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Reeducación Sexista 4

en Control Mental

_ Sí… Yo también tengo ganas de verte._ La sonrisa de Elena era muy grande._ ¿Esta tarde después del trabajo?

Había pasado un mes desde que había conocido a Alyssa, pero estaban teniendo una relación muy tórrida y acogedora. Elena le había enseñado un par de trucos y ya no lloraba cuando lo hacían. Elena ya llevaba el pelo a media melena y había dejado las pelucas.

_ Yo también te quiero, mi super abogada._ Llamaban a la puerta._ Hasta luego.

Elena se levantaba una hora antes cada mañana desde hacía un tiempo. Así podía masturbarse tranquilamente, hablar por teléfono con su chica y estar preparada por si pasaba algo como lo que pasó en aquel entonces. En bata, se dirigió a la puerta y se encontró con Fred.

_ Te has retrasado con el alquiler._ Dijo él.

Su expresión lasciva y el nada oculto bulto de sus pantalones indicaban que poco o nada parecía importarle no haber recibido su pago. Como una autómata, Elena se hizo a un lado y le abrió la puerta. Se quitó la bata y se puso de rodillas.

_ No, aquí no. Vamos al sofá._ Le dijo él, envalentonado.

_ Vale, como digas._ Elena se encogió de hombros y se dirigió al sofá.

Fred se quitó los pantalones y se sentó. La barriga le sobresalía por la camiseta, pero la joven pareció ignorar la repugnancia que le producía aquel hombre que, por cómo olía, debía llevar meses sin ducharse. Elena se acomodó en el sofá, le cogió la polla y, ya experimentada, se la empezó a mamar.

_ Así me gusta, putita. Esto cada vez se te da mejor._ Le dijo, mientras cogía una de sus nalgas y se la sobaba._ Empiezo a pensar que te gusta que venga aquí a follarte. Parece que me lo estés pidiendo a gritos.

_ Sólo quiero evitar problemas con el alquiler._ Se excusó ella, mientras lamía el glande de Fred._ Esto es mejor que discutir.

Fred lanzó una risotada y el movimiento de su tripa hizo que Elena perdiese el punto de dónde se encontraba el rabo, así que, de forma muy humillante, se arrastró para atraparlo con los labios y usó ligeramente sus dientes para sujetarlo. Como recompensa, Fred le hundió tres dedos en su coño mojado.

Ella mamaba entre gemidos. Quería ignorar el feeback de su cuerpo, porque aquello sólo era una forma de asegurarse de que no le diera más la brasa con el alquiler y, sin embargo, reaccionaba moviendo las caderas. Gimiendo con aquella polla entre los labios.

_ Si tan cachonda estás te puedo follar el coño._ Le recriminó Fred.

_ Ni de coña._ Dijo Elena, aunque sonaba como una crítica débil, especialmente porque estaba escupiendo sobre aquella polla para ensalivarla._ Las mamadas son una cosa, pero no pienses que voy a dejar que me folles.

_ Bueno, ya lo discutiremos, preciosa. Me corro.

Elena se introdujo la polla hasta lo más profundo de su garganta, tragándose hasta la última gota. Era un horror quitarse el semen de la cara cuando se duchaba, un problema que no tenía si tragaba. Se la sacó de la boca, la dejó bien limpia y se dispuso a levantarse, pero Fred no le había sacado los dedos del coño. Empezó a gemir sin poder evitarlo.

_ Vamos, córrete para mí… si lo estás deseando._ Fred sonreía más que nunca.

_ Serás… cabrón._ Le espetó. Pero no pudo reprimir el orgasmo, ni caer derrengada en el sofá.

Fred lanzó una risa de poder, se subió los pantalones y se dirigió a la salida. No fue hasta un rato después que se dio cuenta… había pagado el alquiler dos días antes.

_ Cabronazo…

Se duchó, se vistió y acudió al trabajo de forma normal. Ella no había advertido el cambio que se había producido allí. Los hombres la miraban más, algunos incluso se la comían con la mirada. Pero es que su vestimenta había cambiado. Sus faldas eran mucho más cortas, sus escotes eran más amplios, y en lugar de ocultar sus atributos, parecía lucirlos. Sus compañeras sí le habían hablado del tema, pero ella le restaba importancia.

Su trabajo nunca había sido algo que la hubiera llenado, aunque últimamente estaba muy relajada. Se daba cuenta de lo fácil que era. Simplemente tenía que obedecer a su jefe. Un jefe que en aquel momento se le escaba acercando. Jack le miraba siempre las tetas descaradamente. Antaño era algo que le había molestado y había causado más de una discusión, llegando la denuncia del acoso sexual. Los abogados de la empresa habían sido implacables, sin embargo, y el caso había quedado en suspenso.

Pero ahora era algo a lo que no le daba importancia. Jack aquella mañana parecía muy serio mientras se acercaba. Cuando le pidió que acudiese a su despacho, se le cayó el alma a los pies. Estaba revolviéndose nerviosa en el asiento. Nunca le había visto de esa guisa.

_ Elena… hay una cosa que necesito que me expliques._ Dijo._ Como entenderás, esta es una empresa seria. Y hay ciertos comportamientos que no podemos tolerar.

_ ¿Ciertos… comportamientos?_ Repitió Elena, sin mucha idea.

_ Tus compañeros han advertido que hay cierta rareza en tus hábitos de trabajo y me han pedido que los investigue._ Juntó los dedos._ Lo que no esperaba… era encontrarme con algo así.

Le dio la vuelta al monitor y Elena sintió que se moría de vergüenza. El vídeo era una grabación dentro del baño de aquella misma planta. En ella se la veía masturbarse impunemente, mientras aspiraba el aroma de sus propias bragas. La grabación no captaba su desnudez, pero era tremendamente obvio lo que estaba haciendo. Jack detuvo el vídeo y cerró la pestaña.

La antigua Elena le habría mandado a la mierda, le habría gritado que borrase su vídeo y le habría denunciado por grabarla en el baño. Además, probablemente le hubiera metido una patada en la entrepierna al darse cuenta de que se le había puesto dura como una roca mirándola toquetearse.

Pero la nueva Elena estaba abraza a sí misma en su asiento, sollozando. Le aterraba la perspectiva de quedarse sin trabajo. Si la echaban por eso jamás encontraría otro trabajo, y no se sentía capaz de desarrollar ninguna otra profesión… amaba aquel trabajo.

_ Como comprenderás… si esto llega a saberse… si los de arriba se enteran… lo más probable es que rescindan tu contrato._ Jack se mantenía serio.

_ No… ¿No lo saben?_ Preguntó Elena, sintiendo un rayo de esperanza._ ¿Quién lo sabe?

_ Sólo yo._ Jack no pudo evitar sonreír un poco._ Quizá podamos llegar a un acuerdo… no me gustaría tener que ponerte de patitas en la calle.

_ Haré lo que sea._ Aquella frase comenzaba a convertirse en una constante en su vida._ Cualquier cosa, Jack.

_ Absolutamente… ¿Cualquier cosa?_ Insistió. Su mirada se clavó en el escote de Elena.

_ ¿Quieres follarme, no?_ Le dijo, sin tapujos._ ¿Es eso, verdad? Pues sí, lo haré.

Jack dejó escapar una leve carcajada.

_ Oh… bueno, esa es una palabra muy fuerte, Elena.

Ella veía lo que estaba haciendo. Quería asegurarse de que no pudiera quedar la más mínima duda de que consentía realmente en aquello. Intentar ocultar la coacción bajo capas de preguntas que pudiera usar en un juicio si le denunciaba. Pero ella no tenía intención. ¿Por qué arriesgar su trabajo? Que se la follara le parecía una alternativa mucho más fácil.

Elena se había dado cuenta de que, al igual que pasaba con Fred, entregar su cuerpo a los hombres podría arreglar muchos problemas. Había sido una tonta al no aprovecharse antes. No se paraba siquiera a pensar en que eso pudiese dañar su dignidad.

_ Yo sólo estaba pensando que si estás tan necesitada, podría ser yo el que te ayudara… en lugar de recluirte en un baño público y alterar así el clima de tus compañeras. Después de todo, este despacho está insonorizado._ Se acercó y la tomó del rostro._ Es obvio que tienes un problema Elena, y yo sólo quiero lo mejor para ti.

_ Eres muy considerado._ Elena no mostró sarcasmo.

El momento en que comenzó a desabrocharse los botones de la blusa, selló su destino. Sabía lo que aquel hombre deseaba, desde que entró en aquella oficina, quería verle las tetas, así que fue complaciente y se las enseñó. Las tetas de Elena botaron cuando se las liberó de la blusa y el escueto sostén. La joven no pudo evitar sonreír cuando Jack tuvo que limpiarse la boca con la manga. Se había puesto a babear.

El hombre no fue delicado cuando finalmente alcanzó con sus manos el objeto de su deseo. Las tetas de Elena habían sido el eje de sus fantasías masturbatorias y la causa de que consiguiera llevar a su esposa al orgasmo desde hacía años. Siempre había sido una fantasía, y ahora, por fin, era realidad.

Sus manos apretaban aquellos pechos como si no hubiera un mañana. Elena gemía sin contenerse. Metió una mano bajo su falda y empezó a tocarse furiosamente por encima de las bragas. Después de todo, estaba allí para eso, para aliviar su tensión sin tener que recurrir al baño.

Había una diferencia entre lo que ocurría con Fred y aquello. Fred era un hombre feo, repugnante. Jack era… bastante atractivo, a decir verdad. Bien cuidado y bien vestido. Elena no tenía que avergonzarse de sentirse excitada con él. Así que, cuando Jack le tiró de los pezones, ella gimió sin contenerse. Se jugaba su trabajo, no sería modosa.

Cuando el hombre la empujó al suelo y empezó a comerle los pechos, ella gimió, gritó de gusto. Entonces supo que su trabajo estaba a salvo… y el resto dejó de importarle. Sabía que Jack no renunciaría a su cuerpo. Le bajó los pantalones del traje y apretó su polla por encima del calzoncillo, provocándole un estremecimiento.

_ Aquí hay alguien que reclama mi atención._ Le dijo, mirándole._ Vamos, Jack. Sé que no eres tan generoso. Y no tenemos toda la mañana. Dime dónde la quieres.

_ ¿No es obvio, zorra del demonio?_ Le dio una bofetada… fue como si le hubiera dado un lametón en el clítoris, pero incluso más intenso._ En esas tetas con las que me llevas tentando desde que entraste a la empresa. Encima, llevas semanas enseñándomelas con esos escotes. La he tenido tan dura que no sé cómo no se han dado cuenta en las reuniones.

_ Calma… calma. Yo te la ablando… vamos, vamos._ Le dijo.

Jack, ni corto ni perezoso,  se terminó de desnudar y se colocó sobre el vientre de Elena. Sujetando sus tetas con ambas manos, empezó a follárselas con intensidad. Elena, que se masturbaba con ambas manos, gritaba de júbilo mientras aquel poderoso macho magreaba y humillaba sus tetas. Jack se reía, una risa de poder y lujuria. Su sueño finalmente se había cumplido. La altanera, la feminista, la furcia que lo detestaba. La jodida Elena le estaba haciendo una cubana.

Y no sólo eso, si no que recibía su glande con besitos y succiones cuando llegaba a la parte de arriba, y le miraba con una excitante mezcla de respeto y deseo. Ni en sus mejores fantasías se había imaginaba a una Elena así.

_ Me voy a correr, zorra._ Le espetó.

Elena no se hizo derogar y se tragó su miembro en un tris. No quería manchar la ropa de trabajo. Jack se estremeció. Su mujer no se la comía así. No pudo contenerse y la cogió de la parte de atrás de la cabeza, empujando su polla hasta lo más profundo de su garganta, descargando todo su semen directamente en su garganta.

_ Sí… así me gusta._ Murmuró._ Conservarás tu trabajo, maldita Ninfómana.

Unos días más tarde

Teresa se impacientaba en el parking de aquella empresa. Había quedado con su marido Jack para comer. Se sentía afortunada una vez más de estar con él. En los últimos días se había vuelto increíble en la cama, y se deshacía en regalos para ella. Por eso quería darle aquella sorpresa, pero se había retrasado de su hora habitual.

Por ello ascendió por el ascensor hasta el piso donde trabajaba su marido. No había estado allí desde que le trasladaron, pero unas secretarias muy amables le dijeron dónde se encontraba. Se dirigió al despacho, tocó educadamente en su interfono y ante la afirmativa de Jack, entró en el despacho.

No pudo evitar sentir algo de compasión por él. Estaba sudando. El aire acondicionado no parecía estar haciendo bien su trabajo. Además, se le veía agotado… ¿No le estarían haciendo llevar informes de un lado a otro?

_ Cariño._ La saludó, sin levantarse de la mesa._ ¡Qué agradable sorpresa!

_ Venía a invitarte a almorzar, Jackie, pero no sabía que estarías tan ocupado._ Parecía alicaída._ Si no te viene bien siempre puedo irme a casa y lo hacemos otro día.

_ No te preocupes, Teresita. Espérame en el Parking. Bajaré en diez minutos. ¿Te parece? No te preocupes, sé cómo quitarme a los jefes de encima._ Le dijo, sonriente y jovial.

_ Claro cielo._ Dijo, haciendo amago de salir.

_ Cariño._ Jack la detuvo._ No olvides cerrar la puerta.

_ Oh, claro, por supuesto.

En cuanto Teresa cerró la puerta, Jack soltó el hondo gemido que estaba reprimiendo. Bajo su mesa, escondida, Elena le practicaba una mamada de campeonato.

_ ¿Crees que ha sospechado algo?_ Le preguntó a la morena.

Elena separó su boca de su polla no sin antes cogerla con la mano izquierda, pues la derecha la tenía ocupada masturbándose, y seguir manejando aquel miembro.

_ No, creo que su amor por ti la tiene cegada._ Le dijo, con una sonrisa traviesa.

_ Sí, yo también._ Terció él._ Ahora, haz que me corra ya, tenemos prisa, Elena.

_ Tú eres el jefe._ Y, obediente, se tragó de nuevo aquel grueso sable.