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Harry Potter y la ruta de Eros XXI

en Parodias

¡Bienvenid@ a la vigesimoprimera parte de esta historia alternativa de Harry Potter!

No estaba seguro de que la anterior parte, con lo larga que era, recibiese tanto apoyo. Sin embargo, ahí estabais para demostrarme que no era así, y os agradezco un montón que hayáis disfrutado leyéndola.

La parte de hoy no se queda corta en cuanto a importancia y, como siempre, sigo probando nuevas formas de contar lo más interesante de la historia de la forma más entretenida posible.

 

Me encantaría recibir tu opinión, ya sea a través de la página con un comentario o con una puntuación, o a través de mi e-mail. Al fin y al cabo si esta historia sigue es porque sé que estás ahí leyendo y con ganas de más. Por eso tengo que mencionar a lalo, AlExItO, Xsy, Gargallu, Busca, Babylonian, Sir, Draco y Jorge. Gracias a vosotr@s y al resto de personas que me han escrito un mensaje privado esta parte ha podido llegar lo antes posible, a pesar de lo complicado de las fechas.

 

Una vez más, espero que este relato esté a la altura de lo que esperas. No te quitaré más tiempo. ¡Que lo disfrutes!

 

 

 

    32. Autocontrol

La piel de su pecho se había erizado con sencillez. Quizá la causa fuera el frío, ahora que su camisa del colegio y su ligero sujetador rosa habían dejado de cubrirla, haciendo caso a su deseo de mostrar su atractivo cuerpo. Sin embargo, lo más seguro es que fuesen las atenciones del hombre que tenía delante lo que le provocaba temblores y le hacía difícil contenerse.

 

Mientras los dedos suaves de Harry jugueteaban con sus pezones rosados, dos puntas endurecidas que coronaban sus preciosas tetas, ella acariciaba el pecho del mago y sus brazos, acabando en sus firmes abdominales. "Qué bueno está", pensó para sí misma, regocijándose ante la visión de su abdomen descamisado gracias a ella. Debió decirlo en alto sin querer, ya que Harry sonrió y acercó la boca a su oído.

 

  • Yo también te he echado de menos, ¿sabes? ¿Crees que me había olvidado de esos labios o de...? -no terminó la frase, sino que se limitó a apretarle el culo con las dos manos.

 

Sentir a Harry de nuevo tan cerca, tan caliente y tocándola así era todo lo que podía pedir. Volvió a besarlo de nuevo con unas ganas infinitas sin que él dejase de agarrar sus nalgas. Sus juguetonas manos siguieron acariciando a Harry sin detenerse hasta que llegaron al punto que buscaban, y bajaron la cremallera de sus pantalones, bajo los cuales esperaba una bestia medio dormida encerrada en unos apretados boxers azules. Acabó de desabrocharle el pantalón y se lo bajó para ver, acuclillada, el cuerpo casi desnudo de Harry, imponente ante ella. Acalorada, volvió a subir para besar al mago y ahora era ella quien le agarraba el culo a su amante.

 

  • No pretenderás olvidarte de mí, ¿verdad? -dijo una voz conocida a su espalda, a la vez que dos manos menos delicadas le bajaban la falda del uniforme hasta los tobillos.

  • Claro que no, Ronald -respondió ella colorada, sintiéndose expuesta con su minúsculo tanga rosa como única cobertura.

 

Besó a Ron girando la cabeza mientras Harry pasaba los labios por su cuello y una de las manos por sus muslos.

 

  • ¿Sabes? -le dijo Ron entonces, desabrochando su propio pantalón-. Hace ya mucho que no puedo parar de pensar en las veces que te he visto salir de la ducha completamente desnuda. ¿De verdad eran coincidencias?

 

No respondió inmediatamente, pero por supuesto que no lo eran. Le encantaba ver a su hermano nervioso cuando la encontraba sin nada que la cubriera, sin saber cómo actuar. Y a él también, a juzgar por la erección que, de reojo, podía ver en esos momentos ascendiendo en los apretados calzoncillos rojos de Ron.

 

Ginny no respondió más que con una sonrisa seductora, y volvió a besar a Harry agarrada a su trasero con la mano izquierda mientras con la derecha acariciaba la entrepierna de Ron, cada vez más duro a su espalda.

 

Como si lo hubiesen ensayado antes, Harry y Ron la liberaron un instante y se acercaron a ella lo máximo posible. Cada uno atacó una parte de su cuello mientras ella les agarraba las cabezas suspirando de placer. Más abajo, los magos le dejaron sentir lo duros que estaban presionando contra ella sus caderas. A su espalda, el rabo de Ron se encajaba entre sus nalgas mientras Harry frotaba el suyo contra su sexo, emparedándola en un muro de lujuria.

 

El primer glande que descubrió fue el de Harry, cuando sacó poco a poco su inmenso rabo de la ropa interior. Ginny giró la cabeza justo después para ver como un falo de un tamaño similar se descubría al bajarle el boxer con la otra mano a Ron.

 

  • ¡No me lo puedo creer! -fue lo único que consiguió decir antes de que Harry posase los dedos sobre su sexo y comenzase a frotarlo.

 

Volvieron a pegarse a ella, con Harry masturbándola y Ron contribuyendo a su espalda, frotándole sobre el hilo del tanga su caliente falo. Ginny estaba en la gloria.

 

Los dedos de Ron la penetraron poco después, apartando a un lado su minúscula pieza de ropa interior. Aprovechándolo, Ginny decidió empezar a devolver favores y, mientras Harry le lamía los pezones, agarró las pollas de sus dos amantes con fuerza.

 

El coño de Ginny se empapó, como los dedos de Ron pudieron comprobar, cuando la bruja puso entre sus manos los dos penes. No recordaba bien su tamaño, y ver que eran tan gruesos que no era capaz de rodearlos con los dedos de ninguna manera le puso una sonrisa en los labios y unas ganas de sexo inaguantables entre las piernas.

 

Ginny pajeaba las dos gigantescas pollas con violencia, con tantas ganas de follárselas como de ver cómo explotaban gracias a sus pequeñas e inexpertas manos. Harry la besaba entre suspiros de placer, y Ron jadeaba a su espalda ante la brutal actitud de su hermana.

 

  • Nunca me habías dicho que Ginny era capaz de trabajar tan bien con sus manos -dijo riendo Ron a Harry, mientras la bruja se ponía todavía más caliente.

  • Oh, no me pareció apropiado contarte que tu hermana era tan guarra en la intimidad -rio Harry, antes de soltar un pequeño grito por el mordisco que le dio en el labio Ginny, sonriente y sin ganas de replicar para no gastar fuerzas.

 

Sin más dilación, y con dificultad mientras Ginny se negaba a soltarle el rabo, Ron le bajó el tanga y le dio la vuelta para quedarse cara a cara con su lubricado coño. La pelirroja se dejó hacer, y mientras la lengua de Ron lamía su entrepierna con inesperada maestría y el chico la veía directamente a los ojos, la polla de Harry pasaba a recibir toda su atención en una paja de espaldas y a dos manos. La postura pareció sorprender al mago y la deliciosa habilidad de Ginny acabó con varios chorros de semen impactando contra su culo mientras ella se corría lamentándose por no haber visto cómo su amante descargaba.

 

Los labios empapados de Ron no dejaron de trabajar en su coño hasta que el pelirrojo vio cómo Ginny mamaba el falo de Harry en una posición acrobática, limpiándolo tras su tremenda corrida. Envidioso, Ron se levantó para mostrar que él era quien más atención necesitaba.

 

  • No creo que sepa lo que hacer con dos hombres a la vez -retó Ron a su hermana, riendo.

 

Ginny, consciente de la psicología inversa pero con ganas de seguirle el juego, se arrodilló ante ellos, dejando a la vista su culo lleno de semen, que Harry limpió con un hechizo. El rabo de Harry estaba ahora en semierección, pero seguía pareciendo inmenso al lado de la cara de Ginny. El de Ron, por otra parte, apuntaba hacia arriba duro como una piedra, con la piel apretada en torno a sus venas, los huevos pegados a la base con fuerza y ligeros temblores ante la inminente incursión en el interior de una mujer.

 

Ginny agarró el descomunal aparato de Ron pero, para picarle un poco más, el que se metió en la boca fue el de Harry. Ron le azotó el culo entre risas mientras ella le acariciaba el falo y chupaba con sencillez a su mejor amigo. Ginny adoraba sentir cómo Harry crecía entre sus labios, y su aparato fue alcanzando el mayor tamaño entre sus labios, llenándole toda la boca al tiempo que ella sentía empaparse más su entrepierna. Una vez llegada la completa erección, Ginny se la sacó de la boca, agarró las bases de los dos penes para mostrarlos ante ella y cogió aire mientras veía las dos enormes pollas que la esperaban.

 

No les hizo esperar más. Dirigió su cabeza hacia Ron y lamió todo su aparato con la lengua antes de metérselo en la boca y empezar una mamada apoteósica. Sus labios apenas le permitían contener aquel gordísimo falo, pero su lengua y su fuerza de voluntad hicieron milagros mientras Ron le agarraba el pelo y ella pajeaba a Harry al mismo ritmo. Tras diez viajes de ida y vuelta contra el vientre de Ron, cambió de hombre, y el rabo todavía más grande de Harry casi consiguió que se atragantase, pero pronto se recuperó y siguió dando placer oral al hombre del que se había enamorado.

 

Harry la trataba con delicadeza, apartando el pelo que molestaba tras su oreja acariciándole la mejilla con cierto cariño, algo que no casaba bien con lo que su inmensa polla la obligaba a hacer para poder comérsela a buen ritmo. Tras unos cuantos viajes volvió a sacársela para mamar a su hermano.

 

  • Es impresionante, ojalá Hermione supiese comérmela así -dijo Ron a Harry, mientras Ginny iba de adelante hacia atrás sobre su larga barra, ayudada por la mano del pelirrojo para tratar de meterse lo máximo posible.

  • No te creas, Ron. Hermione también sabe muy bien lo que hace con una polla en la boca -rio Harry mientras esquivaba el empujón de su amigo.

 

Era cierto, ni siquiera había pensado en Hermione. Pero ahora era demasiado tarde, penzó Ginny sin dejar de chupar la polla al novio de su mejor amiga. ¿Era ella o tras recordar la infidelidad aquel rabo sabía mejor?

 

Se la sacó de la boca y respiró profundamente viendo caer gotas de su propia saliva alrededor de los dos falos que ocupaban sus manos. Nunca se había sentido tan caliente, y su cabeza volvió a la entrepierna de Harry para mayor placer del mago, que veía con los ojos bien abiertos lo mucho que las ganas habían hecho mejorar a su exnovia en el sexo oral.

 

Ginny aumentó el ritmo aunque apenas llegaba a encargarse así de la mitad de la longitud de los aparatos. El resto de las pollas las ocupaba con un frenético movimiento de sus pequeñas manos, machacando a los dos hombres mientras mamaba con fruición la parte superior de sus colas. Ahora cambiaba a mayor ritmo, cada tres o cuatro chupadas, y los dos amigos estaban mucho más cerca que antes viendo a Ginny trabajar y permitiendo un rapidísimo desplazamiento de uno a otro que les volvía locos.

 

Ron fue el primero en apartarse, dejando a Ginny con una única posibilidad que no desechó, al continuar la mamada con toda su atención centrada en Harry. La pelirroja sólo paró para colocarse como Ron le pedía. Echó un vistazo a su espalda y, entendiendo sus planes, pasó las manos al culo de Harry, al que se aferró con fuerza tragándose gran parte de su falo a cambio en un ir y venir inigualable.

 

Poco después lo que tanto deseaba se hizo realidad entre sus piernas, que se derritieron cuando Ron las separó y colocó su grueso glande en la entrada de su sexo. Un pequeño empujón fue suficiente para que a Ginny se le nublara la vista de placer. Apenas le había metido la punta, y ya era tan delicioso...

 

  • R-Ron, despacio... Déjame sentir -dijo Ginny temblorosa-, déjame sentir cómo entras.

 

Ron le hizo caso, y fue metiéndosela poco a poco agarrado a sus caderas mientras ella se la chupaba a Harry. Sus gemidos quedaban apagados por el falo del mago más famoso del mundo. Ginny gozaba como nunca en su vida mientras el colosal aparato de su hermano la iba penetrando, rozando todo lo rozable en su interior, palpitando y abriéndose camino de la forma más placentera que había sentido.

 

Pronto, la polla de Ron llegó hasta el fondo y Ginny, sintiéndose tan llena, aprovechó para agradecérselo con un repentino movimiento de cadera. El pelirrojo tomó la invitación y se la sacó un poco sólo para meterla de nuevo, con menos delicadeza. Ginny había dejado de mamar para no atragantarse y poder gemir de placer mientras Ron iba ganando velocidad a su espalda. La polla de Harry volvió a la boca de la bruja cuando Ginny se acopló a las embestidas de su hermano, que era mucho menos delicado que su exnovio.

 

  • N-no sabes cuánto... cuánto tiempo he deseado esto, Gin -le dijo de repente Ron al oído, haciendo que de nuevo se le erizase la piel-. Cuando volvamos a La Madriguera te voy a... voy a organizar muchas excursiones. Para ti y para mí.

 

La idea se hizo realidad en la mente de Ginny, que no fue capaz de responder por sus incontrolables gemidos pero que le hizo saber que estaba de acuerdo apretando las piernas con fuerza y meneando el culo sobre su impresionante rabo. Ron, satisfecho, volvió a la carga dándose placer con aquel estrecho sexo, y animado por la situación, azotó a Ginny en varias ocasiones mientras ella se corría irremediablemente.

 

Ginny cerró los ojos con fuerza para disfrutar de su orgasmo, que la hacía temblar entre sus dos amigos como nunca. Ron no paraba de azotarla a su espalda mientras Harry seguía obligándola a chupar. El sonido de los golpes de su hermano no cesaba, pero cada vez se hacía más... más... "Más real", pensó Ginny, que abrió los ojos para salir de dudas.

 

La oscuridad lo invadía todo a su alrededor. Delante ya no tenía a Harry, pero su boca estaba completamente llena del sabor de su polla. Ron, sin embargo, sí seguía tirándosela a su espalda como un animal, cosa que ella agradeció. Sin embargo, no era posible, estaba tumbada en cama.

 

Antes de preguntarse nada más, la mano derecha de Ginny acudió a la llamada de su entrepierna, y con dos dedos sustituyendo al rabo que todavía podía sentir dentro de ella, la bruja empezó a cavilar. Las últimas noches había tenido fantasías del estilo, pero jamás tan nítidas y realistas. Tenía las bragas empapadas por su sueño y todavía escuchaba los golpes de los azotes de Ron.

 

Desde que había escuchado a Lavender trataba de quedar con distintos compañeros de clase, pero a la hora de la verdad no había sido capaz de acostarse con ninguno de ellos, y eso sólo aumentaba su frustración. Por supuesto, se ponía tremendamente cachonda al pensar en Harry y, últimamente, también en Ron.

 

"Os odio", pensó mientras se metía tres dedos y se acariciaba uno de sus pezones. Dejó de sentir gradualmente a su hermano a su espalda, pero los sonidos seguían igual de claros. Extrañada, abrió su cortina sin dejar de masturbarse. Era noche cerrada, apenas iluminado el cuarto por una luna casi llena. Pero sus amigas dormían todavía. Con curiosidad, se levantó y se puso una bata por encima antes de salir de la habitación.

 

Bajó lentamente por las escaleras hasta la Sala Común, donde crepitaba la leña en la chimenea, que actuaba como único foco de luz para iluminar a las sombras cuyo movimiento rítmico causaba el sonido que la había despertado. Acogida entre las sombras, Ginny se acercó más a la entrada de los dormitorios y pudo ver con nitidez cómo Harry se follaba a cuatro patas a una alumna negra con el uniforme de Gryffindor y un culo extraordinariamente grande.

 

Sus sospechas se confirmaron cuando el mago agarró a la bruja del pelo para besarla. Ginny ya suponía que aquellos dos tenían algo, pero aún así se extrañó. ¿Qué hacía Angelina con el uniforme de la escuela? ¿Era impresión suya o parecía más joven? En cualquier caso, los gemidos apagados de la pareja y el sonido de las nalgas de Angelina golpeando las piernas de Harry hicieron que su mano volviese al interior de sus húmedas bragas. En la oscuridad, Ginny empezó a masturbarse descontroladamente.

 

No pudo ver lo que más deseaba hasta que Angelina desmontó y se arrodilló ante Harry. Allí, con la excapitana del equipo de quidditch felando a su exnovio, Ginny volvió a ver lo que tantas veces pasaba por su mente. El gigantesco aparato de Harry aparecía además exagerado por las sombras de la pared, y Ginny sintió que estaba a punto de correrse de placer.

 

Se tapó la boca y se mordió los labios mientras con los dedos se hacía llegar al clímax. Estaba a punto, y se frotó cada vez más rápido mientras veía a Angelina cabalgando sobre Harry en el sofá de la Sala Común. Ginny se corrió con los ojos cerrados mientras escuchaba los gemidos de la excapitana. Una vez pasado el terremoto, mientras las réplicas hacían mella en su cuerpo del modo más placentero, Ginny abrió los ojos de nuevo. Sobre el sofá seguía Harry gozando como el que más, intentando alcanzar con los labios uno de los gruesos pezones que daban fin a las dos sandías que botaban sobre él. Los gemidos habían cambiado. Habían pasado a ser más agudos, lo normal dado que era Hermione quien se follaba ahora a Harry.

 

Ginny no dejó de tocarse mientras temblaba todavía de placer, viendo cómo su mejor amiga se apretaba las enormes tetas y las aplastaba contra la cara de su exnovio. Ginny tardó todavía un tiempo en reaccionar viendo aquel hipnótico bamboleo, en una sesión de sexo deliciosa, y cuando lo hizo ya era tarde.

 

  • No está bien espiar a los demás -dijo a su oído una voz conocida.

 

Se dio la vuelta y se asustó al ver a Angelina, sonriente y en actitud aparentemente amable. Ginny se echó hacia atrás y tropezó con la alfombra. Desde el suelo giró la cabeza. Sobre el sofá no había nadie. La chimenea ni siquiera estaba encendida. La que sí seguía allí era Angelina, que se acercaba con un brillo fantasmal en la cara, donde seguía impasible su perpetua sonrisa.

 

 

 

 

    33. Secuelas

Todo el equipo parecía tan nervioso como él mismo. El partido contra Hufflepuff había llegado y no habían podido entrenar casi nada. Harry vio cómo temblaban sus compañeros mientras esperaban a Ginny, que llegaba mucho más tarde de lo acordado.

 

  • Todo va a salirte bien. Eres muy buena -dijo a Lavender, que estaba hecha un flan.

 

La chica asintió, poco convencida y con los ojos llorosos. A Harry le dio cierta satisfacción ver así a su compañera, habitualmente tan segura de sí misma. Por otra parte, su aire sensual seguía acompañándola, y Harry se sintió culpable pensando en que le daría encantado unas cuantas lecciones extra en los vestuarios antes del partido. Por suerte, Ginny apareció en ese instante vestida ya con su uniforme de cazadora.

 

  • ¡Hola, chicos! -gritó, con una sorprendente sonrisa en la boca-. ¡Vamos, que lo de hoy va a ser pan comido!

 

Harry no salía de su asombro cuando su exnovia se acercó y le dio un fuerte beso en la comisura de los labios e hizo lo propio con el resto del equipo, levantando los ánimos de todos.

 

 

Una vez liberada la snitch, un partido mucho más limpio de lo habitual comenzó en aquella soleada mañana otoñal, con las gradas llenas de alumnos vitoreando y el sonido de las escobas surcando el cielo a toda velocidad.

 

Los jugadores de Hufflepuff parecían muy bien entrenados aquel año, y Harry pasaba más tiempo esquivando bludgers que buscando la snitch. Lavender estaba horrible, y apenas consiguió marcar dos tantos en todo el encuentro, mientras Katie lidiaba como podía con dos cazadores de amarillo en defensa y Ron paraba todo lo humanamente posible dentro de los muchos tiros que le lanzaban.

 

Coote y Peakes, dos animales que no solían fallar un solo golpe, apenas acertaban a tocar las bludger, y eso era un grave problema para el equipo, que sin embargo, iba en cabeza. Todo era gracias a Ginny, que parecía de dulce y volaba con gracilidad metiendo casi cada tiro que intentaba de las maneras más inverosímiles.

 

Todo el equipo aprovechó la inspiración de su cazadora más joven, que parecía haber tomado Felix felicis aquella mañana. Tanto es así que Gryffindor pronto superó los 150 puntos de ventaja, liberando en cierto modo de responsabilidad a Harry, que apenas percibía la snitch.

 

El buscador de Hufflepuff, mucho más atento, veía a sus compañeros con desesperación mientras una sola jugadora pelirroja les hacía un destrozo a pesar de la marca triple y continuaba aumentando la ventaja. Cuando Gryffindor ganaba ya 530 a 220, el buscador de los amarillos se resignó y acabó atrapando la snitch que llevaba casi una hora en su punto de mira, para mayor vergüenza de Harry.

 

 

Ginny entró al pasillo de los vestuarios entre vítores de todo el estadio, pero Harry no estaba contento, y así se lo hizo saber en la charla a su equipo, que apenas le oyó, puesto que todos seguían celebrando la inesperada victoria.

 

  • Tú sí que has estado impresionante -le dijo a Ginny mientras el resto se metía en sus respectivos vestuarios-. Tengo que reconocer que no creía que fueras a dar la talla hoy. Me alegro de que no haya sido así.

 

La pelirroja se acercó despacio mientras se quitaba la capa y se quedaba a unos centímetros de Harry vestida sólo con el apretado uniforme del equipo.

 

  • Muchas gracias Harry -dijo Ginny, dándole otro beso en la comisura de los labios.

 

Se dio la vuelta para irse a los vestuarios y se le cayó la capa al suelo. Ginny se agachó a recogerla dejando las piernas completamente estiradas. A menos de un palmo de distancia, Harry tenía el magnífico culo de su exnovia apretado en unos pantalones de lycra escarlata que no dejaban nada a la imaginación. Ginny sonrió viendo de reojo cómo el mago se atontaba con los ojos fijos en sus nalgas y en la marca de su pequeño tanga.

 

  • ¿Quieres que lo celebremos, Harry? -dijo la pelirroja entonces-. Sé que las chicas están deseando otra arenga de su... -los ojos de Ginny bajaron a la entrepierna de Harry-... de su gran capitán.

 

La bruja se dio la vuelta y le lanzó un beso por el aire a Harry, que estaba impresionado con la nueva actitud de su ex. Cuando Ginny abrió la puerta del vestuario y giró la cabeza durante un segundo para guiñarle un ojo, Harry no sabía a dónde mirar. Fueron apenas un par de segundos, pero su mente abarcó todo lo que pudo ver, desde el culazo de su exnovia al otro gran trasero de Lavender, desnuda de espaldas, pasando por Katie, con un cuerpo delicioso en ropa interior que trató de taparse al ver al mago.

 

La puerta se cerró, y Harry dudó unos instantes sobre si lo que había dicho Ginny era un farol o de verdad en ese vestuario se estaba gestando una fiesta de celebración digna de sus mayores fantasías. Se acercó unos pasos mientras lo pensaba, hasta que una mezcla de pensamientos que iban desde la habitual actitud de Lavender hasta los cambios de humor de Ginny se lo quitaron de la cabeza y se fue a su propio vestuario.

 

Cuando Harry entró en la ducha, sus compañeros habían acabado ya de vestirse y se despidieron muy alegres. El último en irse fue Ron, para quien el quidditch era casi lo más importante en la vida.

 

  • Ha sido tremendo, Harry -le dijo antes de salir por la puerta-. Nos vemos arriba, estoy deseando que llegue el próximo partido.

 

Harry se enjabonó buena parte del cuerpo disfrutando del agua ardiendo de la ducha y relajándose con ella. Sólo lo interrumpieron las típicas risas de sus compañeras de equipo que tan estridentes eran en momentos como aquel.

 

Ese día, sin embargo, las risas fueron sustituidas poco a poco por sonidos apagados, más agudos e intermitentes. Harry dejó que su ducha dejase de echar agua para centrarse en ellos, y pronto las gotas y el jabón que descendían por su falo hacia el glande cambiaron de dirección con la superficie, y ahora hacían el camino contrario hacia sus testículos.

 

Harry, con el agua corriendo de nuevo, pasó a enjabonarse con dedicación su recientemente inflamado miembro mientras las chicas parecían gozar de la victoria, hasta que con el agua que caía aún por el sumidero se mezcló otro líquido natural.

 

 

  • ¿Qué se supone que es esto? -le dijo Ron, alterado, cuando lo vio llegar a la habitación.

 

Su mejor amigo señalaba hacia el libro rojo, abierto sobre la cama de Harry.

 

  • ¿Has estado buscando en mi baúl? -preguntó él a su vez-. ¿Con qué derecho...?

  • ¡Yo no he buscado nada! Estaba ahí encima. Pero tú... dijo Ron-. Tu broma no ha tenido ninguna gracia. ¿Te parece normal espiar a un amigo?

  • ¿Qué? -respondió Harry, acercándose al libro.

 

 

"Un trabajo excelente, Harry Potter", decía la parte superior de la hoja,"La leyenda sólo está al alcance de aquellos que comprenden el valor de su causa, dejando atrás lo circunstancial y lo efímero".

 

La nota era curiosa, pero sin duda Ron se refería al resto del contenido de la página. Un dibujo tremendamente detallado de su mejor amigo lo mostraba con los pantalones bajados a la espalda de una mujer pequeña pero con unas piernas de infarto. Harry no hizo ningún comentario, a pesar de su sorpresa, cuando pasó la página y vio que era Rita la afortunada, como pudo observar en otro de los muchos dibujos que la mostraban mamando a Ron, duramente penetrada contra un cristal y, sobre todo, con la boca siempre abierta como si el placer la obligase.

 

  • Ron, t-te juro que nada de lo que hay aquí lo he hecho yo -aseguró Harry, inseguro.

  • ¿No tienes nada que decir sobre ese "trabajo excelente"? Perfecto -dijo su amigo antes de irse raudo hacia la puerta, viendo que Harry no respondía.

  • ¡Espera!

 

Harry dudó unos instantes, tenía que contárselo de una vez, no podía seguir guardando el secreto a quien era prácticamente como su hermano. Cogió aire, cerró el libro rojo y empezó a contarle todo lo que recordaba relacionado con aquel libro, dando comienzo a una conversación que duró horas y les hizo olvidarse de ir a comer.

 

 

Cuando terminaron de hablar ya había pasado la hora de queda nocturna. Ron se levantó y se fue sin decir nada más, recordando de repente que, como prefecto, le tocaba vigilar aquella noche los pasillos del primer piso. Harry suspiró, agotado tras explicarle todo lo que pudo a su mejor amigo sobre el libro rojo, el libro de Eros et Tanatos, las pruebas, el aurum... Pero todavía tenía una cosa que hacer antes de dormirse. Cogió una pluma, tinta y un pergamino y comenzó a escribir:

 

Querida Hermione.

 

Te escribo urgentemente para contarte los últimos acontecimientos. He tenido que decírselo. He tenido que hablar con Ron sobre la ruta de Eros. Te lo explicaré con más detalle cuando nos veamos.

 

Se lo ha tomado mejor de lo que esperaba, pero he notado algo extraño en su expresión cuando se iba. Está claro que le ha dolido que se lo ocultara. Ahora sabe que me estás ayudando, pero no hasta qué punto...

 

Harry se detuvo, con los ojos abiertos de par en par, y tiró el bote de tinta sobre el pergamino al levantarse de golpe. Abrió el baúl y sacó de él el libro rojo. Buscó página a página, viendo de nuevo toda la relación de Ron con Rita y, por suerte, nada más.

 

"Menos mal", pensó Harry mientras se tiraba en la cama con los ojos cerrados, aliviado al ver que ninguna de las pruebas anteriores estaba dibujada en el libro y que, por tanto, Ron no había podido descubrir la infidelidad de su novia.

 

Estaba harto de ocultar cosas diferentes a los dos, y sabía que no iba a poder mantener las mentiras mucho más tiempo. Volvió a abrir los ojos y los dirigió al libro, abierto por una página en la que Ron penetraba a la periodista por detrás mientras le agarraba las tetas perfectamente firmes que portaba la mujer en su pecho. Animado por la imagen, apuntó su varita al libro mientras decía:

 

  • Muéstrame las otras pruebas.

 

Para su sorpresa, unas chispas verdes salieron de su varita y cayeron sobre las antiguas páginas, deformando la imagen hasta hacer que mostrase a una chica preciosa, cuyos rizos rubios caían sobre su cara mientras proporcionaba placer con su boca, sobre una camilla, a un paciente muy bien dotado. Harry ni siquiera recordaba que Luna se la hubiese chupado de aquella manera, pero se deleitó con orgullo de aquella imagen, un dibujo que había sido generoso con sus ya de por sí enorme aparato.

 

"Así que esta fue la segunda prueba", pensó al pasar la página, donde la señora Pomfrey se tocaba con ganas viendo a los dos alumnos. Al seguir pasando hojas, Harry se bajó los pantalones hasta las rodillas y acercó el libro. El culo de Luna parecía tan atractivo como en la realidad, y la perspectiva del dibujo hacía más erótica todavía la imagen de Harry penetrándola a su espalda por su más inaccesible agujero.

 

El falo de Harry ganaba mayor tamaño cada segundo que pasaba viendo los retratos de su sesión de sexo con Luna. Casi podía sentir de nuevo el estrecho agujero que Luna le reservaba en exclusiva, que era de lo mejor que le había pasado jamás, y la naturalidad de su amiga dejándose llevar por sus instintos.

 

Tremendamente caliente de nuevo, aumentó el ritmo de su mano de arriba abajo cuando llegó a la representación de la primera prueba. Hermione salía tumbada en una mesa, con el aurum phallaceae entre los labios. Vestía el uniforme reglamentario de Hogwarts aunque la falda estaba fuera de su sitio, dado que la bruja tenía las piernas abiertas y la cabeza de Harry entre ellas, lamiendo su coño con ganas.

 

Harry se pajeó con fuerza y siguió pasando hojas, disfrutando de las imágenes de su amiga montándole y derritiéndose de placer, con sus mastodónticas tetas botando sin control. Estaba decidido a dejarse ir cuando oyó un sonido en el baúl.

 

Extrañado, se levantó con cautela y lo abrió. El espejo que Tonks le había dado hacía tiempo era el responsable. Lo sacó del baúl y lo examinó. Lo único que se veía era una pared de un color rosa chillón que no reconocía, a diferencia de los gemidos que se escuchaban con fuerza a través del cristal.

 

  • ¿Her-Hermione?

 

Los gemidos pararon al instante, y diversos sonidos se escucharon a continuación a distancia hasta que los muelles de la cama dieron lugar a unos pasos que se fueron acercando. A continuación, la cara de Hermione, algo colorada y con una sonrisa temblorosa, apareció ante el espejo gemelo, con el ceño fruncido.

 

  • ¿Harry? ¿Eres tú? ¿Llevas... llevas mucho tiempo ahí?

  • Acabo de verlo -mintió Harry, aguantando una sonrisa delatadora.

  • ¿Qué significa esto? ¿Jamás ha funcionado y decide hacerlo ahora?.

  • La verdad es que nos viene muy bien -respondió Harry-. Ponte cómoda, porque tengo algo que contarte.

 

Hermione le hizo caso, y en un descuido mientras se desplazaba mostró a Harry el camisón que le servía de pijama, tan transparente en las zonas que más destacaban en su amiga que le costó recuperar la concentración. Acto seguido, procedió a contarle lo que había hablado con Ron con todo lujo de detalles.

 

  • Estaba claro que esto iba a llegar -respondió Hermione, resignada-. ¿Crees que estaba enfadado conmigo?

  • No lo sé. A decir verdad, no lo parecía.

 

Hermione se quedó dubitativa unos momentos.

 

  • Tengo que contárselo -dijo entonces-. Es decir, lo que hicimos para la primera prueba. No hace falta que sepa nada más, ¿no?

 

Harry se limitó a asentir, pensando en cómo le diría a ella que precisamente Ron había participado en las pruebas sin saberlo, por su culpa. La conversación, sin embargo, siguió otros caminos. Al fin y al cabo Hermione y Harry llevaban muchas semanas sin hablar, y no podían perder la oportunidad que se les había brindado, por lo que siguieron contándose sus problemas y, sobre todo, las cosas divertidas que les habían ocurrido aquellos días.

 

  • Oye, Harry. Tú también lo notas, ¿verdad? -dijo Hermione unos minutos después.

  • ¿El qué?

  • Todo lo que ocurre a nuestro alrededor... Y en nosotros... Este deseo, cada vez es mayor.

  • ¿Deseo? Estar lejos de Ron te está afectando -bromeó Harry.

  • ¡No seas idiota! -rio ella-. Es increíble lo que está ocurriendo. Incluso la señora Weasley lo tiene difícil para contenerse. ¡Hasta le he tenido que dejar el aurum phallaceae! -acabó, sonrojándose un poco.

  • ¿El aurum? Qué raro, no he notado... -Harry se detuvo al ver la mirada inquisitiva de su amiga.

  • ¿Notado? ¿Qué deberías haber notado?

  • No, nada -trató de escabullirse Harry, acorralado-. Que no he notado nada raro en el libro, o sea que está bien.

 

Hermione entrecerró los ojos, sospechando, y le pidió que esperase un momento. La imagen de la bruja desapareció del espejo un par de minutos. Se escucharon unos murmullos y unas risas lejanas y los pasos volvieron a acercarse.

 

  • ¡Ya estoy aquí! -dijo Hermione volviendo a dirigir el espejo a su cara-. Dime Harry, ¿de verdad no sientes que tu deseo va en aumento con el paso de las semanas?

 

Mientras lo preguntaba, Harry empezó a notar cómo una mano recorría lentamente su aparato, todavía al aire por su falta de previsión.

 

  • Es p-posible -dijo entonces, tratando de aparentar normalidad-. Pero ya hablaremos, ahora tengo que irme.

  • Oh, no, Harry. Quiero hablar mucho más contigo -respondió ella, aumentando el ritmo de la paja-. Tengo mucho que descubrir todavía.

 

Harry vio la lujuria en la cara de su amiga antes de bajar los ojos a la erección que se iba formando por su culpa y que por suerte Hermione no podía ver.

 

  • ¿Cómo consigues controlarte? -preguntó Hermione, cuyo hombro se movía obviamente junto al brazo que pajeaba a Harry a distancia.

  • Es-es difícil. Luna me está ayudando -respondió el mago, ganando confianza mientras disfrutaba-. ¿Y tú? ¿Insonorizas la habitación habitualmente?

 

Hermione se sonrojó, y su mano agarró con más fuerza el falo dorado, meneándolo de forma magistral con sus delicados dedos.

 

  • Así que estabas escuchando -respondió sonriendo-. Estaba tratando de recordar momentos con Ron, pero para desgracia de mi fidelidad ensoñadora, la última polla que recuerdo dentro de mí no es la suya.

 

Harry, sintiéndose aludido, no pudo aguantar la repentina revelación y disimuló muy mal su cara de placer mientras se corría. Dos de sus disparos salieron fugazmente en la imagen, y uno de ellos acabó impactando contra el cuello de Hermione, que parecía encantada dando las últimas sacudidas.

 

Harry aprovechó que su amiga se estaba limpiando para subirse los pantalones sin levantar sospechas.

 

  • Tampoco le contaremos nada de esto, ¿verdad? -dijo Hermione poco después-. De lo que hemos hablado, quiero decir.

 

La bruja le guiñó un ojo y Harry deseó poder estar allí con ella para conseguir más secretos que guardarle a Ron. Como si los hubiese escuchado, su mejor amigo entró unos minutos después, aparentemente alicaído.

 

  • Tengo una sorpresa para ti -dijo Harry mostrándole el espejo.

 

Una sonrisa estúpida se apoderó de Ron, que corrió al encuentro del espejo y empezó a hablar con Hermione sin descanso. Harry cruzó la mirada una última vez con su amiga, que le miraba con preocupación, y se marchó de la habitación para dejarles intimidad.

 

Salió de la Sala Común a paso lento, sin pensarlo demasiado y repentinamente aterrorizado al pensar qué ocurriría esa noche, cuando Hermione le contase a Ron que la primera prueba había consistido en ponerle los cuernos con su mejor amigo.

 

El pasillo estaba desierto, y los dos prefectos con los que se cruzó por el camino, una alumna regordeta de Ravenclaw y un fornido chico de Ravenclaw, no trataron de enviarlo de nuevo al dormitorio. Estaban más preocupados de ocultarse ellos mismos entre las sombras para seguir charlando con las cabezas muy pegadas.

 

Cuando se dio cuenta estaba en el quinto piso, y un hormigueo volvió a recorrer sus partes. "No puede ser. Hermione, te vas a enterar", pensó, extrañado, mientras buscaba un refugio.

 

El pasillo largo que se dirigía al baño de los prefectos era el único iluminado tenuemente.

 

  • Tirana -dijo ante la puerta del baño, que se abrió gracias a la nueva contraseña que Ron le contaba cada cierto tiempo.

 

Se introdujo en uno de los compartimentos y dejó caer los pantalones antes de sentarse en el retrete. Hermione iba rápido, y sin duda lo que Harry sentía ahora era un agujero más estrecho que el de su boca. Vio su falo, completamente firme y lubricándose gracias a su amiga, a cientos de kilómetros de distancia, y se decidió a ver qué ocurría. Antes de pararse a pensarlo, sin embargo, su mente ya estaba de vuelta en su dormitorio, pero en la cama de Ron.

 

Sorprendido por la rapidez, dejó sin embargo de pensarlo al ver el cuerpo desnudo de Hermione en el espejo. Como imaginaba, estaba jugando con el aurum phallaceae, la copia dorada del pene de Harry en plena erección. Ron se masturbaba con fuerza viendo cómo su novia chupaba ahora la punta de aquel consolador a la vez que movía la base entre sus pechos. Una sensación tremendamente placentera recorría a Harry, que sentía la paja de Ron, metido en su cabeza, y también los labios y las tetas de su mejor amiga.

 

  • No puedo creerlo todavía -decía el pelirrojo-. ¿Cómo has sido capaz?

 

Hermione tardó un poco en responder, metiéndose ahora el falo dorado entre las piernas y gimiendo por ello.

 

  • N-no quería, Ron. Esto es mucho más importante que nosotros -respondió, siempre atenta al grandísimo rabo que Ron meneaba para ella-. Jamás lo haría si no fuese parte de las pruebas. Sólo quiero estar conmigo.

 

El pelirrojo no parecía muy convencido, pero para sorpresa de Harry, no paró ni un segundo de tocarse gracias al tremendo cuerpo de su novia, por el que caían gotas de sudor que se arremolinaban especialmente en el profundo canalillo que formaban su exagerados pechos.

 

  • ¿Por qué empezar la ruta? ¿Por qué tenías que ser tú?

 

  • El libro pidió que fuera yo -mintió Hermione, aunque seguramente sólo Harry se dio cuenta-. Era la última oportunidad para descubrir qué está pasando. Sabes que no es normal que tengamos tantas ganas de... esto. Incluso ahora.

 

Harry sintió cómo Ron disimulaba una sonrisa y aumentaba el ritmo. La conversación pasó a otros temas poco después mientras la pareja disfrutaba. Una idea se le pasó entonces por la mente a Harry, y pensó un segundo en Arthur Weasley. Al momento, como si cambiase de canal en un televisor, apareció en el cuerpo que esperaba y en la situación que deseaba. Fue la señora Weasley quien le confirmó ambas cosas con una simple frase:

 

  • ¡Vamos Arthur, métemela sin miedo!

  • Nos van a ver, cariño. Vete despacio.

 

La señora Weasley no le hacía caso, y movía su cuerpo de adelante hacia atrás intentando que el señor Weasley la ensartase a más ritmo. El padre de Ron, a la espalda de su mujer, se aferraba a su culo con ganas para seguir metiéndosela pero también para evitar que chocase con la fuerza que pretendía la bruja.

 

Estaban en medio de una explanada de hierba alta y húmeda alejada de La Madriguera, con algunas casas antiguas cerca. Molly no parecía satisfecha.

 

  • ¡Venga, necesito nuevas experiencias! ¡No podemos hacer siempre lo mismo!

  • Baja la voz, cariño.

  • ¡Oh, por Merlín! -respondió ella, con cara de fastidio y meneándose aburrida con las lentas embestidas de su marido

 

A Harry le hizo gracia la situación, y se quedó disfrutando de sentir cómo penetraba a dos mujeres a la vez, un placer irresistible. Viendo el gran culo de la madre de Ron, pensó en lo mucho que le gustaría azotarlo. Acto seguido, sin previo aviso, el señor Weasley golpeó fuerza el trasero de su mujer.

 

  • ¡Arthur! -gritó Molly girándose.

  • L-lo siento. Yo no...

  • No -le paró Molly-. Me gusta.

 

Harry se quedó asombrado con lo que acababa de ocurrir, dado lo mucho que le había costado controlar a Dennis la primera vez que lo intentó. "¿Sería mera coincidencia?". Pensó en acariciar el clítoris de la mujer, y Arthur repitió el movimiento, para sorpresa de Molly, que empezó a emitir pequeños sonidos de placer.

 

Emocionado, Harry empezó a controlar el cuerpo de Arthur para deleitarse haciéndoselo a su mujer, cuyo sexo le parecía ya familiar. Aumentó el ritmo poco a poco mientras Molly mezclaba su cara de sorpresa con la de placer. Hacerlo con la señora Weasley era tremendamente morboso, y más mientras sentía el interior de Hermione a la vez, pero quería aguantar todo lo posible.

 

Los gemidos de la señora Weasley pronto fueron audibles en toda la explanada, mientras su marido se la tiraba por detrás en público. Harry estaba ocupado levantando sus pesadas tetas cuando una luz se encendió en la casa más cercana.

 

La señora Weasley trató de separarse de Arthur, pero un nuevo azote la decidió a dar un espectáculo público a los que quisieran verlo. Era obvio que varias personas estaban ya contemplándolos, y sentir que su marido no tenía pensado dejar de follársela aún así sólo ayudaba a calentar más y más a Molly, derritiéndose de gozo.

 

Harry, metiéndosela hasta el fondo con todas sus ganas a través de Arthur, consiguió poco después que Molly gritara de placer, en un orgasmo inolvidable para ella que dio fin a la aventura mental de Harry, cuya mente se fundió a negro.

 

  • ... y no había visto ninguna, ¿sabes? Es decir, de ese tamaño. Otras sí, pero parecían de juguete comparándolas. Aunque la verdad sea dicha, una vez encima todo cambia. ¡Oh, qué bueno era Dorian! No es que hiciéramos nada, pero me habría dado igual su juguete. ¡Una vez me senté encima suya y creo que reaccionó! O puede que sólo fuera un pergamino, pero...

 

Harry aturdido, todavía no podía ver casi nada, pero escuchaba una voz conocida a su lado. Notaba su cuerpo empapado y caliente, pero ya no sentía a Hermione.

 

  • M-Myrtle -trató de decirle-. ¿De qué... de qué hablas?

  • ¡Oh, perdona! Todavía estoy un poco nerviosa. Siempre me ocurre contigo -respondió la fantasma con una risita-. Me refiero al Torneo de los Tres Magos, claro. Cuando trataste de pasar aquella prueba aquí. Todavía recuerdo lo bien... dotado que estabas -otra risita histérica-. Pero esto no es normal. Y no creía que nunca fueses a acceder, Harry. Y lo he soñado muuuchas veces.

 

Harry se frotó los ojos, con las manos goteando, y se vio a sí mismo dentro de la gran bañera de los prefectos, llena hasta el tope de agua caliente. Esta vez no tenía nada de espuma, y el agua permitía ver perfectamente la erección en su grandísimo aparato, gracias a la luz que reflejaba la luna con una claridad inusual.

 

A su derecha, en el suelo, estaba tirada toda su ropa. A su izquierda, pegada a él dentro de la bañera, Myrtle tenía la mano bajo sus bragas claras. Tenía la falda del uniforme levantada para poder hacerlo. Mientras se frotaba con la mano derecha se tocaba los pechos con la otra, apretándolos sobre el grueso jersey antiguo de Hogwarts. Sus ojos, indudablemente, gozaban con el cuerpo esbelto de Harry, el chico que más le había gustado jamás. Parecía avergonzada, pero eso no le impedía acabar la mayor parte del tiempo contemplando lo enorme que era el regalo que él guardaba entre las piernas. Harry era bastante delgado, lo que hacía todavía más impresionante para ella ver su larguísima y gruesa polla apuntando al techo con una erección inigualable.

 

Harry no entró al juego, sino que se quedó paralizado mientras la fantasma seguía contándole cosas insulsas y se masturbaba con los ojos fijos en él. Reaccionó después, tratando de tapar su entrepierna con malos resultados. Ver que no era capaz de cubrir toda su masculinidad sólo subió la temperatura de la fantasma.

 

  • ¡Oh, perdona! -dijo Myrtle de repente, mirándole a los ojos-. Qué desconsiderada.

 

La chica sacó la mano de sus bragas y sonrió de forma traviesa antes de deshacerse de su jersey con un rápido movimiento. Harry necesitaba desahogarse de nuevo, e intuyendo lo que iba a ocurrir y recordando lo que le había contado Ron, agarró con fuerza su duro pene mientras Myrtle se desabrochaba poco a poco la camisa. Le daba igual todo lo que aquello suponía, y cuando la bruja acabó de quitársela, Harry ya se masturbaba a buen ritmo.

 

El sujetador reductor parecía enorme y dolorosamente apretado, pero hacía bien su trabajo a pesar de que sus costuras sufrían para ello. Harry nunca habría imaginado que aquella chica tímida y reservada tuviese unos pechos del tamaño de los que salieron de aquel sostén cuando Myrtle se lo desabrochó a la espalda.

 

  • Vamos Harry, ¡así no veo nada!

 

Tenía razón, el mago se estaba pajeando a tal ritmo tras ver a su amiga semidesnuda que chapoteaba en el agua salpicando el resto de su cuerpo. Consciente de ello, Harry se incorporó y se sentó en el frío borde de la bañera, muy cerca de la fantasma. Retomó su actividad, pajeándose su enorme polla con fuerza a escasos centímetros de la cara de Myrtle.

 

  • Qué tetas tienes, Myrtle. Son impresionantes -dijo Harry mientras ella se aferraba uno de sus gordos pechos con fuerza mientras se metía los dedos entre las piernas.

  • Jo, yo quiero tener todo... eso -señaló el aparato de Harry con la barbilla-. Todo dentro de mí.

 

La idea la hizo gemir con los labios apretados, jugueteando con sus experimentadas manos bajo sus bragas empapadas.

 

Como si lo hubiese oído y le hubiese dado envidia, Hermione parecía volver a estar jugando con el falo dorado, a juzgar por lo que Harry pasó a sentir entonces. Ahora eran los labios de su mejor amiga los que masajeaban su tranca de arriba abajo, seguidos por la lengua juguetona de aquella estudiosa alumna.

 

  • Monta, Myrtle -dijo a la fantasma con una idea en mente, mientras ella se derretía de placer.

 

La chica se apresuró torpemente a quitarse las bragas y pronto estaba encima de Harry, tensa, con las piernas temblando y sus fantasmales melones tentando al mago sobre su cara.

 

  • Llevo años deseando que me folles, Harry -dijo antes de bajar el culo simulando que se metía dentro el bestial falo de su amigo.

 

Harry sonrió y disfrutó de las vistas. Myrtle sólo le hacía sentir un frescor en la polla que simulaba montar y en las zonas con las que le "tocaba". Sin embargo, la cara de placer de aquella tímida fantasma, sus gemidos mientras se masturbaba simulando el sexo y sus tetas gordas bamboleándose sobre la cara de Harry eran suficientes para mantener la erección de cualquiera. Eso, sumado a la increíble mamada que Hermione le estaba proporcionando a distancia, hacía que Harry ni siquiera se tocase, limitándose a estar tumbado gozando de sus dos amigas.

 

  • ¿N-no te vas a tocar, Harry? -preguntó Myrtle, extrañada y viendo el gigantesco aparato erecto que simulaba montar.

  • No lo necesito, tú ya me haces gozar -mintió a medias Harry, mientras flipaba con las ganas que le estaba poniendo Hermione a la felación, ahora que la bruja sabía que Harry lo notaba todo.

 

A Myrtle aquello le gustó mucho, y echó el cuerpo hacia atrás para correrse con fuerza, dejando una buena visión de sus dedos follándose a sí misma y sus tetazas esparcidas por el pecho. Pero no era suficiente para ella, y el ritmo de su cabalgada aumentó a la vez que Harry sentía ahora su rabo entrando sin piedad en un estrecho agujero de Hermione.

 

La sensación de hacerlo con Myrtle era completamente real gracias a todo lo que ocurría, y Harry de verdad llegó a creerse que el coño que se estaba follando era el de la fantasma. Se agarró con fuerza al suelo mientras sus dos amigas se comportaban de forma salvaje sólo para él. Su polla engordaba por momentos pero Harry no quería que aquello acabase nunca.

 

Hermione se estaba follando su consolador sin piedad, y Harry no iba a poder aguantar la situación mucho más. Sin tocarse ni lo más mínimo, el mago se dejó llevar al fin.

 

  • ¡Me encanta follar contigo Myrtle! ¡Mira lo que has provocado!

 

Lo dijo antes de recordar que cuando se corría gracias al aurum era el falo dorado el que dejaba salir todo fuera. Sin embargo, siguió dejándose ir, follándose a Myrtle y a Hermione en un mismo sexo, con el orgasmo de la fantasma poniendo a prueba sus tímpanos, sus tetazas dando placer a sus ojos y el coño de Hermione consiguiendo al fin que descargase toda su tensión con varios disparos de semen caliente.

 

Sorprendentemente, Harry vio cómo su corrida salía de su propio aparato esta vez, ante una asombrada Myrtle que creía haberlo hecho toda sola. Atravesando a su amiga, los chorros llegaron a la bañera, al suelo, al vientre de Harry y acabaron convirtiéndose en una pequeña fuente que pronto llenó su falo de leche. Myrtle se arrodilló en la bañera y simuló mamársela para retirar todos los restos. Por suerte para Harry, Hermione hizo lo mismo y le hizo gozar de unos labios expertos chupándosela como culmen a la deliciosa madrugada.

 

  • ¿Volverás a visitarme? -preguntó Myrtle, jugando con sus pechos mientras el mago se dirigía a la salida.

 

Harry sonrió y se apretó el pantalón del uniforme, donde destacaba un bulto formado por su todavía semierecto miembro. Satisfecha con la respuesta, Myrtle se fue a su baño habitual por uno de los compartimentos.

 

 

De vuelta hacia la Sala Común tuvo todavía menos problemas, ya que los prefectos de la sexta planta ni le vieron. La bruja de Ravenclaw parecía más interesada en sentir lo mejor que podía a su compañero, mientras él trataba de hacer el menor ruido cada vez que la embestía a su espalda.

 

La Dama Gorda se quejó con palabras muy feas cuando la despertó, pero al fin le dejó pasar. Dentro de la Sala Común, en un sillón amplio y de espaldas a él, distinguió a Ron, iluminado apenas por la luz que la luna reflejaba por las ventanas. Se giró al verlo.

 

  • Ho-hola, Ron. ¿Cómo ha ido? -preguntó Harry, nervioso.

 

Su amigo se limitó a negar con la cabeza, con una expresión extraña en la parte de la cara iluminada. Harry decidió que lo mejor sería hablarlo al día siguiente y se dirigió a las escaleras de los dormitorios. Cuando empezó a subirlas, sin embargo, escuchó unos sonidos. Se giró y pudo ver desde su nueva posición lo que ocurría en el sillón.

 

Ron estaba sentado mirando hacia abajo. En el suelo, unas piernas largas y completamente depiladas brillaban con la luz de la luna. Acababan en un pequeño culotte rosa que apenas cubría un trasero amelocotonado tremendamente apetecible. Una camiseta de tirantes completaba aquel inadecuado pijama, dejando que se apreciasen dos pechos de buen tamaño cuyos pezones casi rasgaban la tela que los cubría.

 

Ron ayudaba a la chica agarrando su melena para que sus rizos rubios no se interpusieran. El brazo derecho de la bruja vibraba, aunque la oscuridad no permitía ver dónde estaba la mano que le daba fin. Lo que estaba claro es que la chica la utilizaba como ayuda para sus propios labios, que a pesar de estar todo lo abiertos que podían, lo tenían difícil para dejar pasar todo lo que Ron les ofrecía.

 

La cara de la bruja arrodillada estaba envuelta en sombras, pero Harry no tuvo dudas sobre su identidad. La cabeza de la chica subía y bajaba lentamente en el camino marcado por la virilidad de Ron, bajo su vientre. Los sonidos del acto eran tremendamente estimulantes, indicando lo mucho que su compañera disfrutaba del momento.

 

Harry se fue poco después, mientras la lengua de Lavender recorría lentamente y con verdadero deseo el regalo que Ron le hacía, saboreándolo. Cuando alcanzó la cima sus gruesos labios tomaron el testigo, y volvieron a abrirse a voluntad mientras la bruja descendía, haciendo el camino de vuelta.