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Mi cuñada - 1

en Sexo con maduras

 

Me ha costado decidirme a escribir, pero según mi psicóloga me será bueno hacerlo y ahora explicare lo de mi psicóloga. Soy joven 20 años y universitario, no tan buen estudiante como mi familia quisiera, pero tampoco soy malo. Solo que me comparan con mi hermano mayor. Somos dos hermanos, mi hermano mayor 41 años y yo 20 cumplidos hace pocos meses. Yo soy la equivocación, el inesperado. Totalmente distinto a mi hermano. Él fue seminarista, pero abandono antes de tomar los hábitos, pero le quedo esa impronta.

Lo de la psicóloga tiene historia. Primero me describiré, no me siento raro en mi fuero interior, aunque la gente, alguna, me quiere hacer sentir raro. Mido 1,77, hago deporte, sobre todo juego al futbol y hago bastante running. Estoy fuerte pero tampoco me mato en los temas de alimentación y bebida completamente sana, me gustan las cervecitas, alguna copita, pero todo en su medida justa. Ya sé que por aquí todo el mundo esta súper dotado, etc. En mi caso es cierto y ese es el origen de mis problemas y mi situación.  A las chicas les resulto atractivo, simpático, etc. me es fácil ligar con las de mi edad o más jovencitas, hasta ahí todo bien. Lo malo cuando empezamos con los acercamientos, ya me entendéis, ya que cuando mi rabo se arma, vienen los sustos, las indecisiones, si me va a hacer daño etc. y luego vienen los motes, siendo conocido en el colegio como el burro y no por ser tonto, torpe o suspender. Había una vecina mía, madre de una compañera de clase, que tenían una autoescuela. Muy amiga de mis padres ella y su marido. Mi padre se empeñó en que empezara a dar clases de conducir, para que nada más cumplir los 18 me examinase. No me quedo más remedio que aceptar, aunque yo prefería en esos momentos dedicarme a otras cosas. Pero mi padre no aceptaba un no por respuesta. Las clases siempre me las daba la madre de mi amiga y todo era normal. Yo sabía que tenía 52 años, le gustaba vestir bien pero provocativa. Llevando siempre bastante escote y dejando ver sus operadas tetas, eso lo sabía porque se lo había oído a mi madre. Pasaba el tiempo y yo veía que ella me miraba como observándome, de una manera extraña, algo peculiar. Cumplí los 18 y me dijo que ya estaba preparado para examinarme, que una semana seria el teórico y luego el práctico. Se empeñó en que fuera a su casa para dar más clases del teórico y como siempre mis padres me lo ordenaron, ya me estaba cansando todo eso. Se lo decía a mi amiga, que su madre era un poco absorbente, pero ella me soltó que absorbente no, que pesada mucho.

Esa tarde mismo fui a su casa. Me hizo pasar al cuarto de estar y encima de la mesa estaba el código de circulación, el librito, me extraño porque en la autoescuela lo hacíamos todo con ordenador, ella decía que así se aprendía mejor, que los ordenadores atontaban. Ella de pie explicaba las cosas y mi cabeza estaba pensando en lo que estarían haciendo mis amigos incluida su hija, hasta que dio un golpe en la mesa diciéndome que tenía que estar a lo que estaba. Se apoyó con sus dos manos en la mesa y ahí fue cuando me di cuenta que prácticamente se le veían todas las tetas y el sujetador negro. Mi rabo se puso morcillón. Todos los días fueron así, viendo escote, viendo muslamen porque llevaba faldas cortas y cuando me marchaba y llegaba a mi casa, me tocaba ir al baño, a cascarme como mínimo un par de pajas. Ya que de follar nada, muchas veces se me venía a la cabeza ir un día de putas y pagar para follar, los complejos cada vez eran mayores. Mis amigos si decían la verdad todos se habían estrenado. Yo no decía que no me había estrenado, pero tampoco decía que si para no mentir, simplemente decía que no me gustaba hablar de esos temas, pero alguno se reía que no siempre grande y gorda era lo mejor, cosa que me cabreaba enormemente. Cada día le tenía más manía.

Aprobé el teórico y empezamos a continuar con las clases prácticas, que ella decía que no me hacían falta más pero que por si acaso haríamos alguna más. Me distraía ver sus piernas, eso sería un problema el día del examen seguro, yo rogaba que no me dieran tentaciones de mirar ese día. Me tenía sobre excitado todo el día, me hacía más pajas que nunca. Un día pasamos por una zona donde estaban abriendo un puticlub ante las protestas de los vecinos de la zona, decían que era de lujo. Ya lo tenía pensado lo visitaría si o sí. Ella daba pocas confianzas y regañaba demasiado. La noche anterior al examen esta sobre excitado y nervioso. Mi rabo estaba al máximo, lo intenté, pero no pude acabar con la paja que empecé, nunca me había ocurrido algo así. Me pase toda la noche con empalmes continuos. Si a eso le sumamos el nerviosismo del examen no hubo manera de dormir. A la hora del desayuno mi madre me decía la mala cara que tenía y mi padre que ya podía aprobar, como siempre me puso de ejemplo a mi hermano. También me decía que tenía que ser responsable que los vecinos y amigos se habían portado demasiado bien conmigo cobrando solo las tasas de examen, que tenía que aprobar y volvía con la misma cantinela. Los dos me dijeron que cuando supiera el resultado que les llamara al trabajo y que pasara lo que pasara que no se me olvidara dar las gracias a la vecina. Yo a todo decía que sí, era lo que más salía de mi boca.

Cuando llegue a la autoescuela, respire aliviado, ella llevaba pantalones, menos mal, me sentí relajado. Hice todo el examen y logre controlar mis nervios, yo sabía que en ese mismo momento al acabar sabría si había aprobado. Ella se quedó hablando con el examinador y cuando llego a mi lado, fue lo primero que la pregunte y ella me dijo que fuera a mi casa y ya me diría. No llegaba a entender porque no me lo decía allí mismo. Eso me hizo presagiar lo peor, había suspendido, menuda noche tendría con mi padre cuando llegase. En casa me quede sentado e imaginando como sería la charla que me daría mi padre, era como si la estuviera escuchando. El teléfono dio un timbrazo y pegue un salto no me lo había esperado, era la vecina que me decía que fuera para su casa. Como sabía que tenía otra oportunidad sin pagar más tasas o eso entendí yo, fui dispuesto a convencer a la vecina para que dijera que no me había podido examinar y que lo haría otro día. Cuando llegué a su casa, ella me abrió la puerta me dijo que pasase y se fue hacia el salón, cerré la puerta y la seguí. Cuando entré en la salita, pude ver dos copas y una botella de champan, con una gran sonrisa me felicito y me dijo que había que celebrarlo. Menudo vuelco dio todo mi cuerpo, menudo flipe. Lleno las copas y brindamos, luego me dio dos besos que fueron un poco efusivos. Le pedí permiso para llamar a mis padres y la verdad que no espere a que me lo diera y los llame. Mi padre como siempre me dijo que había cumplido con mi obligación, mi madre me felicito y me recordó que le diera las gracias a la vecina. Nada más dejar el teléfono le di las gracias como me recordó mi madre y muy sinceramente le dije que no sabía cómo agradecérselo.

Ella me dijo que si sabía cómo y como un tren de mercancías desbocado se vino hacia mi diciéndome que quería comprobar con sus ojos eso que había oído a su hija y sus amigas, sobre porque me llamaban burro, la tía no se cortó, me empezó a desabrochar mi cinturón, sin yo soltar mi copa, sin oponer ningún tipo de resistencia y flipando por lo que estaba sucediendo. Mi sorpresa hizo que no me empalmara, estaba en off. Me bajo los pantalones y el slip, ella me miro diciéndome que eso pintaba bien. Agarro mi rabo y sin cortarse como si fuera lo más normal se lo metió en la boca, lamiendo y succionando hasta que eso empezó crecer, podía oír el ruido de la mamada y los ruidos que hacia ella. Se levantó y agarrando mi rabo, me llevo a su habitación y mientras íbamos decía que lo pasaríamos muy bien, que no me preocupase que ella me enseñaría que las jovencitas no tenían ni puta idea de qué hacer con algo tan bueno. Cuando llegamos a la habitación ella se empezó a desnudar y me dijo que terminara yo de desnudarme. Yo no hablaba nada estaba bastante cortado y ella era la que decía todo, me piropeaba, me decía que tenía un bonito cuerpo y unos ojos espectaculares, pero que con diferencia lo mejor era esa polla que la naturaleza me había otorgado. Me hizo tumbar en la cama y me mordía y arañaba, era como una fiera, se dio la vuelta y volvió a comerme la polla, pero esta vez con mayor agresividad y se dejaba caer para que su coño diera con mi boca y con voz de desesperación me decía que utilizara mi lengua, ella seguía comiéndome el rabo y yo su coño, parando de vez en cuando para decirme como comer su coño mejor, en poco tiempo ya no me decía nada, lo debía de hacer muy bien, hasta que sentí como chillaba y mi boca se llenaba de muchos líquidos, que no sabían nada mal. Cuando termino de gritar, se dio la vuelta y mirándome como una fiera me dijo que nadie le había aguantado tanto una mamada sin correrse y a continuación se sentó despacito sobre mi rabo, se notaba que costaba que entrara, pero ella no paro hasta conseguir que toda estuviera dentro. Era mucho mejor de lo que yo me había imaginado cuando me hacía mis pajas, no solo el estar con ella, me refiero a follar en sí mismo, era una pasada. Ella me miraba y me decía que estaba muy cachonda sabiendo que acababa de desvirgar a un jovencito y otra vez se puso a correrse, mientras una mano la tenía tocándose su coño y otra tocándose esas tetas. Corriéndome yo sin esperármelo, es algo que no puedo describir con exactitud, era mucho mejor que una paja que tremendo que fue. Ella sigue con sus movimientos, se movía contoneándose, yo creía que habíamos terminado, pero estaba equivocado. Se oyó abriese la puerta de la habitación de golpe, era el vecino. Nos llamó de todo, menudo escandalo organizo. Yo no sabía qué hacer. La mujer se levantó tranquilamente y de forma insultante le decía a su marido que se callase de una puta vez. El entonces se dirigió a mí y trato de darme un puñetazo, que logre evitar y lo agarre para que se estuviera quieto. Una vez que se tranquilizó yo me vestí rápido y me marché.

Por la tarde cuando llegaron mis padres yo no estaba y me llamaron a mi móvil para que fuera a casa. Cuando llegue yo esperaba un mar de felicitaciones, pero mi madre estaba llorando y mi padre con mirada furibunda. Nada más verme mi madre empezó a llorar con más fuerza y a mi padre no le salían las palabras, solo entendí, que vergüenza, que vamos a hacer, eres lo peor, etc. Se habían enterado de lo sucedido, el vecino se lo había contado y la versión era que su mujer se había pasado con el champan y yo me había aprovechado. Menudo morro. Pero que ella me paro los pies, no había contado el tío lo que había ocurrido en verdad. Ni que nos había pillado follando. Esto es lo que llevo en un principio a llevarme a una psicóloga. Que después de varios meses, ella me creyó y me hizo ver que no era nada anormal, todo lo contrario que eran cosas habituales en esta vida. Diciéndome también que era normal que las chicas jóvenes se asustaran o por lo menos se preocuparan por el tamaño, que lo que pasaba con las maduritas es que ya estaban más fogueadas.

Hablo con mis padres y les convenció de que ya estaba todo bien. Mi padre no se quedó conforme solo con eso, le preocupaba como decía él una recaída con la vecina tan cerca o que tuviera jaleo con el vecino. Su gran idea era que me fuera a La Coruña con mi hermano. Yo como es lógico no quería irme y alegue que a mi hermano lo mismo no le hacía mucha ilusión o a su mujer. Sorpresa la que me lleve cuando ya habían hablado con ellos y me habían matriculado en la universidad de La Coruña. Yo proteste todo lo que pude, como veía que la decisión estaba tomada, trate de que fuera la de Santiago de Compostela, no por nada, porque no conocía ninguna de las dos, pero por la fama, que yo creía que sería más interesante esa y así no tendría que vivir en la casa de mi hermano. Me dio igual todo, a mi hermano le hacía ilusión de que viviera con él y me lo creo, pero también porque sería un ahorro para mis padres, además de estar controlado por mi hermano. Unos días antes de irme a vivir con mi hermano me encontré a la vecina, que desde que sucedió lo que sucedió siempre iba acompañada por su marido, esta vez estaba sola. No estaba nada arrepentida y en un hueco de la escalera me metió mano y me decía que era una pena, que lo sentía mucho pero que, si quería ser feliz buscar mujeres maduras que ellas no perderían el tiempo como las de mi edad y si puedes haz propaganda de lo que te cuelga, que eso será un buen reclamo, luego me dio un beso bien dado y me dijo que me acordara de ella.

Yo ya había estado en casa de mi hermano hace muchos años. Entonces vivían en un piso él y su mujer. Pero hace ya varios años se compraron un chalet. Mi hermano como ya he dicho antes tiene 41 años, un buen trabajo que le deja vivir holgadamente. Era serio, poco dado a las bromas y las confianzas, muy formal y demasiado correcto, nunca se enfadaba y no discutía jamás, simplemente te daba un sermón y te creías que estabas en misa. Se llama Ignacio. Yo que me llamo Roberto, pero la familia y amigos me llaman Rober, soy lo opuesto a él. No parecemos hermanos ni en la manera de ser ni físicamente. Su mujer, mi cuñada se llama Paula y tiene 39 años. 19 más que yo. Es distinta a mi hermano por eso se complementan, ella es vivaracha, viste moderna, no como mi hermano que siempre va con traje hasta que se le desgastan. También es bromista y le gusta hablar mucho, es muy parlanchina, pero se la ve muy inocentona. Nos tenemos confianza, no mucha, pero más que con mi hermano. Que lo veo muy parecido a mi padre.

Cuando llegue a la estación y baje de el tren iba mirando para ver si los veía, pero no había rastro de ellos, hasta que los vi justo debajo de un escudo que ponía A Coruña. Allí estaban los tres el, ella y mi sobrino de 2 o 3 años. Lo primero que me fije fue en mi cuñada, parecía que le habían crecido las tetas, me da igual que piensen que soy un guarro, pero es en lo primero que me fije. Recordé una cosa que decía mi madre muy a menudo, cuando decía que a alguna conocida de dar el pecho le habían crecido los pechos, deduje que sería por eso. Mi hermano como siempre fue muy seco, me dio la mano y un beso. Mi cuñada tan jovial como siempre me dio un gran abrazo y dos besos, diciéndome el estirón que había dado en un año que llevábamos sin vernos. Mi sobrino me huía, no quería ir conmigo, es natural para él era un extraño. En el coche mi cuñada se puso detrás con el niño y yo delante con mi hermano. Una vez en el coche mi cuñada pregunto que me había pasado esta vez con mis padres para tenerlos tan disgustados y para que me hubieran mandado allí. Yo no sabía que decir y me saco del trance mi hermano diciendo que eran cuestiones generacionales y mi falta de madurez. Esto último como que no me gusto, pero era preferible eso a tener que contar a mi cuñada los detalles de lo sucedido.

Llegamos a la casa, era una casa típica gallega de piedra con un jardín no muy grande, pero si espacioso y la casa por fuera se veía bastante grande, lo curioso es que la cochera estaba abajo y por ahí se podía entrar a la casa, pero la puerta normal estaba como en la primera planta había que subir una escalera larga. Mi cuñada me enseño toda la casa hasta que llegamos a las habitaciones, estaba la de ellos y a un lado estaba la mía y en el otro lado la del peque. Su habitación tenia baño completo, el baño que yo tenía que utilizar estaba en el otro extremo de las habitaciones y abajo donde estaba el salón la cocina y otra habitación había un aseo de cortesía. Ella tan amable y detallista como siempre me dijo que la semana siguiente comprarían una televisión para mi habitación y yo les dije que no se molestaran, ella dándome un beso en la mejilla me dijo que de eso no se hablaba más y que tendría la televisión. Me fui a poner cómodo y me puse un pantalón azul marino corto y una camiseta de propaganda.

Ella también se puso cómoda, venía con un pantaloncito corto de color blanco y una camiseta también blanca. Tenía unas piernas muy bonitas y un culo que era como un corazón al revés, donde resaltaban sus nalgas. Mirarlo me daban hasta escalofríos. Mi hermano se había quitado la chaqueta de vestir, para ponerse una de lana, ni se quitó la corbata, eso era para el ponerse cómodo. Ella acostó a mi sobrino y después cenamos los tres. Mi hermano se marchó pronto a dormir y mi cuñada está muy contenta de poder hablar con alguien, porque era ella la que hablaba. Se fue con mi hermano a su habitación y cuando volvió, me quede patitieso, venía con un camisón largo, que se notaba que no llevaba ropa interior debajo, ni arriba ni abajo y se le notaban los pezones poco, pero se le notaban. Teníamos la televisión puesta, pero daba igual, porque no paraba de hablar, me hacía preguntas, pero no esperaba mi contestación, yo solo me fijaba en ella y lo buena que estaba. Tuve que coger un cojín para ponérmelo delante de forma disimulada. En poco tiempo me conto toda la vida que llevaban allí los dos. Era increíble cómo le había cundido la charla. Si esperármelo me pregunto lo que me había preguntado en el coche y añadió que no era tonta y tenía que haber sido algo gordo.

Me hice el interesante y quise dejarla con la intriga. Porque quería pensar como contárselo y contarle también como dijo mi vecina para que se enterase lo del tamaño de mi rabo, pero tenía que prepáramelo bien. Me salí por peteneras diciéndole que tenía razón, que algo había pasado pero que tenía que pensar como decírselo que me daba corte, me di cuenta de que se quedó intrigada e insistió y yo le dije que era muy personal, que me diera un tiempo. Ella al final me dijo que vale. Al rato no lo pudo evitar y volvió al ataque, esta vez como si me costara le dije que me diera esa noche de tiempo y mañana se lo contaría, esta vez se quedó más convencida y me dijo que como comeríamos solos, en el café de la sobremesa se lo contaría todo.  Como todavía no había empezado la universidad por la maña cuando me levante me fui a correr por los alrededores y cuando ya paso hora y media regrese. Paula estaba vestida perfectamente, me pidió si me podía quedar con el niño que ella tenía que salir a comprar algunas cosas y no me quedo otra que decir que sí. Me duché con rapidez y fui a ver al niño que como me había dicho mi cuñada le había dado de desayunar y se había quedado dormido otra vez. Lo que hubiera hecho otro en mi lugar no lo sé, pero yo me puse a hurgar por todos los sitios tratando de saber más de mi cuñadita. Abrí un cajón grande y lo encontré lleno de ropa interior femenina, había todo tipo de bragas y tangas, los tangas eran micro, más pequeños de los que había visto yo a amigas mías, no sé qué podía tapar eso. Las que más me gustaron fueron unas bragas que casi tenían la forma de unos bóxeres con encajes, el culo debería resaltar mucho con ellas puestas, los sujetadores eran todos casi igual, variaba el color y algún detalle en la forma, pero eran grandes. No quise tocar más en ese cajón porque estaba todo colocado al detalle y no quería que se diera cuenta de que había estado hurgando. Miré cajón tras cajón y no había nada destacable, hasta que me di cuenta de un cajón cerrado con cerradura. Tire del cajón, pero no se abrió. Busqué por encima del tocador en unas cajitas que había y en una de ellas encontré un par de llaves, no eran iguales, eso se veía a simple vista, pero la primera que metí abrió. Toma ya, di con el tesoro. Había un dildo dorado, un consolador con la forma de un rabo de látex, que estaba metido en una bolsa de tela roja, atada con un cordel. Varios frascos de geles con distintos sabores y para usos diversos. Lubricantes y cremas. Al fondo una caja que no quise abrir, no hacía falta, se veía algo parecido a un vibrador con ondulaciones y de él, salía también como una lengua. Ver todo eso y pensar en lo inocente que parecía mi cuñada hizo que mi rabo se pusiera duro y fuerte. Pensé que todo eso no pegaba con mi hermano. La verdad que descubrir todo eso hizo que me llevara una monumental sorpresa, deje todo como lo había encontrado y me fui de su habitación.

A partir de ese momento me costaría ver a mi cuñada simplemente como una cuñada. Deambule por la casa sin saber qué hacer, pero llegue al convencimiento de que tenía que ver desnuda a mi cuñada por lo menos una vez.  Ese descubrimiento hizo de mi todo un espía. Llego mi cuñada de sus compras malhumorada la habían engañado y no supo protestar. Mientras hacia la comida no paraba de contarme lo que le había pasado y lo que tenía que haber dicho. Apareció mi hermano, no lo esperábamos para comer ya que según mi cuñada nunca comía entre semana en casa. Ese día se había escaqueado. La comida la hicimos en la cocina, que era muy grande, ellos la utilizaban siempre y el comedor solo lo utilizaban para ocasiones especiales. No lo he dicho pero mi cuñada se había puestos muy cómoda, lo que se traducía en muy provocativa por lo menos para mí, mi hermano lo debía de ver normal. El estar mi hermano suponía que no tendríamos la conversación pendiente. Paula empezó a contar a mi hermano lo que le había sucedido por la mañana y yo me escabullí porque no quería oír otra vez el mismo rollo.

Me puse a leer un libro que me había comprado en la estación para el viaje y lo tenía a medias. De fondo podía oír como mi hermano la calmaba y cuando lo logro ella volvió a preguntarle qué había pasado conmigo para estar con ellos, que no la importaba que yo le caía muy bien, pero que no la tratara como si fuera estúpida. Ignacio salió del paso alegando que eran asuntos muy íntimos míos y que no estaría bien que el los desvelase, que eran problemillas lógicos de mi edad y que con la explosión de hormonas juveniles ya se podía imaginar. A mi cuñada no se le oyó decir nada de momento y luego oí como le decía que no la había convencido mucho la explicación. Mi hermano tratando de dejarla convencida le dijo que por la noche le contaría que ahora andaba yo por ahí. Me puse a pensar como poder escuchar lo que se dijeran. Lo único que se me ocurrió era irme a dormir muy pronto y como ellos no dejaban la puerta de su habitación cerrada para poder oír a mi sobrino por si pasaba algo poder oír así.

Nada más cenar y sin tomar postre me levanté y me despedí para irme a dormir. Se quedaron extrañados y puse mala cara diciendo que no dormí nada bien la noche anterior y que me dolía la cabeza. Mi cuñada me trajo una aspirina y no me quedo más remedio que tomármela. Luego me fui a dormir. Desde arriba oía a mi cuñada en la cocina y mi hermano con el niño viendo la televisión. Oí levantarse a mi hermano que le decía a Paula que el niño estaba dormido, que lo llevaba a acostar y que él la esperaba en la cama. Mi cuñada le soltó, está bien, pero espérame despierto no se te ocurra dormirte. Yo corrí hacia mi habitación y me tumbé en la cama. Oí a mi hermano por allí. Luego un largo silencio hasta que unos golpecitos muy suaves sonaron en mi puerta y se abrió un poco, mi cuñada dijo mi nombre y pregunto si estaba mejor, pero yo no conteste, ella volvió a cerrar la puerta. Como mi habitación estaba a oscuras, empecé a contar y cuando llegue a 300 que eran cinco minutos, me levante con mucho cuidado. La construcción de los tabiques no era muy buena y podía oírles hablar. Hablaban de algo del fin de semana. Pegue mi oreja a la puerta y no oí nada, con mucha suavidad fui abriendo la puerta y me lleve un buen susto, pero se me paso rápido. Fue por unas sombras que vi. Pero era una lámpara que había en la habitación de mi sobrino con poca luz pero que se movía, tenía figuritas. Abrí un poco más la puerta y me puse a gatas. La habitación de mi hermano no estaba abierta del todo estaba por la mitad. Había una luz a ras de suelo, ese tipo de luz nada más la vi en los hospitales. Seguían hablando de lo que para mí eran tonterías, si seguían así me iría a mi cama. Bueno Ignacio ya me puedes contar. Mi hermano le conto bastante, prácticamente todo lo que había pasado y mi cuñada solo decía una y otra vez, que fuerte, no puede ser. Mi hermano en mi defensa le decía que eran mis hormonas que estaban revolucionadas. Pero ella le decía si es que no había chicas de mi edad, que además yo tenía buen tipo, que era muy guapo y resultón, que no lo entendía. En ese momento me quedé perplejo cuando oí como mi hermano le contaba que, seguro que era por el tamaño de mis partes, ese es el término que utilizo. Le conto a mi cuñada cuando mi madre me llevo al urólogo para que me viera, porque estaba muy desarrollado y mis testículos eran muy grandes. Alguien le había dicho que había una enfermedad que se llamaba elefantiasis. Yo ya ni me acordaba, porque el urólogo le dijo a mi madre que no estaba enfermo y que no me pasaba nada raro, simplemente que había hombres con distintos tamaños. Me enfureció que le contara eso. Mi cuñada le pregunto con curiosidad si en verdad era tan grande. Mi hermano dijo que no lo sabía, pero que seguro que era una exageración de mi madre sumado al consejo de alguna amiga listilla. Que me diera cuenta de que para mi madre era más un nieto que un hijo. Se quedaron en silencio y me estaba dando la vuelta, cuando mi cuñada le dice que se esté quieto, que lo mismo les puedo oír. Mi hermano le contesta que yo estaré roncando ya hace un buen rato. Va provocándola diciéndole si no se ha dado cuenta como la miro yo y mi cuñada le llama guarro y que ya está con sus guarradas. El sigue diciéndole que seguro que ya me he hecho alguna paja pensando en ella y ella le vuelve a decir guarro, pero en un tono bien distinto. Se oye nítidamente como se besan y el sigue diciéndole guarradas. Ella suspira cada vez más profundamente. Me doy cuenta de que la debe estar follando porque ella le va diciendo que suave, pero que se la meta bien. Él le dice si o le gustaría que yo estuviera mirando, eso me puso nervioso porque llegue a pensar que me había visto. Ella no contestaba, luego le decía que si no le gustaría que en ese momento estuviera delante de ella haciéndome una paja. Ella gemía mas. Estuvieron un rato más hasta que les oí como se corrían. Al terminar ella medio en serio medio en broma, le decía que era un cochino. Él se reía y le decía seré un cochino, pero bien cachonda que te pones. Ella en plan desafiante le dijo, por lo que veo te pone cachondo que tu hermano me mire. El solo contesto que era divertido. Ella se justificaba que no lo hacía queriendo, que ella estaba como siempre estaba en su casa. Mi hermano la animaba a ser más descarada para ver quien tenía razón, si ella diciendo que eran invenciones suyas o el que decía que me ponía a mi cachondo. Ella termino la conversación diciendo, como tienes engañada a la gente, si supieran lo pervertido que eres y no me empieces con lo que te gustaría verme con otros. Que eres muy guarrete. Me fui a mi habitación y una vez en mi cama pensando en todo lo que había oído, alucinaba hasta casi delirar. Pensando en un montón de disparates, como que mi cuñada a partir de ese momento andaría medio en pelotas por la casa.

Cuando baje a desayunar mi cuñada estaba totalmente vestida, de forma normal, muy discreta. Mi hermano ya se había ido y ella daba de comer al niño. Me vio me saludo y me pregunto cómo me encontraba. Yo le dije que bien y mientras desayunaba vi una actitud totalmente normal en ella. Ese día también vino mi hermano comer, pero nada más terminar de comer ellos me pidieron que me quedara con el niño que tenían que ir a comprar algo, que no tardarían en volver. Ya me imagina yo haciendo de niñero más de una vez, tendría que hacerlo, ellos me tenían allí. Regresaron y subió mi cuñada diciéndome que fuera a ayudar a mi hermano. Que pasada, me habían comprado el televisor que dijeron, pero además un ordenador, en una hora ya tenía todo montado y funcionando. Mi cuñada me dijo que ya le enseñaría a usarlo. Porque el otro ordenador que había era el de mi hermano y que solo utilizaba para asuntos de trabajo. Por cierto, el ordenador que tenía era muy antiguo. Yo a mi cuñada le dije que cuando ella quisiera. Pude vislumbrar una pequeña sonrisa en mi hermano.

Pasaron dos meses, yo ya había empezado la universidad, mi cuñada y yo éramos cada vez más cómplices, pero sin nada más, solo eso cómplices, confidentes. Yo seguía escuchándoles y en la cama eran muy permisivos. Metiéndome mi hermano constantemente en sus batallas nocturnas, como también metía a otros tíos, que yo no conocía físicamente, pero si los había oído nombrar. Al final los considere juegos sexuales, nada más que eso. Lo que no evitaba que luego me hiciera unas pajas de película, lo que mas rabia me daba era no poder verles. Durante tres días no iría a la universidad, preparaba los parciales mejor en casa. Me pasaba el día estudiando y no hacía caso a nada ni a nadie. Un día después de comer en la cocina como siempre, mi cuñada cuando vio que me volvía a estudiar, no me dejo, me decía que ahora descansaría un poco para despejarme y que ya de paso hablaríamos de esa conversación pendiente. En ese momento me di cuenta de lo rica que estaba hoy. Llevaba un vestido muy bonito, corto y con varios botones desabrochados. Nos fuimos con el café a la salita y nos sentamos en el mismo sofá, los dos sentados de medio lado. Los dos con una pierna medio doblada encima del sillón. Hasta ahí todo normal. Empezó ella a hablar de mí, si no traía amigas, que no me oía hablar con amigas, todo enfocado a las mujeres, no sabía a donde quería llegar y lo soltó de golpe, me pregunto si yo era homosexual. Pregunta extraña ya que mi hermano le conto todo. Imagine que sería para picarme. Cuando le dije que no. Me pregunto qué entonces porque estaba allí con ellos. Que cada vez que le preguntaba a mi hermano era como un gran secreto, me estaba mintiendo en mi cara, pero no podía descubrirla. Quería jugar pues a jugar.

Le conté todo con pelos y señales. Mucho más de lo que le había contado mi hermano y mucho más de lo que sabían mis padres. Ella estuvo todo el tiempo en silencio sin alterarse, aunque la respiración si se le altero un poco más y lo digo porque se notaba en el subir y bajar de su tremendo pecho. Yo me aguantaba el reírme porque sabía que ella se esperaría evasivas por mi parte. Dio varios sorbos a su café y se fue a poner otra taza, ahora estando yo solo si me sonreí. Vino con otra taza llena y nada más sentarse me pregunto qué porque no con chicas de mi edad que era lo normal, que además ahora era mucho más fácil que antes. Solo me falto aplaudir cuando oí la pregunta, porque me acorde lo que me dijo mi vecina y antes no pude meter en la conversación lo de mi tamaño, quería ver su cara. Hice muchas muecas con mi boca, gestos agarrándome las manos como si estuviera nervioso, pero ella en plan hermana mayor o haciendo de madre, no sé qué se le estaría pasando por la cabeza, me agarro mis manos tranquilizándome y diciéndome que quedaría entre nosotros solos.

No sabía cómo empezar, porque lo había planeado detenidamente muchas veces en la soledad de mi cama, pero ahora se me había olvidado todo. Tuve que improvisar. Conté que era por mi tamaño que las chicas una vez que la veían toteaban, pero a la hora de la verdad, nada. Hasta que llego la vecina y no me vio raro todo lo contrario. Ahora note como se le marcaban los pezones en el vestido a mi cuñada, la cosa iba por buen camino. Ella me decía que era como todo, uno tiene las cosas de un tamaño y otros de otra, como la nariz, las orejas. Pero que en las mujeres también ocurrían. Ahora era yo quien la picaría. Con socarronería dije, si pues a mí me toco todo lo diferente en dos partes, allí me lo lleve todo. Ella con pasmo me pregunto qué dos cosas eran esas, que no me entendía. Haciéndome mas el angustiado le dije que no sabía cómo llamarlo. Ella muy comprensiva me dijo que estábamos en confianza y que como quisiese yo. De sopetón dije mis huevos y mi rabo. Casi le da un soponcio y me dijo, mejor testículos y pene, estaba otra vez en plan fino. Me hacía gracia con todo lo que se decían de noche. Pero ella volvió con la misma canción. No será para tanto, los hombres siempre les dais una importancia exagerada a eso. Yo con simulado enfado le dije que ella hablaba sin tener ni idea, que era muy fácil hablar por hablar. Y di mi puntilla, diciendo si hasta me llevaron a un especialista. Ya no se atrevió a decir nada más.

Por la noche me volví a acostar pronto como otras noches. Cuando oí a mi cuñada subir hice lo que tantas noches había hecho ya. La diferencia que esa noche iba a ser muy distinta. Oí a mi hermano como le decía que estaba muy mojada que como era que estaba así. Ella le conto la conversación que habíamos tenido y que se había sentido tan guarra como se ponía el muchas noches. Mi hermano le decía que ella era muy puta, que se había quedado con las ganas de vérmela. Ella emitía pequeños sí. El volvía a decir que no sabía porque no me había pedido vérmela y a la vez daba la respuesta, porque la puta de mi mujer no se conformaría solo con eso y seguro que la devoraba. Se oyó como decía un largo si y como se corría.

 

Si lo que he escrito hasta el monto ha gustado, seguiré escribiendo el resto. Espero que lo que lo lean sepan disculpar los errores de ortografía o algunas expresiones, los nervios de hacer algo así también cuentan. Otra cosa lo de mi psicóloga, no me dijo que publicara nada en internet. A lo que se refería era a que lo escribiera para mí y pasado unos días o un tiempo, volviera a leerlo para que me diera cuenta de las cosas y si debía rectificar en algunas cosas. Lo de publicarlo es solo idea mía.