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Harry Potter y la ruta de Eros XII

en Parodias

¡Bienvenid@ a la duodécima parte de Harry Potter y la ruta de Eros!

El capítulo de hoy es bastante largo. Sé que suelen gustar los relatos más completos y no podía contar todo lo que quería de otro modo. Ojalá el esfuerzo haya merecido la pena y lo disfrutes al máximo.

 

Si esta parte ha llegado a existir es gracias a vuestras generosas puntuaciones, a vuestros emails y a vuestros comentarios. Por ello he de agradecer a las personas que me habéis escrito al correo electrónico (cada vez más), así como a draycko, lalo, Xsy, Sir, Camilo y jack, que han escrito unos comentarios llenos de inmerecidos elogios y ánimo que es un placer leer.

Goza de esta nueva parte, y encantado leeré todo lo que puedas aportar a esta serie. Tu participación sólo la hace mejor. ¡Adelante!

 

      18. Espíritu

Los rayos de sol que entraban por las ventanas del cuarto indicaban que la mañana ya había pasado por su particular ecuador. Tres lechuzas pasaron consecutivamente ululando como si mantuviesen una conversación y continuaron su viaje para entregar las misivas que alumnos más madrugadores que él habrían enviado a sus padres, amigos o parejas.

 

La única compañía que tenía en la habitación en ese momento era la clásica tienda de campaña que tanta facilidad tenía para levantarse en sus boxers cada mañana. Se quedó mirándola con una sonrisa de suficiencia, consciente de la suerte que había tenido en la vida con el tamaño de su virilidad. Supuso que debía agradecerlo a la genética, pero realmente no estaba seguro de ello.

 

Se levantó por fin de la cama, un poco aturdido, y fue al baño. Bajó sus calzoncillos negros delante del retrete y comprobó que, a pesar de la costumbre, para un hombre ese era uno de los momentos más patéticos del día. Intentó encontrar una postura en la que no echar todo por fuera y se quedó mirando cómo había crecido el vello rojo oscuro alrededor de su pene durante los segundos que duró su estancia.

 

No se dio prisa a la hora de vestirse. Se había perdido la clase de Encantamientos, pero lo cierto es que no le habría importado cambiarla por la que ahora le esperaba. Hagrid debía tener todo dispuesto en el bosque para comenzar un nuevo día de torturas en Cuidado de Criaturas Mágicas. No pudo evitar un suspiro de desidia.

 

El camino por el castillo se le hizo más largo de lo habitual sin compañía. Todo el mundo parecía estar en clase, y él sólo podía pensar en lo cansado que estaba. Hermione parecía ajena a todo aquello, y el ritmo al que le había sometido aquellas semanas parecía hacer mella sólo en él. No se quejaba, por supuesto, por miedo a que las ganas que se habían apoderado de su novia se perdiesen por un comentario erróneo. Pensaba en esto cuando llegó a la zona apartada de los jardines donde se daba la clase.

 

  • Vaya cara que traes, Ron -se burló Parvati Patil cuando se sentó a su lado.

  • Tengo muchas cosas en la cabeza, Parvati -respondió él, con una sonrisa forzada.

 

No mentía en absoluto. Durante los días que llevaban en Hogwarts había advertido que algo sucedía y él parecía no estar enterándose. Estaba muy preocupado por lo que le había pasado a Harry, pero también por su relación con él. Su mejor amigo parecía distante, y aunque ambos actuaban como si nada sucediese, algo latía en su interior diciéndole que le ocultaba algo, y se esperaba lo peor.

 

  • Bien, chicos, lo que hoy os traigo es mucho más peligroso de lo que podríais pensar. Os presento a Minuto, un kneazle -dijo Hagrid, que sostenía entre las manos una criatura que parecía un gato con las orejas especialmente largas.

 

"Un gato soprendentemente parecido a Crookshanks", pensó Ron, fastidiado.

 

  • No os dejéis engañar por los pequeños kneazle -seguía Hagrid-. Pueden ser vuestros amigos más leales, pero si no sois dignos de confianza pueden ser realmente peligrosos. ¿Verdad, pequeñajo? -acabó, metiendo uno de sus dedos en la boca de "Minuto", que se lo mordió con cariño.

 

El kneazle que Hagrid dio a Parvati y Ron para que cuidasen durante la clase pareció considerarlos merecedores de dicha confianza, pero Ron perdió todo el interés cuando vio que el resto de esos bichos gatunos se encariñaba de igual modo con sus nuevos cuidadores, entre los que se encontraba Crabbe, que parecía más interesado en comérselo que en cepillarle el pelo.

 

Durante las dos horas siguientes se limitaron a jugar con los kneazle y a tratar de que encontrasen objetos que previamente Hagrid había escondido por los alrededores. Ron se aburrió pronto de la actividad y buscó algo en lo que centrar su atención, para dejar de pensar por un minuto en Harry y Hermione. Lo único medianamente interesante que encontró fue el trasero de Parvati, apretado contra la falda de la chica india, que se había agachado para dar otra galleta al renombrado "Catho", que no parecía responder todavía a ese nombre.

 

Ron nunca se había sentido especialmente atraído por las gemelas Patil, a pesar de que los chicos de su curso parecían locos por su tez morena y sus ojos oscuros, que al parecer las hacían realmente atractivas. Ron no podía comprobar desde su posición si, en efecto, Parvati era tan guapa como decían, pero sí estaba claro que ejercitaba sus piernas morenas y su culo delgado y firme, por lo que la falda permitía mostrar.

 

Cuando Parvati se levantó, Ron sintió un impulso incontrolable similar al que cada día le atacaba cuando estaba a solas con Hermione. Fingió ayudar a la chica india a recoger unos frutos de un árbol pero aprovechó para agarrarle la cadera con su mano izquierda y acercar su apetecible culo hacia sí.

 

Tras dar un pequeño respingo, Parvati miró de reojo a su compañero, y después continuó recogiendo frutos a un ritmo mucho más lento, notando en su trasero la presión de un instrumento sorprendentemente largo que se endurecía por momentos.

 

Ron no se reconocía a sí mismo. No era la primera vez que le ocurría en las últimas semanas. Pero el quería a Hermione. No podía hacer eso. No... Un pequeño movimiento del culo de Parvati y se dio cuenta de que sí que podía, y quería. El culo de su compañera, junto a la situación y a lo inesperado de todo eso le estaban poniendo demasiado. El resto de alumnos parecían no darse cuenta de nada, a pesar de que Ron y Parvati ya se restregaban el uno contra el otro con ganas de quedarse a solas.

 

La morena adoraba sentir al novio de una de sus mejores amigas frotando su paquete contra ella. Lo que Lavender le había contado sobre su gran tamaño había resultado ser cierto, y sin previo aviso, el chico la había asaltado delante de todo el mundo. Tenía que aprovecharlo.

 

Cuando Parvati le agarró la mano y empezó a chupar su dedo corazón, el rabo de Ron se hinchó todavía más contra el trasero de la india, que se apretó con más fuerza y continuó lamiendo el dedo de Ron hasta que éste se liberó, profundamente arrepentido.

 

Ron se excusó con Parvati, que se le quedó mirando con los ojos muy abiertos y la respiración entrecortada, y se fue de la clase.

 

  • ¡Ron! ¿Está todo bien? -escuchó decir a Hagrid desde la distancia.

  • ¡Sí! Lo siento, creo que me ha sentado mal el desayuno.

 

Tras recorrer todo el jardín hasta llegar al castillo, Ron seguía dándole vueltas a su cabeza. Se preguntó si debía decir a Hermione lo que había pasado. Ya le había ocultado otras cosas que habían sucedido ese año, pero esta vez él había llevado la iniciativa. Se sentía horrible mientras subía las escaleras que llevaban al pasillo de la clase de Transformaciones, donde había quedado con sus amigos.

 

Ron se alegró al ver a Harry y Hermione en uno de los soportales, pero no pudo evitar fijarse en lo juntos que estaban. No parecía necesario que sus piernas hicieran contacto con todo el espacio que tenían, y se hablaban muy cerca del oído, como si no quisieran ser escuchados.

 

  • Hola -dijo Ron secamente cuando estuvo cerca de ellos.

 

La reacción de sus amigos no ayudó a calmar sus dudas. Lo vieron con sorpresa y rápidamente se separaron, desviando sus miradas y saludándole con excesiva efusividad.

 

  • ¡Hey, Ron! ¿Qué tal? ¿No es un poco pronto? -preguntó Harry con una mueca.

  • ¿Todo bien con Hagrid? ¿Qué os ha enseñado hoy? -dijo Hermione, que parecía fingir su interés.

 

Tras un rato de charla insulsa, con Ron más preocupado de sus pensamientos que de seguir la conversación, se encaminaron a la clase de Transformaciones, que sólo consiguió empeorar su día, por lo mal que se le daba.

 

El resto del día, Ron no pudo dejar de pensar en lo que había ocurrido, y empezó a planear la forma de descubrir qué es lo que hacían sus amigos cuando se quedaban a solas, temiendo lo peor pero demasiado preocupado por las sospechas como para pensar bien en las repercusiones de lo que pretendía. Decidió que lo mejor sería actuar cuanto antes, y el día siguiente tendría de nuevo una oportunidad si se saltaba su clase de Estudios Muggles. Se excusó con Hermione para no pasar la noche con ella y se durmió pronto para levantarse antes que Harry al día siguiente.

 

 

Por la mañana, Ron vio cumplido su objetivo, y la fuerte respiración de Harry seguía oyéndose a través de las cortinas mientras él se incorporaba en la cama. Se acercó con mucho cuidado al baúl de su amigo y, tras buscar en él intentando no desordenarlo, extrajo su capa de invisibilidad y se la guardó dentro de la túnica.

 

La clase de Encantamientos se le hizo eterna. Agradeció que por fin fuese viernes y se despidió de Harry y Hermione al salir, esperando lo necesario para poder seguirles. Cuando parecieron olvidarse de su presencia, Ron fue detrás de ellos manteniendo la distancia. No podía ponerse la capa todavía, pues las escaleras estaban abarrotadas de alumnos y sería muy difícil explicarse si chocase contra alguno.

 

Para su sorpresa, Harry y Hermione se dirigían hacia arriba, y los perdió de vista un momento en las escaleras del cuarto piso. Subió todo lo rápido que el caudal de alumnos le permitió y volvió a encontrarlos, entrando en uno de los muchos pasillos del quinto piso. Los siguió corriendo y, viendo que el lugar estaba vacío, se cubrió por fin con la capa.

 

Se acercó todo lo posible pero no lo suficiente como para que escuchasen sus pasos. Harry y Hermione se movían de forma extraña, mecánicamente, pero Ron no tenía tiempo para pensar en eso. Sabía a dónde iban, y no le gustaba la idea.

 

  • Desconcierto -escuchó decir a Harry ante la puerta del Baño de los Prefectos, que se abrió para él.

 

Ron no podía más. Estaba desesperándose por lo que iba a ocurrir allí dentro, pero tenía que esperar un tiempo para intentar que se adentrasen en el cuarto de baño y no se diesen cuenta de que la puerta se abría.

 

Tras dejar pasar unos minutos, Ron se dirigió corriendo a la puerta, nerviosísimo.

 

  • Desconcierto -dijo él también para abrir la puerta, por la que pasó lentamente.

 

El primer paso estaba dado, en la parte inicial del baño, cuyos compartimentos estaban vacíos, no se encontraban ni Harry ni Hermione, por lo que cerró la puerta con cuidado y, temiendo lo que iba a ver, giró en la esquina que daba lugar a la enorme bañera de los prefectos. Era el único lugar al que podían haber ido. Pero no estaban.

 

Dentro de la bañera, rodeada de espuma y con su larga melena pelirroja apoyada fuera del agua se encontraba Ginny, con los ojos cerrados y los labios apretados.

 

Antes de preguntarse qué hacía allí su hermana, Ron volvió a revisar todo el baño rápidamente para buscar a Harry y Hermione, pero no estaban por ninguna parte. Recordó lo que Hermione le había dicho sobre Harry y la Sala de los Menesteres. Asustado, volvió a acercarse a la bañera, tratando de encontrar una explicación a todo aquello.

 

La contraseña del Baño de los Prefectos era ya vox pópuli, y Ginny no habría tenido demasiado problema para sonsacársela a Hermione o a cualquiera de los prefectos de las otras casas. Sin embargo, no entendía qué hacía allí o qué relación tenía con la desaparición de sus amigos. Además, parecía estar tocándose, a juzgar por sus expresiones y por el lugar al que llevaba los brazos.

 

Nada más lejos de la realidad. Poco después de haber pensado aquello, del agua ascendió una cabeza rodeada de pelo corto rizado muy oscuro y con la piel negra. Dean Thomas era quien estaba bajo el agua, y parecía haber salido para poder respirar. Las manos de Ginny no estaban tocando a la pelirroja, sino que tenían bien agarrado el pelo del mago de Gryffindor para, supuso Ron, dar mayor intensidad al sexo oral.

 

Ron había visto a Dean y a Ginny juntos en la Sala Común un as cuantas veces, por lo que no le sorprendió que fueran más que amigos. El pelirrojo se quedó mirando cómo su hermana morreaba a Dean con unas ganas que nunca había mostrado cuando besaba a Harry. Acto seguido, Ginny volvió a obligar a su amante a meterse bajo el agua y, a juzgar por los suspiros que siguieron a ese movimiento, había dirigido de nuevo su cabeza hacia el interior de sus piernas.

 

Los pechos de Ginny estaban parcialmente cubiertos por la espuma, pero Ron pudo distinguir sus pequeños pezones mientras la pelirroja los acariciaba con uno de sus dedos. Estaban muy duros y coronaban unas tetas de tamaño mediano, más grandes de lo que él recordaba. Ginny no parecía haber heredado los atributos de su madre, pero su pecho era realmente apetecible, con la piel todavía algo morena tras su viaje por Brasil, y tersa, moteada por pequeñas pecas marrones.

 

Ron sabía que eso estaba mal, por lo que decidió irse antes de ver todavía más. Sin embargo, mientras su mente tomaba esa determinación, su cuerpo lo fue acercando a la enorme bañera de los Prefectos, y antes de darse cuenta estaba a menos de un metro de Ginny.

 

Dean aprovechó una nueva subida a por oxígeno para levantar en peso a Ginny y colocar su cuerpo fuera de la bañera, dejando sólo sus piernas en el agua, todavía abiertas para recibirle.

 

  • No pares, cariño. Ya sabes lo que te espera si te portas bien -dijo Ginny a su amante guiñándole un ojo.

 

Dean se apresuró a volver a la entrepierna de su chica para cumplir las órdenes. Ron se fijó en el sexo rosado de Ginny, con escaso vello pelirrojo encima, y para su desgracia dentro de sus pantalones se endureció algo.

 

No, no, no. Era su hermana, y lo que estaba haciendo no tenía explicación. Dean ya lamía los labios menores de Ginny y Ron no podía parar de ver. Cada vez estaba más caliente, y ver la cara de su hermana gimiendo cuando Dean le metió un dedo sin parar de lamerla fue el momento definitivo. Ron se olvidó de todas sus dudas, desabrochó con cuidado su pantalón y sacó de los calzoncillos su miembro, todavía bastante flácido pero lo suficientemente grande como para necesitar más de una mano para abarcarlo. Comenzó a pajearse a menos de un metro del lugar donde a su hermana le estaban comiendo el coño con maestría.

 

Ginny parecía disfrutar como nunca del sexo oral. Sus manos sujetaban con fuerza la cabeza que se encontraba entre sus piernas. Apenas abría los ojos unos instantes para recordar que era Dean quien la hacía disfrutar, y sólo verlo en su entrepierna hacía que se calentase todavía más y volviese a cerrar los ojos y a apretar el pelo de su benefactor.

 

Tras un rato recibiendo, Ginny decidió que era el momento de dar. Como buena samaritana, hizo que Dean saliese de la bañera y lo empujó con fuerza contra la pared. El mago chocó contra ella y se quedó con la espalda pegada a los fríos azulejos, viendo cómo Ginny avanzaba hacia él a gatas con la espuma cayéndole por su escultural cuerpo y una expresión en la cara que auguraba una gran sesión de sexo.

 

Ron veía todo aquello acercándose con cuidado al lugar de la acción. Sintió un orgullo estúpido al comprobar que su rabo blanquecino era mayor que el pene negro de Dean, que aún así hacía honor al clásico mito sobre el tamaño.

 

Ginny se acuclilló ante Dean, apoyó las manos en el pecho del mago y, sin más ayuda que la de los labios, se metió en la boca su gran polla. Comenzó a mamar sin muchas dificultades. Nadie podía negar la entrega de la pelirroja, que trataba de tragarse aquel falo en toda su extensión.

 

Aunque no era capaz de chupar mucho más de la mitad, la mamada que Ginny le estaba haciendo a Dean hizo que Ron recordase algunas de aquellas revistas que Seamus le había enviado años atrás, en las que destacaban fotos en las que brujas realmente atractivas y experimentadas se movían a lo largo de falos de buen tamaño. Le sorprendió que Ginny no tuviese nada que envidiar a esas mujeres, y una punzada de estúpido dolor fraternal le recorrió cuando imaginó cuánto tendría que haber practicado su hermana para llegar a alcanzar esa técnica. Y él que creía que sólo había salido con Harry...

 

De vuelta a la realidad, Ron veía a su hermana chupándosela a uno de sus mejores amigos de la escuela sin poder parar de masturbarse. Desde su posición contemplaba también el culo de Ginny, que tantas veces se había quedado mirando en La Madriguera. Verlo con la chica desnuda era un placer que no había esperado pero que ciertamente agradecía.

 

La pareja decidió entonces que era necesario dar otro paso, y Ron vio cómo Ginny se llevaba a Dean utilizando su rabo como correa hasta uno de los compartimentos que contenían los retretes. La pelirroja obligó a Dean a sentarse en la tapa del váter y acto seguido le rodeó con las piernas y se sentó encima suya, besándolo y frotándose contra su polla lentamente antes de montarla por fin, empezando un espectáculo de gemidos, azotes y cabalgadas que Ron agradeció enormemente.

 

La polla de Dean ponía sin duda a prueba la flexibilidad del agujero de Ginny, pero a ésta no parecía importarle, y seguía botando sobre su chico haciendo desaparecer y volver a aparecer el gran miembro negro dentro de ella. Ron se pajeaba como un poseso con ambas manos hasta que notó un aire frío a su espalda.

 

  • Vaya, Ronald. No te creía capaz de algo así -susurró una voz de mujer a su oído.

  • ¿Qué mierda...? -dijo Ron intentando guardar su paquete de nuevo, mientras se giraba para descubrir a Myrtle la Llorona a su lado, con una sonrisa maliciosa.

  • Calla Ron -dijo la conocida fantasma del baño del segundo piso-. ¿No querrás que nadie te escuche, verdad? -preguntó, mientras Ron oía cómo Ginny le gritaba Dean que la follase como a la puta que era-. Además, no es necesario que guardes... "eso".

 

Myrtle apuntaba hacia el miembro de Ron, cuya punta sobresalía de sus boxers. El pelirrojo se aseguró de que su hermana no se enteraba de nada. Parecía bastante concentrada recibiendo a Dean en su interior mientras el moreno le apretaba las nalgas con ambas manos y le chupaba los pezones.

 

  • Vamos, enséñamela -siguió susurrando Myrtle a Ron, con una risita.

  • No puedo, Myrtle. Ya me voy. Esto no ha tenido ningún sentido.

  • Ohh, no, no, no. Llevo mucho tiempo sola, Ronald, y necesito algo de diversión. Ya he visto el juguete que tienes en los pantalones cuando lo usabas con esa Granger. Y no querrás que le diga a nadie lo que has estado haciendo, ¿verdad? -dijo Myrtle, separándose de Ron y metiéndose en el compartimento contiguo al que ocupaba la pareja.

 

Ron se dio cuenta entonces de una cosa. ¿Acaso los fantasmas podían ver a través de la capa de invisibilidad? Ron no tenía muchas alternativas, y se acercó a la división de compartimentos, desde donde podía ver lo que sucedía a ambos lados. Resignado, volvió a liberar su gran polla, que había perdido algo de dureza. Myrtle puso cara de satisfacción y metió su mano blanquecina bajo su viejo uniforme de Hogwarts, con los ojos fijos en la virilidad de Ron y la boca entreabierta por la sorpresa.

 

Dean había cambiado de posición a Ginny, y Ron podía ver ahora la cara de su hermana, roja por el esfuerzo, mientras se sentaba una y otra vez sobre el mago negro, que la follaba sin piedad. Sus tetas rebotaban firmes en su pecho con las rápidas cabalgadas. Ron siguió machacándosela viendo follar a su hermana, pero pronto captó su atención Myrtle, que tenía la mano derecha metida en unas bragas que se veían de un rosa pálido. Se frotaba con la falda subida sin perder de vista la polla del pelirojo, que le hacía pasar la lengua por los labios como por instinto.

 

Lo que más sorprendió a Ron fue lo que a continuación descubrió Myrtle, quitándose el jersey antiguo del Colegio y la camiseta que se estilaba por aquel entonces. Bajo un extraño sujetador que cubría totalmente sus pechos y que parecía apretar mucho más de lo normal, Myrtle guardaba un par de tetas de gran tamaño que apenas se adivinaban cuando vestía el uniforme. Ron se quedó embobado viendo cómo las sacaba del sujetador y las dejaba caer. ¡Vaya cántaros tenía esa chica tan tímida!

 

Ginny había vuelto a cambiar de posición, y estaba ahora con las manos apoyadas contra la madera del compartimento, que parecía a punto de ceder ante la fuerza de la follada que Dean le proporcionaba a su espalda. Ron se quedó contemplando la brutalidad con la que Ginny parecía disfrutar, pero sus ojos volvían cada vez más hacia Myrtle.

 

La fantasma no era realmente guapa y estaba algo gorda. Había sido la típica chica que no triunfaba precisamente entre los tíos de su clase ni por su cuerpo ni por ser extrovertida, pero Ron en aquel momento estaba ensimismado con ella. Ver cómo se masturbaba por su culpa y tras todo lo que habían vivido en años anteriores le estaba gustando mucho. "Me pone más que Lavender", pensó Ron, sorprendido por la comparación con su exnovia, que era una de las mujeres más solicitadas de su año.

 

Ron no pudo evitar preguntarse qué habría pasado con los superficiales compañeros de Myrtle si la chica hubiese mostrado más esas tetas que ahora colgaban en su pecho. El pelirrojo se vio obligado a acercarse más a Myrtle. Ahora se pajeaba viéndola exclusivamente a ella, y la chica lo supo agradecer, masturbándose con más fuerza y tocándose sus grandes mamas y sus erectos pezones, que Ron desgraciadamente no podía catar.

 

Myrtle gemía ahora sin contenerse lo más mínimo, y Ron temió que la escuchase su hermana, pero parecía estar disfrutando de la follada de Dean sin que nada más le importase, de modo que el pelirrojo aceleró más su paja estimulado por los gritos de la tímida fantasma.

 

  • ¡Dámelo todo, cariño! ¡No aguanto más! ¡AAAHHHHHHHH! -gritó Ginny de repente.

 

Ron apartó la mirada de la caliente fantasma y se giró justo a tiempo para ver cómo Dean sacaba la polla del coño de su hermana y se corría en su espalda. Ginny se dio la vuelta y empezó a chupar los restos del pene de Dean a toda velocidad, con el pelo flotando, incapaz de seguir sus rápidos movimientos.

 

Ron estaba a punto de correrse, y toda la indicación que le dio Myrtle para que lo hiciera fue ponerse de rodillas ante él, con tres dedos todavía introduciéndose en ella, la boca abierta, la lengua fuera y sus grandes tetas apretadas sobre uno de sus brazos, ofreciéndoselas. Ron echó un último vistazo a Ginny, que seguía chupándosela a Dean, y al fin se corrió, apuntando alternativamente a la cara y los melones de Myrtle. El semen salió disparado hacia sus objetivos y, como era de esperar, los traspasó para acabar en el suelo o en la capa.

 

La pareja se incorporó y fue a por su ropa entre besos y caricias. Ron se quedó viendo a Myrtle, que le guiñó un ojo mientras se vestía con su fantasmal conjunto. El pelirrojo contempló con gusto cómo subía sus bragas y su falda por sus gruesas piernas hasta que le apretaron el culo, cómo luchaba con sus generosos pechos para contenerlos en aquel enorme sujetador y cómo se abrochaba lentamente la camisa, con una sonrisa en la cara y con los ojos fijos en su rabo, todavía medio erecto y palpitante gracias a ella. Acto seguido, Myrtle desaparecía por el retrete, de vuelta a su hogar en el segundo piso.

 

Ron dejó pasar un tiempo prudencial desde que el baño quedó vacío y se metió él mismo en la bañera para tratar de aclarar un poco sus ideas. Había olvidado hasta entonces su objetivo de encontrar a Hermione y Harry, y un escalofrío le recorrió la espalda cuando recordó que los había visto entrar en aquel baño cuando realmente no estaban. Ahora mismo todo lo veía con otro prisma, y recogió pronto sus cosas para volver a la habitación, antes de que Harry echase en falta su capa.