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La hija del androide IV

en Sexo Anal

La hija del androide IV

Cumpliendo con mi dueña

(Novela por entredas, escrita en coautoría por Edith Aretzaesh y Drex Ler)

 

 

Relato escrito en coautoría por Edith Aretzaesh y Drex Ler para la Antología TRCL

 

Perfiles TR de los autores:

 

Edith Aretzaesh

 

http://www.todorelatos.com/perfil/1433625/

 

Drex Ler

 

http://www.todorelatos.com/perfil/1449183/

 

Aviso legal

 

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Al terminar de bañarse cerró las llaves del agua. Hizo ademán de salir de la ducha y me adelanté con la toalla para envolverla, secarla y mimarla como a toda una reina.

 

—¿Estás haciendo méritos para ganarte el derecho a metérmela por el culo? —preguntó en broma.

 

Le di un azote en una nalga y reí de un modo que mi memoria conductual hizo  parecer natural. Ella parpadeó un par de veces, como cualquier otra mujer que aún no hubiera asimilado las particularidades de mi diseño.

 

—Ese privilegio me lo gané desde que hiciste que te metiera un dedo por detrás para enseñarme lo sabroso que sabes apretar —respondí acariciándole las nalgas—. Estoy tratando de ganarme el derecho a hacerte una chupada de culo que te haga rabiar de placer.

 

Abrazados por la cintura pasamos a su cama. Ella se deshizo de la toalla y me miró, desnuda y radiante.

 

—Al principio no quería esto —confesó tendiéndome la mano para que yo se la besara—. Luego me chupaste el coño casi a la fuerza; no es que el sentirme obligada me hubiera condicionado a actuar como lo estoy haciendo, simplemente me di cuenta de que en verdad necesitabas tener sexo conmigo. Por tu comando de lealtad, por tu desarrollo, por tu programación y por el futuro legal que te espera a mi lado.

 

—Layla, no tengo problemas si lo dejamos aquí —meneé la cabeza. Me había gustado jugar con ella a ser el dominante durante la felación que me dio, pero no deseaba que se sintiera obligada a nada.

 

—No —espetó categórica. Apretó mi mano como queriendo estrujarme los dedos—. ¡No me prives de esto! Ya he abierto la puerta a una relación con un androide que no es mi padre! ¡Ni lo que hicimos en el baño será lo último que hagamos juntos en el día ni este será nuestro último día. Te habituarás a darme placer, me acostumbraré a follar contigo y con mi padre y ustedes dos se llevarán estupendamente. Hay planes para nuestro futuro inmediato y quiero que seas parte de esto.

 

Mi reacción habría parecido impulsiva si yo hubiese sido humano. En mi condición de androide, fue una más de las salidas preprogramadas para los de mi estilo; si la discusión estaba zanjada y la dama en cuestión se encontraba desnuda, deseosa de marcha y contenta, había que pasar a lo siguiente.

 

En ese caso, lo siguiente fue abrazarla de nuevo y volver a besarla. Los sensores táctiles de mis labios y lengua se estaban adaptando a las características de su boca mientras mis detectores gustativos y olfativos tomaban registros de su saliva, su aliento, el sabor de su piel y el aroma de su cabello entre muchos otros datos de orden bioquímico que me ataban a esa mujer en particular, a sus designios y a lo que nos deparara el futuro.

 

La cargué para acomodarla sobre el colchón con más suavidad de la necesaria. Entendí que ella quería sexo del duro, pues se revolvió entre mis brazos, juguetona y cachonda. Le di un par de sonoras nalgadas, ella me jaló el pelo y se acomodó de rodillas, con la cara pegada a la almohada. Pasó las manos a la región de su grupa y se separó las nalgas groseramente para enseñarme sus orificios.

 

—¡Vamos, máquina sexual, y nunca mejor dicho! —arengó—. ¡Muéstrame lo que puedes hacer con el culo de tu nueva dueña!

 

Fui concebido en una mesa de ingeniería, diseñado en parte por ordenadores y en parte por artistas de la Robótica y la Mecatrónica. En mi fabricación intervinieron más de veinticinco millones de componentes, maquilados en diversas plantas del mundo. Todo esto podía certificar que yo era un androide, no obstante, la invitación tan abierta a disfrutar de aquel paraíso anal produjo en mí un estado que, visto desde la perspectiva de una mente artificial, podía acercarse al delirio.

 

Me apresuré a arrearle dos buenas nalgadas, después lamí la enrojecida piel que acababa de golpear. Mis manos relevaron a las suyas y separé sus nalgas para lamer el canal que las separaba. Estampé un beso profundo a su ano, luego lamí todo el contorno de la abertura y jugué a empujar, pero sin llegar a penetrarla con mi lengua.

 

Layla respondía muy bien. Gemía y se sacudía cuando alguna de mis maniobras le parecía especialmente estimulante. Me motivaba a continuar con frases entrecortadas por jadeos y mi memoria conductual tomaba nota de gestos, reacciones, sabores y muchos datos más.

 

Se notaba que conocía estos juegos y que le gustaban, pues, cuando hice rollo con mi lengua y presioné sobre su entrada anal, ella se relajó para permitirme actuar. Estiraba la lengua al límite para permitirme una mayor penetración, mientras la hacía girar para lubricar el contorno del orificio. Mi dueña se daba a sí misma azotes en alguna nalga o muslo.

 

El siguiente avance lo di yo, llevando un índice a su culo y reemplazando con este a mi lengua. La penetré despacio con el dedo, hasta que lo tuvo todo dentro, ella me miró fijamente, con la cabeza aún recostada sobre la almohada.

 

Al retirar la mitad de mi dedo de su agujero anal, escupí sobre este para aumentar la lubricación. Cuando volví a metérselo, ella recibió al visitante con un fuerte apretón de los músculos interiores.

 

Seguimos así durante varios minutos de jadeos femeninos, salivazos de androide y ganas contenidas de follar. Finalmente, Layla volvió a separarse las nalgas con sus manos y supe que me invitaba a encularla. Me acomodé de rodillas tras su culo y lancé un último salivazo al orificio antes de retirar mi dedo. Puse el glande en medio de aquella abertura y empujé despacio. Ella gritó quedamente, no de dolor, más bien de gusto y lascivia.

 

—¿Cuánta verga te cabe por aquí? —pregunté dando un segundo empellón que le mandó a guardar la mitad de mi herramienta.

 

—¡Métemela toda! —ordenó—. Despacio, lubricada y sin animaladas, pero métemela toda; la de mi padre es igual a la tuya en tamaño y forma y me cabe hasta la base. Contigo siento muy parecido a cuando me encula él.

 

Avancé otro poco, lento, pero con la confianza de que le estaba gustando lo que hacíamos. Ella me regaló varios apretones desde el interior de sus entrañas, los sensores táctiles de mi verga registraron el hecho, clasificaron la fuente de origen y quizás agradecieron el tratamiento. Seguí empujando hasta conseguir alojar todo mi mástil en el apretado conducto del culo de mi dueña.

 

Me dio un fuerte apretón en todo el mástil, tal como haría una ginoide para indicar que estaba lista para la danza enculatoria. Aferrándome a su cintura retiré una porción de mi verga para volver a incrustársela despacio. Ella replicó moviendo el cuerpo para colaborar con la penetración.

 

De esta forma establecimos un ritmo que creció, desde un sincopado vaivén a un galope vertiginoso que juntos resistíamos, yo por mi condición de ente artificial y ella por las largas sesiones de entrenamiento sexual al lado de Yael. Viendo a mi nueva ama así, tan decididamente dispuesta al placer, tan generosa en los momentos en que tenía que dar y tan exigente a la hora de recibir, creí entender parte del porqué despreciaba el sexo con varones humanos. Simplemente, sus requerimientos en materia de actos amatorios superaban la media de lo que la mayoría de los hombres de carne y hueso hubiera podido darle.

 

Su orgasmo llegó, sacudiéndola completamente mientras nuestros cuerpos se esmeraban por coincidir y entrechocar, para retirarse y reencontrarse con más brío. Los gritos de la mujer me hicieron saber que de verdad estaba extasiada con lo que sucedía entre nosotros. Entrecerré los ojos como habría hecho cualquier humano y me dejé llevar por las inigualables sensaciones que percibían los sensores táctiles le mi verga. Decidí no decrecer la intensidad de la enculada hasta que ella volviera a correrse, situación que no demoró en suceder.

 

Con un grito desgarrador, mi nueva dueña tiró de la colcha hasta desencajarla de su sitio. Se sacudió completamente y se dejó llenar por el torrente de placer bioquímico de su orgasmo. De su coño salió expelido un chorro de líquido y esa fue la señal para que yo, intensificando la fuerza de las embestidas, eyaculara dentro de su culo.

 

Nos quedamos estáticos por unos segundos, yo con la erección profundamente incrustada en su conducto anal, ella mirándome desde la almohada con ojos entornados y nuestros néctares, tanto el natural suyo como el artificial mío, combinándose en sus muslos.  

 

Se dejó caer y la seguí en el trayecto para quedar recostado encima de su cuerpo, luego nos giramos, acostándonos de costado, pero sin que mi verga abandonara el excitante conducto de su culo.

 

—Layla, te estoy muy agradecido —susurré en su oído antes de besarle el cuello.

 

—No me agradezcas tanto, o no demasiado pronto —rió—. En cuanto se me pase el momento de arrechera verás que no solamente soy exigente para follar. Hoy empieza tu reprogramación, antes de dos semanas deberás dominar teoría y práctica de una serie de asignaturas que necesitas conocer si quieres serme útil en el proyecto que mi padre y yo hemos emprendido.

 

La tomé por la cintura y volví a bombear unas cuantas veces en el interior de su ano. El comando de lealtad estaba confirmado satisfactoriamente, mi memoria conductual se encontraba plena de datos pertenecientes a las costumbres y características sexuales de mi dueña y mi psique se sentía en un estado equivalente al de la dicha del enamoramiento humano.

Continuará

Próxima publicación: "La hija del androide V, “Noche de tormenta", por Edith Aretzaesh en coautoría con Drex Ler          

 

Fecha aproximada de la próxima publicación: 09-09-2016