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Harry Potter y la ruta de Eros IX

en Parodias

¡Bienvenid@ por fin a la novena parte de la ruta de Eros! Muchos misterios necesitan respuestas, y el capítulo de hoy comienza a dárselas.

Han pasado unos días desde que he subido el capítulo anterior, con el que estaba muy satisfecho, y la recepción de esta serie no ha hecho más que mejorar. Parece que los capítulos que más han gustado hasta ahora son el quinto y el séptimo, y entiendo las razones, pero con cada uno que subo sois más las personas que me apoyáis, y eso me da muchas ganas para continuar.

 

Tengo que dar mil gracias, de corazón, a quienes me han escrito al correo electrónico, a Mentalista, drayckofrost, lalo, Xsy, Sir y Un lector. Algunos habéis opinado en los comentarios por primera vez en estos últimos días y los demás ya lo lleváis haciendo desde el inicio, pero todos me habéis dado un grandísimo apoyo.

Me ha encantado recibir emails de esas dos personas a las que agradezco muchísimo que se hayan molestado en escribirme a la dirección de correo electrónico. De momento no pongo vuestros nombres porque no sé si os da igual o preferís que no lo haga. Si me dais vuestro permiso los pondré en capítulos sucesivos.

A quien ha valorado los relatos también le debo esta nueva parte. No sólo me animáis dando una puntuación, sino que al parecer os están convenciendo mucho estos relatos. Muchas gracias.

 

Y a ti, que puede que estés o no entre los ya mentados, muchísimas gracias por seguir ahí. Ojalá sea para volver. Sé que un buen relato es aquel que te da ganas de releerlo. Es un objetivo difícil pero que no voy a dejar de intentar lograr.

 

       14. Ritual

La sala estaba iluminada tan solo por ocho velas colocadas en las paredes. La poca luz que emitían permitía distinguir el alto techo abovedado que la cubría. Era el lugar perfecto para lo que estaba a punto de ocurrir.

 

Harry podía contemplar desde donde se encontraba toda la disposición de la sala. Estaba sentado en una gran silla de madera oscura y delante suya se extendía una gran mesa rodeada de 12 personas con las caras cubiertas por máscaras en forma de calavera y vestidas con túnicas negras. Supo inmediatamente quienes eran. De repente, escuchó un sonido del mortífago que se encontraba a su derecha.

 

  • Por favor, mi señor. Le pido piedad. Es la hermana de mi mujer. Le ayudaré a encontrar otra manera, por favor.

  • Oh, Lucius, Lucius, Lucius -la voz de Harry sonaba fría y distante-. ¿Pretendes darme más razones para dudar de tu lealtad? ¿Debo tomarme como un insulto que rechaces este grandísimo honor con el que pago tus años de dudas?

  • N-no, mi señor. Se lo ruego. No es lo que pretendía. Nunca dudaría...

  • ¡Silencio! -se oyó decir a sí mismo Harry-. Es el momento. Augustus, hazla pasar.

 

Uno de los mortífagos más alejados se levantó ipsofacto y se dirigió rápidamente hacia la puerta que se encontraba al fondo. Tras abrirla, volvió a su lugar, y cuando los otros doce se pusieron en pie hizo desaparecer la mesa y las sillas con un movimiento de varita.

 

Tras esperar unos momentos, por la puerta entró lentamente una sombra. Su paso era titubeante, y al alcanzar una de las velas, Harry pudo distinguir la gran melena rizada de la mujer que había visto en sus sueños las últimas semanas. Era más bien baja, de piel blanca y su túnica estaba hecha jirones. La mujer se paró al llegar al centro de la sala, rodeada de los 12 mortífagos.

 

  • Amigos, ha llegado el momento -empezó a decir Harry, que no podía controlar nada de lo que hacía-. Han sido unos años muy duros, lo sé. Algunos habéis sufrido el desprecio de los ignorantes con valentía. Otros habéis pagado un precio muy alto. Pero como veis -dijo, señalando con la mano abierta a la mujer que acababa de entrar-. vuestro señor no os ha olvidado, y aquí estáis los elegidos para iniciar una nueva era junto a mí.

  • ¡¡Gracias, mi señor!! -gritaron al unísono los doce mortífagos.

  • He buscado este poder durante mucho tiempo, y hoy comienza el camino para conseguirlo. Controlar el mundo mágico tiene un precio, y no hay muchos dispuestos a pagarlo. Bellatrix, ¿has aprendido ya la importancia de tu cometido?

  • Sí, mi amo -respondió, temblorosa, la mujer en el centro de la sala.

 

Harry sintió una sonrisa apoderarse de su rostro, y de repente vio cómo su mano blanquecina se adelantaba de nuevo, como si ofreciera algo a sus seguidores.

 

Las llamas se tornaron azules en ese momento y la sala adquirió un tono tétrico. Dos de los mortífagos agarraron a la mujer por los brazos y la pusieron delante del asiento en el que se sentaba Harry, dentro del cuerpo de Voldemort. Acto seguido se reunieron todos sus acólitos a su alrededor y Bellatrix se acercó a dos de ellos.

 

Voldemort hizo un gesto con la varita para hacer desaparecer la túnica y la falda de la bruja, que se quedó únicamente con una blusa negra por la que asomaban sus pechos apretados, unas medias agujereadas que apenas llegaban a cubrir algo por encima de la rodilla, y un tanga también negro alrededor de su magnífico trasero, que Harry pudo contemplar en todo su esplendor cuando la hermana de su padrino se acuclilló y bajó la cremallera de los dos hombres que tenía delante.

 

Bellatrix sacó de los pantalones dos penes todavía flácidos. Los agarró con sus manos cálidas y comenzó a moverlos de atrás hacia delante mecánicamente. La piel seguía fácilmente el movimiento de sus manos, cubriendo y destapando el glande de sus dueños, pero conforme las erecciones comenzaban a manifestarse todo se fue tensando. Los dos hombres siguieron creciendo entre los dedos de la bruja, que no paraba ni un segundo para dejarles descansar.

 

Harry veía el espectáculo desde muy cerca, todavía sentado, y a pesar de que intentaba moverse para impedirlo, nada podía hacer para controlar el cuerpo en el que estaba metido, así que se resignó y siguió atento a lo que ocurría en el preciso instante en el que Bellatrix se metía en la boca uno de los penes, ya totalmente duros.

 

La mujer de rizos lamía con fruición el aparato del mortífago, que emitía sonidos de placer conforme los labios de Bellatrix le apretaban el falo. Nada más introducírselo entre los labios, sin embargo, un tercer hombre llegó requiriendo atención. Sin dejar de chupar el primero, agarró con su mano libre el nuevo rabo ya semierecto. Bellatrix no parecía nada apasionada por lo que estaba haciendo, pero sin embargo su técnica era magnífica, y trataba a aquellos hombres como la mejor de las amantes.

 

Bellatrix seguía en cuclillas mamando sin descanso la polla del mortífago que tenía delante sin parar de pajear al mismo ritmo las de sus dos compañeros, que se habían colocado a los lados. Sus aparatos no eran especialmente grandes, y pudo meterlas en toda su extensión dentro de su boca cuando fue cambiando el destinatario de su felación.

 

Un cuarto hombre se acercó para dar más trabajo a la bruja, que masturbaba a una velocidad de vértigo a sus compañeros mortífagos. Harry se fijó en el movimiento de su culo, que botaba de una forma muy sexy cada vez que la boca de Bellatrix iba y venía a lo largo de uno de sus regalos. Era tremendamente erótico ver el atractivo cuerpo de esa mujer, que no daba abasto para complacer a todos. Ya eran cinco los hombres que reclamaban su atención, y cada vez que dejaba de mamar uno de los rabos para respirar, otro comenzaba a abrirse paso entre sus grandes labios.

 

Bellatrix seguía chupando y machacando a todos esos hombres cuando el primero de ellos cedió y le llenó por fin la boca con su semen caliente. Sin apenas tiempo para asimilarlo, la bruja se tragó todo y se metió una nueva polla en la boca, esta de un tamaño considerablemente más grande.

 

Harry se preguntó por qué nadie se atrevía a tocar los pechos o el culo de la bruja, que eran realmente apetecibles, pero dejó de pensar en ello cuando vio cómo la mujer se metía dos de los rabos a la vez entre los labios. Bellatrix había notado cómo se hinchaban los dos en sus manos y se los comió a toda prisa para no perderse nada de la leche que un segundo después descargaron. Así se lo había ordenado su amo. De nuevo, los soltó rápidamente y comenzó a atender al siguiente sin perder un segundo..

 

  • Lo siento, Bella -dijo Lucius Malfoy en un susurro.

 

La bruja miró hacia arriba con la polla del mago casi entera en la boca y vio los ojos grises del marido de su hermana fijos en ella a través de la máscara. Tras descubrir que era él quien recibía ahora su felación, Bellatrix siguió chupándosela a él exclusivamente durante unos minutos, sin apartar la mirada de sus ojos. No dejó de ver esos ojos grises ni cuando Lucius se corrió para ella, con 3 rápidos disparos.

 

  • ¡Magnífico, magnífico! -aplaudió Harry desde su sillón, sin poder controlar ni las manos ni la sonrisa de Voldemort, que se apoderaba de su cara-. Lucius, creo que deberías ser un buen cuñado y devolverle el favor a Bellatrix, ¿no crees?

  • Mi señor... -respondió el mortífago asustado.

 

Bastó un gesto de Voldemort para que Lucius se tumbase en el suelo lentamente. Bellatrix sacó de su boca el aparato que ahora trabajaba y soltó a otros dos hombres. La bruja se levantó, vio un momento a los ojos de Voldemort, de forma que Harry sintió que le miraba a él, y acto seguido se bajó el tanga, dejando a la vista un pubis totalmente depilado.

 

Bellatrix se puso entonces sobre la cabeza de Lucius y se agachó hasta quedar arrodillada con el coño sobre los labios de su cuñado, que se adivinaban bajo la máscara. El resto de mortífagos se acercó de nuevo a ella para seguir siendo tratados. Lucius besó los labios vaginales de la bruja, que comenzaron a dilatarse, especialmente cuando la lengua del mortífago pasó a lamer en círculos todo ese manjar. Lucius pasaba su lengua desde el clítoris, aún escondido, hasta el agujero de su vagina, provocando mucho a Bellatrix.

 

Harry pudo ver cómo la bruja tenía más problemas con dos de los hombres que ahora atendía. Sus aparatos eran considerablemente más grandes, especialmente el negro, que ahora tenía Bellatrix en la mano. Comprobó que a pesar de la situación, Bellatrix gozaba del tamaño de sus presas, atendiendo mucho más a los dos hombres mejor dotados que al resto. Eso, junto al sexo oral que Lucius le practicaba, parecía volverla loca. Su lengua pasaba por los dos grandes falos recorriéndolos de arriba abajo, lamiendo sus testículos y volviendo al punto de partida para chuparlos, tratando de meter en su boca todo el pene de la punta a la base, cosa que no consiguió.

 

Conforme pasaban los minutos, y tras disfrutar de la atención de la bruja a cada uno de sus miembros, los demás mortífagos fueron dejando su leche en los labios de Bellatrix, que no dejaba ni una gota sin tragar, hasta que todos estuvieron satisfechos y contemplaban como la mujer atendía ahora sus dos compañeros más agraciados. Pajeaba a ambos con todas sus ganas. Estaban bien lubricados por su saliva, que iba renovando cada vez que intercambiaba el rabo que ocupaba su boca.

 

Lucius seguía comiendo el coño a Bellatrix, que gemía ya claramente a pesar de tener la boca ocupada en todo momento. Estimulaba el clítoris lamiéndolo lentamente y después metía su lengua en el coño de la bruja, que agradecía todo aquello lubricando involuntariamente toda su temblorosa entrepierna.

 

Después de más de una hora dando placer a los mortífagos, Bellatrix sudaba y gemía, pero eso no le impedía continuar masturbando a los dos hombres que todavía aguantaban y seguir posando sus labios alternativamente en la enorme polla negra y en su homónima blanca. Unos minutos más tarde, dejó su boca abierta y, machacando a los dos seguidores del Señor Oscuro, recibió por fin el semen que se había ganado, cuando los dos dispararon con sus penes apuntando a los carnosos labios de la mujer Black.

 

  • Majestuoso, hijos míos -se escuchó decir a sí mismo Harry-. Un espectáculo digno de un día tan importante como hoy -hizo una larga pausa-. Ahora debemos completarlo.

 

Tan pronto acabó de hablar, todos los hombres comenzaron a abandonar la sala lentamente, como si se tratase de una liturgia mil veces ensayada. Una vez que la sala se quedó vacía y el último mortífago cerró la puerta a su espalda, Voldemort hizo un gesto a la bruja para que se acercase. Las llamas de las paredes pasaron ahora a tomar una tonalidad verde escarlata que obligó a Voldemort a entrecerrar los ojos.

 

Harry vio cómo Bellatrix se deshacía de Lucius y se acercaba a gatas con el pelo revuelto y con expresión de agotamiento y lujuria. Se sorprendió pensando en lo sensual que le parecía el movimiento de esa mujer, que siguió hasta quedar arrodillada ante sus pies. Desde ahí, la blusa de Bellatrix entregaba una visión privilegiada de unos pechos grandes y jugosos que se mantenían muy arriba gracias al push-up. Su expresión indicaba lo mucho que todo aquello la había calentado, y sus ojos, con los párpados caídos, parecían pedir más hombres para satisfacerla.

 

Cuando la bruja posó su mano en los pantalones de Voldemort, Harry intentó todavía con más fuerza salir de ese cuerpo, pero nada parecía funcionar, y temió volverse loco ante la desesperación que le embargaba. No podía soportar cómo Bellatrix buscaba ahora darle placer a él. Odiaba a esa mujer con toda su alma, y sabía lo que venía a continuación.

 

Harry notó su pene muy duro, pero vio el que agarraba ahora la mujer tenía un color lechoso y no era tan grande como el suyo. Seguía intentando liberarse, cerrar los ojos, gritar, escapar, pero nada surtía efecto. A continuación vio a la mujer que había matado a su padrino, a la asesina que tanto detestaba, metiendo en su boca la polla totalmente erecta, que aunque no parecía suya, sí le daba el placer como tal. Ese fue el detonante, no podía aguantar disfrutando de la mamada que le hacía la persona que más odiaba. Bellatrix le miró a los ojos con la boca llena y pareció darse cuenta de algo justo en el instante en que Harry logró gritar:

 

  • ¡¡¡¡NOOOOOOOOOO...!!!!

 

La cabeza le empezó a doler muchísimo y todo empezó a dar vueltas. Ante sus ojos no había nada más que extrañas imágenes girando sin parar. Le pareció distinguir delante suya algunos lugares conocidos. ¿La Sala Común de Gryffindor? ¿El estadio de quidditch de Hogwarts? ¿El Ministerio de Magia?

 

  • ¡¡¡¡... OOOOOOOOOOOOOOO!!!!

 

Acabó de gritar Harry, que no pudo parar hasta que se dio cuenta de que ya no estaba en el mismo lugar. A su alrededor todo era oscuridad. Estaba tumbado en una cama, y cuando trató de incorporarse para reconocer el lugar, se mareó y volvió a su posición original. De repente, apareció una luz moviéndose a través de lo que parecía una cortina, y poco después pudo ver cómo la señora Pomfrey la abría con una cara en la que se mezclaban la alegría y la sorpresa.

 

  • ¡Potter! ¡Por fin has despertado! No hagas esfuerzos todavía -dijo la enfermera, colocando la vela en la mesilla de noche y echando una rápida ojeada a la cara del mago.

  • Se-señora Pomfrey, por favor... -dijo Harry antes de sufrir otro mareo, este todavía más fuerte-. Dumbledore, yo...

  • Sí, sí. Lo avisaré enseguida, pero primero tengo que asegurarme de que estás bien.

  • No lo entiende, ¡Voldemort..!

 

Un estremecimiento recorrió a la enfermera al oír ese nombre, pero hizo callar a Harry y se fijó en algo que había en la cama.

 

  • Potter, ¿qué es eso? -dijo, mientras apartaba la sábana.

 

Ante ella apareció el gran pene de Harry, en completa erección. El mago tenía inexplicablemente los pantalones bajados.

 

  • ¿Así que era tan importante hablar con Dumbledore, eh? -preguntó la enfermera con tono acusador, aunque sin volver a tapar ni dejar de ver lo que había descubierto.

  • Lo puedo explicar todo. No es lo que cree, seño...

 

Harry se detuvo cuando se apagó de repente la luz de la vela. Pudo escuchar a la enfermera sacando la varita para encenderla, pero no llegó a hacerlo.

 

  • ¿Señora Pomfrey? ¿Quiere que la encienda yo?

 

No recibió respuesta alguna, y sólo oyó un ruido seco. Sintió cómo alguien corría de nuevo la cortina y distinguió una sombra, pero no tuvo tiempo a hacer nada.

 

  • Obliviate -escuchó en apenas un susurro. Tan pronto se dio cuenta de a quién pertenecía la voz, el hechizo hizo que lo olvidara.

 

 

 

Hermione se despertó sobresaltada y se incorporó rápidamente buscando el origen de esa reacción, pero no parecía que hubiera nada inusual a su alrededor. Abrió una de las cortinas de su cama y vio la habitación en penumbra, apenas iluminada por la luz de la luna que entraba por las ventanas. Debían ser las 3 o 4 de la madrugada, y la bruja no entendía las razones por las que se había despertado. Sin embargo, notó el calor que desprendía su cuerpo.

 

En el camisón que utilizaba como pijama se distinguían perfectamente sus dos grandes pezones, tan duros en ese momento que parecían capaces de rasgar la tela que los cubría. Además, volvieron a la mente de Hermione pensamientos que llevaban tiempo sin pasar por ella. Eso sólo podía significar una cosa que confirmaría sus teorías.

 

 

Desde que encontraron a Harry inconsciente en el suelo del pasillo del primer piso las cosas habían cambiado. Dumbledore los había acogido en su despacho para tranquilizarlos respecto de lo ocurrido, diciéndoles que era cuestión de tiempo que su amigo se recuperase. La única pregunta que les hizo fue:

 

  • ¿Tenéis algo que contarme?

 

Lo dijo con un tono de voz amable, y Ron y Hermione le contaron todo lo que había sucedido esa tarde. Hermione no se atrevió, sin embargo, a contarle las cosas que estaban pasando alrededor de Harry y, especialmente, con ella. No era sólo para que no se enterase su novio, sino porque le daba una tremenda vergüenza y no sabía si realmente tendrían algo que ver. Sin embargo, el anciano director la miró con sus ojos claros cuando se iba, y le dio la sensación de que podía leer lo que pasaba por su mente sin necesidad de que ella dijera nada.

 

 

Había pasado una semana desde entonces y Hermione había perdido todo el apetito sexual que llevaba tanto tiempo consumiéndola. No había hecho nada con Ron en todos esos días, y se preguntó si eso se debía a la preocupación por Harry o si, en efecto, era precisamente que él estuviera inconsciente lo que había apagado la llama de la pareja.

 

 

El repentino deseo que sentía en este momento sólo podía significar que Harry había vuelto en sí. Estaba completamente segura. Sabía que tenía que ir rápidamente a la enfermería a comprobarlo, y sin embargo... Su cuerpo le pedía otra cosa.

 

Antes de tener tiempo a pensar en nada más, Hermione levantó el camisón hasta sus caderas y se incorporó para bajarse las bragas con las que dormía hasta los tobillos. Era algo que hacía habitualmente porque le daba más morbo, una sensación de que alguien la podía pillar tocándose.

 

Abrió las piernas todo lo que pudo, hasta que la goma de sus bragas quedó en tensión, y comenzó entonces a acariciar sus dos pezones sobre el camisón, asegurándose de frotar bien la tela contra ellos. Adoraba lo sensibles que eran a cualquier contacto, y su mente ya volaba cuando en su entrepierna los labios empezaron a dilatarse y humedecerse.

 

Lamió los dedos de su mano derecha antes de llevársela al punto más cálido de su cuerpo. Con la otra levantó el camisón hasta sacar de él una de sus magníficas tetas. Quería tocar su piel, que ardía, y fue pasando la mano alrededor de toda su redondez, acariciando a la vez su areola y sus labios menores.

 

Estaba pensando en la sesión de sexo duro que había tenido con Ron en el baño de Myrtle mientras estimulaba su clítoris con suaves masajes cuando escuchó un gemido apagado a su derecha. Abrió la cortina y pudo escuchar otros más cortos. Venían claramente de la cama de Ginny. Saber que no era la única que se masturbaba en ese momento le puso todavía más cachonda.

 

Ginny parecía estar disfrutando también del deseo recuperado y no se cortaba a la hora de demostrarlo. Hermione dejó la cortina abierta para escuchar claramente a su mejor amiga tocándose, y se centró en ella cuando comenzó a meterse los dedos lentamente en su interior.

 

A Hermione le encantaba pensar en que masturbarse no era otra cosa que follarse a sí misma. Le parecía mucho más sucio de ese modo, y le animaba a darse todavía más placer, imitando el papel de hombre. Por eso decidió incorporarse después de varios minutos metiéndose los dedos, para ponerse de rodillas en la cama.

 

Ginny seguía jugando y ponía cada vez más a la morena. La hermana de su novio no parecía demasiado preocupada por que la pudieran oír Parvati o Lavender. Hermione apoyó los brazos en el colchón y se quedó a cuatro patas justo antes de llevar una de sus manos de nuevo a su pubis. Metía los dedos cada vez con más fuerza, imitando el sexo a lo perrito que tanto le gustaba. Se impulsaba adelante y atrás como si de verdad un hombre la penetrase, lo que hacía que sus descomunales tetas se comportasen como un péndulo, contenidas únicamente por su holgado camisón.

 

  • Mmm. Ahh -gimió Hermione lo suficientemente alto como para que Ginny lo escuchase.

 

El sonido de la pelirroja cesó inmediatamente, pero tras unos segundos de silencio, volvió a escucharse con más fuerza. Hermione aprovechó la situación para seguir follándose con la mano, con tres de sus dedos actuando como una polla imaginaria de buen grosor. Su coño estaba empapado y ella lo estaba gozando. Sus gemidos se fundían con los de la pelirroja y con los sonidos de los muelles de su propia cama.

 

A Hermione ya no le importaba ni lo más mínimo que Parvati o Lavender las pudiesen escuchar, y pensar en sus compañeras de habitación gozando del espectáculo detrás de sus cortinas incluso le dio cierto morbo.

 

Las dos amigas continuaron masturbándose en la soledad de sus camas durante unos minutos, escuchándose mutuamente para estimular sus dedos. Ginny fue la primera en ceder. Sus gemidos fueron ganando en ritmo e intensidad hasta que un gritito y un suspiro confirmaron que se había corrido.

 

Hermione quiso seguir a su amiga y se masturbó con más ritmo, tremendamente acalorada. Cuando se vio a punto de irse apoyó las tetas en el colchón y mordió la almohada para no despertar a todas sus compañeras. Sus gritos no quedaron tan apagados como esperaba, pero tenía tantas ganas de correrse que le dio exactamente igual, y acabó por fin de darse placer. Ginny debía haber disfrutado mucho escuchándola.

 

Hermione quería ir a ver a Harry, y trató de levantarse, pero se encontró tan cansada por el esfuerzo que se quedó dormida unos segundos después, con las bragas todavía en los tobillos y el camisón subido hasta el vientre, mostrando a la luna cómo se quedaba una mujer satisfecha.