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Abotonados en la piecita de casa

en Amor filial

Abotonados en la piecita de casa

Hoy tengo 29 años, y gracias a rigurosas terapias con mi psicólogo, a cambios estructurales en mi vida y a mi fuerza de voluntad por querer evolucionar como ser humano, se puede decir que estoy mejor. Tengo trabajo, amigos, una novia y un lugar ganado en la sociedad gracias a mi profesión de médico.

Todo está en órden. Incluso las culpas y tormentos que me convertían en verdugo de sus más miserables versiones. Mi madre murió hace dos años por una enfermedad, y mi padre anda borracho por algún descampado desde que enloqueció.

Tengo siete hermanos con los que hoy no tengo relación. Pero en los tiempos de mi niñez, todo era cuestión de que la oscuridad, el diminuto espacio, la promiscuidad y el deseo inocente, aunque ávido de consumirnos en él nos tendiera sus redes.

Primero diré que mi casa solo tenía dos habitaciones, una cocina comedor con piso de tierra, un baño, un patio lleno de chatarras y repuestos de autos, y un galpón sucio en el que yo preferí llevarme un colchón y dormir allí, días antes de tomar la decisión de irme para siempre. Eso fue a mis 20 años.

En uno de los cuartos dormían mis viejos. En realidad, ahí se reconciliaban sabiendo que nosotros los oíamos coger como animales salvajes, porque no había puertas, y lo hacían en cualquier lugar. Discutían todo el tiempo, se golpeaban, se insultaban, se deseaban el odio eterno, y después de un silencio de velorio mi viejo le decía:

¡andá pa’la pieza que te voy a sacar las ganas de hacerte la boluda conmigo, putita de mierda!

A mi mamá se le iluminaban hasta los dientes, y corría para tumbarse en la cama donde el viejo la desvestía a los tirones, con brusquedad y en medio de palabras irreproducibles.

Mi padre vivía ebrio. Le gustaba dormir hasta tarde y laburar poco. Mi vieja limpiaba casas, y durante un tiempo fue portera de una escuela.

En la otra pieza dormíamos todos. Solo había cuatro camas, y no había lugar ni para caminar. Cuando yo cumplí los 13 no hubo cumpleaños, ni regalos, ni una comida en particular. Ese día no había un mango, y encima era verano, por lo que no podía festejar con mis compañeros del cole. Todo transcurrió normal.

Después de unos fideos recalentados con salchichas, los viejos se fueron a dormir. Yo; Romi que era mi mellisa, Mariela de 15, Sol de 10 y Brian de 17 nos fuimos a la pieza para dormir. No podíamos siquiera callejear porque llovía a baldazos, había un viento impiadoso, y, aparte los pibes del barrio habían salido al boliche. Eso mismo hicieron Gastón y Rocío, que son también mellizos pero de 19 años. La guacha había conseguido que una amiga le cuide a tomás, su niño de 6 meses. La gila se quedó embarazada en una noche de locura. Ni siquiera supo quién es el padre gracias a todos los que anduvieron descargando su semen en su interior.

Maxi, que tenía 8 dormía en un sillón hecho bosta que estaba entre las piezas, porque decía que tenía mucho calor. Yo dormía con Romi en la parte de debajo de una cucheta. Arriba dormía Sol.

Apenas Mariela, que dormía arriba de Brian en otra cucheta se cansaron de hablar del faso que compartieron con la dueña del kiosko, yo empecé a quedarme dormido. Pero sentí que Romi acariciaba mi pija, que respiraba raro y que se pegaba a mi cuerpo. Recién entonces noté que estaba en tetas y con un shortsito. No sé cómo lo hizo, pero me quitó el calzoncillo y volvió a tocarme el pito como si se tratara de un gatito temeroso.

¡te la quiero chupar nene, quiero probarla, así de durita quiero lamerla!, gimió en mi oído con su lengua haciendo círculos en mi oreja, con su mano apretando mi tronco y su otra mano tapando mi boca. Le dije que estaba chiflada, y no pude evitar que se me suba encima.

En eso se quedó quieta un rato, luego de frotarse contra mi pija en el hueco de sus piernas cerradas, porque oímos a Brian levantarse.

¡eee, Sol, bebé, no te hagas la dormida enana, bajá, dale!, murmuró en voz baja.

Prendió un cigarrillo, habló algo con Mariela que no alcanzamos a divisar, tomó un sorbo de vino y caminó hasta nuestra cama. Puso los pies en la madera, y medio colgado escuchamos que le daba unas nalgaditas a Sol, o algo similar, y que le decía:

¡dale nena, no te ortibes, vamos con Maru!

Sol dijo algo indescifrable para nosotros, pero que sonó a no quiero. Brian permaneció un rato allí, y hasta se dio el lujo de pajearse unos minutos.

Romi casi estalla de calentura, pero no se atrevió a tocarlo. Apenas él salió de la pieza, Romi y yo nos comimos la boca con desesperación. Tanto que no pude evitar ensuciarle el short con mi semen en medio de sus movimientos. Incluso me lo pedía.

¡manchame todo el pantalón nene, dale, y después te la chupo como una perrita, sí?!

Sentir la fricción de sus pezones cargados de fiebre y punteagudos en mi pecho, su aliento fresco y sus piernas alborotadas me llenaba de escalofríos y de ganas de violarla.

Mi hermana me excitaba, era  cierto. Pero hasta entonces no había pasado nada entre nosotros, a pesar de que en nuestra pieza había vía libre para todos para coger. Brian y Rocío se daban masa a menudo, tanto como Gastón y Mariela. A veces Sol era señalada para quedarse con la leche de los chicos, aunque solo con su boquita.

Enseguida Romi se acomodó a los pies de la cama para lamer mi pene pegoteado, no tan erecto pero caliente, y aún tiritando. Cuando su lengua lo movió de un lado al otro casi grito de alegría. Pero en eso Brian retorna y enciende la luz.

¡qué hacés ahí cochina inmunda!, dijo estruendoso con un faso en los labios.

Romi salió de inmediato de la cama y dijo:

¡voy al baño guacho, me re meo!

Mariela le dijo algo, y Brian volvía a su cama para que Maru fume con él.

Romi llegó y se me tiró encima diciendo:

¡chupame bien las tetas!, mientras se aferraba a mi pija para ladearla, apretarla, presionar mi glande, exprimir la puntita y hacer un anillo con su índice y pulgar a modo de concha para subir y bajar de mi tronco. Se las devoré inexperto pero encendido. Sus pezones eran tiernos, carnosos, dulces y deliciosos. Brian tuvo que haber escuchado tal chuponeada. Pero la luz estaba apagada.

De pronto Mariela se levantó riéndose por su charla con Brian, y se detuvo al lado de nuestra cama.

¡Maruuu, dejame tranquila, no quierooo!, decía Sol mientras Maru se la llevaba.

¡callate la boca sucia, y más te vale que te portes bien con los dos!, dijo Mariela, y pronto Brian agregó emocionado:

¡uuu, nenitaaa, asíii, oleme la pija, y dale besitos, dale Solcito, y vos Maru tocala toda!

Romi pareció perder el control.

¡cómo se te pone escuchando eso a vos nenito eh, a mí también tocame toda, colame los dedos en la argolla pendejito!, dijo ya sin su shortsito gastado, y pronto su cabeza descansaba en mis piernas, tanto como la mía bajo su vientre. Tenía una bombachita hiper mojada, y no le hice caso cuando me pedía que se la saque al tiempo que frotaba su pubis en mi cara.

¡chupame la concha nene, ahora, daleeee!, dijo, solo cuando pudo sacarse mi pija de la boca. Ese calor en mis hormonas fue el detonante para que al final mi lengua se abra camino en su conchita pequeña, aún sin pelitos, olorosa, estrecha y rosada. Se estremeció cuando entró toda, y gimió ahogada con mi músculo creciendo entre sus labios.

¡escuchá Sol, Romi y Pablo también están jugando como vos… así que no llores y lameme el pito guacha!, ordenó Brian,  cuando se la oía a Maru gemir y besuquear, suponemos que a Sol. No podíamos ver nada.

Pronto Romi eructó con mi pija en la mano, luego de clavarla en su garganta durante unos largos segundos, y se acurrucó en mi pecho para comerme la boca.

¡date vuelta y cógeme ya!, me insistió, y al tiempo que ambos quedamos enfrentados como en cucharita, sentí que unas manos me amasaban el culo. Romi estaba del lado de la pared.

Era Mariela, que hasta se golpeó la cabeza con la cama de arriba intentando mirarnos.mmm, me parece que el nenito tiene ganas de mojar, no hermanito?!, dijo suspicaz.

Romi logró introducir mi ppija en su conchita cuando Mariela me llenaba las piernas y la espalda de besos. Por ahí me daba un fuerte chirlo en la cola, y me alentaba:

¡cogela guacho, dásela toda, dale que como mucho le vas a hacer pis en la concha, si ni leche debés tener gil, cógela bien!

Romi me mordía los labios, pegaba sus tetitas a mi piel y transpiraba como poseída con su sexo presionando mi pene, saltarina y jadeante.

¡sacate la bombachita pendeja, ya, y dale que te toca tomar la lechona!, irrumpió Brian entre el llantito de Sol, algunos azotes que al parecer le daba en la cola y el sonido de unas llaves en la puerta de calle, la única con la que contaba la casa.

En eso Mariela me zamarrea logrando separarme de Romi, envuelve mi pija en una de sus manos y me pajea con furia, soportando las puteadas de Romi que estaba cerca de acabar.

¡salí de ahí putona, vamos a petearlo entre las dos!, quiso compensarla, y Romi se arrodilló en el suelo al lado de Maru donde sus bocas se turnaban mi pija y mis huevos.

¡Pablo es mío zorra, y yo me lo voy a coger!, anunció Romi con ira en la voz.

¡vos sos una negrita catanga nena… serás la puta del colegio, pero acá las putitas somos la Rocío y yo!, se precipitó a graznar Maru con mi pija en la boca, y por el quejido de Romi seguro que la pellizcó o algo por el estilo.

Al rato mi mano derecha escarvaba la concha de Mariela que estaba desnuda, y Romi me comía la pija solita, porque Maru se la chupaba a Brian, que parecía molesta por sus erráticos intentos de convencer a Sol para que lo hiciera.

Apenas mi semen comenzó a rebalsarle la boquita a Romi, Mariela se tumbió sobre mí cara al techo. Brian le pedía que lo pajee y, pronto la oí exigir:

¡vení a chuparme la concha nena!

Romi se prendió a la tarea de cumplir con Maru. Podía escuchar el ir y venir de su lengua por su sexo, sus toses cuando seguramente su olor la ahogaba un poco, sus escupidas y sus jadeos, además, oía los pedidos de velocidad de Brian a la mano que se la exprimía y ordeñaba, y a Maru decir:

¡qué rico chupa la concha la nena, abanderada y todo… re puta sos … dame esa lengua, así, chupá, toda, toda la quiero, chúpame el orto también, dale que te voy a mear la carita rubia tilinga, y vos dame la lechita forro!

Yo no podía estar tan al palo. Ya la tenía gruesa y lista por el franeleo del culo de Maru y la lengua de Romi, que por ahí aprovechaba y me lamía las piernas.

Siempre entre las hermanas hubo competencia, porque Romi no solo era la más inteligente. Es rubia con lindos rasgos, ojos claritos, pelo largo con rulitos, y siempre fue la más tetona de las cuatro.

Al rato todos nos separamos. Brian de sopetón hizo que Romi se trague su leche, y Mariela se puso a chuparme la pija.

En eso entran Rocío y Gastón en silencio. Rocío acuesta al niño en la camita de Maxi, que seguía desocupada, se queda en bolas y le pone las tetas en la cara a Briann que ya se había recostado.

¡qué rica pija nenito, no cierto que yo te la chupo mejor? Por lo menos yo no me hago pichí como otras que se la dan de putitas!, dijo Maru entre risitas hirientes.

Era cierto que Romi se hizo pis apenas Brian le acabó en la boca. Por eso reaccionó al escucharla.

Le arrancó los pelos para quitarle mi pija, le arañó la espalda y las tetas, la escupió y le pegó. Gastón las separó, y en medio del alboroto el niño irrumpió en llanto al despertarse.

Rocío nos re puteó, pero no le quedó otra que cambiarle el pañal y darle la teta para dormirlo otra vez. En realidad le dio bronca porque Brian se la estaba cogiendo.

Grande fue nuestro asombro cuando, ahora el que le ponía la pija en la boca a Rocío era Gastón, a la vez que ella alimentaba al pibe y se masturbaba con un desodorante.

Brian se quejó porque Rocío no le ponía el pañal al niño. Pero se calmó cuando Mariela lo tiró en el piso y se le subió para que su nueva erección se funda en los recovecos de su conchita.

Entonces Romi volvía conmigo, y esta vez yo mismo calcé mi pito en su vagina que echaba vapor de tanta calentura. Recuerdo que la sensación de que tuviera la bombacha meada puesta durante mis leves penetradas aunque llenas de amor me excitaba tanto que, se me escapó algún que otro te amo. No puedo precisar cómo fue el momento en que Gastón me quitó a Romi para sentársela encima sobre el suelo y pedirle que se la chupe a Brian mientras él intentaba empomarle la cola. Eso había sido idea de Maru, que no paraba de decir:

¡hacele la cola a la abanderada del colegio, si es lo único que le falta!

Yo estaba furioso, y temí que la rabia me hiciera perder los estribos y querer enfrentarme a las piñas con ellos.

Pronto Rocío abría las piernas para que Brian le perfore aún más su concha mientras ella seguía dándole la teta a su niño, le chupaba la pija a Gastón y a mí, Maru le comía la boca a Romi y le colaba una zanahoria envuelta en un forro en la conchita.

Cuando Brian empezó a tocarme el culo creí que Rocío se podía atragantar con mi leche, aunque eso no fue nada comparado con el instante en que la lengua del muy hijo de puta chapoteó en mi ano, enguyó mis huevos y hasta saboreó mi pene.

Sí tengo presente que en algún ataque de querer acabar ya, busqué a Romina, la empujé contra la pared y se la enterré en la conchita, y no hubo mucho por hacer para negarle a mi semen fluir en sus adentros como un maremoto.

Allí no había noción de horarios cuando tales sucesos nos hermanaban más que nuestra propia sangre.

Al rato Brian, Gastón y yo nos pajeábamos el uno al otro, y eso pasó cuando yo quise ir a la cama con romi.

Entonces, nos seguimos pajeando, viendo cómo Romi tomaba leche de las tetas de Rocío, y cómo Maru atrás de ella, aprovechándola semi agachada sobre la cama volvía a cogerla con la zanahoria después de hacérsela chupar como a una verga.

Ella fue quien le destrozó la bombacha a mordiscones, cosa que me hubiese gustado hacer yo.

Cuando vi que Gastón se metió en la boca los dedos luego de que Brian le acabara en las manos, yo casi le acabo en las piernitas a Sol, que ya estaba sentada en la camita alta. Brian la sentó allí para abrirle las piernas y lamerle la vagina hasta que ella le hiciera pisen la cara. Recién entonces el guacho acabó como si portara la pija de un burro. No pudo moverse por unos minutos, y no pensó en limpiarse la cara.

Al parecer, afuera el viejo se había levantado a buscar algo en la heladera. Eran las siete de la mañana cuando todos dormían en medio del resabio del espiral en las cortinas, el olor del pañal del bebé, los restos de semen y el sudor impregnado en los cuerpos de las chicas, las nubes de faso y cigarrillo, el denso candor del vino que se le volcó seguramente a Gastón, y el olor a pis de Romi y el de Sol. En ese desastre Romina y yo necesitamos volver a cogernos. No podíamos despegarnos.

Recuerdo que a las once del mediodía, cuando mi madre llamaba para comer algún sancocho de fideos con algo, Romi todavía estaba desnuda arriba mío y con mi pija dura golpeando las puertas de su conchita. No parábamos de besarnos, ni ella de susurrarme cositas chanchas al oído.

¡te imaginás cogerme en el baño del colegio, o tocarme las tetas delante de mami? Que yo te la chupe en calzones en la plaza? O hacerme el culo en el baño de los abuelos y que justo entre la tarada de la Pao y le cuente a la abuela?!, aventuraba sin dejar de pedirme la leche. Pao era una prima medio retrazada mental que vivía con los abuelos.

Estábamos re pegoteados, ya que acabé al menos unas ocho o nueve veces. Ella se mojaba como una reina.

Desde aquella noche, momento que veíamos oportuno, o ella me la chupaba, o nos cogíamos hasta con la ropa puesta. Nada me podía más que el olor de su conchita, y cuanto más sucia mejor.

Tuvimos relaciones durante dos años sin descanso. Todo lo que mi piel necesitaba era su lengua glotona en mi cuello, su olorsito, su calor, sus jugos bañando mi pija cada vez que se hacía la dormida para que yo me le suba encima y se la meta por entre la bombacha y no me detenga hasta llenarla de mí.

Pero, el tema fue que mamá nos encontró. Fue por un mal cálculo. Suponíamos que esa mañana sus trámites le llevarían más de dos horas.

El espectáculo en el que nos vio fue el peor. Ella estaba acostada sobre la mesa con la bombacha en el cuello, y yo sobre su cuerpo se la deslizaba toda en la vagina mientras tironeaba de la tela, porque jugábamos mucho a eso de ahorcarnos. Mi madre tuvo que tirarnos agua porque no podíamos dejar de cogernos, lamernos y gemir abotonados. Tuve que irme de casa porque, se supone que Romi aquella mañana quedó embarazada.

Nunca supe si fue cierto, pero sí me enteré hace unos tres alños que Sol y Maxituvieron dos hijos, y que Gastón y Rocío eran los legítimos padres de Tomás.

Por qué Romi no pudo haber engendrado en su interior un bebé de su hermanito?!

Vivíamos tan alzados en aquel tiempo! Que hoy, al pensar en ella me invade una nostalgia indescriptible, y quiero salir a buscar a esa nena que se hacía un bollito desnuda, para que mis brazos le den abrigo en invierno.

Sé que si la veo entre la gente no la reconocería. O tal vez no sería adecuado para el celo de mis años de niño al lado de su aroma virginal, y tan femenino a la vez.

Estoy seguro de que la amé, pero también de que ninguna mujer me calentó tanto como ella jamás!   fin

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