La vida de Melinda Gordon era harto complicada. Día tras día se veía acosada por los fantasmas, que acudían en su búsqueda para resolver los problemas que los acosaban. Ella siempre se lo tomaba con filosofía y trataba de ayudar en todo lo posible. Pero aquellos días el estrés había estado pudiendo con ella. Había salido de comer, dejando a Andrea al cuidado de la tienda. Y por eso ignoró al hombre con sombrero de copa que pasó a su lado por la calle vestido con traje y sombrero victoriano. No podía atenderle en aquel momento.
Si hubiera sido más observadora habría visto que el hombre no tuvo el menor problema en abrir la tienda de la que acababa de salir, y que a pesar de su estrafalario atuendo, el caballero estaba muy vivo. Andrea, lo encontró divertido cuando le vio entrar.
_ Debo suponer que usted es la señorita… ¿Gordon?_ Preguntó. Él ya sabía que no pero… debía jugar las cartas que le habían tocado.
Andrea no notó todavía cómo se la comía con la mirada. Había caído allí al alzar, pero no podía estar más conforme. La verdad es que dejar la seguridad de sus siervas conocidas… abandonar a Bernadette y a Penny había sido duro. Pero su avaricia había sido más fuerte que su deseo de seguridad. Y su recompensa estaba ante él.
Aquella belleza de ébano le había dejado sin aliento. Sabía que Aisha Tyler era una mujer alta, desde luego. Pero la verdad es que no estaba emocionalmente preparado para encontrársela. Era, ataviada con los tacones que llevaba, incluso más alta que él. Rozaba peligrosamente los dos metros. Y además… era una belleza, eso era innegable.
_ No. Soy Andrea Marino. La ayudo con la tienda de vez en cuando._ Dijo, sonriendo y mostrando sus dientes, blancos como perlas.
_ Encantado, Andrea. ¿Puedes cerrar la tienda, por favor?
Andrea mostraba extrañeza mientras se dirigía a la puerta, giraba el cartel de cerrado y cerraba con llave. Cuando se giró comprobó que el señor del sombrero de copa había entrado en la trastienda y un impulso de realidad la hizo correr.
_ ¿Qué cree que está haciendo?_ Le espetó.
_ Oh… sólo echaba un vistazo. Tenéis muchas cosas aquí._ Cogió un bastón e hizo un par de pases con él._ ¿No te importa, verdad?
Andrea se sintió extraña en ese momento. Le costaba pensar. Aquel hombre la confundía.
_ No… está bien._ dijo, pasándose la mano por el pelo, distraída.
Él estaba observando y Andrea le mantenía la mirada fija. Por algún motivo empezaba a sentir mucho calor. La morena sudaba, y notaba sus pezones duros contra la blusa.
_ ¿Me acompañas al sótano?_ Preguntó él.
Antes de que ella contestara, él comenzó a bajar y ella le siguió. El sótano era oscuro y apenas iluminado por la bombilla. Para cuando Andrea llegó abajo el hombre estaba desnudo a excepción de su sombrero de copa. Andrea, en circunstancias normales habría gritado, le habría imprecado y lo más probable es que le hubiera echado. Pero en aquel momento, lo único que pudo hacer fue quedarse mirando fijamente la enorme polla de aquel hombre desconocido.
_ ¿Quién eres? ¿Y por qué…?
_ Sé directa…_ Dijo él.
_ ¿Por qué estoy tan cachonda?_ Preguntó Andrea, sorprendida de su propia franqueza.
_ Bueno, porque yo soy tu amo, por supuesto._ Dijo él.
Y Andrea le encontró sentido. Ese hombre tan apuesto era su amo. Era lo más lógico, por eso estaba tan cachonda, por eso se sentía ridícula con la ropa puesta. Y su calor se elevó hasta niveles insospechados.
_ ¿En qué piensas, Andrea?_ Preguntó él, aunque sabía la respuesta.
_ Necesito follarte._ Reconoció.
_ Bueno… ¿Y a qué esperas?
Andrea no necesitó más. Se arrancó la camiseta con furia y se lanzó sobre él, que hizo un soberano esfuerzo para quitarle la falda. Él estaba acostumbrado a dominar cada aspecto de sus chicas, pero quería saber qué le gustaba a aquella diosa de piel de caramelo.
Andrea le besaba con una intensidad increíble, con un deseo que le desbordaba. Nunca jamás había besado a nadie así. La morena era fuerte y no tuvo el menor problema en tomarle a él de la cintura y tocarle el culo, elevándolo un poco del suelo.
Notaba la polla de él apretándose contra su abdomen. Tan dura, latiendo. Se separó de él y la miró un par de segundos, salivaba. Se dejó caer de rodillas, y la polla quedó a la altura de su cuello. Se echó un poco más atrás, y sin más ceremonias se la comió.
Él lanzó un pequeño gruñido mientras la dejaba trabajar. Y cómo trabajaba. Rivalizaba con Penny en esas artes, pero ella era silenciosa y discreta. Por eso cuando escuchó la puerta de la tienda abrirse, no detuvo el vaivén de su cabeza.
_ ¿Andrea?_ Andrea seguía mamando, sin hacer siquiera el amago de contestar.
Él podía hacer que Melinda ignorase todo lo que viese si baja, pero eso era algo que Andrea ignoraba. Y eso sólo elevaba aún más el ya desproporcionado morbo de la situación.
_ Andrea, ¿Estás ahí?_ Melinda hablaba desde la entrada del sótano, estaba muy cerca.
Andrea, en un rápido movimiento, se sacó la polla de la mano y empezó a hacerle una paja impresionante con su mano izquierda.
_ Un cliente ha llamado, pidiendo uno de los candelabros que guardamos…_ Todo lo silenciosamente que pudo, el amo se corrió sobre aquella cara morena. Andrea hizo una pausa para tragar el semen que había caído sobre su boca._... Aquí.
_ Bueno, pero no estés mucho aquí abajo._ Dijo Melinda._ Jim ha llamado, quiere que cenemos todos juntos. Ya es tarde para seguir abiertos.
_ No te preocupes. Termino con lo que estoy haciendo y me reúno con vosotros._ Le dijo, entre lametones a la polla de su señor, que se empezaba a endurecer de nuevo.
_ Nos vemos._ La puerta del sótano se cerró, y Andrea se rio un poco, llevándose la corrida a la boca.
_ Casi nos pilla._ Se puso en pie._ ¿Te ha gustado la mamada?
_ ¿Bromeas?_ Le besó el cuello._ Eres increíble.
_ Puedes aún no te he enseñado lo que se me da mejor, amo._ Le miró, con seguridad._ Sé que aún tienes fuerza de sobra. ¿Listo para que te monte?
_ Será un placer, Andrea.
Andrea tomó una toalla, agachándose y mostrándole una espléndida vista de su culo moreno. Él no se lo pensó y tocó lo que estuvo a su alcance.
_ Ten paciencia._ Dijo ella, juguetona.
Colocó la toalla sobre la silla y él se sentó. Andrea se colocó sobre él y bajó lentamente, dejándose penetrar. Estaba increíblemente lubricada por la experiencia. Gimió sonoramente, sabiendo que Melinda no vendría. Y él ahogó su voz besándola en el cuello.
Empezó a botar sobre él, ofreciéndole unas tetas que él no dudó en lo más mínimo en morder y chupar con todas sus fuerzas. Andrea había encontrado un motivo para disfrutar de ese trabajo. Uno más allá de ayudar a su mejor amiga.
Él subió y besó sus preciosos labios. Que eran tan gruesos y sabrosos como esperaba. Eran increíblemente besables. La tomó de las nalgas y la tumbó en el suelo, Aún sin salir de ella colocó sus piernas sobre sus hombros, profundizando aún más en la penetración. Andrea jamás había gozado tanto y se lo hizo saber con sus gritos.
_ ¡Alabado sea mi amo!_ Gruñó, presa de un orgasmo que a punto de estuvo de hacerle perder el sentido.
Se sentía llena, y no sólo del semen que la anegaba. Su amo le había mostrado todo lo que necesitaba saber sobre sí misma. Aquello… aquello no había sido un polvo en un sótano. Aquello había sido una liberación, y por eso cuando se recuperó se abrazó y le besó profundamente en los labios.
_ ¿Y ahora? ¿Qué hacemos ahora, amo?_ Preguntó.
_ Bueno, deberíamos asearnos. Melinda nos ha invitado a cenar.