_ Disculpe… ¿Me lo puede repetir?_ La doctora Harrison la miraba atónica.
_ Le digo que quiero ser lesbiana._ Contestó Elena.
Las dos mujeres eran muy distintas. La doctora era una mujer alta, con una larga cabellera rubia. Tenía una expresión madura y unos portentosos ojos azules. Sin embargo, al mirarla, sería imposible no fijarse en las golosas curvas que formaban unos pechos de tamaño considerable… y un trasero que muchas chicas querrían poseer… y en el que muchos hombres querrían perderse.
Elena llamaba más la atención, pero por otros motivos. Tenía el cabello cortado a tazón, teñido de verde y con un flequillo más grande de lo que debiera. Era baja, apenas un metro y medio, pero tenía un cuerpo que sorprendía. Unos pechos que, si bien no eran tan grandes como los de la doctora, resultaban llamativos incluso bajo su anodina ropa. Era delgada, quizá demasiado. Tenía un rosto bastante común, pero que llamaba la atención debido a los piercings que llevaba en la nariz y en los labios. En su brazo derecho había un tatuaje, que representaba a unos pájaros volando. Sus ojos eran del color de la miel.
_ Elena… lo que me estás diciendo no tiene mucho sentido._ Harrison intentaba ser conciliadora.
_ Escuche. Estoy harta de los hombres. Les odio. Son todos igual de gilipollas. Así de sencillo._ Se cruzó de brazos._ Quiero ser lesbiana, encontrar a una buena chica y tener una relación de verdad. Los tíos son todos unos violadores y me dan asco.
_ La condición sexual no es algo que se pueda cambiar de la noche a la mañana, Elena. Es algo con lo que se nace. Créeme, lo sé bien.
_ Le pido que lo intente, al menos._ Dijo, llevándose las manos al rostro._ Cada vez que me excito mirando a un hombre me siento más culpable.
Fue en ese momento en el que la doctora se dio cuenta del verdadero problema de Elena. Y supo que no iba a poder solucionarlo como ella esperaba.
_ Podría probar mediante la hipnosis. Ello te ayudaría a despejar tus dudas._ Le dijo, mirándola.
A Elena se le iluminaron los ojos. Sabía que la doctora Harrison era una experta en la hipnosis. Era por eso mismo por lo que había acudido gracias al consejo de su mejor amiga, Rebecca, la última vez que acudieron a una manifestación feminista.
_ Sí, por favor._ Insistió Elena._ Haré cualquier cosa.
_ Pero si haces esto…_ La doctora pasó un documento a la joven._ Tendrás que asumir todas las consecuencias.
Elena no lo leyó. Simplemente estampó su firma en la parte inferior, donde estaba marcado. En cuanto lo hizo… la Doctora le colocó la mano sobre la cabeza. Se escuchó un “crack”. Elena se quedó dormida en el diván inmediatamente.
En el momento la expresión de la doctora Harrison cambió. Hasta el momento se mostraba cordial, e incluso amigable, pero al verse libre de las ataduras de la imposición social, pudo mostrar su malestar.
_ Elena… te diré lo mismo que le dije a tu amiga Rebecca._ La doctora se quitó la bata._ Estoy harta, Elena. Harta de esta nueva corriente que quiere martirizar al hombre… harta de esta necesidad supremacista que tenéis las feminazis como tú. Esta es la última estupidez que he escuchado. Querer ser lesbiana sólo para librarse de los hombres…
La doctora se despojó de la blusa. Sus enormes pechos apenas cabían en el sujetador que llevaba. Se acercó a Elena y le dio una sonora bofetada. Se recreó mirándola mientras ella, como una muñeca, se quedaba quieta. Se quitó el sostén y se frotó los pechos, marcando sus pequeños y atractivos pezones.
_ Pero te concederé tu deseo… en parte._ Le dijo._ Vamos, zorra lesbiana. Chúpame las tetas.
Elena reaccionó de inmediato, lanzándose sobre los pechos de la mujer que tenía delante. La doctora Harrison hacía su mayor esfuerzo por retener la perversidad que había en su interior… pero aquellas ideas la enfadaban demasiado, y de ese enfado, nacía su lujuria.
_ Vas a ser bisexual cuando salgas de aquí._ Le prometió la doctora mientras gemía._ Pero…
La doctora sonrió para sus adentros.
_ Con cada mujer que te acuestes… irá naciendo en ti el deseo de complacer a los hombres. Cada vez que comas un coño más tiempo pasarás pensando en lo buena que es una dura polla. Cada vez que vayas a una de esas manifestaciones y ligues con una chica… menos te atraerán sus consignas. Con cada acción de empoderamiento… más te aproximarás a ser la clase de mujer dependiente que más detestas, esa chica guapa y femenina que se preocupa por sus uñas más que por su futuro. Y cuando finalmente necesites un macho que te domine por completo… vendrás aquí.
La doctora se bajó los pantalones. Elena no lo vio, pues su mirada estaba perdida mientras seguía chupando aquellas tetas monstruosas, mordiendo sus pezones con intensidad. Ante las palabras de la doctora, su coño se había encendido. Y más lo hizo cuando bajó la vista.
Entre las piernas de la doctora Harrison colgaba un imponente miembro masculino. Elena no lograba procesarlo mientras lo miraba… y se calentaba cada vez más.
_ ¿Entiendes ahora, Elena? Yo también dejé que me confundieran… que me hicieran creer que había errado en mi identidad sexual. Vosotras me hicisteis esto._ Le susurró en el oído._ Y no voy a permitir que te pase lo mismo a ti.
Recrudeció aún más la mirada.
_ Desnúdate, Elena._ Le ordenó, con dureza.
La joven no tardó demasiado en acabar desnuda frente a la otra mujer. Se quitó apresuradamente la ropa y la dejó caer al suelo. La doctora se detuvo un momento a observarla. Tenía los pezones abultados y salidos. Se acercó y atrapó uno entre sus dientes, mordiéndolo. Elena gimió. Ese sonido provocó que la polla de la doctora latiese entre sus piernas.
_ ¿Qué te excita más, Elena? Mis tetas o mi polla._ Le preguntó, soez.
_ Tus tetas._ Dijo Elena, mirándola a los ojos.
Harrison asintió. La sugestión hipnótica inicial había calado hondo. Ella quería ser lesbiana. Y ahora lo tenía. O al menos… sentía atracción hacia las mujeres.
_ Muy bien. Túmbate en el diván._ Le ordenó.
Con delicadeza… con mimo. La doctora apartó las piernas de la muchacha y observó su sexo. Estaba brillando por la cantidad de flujos que emitía.
_ Tienes que entender, Elena, que todo esto lo hago por tu bien._ Y sin más preámbulos, empezó a penetrarla.
Los gritos de Elena no se hicieron esperar, llenado por completo aquella sala insonorizada. Harrison gruñía de genuino placer. Ella… amaba su propio cuerpo. Hacía tiempo que había perdido por complejo la noción de su género. Amaba ser mujer… amaba su polla. Amaba todo lo que había en ella y sentía que no quería dejar aquel estado transitorio.
Así que gritó con su compañera, con furia, mientras la penetraba. Elena no se quedó quieta. Sin dejar de ayudar a la penetración, consiguió de nuevo aferrarse a aquellos pechos para mamarlos. Se había convertido en una obsesión para ella. Harrison, lejos de detenerla, Le facilitó la tarea mientras seguía penetrando con intensidad aquel coño que ya había marcado como suyo.
Se escuchó un grito cuando la doctora finalmente descargó su carga dentro de la joven rebelde. Elena se cayó sobre el diván, sudorosa y confundida, convulsionando y chorreando semen de sus entrañas. La doctora siguió corriéndose, manchando el vientre de la muchacha que, sin recibir orden alguna, se aferró al miembro para limpiarlo con sus labios.
_ Buena chica…_ Le dijo Harrison, acariciando su escaso pelo.
Se estremeció, pero retiró la polla de su boca. Ya habría tiempo para eso, más adelante.
_ ¿Me ves como una mujer, Elena?_ Era una pregunta importante.
_ Sí._ concluyó ella.
_ ¿Y me ves como un hombre?_ Elena miró el miembro aún hinchado de la doctora.
_ Sí._ repitió.
_ Interesante. Rebecca parecía tener las cosas más claras… contigo será más divertido._ Aventuró ella._ Aséate y vístete.
Cuando Elena despertó un rato después, se sentía cansada, pero al mismo tiempo, muy satisfecha. Se incorporó en el diván, mirando a la doctora. Cuando bajó la vista pudo observar el canalillo de la doctora. ¡Lo había hecho! La forma en la que notó que reaccionaba al mirar ahí, se lo confirmó.
_ Elena, espero que estés satisfecha con mis servicios._ La doctora la miró._ Puedes volver siempre que lo necesites.
_ Así lo haré._ Dijo Elena, muy contenta._ Gracias, acaba de arreglarme la vida.
_ Creo que exageras, Elena. Esto sólo es el principio de un proceso._ Ella no entendió por qué la sonrisa de la doctora era tan ancha._ No olvides abonar la factura a mi secretaria a la salida.
Elena asintió mientras salía de la sala. Vio a la secretaria en la sala de espera, y una vez más, le causó cierta repulsa a pesar de que, bajo su nuevo prisma, era una mujer muy sensual. La chica parecía una Barbie de curvas perfectas… largo pelo rubio y muy maquillada. Dejó el pago escuetamente, tratando de ignorar el gracias de una mujer, que sonaba como si te estuvieran dando una paliza con un caramelo.
La odiaba… ignorando que ese bien podía ser su futuro.