Arriba… abajo… arriba, abajo. La cabeza de Andrea subía y bajaba devorando su nueva golosina favorita. Nunca había practicado sexo oral en un coche. Y desde luego nunca pensó que lo haría con el coche en marcha, mientras se dirigía a la casa de su mejor amiga para convertirla en una esclava más de su señor.
Cada vez que bajaba, notaba cómo la palanca de cambios se le clavaba entre sus abultados pechos. Pero él le había pedido que se la comiera, y ella lo hacía con gusto. Notaba su coño húmedo, supurando. El morbo de la situación era tan elevado que no se lo creía.
Sin embargo, cuando escuchó la sirena de la policía, pensó en levantarse, y sólo la mano de su amo sobre su cabeza la detuvo y la instó a seguir con su tarea. Y con ella, su recompensa cuando el semen caliente de su señor se coló entre sus labios. Cuando subió la cabeza, aún con la boca llena, sus ojos se cruzaron con los de Jim, que miraba a través de la ventana con la linterna. Por un momento se asustó, pero la confusión sustituyó al miedo al darse cuenta de que Jim no parecía fijarse en ella. Tragó el semen y miró a su amo, dándose cuenta de que estaba hablando… o al menos, movía los labios con sentido, porque ella no podía oírlo.
Jim, que había tenido la mirada perdida durante unos segundos, pareció reaccionar y movió la linterna hacía Andrea. Ella ya no tenía miedo. Sabía que él estaba al mando de la situación y eso hizo que sus pezones terminaran de endurecerse.
_ Andrea, sal del coche, por favor._ Dijo. Su voz sonaba distinta a lo habitual.
La morena miró a su amo, y al verle asentir, salió. Jim se colocó a su espalda y comenzó a cachearla. Cuando Jim colocó sus manos sobre sus pechos y empezó a sobárselos, supo que aquello no era un cacheo. Echó la espalda hacia atrás y su culo tocó la hinchada polla del marido de su mejor amiga. Instintivamente, comenzó a salivar.
_ ¿Vas a seguir jugando o vas a follarme?_ Andrea se sentía confiada._ Tenemos un poco de prisa.
_ Sobre el capó._ Dijo él, con tono autoritario._ Bájese los vaqueros.
Andrea sonreía de puro vicio mientras se bajaba el vaquero y mostraba su culo en pompa. Jim tenía la mirada teñida de lujuria. Lamentaba que Andrea no llevara bragas, porque estaba más que decidido a arrancárselas de un tirón y escucharla gritar. Pero a cambio pudo ver lo húmedo que tenía su sexo. Estaba mucho más cachondo que lo que solía estar con Melinda. Puso sus manos sobre aquel culo perfeto, sopesándolo, ella gimió.
Jim no podía soportar más lo dura que tenía la polla durante más tiempo. Se bajó el pantalón y el calzón de una sentada y la penetró de una sola estocada. Ella lanzó un grito, más de sorpresa que de dolor, pues la polla de Jim no era tan grande como la de su señor.
Jim, como poseído, empezó a bombear el coño de la mujer que se aferraba al coche, gritando como una perra. Jim no se contuvo, abofeteando esas nalgas perfectas de color chocolate. Aquello era una fantasía cumplida.
Tanto que se olvidó de Jennifer. ¿Quién es Jennifer? Su compañera. La misma que se acercaba corriendo incrédula al coche.
_ Jim, ¿qué coño haces?
Por suerte, él estaba allí. El amo se bajó del coche y se dirigió directamente a la escandalizada mujer. La miró a los ojos y habló rápido y directamente.
_ Ponte de rodillas y chúpamela, puta.
Jennifer era una mujer de bandera, rubia, de cara bonita y grandes pechos. Por si fuera poco, el uniforme elevaba su morbo. Sin decir una sola palabra, se puso de rodillas y abrió la bragueta del amo. La polla salió, aprisionada por el calzoncillo, pero Jennifer demostró gran maestría a la hora de sacarla de aquella prisión, y se quedó contemplándola, mirándola fijamente.
_ Menuda polla._ Dijo, antes de metérsela directamente en la boca. Él se acomodó en el coche, acariciándole el pelo a Jennifer con una mano y, con la otra, comenzó a acariciárselo a Andrea. Jim seguía follando con todas sus fuerzas, pero Andrea consiguió hacer el esfuerzo de incorporarse y besar a su amo. Jennifer sintió celos.
La rubia no quería ser olvidada, así que usó su arma secreta, sus enormes tetas. Se las sacó y él bajó la mano, sobándole una de ellas.
_ ¿Quieres follármelas?_ Preguntó, entre lametones.
Había aceptado la única orden que él le había dado. Ella era una puta. La chica más zorra de todo el cuerpo de policía que a partir de aquel día pensaba subir por el escalafón haciendo lo que estaba haciendo en ese momento.
_ Hazlo.
Y ella lo hizo, atrapó aquella colosal polla entre sus tetas. Estaba ensalivada de su propia saliva y se movió con facilidad entre las tetas que ella misma apretaba con fuerza, apretando aquel rabo con devoción. Sin embargo, él estaba centrado en besar a Andrea, que ahogaba en él sus gemidos.
Jim apretaba el culo de Andrea, poseído por una lujuria que jamás había sentido. Necesitaba tener la polla metida en ese culo para sentirse vivo en aquel momento. Apretó sus uñas contra las nalgas, notando la proximidad del orgasmo. De hecho, las cuatro personas lo notaban cada vez más cerca.
Jim gruñía, y Jennifer se esforzaba cada vez más. No sabía por qué, pero usar sus tetas la estaba provocando reacciones en su coño. Vio en el rostro de su amo que estaba a punto de correrse y se metió la polla en la boca. Hubo un gran grito colectivo cuando los cuatro llegaron al orgasmo al mismo tiempo.
Andrea se dejó caer sobre el capó, agotada. Jennifer siguió mamando. El semen se escurrió por entre sus labios. Se separó y miró a su amo enseñándole lo que había hecho antes de tragar. Se recogió los restos y se lo llevó a los labios como si fuera su golosina favorita.
_ Buen trabajo, zorrita._ Le dijo, dándole un pellizco al pezón.
_ Gracias… amo._ Gimió un poco, gozosa.
_ Bueno, vámonos a ver a Melinda._ Ordenó él.
_ Sí amo._ Dijeron los tres a la vez.
_ Que cada uno vuelva a su coche._ Se volvió hacia el suyo y esta vez se subió en el asiento del copiloto. Andrea se subió para conducir, esta vez sin molestarse en ponerse los pantalones, que tiró atrás. Se sintió mucho más cómoda al notar sus nalgas contra el cuero.
Él no se reprimió y tocó su sexo expuesto. Ella gimió con gusto y se dejó tocar mientras aceleraba hacia la casa de su mejor amiga.
Jim, en cambio, iba conduciendo con los labios de su compañera rodeando su miembro con insistencia, y si bien estaba disfrutando, lo cierto es que no era comparable al placer que le había dado la amiga de su mujer. No obstante, apretaba la cabeza de la rubia y la obligaba a seguir chupando profundamente. Jennifer no había chupado una polla en su vida, pero estaba aprendido rápidamente.
_ Así, putita…
Melinda llevaba todo el día sola en casa, al principio aburrida. Su marido estaba trabajando y ella había dejado a Andrea al cargo. Desde que había llegado a casa había notado un extraño calor. Y finalmente se había visto tirada en el sofá, con la tele puesta pero sin verla.
No se dio cuenta del momento en el que empezó a acariciarse lentamente su sexo. Pensaba en su amiga Andrea, en lo que haría en la tienda… al principio. Cuando quiso darse cuenta se la imaginó debajo del mostrador, comiéndole el coño que en ese momento se estaba tocando. Imaginó a su amiga sobando con su lengua todo su precisado tesoro. Cuanto más pensaba en ello más caliente se ponía.
Necesitaba sexo. ¿Por qué Jim tardaba tanto? Podrían tener un polvo rápido antes de que llegaran los invitados. Ella no era consciente, pero llevaba horas simplemente tocándose el coño, sin alcanzar el orgasmo. Por eso le sorprendió escuchar el sonido del timbre. Por algún motivo no se vistió antes de ir a abrir, ni se sorprendió al ver a la comitiva que venía.
Andrea venía sin pantalones, enseñando su coño con impunidad… uno que por algún motivo se relamió al ver. Jennifer venía con los pechos al aire y con lo que en su boca parecían ser restos de semen. Además, sujetaba afanosamente una enorme erección que portaba su marido. Por si fuera poco, les acompañaba un desconocido.
_ Vamos, pasad. Calentaré la cena.