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Mi pequeña puta

en Lésbicos

Mmi pequeña puta

Fue inevitable, y eso fue lo mejor de todo.

Debo comenzar por el principio. Cuando tenía 16 años me metí a una página de encuentros, con chat yuna galería de fotos, comentarios y mensajes privados, de esas que internet te facilita con genial naturaleza, solo para buscar diversión.

Por ese entonces, amaba chupar pijas más que cualquier otra cosa emparentada con el placer. También me fascinaba masturbarme por web cam para los pajeros que siempre te cargosean con querer ver más. Nunca les alcanza con las fotos insinuantes. Ellos quieren verlo todo, hasta encastrarse las manos.

No voy a negar que, aunque los histeriqueaba un poco, generalmente accedía a mostrarles más de mí. Siempre fui bastante más zafadita que mis compañeras del colegio y, mi fama de golosa o de lecherita no tardó en empapelar las paredes del aula, del club o de cada lugar al que iba.

Era buena para despistar a todos cuando quería una pija en la boca. Una vez, hasta generé que mi mejor amigo se pelee con su novia de aquel entonces para consolarlo un rato más tarde con un rico y ssabroso pete. Lo más loco de todo fue que, me regaló un lechazo tras otro, ya que jamás se lo habían hecho, y mi amiguito estaba fascinado.

Ese mismo día por la noche me hice un personaje para inscribirme en un sitio de mmi país. No tenía una búsqueda determinada. Mi foto era bien explícita. Todos podían observar mi cola con una tanguita blanca perdida entre los cachetes de mi cola, acompañada de una frase que decía ¡con hambre y solita!

Fue un éxito. Enseguida me llenaron de mensajes, sugerencias, piropos, citas, pulgares arriba, besos, fotos de pijas y tetas, números de celulares, propuestas y, de invitaciones para paja por skype. Eso me motivaba.

Creo que cerca de la madrugada lo hice con un colombiano por primera vez. El muy tonto no tenía cámara, pero sí pude escucharlo gemir, tocarse la pija y decirme chanchadas a través del mic, mientras me veía desnuda, toquetona, cada vez más mojada y pajera.

Me fui enviciando de a poco. Era normal que mis compañeros me carguen en el colegio por mis ojeras, mis bostezos incontenibles y mi malhumor. Es que todas las madrugadas, o casi todas, me pajeaba a mis anchas en mi pieza para el pajero que quisiera mirarme.

A veces lo hacía con 3 o 4 a la vez. Incluso también me animé a tocarme para algunas chicas. No discriminaba edades, ni nacionalidades ni sexo.

Pero una en especial me llamó la atención desde el principio. Era una mujer de unos 35 años, de rasgos masculinos y de voz autoritaria. Era de pocas palabras, con modales sucios y pedidos exclusivos. Era morocha, de ojos grandes y negros, largas pestañas, pelo corto, muy tetona, no tan alta y de labios carnosos.

La primera vez que me pajeé para ella fue todo un desafío. Me pidió que me desvista, pero que no me quite la bombacha, que me ponga en cuatro en la cama y que le mueva la cola con dos dedos en la vagina. Le encantaba que me los lama poniendo cara de gata.

Algo de ella me seducía sin antecedentes. Cuando la veía conectada sentía que mi cuerpo se llenaba de sensaciones encontradas. Odiaba que no tuviese una pija para chuparle, pero me encantaba ver cómo se cogía la concha con un consolador grueso y largo, el que me confió su favorito.

La segunda noche me pidió que lama mis medias, mis zapatos y mi tanguita una vez que me haya desnudado, y que me escupa las tetas. ¡Cómo gemía la perversa!

La tercer madrugada quiso que me pegue bien fuerte en la cola, que le diga que soy su hija cochina y que me pajee con una zanahoria pelada, la que menos mal que encontré en la heladera. Me tenía tan conmocionada que, ni me importaba si mis padres escuchaban el alboroto que había en mi dormitorio.

Recién en nuestra novena conferencia me dijo que se llamaba Nora, que es lesbiana, que no tiene hijos, que vive sola y que le fascinan mis tetas.

Desde entonces me empezó a seducir con sus frases tiernas, las que siempre me escribía por mail. Me volvía loca cuando me decía que si me encontraba por la calle sola me iba a violar en un campito.

Me ponía de los pelos cuando me decía chiquitina!

Cuando le di mi celu, empezaron los sms zarpados, y ya no podía evitar tocarme en cualquier momento mientras la leía. Incluso, en algunos me pedía que lo hiciera.

¡ahora pendejita, dale, tocate la conchita, y decime si tenés la bombachita mojada, olete y lamete los deditos, y que no te importe el lugar en el que estás!, me escribía buscando enloquecerme del todo.

Finalmente, entre mensajes, conferencias de paja, fotos chanchas, audios subidos de tono por whatsapp, y miles de pensamientos obscenos, decidí que quería conocerla en persona, sin importarme los riesgos.

¡espero que no te cagues nena… mirá que yo voy de frente, y no me gustan las nenas mentirosas que arrugan a último momento o me meten en kilombos!, me dijo cuando se lo pedí con una angustia que me hacía doler el clítoris de calentura.

Nunca había tenido sexo con una chica, pero lo necesitaba todo de ella.

Esa vez, en cuanto Nora me dijo que lo iba a pensar, recuerdo que fui a la casa de una amiga para hacer unas láminas de dibujo técnico. Me atendió su hermano, y ni bien me explicó que ella tuvo que salir a comprar unas cosas que le solicitó su madre, me lo re trancé en la puerta de la casa. Al pibe se le empezó a parar la verga, y entonces yo me re froté la vulva sobre su paquete. Hasta que no aguanté más, y le bajé el pantalón para mamársela ahí nomás tras cerrar la puerta. El guacho no se lo esperaba, por lo que supongo que acabó rapidísimo. Además su madre y su abuela mateaban charlando en la cocina.

Por la noche, mientras Nora y yo nos mirábamos desnudas a través de las cámaras, me dijo:

¡ganaste pendeja, me convenciste… mañana voy a tu casa si te parece! No puedo negar que quiero olerte, chuparte, cogerte toda y hacerte gritar mi chiquitina!

Creo que mi emoción hizo que un orgasmo me estremezca con todas sus fuerzas, ya que mientras me hablaba yo me frotaba el clítoris con un dedo, y me enterraba otro en el culo para complacer a mi desconocida.

¡pero me vas a esperar en remerita, medias y bombacha, y con esa misma, la que tenés ahora, que te queda re linda guacha!, dijo un ratito antes de desconectarse.

Habíamos quedado a las 4 de la tarde. Aunque me tuvo nerviosa todo el día. Ella tenía mi dirección, y ambas la seguridad de que en mi casa no habría nadie hasta las 8 más o menos. Pero en toda la mañana no me respondió un puto mensaje. No sabía si creerle que vendría, o si algo le había molestado, o si estaba jugando conmigo.

A eso de las 3 me serené, y me entretuve con una tarea de química para no pensar en nada que me caliente.

A unos minutos de las 4 mi celu vibró, y mis ojos se sumieron en una dicha única.

¡estoy en la puerta chiquita pajera! Abrime así como estás!, decía Nora.

Claro que, yo estaba como me lo había pedido. Con una remera azul escotada, unos zoquetitos blancos igual que la bombacha del día anterior, y despeinada.

Apenas abrí me pidió que salga a la vereda para recibirla. Pensé que estaba loca. Un montón de gente iba y venía por las calles, ya que vivo en un barrio pegado al microcentro de la capital.

¡dale cagona, salí que no te voy a hacer nada que no te guste!, me dijo algo disgustada.

Me armé de valor y me paré frente a ella. El corazón me palpitaba enérgico, mientras ella me pedía que no la toque. Me dio un mordisquito en la nariz, unas nalgaditas y un chupón en la mejilla con los labios abiertos y húmedos. Luego puso mis brazos atrás de mi espalda, me olió el cuello y me dijo al oído empujándome hacia adentro de mi casa:

¡dale chiquita, entrá que te voy a coger toda nena, sos hermosa putita!

No le tenía miedo, pero algo me hacía desconfiarle un poco.

Cerró la puerta con llave y se las guardó en un bolsito. Lucía bien machona como siempre. Tenía un jean suelto, una remera de una banta metalera que no conocía, y unas zapatillas deportivas. Tenía olor a cigarrillo, y a un perfume de hombre medio alimonado.

Me apagó el celular, me sentó en una silla para atarme las manos al respaldo, me mordió las tetas por encima de la remera y me escupió la cara.

Me desconcertó, aunque no esperaba flores ni bombones. Ella era diferente, ruda, de carácter fuerte y determinante.

¡¿vas a hacer todo lo que te pida nena? Desde ahora sos mi pequeña puta, mi esclava, y te voy a hacer acabar cuando yo quiera!, me dijo sabiéndome incómoda.

Me abrió la boca, me hizo chuparle dos dedos y los lamió. Luego me separó las piernas, me amasó las lolas mientras decía:

¡sos una bebita, muy rica y pura chiquita!

Me besó el mentón y me pasó la lengua por toda la cara. Su aliento no era tan terrible como lo había imaginado, teniendo en cuenta que fumaba mucho.

Al rato me desató las manos, me pidió que me pare chazqueando los dedos, me rodeó en sus brazos y me enterró dos dedos en el culo, sin penetrarlo pero haciéndome notar su deseo.

¡qué rico olor tenés pendejita… vamos, agáchate y lameme las zapatillas!, me ordenó dejándome anonadada.

¡desatalas, lameme los cordones y moveme la colita, vamos, y escupite las manitos!, balbuceó, mientras mi estado de sumisa no se atrevía a desafiarla.

Cuando le desaté las zapatillas, ella se puso a caminar, y yo debía seguirla gateando como una perrita, hasta que llegamos al sillón.

En el trayecto no podía dejar de lamerle el calzado.

¡sacamelás nenita, y las medias también, y chúpame los pies, dale!, exigió con bravura, intentando sonar más tierna.

Por suerte, tenía unos pies preciosos, suaves, algo sudados y con las uñas cortitas.

No sé por qué, pero sentía que comenzaba a mojarme cuando mi lengua se escabullía entre sus deditos, le humedecía los talones y los empeines.

¡besalos putita, así chancha, dale que quiero calentarme bien con vos para cogerte toda la noche!, decía gimiendo Nora, hasta que no soportó la inexperiencia de mis besos.

Se puso de pie y me pidió que le baje el jean. Ella solita se lo terminó de sacar con los pies.

En eso, corrió hasta la mesa, donde había dejado su bolsito negro. Extrajo de él un pañuelo y un royo de cinta, con los que improvisó una venda para mis ojos.

Me sentó en el sillón a los empujones, me comió la boca desbordándome de pasiones y me mordió los labios con lujuria.

Me lamió las manos, los brazos, los hombros, me sacó las medias para hacérmelas oler mientras me daba cachetadas, y me sacó la remera para hacerla un bollito y frotarme la concha con ella.

¡quiero verte fumar viciosa!, dijo pronto, y me puso un cigarrillo encendido en los labios.

Entonces, quiso que luego le tire el humo en la cara, y gracias a ese jueguito me besaba con más pasión.

¡cómo te mojás la bombacha atorranta, sos muy puta!, me gritó a la vez que otro sopapo me daba vuelta la cara con su estridencia.

Se me escaparon algunas lagrimitas, y eso la excitó un poco más porque, me consoló con otro beso largo, profundo y cargado con la misma fiebre que suponía en su vulva.

Su lengua tocaba mi paladar y se hundía recorriendo todos los rincones de mi boca. Hasta que se sentó en el piso, me pidió que abra las piernas y comenzó a frotarme sus pies en la vulva.

¡dale nena, metelos adentro de tu bombachita roñosa, si te encanta putita!, me dijo, y enseguida noté que la tenía más mojada de lo que creía.

No llegué a hacerlo porque ella me pegaba en las manos, y siguió frotando sus plantas y talones en mi sexo, y yo gemía como una tontita enamorada.

¡¿a vos te gusta la pija peterita?!, dijo de repente.

No le contesté, pero enseguida agregó:

¡¿sé que chupaste varias pijas, y que te vuelve loca mostrarles a tus machitos cómo te tragás la lechita… me lo dijo el Kity!

Ese pibe era uno con los que a veces me pajeaba por web cam.

Le dije que sí, que me encanta tragarme todo, y que me peguen en la cola.

Se levantó de golpe, frotó sus tetas en mi conchita sin bajarme la bombacha y se me tiró encima para encajármelas en la boquita.

¡chupalas nena, dale, ahora tienen tu olorsito a concha mami, volveme loca con esa lengua chiquita!, me decía enredando sus piernas a las mías, masajeándome la argolla y poniendo en mi boca sus pezones duros para que se los muerda.

Ella lo quería así, y aunque no podía verla suponía el brillo de sus ojos en celo agradecidos por mi labor.

Hasta que me agarró del pelo para sentarme sobre su falda una vez que se acomodó en el sillón y me dijo:

¡a dónde está la cama de tus papis?!

No supe qué decirle. Pero antes de obtener mi respuesta, quiso que le saque la bombacha con la boca y los dientes, y no debía tocarle la concha bajo ningún concepto. Era difícil por mi vendaje, pero una vez que logré llevarla a sus tobillos, ella levantó las piernas de a una para facilitarme la tarea.

Me la sacó de las manos, me quitó el pañuelo de los ojos y quiso que la guíe hasta donde estaba el dormitorio de mis padres.

Luego me pidió un vaso de agua, y en cuanto se lo di, bebió un trago, y el resto me lo tiró en los pies.

¡pendejita, ahora vamos a la cama de tu mami, y te vas a vestir con lo que yo te voy a dar!, dijo, y fuimos de la mano hasta allí.

En el camino, se agachó para olerme y morderme la cola diciendo:

¡tenés olor a pis bebé, y me encantan las nenas con la bombachita sucia!

Entramos al cuarto, ella abrió la cama amplia, delicadamente ordenada por la empleada, me dio una pollerita cortísima, un corpiño ínfimo que solo cubría mis pezones, y me acostó en el medio de la cama después de volver a vendarme los ojos.

¡ya vengo chirusita, no te muevas ni te toques pajerita!,  dijo, y luego un silencio que pareció durar un siglo me perturbó la razón.

Pero entonces, la puerta se abrió con estrépito, y mi infame amante se arrodilló a centímetros de mi rostro, y dijo:

¡agarrame el pito pendeja, y chúpalo, dale peterita!

No tardé en dar con un pene de goma que surgía seguro de una bombacha o de un cinturón, y me lo metí en la boca para atragantarme bastante, ya que ella medio que me la cogía, mientras me apretaba las gomas y gemía.

¿nunca te measte emn la camita de tus papis bebé?!, averiguó con la voz en éxtasis, a la vez que me pegaba con su verga en la boca abierta y babeada.

¡no puta de mierda, nunca lo hiceeee, pero quiero acabaaaar!, le grité irracional.

De repente, sus manos me sacaron la bombacha para traerla a mi nariz, y mientras me pedía que la lama y huela me pegaba en la cara. Me arrancó la pollerita hasta destrozarla, hundió su cabeza en mi entrepierna y me olió intensamente, pero sin tocarme la vagina.

Hasta que se me tiró encima, y mientras lamía mi oreja derecha me decía:

¡querés pija nena, querés que tu putita te coja toda?!, y me presionaba la puntita de su juguete en la entrada de la concha.

Cuando me la clavó, empezó a bombearme rapidísimo, haciendo que mi cuerpo se haga más pequeño contra el respaldo de la cama, y feliz de que mi cabeza golpee repetidas veces contra la mareda. Al mismo tiempo me enterraba dedos en el culo, me besaba con furia y me obligaba a lamer mi bombacha, pues, si no lo hacía me bofeteaba.

¡¿acá te hicieron tus papis chiquita? Seguro que cogían acá cuando te buscaban, y te cambiaron el pañal, y seguían cogiendo una vez que tu mami te daba la teta y vos te dormías! No guacha? Y vos cogiste acá con algún pendejo alzado del colegio no?!, me gritaba inconsolable, enérgico y sin detener la garchada fenomenal que me estaba pegando.

Yo me sentía en el paraíso, muerta de calentura, sedienta de más, y casi disfónica de tanto gemir. Mi clítoris propulsaba tantas descargas eléctricas como la cantidad de jugos que me inundaban la vagina, los que luego Nora eligió beber, justo cuando mi orgasmo más feroz me inducía a frotarme la vulva con fuerzas extremas sobre su boca.

Acabé sin poder pronunciar ni mi nombre, llena del repique de su lengua y su saliva en mi intimidad, con lágrimas en los ojos y sudando alegría por cada poro de mi piel.

No me importó en absoluto que luego se le antojara arrancarme de los pelos para bajarme de la cama con suma violencia. Ahí me pidió que le desprenda el arnés con el que me había hecho suya, luego de devolverme la vista.

Me arrodilló con las manos húmedas sobre mis hombros, atrapó mi cabeza entre sus piernas, y no me dejó otra alternativa.

Claro que, primero se me descostilló de risa al verme lamiendo su pito de goma con los sabores de mi conchita. La desgraciada me apretaba la nariz y me cacheteaba las tetas mientras me decía:

¡dale peterita sucia, si te encanta mamarla bien mamada, sos re cochina vos!

Pero, desde que mi cabeza estuvo apresada entre sus muslos, solo tuve la opción de lamerle el clítoris, olerle la concha y el culo, recorrer ambos agujeritos calientes con mi lengua, y colarle los dedos que quisiera en la vagina. La tenía con algunos vellos, su olor era fuerte y sus jugos mezclados con mi saliva eran un coctel explosivo para mi lengua bailarina.

En un momento pensé que se arrepentiría de lo que hizo, antes de verse las caras con un orgasmo terrible.

¡querés que te mee la carita chanchita?!, dijo segundos después de empezar a detonar un río de pis en mi cara.

Me ahogué, tosí, y hasta respiré varias gotitas, pero no podía detenerme. Quería seguir lamiéndola toda.

Pero ella gritó de felicidad, se frotó con brusquedad sobre mi rostro mientras liberaba más flujos, me apretó la cabeza con sus piernas, y luego se dejó caer sobre la cama como una hoja de papel.

Temblaba, buscaba serenar los compases de su respiración, y miraba la hora con impaciencia.

De repente se levantó, me devolvió mi celu, me dio un beso en la boca mientras me ayudaba a levantarme, me dijo que vaya a lavarme la cara pero que deje el piso meado como estaba, y que a mi vuelta me acueste en la cama.

Todo lo hice bajo sus directivas.

Cuando al fin estuve entre las sábanas de mis padres, la vi completamente vestida y con su bolsito negro en el hombro. En ese exacto momento se oyó la puerta de la calle, y a mis padres entrando con las compras del super.

Ella me comió la boca nuevamente, y luego de decirme:

¡la próxima vez te rompo bien el culo mi pequeña puta, así que preparate!

Después de eso, mis ojos se consumieron en una angustia al verla escaparse por un ventanal que da a la calle. Menos mal que reaccioné y llegué a limpiar todo antes de que me descubran mis viejos!     fin

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