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Hermanos de leche

en Amor filial

Hermanos de leche

Estoy segura de que ninguna mujer en el mundo hubiese actuado como yo ante semejante cuadro. O al menos muy pocas.

No pude hablarlo con mis amigas por miedo a sus prejuicios, acusaciones, lecciones de ética barata y sermones que no necesitaba. Rechacé la opción de un psicólogo, y no quise saber nada con alternativas modernas para canalizar vibraciones o energías desenfocadas.

Soy Alejandra, estoy felizmente casada con un hombre ejemplar como padre y marido, tengo 37 dichosos años y tres hijos por los que me encanta levantarme todos los días y apoyarlos en lo que deseen.

Milena tiene 17 años, un grupo de amigas exelente,es aplicada en el colegio y sueña con ser nutricionista. Ama el deporte y la buena alimentación.

Andrés y Tomás son mellizos de 13, y por suerte son bien distintos. Tomi es un desastre en el cole, jamás ordena sus cosas y le tiene pánico al jabón. Pero es hiper cariñoso, y siempre está a mi servicio o al del papá si así lo requerimos.

En cambio, Andrés es metódico, estudioso, pulcro, un poco más frío con los afectos y se perfuma hasta para cenar.

El tema es que, tuve un par de llamados de atención, y aunque soñaba con que no fuera real, poco a poco las cartas comenzaban a salir como el destino las reacomodaba ante mis ojos.

Yo fui la encargada de hablarles de sexo a los tres. Claro que en distintas ocasiones.

Con Milena fue a los 11, apenas se asustó cuando vio sangre en su bombachita y no entendió nada.

Con Tomás fue al día siguiente de la noche que lo encontré en plena madrugada y en su cama, desnudo, con el pito al aire tan duro como gordito y pequeño siendo preso de un manoseo tremendo. Ni bien entré se hizo el dormido, y en el momento en que me acerqué para taparlo con la sábana al menos, vi cómo se le derramaba una mezcla de semen y pichí en la pancita.

Con Andrés fue al mes siguiente, una noche en la que me cansé de llamarlo para que baje a comer. Si mi marido hubiese estado, sólo bastaba con un grito.

Subí a su cuarto, y al abrir la puerta lo vi con los auriculares puestos, los ojos en la pantalla de la compu, donde una asiática le comía la verga a un policía, y con las manos en su pene. No sabía cómo salir de su vergüenza. No quería mirarme siquiera! Esa noche le hablé con serenidad, sin atreverme a evitar pispearle el bulto. Al punto que se lo toqué, lo acuné en mis manos nerviosas a la vez que le explicaba lo importante del uso de los condones, de los sueños eróticos, del interés que seguro comenzaba a sentir por las chicas, en especial por sus tetas y sus colas, y casi me pareció que si no se la soltaba a tiempo me la eyaculaba toda.

La cosa es que mis niños estaban cada vez más pajeritos. Particularmente las sábanas y calzoncillos de Tomás eran ríos de semen petrificados.

A Andrés le daba pudor que yo le lave la ropa interior, y siempre que se duchaba se la lavaba personalmente.

A Tomi lo sorprendí muchas veces con las manos en la masa. Algunas de ellas no lo resistí, y por más degenerada o morbosa que parezca, colaboré con él.

Una tarde mi nene miraba sin mirar la tele en el sillón, y como no sabía que yo lo observaba se sobaba el pito adentro de su pantalón de gimnasia.

¡Tomi, qué hacés cochino?!, le dije, sabiendo que se detendría. Pero antes de que lo haga me acerqué y le dijal oído:

¡quedate quietito que mami te ayuda con ese pitito, querés?!

Tomi se sometió a la tarea de mis manos que sin más se adentraron bajo su calzoncillo y le amasaron esa pijita de nene tembloroso. Se lo apreté, tiré del cuerito hacia abajo para rozar delicadamente su capullito, le di calor a sus huevitos, me escupí la mano para humedecerlo un poco más de lo que ya lo hizo su juguito, le bajé el pantalón para olerlo, y mientras le decía: ¡acabame en la mano chancho! Subía y bajaba por su tronco con mi mano, pero ahora sobre su calzón.

No tardó nada en cumplir mi consigna. Apenas terminó lo mandé a bañarse, porque no podía andar con tanto olor a bolas, a pis y a chibo.

Con Andrés no tuve esa suerte, aunque sabía que veía porno, porque dos por tres oía gemidos en su pieza antes de golpearle la puerta para lo que necesitara pedirle.

Pero, una vez Milena me dijo que Andrés la espiaba cuando se cambiaba, que lo pescó revisando el cajón de su ropa interior, y que le pregunta siempre por una compañera. No la dejaba en paz con esa chica!

Le pedí que le tenga paciencia, pues, la curiosidad a esas edades no se puede posponer. Pero que si algo se llegara a ir de las manos me lo comunicara.

Conforme el tiempo pasaba, había más elementos extraños. Tomi y Andrés, que por lo general no se toleraban demasiado, de golpe y porrazo eran inseparables. Un par de veces me pareció que mientras miraban la tele en el sillón, uno le tocaba el pito al otro. Apenas me veían pasar se hacían los tontos, lo que avivaba más mis congeturas.

Una mañana oí que Milena y Andrés discutían en el baño. ella lo hacía callar, pero le susurraba:

¡le voy a decir a mami tarado… devolveme esa tanga, y no me mires las tetas!

Andrés con la voz en un hilo le retrucaba:

¡no le vas a decir… si sos re cagona! Si me mostrás mejor las gomas te la devuelvo, y acá no pasó nada!

Me moría de ganas por entrar. Pero Milena salió descalza y con un vestidito de dormir bastante chingado. Cuando me vio me dijo que estaba por bañarse pero que Andrés le ganó de mano.

Esa vez le vi las tetas bien de cerca, ya que mi cara coliciona casi con sus meloncitos preciosos y desnudos. Me salió alta la desgraciada!

Entré al baño en cuanto Milena se esfumó, fingiendo estar apurada por lavarme los dientes. Andrés se estaba pajeando adentro de la ducha con la tanguita de mi hija en la nariz. Obvio, cuando me escuchó entrar para retirar mi cepillo dental abrió el grifo para disimular.

Otra noche, antes de la cena un compañerito de Tomi llamó por teléfono. Después de buscarlo por toda la casa, encontré a los tres en la pieza de Milena. Los escuché corretearse, hasta que ella dijo:

¡basta pendejos, ya sé que me ganaron, y les voy a mostrar mi cola… pero de de a poquito, sí?!

Le dije al nene que más tarde Tomi lo llamaría y corté. Abrí apenas la puerta, y vi a milena bajarse en cámara lenta la calcita marrón que traía, y a Tomi bien pegadito a su hermano, ambos sentados en la cama con los ojos desencajados. Tomi se sobaba el pene, y Andrés lo reprendió por eso.

Tomi le pidió que se baje la bombachita. Pero Milena negó con la cabeza. Se les acercó, les dio un beso en la boca a cada uno y los echó de su cuarto.

Tuve que hacerme la que subía las escaleras para no delatarme.

Mis hijos se calentaban entre ellos, y yo no sabía cómo detenerlos! Tal vez no quería que eso deje de pasarles, y no podía impedirle a mi calentura que no gobierne a mi cerebro.

Varias veces vi salir a Milena de la pieza de los chicos en tetas y bombacha. La retaba y la ponía en situación para que tome consciencia. Pero ella siempre dijo que sus hermanos la respetaban.

Una mañana le pregunté si ninguno de ellos intentó tocarla, y me aseguró que no.

Después del cumple de 13 de los chicos, descubrí qué era lo que pasaba.

Mi marido insistía con hacerle una pieza a Tomi y dejarle a Andrés la que hasta entonces compartían. Pero ellos no querían saber nada. Esto se agregó a lo que me contó Milena la mañana que la mandé a despertarlos:

¡ma, perdón, pero te lo tengo que contar… los chicos estaban despiertos cuando entré... sólo que Andrés estaba parado delante de la cara de Tomás, y le ponía el pito en la boca… el pobresito de Tomi estaba dormido, y tenía puesta una tanguita mía!

Se me rompió la taza del café que desayunaba durante su relato.

Le pedí que por favor limpie mi desatino mientras yo subía a mirar. Ya era tarde, y no podía acusarlos. Los dos estaban vestidos y con el uniforme del colegio, listos para desayunar.

La siesta que vino mi hermana de Uruguay de visitas, fui a buscarlos porque, había regalos para todos. Al abrir la puerta los vi a cada uno en su cama, pajeándose y hablando como si nada. Andrés estaba desnudo y Tomi en calzoncillos, apretando contra su olfato infalible una colales de Milena.

Me shockeó que ni les diera pudor verme, y eso me perturbó al punto de cerrar la puerta, cachetearlos para que entren en razones, y gritarles que eso no está bueno que se comparta así nomás, o que por lo menos tengan el recaudo de cerrar con llave.

No pude quitarle la bombacha a Tomi.

Entonces opté por agarrarle el pito y apretárselo mientras se me escapaba decirle:

¡te gusta tu hermanita a vos? Te calienta el olor de su bombachita, a culo y a concha? Qué te pasa cuando la olés? Se te para mucho pajerito?!

Y me quedé con toda la leche de mi hijo en la mano, mientras gemía confundido, y Andrés se limpiaba la panza con un pañuelo, ya que se había acabado antes.

En cuanto las pulsaciones bajaron les dije que estaba la tía, y les pedí que se duchen para que se les pase un poco la calenturita.

Apenas atravesé la puerta de ese cuarto sentí que mi clítoris palpitaba bajo la presión de mi bombacha mojada, y no encontré otra opción qe la de colarme un dedito en la vagina. Claro que no pude masturbarme como me hubiese gustado. Estuve atontada casi toda la tarde. No comprendía lo que habitaba en mis insolentes pensamientos.

Mi marido por suerte no me notó rara, ni tampoco a ellos.

Encima, una noche descubrí a Milena despatarrada en su cama tocándose las gomas y oliendo un calzón de Tomi. No pude verle la conchita porque automáticamente clausuró mi visión al cerrar las piernas apenas le hablé en voz baja.

¡otra que no cierra la puerta!, pensaba, perdida en su cara de felicidad y placer, sus pezones marrones y erectos, y en su piel envuelta en escosores.

¡dale, terminá de tocarte, y te digo lo que te venía a decir, chancha!, se me ocurrió decirle. Pero ella intentói taparse con la sábana.

¡no tengas vergüenza ahora nena, que si querés no te miro… pero, qué hacés on el calzón de tu hermano?!

Milena suspiró, frotó su sexo con una mano, y pronto con el calzón, hundió dos deditos en su vagina y, oí el sucumbir de sus juguitos adolescentes, al tiempo que su otra mano estiraba sus pezones de a uno por vez.

¡Tomi tiene mi bombacha ma… está re alzado conmigo el pendejo, y me vuelve loca… además me gusta que se coma la boca a chupones con Andy, me re calientaaa!, dijo en la cúspide de un orgasmo que la hizo temblar, reprimiendo sus gemidos en una m mutilada en sus labios.

Mientras se aflojaban sus músculos y volvía en sí le pregunté que haría con ese calzón repleto  de sus flujos vaginales. No me contestó, y me pidió que no la mire.

En el instante en que mi cuerpo cruzó el umbral de su puerta me gritó:

¡se lo voy a devolver al pajerito de Tomi, así me devuelve mis calzones!

Esta vez corrí al baño. en el camino me topé con mi marido que había llegado temprano del trabajo. Le di un beso apurado y le dije que me espere un ratito para tomar algo juntos.

Ya en la soledad del baño, busqué en el canasto de la ropa sucia cuanta bombachita y calzoncillo usado pudiera rescatar de mis niños. Encendí el lavarropas, me saqué la bombacha, me subí el vestido y me senté sobre el aparato que vibraba para frotar mi concha prendida fuego, a la vez que mi nariz repasaba una por una esas prendas.

Rocé mi clítoris, me metí un poco del slip de Andrés y otro de una tanga de Milena en la vagina, los froté con pasión y, creo que tuve dos orgasmos que me hicieron estallar en jadeos, contorciones, palabras morbosas dedicadas a ellos y unos dolorosos pellizcos a mis pezones hinchados.

Apenas salí de allí, mareada y palpitante, fui a buscar a mi marido, con el que no tuve ningún recato. Sabiendo que Milena estaba en su cuarto, y que Tomás tipeaba un práctico para el cole en el suyo, le chupé la pija a mi marido arrodillada contra la heladera, en el exacto momento en que se disponía a sacar un quesito untable.

Después lo senté en una silla y me le subí para que me coja la concha con todas sus ganas, por más que me dijera:

¡están los chicos Ale, mirá si alguno nos ve… se nos pudre todo flaquita!

Pero el muy pícaro me cogió más duro y rico apenas le dije:

¡y no fantaseás con que los nenes nos vean  y se toquen?!

Cuando su semen comenzaba a recorrer mis profundidades, pensé en aquello que dijo Milena. ¡mis nenes se comían la boca entre ellos, o a ella?! No lo tenía claro.

En esos días no había prudencia en mis actos. Por eso, la siesta que los escuché desde la puerta, con la idea de pedirles que me compren cigarrillos, decidí espiarlos.pajeame Tomi, y ponete esto después!, dijo Andrés. Lo reconocí de inmediato.

¡sí, pajealo y comele la boca!, agregó Milena. Nunca le distinguí la voz a Tomás.

¡querés mirarme las tetas, o el pito al Andy? Decime chanchito, y pasale la lengua por la boca… y vos bajate el pantalón! Dale Tomi, mirame las tetas nene!, seguía Milena con la garganta cada vez más opaca.

Esa vez no los ude agarrar en nada raro, porque la puerta estaba con llave. Cuando golpeé tardaron en abrirme, pero cuando Tomi lo hizo, todo parecía normal.

Me había imaginado aquellas frases? Evidentemente no, porque también divisé algunos besos.

Quise hablar con mi hija, pero no me atreví. Tuvieron que pasar dos largos meses.

Esa noche me levanté alarmada por unos refucilos y un viento furioso que golpeaba ventanas, sacudía ramas y silbaba haciendo caer cosas en el patio. Recordé que había ropa tendida. Pero, en lugar de ir a la terraza, algo me condujo irremediablemente a la pieza de los varones.

La puerta permanecía abierta y, se cortó la luz en cuanto subía descalza las escaleras, para no hacer el mínimo ruido.

Lo vi todo claramente. Tomi yacía sobre su derecha acostado con una tanguita de Milena en lugar de calzoncillo, y de pie, junto a su cara, Andrés le pasaba el pito por la boca diciendo:

¡dale nene, si te gusta, abrí la boquita, lamelo, dale, que te cuesta? Es un poquito!

Tomi pronto le pasó la lengua algunas veces, le dio unos besitos y se la metió en la boca.

¡uuuff, así nene, chúpame todo, sacame la leche, y pajeate sin hacerte pis como ayer!, dijo Andrés entre gemidos, agarrándose del respaldo, y se rió jocoso.

Entonces se agachó, le dio un beso en la boca, y Tomi se puso cara al cielo.¡dale Andy, hagamos pito con pito otra vez, porfi!, dijo Tomás esperanzado.

Andrés se le tiró encima, quedando ambos frente a frente, y luego solo se oía que se besaban. Como Tomi es mucho más menudito que su hermano, no vi si le hacía algo.

Andrés se movía zigzagueante, y le decía:

¡te gusta la Mile no? Tiene ricas tetas, y le querés mirar la concha nenito? Te gusta como te besa?!

Tomi solo balbuceaba un tierno: ¡sí, me encanta!

En eso Andy se levanta, le saca la tanga, la huelen juntos saboreándose las lenguas, y no tardan en unir los pitos, uno contra otro. Se los fregaban, apretaban, se tocaban los huevos, y los dos gemían bajito en medio del desastre de la tormenta sobre los techos.

Cuando Andrés se agachó y rozó varias veces sus labios con el pene de Tomás, sentí que un chorro caliente bajaba por mis piernas. Andrés se lo mamaba como un experto! Le escupió hasta la panza, lo besaba, lo pajeaba contra su rostro y se lo metía en la boca para succionarlo con suavidad, mientras le decía:

¡dale maricona, mirá si Milena nos ve… a lo mejor nos muestra la conchita!

Tomi solo decía:

¡aaaay, acabo guachooo!, como un disco rallado.

Tomi eyaculó al parecer, por la alegría de Andrés, que recién entonces se sacó la camiseta. Volvió a poner su pito en sus labios, y mi desenfreno no pudo aguantarlo más.

Entré hecha una furia, y en medio del susto Tomi se hizo pis, y Andrés casi se cae. De hecho, se pegó muy fuerte en la cola con el filo de su mesa de luz.

¡vengan para acá los dos, ya!, les dije desde la cama de Andy que estaba seca y tendida.

¡ustedes se chupan la pija? Se besan y se pajean? Qué pasa con ustedes? Son medios putitos? Por qué no se cogen a Milena?!

Se me caían los absurdos de los labios.

Me di cuenta de que estaba en tetas, y al verle la pija dura a los dos, los abracé en mi pecho, y les comí esas boquitas. Cuando les pedí que se besen entre ellos y me complacieron, se me antojó que Tomi termine de hacer lo que le faltaba con Andrés.

¡chupale la verga a tu hermano, ya chiquito!, le largué.

Tomi seguía nervioso, pero ni bien sus labios tocaron el pito de su hermano lo tranquilicé apoyándole las tetas en la espalda, aprovechándolo en cuatro sobre la camita, para que se la chupe con ruiditos y todo.

¡así que se besan adelante de Milena? Y ella les muestra las tetas? Y a vos Tomi, te calienta el pito tu hermanita? Y le robás los calzones?!, le dije dándole fuertes nalgadas.

Hasta que los acosté a los dos boca abajo, uno al lado del otro, y les pedí que se besen. Entonces, mientras sus pijas se friccionaban en la sábana, les abrí el culito y se los escupí para lamerlos, besuquearlos y morderles el escroto.

Andrés se vino en leche cuando le hice sentir un dedito en el culo. Tomi acabó cuando le daba tetazos en las nalgas y le rasguñaba la espalda.

Les pedí que se pongan de pie y que cada uno saboree la pija del otro. Acto seguido les ordené que laman juntos toda la leche que volcaron en la sábana.

Me saqué la bombacha, creo que ahí fue que volvimos a tranzarnos entre los tres, y fuimos a la pieza de Milena, en el más absoluto silencio.

Ella dormía sin sospechar nada.

Yo la destapé minuciosamente, le corrí la bombachita, apenas le separé las piernas y los invité a que le miren la conchita, ya que descansaba boca arriba. La miraron con caritas de lujuria mientras se les paraba el pito, y antes de que alguno se la mande, los agarré de una oreja y los llevé de nuevo a su habitación.

Fue inmediato. Apenas cerré la puerta los cochinos empezaron a pajearse.

Tomi estaba loco por el aroma de Milena, y Andrés obsesionado por el olor a pis de Tomás.

¡dame la leche nenita!, se le escapó, y Tomi se le tiró encima para fregarle la pijita por todo el cuerpo, y en breve para que su boca se lo devore como una golosina.

Yo me sumé para chuparle el culo mientras Tomi no paraba de jadear.

Enseguida los dos se intercambiaban las pijas para lamerlas, llenarlas de sorbos, saliva y palabritas obscenas, como si yo no estuviese allí.

Caí en la cuenta de que me masturbaba cuando Tomás se dejaba lamer el culito por Andrés, que a su vez lo pajeaba enceguecido.

Andrés le había acabado antes en las manos a su hermano.

Un trueno violento y asesino para los tímpanos me hizo aterrizar en la realidad, y supuse que debía actuar. Les pedí que la corten, y que por hoy duerman juntos en la cama de Andrés.

¡mañana vamos a hablar muy seriamente, los cuatro, me entendieron?!, los amenacé, totalmente incapaz de creerme ese discurso.

Me fui al lado de mi marido y lo desperté para que me coja. Necesitaba sacarme todo eso de la cabeza, por más que no paraba de alucinar con lo que los dos mocosos estarían haciendo en esa camita.

Al otro día quise hablar con ellos. Pero me faltó el valor, la pedagogía y la paciencia.

Poco a poco, con el correr de los días, los nenes comenzaban a separarse. Todo desde el día que los vi masturbándose en el patio, y les grité que le contaría todo a su padre si no se calmaban.

No obstante, Tomi nunca perdió el interés por su hermana. Era notorio cómo se le abultaba el pantalón cuando le miraba las gomas.

Andrés pidió un cuarto para él solo, y entonces mi marido ya se puso a la tarea de construirlo.

Nunca más volví a encontrarlos juntos, al menos a los varones.

Milena y Tomi se besaron un par de veces, y según ella una tarde hizo que él se acabe encima con solo lamerle el cuello y decirle chanchadas.

No sé si eso les habrá cambiado la mente a mis niños, y si será de gran influencia en la sexualidad de cada uno de ellos. Pero a mí me llenó de morbo, fantasías y cosquillitas apenas los veía, y no podía evitarlo!      fin

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