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Harry Potter y la ruta de Eros XVII

en Parodias

¡Bienvenid@s a la decimoséptima parte de Harry Potter y la ruta de Eros!

 

El apoyo recibido por esta serie en las últimas partes ha sido tremendo. Los amabilísimas palabras que habéis tenido con la forma de desarrollar la historia me dan muchísimas ganas de escribir.

 

Entre las personas que han escrito, he de agradecer a gente que lleva puntuando, comentando y aportando sus ideas desde hace muchos capítulos y a otras personas que tengo la suerte de que hayan podido hacerlo por primera vez en el último. Por ello hago mención especial a lalo, Gargallu, Xsy, Camilo, Leon y Jenny; así como a las personas que me han escrito al email, alguna de las cuales me ha dedicado unas palabras que me llenan de ganas de seguir.

 

La parte que hoy presento es mucho más larga de lo habitual, casi como dos partes normales. No sé qué te parecerá, pero lo hago pensando en lo que a mí me gustaría leer en una serie que siguiera. Es a la vez un agradecimiento a toda la gente que hasta ahora ha participado o leído esta serie, y una decisión propia por las ganas que tenía de contar ya determinadas cosas.

 

Sé que muchos esperaban ciertas cosas que ocurren en estos capítulos, y espero que el esfuerzo haya merecido la pena. Es complicado encontrar el tiempo para escribir y corregir esta historia, por lo que sólo puedo esperar que sea de tu agrado.

 

Sin más, te dejo ya comenzar, deseando que sigas disfrutando.

 

      24. Trauma

Las horas fueron pasando sin que ninguno de los dos chicos se atreviese a decir nada. Todavía estaban dándole vueltas en su cabeza a todo lo que Hermione les había contado esa noche, con la expresión más triste que le habían visto jamás.

 

"Maldito Malfoy, siempre acaba saliéndose con la suya", pensó Harry desesperado, antes de recordar que el odioso mago de Slytherin se encontraba en la enfermería inconsciente y con heridas de gravedad. Ahora lo que le pasase a Draco le traía sin cuidado, sabiendo lo que había intentado con Gabrielle y lo que iba a ocurrirle a Hermione.

 

  • Me voy a ir con ella, Harry -escuchó decir a Ron desde su cama, en la penumbra-. No voy a aguantar tanto tiempo sin verla, y no se lo merece.

  • ¿Qué? No seas idiota, tío. ¿Quieres que por culpa de Malfoy acabéis fuera de Hogwarts los dos?

 

Ron se quedó en silencio un rato, pensando en lo que su amigo le había dicho, y a Harry le pareció escuchar cómo sorbía con la nariz antes de responder.

 

  • ¿Y qué vamos a hacer aquí sin ella, eh? Esto es una mierda, una auténtica mierda.

 

Harry no podía estar más de acuerdo, pero decirlo en voz alta no ayudaría en nada y sólo los sumiría en una tristeza todavía más profunda. Tenía que llegar al fondo de todo aquello, y lo primero debía ser hablar con Gabrielle.

 

Tras intentarlo durante mucho más tiempo del habitual, Harry por fin volvió a dormirse. La agitación que había sentido durante el día se tradujo en sus sueños, y todo parecía un caos en su mente. Sintió una furia que no le había embargado desde la muerte de su padrino, y a su alrededor todo estaba en llamas, que además salían directamente de su varita. Al fondo de la sala parecían reunirse varias personas atemorizadas, pero incapaces de hacer nada. Harry contempló la escena hasta que los rayos de luz de la mañana le dieron directamente en los ojos y lo despertaron, todavía agitado y con mucho odio en su interior.

 

 

Tras vestirse con desgana para ir a clase de nuevo, los chicos bajaron a la Sala Común, donde Hermione y Ginny los esperaban. La pelirroja vestía el uniforme de Hogwarts y tenía los ojos rojos e hinchados, como si no hubiera dormido en toda la noche, mientras que Hermione, con un pijama de lana en el que destacaban sus curvas, parecía muy cansada pero más entera que el día anterior. Hablaron durante unos minutos sobre lo injusto de la situación y las posibilidades de arreglarla, hasta que llegó la hora de ir a clase y se despidieron de su estudiosa amiga, que debía quedarse allí.

 

Antes de que saliesen por la puerta, sin embargo, Hermione agarró a Harry por un brazo y le pidió que se quedase un momento.

 

  • Creo que sé dónde podemos encontrar más información sobre ese libro que Angelina te llevó a la enfermería, Harry.

  • Eso no importa ahora. Voy a hablar con Gabrielle para que resuelva todo este malentendido, y ya pensaremos en esto cuando todo se haya aclarado.

 

Hermione no respondió inmediatamente. Lo que hizo fue sacarse del bolsillo de sus pantalones de pijama un objeto dorado para mostrárselo.

 

  • Harry, Gabrielle no ha querido contarle nada a Dumbledore y ahora trata de esconderse, dudo que vayas a sacar nada más de ella. Creo que esto es más importante -dijo, poniéndole en la mano el objeto que había estado guardando.

 

El mago lo sopesó en la mano. No debía pesar mucho más que un rollo de pergamino, y su tacto era frío en la mayor parte, pero cálido en la base. Sin entender qué significaba eso, miró a los ojos a Hermione con expresión de extrañeza.

 

  • Es uno de los aurum phallaceae. No tengo muy claro para qué sirve, pero lo que si sé es que hace siglos que no se documentan -dijo Hermione emocionada-. Leí sobre ello en un antiguo libro. El mismo que hablaba sobre Eros et tanatos.

  • Vamos a buscarlo, entonces -respondió Harry rápidamente-. No me importa perderme unas clases.

  • No, Harry... Hay un problema -dijo la bruja, titubeante-. El libro está en la Sección Prohibida que destrocé ayer. No creo que dejen pasar a nadie.

  • Buscaré la forma, lo prometo. -respondió el mago a pesar de su decepción-. Y descubriré qué ha pasado con Malfoy y Gabrielle.

 

Hermione se adelantó y le abrazó con fuerza. Los dos aguantaron las lágrimas mientras sus cuerpos se fundían.

 

  • Te voy a echar mucho de menos -dijo Hermione al fin, pegada al pecho del mago.

  • Y yo a ti -respondió Harry, separándose-. Por cierto, ¿por qué no subes a nuestro cuarto y lees algo de Eros et tanatos, puede que nos sirva. ¿Recuerdas la frase de Lu...?

  • Sí, Harry. No te preocupes por eso. Vete a clase, anda.

 

Dicho y hecho. Se despidieron con una sonrisa triste y Harry se dirigió a un día duro, en el que apenas pensó en sus clases y sí en su mejor amiga y cómo ayudar con todo aquello.

 

 

Como había adelantado Hermione, Gabrielle desapareció esa semana. No acudió a ninguna de las clases particulares que habían previsto y cuando trató de buscarla en la Sala Común de Ravenclaw, ninguna de sus amigas supo decirle nada de ella. Intentó hablar con Cho, pero cada vez que le veía trataba de evitarlo. Acabó desesperado y dejándolo por imposible.

 

Tampoco los profesores colaboraron en nada de lo que Harry les pedía. Slughorn, Firenze y Flitwick se limitaron a darle largas cuando les pidió acceso a la Sección Prohibida. Trelawney sólo lo miró a través de sus gruesas gafas metálicas hasta que se fue, y McGonagall le dijo con expresión preocupada que dejase de meterse en asuntos que no eran de su incumbencia y que bastante tenía ya con lo que le había pasado.

 

Además de sus infructuosos esfuerzos por dar algo de luz a los asuntos que le preocupaban, las noches no mejoraban mucho su ánimo. En vista de los meses que iban a pasar separados, Ron y Hermione dedicaban sus horas de sueño a follar descontroladamente. Harry oía durante horas cómo sus amigos se daban placer y se preocupaban cada vez menos de que los escuchase.

 

Cada noche se repetía el mismo ritual. Hermione llegaba de madrugada tras cambiarse en su habitación y llamaba tres veces a la puerta. Harry fingía estar dormido y disfrutaba desde la oscuridad viendo cómo su mejor amiga entraba con los pechos marcados a través del camisón y sus largas piernas totalmente descubiertas.

 

Apenas oía nada durante unos minutos, mientras su mejor amiga mamaba la polla de Ron o el pelirrojo le comía el coño a Hermione. Pero poco tardaban en escucharse los muelles de la cama, cada vez más, hasta que gradualmente acababan acompañados de los gemidos de sus amigos y de los golpes frenéticos de sus sexos con cada cabalgada.

 

Harry sacaba de sus pantalones cada noche su erecto falo y comenzaba a pajearse lentamente escuchándolos, normalmente hasta que Hermione se corría con varios gritos indiscretos, momento en el que la imitaba. Sintió una pizca de envidia y de soledad cuando se dio cuenta de que su mejor amiga no tenía pensado esos días darle una sorpresa nocturna, como sí había hecho a principio de curso.

 

 

El jueves a la mañana llegó una de sus últimas oportunidades. Cuando se despertó, Hermione ya no estaba allí. Se preguntó si la chica habría hecho algún avance con el libro, puesto que no le había contado nada.

 

Tras unas horas de aburrida clase, llegó el momento que esperaba. Se dirigió al despacho de Tonks y vio salir a dos alumnos de cuarto justo antes de entrar. Una vez cerrada la puerta, vio que la disposición de la sala había cambiado, y ahora había mucha menos distancia entre las sillas.

 

  • Visto lo ocurrido la última vez -dijo Tonks mientras él tomaba asiento-. He decidido tomar yo el control en esta ocasión. Veremos si te ganas el derecho a recuperarlo más tarde.

 

Nymphadora Tonks parecía mucho más agradable que la última vez, lo cual calmó a Harry. Ese día su cuerpo era mucho menos voluptuoso, pero sus formas destacaban bajo una camisa y unos pantalones muy ceñidos que el mago no consideró apropiados para una profesora que buscaba llamar la atención sobre su asignatura.

 

Tonks se sentó delante suya y Harry pudo oler la suave fragancia con la que se había rociado esa mañana. Antes de darse cuenta, la espiral de oscuridad se lo tragó y aparecieron en una de las habitaciones del cuartel general de la Orden del Fénix, en Grimmauld Place. Harry recordaba bien esa noche, pero no podía hacer nada para escapar. Tonks sonreía a su lado mientras veían a un joven Harry hablando con George y Fred.

 

  • ... todo el tanga, en serio. Se nota que va buscando marcha -decía Fred.

  • Y que lo digas. No dudo que vaya a encontrarla. El otro día la vi frotandose contra la entrepierna de Lupin, deberíais haber visto su cara. Lo que daría por probar ese culo metamorfoseado -continuó George, mientras Harry se reía con ganas-. ¿Tú no, Harry?

  • ¿Qué? ¡Oh, claro! Y más viendo las pocas mujeres que hay por aquí. Tonks tiene que ser una guarra en la cama. Cada vez que me mira fijamente con esos ojos me tengo que ir al baño -respondió Harry, haciendo reír a los dos gemelos.

 

Tonks se quedó viendo al Harry actual, mientras éste se moría de vergüenza.

 

  • Lo que imaginaba -se limitó a decir la profesora arqueando una ceja, antes de hacerlos salir de aquel recuerdo.

 

Ahora aparecieron en el Gran Comedor, el día en que dejaron inconsciente a Harry. Estaba contando a sus amigos su idea de acudir a la Sala de los Menesteres, y Hermione no parecía muy convencida.

 

  • Harry, esto es importante. Trata de concentrarte -escuchó decir entonces a Tonks.

 

Los recuerdos avanzaron hasta el momento en que salió de la biblioteca para ir a buscar a las chicas asiáticas. Sin embargo, tan pronto se acercaba al pasillo, todo se quedó en negro.

 

  • Bien, este es el efecto del hechizo Obliviate. Harry, volvamos a la biblioteca. Ahora toma tú el control, piensa en lo que ibas a hacer en ese momento.

 

Los recuerdos volvieron a la biblioteca, ahora deformada por la falta de experiencia de Harry. Trató de concentrarse en su objetivo. Cho, quería ver a Cho. Iban a la Sala de los Menesteres.

 

La sala se transformó y efectivamente vio a Cho, pero más joven, en una fotografía que el Harry del pasado sostenía en la mano. La chica asiática salía saludando y mostrando sus piernas bajo una falda corta, que se levantaba mientras ella giraba.

 

El Harry del pasado miraba con atención la foto, tumbado en la cama de su habitación en Privet Drive, mientras su otra mano bajaba y subía agarrada a la piel de su duro aparato.

 

Harry intentó salir del recuerdo y todo tembló, pero Tonks retomó el control y lo estabilizó.

 

  • Tranquilo, Harry. Estamos cerca de algo. Controla este recuerdo.

 

Harry se giró y pudo ver cómo Tonks mantenía los ojos fijos en el miembro que el pasado Harry pajeaba con tantas ganas. Pronto la profesora se desabrochó dos botones de la camisa, muy acalorada, y pasó la lengua por sus labios.

 

Cuando vio por el rabillo del ojo cómo Harry la observaba, con una erección creciente en sus pantalones, Tonks carraspeó y recuperó la compostura.

 

  • Eh... Bien, muy bonito Harry. Vamos, trata de recordar lo que ocurrió antes de despertarte en la enfermería -dijo la profesora, echando un último vistazo al falo de su alumno.

 

Harry lo intentó con fuerza y todo se hizo oscuridad a su alrededor. Nada hacía imaginar que fuese a conseguir ningún resultado pronto. Sin embargo, tras un rato de duro esfuerzo, una pequeña luz se acercó por el fondo y pudieron distinguir la cara de la señora Pomfrey un instante antes de salir disparados de los recuerdos.

 

Harry abrió los ojos y se sintió agotado. Delante suya, respirando con dificultad, vio a Tonks, cuyos pezones se marcaban con fuerza a través de la camisa. La mujer se apresuró en taparlos con un brazo.

 

  • Muy bien. Has... has avanzado mucho -respondió la acalorada profesora-. Volveremos a intentarlo otro día. Tengo... cosas que hacer.

  • Gracias, Tonks. Quería pedirte otra cosa -dijo Harry con voz inocente-. ¿Podrías darme permiso para entrar a la Sección Prohibida? Hermione...

  • Oh, sí, sí. Es una injusticia lo que le ha pasado, pero ahora mismo no puedo darte permiso. En casos como este se reserva al director esa posibilidad. Lo siento.

 

Harry asintió, decepcionado, y se dirigía a la salida cuando Tonks le llamó.

 

  • Espera, Harry. No es gran cosa, pero os puede ayudar a Hermione y a ti -dijo Tonks, sacando un paquete de uno de los baúles-. Toma, creo que ya conoces los espejos dobles.

 

Tonks le tendió dos pequeños espejos que, efectivamente, reconocía. Permitían verse y comunicarse a los magos a distancia. Sirius le había regalado uno antes de morir.

 

  • M-muchas gracias Tonks -respondió Harry, devolviendo la sonrisa a la profesora antes de salir de allí.

 

 

       25. Ruta

Harry despertó de nuevo en su cama, triste y decepcionado al no haber conseguido todavía el libro que Hermione le había pedido. Era el último día en Hogwarts de la bruja, y no parecía posible hacer nada más que hablar con Dumbledore, algo que, dado el objetivo de su investigación, no resultaba nada fácil para él.

 

Sin más alternativas, decidió arriesgarse y enfrentarse al anciano director. Si de verdad todo aquello tenía algún sentido, Dumbledore lo sabría. Si le impedía seguir buscando respuestas no podría hacer nada más, pero era su única opción.

 

Aprovechó una de sus horas libres y bajó al tercer piso, desde donde se dirigió a la gárgola de la Torre del director. Tras decir la contraseña, "pitos y flautas", la escalera comenzó a moverse y llegó hasta una puerta de roble a la que llamó con tres golpes.

 

La voz que le invitó a entrar no era la que esperaba, y cuando abrió la puerta se encontró a la profesora Sprout de pie, con un libro abierto en las manos.

 

  • Qué agradable sorpresa -sonrió la voluptuosa profesora de Herbología-. ¿Qué te trae por aquí esta mañana, jovencito?

  • Buenos días. Buscaba al profesor Dumbledore -respondió Harry confundido.

  • Oh, Albus está de viaje. Este mes todos los directores se reúnen en Durmstrang. ¿No escuchaste lo que decía ayer durante la cena nuestro director?

  • Creo que me lo perdí -dijo Harry, que no había comido apenas en esos últimos días-. Necesitaba su permiso para entrar en la biblioteca.

  • ¿En la biblioteca? Pero si... -Sprout se paró en seco cuando comprendió a qué se refería-. Oh, ya veo. Quizá podamos hacer algo al respecto. Al fin y al cabo yo seré la directora este mes -acabó, sonriendo misteriosamente y dejando el libro sobre la mesa-. Acércate.

 

Harry le hizo caso y fue hacia la mesa del director, con los ojos de todos los retratos fijos en él. La profesora Sprout murmuró unas palabras, hizo un movimiento de varita y todos los cuadros quedaron vacíos.

 

  • ¿Por dónde íbamos? -sonrió la profesora, acercándose a Harry-. Así que quieres entrar en la Sección Prohibida, a pesar de lo que ha pasado. Estoy segura de que pretendes hacer cosas muy... malas -siguió, posando una mano sobre el pecho de Harry.

 

¿Qué pretendía esa mujer? Siempre había sido tan amable y ahora se comportaba de una manera tan extraña que Harry no supo ni apartarse.

 

  • Pro- profesora. No es nada malo. Sólo quiero... -Sprout le hizo callar posando un dedo sobre sus labios.

  • No haré preguntas si te portas bien, Harry. Esto puede quedar entre tú y yo.

 

Dicho esto, agarró una de las manos de Harry y la posó sobre uno de sus pechos, obligándole a magrearlo. Era tan blando como grande, y Harry notó a través de su ropa el grueso sujetador que mantenía firmes los melones de la profesora.

 

  • Profesora Sprout, ¿está bien? No creo que de verdad quiera esto.

  • ¿Que no lo quiero? Harry, llevo muchos años sola en este castillo -respondió ella riéndose-. He dado clase a miles de alumnos y cada año tengo que aguantar cómo me observan, cómo muchos se imaginan en sus fantasías más íntimas tocándome, dándome duro y agarrando lo que tienes entre manos. Pero ninguno se atreve, y cada noche sin nadie en mi cama es un martirio. Estoy harta, y que hayas entrado aquí esta mañana, por alguna razón, me ha hecho darme cuenta.

 

La profesora se separó de él y se puso junto a la silla. En un rápido movimiento se quitó unas amplias bragas negras y levantó su falda para mostrar sus gruesas piernas desnudas, acabadas en un coño sin depilar que pedía a gritos atención.

 

  • Dime, Harry. ¿Has estado alguna vez con una mujer madura?

 

Harry mintió, negando con la cabeza, mientras la profesora Sprout se sentaba con una sonrisa y abría sus piernas de par en par para recibir la atención de su alumno. Sin más indicaciones, Harry se agachó y se metió debajo de la mesa del director para comenzar a lamer la entrepierna de su profesora.

 

La profesora Sprout no mentía, y parecía llevar años sin probar a un hombre. Apenas la lengua del mago comenzó a recorrer su entrepierna empezó a gemir como loca, arqueando la espalda y agarrándose con ambas manos a los cántaros que portaba en su pecho.

 

Harry disfrutó escuchando cómo se corría su profesora gracias a su lengua, que pronto se vio acompañada por sus dedos, que debían ser los primeros que penetraban a aquella mujer en mucho tiempo, a juzgar por su reacción.

 

Lo que no había previsto eran las numerosas visitas que recibía el director. Sprout se acercó más a la mesa y no le dejó parar ni un momento mientras atendía a alumnos y profesores. En los momentos en que se quedaban a solas, Harry aprovechaba la lujuria de Sprout para deleitarse tocándole su cuerpo entrado en carnes. Pasaba las manos por su culo desnudo, acariciaba sus piernas y apretaba las grandísimas tetas sobre toda aquella ropa. La profesora lo agradecía con gemidos, lubricándose y agarrando con fuerza su pelo.

 

Harry, oculto bajo la mesa, chupaba el coño de la profesora con ganas, le estimulaba el clítoris y disfrutaba metiéndole los dedos alternativamente en el coño y en el culo. Por allí pasaron McGonagall, Slughorn, McCormack e incluso Pansy, mientras la profesora Sprout apenas aguantaba los gemidos y se corría una y otra vez en la boca de Harry, hasta que no pudo aguantar más y empezó a gritar de placer mientras Filch abandonaba el despacho.

 

Con la cara congestionada y la entrepierna empapada, Sprout se levantó y firmó un pergamino dándole acceso a la Sección Prohibida, y agarró el rabo de Harry a través de los pantalones mientras le besaba como despedida, probablemente recordando las sensaciones para sus solitarias noches.

 

 

Harry abandonó el despacho todavía aturdido por lo que acababa de suceder, pero pronto se recompuso y subió rápidamente a darle la buena noticia a Hermione.

 

  • ¡Lo tengo! Conseguí el permiso, ahora podemos ir a buscar ese libro -dijo Harry cuando la encontró, sentada en uno de los sillones de la Sala Común.

  • ¡Vaya! ¿Cómo lo has conseguido? -respondió Hermione, cogiendo el pergamino-. La profesora Sprout. ¿Cómo...?

  • Es una larga historia. Vamos, no hay tiempo que perder.

  • Harry, no puedo salir tan campante por la puerta, ¿recuerdas?

 

El mago subió corriendo por las escaleras llevando a Hermione de la mano. Ella se dejó hacer y sonrió cuando Harry le tendió su capa de invisibilidad.

 

El joven mago vio cómo su mejor amiga desaparecía, con el libro que Angelina le había llevado a la enfermería en una mano. Pronto notó una palmada en el culo, y escuchó la risa de Hermione mientras él refunfuñaba.

 

Bajaron con mucho cuidado por las escaleras hasta el cuarto piso, con Hermione pegada lo máximo posible a Harry, procurando no chocar contra ningún compañero. El señor Filch, que ahora vigilaba la puerta de la Sección Prohibida, gruñó cuando Harry le entregó el permiso, pero no puso mayor objeción y los dos pasaron sin problema.

 

Una vez dentro de la oscura sala, Hermione se desprendió a medias de la capa, y Harry pudo contemplar cómo su cabeza y parte de su pecho se paseaba entre las estanterías que aún estaban en pie buscando el ansiado libro.

 

Durante más de media hora, ambos recorrieron la extensa biblioteca de cabo a rabo, parándose también ante los muchos libros que todavía estaban tirados por el suelo. Buscaban un libro de lomo rojo ajado por los años, pero no hubo suerte hasta que Hermione, arrodillada ante una de las estanterías caídas, dio un grito de alegría.

 

  • ¡Bien! Volvamos a la Sala Común -respondió Harry con alegría.

  • De hecho, tengo una idea mejor. No queremos que nos interrumpan -dijo Hermione, cubriéndose de nuevo con la capa.

 

Los chicos se apresuraron a salir con su nueva adquisición, y Harry tuvo que aguantar la sonrisa maliciosa de la bibliotecaria Pince cuando le entregó el antiguo volumen para poder llevárselo. Haciendo caso a Hermione, se dirigieron al séptimo piso, pero en lugar de ir al cuadro de la Dama Gorda, se internaron por el pasillo de la Sala de los Menesteres.

 

Hermione se desprendió de la capa, y Harry vio cómo pasaba tres veces ante una pared vacía. La puerta apareció unos segundos después. Se apresuraron a traspasarla y entraron en una sala tan grande como el cuartel del Ejército de Dumbledore, pero de un color anaranjado. Ante ellos se encontraba una gran mesa ideal para su objetivo, pero tras ella se veía una amplia cama rodeada de espejos e iluminada por unas pequeñas velas aromáticas.

 

  • ¿Qué es lo que estabas pensando al entrar, Herm? -preguntó Harry, risueño.

  • ¿Eh? No, nada. Ha... ha debido de ser un error. Pero la mesa que necesitábamos está aquí, ¿verdad? -respondió ella sonrojándose y abriendo el libro Eros et tanatos-. ¡Aquí está!

 

El libro quedó abierto por la página que Luna le había leído a Harry en la enfermería. Hermione parecía muy segura de que en esa frase estaba la respuesta. Acto seguido, arrebató a Harry el libro rojo de las manos y lo posó sobre la mesa, justo al lado del lugar donde a continuación colocó el aurum phallaceae.

 

  • Verás, Harry. Este libro... -empezó Hermione, titubeante y todavía muy colorada-. Este libro es realmente antiguo, y guarda muy bien sus secretos.

 

Hermione abrió la tapa y ante Harry se mostraron únicamente páginas en blanco, conforme la bruja las pasaba.

 

  • ¿Qué? ¿Hemos hecho todo esto por nada? -dijo el mago con los ojos como platos.

  • ¡No, no! Ni mucho menos. Es sólo que... Hay que saber cómo activarlo -respondió Hermione apuntando con su varita al libro-. ¡Specialis Revelio!

 

La primera página del libro comenzó a llenarse de tinta hasta formar la misma figura que aparecía en la portada de Eros et tanatos. En la siguiente página aparecían sus instrucciones.

 

"Joven bruja, si has alcanzado el poder, tus necesidades hemos de complacer. Dicta tu orden, y espera. No será en vano, de veras."

 

Harry volvió a mirar a Hermione, que parecía dudar sobre la forma en la que contar en qué consistía todo aquello.

 

  • Verás, Harry -dijo al fin-. Este libro es en teoría una especie de novela muy antigua. Según lo que tú le pidas, aparecerá escrita una historia distinta. Pero... no es una historia normal -siguió, justo antes de apuntar de nuevo al libro y decir-: muéstrame junto a mi mejor amigo.

 

El libro cambió de repente y apareció en él un largo texto acompañado de ilustraciones en las que Hermione aparecía abrazada a un hombre al que nunca se le veía la cara, en posiciones cada vez más eróticas. Un rápido vistazo le valió a Harry para darse cuenta de que la novela relataba historias en las que predominaba el sexo, en este caso con Hermione como protagonista.

 

  • Bien, pues esto es lo que me salió al principio, pero no me valía. Necesitaba algo más claro... Sé que es raro, pero no es momento para guardarse cosas -dijo entonces Hermione, con la cara como un tomate-. Quiero follarme a Harry Potter -solicitó entonces al libro, con voz temblorosa.

 

El nuevo cambio no mostró una historia distinta, sino que apareció una única ilustración de un objeto que parecía claramente el que Hermione había puesto sobre la mesa. Debajo, una inscripción: Aurum phallaceae.

 

"La historia se repite, joven bruja. No dudes, actúa. Tus necesidades son mayores que las que este humilde sirviente puede cumplir, pero la senda está clara. La fábula de Eros y tanatos está llena de gloria y dolor, y reservada a aquellos cuya voluntad es firme y su meta consciente."

 

  • Esto es todo lo que leí entonces, y no le di mayor importancia. Creí que era algún tipo de juego en el que no estaba dispuesta a participar, pero tras los últimos acontecimientos... Creo que ambos sabemos lo que hay que hacer.

 

Efectivamente, Harry leyó a continuación la frase que Luna había resaltado de Eros et tanatos, apuntando al libro rojo con la varita, imitando lo que había hecho Hermione.

 

  • "La respuesta a la gran pregunta de la humanidad está en sus pulsiones más íntimas y en sus temores más arraigados. Quien busque el conocimiento debe unirse a sus compañeros y conquistar sus instintos. Sólo así llegará a comprender la verdad".

 

Toda la tinta desapareció de inmediato, y tres simples frases aparecieron sobre la hoja.

 

"Bienaventurado el que emprende el camino, por su valentía y coraje, pero solo no llegará a lugar alguno, estás advertido.

Tu primera prueba, elegir acompañante con atino, nosotros decidiremos sobre el equipaje y sobre tu destino.

Si a Eros emular tú deseas, diez son los obstáculos que se te plantean, por lo que empieza ya, joven mago, si valoras a quien te rodea."

 

Harry y Hermione se miraron, tan confundido el uno con el otro. El mago se encogió de hombros y su amiga asintió.

 

  • Mi acompañante será Hermione -dijo al libro, sin ninguna respuesta por su parte.

 

Lo repitió varias veces, e incluso Hermione trató de conjugar las mismas palabras sin éxito. El mensaje no se borró ni modificó en punto alguno. Trataron cientos de maneras y hechizos para hacerlo responder, e incluso se plantearon realizar un conjuro inquebrantable, hasta que Hermione pareció darse cuenta de algo.

 

  • Harry, creo que ya entiendo lo que nos están pidiendo -dijo, señalando el objeto brillante, cuya forma fálica se hacía obvia ahora a sus ojos-. Tu acompañante debe estar dispuesta a todo.

 

Harry no entendía muy bien lo que su amiga quería decir, pero la dejó seguir.

 

  • Creo que... creo que tienes que empezar la ruta uniéndote a tu compañera. Harry, quizá Ginny, o incluso Cho...

  • Hermione, te necesito a ti para esto -respondió Harry, comprendiendo ahora a qué se refería.

  • N-no puedo. Ron es mi novio. Ya nos equivocamos antes, pero esto... esto ya no tendría perdón.

  • Hermione, no lo hacemos por nosotros -siguió Harry, desabrochándose el pantalón-. Esto es algo superior, tenemos que llegar hasta el fondo.

 

Harry sacó su falo de los apretados boxers azules y lo dejó caer, todavía flácido, sobre el pantalón. Ver de nuevo lo largo que era aún sin estimular acabó por convencer a Hermione.

 

  • P-puede que tengas razón. Ron lo entendería. Él... él sabe que sólo lo hago por nuestro bien -se mintió a sí misma Hermione, agarrando el blando pene de su mejor amigo y descubriendo su glande al bajar la piel.

 

Volver a sentir la calidez de Hermione tocándole y ver sus ojos marrones fijos en los suyos mientras lo hacía fue tremendamente placentero para él. Comenzó a crecer entre sus manos poco a poco, hasta que la tuvo tan dura que su amiga pudo sacudirla sin mayor problema, gozando de su tamaño.

 

El aurum phallaceae pareció responder a los estímulos y comenzó a crecer sobre la mesa conforme los amigos se tocaban, lo que les indicó que iban por buen camino.

 

Desde luego, si Hermione pretendía hacer creer a Harry que no lo disfrutaba, lo estaba haciendo muy mal. Su cara reflejaba todo lo contrario conforme pasaba una y otra vez las dos manos alrededor del duro miembro de su amigo, que tanto había echado de menos.

 

La tremenda paja a dos manos provocó los primeros espasmos de Harry, que aguantó como pudo para no irse hasta que su amiga, ya muy caliente, apartó su mano derecha y la llevó al interior de su falda para comenzar a masturbarse. Cuando Hermione empezó a suspirar de placer sus mejillas se encendieron y apartó la mirada. La repentina vergüenza de su amiga sorprendió a Harry, pero pronto se acostumbró viendo que el ritmo de la paja no paraba de aumentar, igual que los suspiros de la morena.

 

Hermione siguió meneándosela a Harry con su mano izquierda unos minutos hasta que decidió que necesitaba ayuda y, sin parar de acariciarse el clítoris, se sentó y se tragó media polla de su mejor amigo en un rápido movimiento. Empezó a chuparla y pajearla al mismo tiempo con las ganas de una novata muy salida.

 

Los labios de Hermione eran tan buenos como recordaba, y sólo se separaban de su falo para permitir gemir a su dueña. Adoraba cómo le chupaba el glande mientras pasaba a toda velocidad su mano por el resto de su alargado aparato, para unos instantes después tragársela casi entera como poseída por su calor.

 

Hermione era realmente buena haciendo mamadas, y mucho mejor cuando estaba muy cachonda, algo que su mano se encargaba de conseguir introduciéndose en el tanga negro de puntilla que había elegido aquella tarde.

 

Si Ron la pillaba con ese tanga puesto tenía la excusa de que lo había elegido para él, pero lo cierto es que se había puesto el conjunto de ropa interior esa mañana específicamente para Harry, deseando que algo como aquello ocurriera. Se sintió como una auténtica zorra sólo de pensarlo.

 

Ahora la gruesa polla de su mejor amigo le estaba penetrando la boca, y Hermione estaba cada vez más cerca de su objetivo. Todo aquello contribuyó a que soltase la otra mano y se la chupase utilizando únicamente la boca para sostenérsela, metiéndose hasta el fondo casi toda la carne de Harry, que efectivamente parecía haber crecido durante esas semanas.

 

Los dedos de la chica se peleaban para meterse en su estrecho sexo a toda velocidad, y salían muy mojados tras conseguir que su dueña se corriese de nuevo.

 

  • T-tengo un favor que devolverte -dijo de repente Harry a su amiga, que le miraba a los ojos con la boca llena-. Échate sobre la mesa.

 

Hermione tardó en hacerle caso, aprovechando hasta el último momento para seguir chupando su falo, hasta que Harry se la sacó de la boca pese a las protestas y la levantó para darle un beso apasionado. El mago aprovechó la situación para darse placer magreándole las tremendas tetas sobre el uniforme mientras ella volvía a pajearle sin perder un instante.

 

Harry empujó a su amiga sobre la mesa y le abrió las piernas para descubrir su tanga mojado cubriendo su coño rosado y totalmente depilado, que pudo ver por fin en todo su esplendor. Apartó la tela del tanga y empezó a acariciarle el clítoris con los dedos de una mano, mientras metía dos dedos de la otra en su dilatado agujero. Pronto sustituyó con la lengua a los primeros, provocando una fuerte corrida de Hermione, que se amasaba las tetazas sobre el uniforme mientras gemía de placer.

 

Harry lamió la entrepierna de su amiga de arriba abajo sin parar de meterle los dedos. Sus labios se derretían en su boca igual que el erecto clítoris que estimulaba liberándolo de su capucha. Siguió sin descanso, dándole gracias por todo lo que había hecho en su cama a principio de curso hasta que notó de nuevo los labios de Hermione recorriendo a toda velocidad su erección.

 

Asustado, miró hacia abajo, donde obviamente no había nadie. Pero la sensación no dejaba lugar a dudas. Se la estaban chupando. Al subir la mirada comprendió. El aurum phallaceae había acabado su transformación, y ahora era una copia exacta del pene de Harry. Hermione lo devoraba sin cuidado alguno, pensando que era un objeto inanimado, pero Harry notaba todo como si se lo hiciese a él.

 

Decidió callarse por el momento y volvió a meterse entre las piernas de Hermione, que chupaba aquel falo dorado como una salvaje, y más cuando la lengua de Harry volvió a su sexo.

 

La mamada involuntaria que le estaba haciendo Hermione pronto dio sus frutos. Tras recorrer tantas veces su lengua, sus labios y su garganta, Harry se vio obligado a descargar toda su leche. Imaginó que sería el fin de su secreto, pero para su sorpresa, de su pene no salió nada. Tan sólo sintió el placer y los impulsos, mientras que una sorprendida Hermione lidiaba con su boca llena del semen que soltaba el falo dorado.

 

  • ¡Harry! Este estúpido objeto acaba de correrse en mi boca -dijo Hermione riéndose y dándole una suave torta.

 

Harry le sonrió, viendo cómo había liberado ya su sujetador transparente, que cubría dos inmensas tetas pero mostraba perfectamente sus gruesos pezones y toda su carne- Estaba apenas cubierto ya por la camisa desabrochada.

 

Hermione dejó el falo dorado en la mesa y Harry lo agarrró, pero no sintió nada al tocarlo. No pudo pensar más en ello cuando el tanga de Hermione impactó contra su cara. Se giró y vio a su amiga tumbada en la cama, acalorada, con las piernas abiertas y frotándose el clítoris. Le hizo gestos para que se acercase y Harry no dudó ni un segundo, caminando hacia ella liberado de sus pantalones y con el pene erecto cual lanza dispuesta a penetrar hasta el fondo a su presa.

 

Acomodó a Hermione sobre la almohada y se frenó de rodillas entre sus piernas, mostrándole el rabo que la iba a penetrar mientras se fijaba en su respiración entrecortada y su sujetador, que subía y bajaba mientras su dueña buscaba aire.

 

Hermione se fijó bien en la polla de Harry, surcada de venas, gorda, larga y amenazante. Sólo pensar en ser penetrada por fin por ella hizo que mojase un poco más las sábanas. Harry no ayudó precisamente a calmarla cuando comenzó a pasar el glande sobre sus labios vaginales, que pedían a gritos más acción.

 

Harry dejó de juguetear con Hermione al ver la expresión de simulado odio en su rostro, y sin parar de verla directamente a los ojos, metió al fin su durísimo falo en el sexo de la bruja. Entró lentamente dentro de su mejor amiga, disfrutando de su sorprendentemente estrecho agujero, hasta que la chica lo detuvo un instante, todavía a medio camino.

 

Hermione soltó tres gritos rápidos sintiéndose llena y mordiéndose el labio por el placer. Cuando estuvo preparada se incorporó, le dio un beso con lengua, agarró las firmes nalgas de Harry y las atrajo hacia ella con fuerza para que acabase de metérsela de un golpe. Los gemidos conjuntos de los dos jóvenes llenaron la habitación cuando acabaron de unirse. Hermione estaba ahora en otro mundo, gozando como nunca al ver que el rabo de Harry tocaba fondo en su interior.

 

  • Creo... que ya... lo hemos conseguido -dijo entonces Harry, con dificultad.

 

Efectivamente, el aurum phallaceae brillaba ahora con una potente luz y se llenaba de inscripciones en toda la base que imitaba el pene de Harry.

 

  • Gracias, Herm. Ahora podemos... podemos parar y ver en qué consiste la segunda prueba -dijo Harry, todavía dentro de la morena.

  • T-tienes razón. Deberíamos dejarlo -respondió Hermione sin moverse todavía.

 

Los jóvenes se miraron a los ojos y Harry empezó a salir lentamente de su amiga. A medio camino, sin embargo, se paró y volvió a metérsela hasta el fondo, provocando un pequeño gemido de la chica.

 

  • R-Ron lo entenderá si se lo explicamos. No hemos hecho nada apenas, ¿verdad? -dijo Hermione como si nada hubiera ocurrido hace unos segundos.

  • No, claro que no. ¡Uf! -respondió Harry volviendo a embestir a su amiga-. Sólo lo que nos han mandado.

 

Hermione asintió, agarrando de nuevo el culo del mago mientras éste aumentaba poco a poco el ritmo.

 

  • Me pregunto... Mmm... la siguiente prueba... -siguió Hermione a duras penas, fingiendo todavía que Harry no se la estaba follando.

  • Lo sé -respondió Harry, moviendo su cadera, embobado ante el ir y venir de los pechos de Hermione en su sujetador-. Dudo que sean tan placentera.

  • Harry... -fue lo último que alcanzó a decir Hermione antes de rendirse a los deseos de su cuerpo.

 

Harry comenzó a penetrar a la bruja a buen ritmo mientras le mordía el cuello y apretaba una de sus tetas sobre el sujetador. Desabrochó los últimos botones de la camisa de la chica para agarrar sus caderas desnudas, únicamente cubiertas por la falda del uniforme, y ayudarse así para seguir percutiendo a su mejor amiga, con las piernas abiertas para él.

 

Hermione se dejaba hacer por el joven mago, viendo en el espejo que tenían sobre la cama cómo apretaba las nalgas indicando que se la iba a meter de nuevo, y cómo su espalda sudaba cuando le quitó la camisa. A pesar de lo grande que la tenía su novio, lo cierto es que el rabo de Harry la llenaba más. No sólo era algo más largo, sino que su grosor era significativamente mayor y su sexo lo estaba agradeciendo.

 

  • Llevaba mucho... esperando esto -le dijo Harry al oído con su profunda voz, mientras le desabrochaba el sujetador entre embestidas.

 

Hermione no fue capaz de responderle por culpa de los agudos gemidos que el orgasmo le provocó. Al menos le hizo saber lo placentero que era todo aquello gritándoselos al oído antes de caer rendida.

 

Harry no dio ni un respiro a su amiga y siguió tirándosela, con sus firmes tetas esparcidas ahora sobre el pecho y sin rumbo fijo. Hermione decidió tomar las riendas y le besó mientras se deshacía de la camisa, la corbata y el sujetador. Después de dejar que se la tirase un par de minutos más, hizo que Harry se separase y se tumbase sobre la cama.

 

Hermione se bajó de la cama y volvió a chupársela, probando su propio sabor a través de aquel durísimo falo que palpitaba ahora en su garganta. Tras limpiarlo completamente con la lengua, se volvió a subir al colchón, dio la espalda al tumbado Harry y se metió su polla dentro con las rodillas apoyadas a los lados.

 

Harry agradeció haberse corrido antes para ser capaz de aguantar las caderas de su amiga. Desde esa posición sólo veía su culo subiendo y bajando, las gotas de sudor cayendo por la espalda de Hermione, y los laterales de sus tetas rebotando a los lados de su cuerpo.

 

La bruja se lo estaba follando a toda velocidad, en esa posición que permitía apretar más los dos sexos unidos. Su culo subía y bajaba dando un espectáculo digno de las mejores profesionales, y sus gritos escapaban hacia las paredes de aquella secreta sala.

 

Hermione veía la cara de salido de Harry en uno de los espejos, y la suya propia, roja por el esfuerzo, pidiendo más y más sexo. Se sintió como una puta, y así se lo dijo mientras se corría a su amigo, que no asimilaba todo aquel descontrol. De repente, unas manos le agarraron los hombros y la echaron hacia atrás.

 

Harry acercó a Hermione y, sin sacársela, hizo que apoyase la espalda en su pecho. Los dos estaban tan sudados y cachondos que nada les importó. Hermione giró como pudo la cabeza y comenzaron a besarse con la chica tumbada sobre el mago, con su rabo dentro.

 

Ahora Harry tenía a su amiga rendida ante él, y acaparaba el control. Empezó a mover la cadera metiéndosela poco a poco. El culo de Hermione hacía presión sobre el bajo vientre del mago para recibirlo mejor.

 

Pronto el ritmo de Harry dentro de su amiga llegó a un punto óptimo, y decidió que era el mejor momento para cumplir su fantasía. Con la espalda de la bruja desplazándose sobre su pecho, Harry veía muy bien sus atributos. Le besó el cuello, agarró las dos enormes tetas de Hermione y las apretó mientras se la tiraba con más ganas.

 

Aquellos firmes pechos eran una delicia. Sus manos se hundían en ellos y no acababan nunca de recorrer toda su carne. Harry los apretó, tocó sus pezones erectos, los magreó, los hizo botar con sus embestidas y, en definitiva, se dio uno de los placeres de su vida con el sexo de Hermione y sus dos tetazas.

 

Hermione gozaba de la atención de su fetichista amigo y apenas podía parar de gritar las cosas más sucias que se le ocurrían. Era el momento de dar otra alegría a Harry. Fue deteniendo su ritmo y besándolo poco a poco hasta que consiguió hacerlo parar. Se sacó su aparato de dentro y comenzó de nuevo a pajearlo mientras se tocaba a sí misma.

 

  • Tu mejor amigo adora esto -dijo poco después Hermione con la voz llena de deseo, mientras montaba sobre su hombre de cara a él.

 

Harry no tardó en comprender por qué a Ron le gustaba tanto esa posición. Hermione comenzó a cabalgar sobre él como una posesa, metiéndose dentro toda su polla y sacándola hasta el glande para repetir el proceso una y otra vez. Era exactamente lo que Harry había visto en La Madriguera espiando a sus amigos. Aquella noche una paja había sido su único consuelo, y unos meses después por fin era él quien disfrutaba del cuerpo de su amiga.

 

El largo movimiento de Hermione permitía que sus enormes pechos amenazaran con caer sobre Harry, botando endiabladamente ante su cara y poniendo los erectos pezones a unos centímetros de su boca. Harry sacaba la lengua y daba pequeños lametones en esa zona tan sensible, con dificultad ante el bamboleo descontrolado de aquellas mamas.

 

El mago disfrutó un buen rato del bestial movimiento de su amiga antes de acompañarla con su propia cadera, mientras le agarraba uno de los melones con una mano y le azotaba el culo con la otra.

 

Cada azote ponía más caliente a Hermione, que ya no distinguía cuándo se estaba corriendo y cuando simplemente disfrutaba del roce de aquel tremendo aparato. Estaba agotada tras toda la semana que había pasado con Ron, pero aquello merecía la pena. La merecía mucho.

 

Ver cómo el mago más famoso del mundo se desvivía follándosela le gustaba tanto que no podía pensar con claridad. Por fin cumplía una de sus mayores fantasías, que ya había nacido en el verano del cuarto año. Los remordimientos por ponerle los cuernos a Ron se desvanecieron pronto ante el implacable ir y venir de aquel grandísimo aparato en su interior.

 

Cuando Harry decidió meterse en la boca sus erectos y utrasensibles pezones, Hermione notó de verdad la diferencia, y comenzó a gritar como nunca lo había hecho en su vida, con todo su cuerpo temblando por el bestial orgasmo que Harry Potter le estaba provocando.

 

Hermione cayó rendida en la cama, incapaz de moverse y gimiendo todavía sin ningún estímulo. Sus músculos parecían haber dicho basta, y cuando vio a Harry todavía con su erección en la entrepierna, se limitó a sonreírle y asentir levemente.

 

Harry aprovechó la invitación y decidió terminar lo que habían empezado. Puso sus rodillas a los lados de Hermione, posó el falo en su pecho y agarró con fuerza sus pesadas tetas para conseguir la fricción necesaria. Con las dos manos abrazadas a aquellas montañas, Harry empezó a mover su cadera, escondiendo totalmente su aparato entre ellas.

 

Follar las tetas de Hermione fue una de las experiencias más placenteras de su vida. Las apretó tanto que le costaba moverse entre ellas, pero más allá de lo delicioso que era abrirse paso entre su blanda estrechez, lo que más le ponía era ver a su mejor amiga, la mejor alumna de Hogwarts, con esos atributos y disfrutando de cómo gozaba de su pasiva cubana.

 

El roce con sus firmes e inevitablemente suaves pechos hinchaba su aparato con cada incursión. La cara de salida de Hermione a pesar de su cansancio le ponía demasiado, y el simple hecho de poder tocar y chupar esas tetazas le habría valido para todas las pajas de su vida.

 

Harry siguió dándose placer a costa de Hermione hasta que su pene dijo basta y comenzó a lanzar chorros de semen caliente sobre la bruja, que los recibió encantada y todavía con pequeños gemidos. Los que llegaron a la boca entreabierta de la bruja desaparecieron cuando se los tragó. El resto dejó las sábanas, el cuello, la cara y las tetas de su amiga llenas de leche.

 

Al acabar, Harry limpió el estropicio y besó a Hermione con cariño, dándole las gracias por todo y disfrutando de sus húmedos labios con tranquilidad por fin, jugando con su lengua y mirando sus preciosos ojos marrones.

 

Se quedaron unos minutos tumbados en silencio, recuperando el ritmo de sus pulsaciones y la respiración. Al fin, se levantaron y, todavía prácticamente desnudos, se acercaron al libro rojo.

 

"¿Has elegido ya, Harry Potter? ¿Es Hermione Granger quien ha de acompañarte por este angosto sendero? Que tiemblen pues los cimientos de tu mente. Ningún cuerdo se ha librado de acabar con su cuerpo inerte."

 

Cuando acabaron de leer, el libro se cerró de golpe y una risa fantasmal llegó hasta el último rincón de la Sala de los Menesteres.