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Las eróticas aventuras de Regina Mills 2

en Parodias

En el anterior relato me comentastéis lo de los guiones. Lo que pasa es que yo no puedo escribirlos sencillamente con una combinación de teclas como me dicen. Lo que he hecho ha sido reemplazar todos al final, porque de lo contrario tendría que entrar en los símbolos especiales cada vez que pongo uno. Intentaré acordarme en los próximos relatos.

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El olor a café llenaba la cocina por completo. Regina estaba sentada en la mesa de la cocina, con la taza en la mano. Se sentía con ganas de empezar el día con energía. Las hábiles manos de Mary estaban masajeando sus hombros con delicadeza y dulzura… con afecto.

— Mary…— La mujer se detuvo.— No, sigue… no pares. Es que quiero preguntarte una cosa.

— ¿Sí, mi señora?— Continuó con su masaje, a Regina se le escapó un gemido.

— ¿Eres feliz?— Le preguntó.

— Por supuesto, señora.— Mary le dio un beso en la coronilla, no le molestó.— Soy la persona más feliz del mundo. Nunca supe lo que era feliz hasta que estuve a su servicio. Cumplir todos sus caprichos es lo que más adoro en el mundo.

— Me alegra oírlo.— Sonrió. En realidad que fuese feliz siendo su esclava era mucho mejor que verla infeliz desde lejos.— Mary… estoy muy pero que muy necesitada. Me apetece acostarme con un hombre… ¿Qué me recomiendas?

Mary se echó a reír mientras Regina daba un trago a su café. Cogió una pasta de la mesa y la miró.

— Bueno, las dos sabemos que cualquier hombre o mujer de la ciudad se pondría a sus pies, señora.— Dio un mordisco a la pasta.— Pero creo que encontraría divertido pasar el rato con el Sheriff Graham.

— Bien… pues en tal caso, vamos allí. No sé a qué esperamos.

— Termine su desayuno, señora. Me cambiaré y saldremos en seguida.— La informó Mary.

Regina se tomó su tiempo para desayunar y se dirigió hacia la salida. Aún no entendía por qué tenía una energía sexual tan potente, pero no la molestaba en absoluto. Al contrario, lo estaba disfrutando. ¿No era para eso para lo que había lanzado una maldición? Para ser feliz. Una vida desinhibida no tenía nada de malo.

Cuando salió por la puerta no pudo evitar pasarse la lengua por los labios. Mary también estaba muy apetecible con su uniforme de Chófer. No era tan revelador como el de criada, pero estaba hecho de cuero negro, que se ceñía a la perfección a su cuerpo, y marcaba las curvas, en especial aquel culito respingón y apetecible. Regina no pudo evitar colocar su mano ahí y estrujarlo un poco. Mary gimió.

— Sabes… quizá subir un poco la talla de sujetador no te vendría mal.— Le apretó uno de los pechos y ella se mordió el labio.

— Si crees que eso me hará más atractiva, lo haré sin pensármelo.

Regina sonrió, satisfecha con la respuesta. Por una parte le gustaba el tamaño de los pechos de Mary, pero por otra, podía ser una medida de seguridad perfecta. Si alguien llegaba a romper su maldición alguna vez, Blanca se vería con unas tetas monstruosas con las que lidiar. Sólo por eso ya merecería la pena.

Regina se subió en el asiento del copiloto de su mercedes. Lo cierto es que con ese traje le apetecía hacerle más cosas indecentes a su criada, pero había decidido que iba a reservarse para un hombre aquel día. Le apetecía más. Estaba emocionada cuando entraron en la comisaría. No tanto cuando vio la mercancía.

Graham era su cazador. Y era atractivo, sí. Pero había perdido ya la cuenta de las veces que se había acostado con ese hombre. No tenía ni gracia. Le dio charla intrascendente y cuando trató de acercarse con intenciones seductoras, empujó ligeramente a Mary Margaret en su dirección. En ese momento se hizo un silencio incómodo y Regina pudo escuchar, de lejos, un gemido masculino. Fue la única que lo hizo. Sonrió y se acercó a Mary, susurrándole.

— Distráelo… ya sabes cómo.

Para Mary aquello era una indicación clara. Sabía lo que tenía que hacer y dudaba que le costase mucho llevarlo a cabo. Storybrooke no era como el resto del mundo. El pudor y los tapujos eran meras directrices. Regina aún no parecía tenerlo claro… pero lo estaba viendo muy rápidamente. Cuando Mary, le cogió el paquete a Graham y lo notó duro y palpitante, Regina salió disimuladamente de la habitación.

— Vas a follarme, Graham, y vas a follarme ahora.

Mary era extremadamente sumisa con Regina… pero eso no significaba que lo fuese con todo el mundo.

— Pero Mary, no debería…— Tarde le había bajado los pantalones y en este momento tenía la nariz en su paquete, aspirando su aroma.— A la mierda…

Mary se rio un poco. Le parecía divertido lo fácil de manipular que era el Sheriff. Le bajó lentamente sus boxers y sonrió cuando vio lo que tenía delante. Ella amaba a su señora, la veneraba como una diosa. Pero ella, tan caliente como siempre estaba, a veces echaba de menos una buena polla. Una tranca grande y dura como aquella. Era una suerte que Regina, en su generosidad, a veces le permitiera catar alguna.

Pero no era una práctica tan habitual. Y por eso se desvivió por aquella polla. Empezó a darle besos con mucha calma. Graham gimoteaba. Cada beso la ponía más y más dura. Cerró los ojos, sintiendo cómo latía en profundidad mientras la envolvía con sus labios. Casi podía sentir cómo los cuerpos cavernosos se llenaban.

— Mary… me está empezando a doler de lo dura que la tengo, cómemela ya.— Le pidió Graham.

— ¿Y si no quiero?— Le reprendió ella.— Y si ahora me levanto y me voy.

— No eres capaz.— Graham parecía tener un poco de miedo, eso le gustó.

— No, no lo soy. ¿Y sabes por qué?— La sonrisa de la muchacha se ensanchó.

— ¿Por qué?

— Porque soy una maestra chupapollas.— Le dijo. Notó en seguida cómo aquella polla parecía crecer incluso más.— ¿Te gusta esa palabra? Chupapollas. Mary Margaret es una chupapollas. Una maestra chupapollas, una experta comepollas…

— Oh, por dios, no me tengas así.

Mary sonrió, con poder, y finalmente, lo hizo. Se comió aquella polla. La hundió hasta lo más profundo de su garganta. Era grande, gorda y latiente, pero entró. No hubo arcada. Los juguetes de Regina la tenían bien entrenada. Graham se apoyó en la mesa. La lengua de Mary le estaba llevando al paraíso.

Pero él no quería quedarse quieto. Aquella chaqueta de cuero era estrecha, pero consiguió bajarla un poco y hacer el hueco para poder colar la mano y llegar a una de las jugosas tetas de Mary. La apretó, y en respuesta pudo notar cómo aquella maldita bruja apretaba la pinza de sus labios.

— Mary… no voy a aguantar mucho más.— Reconoció.

Por respuesta, Mary empezó a penetrar su boca con más intensidad. Empezó a hacer ruido. Pero no pudo acallar el hecho de que se escuchaba a otra pareja. Había alguien más follando en la comisaría. Regina se estaba divirtiendo.

— Sólo estás haciendo esto porque Regina no quiere acostarse conmigo y prefiere hacerlo con los presos…— Masculló él.

Mary sintió que la polla mermaba un poco, pero se la sacó de la boca y empezó a masturbarla con mano experta, sacando un sonido ronco de los labios de Graham.

— Pero qué dices, idiota. ¿No ves que estoy cachondísima?— Le espetó.— Que Regina me haya pedido que te folle, no significa que no quiera que me folles. Yo siempre quiero que me folles, pedazo de salido. Y para demostrarlo ahora mismo me vas a romper el culo.

Aquella polla recuperó rápidamente su vigor. Graham sonrió, un poco más confiado. Mary volvió a pasar sus labios sobre la superficie de aquel rabo, y finalmente volvió a metérsela en la boca, hasta que finalmente consiguió, no sin esfuerzo, quitarse el pantalón de cuero.

Le sentó sobre la mesa y se pasó los dedos por su coño, que estaba empapado. Estaba lejos de ser el mejor lubricante, pero le pareció suficiente mientras se metía dos dedos en el culo. Esperaba que la saliva sirviese. Mary gimió cuando empezó a sentarse sobre él.

— Mierda, es grande.— Reconoció.

— Me alegra de que te guste.— Graham la tomó de la cintura y empezó a ayudarla a empalarse.— Sí que estás cachonda.

— Ah… calla y métemela ya.

Eso era más fácil de decir que de hacer. El culo de Mary se mostraba bastante estrecho a pesar de los manejos que ya había tenido ese día. Pero poco a poco, provocando que ambos gimotearan bastante, lograron que llegase hasta el fondo.

— ¿Te ha dolido?— Preguntó él.

— Me ofendes, Graham.— Dijo, mientras jugaba con su mano sobre su coño.— Estoy… muy bien…

Fue ella la que empezó a moverse. Aunque Graham la sujetó de la cintura al principio. Eso le permitió desabrocharse la chaqueta. No llevaba sujetador, así que sus pechos salieron, libres al final de aquella prisión. Puntiagudos y excitados.

Graham no se resistió a sujetarlos a medida que la iba perforando. Empezó a gruñir como un animal, ya ignorando por completo la voz de la alcaldesa al otro lado de la pared. Empezó a moverse más rápido, intentando llegar a penetrarla hasta sus intestinos.

— Oh, joder, así… eres todo un animalito.— Se rio ella, entre gritos.— Vamos, rómpeme… rómpeme el culo.

La empujó, colocándola sobre la mesa, y empezó a penetrarla desde atrás. Eso provocó que pudiese llegar más hondo, más cómodamente. Ella al principio se sujetó a la mesa, pero finalmente se rindió y se dejó caer, disfrutando de la fricción de sus pechos contra los papeles de la mesa, y la propia madera, fría. Volvía  a parecer una cerda… y le encantaba. Cuanto más vulgar, cuanto más puta fuese, más cachonda se ponía.

— ¿Te gusta, zorra?

— Azótame, semental.— Le pidió.

Graham no se hizo esperar y la azotó con fuerza. Cada azote enviaba hondas de placer directamente a su coño, que chorreaba. Empezó a gritar, notando la cercanía del orgasmo… Se esforzó por moverse al compás de aquella tiránica polla.

Ella fue la primera en correrse. La mano que jugueteaba con su coño finalmente logró su objetivo, y se derramó sobre el suelo de la comisaría. Pero Graham aún aguantó al menos un minuto más, bombeando su cuerpo mientras ella ya susurraba los gemidos. Un último grito, por parte de ambos, indicó lo que ya se esperaba. Sintió la presión cuando sus esfínteres se llenaron de leche del policía.

— Empiezas la mañana con energía, Graham.— Le sonrió.

Él se sentó sobre la silla, agotado. Y entonces escucharon a alguien toser. Regina estaba en la puerta, con una sonrisa grandiosa en la cara, el pelo revuelto y un brillo en los ojos que reflejaba que acababa de pasar un rato muy muy divertido. Graham hizo el amago de cubrirse, pero no sirvió de nada, ya se la había visto. Mary sencillamente sonrió y se giró, mostrándole su culo lleno de leche.

— Veo que te has divertido. Límpiate y vístete… nos vamos.

— Como desee, mi señora. ¿Graham, tienes pañuelos?— Preguntó.

— Tengo toallitas húmedas.— Le comentó, mientras se las pasaba.

— Creo que ella ya estaba lo bastante húmeda ella sola.— Regina rió.

Un rato antes.

Regina no quería acostarse con Graham. Pensó que había sido un esfuerzo inútil intentar ir allí, hasta que le vio. En una de las celdas, Gruñón, el enano, se la estaba cascando. Ni de lejos Regina tenía interés en alguien así… pero al vérsela, se le subieron los colores. Era tan grande que el enano apenas lograba rodearla con su mano. Por lo que oía, Mary ya había conseguido que el cazador comenzara a gemir… Ella no iba a quedarse atrás, ¿Verdad?