par de la doctora esperando llegar a la habitación. Al llegar ve a Max esperando de pie delante de la cama.

 

—¿Listo? —consulta.

 

Kennio asiente con la cabeza y mira a Kathly. Su amigo cancela el suministro de sedante y se coloca al lado de Shera, la cual le coge de la mano. Tras unos minutos que les parecen horas, la paciente abre los ojos despacio.

 

Los iris son grises. Mira a su alrededor y ve a las personas que la observan. Tras unos parpadeos, las figuras se van volviendo menos borrosas.

 

—¿Kennio? —pregunta insegura y sus iris se comienzan a teñir de los colores del arcoíris—. ¡Kennio!

 

 

Continuará