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Harry Potter y la ruta de Eros XV

en Parodias

¡Bienvenid@ a la decimoquinta parte de la ruta de Eros!

La recepción del último capítulo fue inmejorable, y parece que gustó muchísimo a quienes lo leyeron. Si todavía no lo has hecho, te recomiendo que le eches un vistazo antes de continuar.

 

Esta nueva parte continúa con esta historia que cada dia más gente parece apreciar, y si ha llegado a existir es gracias a todas las personas que han venido participando en las anteriores. Sus generosas puntuaciones, agradables comentarios y los emails llenos de ánimos y consejos hacen que valga la pena seguir. He de agradecer especialmente por sus comentarios en el capítulo anterior a Gargallu, chonchomon, lalo, maca y Camilo.

Espero que esta continuación siga mereciendo tu tiempo, y recuerda que la historia y los relatos siempre pueden mejorar gracias a ti. ¡Adelante!

        21. Sospecha

El nuevo día comenzó, muy a su pesar, en aquella sala poco familiar. La espalda le dolía por culpa del colchón, muy blando tras el paso de tantas personas por él. Abrió la cortina que tenía a su izquierda y se volvió a sentir culpable al ver a Dennis Creevey, que todavía dormía con la mitad del cuerpo rodeada de vendas.

 

La noche anterior se había disculpado con el chico y le había dicho que en el futuro sería un genial guardián. El hermano pequeño de Colin Creevey no entendía por qué Harry le pedía disculpas, y en cambio dio las gracias con una sonrisa y le dijo que no se preocupase, que en su familia no eran raros los desmayos inexplicables.

 

Volvió a cerrar la cortina y se incorporó, vestido únicamente con los calzoncillos apretados que llevaba cuando pasó todo con Ginny. Sonrió recordándolo. La sorpresa de saber que la pelirroja era virgen había dado paso a la pasión que los exnovios se habían guardado tanto tiempo. No sabía cómo irían las cosas a partir de entonces, pero no se arrepentía, y tenía un buen presentimiento.

 

  • Potter, ya está todo listo. Parece que no hay nada de lo que pre... -dijo la señora Pomfrey, abriendo la cortina sin previo aviso.

 

La enfermera de Hogwarts se quedó con la vista fija en la entrepierna de Harry por segunda vez en muy poco tiempo, aunque ninguno de los dos recordara la primera. En los calzoncillos del mago abultaba su grueso aparato, duro por culpa del recuerdo de Ginny.

 

  • P-Potter, de verdad. Avise la próxima vez -dijo Poppy Pomfrey atragantándose-. P-puede irse.

 

Harry iba a protestar, pero la enfermera no le dio tiempo y salió rápidamente del compartimento. El mago se aguantó la risa. Se preguntó si aquella mujer habría disfrutado del placer de muchos hombres, pero lo dudaba.

 

Acabó de vestirse y decidió darle una alegría a la atenta enfermera a la que tanto trabajo había dado todos esos años. Antes de irse se agarró el miembro y lo endureció con varias sacudidas y pensamientos impuros.

 

  • Adiós, señora Pomfrey. Gracias por todo -dijo Harry, caminando hacia la salida.

 

La reacción fue la esperada. La señora Pomfrey no consiguió articular palabra y se quedó viendo la enorme polla de su paciente abultando dentro de sus pantalones. Harry rio imaginando lo que aquella enfermera haría con ese recuerdo, mientras esperaba en el pasillo a que se calmase su erección para poder ir a clase.

 

Una vez que consiguió relajarse, bajó rápidamente a la clase de Pociones. En la entrada de las mazmorras se encontró a Ron y Hermione. Estaban besándose y Ron agarraba el culo de su novia con fuerza a través de la falda, apretándola contra él con las ganas de un adolescente. Se alegró al verlos tan acaramelados. El pelirrojo llevaba unos días un poco extraño, pero ahora parecía contento, y a Hermione ni la había visto tras salir de la enfermería.

 

  • Hola, chicos. ¡Enhorabuena por entrar al equipo, Ron! -saludó, interrumpiendo su magreo.

 

Hermione se dio la vuelta dando un respingo, pero se alegró al ver a Harry, y se acercó para darle un abrazo muy fuerte, con el pelo revuelto y suspirando. Sentir el exuberante cuerpo de su amiga tan pegado a él le recordó momentos pasados. Disfrutó de sus grandes pechos aplastados contra su torso y de sus sexos contactando conscientemente a través de la ropa, pero esta vez consiguió controlarse, y supuso que Hermione se había dado cuenta por la sonrisa que le dedicó.

 

  • ¡Gracias! Aunque si no hubiese sido por lo de Dennis... Pero vamos, ¿cómo has pasado la noche, tío? -dijo Ron chocándole la mano.

  • Un suplicio -rio Harry, contento al ver que su amigo había vuelto a la normalidad-. Tengo que contaros algo.

 

Se separaron un poco del río de gente y Harry les explicó por fin cómo Angelina había aparecido unas noches atrás en la enfermería para darle aquel extraño libro, que no había tenido tiempo de leer.

 

  • ¿Eros et tanatos? Estoy segura de haber leído algo sobre él en algún lugar -respondió Hermione, dándole vueltas a la cabeza-. ¿Pero dónde?

  • No me digáis que habéis estado los dos leyendo novelas eróticas. A ver si aplicáis sus ideas y me sorprendéis -bromeó Ron.

  • Necesito echarle un vistazo, Harry -dijo Hermione, haciendo caso omiso del comentario de su novio.

  • Claro. Podemos ir mañana a la biblioteca y buscar información -acabó Harry.

 

Siguieron comentando sus cábalas durante la explicación de Slughorn, que tuvo que advertirles de que si seguían los echaría del aula. La clase resultó aquel día tan aburrida como las de Snape, del que nadie parecía saber nada todavía.

 

Al acabar la clase de Pociones se dirigieron al tercer piso para sus dos horas de Defensa Contra las Artes Oscuras. Era la primera clase que tenían con Tonks desde el incidente de su despacho, y Harry avanzaba por las escaleras temeroso de la reacción de su profesora.

 

Como era de esperar, Tonks no hizo comentario alguno delante de los restantes alumnos, aunque la mirada que dedicó a Harry le hizo saber que no estaba precisamente contenta.

 

  • Chicos y chicas, la lección de hoy puede ser de gran valía para vuestro futuro, y creo que realmente la recordaréis -dijo felizmente la profesora, que llevaba una amplia túnica que la cubría por entero y el pelo rojo por los hombros-. ¡Hoy aprenderéis a controlar el valioso hechizo Cave Inimicum!

 

Un murmullo de admiración recorrió la clase, y los ojos de Hermione brillaron ante la idea. Harry se fijó en la tarima que se encontraba al fondo de la sala, junto a un armario que le resultaba familiar

 

  • Veo que muchos sabéis de qué se trata -siguió Tonks, satisfecha, avanzando por la clase-. Para los que no, deben saber que Cave Inimicum cubre un espacio, mayor según la habilidad del mago, y lo hace invisible a ojos enemigos -sonrió ante la reacción-. Además, con mucha práctica, los aurores hemos conseguido que con un pequeño movimiento de varita, se nos alerte cuando alguien no deseado se interne en nuestro refugio. Hoy, si os esforzáis, lo aprenderéis vosotros.

 

Los alumnos comenzaron a hablar entre sí muy ilusionados, mientras Tonks se acercaba al armario.

 

  • Comenzaremos cubriendo un espacio pequeño -dijo, señalando la tarima-. Y contaremos con la ayuda de un viejo conocido, para los que hayan tenido clase con Remus Lupin -tocó el armario, que se revolvió-. ¡Un boggart! ¿Quién quiere empezar?

 

Por supuesto, Hermione levantó primero la mano y subió rápidamente a la tarima. Harry sabía muy bien que los boggart se convertían en lo que más miedo daba a una persona. Supuso que el suyo no volvería a ser un dementor, como en tercero.

 

  • Hermione, ya sabes qué hacer. Cierra los ojos, lanza el hechizo y utiliza Riddikulus sin abrirlos hacia el lugar donde escuches la alarma.

 

Nadie se sorprendió al ver desaparecer a Hermione, ni cuando repelió perfectamente al boggart convertido en el ejecutor de Buckbeack, que volvió a meterse en el armario rápidamente. Todos aplaudieron a la maravillosa estudiante.

 

Los alumnos se fueron sucediendo, con mayor o menor acierto, hasta que le tocó el turno a Harry. El mago vio cómo Tonks se desprendía de la túnica mientras él se acercaba a la tarima. Bajo ella llevaba una blusa negra escotada en la que aquel día destacaban unos pechos más grandes de lo habitual. La vista desde la altura de la tarima permitió que viera el apretado canalillo de su profesora, lo que le hizo perder la concentración.

 

  • Bien, Potter, veamos de lo que eres capaz -dijo Tonks, seria.

 

Harry cerró los ojos, trató de concentrarse y realizó los movimientos de varita que la profesora les había enseñado, antes de gritar:

 

  • ¡Cave Inimicum!

 

Sintió una brisa que lo rodeaba y escuchó cómo se abría el armario a su espalda. De repente, todo el mundo se reía.

 

  • ¡Silencio! -escuchó decir a Tonks en la lejanía-. Continúa, Potter.

 

Se concentró para tratar de escuchar la alarma , que tardaba en llegar, hasta que escuchó una especie de bocina que provenía de su derecha. Apuntó rápidamente con la varita, y justo antes de abrir los ojos gritó:

 

  • ¡Riddikulus!

 

 

Se dispuso a ver el resultado de sus movimientos, y contempló cómo el haz de luz de su varita impactaba contra el pecho de Tonks, haciendo únicamente que sus tetas diesen unos violentos botes, amenazando con salir de su blusa. Sus compañeros se aguantaban la risa y Harry vio que había otra Tonks, con el pelo rubio pero incluso más escotada, a su espalda. La profesora la hizo desaparecer, haciendo que el boggart volviese al armario.

 

  • De forma que no sólo te doy miedo, sino que me consideras un enemigo -dijo Tonks atravesándolo con sus grandes ojos y arqueando las cejas-. Siéntate, Potter. Y quédate cuando acabemos la clase.

 

Harry obedeció y se quedó contemplando al resto de compañeros, que no lo hicieron mucho mejor que él. Seamus incluso se las arregló para acertarse a sí mismo con el hechizo Riddikulus y acabó en el suelo con el pelo verde y orejas de duendecillo.

 

Cuando pasaron las dos horas se despidió de Ron y Hermione y vio cómo su profesora cerraba las puertas cuando salió el útlimo alumno y se acercaba despacio, con esa ropa apretada que tan bien le sentaba a la ex-auror.

 

  • ¿Y bien? ¿Tienes algo que contarme? -preguntó Tonks, sentándose con las piernas cruzadas en el escritorio de Harry.

  • L-lo siento... Tonks, yo... -respondió Harry, sin poder evitar una fugaz mirada a las medias negras que cubrían las piernas de su profesora-. Sólo quería salir de mis recuerdos, no sé cómo ocurrió.

  • Ya, por supuesto que no -dijo Tonks con voz seria, pasándole los ojos por todo el cuerpo- Harry, ¿de verdad te crees que me importa si eres un ser puro o un simple pervertido que no para de pensar en los cuerpos de sus amigas?

 

Harry juraría que vio hincharse los pechos de su profesora tras preguntarle eso.

 

  • No lo sé. Simplemente me daba vergüenza. No esperaba que fuésemos a ese recuerdo directamente.

  • Me lo imagino -respondió Tonks, bajando de la mesa y acercándose a Harry-. Pero necesito que confíes en mí para poder confiar en ti. Yo también tengo secretos que quiero guardar en la intimidad, Harry.

 

Se agachó para darle un beso en la coronilla, dejando ante sus ojos el amplio escote, en el que colgaban las dos grandes tetas de la profesora que aquel día había decidido aumentar.

 

  • ¿Entiendes la importancia de ser discretos y de seguir practicando tus habilidades? -le preguntó Tonks con sus labios a unos centímetros de los de Harry.

  • S-sí, claro.

  • Perfecto -terminó, separándose de él y caminando hacia la salida con lentitud, contoneando su trasero bajo la apretada falda-. Nos vemos la semana que viene en mi despacho. Disfruta mientras puedas de tus recuerdos. Me debes una muy gorda.

 

Harry estaba sudando cuando Tonks por fin salió de la clase, y él hizo lo mismo unos segundos después. Tener a su atractiva profesora delante y actuando de esa manera para él le puso todavía más caliente que ver cómo follaba con los gemelos.

 

No era la primera vez que pensaba en Tonks de aquella manera. La estancia en Grimmauld Place previa al quinto curso no le había proporcionado demasiados estímulos femeninos, y el cuerpo cambiante de la metamorfomaga era una fuente de fantasías idónea que aprovechó muchas noches entre las sábanas.

 

Iba pensando en todo aquello, calentándose la cabeza, mientras subía a la lechucería para estar con Hedwig, a quien no había visto en los últimos días, cuando alguien le llamó a su espalda.

 

  • Jovencito, ¿puedes espegag a una bguja agotada? -escuchó decir a una voz con gran acento francés.

 

Harry se giró y agarró la mano que le tendía la directora de Beauxbatons, a la que costaba respirar mientras subía las escaleras. Olympe Maxime odiaba que la llamasen semigigante, pero lo cierto es que su altura era bastante superior a la de Harry y en general su cuerpo tenía unas dimensiones mayores a las de cualquier otra mujer que él conociera. Iba ataviada con un larga túnica de piel que la cubría por entero y parecía dar mucho calor.

 

  • Oh, muchas ggacias -dijo Maxime, dedicándole una mirada divertida.

 

Continuaron subiendo de la mano hasta que llegaron al punto más alto de la torre. Harry llamó a Hedwig mientras la francesa desenrrollaba una carta que le había traído una lechuza de color pardo. Escuchó cómo Maxime reía mientras él daba de comer a su lechuza.

 

  • ¿Buenas noticias, señora?

  • Oh, las mejoggues, las mejoggues -respondió ella, echándole un vistazo con sus ojos entrecerrados-. Haggy, pegmíteme que te invite a un té. Cgeo que es una bebida muy apgeciada pog aquí, ¿vegdad?

  • S-sí, directora. Pero de verdad que no es necesario -respondió, nervioso.

  • Insisto -atajó Maxime, que añadió sonriendo-. Es lo mínimo que puedo haceg pog tu ayuda a Gabgielle.

 

Harry se vio atrapado por la invitación, y siguió a la directora mientras hablaban del Torneo de los Tres Magos en el que se habían conocido. Mientras caminaban, le pareció distinguir en la distancia a Ron y Parvati detrás de un extraño gato blanco.

 

Maxime lo dirigíó por los jardines del castillo hasta que llegaron a la cabaña de Hagrid. Harry dudó un momento al ver que el guardabosques no estaba allí, pero la directora le puso la mano en la espalda para obligarlo a entrar, sin dejar de hablarle:

 

  • ... y le dije que egga suficiente. Tú sí que fuiste un caballeggo en todo momento, Haggy. Pog eso pedí a la pgofesoga de Transformaciones que fueggas el tutog de Gabgielle.

  • ¿Us-usted habló con McGonnagall para eso? -dijo Harry sorprendido.

  • ¡Oh, pues claggo! Minegva quegguía que fuese ese amiga tuya la que le diese clase -dijo Maxime con desdén.

  • Hermione habría sido una gran tutora. Mejor que yo.

  • Seguggo, seguggo. Pego tú egges mucho más integgesante, sin duda.

 

Una sonrisa inescrutable se apoderó de la francesa mientras le hacía sentarse en la cama y se iba a recoger la tetera, que ya pitaba indicando que el agua estaba hirviendo. Se acercó a la mesa con ella en las manos y sirvió el agua en dos tazas.

 

  • ¿Te ha llamado la atención que Gabgielle no haya caído en tus ggedes, Haggy? -preguntó de repente la directora.

  • ¿Redes? ¿A qué se refiere? -¿estaba esa mujer al tanto de algo?

  • Oh, lo sabes pegfectamente, jovencito -siguió ella, tendiéndole su taza-. Las mujeggues de Beauxbatons no caemos en tgampas tan sencillas. Estamos bien entgenadas. Dumbledogge debeguía habégtelo contado.

  • No sé de qué me está hablando, mi señora. Le juro que no he hecho nada -respondió Harry asustado, dando un sorbo nervioso a su té.

 

Maxime lo imitó antes de dejar la taza sobre la mesa, y a continuación se quedó de pie ante Harry, con las manos entrelazadas.

 

  • Vaya, ¿seggá posible que digas la vegdad, joven? -dijo la mujer, escrutándolo con detenimiento-. Peggo dime, Haggy. ¿Recuegdas esto?

 

La directora de Beauxbatons se agarró los bordes de la gruesa túnica de piel y la abrió de par en par de golpe. No llevaba nada debajo. Ante Harry apareció el cuerpo completamente desnudo de Olympe Maxime.

 

La piel de la francesa era blanca y prácticamente libre de imperfecciones, y en su cara se había formado una sonrisa de suficiencia al ver a Harry con la boca abierta. Era realmente delgada, tal y como el mago recordaba, lo que hacía que destacasen más las gigantescas tetas que colgaban en su pecho. La edad había sido inmisericorde con ellas, y tras tantos años soportando todo ese peso, estaban algo caídas, lo que no impidió a Harry notar cómo un gran bulto comenzaba a crecerle en los pantalones.

 

Bajo su delgado vientre aparecían unas piernas largas rematadas en unas caderas muy amplias y el pubis sin depilar tan apetecible que Harry había visto el primer día de clase.

 

  • Veo que no has pegdido toda la memoggia -rio la francesa, acercándose a él mientras dejaba caer la túnica a su espalda.

  • D-directora. ¿Cuándo va a llegar Ha-Hagrid? -preguntó Harry, aturdido.

  • Oh, cómo si de vegdad te impogtase -respondió Maxime agarrando la mano del mago y llevándola a su entrepierna.

 

Tenía razón. Le daba exactamente igual. Después de lo cachondo que le había puesto Tonks sólo podía pensar en descargar toda su tensión, y aquella mujer madura era una opción demasiado apetecible. Se sorprendió al tener tantas ganas de hacerlo con ella.

 

Comenzó a tocar los labios húmedos de la directora, que lo dirigía con su propia mano para acariciar sus puntos más sensibles, lo que se tradujo pronto en leves gemidos. La mujer estaba decidida a disfrutar lo más posible de aquel alumno, y tan pronto sintió su clítoris pidiendo más acción, agarró la cabeza a Harry para que le comiese el coño.

 

Harry se abrió paso entre las piernas de Maxime para respirar, sin parar de lamer su manjar, provocando a esa gran mujer mucho más de lo que ella pensaba.

 

  • ¡Quel salop! ¡Fils de pute! -gritaba la directora en francés-. Ohh, Haggy. Nadie sabe dag placeg a una mujeg como un buen jovencito.

 

La lengua de Harry hacía que aquella mujer se empapase, recorriendo todo su sexo mientras ella le apretaba la cabeza con las dos manos, obligándole a chupar su entrepierna todavía con más ganas.. Estaba metiéndole la lengua en su amplio agujero mientras le frotaba el clítoris cuando Maxime le soltó y se arrodilló ante él.

 

El falo de Harry salió despedido hacia la cara de la directora cuando le bajó los calzoncillos. La francesa parecía satisfecha con su tamaño y no dudó en comenzar a chuparlo con desesperación, gimiendo y llenándolo de su saliva conforme lo introducía y lo sacaba de sus labios. Harry se agarró a la cama con fuerza mientras escuchaba los sonidos de la húmeda boca de Maxime mamándosela y sorbiendo la saliva sobrante. Le ponía demasiado aquella felación tan bestia que estaba recibiendo, y a pesar de todos sus intentos, no pudo evitar correrse en la boca de la directora ante la enésima incursión en su profunda garganta.

 

Maxime miró a Harry con cara de desaprobación y la boca llena de semen. Se levantó, lo escupió todo en el fregadero y volvió a arrodillarse ante Harry, que todavía no había perdido del todo la erección, y la recuperó rápidamente gracias a la lengua de la francesa, que recorrió en unos segundos todo su miembro; y sus tetazas, que lo rodearon y comenzaron a botar sobre él.

 

La segunda cubana de su vida fue muy diferente a la primera. Hermione había comenzado con cariño, dejándole disfrutar de la firmeza de sus suaves pechos desplazándose por toda su erección. Maxime, sin embargo, apretaba sus dos inmensas tetas con tanta fuerza que parecían formar parte de Harry, y sólo dejaba de machacársela con ellas para chuparle el glande, pensando más en su propia lujuria que en darle placer al mago.

 

Harry podía ver cómo se tocaban los dos pezones de la directora gracias a lo mucho que los apretaba, mientras ésta se lo follaba con sus mamas. Temió volver a irse ante la impresión de sentir aquella placentera paja, pero Maxime pareció leerle el pensamiento y separó sus maravillas de la naturaleza de él para hacer que se tumbase en la cama.

 

  • ¿Quegguías follagte a una fgancesita, Haggy? -dijo Maxime subiéndose a la cama-. Ahogga vas a sentig a una vegdadega mujeg.

 

Tras decir eso, saltó sobre el rabo de Harry y se lo introdujó en toda su extensión en un abrir y cerrar de ojos. Gritó como una loca al sentirse totalmente penetrada, y comenzó a montar a Harry con la misma desesperación que había demostrado practicándole sexo oral.

 

Maxime levantó el jersey y la camisa del mago y se deleitó viendo y tocando los abdominales ligeramente marcados de aquel joven que se estaba follando con tantas ganas. Eso contribuyó a empapar más su sexo y a aumentar los gemidos que no paraba de emitir.

 

Harry tuvo un déjà vu cuando agarró los melones de la directora que danzaban sobre él. Eran jugosos como ningunos, y fueron de gran ayuda para sujetarse mientras Maxime cabalgaba sobre él todavía más duro que la señora Weasley ese verano. Harry gemía tanto como la francesa, pero los gritos de ésta con cada follada eran los únicos que se podían escuchar.

 

Maxime pareció aburrirse pronto de esa posición y se dio la vuelta, con el miembro de Harry todavía dentro. Ahora, de rodillas dando la espalda al mago, sus caderas eran libres de dar todavía más cabalgadas por minuto, y Harry lo sufrió en sus carnes mientras la directora parecía correrse sin bajar el ritmo ni lo más mínimo. Se aferró a sus caderas para penetrarla él también con sus movimientos, con la esperanza de que se detuviese un poco, pero fue inútil. Maxime tenía todo bajo control.

 

  • P-por... favor... -dijo Harry desesperado-. Fre-frene.

 

La directora no hizo ni caso, y siguió follándoselo con todas sus ganas incluso cuando el mago descargó la leche en su interior. Maxime se tocó la entrepierna y distinguió entre sus fluidos el semen de Harry.

 

  • Tienes una buena polla, Haggy, pego egges un flojo -dijo, levantándose y volviendo a ponerse la túnica-. Venga, quiero tomag un poco el aire.

 

"Tomar el aire" para la directora francesa significaba ofrecerle su culo en pompa mientras veía por una alta ventana, por la que ningún alumno podría asomarse.

 

  • Se-señora. No creo que pueda -dijo Harry, agotado.

  • Oh, vamos, bebe un poco más de poción afgodisíaca.

  • ¿Po-poción...?

  • ¡Haggy. jodeg!

 

El mago se apresuró a beber el supuesto té que la directora le había dado y volvió a notar la fuerza llegando a su cuerpo junto a las ganas de seguir dándole duro a aquella gran mujer.

 

Harry tuvo que utilizar unas tablas que servían a Fang como dormitorio para poder alcanzar cómodamente el sexo de la directora con su cadera. Maxime se había tapado de nuevo con la túnica, y se apoyaba en la alta ventana, por la que Harry no alcanzaba a ver nada, sacando la cabeza, brazos y pecho por ella. Debía tener una vista privilegiada de los jardines de Hogwarts iluminados por los primeros rayos de sol del otoño.

 

Harry levantó la túnica de la bruja y vio su manífico culo bajo sus amplias caderas, junto a su abierta entrepierna, lista para recibirlo de nuevo. El mago, presa de la lujuria, dirigió su nuevamente erecto pene a la entrada de Maxime, que le dio la bienvenida encantada, y comenzó a follársela tratando de darle tan duro como ella a él unos minutos antes.

 

La directora, con medio cuerpo fuera de la ventana, tenía que aguantarse todos los gemidos si no quería que medio colegio se enterase de lo que hacía. Eso puso más caliente a Harry, que chocaba a propósito con sus piernas y sus huevos contra el sexo de la mujer mientras la penetraba a toda velocidad. Se agarraba alternativamente a su culo y a sus grandísimos melones a la vez que se la metía, mientras ella intentaba disimular.

 

  • ¡Merde! Viene Haggid -dijo de repente Maxime-. Vamos, tenemos que pagag.

 

No lo decía muy convencida, y menos cuando vio que Harry seguía tirándosela a su espalda y no tenía pensado detenerse.

 

  • Oh, jovencito. Ahogga sí que estás apgendiendo -dijo la directora, apoyándose de nuevo para recibir al chico en su interior.

 

Harry siguió percutiendo a la madura mujer con fuerza, aunque procurando no hacer tanto ruido. La situación parecía derretir a la francesa, que ahora le daba aún más vía libre en su interior, bastante dilatado ya de por sí.

 

  • ¡Hola pequeñaja! -escuchó decir a Hagrid desde el exterior-. ¿Qué haces ahí fuera?

  • Te estaba espeggando, ggandullón -respondió ella con una risita entrecortada por las embestidas de Harry.

 

Harry vio cómo Maxime se incorporaba un poco y comenzaba a besar a Hagrid a través de la ventana. En ese momento vio su oportunidad, y por su mente no pasó ninguna objeción. Mientras los semigigantes se besaban, Harry la sacó del interior de Maxime y volvió a metérsela, pero por un agujero distinto.

 

La gran polla de Harry se introdujo lentamente en el estrecho culo de la directora, que se vio obligada a parar el beso y soltar un gemido ahogado.

 

  • ¿Estás bien, cariño? -dijo la voz apagada de Hagrid.

  • Oh, sí, sí. Vuelve aquí bagbudo -respondió Maxime, que tenía casi todo el rabo de Harry dentro.

 

Toda la queja de la directora fueron unas pequeñas palmadas en la pierna de Harry, pero prontó paró, cuando Harry empezó a coger ritmo en aquel culo que tan agradecido lo recibía en su práctica totalidad.

 

  • ¿Por qué no entro y me das esos besitos en cama? -decía Hagrid.

 

Harry deseó con todas sus fuerzas que no lo hiciera, y sólo pensar en la posibilidad hizo engordar aún más su polla, que llenaba el dilatado ano de la directora.

 

  • Oh, sí, mi amog, pero no nos queda nada de poción. ¿Pog qué no vas a las cocinas a pedig más a los elfos?

  • No necesitamos poción para esto -rio Hagrid, que alcanzó una de las tremendas tetas de su pareja a través de la túnica y empezó a acariciarla-. Y veo que no llevas ropa interior para mí -siguió, sorprendido.

 

Ver cómo el guardabosques tocaba las tetas a Maxime mientras él se la tiraba por detrás aún puso más a Harry, que le folló el culo agarrado a sus caderas tan duro que la directora no pudo ocultarlo y gimió varias veces siguiendo el movimiento.

 

  • ¡Oh! ¡Oh lá lá! Haggid, me estoy tocando pog... Mmm... Pog tu culpa. Te lo pido pog favog, vete a pog esa poción. Quieggo una tagde de sexo duggo.

 

Harry se preguntó si el guardabosques se había dado cuenta de que su pareja acababa de correrse, pero de cualquier manera, sus palabras le convencieron, y se despidió rápidamente para ir en busca de los elfos. Maxime esperó hasta que se alejó para girar la cabeza y lanzar una mirada furiosa a Harry.

 

  • ¡Egges un puto bastagdo, Potegg! ¿Quién te cgees que egges pagga follagme el culo, maldito cegdo? -dijo Maxime, que sin embargo ahora acompañaba las embestidas del mago con sus caderas, llenándose el ano con el joven alumno-. Soy la diggectoga de una alta institución. Soy una mujeg de buena familia. ¡Me meggezco mayog respeto!

 

Maxime, ya dentro de la cabaña, gritaba ahora todo lo que no había podido antes. Tener semejante rabo en el interior de su culo parecía calentarla todavía más. Todo el respeto que Harry le ofreció fue seguir disfrutando de su estrecho agujero entre insultos en francés y gritos de placer, hasta que ninguno de los dos pudo más.

 

La gran polla de Harry disfrutó de unos cuantos viajes más a través de aquel estrecho túnel y salió del culo de Maxime. Acto seguido, el mago la dirigió a sus labios para que la francesa se la metiese en la boca y volviese a mamarla de una forma tan sucia como antes, hasta que Harry no aguantó y, ayudado por la poción afrodisíaca, descargó una gran cantidad de su leche entre los labios de la directora, que esta vez sí la tragó encantada y le dio un beso en el glande, como haciéndolo digno de ella.

 

  • Joven, ten cuidado con lo que haces -le dijo Maxime cuando abrió la puerta para que Harry se fuera-. No me fío de ti. Algo extgaño está ocuggiendo en este colegio, y a ti te han puesto en el medio de todo.

 

Harry asintió y salió de nuevo a los jardines. De camino al Gran Comedor se encontró con Hagrid, que volvía contento y con una bolsa en la mano. Le saludó tranquilamente y se dirigió hacia el castillo, preocupado al no sentir ningún remordimiento.