miprimita.com

Mi cuñada – 6

en Sexo con maduras

Cada vez llovía más copiosamente, esa lluvia característica de aquí, lluvia muy fina, pero como llovía. Me dirigí a la zona de llegadas, mie hermano ya estaba esperándome, bien resguardado. Había llegado tarde. Me hizo bajar del coche porque conduciría él. Por lo que me dijo ya había llamado a Paula y ella le dijo que me había dormido.

Ignacio – Rober cuando quedes con alguien, tienes que llegar a la hora. Yo siempre salgo con media hora de antelación, por si surgen complicaciones. Pero claro lo tuyo no fueron complicaciones. Seguro que te pondrías ayer noche, como decís la juventud, hasta el culo y hoy no eras capaz de levantarte.

Yo – Que no, que es que no he dormido casi nada.

Ignacio -  Lo único que espero que no le hayas calentado la cabeza a Paula.

Yo – No, me he portado bien y le he ayudado en todo lo que he podido.

Ignacio – Si eso es verdad, me quedo más tranquilo.

El resto del viaje, mi hermano me hablaba, pero fui dando cabezadas, por lo que no me entere mucho. Nada más llegar abrió la puerta del garaje Paula y saludo a mi hermano con un beso, pude ver cómo iba de provocativa mi cuñada y como mi hermano cuando creía que yo no le veía, le metió la mano por debajo de la falda a Paula, que como si se ruborizase se la quitó, indicándole que yo estaba allí. Según subíamos, mi hermano se metía con ella y ella bien que le zorreaba. Ignacio dijo que iba a descansar hasta la hora de comer, que se había acostado muy tarde la noche anterior y como tuvo que ir con mucho adelanto al aeropuerto, no descanso nada bien. Antes de irse a dormir mi hermano me paso al niño para que le diera un vistazo. Lo cogí y lo lleve a donde tenía su parque cuadrado, cuando lo vio se quería ir a él y lo deje dentro con algún juego.

Nada más hacerlo me subí a la planta de arriba. Tenían la puerta cerrada y pegue bien la oreja, ya estaba mi hermano diciéndole cosas como puta, zorra, que seguro que me había puesto cachondo y ella solo le decía que bajara la voz, a lo que él le contestaba que desde abajo no podía oírles. Volviendo a las andadas y ella negaba una y otra vez, hasta que él le dijo, que luego se vistiera, con un buen escote y falda corta, para provocarme, ella trataba de convencerle de que no, pero añadió algo que me llamo la atención. Le dijo que se pusiese la ropa que se ponía cuando iban de viaje, la que se ponía para excitar a otros. Mi hermano le decía que se vistiese ahora que quería verla y después de mucho hablar ella dijo que vale. No se oía apenas nada, hasta que oía a mi cuñada que le decía, es esta la ropa que decías, ya estas contento, y él dijo que no, que se quitase el sujetador, ella protesto un poco, pero se dejó convencer rápido. Se oyó la voz de mi hermano que todo orgulloso le decía, que así levantaría la polla de cualquiera. Tuve que salir corriendo cuando mi hermano le dijo, que se bajara ya, que estuviera atenta para ver lo que yo hacía y que esta noche ya le contaría y despiértame a las dos para comer.

Me bajé rápido y cogí al niño en mis brazos. Oía bajar a mi cuñada y oí como de pronto se quedó parada. En ese momento pensé si ya estaba vestida de forma provocativa y eso a Ignacio no le llamo la atención, que le hizo ponerse esa ropa que decía el de cuando iban de viaje, era imposible que fuese más provocativa. Cuando apareció no se me cayó el niño al suelo de milagro. Era imposible que mi hermano la permitiera ir así. Llevaba una blusa blanca escota, medio trasparente, que se veía que no llevaba sujetador. Y sujeta con una cinta, sin botones, que parecían que las tetas se saldrían. Una minifalda holgada, que se veían sus piernas demasiado bien. El niño cuando vio a la madre, estiro sus brazos para irse con ella, Paula se acercó para cogerlo en brazos, venia un poco cortada. Cuando fui a darle el niño, mis manos sin querer y luego queriendo, tocaron sus tetas, esas que hacia pocas horas habían sido mías.

Paula – Ni con tu hermano en casa, ni con el niño por medio te cortas.

Yo – Si al llegar cuando te he visto vestida más discreta, me han entrado ganas de meterte mano, tu fíjate así. ¿Ese es el uniforme que te pones en tus viajes con Ignacio?

Paula – Menudo fisgón que eres. Pues sí.

Yo – No se adonde iréis, pero dejaras a todos con los rabos en posición de firmes.

Paula – Que bruto que eres.

Yo - Y tu encantada de la vida.

Paula – No me tengo que justificar en nada. Pero es cuando mejor está tu humano en la cama. El único problema, que cada vez va queriendo más.

Yo – No me fastidies Paula. Que también será porque tú quieras. Y como seguro que es así ¿qué problema ves?

Paula – El problema ya lo has visto, yo en otras circunstancias no hubiera tenido nada con nadie y menos contigo. Pero tanto va el cántaro a la fuente, que al final se rompe.

Yo – Te disgusto lo que ha pasado.

Paula – No soy una hipócrita, claro que no me disgusto. Eso es lo malo.

Me arrime a ella y trate de besarla, pero me hizo la cobra. No quería con el niño delante. Lo dejo en el parque con sus juegos y luego tiro de mi mano y me llevo a la cocina. Allí si nos besamos y notaba su cuerpo pegándose al mío de manera frenética. Me decía que estaba muy caliente. Añadió que no sabía el motivo, pero que el saber que su marido estaba durmiendo, le ponía peor aún. Cuando metí mi mano por debajo de su falda, me topé con sus bragas, le dije que eso no me gustaba, ella se metió una mano y las aparto y a continuación se apoyó en la encimera de la cocina, saco su culo para afuera y me dijo que no me lo pensase. Saqué mi rabo y se lo metí de golpe. Ella se movía con muchas ganas y yo empujaba con más ganas aún. Estábamos en el cielo cuando sonó el timbre exterior y se oía que llamaban a Paula. Tuvimos que parar al momento. Era Olalla que ya estaba en la misma puerta. Mi cuñada salió corriendo y antes me dijo que la fuese atendiendo yo. Abrí la puerta y nos saludamos y le dije que Paula ya bajaba.

Olalla venia prácticamente vestida igual que la última vez. Lo único que cambiaban era el color de las prendas. Hablaba y bromeaba conmigo. Tenía una conversación muy amena. Contando siempre chascarrillos y aventuras y desventuras de juventud. Cuando llego Paula, que no tardo mucho, lo único que se había cambiado era la falda, que trajo una falda amplia y por debajo de las rodillas. Yo las deje solas y dije que me iba al ordenador, pero mentí, me quede espiando.

Olalla - Pauli, ahora me explico muchas cosas. Vas enseñando las tetas, que se te nota todo.

Paula – Tu que estas más salida que nada.

Olalla – Pregúntale a tu cuñado, que seguro que estaba empalmado de verte andar así.

Paula – De verdad, estas muy salida, dile a tu marido que te haga algo o te convertirás en un peligro.

Olalla – Pauli lo que tú digas, pero o tu cuñado tiene entre sus piernas el mayor badajo, porque ya no sería polla o está todo el día empalmado.

Paula – Cambiemos de tema, que empiezas a desvariar.

Olalla – Si, seguro. Pero lo mismo estabas provocándole para ver si te lo trajinas.

Paula – Olí, que Ignacio esta en casa.

Olalla – ¿A ya llego?

Paula – Pues sí, hace un ratito.

Parece que saber que mi hermano estaba en casa la tranquilizo y se pusieron a hablar, según ella, del pesado del marido. Que por lo que se ve trabajaba en el trasporte y le tocaba hacer un porte que le llevaría unos días. Y que estaba encabezonado de que se fuera a casa de la madre de él, que no quería que estuviese sola estando embarazada. Para no extenderme más, os diré que ella le había dicho a su marido que mi cuñada y mi hermano estarían pendiente de ella, que si se encontrara mal ellos la ayudarían, que no se iría a casa de nadie y que después de una discusión salió ganando ella. Y luego con su humor le dijo a mi cuñada, que a quien tendrían que mandar a su casa a cuidarla era a un buen par de mozos como tu cuñado. Paula le decía que ya la daba por perdida, que era inútil. Se marchó casi a la hora de comer. Por indicación de mi cuñada desperté a mi hermano, que al bajar frunció el ceño al ver a mi cuñada supongo que, con esa falda, me salí un momento de la cocina y efectivamente mi hermano le pregunto disgustado por el cambio y mi cuñada el conto la visita de Olalla.

Por la noche nos pusimos a estudiar y en la misma posición que la otra vez, la diferencia que mi cuñada iba a por todas, porque debajo de la falda no llevaba nada y facilitaba los movimientos de mis dedos. Menudo calentón nos estábamos cogiendo los dos. Ella llego a ser muy descarada, porque en un momento y arriesgando mucho, me saco el rabo se agacho y se lo metió en la boca, dando varias mamadas. Si seguíamos de esa manera no sé qué podría pasar, porque yo estaba cerca de correrme. Cerré las carpetas y dije que me iba a dormir. Subí a mi habitación y Paula subió a dejar todos sus papeles arriba y a dar un vistazo al niño, que ella se iba también a la cama. En la misma puerta de mi habitación se puso de rodillas y bajándome los pantalones se puso a comerme el rabo. Paro cuando oyó a mi hermano cerrando la puerta de la entrada bien y apagando las luce. Yo me metí en mi habitación. Más tarde desde mi puso de observación, mi cuñada estaba completamente desnuda y destapada, además había colocado el espejo mejor para que la pudiera ver. Mi hermano cuando toco con su mano el coño se quedó perplejo porque le dijo que le pasaba para tener el coño así. Y ella le dijo que entre lo que Olalla le había contado, lo que él siempre le decía, que la hacían estar así.

Mi hermano al escuchar eso se puso frenético, se la quería meter ya, pero Paula no le dejo, le dijo que se lo comiese, que si no luego ella se quedaría a medias. Ni rechisto metió la cabeza entre sus piernas y se lo comía, mientras ella miraba hacia el espejo, sacaba su lengua de manera casi pornográfica. Sabia de sobra que me ponía cachondo y si ella era provocadora yo lo sería más. Me levante, me saque la polla y me puse en la puerta, ella me podía ver perfectamente cómo me pajeaba viéndola, pero si mi hermano se diera la vuelta me pillaría también. Se limitó a agarrar la cabeza de Ignacio y la apretaba contra ella, mientras clavaba su mirada en mí. Su orgasmo fue totalmente escandaloso, tanto lo fue, que tuve que quitarme de la puerta. Mi hermano se la metió y se corrió muy rápido porque ella le dijo que hoy había sido súbito, visto y no visto, pero que había echado cantidad. El cómo justificándose le decía que hoy la había notado más puta que nunca y eso le puso así. Se quedaron tumbados y mi hermano le comentaba que estaba seguro que ya estaba preparada para otras cosas y ella le decía que lo mismo. Lo que animo a mi hermano, que le pregunto que con quien le gustaría. Paula le dijo, que tenía que ser con alguien no conocido y que, sin compromisos, que, de ser, seria de forma muy lenta, lo mismo bailar y dejar que la sobasen, cosas así, pero sin llegar a más. Mi hermano a todo le decía que sí.

Estaba en la universidad y estaba desesperado por irme a casa. Lo logré y me fui dos horas antes. Pero cuando llegue el coche de mi hermano estaba ya allí. Había llegado a la vez que yo. Porque cuando entre en la casa, él estaba dejando sus cosas. Mi cuñada me pregunto por todo lo de la noche anterior y me pregunto que como lo solucione luego solo yo, lo pregunto para hacerme rabiar.

Yo – Acabé muy bien, me hice varias pajas, gracias a ti y a Olalla.

Paula - ¿Olalla?

Yo – Si, porque de buenas ganas me la follaba.

Esto disgusto, incluso diría que puso celosa a Paula, que protesto por lo que yo había dicho. Su tono fue casi de enfurecimiento. No había manera de tranquilizarla. Pero al final fue entrando en razón.

Yo – Pero vamos a ver Paula, tú follas con mi hermano y yo no digo nada, ni te censuro por ello. ¿No te parece injusto que a ti no te guste ni que diga que me gustaría follar a tu amiga?

Paula – Perdóname que tienes toda la razón.

Yo – Si lo dices muy convencida ya lo veo.

Paula – Que, si lo digo convencida, no sé qué me ha pasado. Pero eso no quiere decir que yo le vaya a decir nada.

Yo – Lo tengo claro, que no puedo esperar ayuda tuya.

Paula – Te equivocas. Fájate si te equivocas, que Ignacio tenía que ir a ayudar a Olalla con unas cosas de peso y te voy a mandar a ti, antes de que Ignacio baje. No dio tiempo a nada más, cogió el teléfono y delante mía llamo a Olalla, yo me pegue al auricular para escuchar con mi cuñada. 

Paula – Olí, que he estado pensando, como estas tan salida y siempre te muestras tan valiente, se me ha ocurrido darte a elegir entre que vaya a ayudarte Ignacio o mi cuñadito.

Olalla – Que mala y pérfida que eres, me pones la manzana como la serpiente.

Paula – Vale, en cuanto se duche Ignacio va para ahí.

Olalla – Espera, espera, que yo no he dicho eso. Claro que prefiero a tu cuñado. Pero me da corte, me veo gorda y no sé, seguro que él me ve muy mayor y deformada.

Paula – Pues no lo creo, porque me dijo el otro día que se te veía muy bien.

Olalla - ¿A sí? Y como sería mejor recibirle, tu qué crees.

Paula – Hija mía, eso ya es cosa tuya. ¿Te lo mando o no te lo mando?

Olalla – Mándalo, pero no digas que yo sé nada y no digas que has hablado conmigo. Como si me cogiera por sorpresa.

Antes de ir hacia su casa, Paula me dio varios consejos. El más importante que tuviera mucho cuidado, porque conocía bien a su amiga, que podía ser muy provocadora, que le gustaba poner, pero que luego nada, que ya más de uno se había llevado un corte. Al final antes de irme me dijo, que, aunque no se sabe, porque los que se han llevado el corte eran todos mayores que yo, bastante mayores que yo. Que no me preocupase si me dejaba excitado, que no sabía cómo, pero que cuando regresara ella me aliviaría.

Localice rápido la casa. Entre y llame a la puerta. Ella abrió haciéndose la sorprendida y yo para no romper esa magia, le dije que en vez de venir mi hermano que allí estaba yo. Cuando me dejo pasar. Note la calefacción alta. Ella estaba vestida solamente con ese jersey de lana grande, que le quedaba como un vestido cortísimo, lo que hacía que se le vieran dos buenos muslos y cuando se dio la vuelta si me hubiera agachado lo más mínimo hubiera visto su culo. En la entrada había 9 cajas. Ella hacia trabajos tipo manualidades y el material se lo mandaban a casa. Había que subirlo a la planta de arriba, donde ella tenía una habitación para trabajar. Cogí la primera caja, era pesada, pero tampoco nada del otro mundo. Ella se puso delante para indicarme donde tenía que dejarlas. Deje que subiera unos escalones y madre mía, que visión más buena tenia de sus glúteos. Cuando termine de subir las cajas hice el amago de irme y ella me decía que, de eso nada, que me tomaría algo con ella, que me lo merecía por el trabajo que había hecho y que así le hacía algo de compañía.

Una vez nos sentamos, el sitio había sido muy bien elegido. Yo me senté en un sillón y ella con la excusa del embarazo se sentó en una silla. Eso hacía que mi visión de su entrepierna fuera admirable según se moviera. Se veía que estaba nerviosa. Su conversación fue todo el tiempo sobre los embarazos, lo menos erótico que me podía haber esperado, eso cambio cuando empezó a decir, que se veía gorda, deforme. Yo la anime y le dije lo que se esperaba, que, todo lo contrario, que se la veía muy bien. Tocando luego el punto más delicado, para demostrarme que estaba equivocado, me conto muy suavemente que su marido la tenía como olvidada. El momento culminante fue cuando me pregunto si yo en verdad la veía como decía o era solo para quedar bien. Acordándome de lo que me dijo Paula, medí mucho mi contestación y le dije, que yo por lo que podía ver, ya que siempre la había visto con esos jerséis. Que la veía muy apetecible y si tenía alguna duda, viendo esas piernas que tenia se me habían quitado. Pero que claro del resto no podía opinar. Ella muy atrevida y con la respiración más fuerte se levantó y con una mano se tocó la barriga y la llevo hacia abajo, quedando el jersey muy ajustado y enseñando su panza, a la vez que me preguntaba si eso era bonito, así gorda.

Estaba ahí de pie y de perfil mostrándome su barriguita tapada por el jersey. En un atrevimiento sin levantarme toque su barriga, no se lo espero y le dije que estaba muy bien. Que tenía una barriguita graciosa y coqueta. Pero que había que ver todo en su conjunto y no solo la tripa. Olalla algo extrañada me pregunto qué quería decir. Esta vez toqué sus piernas y subí hasta sus muslos mi nao, diciéndole que se veían ahora mucho mejor que antes seguro. Como no dijo nada, subí más mi mano hasta tocar su culo, agarrando bien una de sus nalgas y diciéndola tenía un culito muy deseable. No articulaba palabra y con mi otra mano me puse a acariciar su tripa. Ella estaba embelesada, no se movía, no decía nada. Cuando yo creí que estaba todo ya más que controlado, baje mi mano notando sus pelos rizados y cuando mi mano llego a su rajita, abrió un poco las piernas. Me levante y la bese muy tiernamente, con mucha suavidad, hasta que note como ella se lanzaba a darnos un beso más fuerte. Deje caer su jersey y se quedó casi desnuda, porque solo llevaba unas bragas. Sus tetas estaban como infladas, supongo que por el embarazo. Los pezones negros y gordos. Como ella no se había decidido yo me desnude ante su intensa mirada, posando sus ojos en mi rabo. Se sentó tranquilamente en el sillón, no en la silla y me agarro el rabo, lo miro, lo palpo, manoseo mis testículos y saco su lengua, recorriendo todo mi rabo y mis testículos, metiéndoselos en l boca, primero uno y luego otro. Más tarde inicio una mamada apoteósica. Yo lo disfrutaba, pero a ella se le notaba que también. Se paró y mirándome me dijo que no podíamos perder más el tiempo que Paula se mosquearía de mi tardanza y yo no podía decir que no. Quise que fuéramos a su habitación, pero me dijo que sería mejor allí mismo.

Se puso de rodillas encima del sillón, dejando su culo a mi disposición. Me agaché para comerle todo, tenía muchas ganas y lo hice. Tenía como el coño hinchado. Era muy escandalosa y se dejó llevar, no era como en un piso, ahí nadie nos podía oír. Y ella decía de todo por su boquita. Hasta que me dijo que quería ya mi polla dentro. Pero que con mucho cuidado. Con mucho miedo se la fui metiendo, ella estaba un poco preocupada, me decía que, con cuidado, mientras a su vez no paraba de decir que no me parara, que estaba sintiendo mucho placer. Se la logre meter toda, pero decía que le molestaba, cuando sacaba un poco ella protestaba, ya no sabía qué hacer, si follarla o no. Me cansé de oír tanto si, no, para, mete, saca, no la saques y me puse a follar ese coño sin hacer caso de lo que decía. Grito y me dijo que la sacara. Saque mi rabo, pensando que le había hecho daño. Me mando sentar en el sillón y ella se empezó a meter mi rabo en esa posición, decía que así lo controlaría mejor. Mientras ella iba haciendo todo, me dedique a comer esas tetas, sus pezones eran duros, me recordaban a un par de bellotas.

Llego un momento en que se abrazó a mi cuelo fuertemente y se metía mi rabo hasta el fondo. Me agarro del pelo con mucha fuerza y dio varias sacudidas, mientras gritaba de una forma osada y diciendo que yo era un tesoro. Cuando termino su orgasmo, a ella le costaba moverse y yo seguí haciéndolo hasta que estaba a punto de correrme y ella me dijo que dentro no, se tumbó sobre el sillón y me pidió que me corriera sobre sus pezones. Mientras yo me hacia una paja y rozando su pezón, ella se tocaba y cuando me empecé a correr llenando su pezón de mi corrida, ella fue como si se volviese loca, porque se corrió otra vez y con la otra mano mientras se embadurnaba sus tetas con mi corrida y luego se chupo la mano. Ver eso me hizo empalmarme nuevamente. Exactamente es que no llego a bajarse mi rabo. Tumbada y sin moverse me mando marcharme que Paula no se mosquease, que la dejara así, que ahora se recuperaría. Mi mirada era para que me dejara quedarme, pero ella lo entendió por otro lado y me tranquilizo, que no me preocupase, que sí que le dolía un poco, pero que era de la falta de uso y que ya pensaría algo. No entendí lo de qué pensaría algo.