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En bombachita

en Amor filial

En bombachita

Mi papi estuvo re mal los primeros 3 o 4 meses, después de la muerte de mi madre. Ellos eran una pareja feliz, con proyectos, recuerdos alfombrados de dulces fragancias, buenos tratos y un sinfín de libertades que respetaban más allá de todo.

Pero mi madre enfermó gravemente, y lo que sea que haya tenido, se la llevó en un abrir y cerrar de ojos.

Ese día llovió, y la ciudad parecía un desierto.

Mis abuelos no tenían consuelo. Mi único hermano vino en un vuelo especial desde Chile, y no encontraba explicación. Mi padre no podía resolver siquiera los trámites que la burocracia demanda en estos casos, y las amigas de mi madre eran violines desafinando a las lágrimas tan imperturbables como incomprensibles.

Yo tenía 17 cuando la desgracia tiñó todo nuestro hogar con su amargura. Por lo tanto no hubo viaje de egresados para mí.

Cuando cumplí 18, mi padre organizó una fiesta íntima, humilde y simple, como yo quería.

De a poco íbamos retomando nuestras vidas, él con su empresa y yo con mis estudios.

Todo hasta que una noche templada, de un marzo que no le combinaba al otoño, él llega borracho, y sin tocar el timbre decide entrar hecho una furia. No me dio tiempo de protegerme. Yo estaba en corpiño y bombacha mirando una película porno en la tele, totalmente húmeda, acalorada, y con una abstinencia atroz. Todavía no había empezado a pajearme, ya que su repentina aparición estropeó mis planes.

Apenas me ve se me acerca, transformando aquella furia en pasos lentos y pesados, y me dice:

¡qué linda guachita sos bebé… siempre quise verte así, en ropita interior!

Quise levantarme del sillón y hacerlo caer en la realidad, que estaba ebrio y que no sabía lo que hacía ni decía.

Pero él me empujó de los hombros con sus manos delicadas y suaves, y prosiguió conduciéndome con sus palabras como gotas de algodón.

¡tranqui mi amor, que no te voy a hacer daño! Sabés, recién vengo de estar con una putita, y como no llevé la billetera porque, me la olvidé en la oficina, me dejó re al palo, con tanto franeleo! Pero no pude hacer nada! Y ahora llego, y te encuentro así, en ropita interior mi vida!

Cuando me desabrochó el corpiño con una facilidad admirable pensé que me iba a someter a una chupada de tetas colosal. No puedo negar que la esperaba en ese momento.

Pero el cabrón solo se bajó el pantalón para ofrendarle a mis ojos la erección de su pene al borde de agujerear su bóxer rojo, y un escalofrío me recorrió como una brisa inquieta.

¡levantate, andá a la cocina y traeme una copita de vino, así como estás!, me pidió.

¡no te tapes nada, ni las tetas!, me reclamó cuando yo caminaba rumbo a su petición, cubriendo un poco por natural pudor mis partes nobles. Pero me liberé de esa acción, y me sentí tan libre que, temí perder la cordura. En ese instante quise echarme en los brazos de mi padre y que al fin me huela, me lama toda, me besuquee, me toquetee lo que quiera y que me descubra toda mojada.

Pero mi padre era el que daba las órdenes, y así será siempre, pensaba mientras le llevaba la copa de vino.

Cuando sus manos la traían a su boca, y al tenerme parada a unos centímetros de él me pidió:

¡pasate la lengua por los labios, y moveme las tetitas bebé!

Al mismo tiempo su mano bajaba lentamente el elástico de su bóxer, y su pija saltó al aire como si tuviese un resorte.

¡mirala bien hija, y abrí las piernitas, que quiero ver si se te moja la bombachita de mirarle el pito al papi!, dijo con la voz un poco más gangosa de lo habitual, con los ojos lánguidos pero sin perderse detalles de mi figura, mi pubis y de mi bombacha azul totalmente a su disposición.

¡bajatelá un poquito, pero solo un poquitito mi vida, y ponete en cuatro… tomá, quiero que lamas tu corpiñito!, dijo luego con una de sus manos acercándome la prenda para que yo la escoja, y con la otra sobándose el pene rodeado de venas torneadas, visiblemente ardiendo por explotar en cualquier segundo de distracción de mis ojos incrédulos.

Entonces, como si fuese un mal necesario, me pidió que me acerque con la voz agitadísima, que le levante la cola y que se la apoye en la puntita de la pija. Su semen manchó toda mi bombacha en un escapismo deliberado, fogoso, impactante para mi experiencia y delicioso para el tacto de mi piel.

¡quiero que hoy duermas conmigo mi cielo, así, toda enlechadita, en mi camita y en bombacha!, me decía mientras la razón no regresaba como la esperábamos. Y así fue. Esa noche dormí con él, y no hubo mucho más por hacer debido a su borrachera. Pero yo me pajeé como una nena inocente, con la leche de mi papi en la bombacha y en la cola.

Creí que al día siguiente la página sería otra muy distinta. De hecho, ni siquiera sabía si mi viejo recordaría lo que pasó.

Pero, apenas llega de un café con sus amigos, a eso de las 8, y justo cuando yo preparaba una ensalada para acompañar al pastel de papas que marchaba en el horno, me dice con indulgencia luego de besarme la mejilla con cariño:

¡sacate todo, y quedate solo con la bombachita… apartir de ahora, cada vez que llego te quiero así, en tetas, descalza y en calzones! Total, acá no hace frío! Y bueno, si viene alguien, corrés a tu cuarto, o al baño, o ya vemos!

No sé qué cara le puse, ni de qué manera podía reaccionar si le hacía caso. Ahora no estaba borracho, y sin embargo me miraba con la misma cara de desenfreno, excitación y amor que la noche anterior.

¡dale Mica, o querés que te ayude?!, dijo, ya tomando partido por sacarme las zapatillas y las medias.

Cuando me quedé en bombacha, me pidió que le prepare un jugo y se lo lleve al living. Ahí andaba mi cuerpito por la casa, en bombacha y haciendo cuanta cosa a mi viejo se le ocurría.

Cuando le llevé el juguito me pidió que le quite los zapatos, y que entonces me siente sobre sus pies, frotándole la cola y con las piernitas abiertas. Eso parecía agradarle tanto, porque, en cuanto miré para atrás, aquella pija imponente yacía afuera de los límites de su ropa, y su mano la estimulaba con suavidad.

Al rato me pidió que ponga la mesa, que limpie las cenizas de cigarrillo del suelo que había bajo la mesita ratona, que me suba a una sillita para alcanzarle un libro contable que reposaba en una biblioteca, y todo bajo la supervisión de sus ojos asesinos. Me pedía que le pare la cola, que me suba y me baje la bombacha, que me frote la conchita con la escoba, un vaso, el libro, y con cualquier cosa que la cotidianeidad antepusiera en mis manos, pero siempre sobre la bombachita.

Antes de sentarnos a la mesa me pidió que me cambie la bombacha, y que elija alguna de cuando tenía 13 o 14, de esas con dibujitos o puntillitas y colores. Encontré una rosadita medio viejita que me entraba un poco grande, ya que antes era un poco más gordita, y fui a la cocina. Comimos, hablamos de la empresa y de los kilombos de mi hermano con su novia. Compartimos un alfajor y, le dije que me iba a poner a terminar una tarea. Él se sentó en el living a ver un partido de la B metropolitana.

Hasta que oigo su voz que clama por mí, y mi clítoris festeja en silencio con una gotita de flujo impertinente.

¡vení que te hago upita chancha, dale! Te cuento un secreto?… esa bombachita que tenés puesta pasó muchas veces por mi nariz… me encantaba el olor a pis que le dejabas cuando eras esa nena revoltosa, medio mentirosita y fanática de Los Simpsons! Te acordás?!, me dijo, mientras mi cuerpo iba cayendo en sus redes. El corazón me daba tantos vuelcos de alegría incomprensibles, que no podía asimilar tanta información.

Su bulto ardía bajo mi cola, y sus manos moldeaban mis piernas, casi tanto como las mías jugaban con mis tetas. Él quería que me las toque yo solita, y que le diga todo el tiempo: ¡soy tu nenita mentirosa, sucia, chanchita, y me encanta sacarme la bombachita para papi!

Mi cola sentía cómo la pija se le abultaba, ya afuera de su calzoncillo, y cómo me la fregaba, me sacudía hacia un lado y el otro, y cómo su pecho galopaba al compás de sus pulmones enérgicos, mientras me decía:

¡pero ahora mi bebé no tiene olor a pichí, porque se cambia la bombachita para papá, no mi cielo?!

Apenas me escucha decir: ¡a veces sí tengo olor a pis papi, porque cuando estoy re caliente se me escapa un poquitín… y más cuando los pibes en el colegio me re apoyan por todos lados!, me sacude con furia, y siento que mi bombacha se calienta, se pegotea entera y que no llega a juntar todo el semen que esa pija escupe agradecida y morbosa junto a mi colita.

Enseguida me separo de él y le alcanzo un repasador para que se limpie, y seque lo que cayó al sillón. Y entonces me manda a dormir como cuando era nena.

Lo de mentirosita, es porque siempre les decía a mis papis que me bañaba, y solo me mojaba el pelo, me cambiaba la bombacha y listo. Pero eso fue parte de una etapa rebelde, entre mis 12 y 13 años quizás.

Una mañana, después de que lo acompañé con unos mates en el patio, me sugiere que me quede en bombacha. Había algunos vecinos al otro lado de la medianera, pero a mi papi no le importaba.

¡dale Mica, y una vez que termines, me ayudás a cortar el pasto… dale?!

Tenemos un parquizado inmenso, lleno de plantas, las que mi mami adoraba. El pasto estaba amarillo, crecido y rebelde.

Entonces, yo iba y venía con la máquina por el pasto, hasta que él tomó las riendas del aparato, y yo ahora manipulaba el rastrillo para juntar todo lo cortado en un rincón. En eso lo oigo que me dice:

¡ponete a gatear Mica, y metete la bombachita bien adentro de la cola!

Lo hice con la frescura de una niña. Saltaba, gateaba, corría, hacía algunas piruetas y, de vez en cuando me frotaba la conchita. Cuando mi papi me vio hacerlo me paró en seco.

¡qué pasa Mica, querés hacer pipí?! No te toques la conchita! A no ser que estés alzada mi cielo!

Quise gritarle con todas mis fuerzas que quería su pija adentro, la que ya le mironeaba creciendo como un enigma interminable. Quería su leche adentro mío, y ya no en mi bombachita.

Ese día mi bombacha era una negra, tipo bedetina.

Hasta que me ordena con todas sus ansias:

¡dale Mica, hacé pis en el pastito, que quiero mirarte, pero bajate la bombachita!

No puedo prohibirle al morbo de su sangre tamaño pedido. Y cuando me subo la bombacha sin limpiarme ni nada, me lleva a la cocina, me pone en cuatro sobre una silla, me baja la bombacha y se dispone a olerla, con la pija en la mano, y con mi cola meciéndose de un lado al otro. Hasta que un inevitable estremecimiento colabora para que su semen una vez más culmine en mi bombacha, mientras con una de sus manos me nalgueaba, diciendo:

¡a vos habría que darte muchos chirlitos por chancha Micaela, y por sucia, y por mostrarle la bombachita a papi!

Una vez fuimos a pasear con su auto nuevo por la ciudad, y al loco se le ocurrió, apenas estacionamos en una cochera privada que me saque el pantalón.

Entramos a la playa solo para eso, porque después se le antojó dar unas vueltas por todo el derredor de un parque inmenso, poblado de gente. Todo el tiempo sentía sus ojos en mi bombacha blanca, chiquita y mojada. Pero esta vez, de vez en cuando me la estiraba de los elásticos mientras conducía, y hasta logró llevarla a mis muslos.

Esa vez no se contuvo. Paró en un campito bastante deshabitado, acercó su cara de barba tupida a mi vagina y me olió mientras se pajeaba como nunca. También olió mi pantalón en la parte de la entrepierna. Esa vez acabó en él, y me pidió que me lo ponga ahí mismo.

Cuando llegamos a casa, me desvistió a la fuerza y no paró de darme chirlitos en la cola, hasta que yo le dijera que no me iba a portar mal con él. Claro que no me hacía doler. Pero me la dejó re colorada.

Algunas noches me sorprendía dormida, en plena madrugada. La mayoría de las veces procedía igual. Me destapaba, me acariciaba la cola, ya que siempre duermo boca abajo, se sacudía la pija mientras piropeaba mi bombachita de turno, y generalmente acababa sobre ella diciendo suavecito:

¡no te despiertes bebota, así, qué linda bombachita tiene mi nena, y cómo se la moja la chancha, y ahora papi te la va a llenar de semen guachita!

La vez que no pude evitar gemir fue cuando estaba casi dormida pero boca arriba. Ese día acercó su cara a mi vulva, levantó apenas la tela de los pliegues y la olió mientras farfullaba:

¡qué riiiico, el mismo olor a pichí como cuando eras mi nena, me encanta tu olor a bombachita pendeja, te quedan hermosas mi vida!

Esa vez se lo pedí. Le imploré que necesitaba aunque sea saborear su leche. Pero él acabó en una paja nerviosa, llena de chispazos y jadeos que se le agolpaban en los pulmones, esta vez en mis piernas, hasta donde su mano libre llevó mi bombacha.

Así los días se sucedían, uno tras otro, y yo me convertí en la esclavita de mi papi, en una esclava que se paseaba en bombacha por la casa. Una vez hasta me pidió que barra la vereda con una remera larga y una tanguita bien metida en la cola. Muchos curiosos se sorprendían cada vez que me agachaba.

Una mañana se le antojó que le lleve un café con tostadas a la cama. Se sentía medio resfriado, y no tenía ganas de levantarse. Cuando llegué con la bandeja, por supuesto, tan solo con una bombacha roja con el dibujito de un gatito en la cola, me pidió que me siente sobre su pecho, con las piernas apuntando a su cara. El muy morboso tomó su café y comió dos tostadas con dulce de arándano, sin dejar de aspirar de mi aroma, de mirarme la bombacha y pedirme que me toque la vulva por encimita. Mientras tanto, yo sentía la punta de su pija tocar una y otra vez mi cola tan necesitada como todo mi ser de ese hombre, que me estaba enloqueciendo.

Una noche, llegó de improvisto un amigo de mi papi. Se llama Nicolás pero le dicen Pipo. Yo, naturalmente andaba en bombacha, terminando de ponerle el queso a unas pizzas.

¡Mica, no te preocupes que yo abro… pero vos quedate así, y cuando yo te diga vení a saludar a Pipo!, me explicó mi padre.

Desde entonces, un hormigueo insoportable me invadió sin previo anuncio.

Pipo entró, los dos se sentaron en el sillón, y luego de una charla sin importancia, los oigo cuchichear por lo bajo. Enseguida Mi padre dice:

¡Mica, vení, traenos una cerveza de la heladera!

No sabía qué hacer. Pero fui, hecha un pollito mojado.

¡mirá lo crecidita que está tu Miqui… y lo hermoso que le queda esa bombachita!, dijo mi papi, cuando el hombre no podía articular palabras.

¡che, Micu, y, y a vos, te, te gusta andar en calzones por la casa?!, se animó a romper el silencio, mientras mi papi bebía su vaso, y el clítoris me punzaba de calentura.

¡me encanta, me, me excita mucho!, le dije mirándolo a los ojos, con un dedo en la boca.

Ese día cenamos normalmente, pero mi cuerpo podía traducir las miradas lascivas de Pipo en un deseo indómito. Todo hasta que mi papi me pidió que me ponga en cuatro patas sobre la mesa, y me meta la bombacha bien adentro de la cola.

Acto seguido mi papi me vendó los ojos con una servilleta, y ya no pude ver nada. Pero los oía pajearse, jadear, en especial a mi papi, beber cerveza, tragar saliva y, tocarme la cola.

¡estirale la bombacha negro, dale, animate!, ordenó mi padre.

¡micu, te puedo pedir una cosita mi reina?!, se tomó atribuciones Pipo.

¡síi, dale… bueno, siempre que mi papi me autorice!, dije pensando más con la concha que con la cabeza.

¡acostate en la mesa, boca arriba, abrí bien las piernitas, y tocate la vagina bebé, dale!

Mi papi no me lo prohibió. Por lo que, en cuanto lo hice, sentí que dos respiraciones zumbaban en mi sexo, que mi papi le decía: ¡olela toda, dale, pero no la toques, que esa bombachita es mía!, que Pipo gemía cada vez más agudo, y que sus pijas resonaban como el aleteo de unas avecitas veraniegas.

No tengo idea de lo que hizo con su lechita el amigo de papá. Pero él, me acabó en los pies, después de correrme un poco la bombacha y meterme un dedito en la vagina. Eso me hizo temblar y, creo que por eso largué una cantidad de flujos que me dejó rendida.

Cuando Pipo se fue, él me cargó en sus fuertes brazos y me arropó en su cama, para luego acostarse junto a mí, sin sacarme la bombacha.

¡y Micu, qué me decís? Pipo te vio en bombachita, como yo! Te olió la conchita, te tocó el culo, se pajeó mirándote en cuatro patas, como a una perrita esperando pija! Frótate toda en el colchón nena, dale, quiero que acabes en mi camita hija!, decía mi papi, otra vez estimulándose la pija, acariciando mis nalgas y entrelazando sus dedos a mi bombachita.

¿te gustaría que todos mis amigos te vean en bombacha? Que te huelan, te toquen, te miren las tetas, te besen en la boquita, te vean hacer pichí, que te peguen en la colita? Querés que les diga a todos que tengo una nena que le encanta andar en bombacha, y que tiene muchas ganitas de pija?!, concluía cuando al fin acababa por primera vez su leche en mi cara.

Juro que no soy una sucia, pero esa vez me hice pis mientras él juntaba los restos de su leche con los dedos para que se los lama. Quería que saboree su semen, que gima, y que no deje de frotarme.

Hubo algunos encuentros con sus amigos. Yo fui la mucamita hot para todos. Fue en un asado, el día de su cumple, y yo fui su regalo más original.     fin

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