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Las Muñecas VII

en Grandes Relatos

VII

 

Pocas cosas hay tan vergonzantes en el mundo como comprobar que tu madre pese a tener casi cumplidos los 21 te sigue viendo como a un niño.

 

Pese a que era un adulto perfectamente funcional (salvo el hecho de que no tenía un céntimo propio) y hasta podría decirse que responsable y capaz de gestionarme por mi mismo, tuve que aguantar la retahíla de instrucciones y consejos de mi madre rematado por el más patético de todos – “...y no te dejes la puerta abierta si sales de casa”.

 

“Madres!!! Hay que quererlas”, pensé respirando aliviado cuando a las 5 y media ella y mi padre arrancaron para La Toja a un fin de semana de masajes, paseos y balneario.

 

Tan pronto se fueron me centré en lo importante, Silvia.

 

Estaba a punto de llegar y no sabía cómo hacer para poder manejarla. Mi idea era dormirla y convencerla para pasar conmigo el fin de semana. Mi segunda intención era jugar con mi muñeca varias veces más a lo largo de esos días y experimentar cosas con ella.

 

Tenía muchas dudas al respecto, pero el hecho de que mi padre pareciese no recordar haberse dormido ni fuese consciente de despertar abría una puerta al optimismo.  Los sueños de mis muñecas habían sido largos y los habían recordado al despertar, pero mi padre no, y eso me planteaba la duda de si un sueño breve y sin estímulos podría pasar desapercibido.

 

Silvia no tardó en llegar. Y nada más verla me di cuenta de que venía dispuesta a venderse a sí misma como novia formal.

 

Vestía un vestido que emulaba un conjunto de blusa, falda y cinturón, una blusa vaporosa estampada de hojas secas, con colores otoñales que se unía a través de una banda de tela negra a modo de cinto a una falda blanca plisada y amplia, a medio muslo, de una tela suave y ligera que ondeaba a cada paso dejando ver sus piernas sin medias descender hasta unas sandalias de tiras y evillas. Completaba el conjunto una chaqueta americana larga y negra, con una hilera de tres botones dorados a cada lado y corte recto que, francamente, le quedaba de cine.

 

Su pelo negro peinado liso y natural, con su media melena que apenas si tocaba los hombros completaban una estampa elegante y moderna. Su aspecto decía a los gritos que ya no era una niña, era una mujer capaz y hermosa que exigía que la tratasen como tal. Su mirada, sin embargo, dejaba muy a las claras su miedo y su inseguridad, había hecho una apuesta muy dura y estaba aterrada por si salía mal.

 

- Esta muy guapa. Nunca te había visto ese vestido. Es fascinante.

 

- Gracias, - contestó con galantería. - Lo compré el otro día que fui de compras con mi hermana.

 

Lorena, La hermana de marta era solo dos años mayor que yo, pero parecía mucho más adulta. Vestía elegante y decidida, como una ejecutiva, y caminaba altiva y tiesa, con aspecto de modelo. El suyo era un estilo bien distinto a los andares y la actitud deportiva de Silvia.

 

Deduje que probablemente más que comprarlo, el vestido sería de su hermana, y que ella se lo había puesto para sentirse más mujer, más segura, más valiente, en definitiva más Lorena; aunque evidentemente el hábito no hace al monje y, una vez ante mí, segundo a segundo, sus inseguridades iban ganando terreno a la impostura que planteaba su vestimenta.

 

- Siéntate por favor. - le dije - y cuéntame

 

Le señalé el sofá para poder sentarme a su lado, pero ella eligió el sillón que habitualmente usaba mi padre. Colocó cuidadosamente su falda llenó los pulmones de aire y se puso a hablar.

 

- Manu, quiero que sepas ante todo que no estoy aquí para echarte las culpas de nada ni para presionarte – dijo asertivamente – pero está claro que hay cosas en nuestra relación en las que no vamos a la misma velocidad. Tu cada día me exiges más como novia, sobre todo en la cama, como si fuese obligación mía satisfacer tus caprichos sexuales – poco a poco se aceleraba su voz y se sonrojaba- y sin embargo luego te puedes pasar días sin llamarme o sin preocuparte de si sigo viva o no - según hablaba sus emociones la dominaban más haciéndola sonar nerviosa e insegura- Yo puedo esforzarme más en satisfacer tus necesidades, pero ¿qué hay de las mías? ¿Quién se preocupa de ellas? - Su voz se entrecortaba y sin duda estaba pasando un mal rato. Se levantaba y se hundía en el sillón con cada frase, como si le fuera la vida en aquella conversación.

 

- Duérmete Silvia. - me acerque a ella rápidamente y sin darle tiempo siquiera a verme. Tres segundos después yacía desplomada y medio caída del sofá, completamente a mi merced.

 

Tenía que actuar rápido, la coloqué bien en el sofá para que no se despertase a medio caer. Al hacerlo, sin querer levanté su falda, comprobando que, cosa extraña en ella, no llevaba bragas me sorprendió también ver que su pubis estaba totalmente depilado. Mil veces le pedí en el pasado que lo hiciese y mil veces me dijo que no. Deduje que ese era mi premio si me portaba bien.  Desde luego la cosa prometía.

 

-Silvia, me gustaría que te quedases a pasar el fin de semana. Por favor, dime que si cuando te lo pida. Después me gustaría follarte y que me follases como nunca, sin tapujos, y que me la chupes como a mí me gusta, bien hasta el fondo. Sin más enfados. Despierta!

 

Silvia salió de su sopor al momento y mirándome preguntó

 

- ¿No tienes nada que decir?

 

- A ver Tesoro, No acabo de entender lo que quieres. No tengo casa, ni trabajo, ni nada que me permita tener contigo una mayor convivencia o una relación distinta a salir por ahí cuando los estudios nos dejan y la pasta nos llega. Dependemos siempre de que tus padres no estén o que los míos, de milagro, decidan salir para poder estar juntos y solos. Yo quiero estar contigo, y quiero que seas parte de mi vida – En ese momento claramente mentía al decir aquello. - pero nunca sé hasta dónde puedo llegar sin pasarme. Es difícil encontrar el equilibrio entre un novio atento y uno controlador. Muchas veces no se elegir entre llamarte mucho y que te puedas sentir presionada o dejarte espacio y que tengas sensación de abandono. Me encantaría que pudiésemos disfrutar de más tiempo junto y solo para poder crecer como pareja. Por ejemplo, este fin de semana puedes quedarte aquí conmigo, mis padres se han ido y estaremos solos, saldremos de cena, de fiesta, dormiremos juntos, nos despertaremos juntos. Te prometo que el domingo ya no te quedarán dudas sobre nosotros.

 

- De acuerdo – contestó entusiasmada, y sin duda satisfecha por lo que acababa de escuchar. - voy a mandar un mensaje a mi madre de que duermo fuera. Pero tengo que ir a por ropa a casa, no voy a estar todo el finde así.

 

Se levantó del sillón, y se sentó a horcajadas sobre mis piernas. Buscó mi boca y se fundió en un beso húmedo y profundo.

 

- Tengo una sorpresa para ti. No llevo bragas!! - y hay cambios interesantes por ahí abajo.

 

La miré con aire pícaro y sin tardanza deslicé la mano bajo su falda. Encontré su sexo suave, húmedo y receptivo, acostumbrado a su pequeña mata de pelo realmente parecía un coño nuevo, mucho más terso y atractivo. Busque su rajita y la encontré empapada y abierta, totalmente disponible. Introduje tres dedos a la vez, lo que hizo que diese un respingo acompañado de un pequeño grito de placer, los empapé bien en sus jugos y los llevé a mi boca delante de ella.

 

- Parece otro, pero es el mismo. Prueba – y le puse ante su boca mi mano empapada en sus propios jugos.

 

Ella dudó un instante, pero finalmente metió uno de mis dedos en su boca, lo aprisionó entre sus labios y lo limpió con la lengua. Luego siguió con otro y después el tercero, aprovechando sus jugos con una glotonería de la que no la creía capaz.

 

- ¿Quieres más? - Le pregunté encantado.

 

- Si, dame más. Me encanta!!! Sabe a mí - Contestó sonriendo

 

Su cara, roja de pasión me pareció más hermosa que nunca, y mientras buscaba su boca con la mía mi mano regresó a su suave sexo donde enterré mi índice y corazón dentro de ella mientras con mi pulgar busqué su clítoris que me recibió inflamado y listo para ser acariciado.

 

Jugué con mis dedos desde dentro y fuera de ella a la vez mientras me comía la boca con frenesí, como jamás lo había hecho. Era una bestia en celo, nada que ver con esa chica que disfrutaba del sexo como de su vida, despacito y sin perder nunca el control. Mis caricias se hicieron más intensas, buscando esa zona rugosa en la cima de su vagina que la volvía loca de placer, y con mi pulgar frotaba enérgicamente su botón. Mis dedos chapoteaban en sus jugos mientras ella, desbocada, acercó su boca a mi oreja, la mordisqueó y chupó para luego meter su lengua por mi oído, otra cosa que jamás hiciera hasta entonces y que me encantó. Luego, al efecto de mis caricias, noté como sus muslos se tensaban sobre los míos, su espalda se arqueaba y echando la cabeza atrás se abandonaba a un orgasmo libre, sin tapujos ni vergüenzas, gozando como una hembra en celo goza de su ansiado macho.

 

Continué mi masaje hasta que sus músculos se relajaron y su cara se apoyó de nuevo en la mía buscando un beso. En ese momento retiré mi mano empapada de su sexo, lo acerque a nuestras caras y ella, voraz y salvaje se lanzó a por mis dedos, engullendo ambos en su boca para llenarse de su propio sabor, un sabor que su calor y su sudor esparcían por un salón que olía a hembra, a pasión y a desenfreno.

 

- ¿Te gusta? - pregunté, a lo que ella me respondió asintiendo golosa con la cabeza – pues cuando vivamos juntos los dos disfrutaremos este manjar todos los días.

 

No sé si fue porque esa erala frase que quería oír, o si simplemente que estaba endemoniada. Pero se levantó de un salto de encima de mis piernas, las separo con sus manos y se arrodilló entre ellas mientras me desabrochaba el pantalón. Mi polla salió en estampida, como un toro herido, con una fuerza tal que la sorprendió. Me miró a los ojos y enterró su cara en mi regazo metiéndose mi polla en la boca.

 

Comenzó su ritual de caricias con la lengua en mi glande, los besos y lametones mientras con su mano acariciaba mis testículos, y antes de que pudiese pedírselo, sentí como mi miembro penetraba en su boca  muy adentro, hasta topar con su campanilla. La caricia le produjo una arcada que la hizo retroceder, pero, al instante, volvió a enterrarme dentro de su boca, esta vez más profundo que antes mientras que con su lengua y sus labios apretó la base de mi polla con firmeza, para iniciar una caricia intensa y firme, de adelante a atrás, lenta y caliente que me llevó al instante a un estado insostenible. Durante unos segundos maravillosamente eternos continuó su caricia para luego retirarse un poco y comenzar a maltratar mi glande rápida y salvajemente con sus labios sus dientes y su lengua.

 

Sabiendo lo inminente de mi orgasmo y que ella odiaba que me corriese en su boca la avisé para que se apartase. Ella me miró con unos ojos brillantes, como los de una gata, para acto seguido enterrar de nuevo mi polla dentro de su garganta. Loco de pasión, completamente superado por lo maravilloso de aquel momento me dejé ir descargando todo mi placer en su boca. Ella, con los labios bien apretados, recibió hasta la última gota de mi semen, para luego ir deslizando sus labios por mi polla hasta mi glande, y entreabrir la boca dejando caer mi semen lentamente resbalando por el tronco de mi pene hasta mi vello púbico.

 

Silvia me había permitido correrme en su boca sin pedírselo!!! Increíble!!! Desde luego me sentía satisfecho y feliz, como volando alto hacia el cielo. Y cuando creí que ya no se podía volar más alto sucedió algo todavía más increíble.  Noté la lengua de Silvia recorriendo mi sexo, subiendo y bajando por mi polla, enterrándose entre mis pelos, acariciando mis huevos y recogiendo gota a gota mis jugos para hacerlos desaparecer nuevamente en su boca. Siguió recogiendo cada porción de mí hasta dejar mi sexo completamente limpio y mirándome nuevamente a los ojos con ese nuevo gesto, casi animal, que me enloquecía me dijo.

 

- Tesoro. A ti también te toca afeitarte esto, tengo la boca llena de tus pelos.

 

No podía creer lo que estaba viviendo. Mi novia era, sin duda, otra persona. Jamás podría imaginarla actuando así. Ni en mis mejores sueños guarros la imaginaría comportándose de ese modo, como una autentica perra en celo. En ese momento, mis fingidos planes de futuro con ella ya no eran mentiras, sino proyectos. Con alguien así si podía compartir mi futuro y entregarle mi placer en exclusiva.

 

Me puse en pie, la cogí en brazos y la llevé, entre risas, a mi cama. La dejé caer en ella y separé sus piernas, levanté la falda de su vestido hasta encima de su vientre y me abalancé sobre su sexo con mi boca, listo para llevarla otra vez al cielo del orgasmo.

 

Todo aquel que disfrute comiendo un buen coño, sabrá sin duda el placer que produce pasear la lengua por una entrepierna recién depilada.  Los labios propios y los labios inferiores ajenos rozándose en un beso de una sola lengua y mil sensaciones. Las pinceladas de arriba a abajo desde la base de la vagina hasta la punta del clítoris, suaves y tersas, piel con piel, humedad con humedad, sin roces ni rugosidades. Las entradas y salidas de la lengua en el templo de Venus enterrando la nariz en unos pliegues suaves lisos y limpios. En fin, todo aquel que disfruta de estos manjares tendrá claro que sin pelo todo va mejor.

 

Descubrí en ese momento es que Silvia había llegado a la misma conclusión. Nunca antes la pude ver disfrutar así de un cunnilingus. Sus piernas totalmente separadas, dejaban total libertad de maniobra a mi cabeza. Sus labios mayores, finos, regulares y del mismo color dorado que su piel, me esperaban completamente abiertos y accesibles y sus labios menores, rosados y maravillosamente simétricos, inflamados y encendidos como una flor en su momento más bello. Mi chica se agitaba, se estremecía, se retorcía sobre sí misma en una danza agónica y sublime.

 

Aprovechando el momento acerqué uno de mis dedos a su culo, y sin dejar de acariciar su clítoris con mi lengua comencé a acariciar su perineo. Silvia dio un respingo incomoda pero volvió a abandonarse mis caricias. Envalentonado, pase mi dedo del perineo directamente a su ano. Sin penetrarlo pero si jugando con sus pliegues. Un ano claro y dorado, sin corona, un pequeño agujero tentador y prohibido en lo más profundo de la intimidad de mi chica. Al no recibir quejas de mi niña procedí a dar el siguiente paso. Introduje la punta de mi dedo en su culo para luego meterlo un poquito más. Ella se tensó de nuevo y con dulzura me dijo.

 

- Manu, me duele y no me gusta. Te dejé tocarlo y meter el dedo. No me pidas más por ahora.

 

Aunque no puedo negar que me fastidió su veto, ese “por ahora” me llenó de esperanza y de lujuria. Un “por ahora” era muchísimo más afrontable que el “en la puta vida” que me había dicho la primera vez que se lo propuse. Así que puse de nuevo todos mis sentidos en el coño de mi chica. Ella no tardó en encenderse de nuevo, me agarró por el pelo incorporando su espalda, y casi sentada, enterraba con sus manos mi cabeza en sus partes en una maniobra bien parecida a la que había desencadenado todo aquel lio. Me reí por dentro de la ironía de aquel momento hasta que llegaron en mis oídos las palabras mágicas.

 

- Manu, metete dentro.

 

De un salto retiré mi boca de sus labios íntimos para buscar los de su rostro mientras coloque mi miembro en su cueva y de una sola estocada lo enterré en ella hasta la empuñadura. Silvia no me permitió bombear. Con un movimiento firme me obligó a girarme sobre mí mismo hasta quedar boca arriba sobre la cama con ella sentada encima de mí totalmente ensartada en mi miembro.

 

Su vestido, completamente arrugado, aun tapaba sus pechos que, encerrados, no pudieron salir jugar en toda la tarde, mientras su falda escondía lo que pasaba debajo de ellas, estirándose por mis piernas, tapando mis caderas y escondiendo parte de mi barriga mientras mi novia me cabalgaba con movimientos tan secretos como efectivos. Resolví la injusticia de esos pechos abandonados, retirando de sus hombros el vestido y dejando al aire sus pequeños bultos escondidos y enjaulados en su sujetador deportivo. Me pareció ver que sus pezones se alegraban de verme cuando por fin los liberé de su cautiverio, pero la que si se alegró fue Silvia cuando notó primero mi lengua humedeciendo y luego mis dedos, colmando de atenciones a ambos, con caricias, pellizcos y pequeños apretones. Silvia aceleró su ritmo y cabalgó libre hacia un nuevo orgasmo que la elevó primero hacia el cielo para luego dejarla caer desplomada y aun clavada en mi miembro.

 

Loco por conseguir yo también mi premio deshice el abrazo y busque penetrarla a cuatro patas. Silvia no era especialmente buena en esa postura, arqueaba la espalda hacia afuera escondiendo su entrada y haciendo menos profunda la caricia sobre mi miembro. Aun así se dejó hacer, y cuando sintió mi embate se acomodó todo lo que supo para facilitarme el acceso. Me agarré a sus caderas y empecé a empujar violentamente, adelante y atrás, mientras ella gemía. Aceleré el ritmo agarrándome a sus caderas y atrayéndola hacia mi mientras empujaba más y más a fondo.

 

- Házmelo otra vez, a ver ahora, pero despacio. - Me dijo entre gemidos.

 

- ¿El qué? - Pregunté extrañado

 

-El dedo en el culo, pero despacio por favor.

 

Lo que estaba ocurriendo era una auténtica locura sin sentido pero no iba a desaprovecharlo. Solté una de sus caderas y busque su culo con mi índice. Lo acaricie un poco y, sabiendo que no me quedaba mucho tiempo antes de correrme se lo introduje nuevamente por su puerta de atrás.

 

- Jooo, me duele. - dijo Silvia revolviéndose incomoda - Lo siento Manu, me duele mucho!!!

 

Retiré el dedo de su culo y me agarré de nuevo a sus caderas. En ese momento no quedaba tiempo para muchas florituras ni explicaciones. Mi rabo estallaba de ganas de desparramarse, así que redoblé esfuerzos dentro de ella y me preparé para llenarla con mis jugos.

 

- Si quieres puedes correrte en mi cara. Sé que es algo que a los chicos os encanta

 

QUEEEEEEEE!!! Acaso había oído bien??? JAMAS se me pasara por la cabeza pedirle tal cosa a Silvia. No porque no me excitase ver su cara de ángel llena de mi leche, sino simplemente porque sabía que aquello nunca iba a suceder, y ahora, en este día de locos sucedía???

 

Mi respuesta fue salirme de ella y buscar su boca, que me recibió de forma profunda y generosa, permitiéndome la entrada muy muy adentro. Puse una mano encima de su cabeza y empecé a bombear dentro de ella, a follarle la boca como ella tampoco nunca me permitiera hacer antes. Ni veinte segundos después una primera contracción desparramó un chorro de semen en su garganta. Saque mi polla de su boca y con ella regué su cara con sucesivas sacudidas que poco a poco fueron pintando sus labios, su nariz, sus mejillas y sus ojos cerrados. Ella recibió mi semen con una sonrisa, tranquila, dejándose hacer. Nunca me sentí más enamorado de ella como en ese momento. Silvia limpió las cuencas de sus ojos y los abrió mirándome con una mezcla de amor y pasión que acabó de atraparme para siempre a su lado. Luego estiró su mano, cogió mi teléfono y con el hizo un selfie de su cara llena de semen, con sus labios lanzando un beso y, al fondo, sus pechos expuestos para la eternidad.

 

- Ahora que somos novios como Dios manda puedes tener esto. - dijo tendiéndome el aparato – ya verás como así me llamas más a menudo – dijo entre risas

 

Me reí de buena gana y la abracé.

 

- Voy a la ducha – me dijo – me has puesto perdida.

 

Desapareció, desnuda y llena de semen, por la puerta, dejando en la cama a un hombre exhausto, totalmente satisfecho, enamorado hasta las trancas de la mujer que le había hecho el amor esa tarde y temeroso de que sin el estímulo de su Don no pudiese disfrutar de esa manera nunca más de su novia.