miprimita.com

Harry Potter y la ruta de Eros VII

en Parodias

¡Bienvenid@ a la séptima parte de esta historia alternativa de Harry Potter!

Después de diez capítulos en los que ha predominado totalmente el punto de vista de Harry, en el capítulo 11 empezamos a ver las cosas también desde la perspectiva de otro personaje. Si os sigue interesando esta serie de relatos, en el futuro nos pondremos en la piel de más personajes. De esta forma podré dar un mejor desarrollo a la historia, rellenando las lagunas que hasta ahora no tenían explicación y presentando sucesos que de otro modo no podría contar.

La parte que ahora nos ocupa es especialmente larga, creo que incluso más que la quinta, pero considero que los dos capítulos que contiene deben presentarse juntos. Espero que te guste y disfrutes leyéndolos tanto como yo escribiéndolos.

Un día más me debo a quienes leéis estos relatos, y sobre todo a las personas que los puntúan y comentan. Por eso doy gracias a Xsy y lalo, que me han animado en la sexta parte y lo llevan haciendo ya prácticamente desde el inicio.

 

Sigue las aventuras de estos magos y brujas, cada vez más enredados en una extraña telaraña que todavía desconocen.

 

      11. Remordimientos

A Harry le costó despertarse después de lo poco que había dormido, y cuando lo hizo pudo escuchar la ducha. Se levantó y se quitó la ropa rápidamente, pensando que estaría solo.

 

  • Harry, no puedo estar atendiéndote todo el día -escuchó decir a Hermione, que estaba sentada en la cama de Ron con los ojos fijos en su erección matutina-. Aunque con ese tamaño me va a ser difícil resistirme.

  • Hermione, ¿qué haces aquí?

  • ¿De verdad tengo que recordártelo? -respondió ella acercándose.

 

Hermione agarró el pene erecto de Harry y empezó a moverlo arriba y abajo. Era realmente buena en todo lo que se proponía, y parecía muy interesada en su nueva asignatura. Su suave mano acariciaba todo el miembro de Harry, desde la base hasta el glande y de nuevo hacia abajo.

 

La piel subía y bajaba como si formase parte de la chica, que se había puesto detrás suya. Harry notaba la presión de las enormes tetas de Hermione en su espalda mientras la bruja acariciaba su polla. Cada vez más rápido, Hermione estaba decidida a provocar la tercera corrida de Harry en unas pocas horas, esta vez utilizando sólo su mano. Trabajaba con su rabo mejor que con una pluma, y eso en ella era mucho decir.

 

  • ¿Te gusta cómo te trata tu mejor amiga Harry? -preguntó Hermione a su oído sin dejar de machacársela.

  • Joder que si me gusta -respondió el mago con un hilo de voz-. Eres demasiado buena.

  • El truco está en lo mucho... que me gustan... las pollas... gordas -dijo Hermione con la voz entrecortada por el esfuerzo, mientras agarraba una mano de Harry y la llevaba a su entrepierna, ya empapada-. Vas a tener que devolverme el favor.

 

Hermione empezó a batir su polla a lo bestia, mientras seguía diciéndole guarradas al oído.

 

  • Córrete Harry, dame toda esa leche antes de que Ron salga del baño y me vea así de cachonda sólo por pajear a su mejor amigo.

 

Dicho y hecho. Las sacudidas de Hermione acabaron provocando un espectáculo de corrida esparciéndose por varios puntos de la habitación. Hermione sacó hasta la última gota, se limpió la mano y dio un beso a Harry en la mejilla antes de dirigirse hasta la puerta.

 

El mago vio a su inesperada amante saliendo de la habitación. Sabía que aquello estaba mal y estaba a punto de decidir que no lo haría más cuando vio unas bragas negras tiradas al lado de su cama. Estaban tan mojadas que sólo podían ser las que llevaba puestas hace un momento Hermione. Imaginó lo que estaría haciendo en ese momento en la habitación de las chicas y no le quedó más remedio que mentirse a sí mismo, decidiendo que sólo jugaría un par de veces más con ella, y luego dejaría todo aquello.

 

Hermione empezó a andar a paso ligero tras cerrar la puerta de la habitación de los chicos, con la vista fija en el suelo por la vergüenza. Llegó a su habitación acalorada y agradeció que ninguna de sus compañeras estuviera allí. No podía creerse lo que había hecho. ¿En qué momento se le ocurrió dejar sus bragas para que se las quedase Harry? Daba igual, aquel no era el momento para pensarlo.

 

Se quitó el jersey y la corbata, desabrochó su camisa y aprovechó que no llevaba nada más que la falda para comenzar a acariciar su clítoris con los dedos de su mano derecha mientras con se metía el dedo corazón de su mano izquierda en su empapado agujero. Se tumbó en la cama sin parar de gemir y sacó del sujetador su pecho izquierdo. Llevó a su boca el gran pezón erecto que sobresalía de su teta y lo chupó una y otra vez acompañando el ir y venir del dedo en su interior hasta que el constante estímulo de su vagina hizo que se corriese como si estuviera en celo, mojando más sus sábanas y poniendo a prueba sus cuerdas vocales.

 

Cuando acabó, Hermione se echó a llorar. Esa no era ella. Había vuelto a engañar a su novio, ¡y de nuevo con Harry! Además, se estaba comportando como una auténtica puta en todo momento. Hasta entonces había conseguido resistirse a hacer el amor con su amigo, pero sabía que no sería por mucho tiempo.

 

No entendía nada. Siempre había sido la alumna modelo, que nunca se metía en líos. Era tímida cuando se trataba de intimar con los demás, y desde luego no tenía los impulsos que la dominaban últimamente, y menos llevándolos a cabo de esa forma tan sucia.

 

Hermione se sentía culpable ante las cosas que había hecho con Harry o Ginny, e incluso con las que últimamente compartía con Ron, pero no podía evitarlo. Sabía que todo sucedía cuando Harry estaba cerca. Cuando estaban lejos, seguía siendo la chica normal y poco atrevida de siempre. Las únicas parejas que había tenido eran Krum y Ron, y con este último apenas se había limitado a algunos encuentros sexuales con cierta pasión, pero nada comparable a lo que había ocurrido a partir de la llegada de Harry a La Madriguera. Ron se dio cuenta de que algo extraño pasaba, pero desde luego no le dio importancia, ya que era el mayor beneficiado.

 

Hermione bajó la mirada y pasó los ojos por sus descomunales tetas, de nuevo juntas en su sujetador negro. Salvo con Harry cerca, en cuyo caso las mostraba y utilizaba para satisfacer sus impulsos, se avergonzaba muchísimo de ellas.

 

No podía soportar ser el centro de atención. Intentaba ocultarlas bajo ropa holgada, túnicas o jerseys de lana, pero pronto se dio cuenta de que tanto a hombres como a mujeres les ponía mucho más así. No sólo no dejaba de ser la chica que hacía que las cabezas girasen a su paso, sino que la gente disfrutaba imaginando lo tetona que tenía que ser para que se marcasen sus pechos incluso a través de kilos de ropa.

 

 

Hermione empezó a pensar en el pasado.

 

 

Todo había empezado el verano del Mundial de quidditch. La adolescencia habia llegado años antes a sus amigas, y ella había perdido toda esperanza de que le ocurriera pronto. Sin embargo, en cuestión de semanas tuvo que tirar sujetadores de diferentes tallas. En ese momento se alegró viéndose en el espejo. Tenía una delantera mayor a la media y era realmente bonita. Para el momento en que llegó el día de ir a La Madriguera, todas sus camisetas le quedaban pequeñas y tuvo que comprar sus sujetadores a una tienda especializada en tallas grandes. No paraban de crecer, y se murió de vergüenza ante lo mucho que al señor Weasley le costaba verle a los ojos durante el trayecto en el Ford Anglia.

 

Al llegar a la casa de los Weasley todo había cambiado. Harry estaba allí, y Hermione se sorprendió disfrutando de las miradas atónitas de sus amigos, así como de las envidiosas de Ginny.

 

El paseo que había dado con sus amigos para recoger agua cuando llegaron al campamento del Mundial le provocó los primeros impulsos sexuales de su vida. Esa noche incluso decidió dar un espectáculo a sus amigos dejando la cortina de su habitación abierta. Sabía que algo extraño estaba ocurriendo, pero no se paró a pensarlo dos veces. Al meterse en cama se sorprendió a sí misma con unas ganas terribles de masturbarse. Apenas lo había hecho un par de veces antes y sólo por curiosidad, más que por placer.

 

La fantasía de Hermione había sido mucho más sucia de lo que podía haber pensado nunca hasta entonces. Se imaginó a sí misma respondiendo de otro modo a las bromas de sus amigos sobre sus tetas aquella tarde.

 

  • Así que las tetas más grandes de Hogwarts -reía la Hermione imaginaria tras el comentario de Harry-. Lástima que vuestras pollas sean de las más pequeñas -retaba a sus amigos.

  • ¿Perdón? -respondía Ron dolido-. Harry, esta chica no tiene ni idea.

 

Acto seguido, los chicos tiraron los cántaros de agua al suelo y con un movimiento de varita, ambos se quedaron desnudos de cintura para abajo, con dos pollones erectos del tamaño de su antebrazo apuntándole directamente a la cara.

 

  • Dios mío -fue todo lo que acertó a decir la Hermione de la fantasía.

  • ¿No nos vas a enseñar lo que has crecido tú?

 

Hermione se imaginó entonces deshaciéndose lentamente de su ropa hasta liberar sus dos pedazo tetas. Los chicos se quedaron embobados viéndolas y cada uno empezó a jugar con la que le tocaba mientras Hermione se ponía de rodillas y comenzaba a pajear a sus dos amigos. Con los dos rabos bien agarrados, Hermione mostraba a sus amigos tanto sus enormes y firmes tetas como su gran habilidad con las manos. La Hermione real se tocaba cada vez con más ganas, sorprendida por lo húmeda que estaba, y se metió dos dedos en la boca a la vez que en su imaginación comenzaba a chupar la polla de Harry sin dejar de machacar la de Ron.

 

Se sucedieron las mamadas y las pajas a uno y otro de sus amigos. Hermione no daba abasto ante sus peticiones. Tan pronto se metía la polla de Harry en la boca, notaba la impaciencia de Ron por seguir disfrutando de la mamada, y lo mismo sucedía cuando, todavía salivando en el rabo de Potter, volvía la cabeza hacia la derecha buscando el sable de Weasley.

 

Estaba cachondísima ante los elogios por su forma de comerles la polla y los insultos, merecidos por portarse como una guarra. Se sorprendió ante lo explícita que era su fantasía, sobre todo teniendo en cuenta que nunca había hecho nada con un chico, y todo lo que imaginaba en ese momento parecía haber surgido de la mente de otra persona.

 

Las dos Hermione se corrieron simultáneamente en el preciso instante en que las dos pollas imaginarias llenaban de leche su cara. La Hermione real se cambió las bragas y trató de dormir, pero tenía claro que necesitaba más de aquello.

 

Unos días después, tras más aventuras en el Mundial provocadas, según creía ahora, por la cercanía de Harry, Hermione volvió a casa de sus padres y se avergonzó repasando todo lo que había ocurrido. En ese momento no se le ocurrió una razón, e imaginó que sería una mala pasada de sus hormonas, aunque no estaba convencida de que actuasen de esa forma.

 

En cualquier caso, a pesar de los episodios que se fueron sucediendo, algo se mantuvo constante: el crecimiento de su pecho. Incluso ante la vergüenza que sentía por las reacciones de los demás, en su interior le encantaba ser inmensamente tetuda. Ella misma se descubría pasando horas ante el espejo, admirando lo firmes que se mantenían sus sandías a pesar de la cantidad de kilos que debían pesar ya. Además, sus oscuros pezones, rodeados por una gran areola más propia de una mujer embarazada, ganaban cada vez más sensibilidad, una auténtica bendición ante los continuos calentones que la atormentaban últimamente.

 

Ahora, tirada en su cama pensando en todo aquello, Hermione se sentía fatal. Quería muchísimo a Ron, y sin embargo... No podía seguir así, algo se estaba apoderando de ella. Las hormonas no explicaban todo aquello.

 

Tenía que llegar al fondo del asunto. Lo primero era averiguar qué es lo que estaba ocurriendo alrededor de Harry y, lo más difícil, evitar volver a caer en esa espiral con él. Se levantó de la cama, se limpió y se puso ropa interior limpia antes de salir de la habitación de camino a un nuevo día en su hogar. En ese lugar que ahora parecía tan cambiado.

 

 

 

      12. Preludio

Harry tuvo un gran día tras todo lo que había sucedido esa noche con Hermione. Todas las clases parecían hechas a su medida, de forma que, por una vez en su vida, contestó más preguntas que su inteligente amiga en todas y cada una de ellas. En su hora libre practicó de nuevo con Gabrielle, que parecía muy dispuesta a obedecer todo lo que dijera, y le dio la impresión de que la chica se acercaba a él con mucha frecuencia, con continuos roces difícilmente explicables, aunque sin que viera en su expresión mayor interés en él.

 

A la hora de comer se acercaron a la mesa de Gryffindor Cho y Noshi, la estudiante japonesa de intercambio. Harry se fijó en que el uniforme del Colegio Mahoutokoro al que pertenecía Noshi era mucho más llamativo que el de Hogwarts. La falda apenas llegaba a la rodilla, y permitía ver perectamente las largas piernas de Noshi y, sorprendentemente, también de Cho, que parecía haberle pedido prestado un conjunto a su nueva amiga.

 

  • Hola Harry -dijo Cho con una amplia sonrisa.

  • Hola Cho, hola Noshi -respondió él.

 

Noshi respondió con un "hola" casi inaudible, mientras se miraba los pies.

 

  • ¿Has pensado en mi oferta, Harry?

  • Sí, la verdad es que le estoy dando vueltas. Tengo mucho trabajo, pero tengo ganas de volver a reunir a todos los del Ejército de Dumbledore. ¿Quieres que echemos un vistazo a la Sala de los Menesteres esta tarde?

  • ¡Genial! Pero hoy tengo clase toda la tarde, así que si te viene bien, mañana te acompaño encantada -dijo Cho con ojos juguetones.

  • Hasta mañana entonces, chicas.

  • ¡Adiós! -respondió Cho por las dos.

 

Harry se quedó pensando en lo guapas que eran las dos chicas. Sus ojos oscuros y su pelo negro, largo y perfectamente liso hacía que pareciesen hermanas, y sus similitudes no acababan ahí, como pudo comprobar Harry mientras se iban. Las dos chicas eran bastante altas, alrededor del 1'70, con poco pecho y en ambas destacaban unas piernas delgadas y muy largas, rematadas en un culo perfectamente redondeado que sus faldas se encargaban de resaltar.

 

Las sorpresas parecían no acabar nunca aquel día. Al pasar delante de la clase de Runas Antiguas, Harry vio por el pasillo a Angelina Johnson, antigua capitana del equipo de quidditch de Gryffindor. Al parecer estaba enfocando sus estudios hacia la Historia de la Magia y las Runas y pasaría ese semestre de ayudante en las clases.

 

  • La verdad es que has crecido un montón, Harry. No vais a tener rival este año en el torneo de quidditch -le dijo su antigua compañera con una amplia sonrisa.

  • No soy el único que ha cambiado, por lo que veo. Impones mucho sin el uniforme de alumna -rio el mago.

 

Lo cierto es que su amiga parecía mucho mayor con su ropa de profesora en prácticas. Harry siempre se había fijado en lo atractiva que era, lo que le valía muchos adjetivos deshonrosos por parte de los rivales durante sus partidos. Su tez morena se unía a sus ojos verdes y a sus carnosos labios para convertirla en una de las chicas más guapas de Hogwarts, pero no sólo era eso lo que la hacía llamativa. Era delgada, más alta que Harry y sus piernas no parecían tener fin. La blusa blanca que llevaba en ese momento resaltaba su piel negra, y junto a sus pantalones de tela ajustados, hacían que pareciese una supermodelo. Destacaba en ella además su gran trasero.

 

Harry recordaba ese culo tan grande y firme, forjado con horas y horas de ejercicio. No eran pocas las ocasiones en que perdía la atención sobre la snitch para disfrutar de los movimientos de la morena sobre su escoba, que intentaba acomodarse con las mallas presionando sus caderas, dejando ante los ojos de Harry una visión magnífica de su culo en la posición en la que se la había imaginado en sus fantasías, en la que habitualmente la follaba a cuatro patas sobre cualquier superficie mínimamente estable.

 

Después de un rato de charla, recordando momentos pasados, Harry decidió aprovechar para pedirle consejo de cara a la selección del equipo de quidditch. Angelina accedió a ayudarle acudiendo directamente a ver las pruebas con él. Se despidieron con un abrazo y la promesa de volver a verse pronto.

 

 

Al volver a la habitación Harry vio una lechuza negra esperándole en la ventana. Le dio algo de comer tras quitarle la carta de la pata y la leyó.

 

Sé que ya hemos practicdo algo hoy, siento pedirte esto de nuevo. ¿Podrías venir a la Sala Común de Ravenclaw esta tarde? Nos acaba de decir Mcgonagall que mañana tenemos una prueba con frutas y no quiero hacer el ridículo.

 

Gabrielle

 

Como tenía el resto de la tarde libre, Harry recorrió el pasillo del tercer piso y entró en la Sala Común de Ravenclaw, dispuesto a practicar con la francesa. Se preguntó a cuántos alumnos de otras casas se les había permitido, como a él, entrar allí.

 

  • Hola Harry -saludó sonriente Gabrielle cuando lo vio entrar, sentada en un sillón majestuoso con un libro en las manos-. ¿Vamos a una de las salas de lectura?

 

Harry se sorprendió ante lo grande que era la Sala Común de Ravenclaw, con muchísimos cuartos alrededor. Entraron en uno con cientos de libros colocados sobre estanterías de casi 5 metros de altura. Durante esa hora, Gabrielle se dedicó con toda su alma a seguir los consejos de Harry para transformar una serie de objetos de forma más que satisfactoria. El joven mago se alegraba de sus progresos. Además, no le importaba para nada estar con ella más tiempo.

 

No pudo evitar que sus ojos se desplazaran de vez en cuando hacia las piernas y el culo de la chica, envueltas en aquella tarde en un pantalón muy ceñido. Era realmente atractiva, pero actuaba como si no lo supiera, y no parecía para nada interesada en Harry.

 

Cuando acabaron, Gabrielle le dio las gracias y se despidió de nuevo con un beso en los labios, con lo que Harry supuso que se trataba de un saludo habitual y nada relacionado con un interés mayor en él.

 

Harry se dirigía a la salida cuando Luna le agarró del pelo por la espalda.

 

  • ¡¿Has venido a visitarme Harry?! -dijo la rubia con un tono de voz más alto de lo necesario.

  • Eh... Hola Luna. No. Estoy ayudando a Gabrielle con su clase de transformaciones -respondió Harry confundido, mientras se giraba.

 

Luna vestía con su uniforme de Hogwarts, pero por alguna razón parecía menos serio cuando ella lo llevaba puesto. En la cara se había puesto un extraño maquillaje, con los labios de un rojo muy oscuro, casi negro, y una excesiva sombra de ojos del mismo color que hacía que pareciese un panda. Lo acompañó al salir de la Sala Común.

 

  • ¿A dónde vas Harry? ¿Quieres buscar leprechauns en el lago conmigo?

  • Eh... Supongo. No tengo nada que hacer -respondió Harry, demasiado lento para inventarse una excusa.

  • ¡Genial! ¿Sabes? Estás un poco raro -dijo Luna escrutando su cara muy de cerca.

  • ¿Tú crees? Quizá haya sido por lo de ayer -respondió Harry, que pasó a contarle toda la historia del pasadizo y Peeves.

 

Cuando el mago acabó de contarlo, Luna se quedó fascinada.

 

  • Peeves le contó muchas cosas a mi padre cuando estaba en Hogwarts, pero nunca me contó nada de ese pasadizo.

  • Puede que todo haya sido cosa de Peeves. Cuando intenté volver a entrar ya no pude.

  • ¡Oh! Qué pena -dijo Luna apesadumbrada-. ¡Pero se lo preguntaré la próxima vez que le vea!

 

Luna parecía muy contenta cuando salieron del castillo y se dirigieron hacia los jardines caminando juntos. La chica rubia avanzaba a pequeños saltitos mientras Harry intentaba no morirse de vergüenza a su lado.

 

  • Muchas gracias por lo del otro día, Harry -dijo Luna al fin, mientras cruzaban el puente de madera que daba al lago.

  • ¿Gracias? ¿Gracias por qué?

  • Por ponerme cachonda.

  • Luna, no deberías decir esas cosas, de verdad -esa chica lo confundía-. No sé si actuamos bien...

  • ¿No te gustó la mamada? -preguntó Luna con verdadera preocupación.

  • ¿Qué...? No, claro que me gustó, es sólo que...

  • Gracias -dijo Luna mirando hacia el cielo.

  • No tienes que dar las gracias por todo, ¿sabes? El agradecido debería ser yo.

 

Luna se quedó absorta unos segundos, como si pensara en lo que acababa de decir Harry con todas sus fuerzas.

 

  • Tengo ganas de que me folles, Harry -dijo al fin Luna como si comentase cuál es su color favorito, mientras seguían andando.

  • Luna, ya hemos hablado de esto. Somos amigos y no quiero estropear las cosas.

  • Entonces tenemos que hacerlo -respondió Luna con expresión seria-. Me cuesta estar contigo como amigo si no paro de pensar en cómo se debe disfrutar una polla de ese tamaño penetrándome. El otro día te corriste en mi boca y nada se ha estropeado.

 

La franqueza de su extravagante amiga siempre conseguía sorprender a Harry. Se sintió estúpido al volver a tener una erección por su culpa.

 

  • Luna, no sé cómo lo haces, pero eres muy persuasiva. La verdad es que no me importaría que volvieses a chupármela. Eres una pasada haciéndolo.

 

Un segundo después, Luna corría agarrándolo de la mano hacia una zona apartada de los jardines. Estaban cerca del lago y no había mucha gente por la zona, pero no estaban demasiado escondidos. A Luna no parecía importarle, y antes de darse cuenta ambos se fundían en un beso apasionado.

 

Luna jugaba con la lengua de Harry mientras con sus manos acariciaba la espalda del mago y su culo. Harry no se quedó atrás, y mientras devolvía el beso a su amiga comenzó a pasar las manos por su cuerpo. Tenía un culo firme entre las manos. Lo apretó con fuerza contra su cuerpo mientras subía su mano derecha hacia las tetas de Luna. Metió la mano bajo el jersey de su amiga y a través de la camisa agarró su pecho derecho. Apenas lo podía cubrir con su mano.

 

La presión de los dos cuerpos hacía que Luna notase perfectamente lo duro que se estaba poniendo Harry. Sin dejar de jugar con sus labios, la chica rubia comenzó a frotarse contra el miembro de su amigo hasta que no pudo más y agarró la mano derecha de Harry para meterla bajo su falda.

 

Harry estaba frotando a su amiga por encima del tanga cuando notó cómo la mano de la rubia se colaba en sus pantalones para sacar su miembro erecto. Harry utilizó dos dedos para acariciar la montaña que tapaba el tanga de su amiga, con el clítoris en su momento más sensible, y acto seguido los metió en su interior, apartando la tela que se interponía. La chica siguió besándolo unos segundos más moviendo la mano de arriba abajo, hasta que se apartó para soltar unos ligeros gemidos.

 

  • ¡Qué ganas de que me la metas! -dijo Luna sonriendo, sin dar mayor relevancia a la situación.

 

Debajo de sus cabezas la actividad era frenética. Harry follaba a su amiga con los dedos mientras ella le pajeaba insistentemente. El ritmo de ambos era tremendo. Luna parecía intentar acoplar el ir y venir de los dedos en su coño con las sacudidas de su mano, haciendo que Harry sufriese para aguantar. Por si eso fuera poco, Luna decidió que ese era un buen momento para utilizar otras armas.

 

Harry miró alrededor preocupado, mientras otras parejas paseaban por los alrededores. De momento no podían ver nada, pero alguien se extrañaría al ver la cabeza solitaria de Harry tras unos setos. Cuando volvió a fijarse en Luna, la chica estaba ya con las rodillas en el suelo.

 

  • Te voy a chupar la polla para que después me lo agradezcas -dijo innecesariamente Luna.

  • Gracias, Luna, yo... ¡Uff! -no pudo seguir hablando cuando la rubia se metió de buenas a primeras la mitad del pene de Harry en la boca.

 

La maestría que había demostrado en la carroza no era casualidad. Harry disfrutó de esos labios casi negros arrastrándose a lo largo y ancho de su miembro, dejando marcas de pintalabios en puntos que parecían inalcanzables para una garganta común. Luna se la mamaba y se la mamaba realmente bien. Sus labios recorrían una y otra vez toda la polla de Harry, desde la punta hasta sus huevos, y la lengua los seguía retorciéndose para lamer hasta el más mínimo resquicio.

 

Harry agarró la cabeza de Luna en un acto reflejo para acompañarla en el ir y venir de su boca contra su bajo vientre. Le ponía increíblemente poder metérsela entera en la boca sin ninguna queja, notar los labios de su amiga apoyándose en sus huevos mientras gemía, para volver a sacar de su boca, a veces rápido y a veces lento, todo lo que se había tragado. La tenía como una piedra y siguió disfrutando de ver cómo Luna conseguía hacer desaparecer su enorme rabo entre los labios.

 

Tras unos minutos de felación antológica, Luna liberó a Harry y se giró, con las rodillas todavía clavadas en el césped.

 

  • Fóllame.

 

Harry no necesitó nada más. Se colocó detrás de su amiga y le subió la falda hasta apoyársela en la espalda para dejar al descubierto el tremendo culo de Luna, cubierto por un minúsculo tanga rojo de hilo que se apresuró a bajar casi hasta sus rodillas. El coño depilado de Luna estaba bien lubricado y con ganas de recibir a alguien. Tenía tan buena pinta que Harry no se pudo resistir a lamerlo un par de minutos antes de hacer caso al ofrecimiento. Pasó su lengua por todo el coño de Luna, separando con la lengua sus labios vaginales y descubriendo su erecto clítoris para estimularlo toavía más.

 

Por fin, tras incorporarse el glande de Harry hizo contacto con el agujero de su amiga y se fue abriendo paso a través de una cavidad estrecha, húmeda y caliente. Tanto Luna como Harry disfrutaron del lento paso del pollón del mago hasta que acabó de introducirse en su totalidad.

 

  • No -dijo Luna cuando ya tenía todo dentro.

 

Harry se sorprendió cuando su amiga se echó hacia delante y le agarró el miembro con la mano derecha. Creyó que le había hecho daño o que alguien los había visto y se asustó. Sin embargo, Luna volvió a acercarse al cuerpo de Harry, pero en este caso dirigiendo la polla del mago hacia su otro orificio. El culo de Luna cedió entonces ante la lenta incursión de Harry.

 

Meterla en el ano de su amiga era más difícil de lo que parecía. No sólo eran las dimensiones, sino que faltaba la lubricación natural de su otro agujero. Luna trató de arreglarlo con su saliva, y poco a poco fue abriendo paso a Harry.

 

  • Creo que de momento esto es todo lo que puedo hacer -dijo Luna cuando casi la mitad del miembro de Harry la había penetrado ya.

  • Buf, es increíble que te haya cabido tanto -respondió el mago notando la presión del culo de su amiga.

  • Eres tan majo, Harry -dijo Luna, que hablaba con una tranquilidad pasmosa para lo que estaba ocurriendo-. Sabía que te merecías desvirgar mi culo.

 

Ese comentario puso todavía más a Harry, que suponía que Luna ya había tenido mucha experiencia. Agarró con una mano la cadera de la rubia y con la otra le dio un azote suave que pareció poner en marcha la maquinaria. Los dos comenzaron a moverse lentamente. Harry atraía el culo de Luna hacia sí y ella ayudaba con sus movimientos a dilatar su entrada y a volver loco a Harry, que tenía entre manos un culo increíble que le apretaba a más no poder el miembro cada vez que lo embestía.

 

Luna comenzaba a gemir cada vez más alto, y Harry tenía miedo de que la escuchasen, por lo que se pegó a su espalda sin parar de follarla y le tapó la boca. Los gemidos apagados de Luna indicaban el placer que sentía con cada embestida y aumentaron cuando comenzó a masturbarse al mismo tiempo.

 

Harry estaba en la gloria. Iba y venía del interior de Luna cada vez más rápido. Le agarraba las tetas, la azotaba o la animaba a seguir el ritmo. La insultaba, le agarraba el pelo o le besaba el cuello. Todo lo que hacía provocaba que Luna subiese el ritmo, y ya había llegado a meter algo más de la mitad de la polla en su culo.

 

Estaban follando como animales. Luna ya era perfectamente audible para todo el que se acercara a pesar de los intentos por callarla de Harry. Los azotes eran cada vez más fuertes, conforme el rabo entraba y salía del interior de Luna casi al mismo ritmo que sus dedos en su propio coño. Pronto comenzaron a jadear ambos, y Harry escuchó cómo se corría su amiga poco antes de que él decidiese sacarle la polla del culo para metérsela en la boca. Luna se la chupó como una loca durante un minuto y recibió con ganas la corrida de Harry, que cayó con todo su peso en la lengua de la chica antes de que la tragase.

 

  • ¡Qué bien! Justo lo que esperaba -dijo Luna limpiándose los restos de semen que habían caído fuera de su boca-. Quiero follar más contigo, Harry.

  • Luna, dijiste que teníamos que hacerlo para quitarte la duda.

  • Sí, y por eso quiero más -respondió ella riendo.

 

Harry se quedó mirando a su amiga. El desgaste de la pintura de sus labios era evidente, y sabía que esa imagen se le quedaría grabada de por vida. Esa chica, increíblemente, le ponía. Le ponía mucho.